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Pedro Nateras Mejía

El hijo legítimo de la desesperación

Historia de un niño de Jungapeo

E~Pcilo-Al:to-
Título original:

El hijo legítimo de la desesperación. Historia de un niño de Jungapeo.

DERECHOS RESERVADOS

© 2005, Pedro Nateras Mejía


© 2005, Ediciones Palo Alto.

Edición: Ana Luisa Calvillo.


Primera edición: Octubre de 2005
Ediciones Palo Alto ·
'
e-mail: alcv02@prodigy.net.mx
·Que dónde está Jungapeo? Está por el rumbo d
e . . d d e
Zitácuaro, de Tuxpan, V1ille~ o e México y yendo para
Morelia; en la carretera nacional hay un letrero que dice
"zona de balnearios, San José Purúaa, Agua Blanca
tantos y cuántos kilómetros de distancia". Hay una baj~d:
enorme, desde la curva de la Gringa, donde se mató una
güera, hasta el jardín de Jungapeo. Baja uno al Cerrito del
Muerto, la Tenencia, la Garita y se sigue con el pueblo.
Allí nací yo, este hombre que les platica, que ha
sufrido mucho: humillaciones, hambres, malpasadas, por
querer sobresalir, por ser alguien en esta vida de miseria
que me ha tocado vivir, pero que, sin embargo, aunque me
queje no me rajo y sigo adelante dándole y dándole para
adelante. N ad en la calle 20 de noviembre, una cuadra
abajo del jardín, en una casa de tabique con piso de tierra,
en el cuarto oscuro de mitad de la calle y la cocina de
morillos y de cintas.
Una casa que se fue formando con una guajolota, que
la guajolota se hizo una chivita, la chivita una ternera y la
ternera una vaca, hasta completar los ocho mil pesos de
aquellos que valían y que ahora ya no sirven ni para
comprarse un pequeño terreno en lo más lejos del pueblo,
sin agua y sin drenaje, a donde los puercos se comen el
excremento, que se acercan cuando se está en cuclillas,
esperando y gruñendo, que se tiene que agarrar un palo o
algo para espantarlos porque son capaces de empujarlo
encima de sus suciedades.
5
r
1 dinero sí valía, tanto que ahora las
1\ que . d d Per80
quejan de estos nuevos tiempo~ on e ya se llegó néls s~
billetes de a quinientos y de a rrul, que e~ aquellos tie a l()s
no existían. Los que circulaban eran de_ cincuenta y dell)Pas
y eso, con trabajos. Los tiemp~s cainbian, para bien O <=te11)
. cambian-, de eso 111 duda
m al, pero . cabe, pero nos 0Pata
tt
estamos tan desprevenidos, tan olvidados, que nos ag 0 s
por sorpresa y a la mala. Ya para cuando quer::~
onernos vivos, ya llegó la tiznada, que nos lleva
P Sin
esperar a que nos pongamos en resguard o.
Nací un 2 de noviembre, para mayor recuerdo, en bía
de muertos como a las cinco de la tarde; es lo que tne di'
' . , Jo
mi madre, entre gustosa y tnste. Yo lo entendí por lo de la
crianza, por el trabajo para conseguir el pan de cada día
que les costaba demasiado sacrificio. De eso ya hace algú~
tiempo, pero que no se me olvida: cuando está uno
chiquillo no se le olvida nada, todo se queda grabado de tal
manera que lo trae uno cargando hasta que se hace un
descanso y se tira lo que ya no sirve. Yo debo ya de tirar
muchas cosas que cargo, que no me sirven, que me hace
daño traerlas encima, que no me dejan en paz, que me
hacen ser enojón y loco; tengo que vivir a gusto y bien,
como se me presente la vida, dejar la cabrona amargura a
un lado y ponerme a reír de buena gana, reírme hasta que
me salgan las lágrimas. ·
No debo ser como mi mamá, que toda la vida se la ha
pasado diciendo que no tiene dinero.
6
Todos sabemos que eso no es cierto, que lo dice
como forma de que no la esté uno chingando; lo malo es
que se forma la idea en el cerebro y ella ya tiene la idea
negativa de que no tiene nada. En eso no estoy de acuerdo,
pero es ella y sus problema~, que le siga hasta que la vida le
dé su frentazo. Aquí dejo por lo pronto este punto; más
adelante lo vuelvo a agarrar para que se den una idea de
quién les está platicando y cómo lo camelan: un vivo que se
ha pasado de vivo o un bueno para nada, un holgazán que
quiere ocultar su defecto para que los demás lo aprecien.
Pero sepan que soy un ser humano, que quiero y siento,
que deseo una vida de humano y no de animal de dos
patas.
Que sea de provecho este relato que estoy
escribiendo con el corazón en la mano y con el llanto a flor
del rostro, a las personas que lo entiendan; les doy las
gracias con toda mi alma, soy un despreciado que por todas
partes ha mandado golpes, pensando que es mi padre y mi
madre, pensando que es el poder, pensando que es el
rencor, que me persigue para destruirme; me he defendido
de lo inexistente, de la nada, de mí mismo, sin saber que
soy mi propio enemigo desde que estoy en este mundo
dando lata a diestra y siniestra.
Escribo este pequeño folleto para que sepan_ quién
soy, de donde vengo, a donde voy; to escribo para tlrar un
poco de podredumbre, de suciedad, de tristeza y un poco
de sabiduría.
7
Tal vez a muchos les sea de beneficio, el mundo seria
1nás justo y digno de vivirse cuando tengamos un poco de
tiempo para escuchar a los demás, dejar el maldito yo a un
lado, el individualismo, la soberbia, que es de todos los
males, el mayor. Pido fuerza y entereza para lograrlo.

***
Los runos salían formados de la escuela "Florencia
Cuevas", la de las madres, como se le llama, a la iglesia para
aprenderse el rezo; formados por toda la calle, para que la
gente los mirara, para que la gente supiera que era 1a
escuela modelo, donde estaban los mejores y más
aplicados.
Mientras iniciaba el catecismo, unos jugaban a las
luchas en el pasto verde, abajo del ciruelo; se metían la
quebradora, las tijeras, que habían aprendido mirando las
películas del Santo en el cine del pu~blo; otros caminaban
buscando un lugar con sombra para contarse · cuentos Y
chistes.
Félix entraba directo a la iglesia, le gustaba el olor de
la cantera, el ambiente fresco; ponía sus mejillas en los
mosaicos para sentir el olor de la quietud, miraba el cuadro
donde estaba el Espíritu Santo en forma de paloma;
observaba a Jesús crucificado por grande rato.
Padre nuestro que estás en los cielos
santificado sea tu nombre... ·
8
La catequista, Pilar, les enseñaba el Padre nues~ro;
Félix la observaba de todo a todo, su falda azul manno
corta, su blusa blanca de manga larga, sus zapatos negros y
sus tobilleras que le quedaban ajustadas a sus piernas
hermosas ' duras ' de una adolescente virgen; también
· observaba sus labios carnosos, rojos, su tupe, su -pelo largo
que caía encima de su espalda. Era bella, hermosa como
una flor en capullo, Félix la amaba con la fuerza de sus
ocho o nueve años, no se cansaba de verla, por eso venía
contento a la iglesia a tomar el ·catecismo. Ella vivía por el
rumbo del tabarín, la cantina de la subida del pueblo.
/

El venía tras ella al tenninar el rezo; la seguía, sin


decir nada, hasta que entraba a su casa y desaparecía por el
pasillo cubierto de macetas. Era entonces cuando se
regresaba alegre y feliz, se detenía un poco en la Lonchería
"Mi nueva Lucha", de Do.ñ a Luz, para escuchar las
canciones de Enrique Guzmán y de Alberto Vázquez, que
. lo transportaban a lugares desconocidos.
-Pilar, tú no sabes lo que siento por ti -murmuraba
sentado en la banqueta y oyendo una canción-. Eres mi
vida, mi alma y mi ser, no puedo vivir sin verte.
Finalmente, se levantaba y caminaba hacia abajo,
rumbo al jarclin, pasaba por la casa del ingeniero Ramos, el
que estaba haciendo la carretera a Huanguitio, luego
atravesaba la cuadra donde vivía el señor al que llamaban el
católico, para llegar al billar de la panadera Eustolia, Y
entraba a su casa.
9
Se acostab a, rrur. aba las vigas y las. tejas de la casa de
su ab uelita. El mundo es una conquista l y una
l derrota ,
ninguna de las dos son destructoras; a gente es a qu_e le ha
dado significados contrarios a esas dos pal~bras. Pilar no
·
1ne quiere, Pilar sí me quiere, me duele lo ilprunero
. pero . .soy
muy chiquillo. Me consuelo con verla en s enc10, a diana.

***
Mi abuela Celia estaba abajo del muicle cantando sus
alabanzas. S iempre se sentaba allí con sus enseres para
ponerse a remendar y a hacer sus vestidos; esto lo hacía
después de las cuatro de la tarde, cuando llegaba de lavar
ajeno de la casa de la mamá del padre Francisco, Doña
Isabelita.
Mi abuelita . Celia la quería mucho, allí le daban de
comer, por eso llegaba a la casa para hacer otras cosas. Yo
me le acercaba, le miraba sus manos cenizas por tanto
jabón que usaba y se le quedaba pegado, se las agarraba, se
las sentía con temperatura, de lo caliente que estaban, le
apretaba sus venas saltadas para sentir correr su sangre roja
y buena.

Mi abuela Celia fue muy buena conmigo, me quiso


como a su hijo, yo me le repegué cuando sentí el desprecio
de mis papás; me le arrimé como un pollito a la gallina, en
ningún lado sentía cobijo y necesitaba de manos buenas
para poder vivir con un poco de cariño.
10
Ella me recibió, me daba dinero, me compraba rqpa;
si soy sincero he de decir que la quise más que a mis papás.
Todavía la extraño, lloro cuando me acuerdo de ella; a
veces parece que la miro y que me dice que no me
preocupe, ella está al pendiente de mí y mis problemas.
'T
Esa tarde me le acerqué para pedirle un favor:
-Abuelita, ¿me coses el pantalón de mi uniforme?
-¿Qué tiene hijo?
-Se está descosiendo del cierre y tiene unas partes de
atrás ya muy desgastadas.
-¿Y a tu mamá Evarista, ya le dijiste?
-Ella no sabe abuelita, lo primero que hace es poner
un parche bien feo, dice que para que ya no quede luido. A
mí me da vergüenza ponerme la ropa que me arregla.
-¡Qué mujer ésta!. .. Tráemelo para arreglártelo. ·
La miro agarrar el dedal, pedirme que le ensarte la
aguja y luego ponerse a arreglarme mi pantalón con una
gracia y una calma de artesano.
Lo veo ya tenninado, lo vuelvo a ver y parece que no
tuviera nada, como si no hubiera sido remendado.

***
Miré a mi abuelita Celia agonizando, con su carita
amoratada del golpe que se dio al caerse de la cama; se dice
que murió del dolor, de que no le pagaron un dinero que
prestó, eso yo lo supe hasta después de que la enterramos.
11
. . que fue esa setJ.ora
D icen · Aniceta, la de la calle
,, que da al
1ugar ese, que le dicen Los· Adobes.
,, Por
_ mas ·que fue a
cobrarle mi abuelita, ella se cerro, con lo tracalera que era, a
que ya le había pagado, y de allí no la sa~aro~. ,
1,fi abuelita Celia se ganaba su dinerito, acabandose
los pulmones en el lavadero, desde que se vino a Jungapeo,
para que esa malvada señora no le pagara. Ese fue el
achaque. Desde entonces, ya no se levantó y se fue
apagando como una vela hasta el día en que entró en
agonía. Y a no pudo hablar, ya no me dijo nada; solo le oía
un ronquido y un brinco en el pecho que la estaba
matando. Avisamos a todos para que se previnieran. Y o la
tomé en mis brazos, mientras Antonio se ponía a rezar un
rosario; estaba en su cama del cuarto oscuro. Allí murió sin
quejarse, sin despedirse de mí, la muerte la tomó por
sorpresa y no pudo darnos un adiós.
Me salí a llorar mi desamparo, me fui a los lugares
más escondidos, a gritar mi soledad y mi orfandad; me
quedaba solo en el mundo. Mi madre no daba muestras de
que me aceptara, no estaba de acuerdo con mi manera de
ser, altanera, y de gue poco o nada la obedeciera.
E lla quería unos hij os obedientes que le dieran todo,
que poco s<:: preocuparan por su vida y su futuro; que
trabaJaran para ella, que _se entregaran a ella y a sus hijas.
Hicitnos la fosa para tnt abueli ta, le hicimos su misa de
cuerpo presente, la cnterra1nos pobremente, pero eso sí,
con to dos los h o n ores.
12
Pero yo me sentía el ser más infeliz del mundo con
. '
papás biológicos, pero que como tenían más hijos, los
preferían más a ellos que a mí.
Por eso estoy enfermo,_ por eso no quiero tener hijos
que sufran lo que yo he sufndo; me da terror traer hijos al
mundo, para que yo los haga a un lado, para darles
sufrimiento en lugar de amor y cariño, aún ahora no lo he
superado, y creo que me va a ser difícil salir adelante. Soy
un ser humano con un estigma que he cargado durante
toda mi vida, un hombre enfermo del alma que necesita de
amor y de cariño. Y o soy el único, y el remedio está
conmigo, por eso debo de encontrarlo.

***
-¿Por qué mataste a esos pobres perros, Teófila?
-Se ensucian y andan echando pulgas por todos
lados.
-¡Se va a enojar tu hijo, criatura!
-Que se enoje, al fin que él no limpia sus porquerías.
Los pobres perritos estaban allí, en el corredor de la
casa, temblando, agonizando, con los ojos saltados de tanto
chingadazo que habían recibido. Teófila les había dado con
el cabo de un hacha, en la cabeza, en la panza, donde pudo,
hasta dejarlos casi muertos. ,
Ella no se andaba con miramientos, era de un caracter
de mírame y no me toques.
13
Dab a nue · d o hablarle
. cuando
, estaba
·""- . enojada.
, Tal '{vez
~
. que guardaba en su corazon, la gente
era por 1a tnsteza no
ue trae cargando, pero es ~n bulto enorme
dice 1o q . dr . . ,
pesado, más pesado que una fle , tl:; prnnero, v1~r con el
marido muy a gusto, despues, el se vuelve criminal y
matón tiene que huir por la noche, hasta desaparecer del
puebl;, ella quedarse a mantener tres de familia. Eso es
muy duro para una mujer.
Teófila se dedicó a mante1:1:_e r a sus hijos y a vivir sola
como el perro, hasta que se encontró a ese hombre,
también solo, de seguro que .· juntaron sus tristezas y
amarguras. Era dura la vida de Teófila, por eso mató a los
pobres perritos de su hijo, tan siquiera para desquitar un
poco el dolor de sentirse sola en el mundo, aunque los
pobres animalitos no tenían la culpa, pero alguien debía
pagar y fueron los perritos.
Yo vi cómo su hijq_ echó en un costal al Guantes y al
Palomo y los fue a tirar .al basurero de Don Wenceslao
Silva, se le ra~aron los ojos de lágrimas, le escurrían por la
car~, como si _le estuviera cayendo agua, los vació en la
zanJa para rrurarlos por última vez cuando los fuera
arrastrando la corriente. '

***
,

Ibamos rumbo al Salto ' ª ce h arnos un baño eran algo as í


como las tres de la tarde. '
El sol estaba todavía alto, subimos la cuesta del
Tremesino para agarrar la planada que lleva a Timbineo y
desviarnos en el camino de La Barranca Encantada.
Éramos cuatro: Moisés, Leodegario Rodrigo y yo.
Nos gustaba ir siempre, por las tardes, después de
salir de la joda, para que se nos quitara un poco lo molido
del cuerpo. Era el tiempo de preparar la tierra y andábamos
en la limpia, mochando huisaches, ortigas, vara blanca y
uno que otro tepame que siempre salía como si los
abonaran. Teníamos que llevar una lima o piedra de amolar
porque con unos cuantos matones los machetes ya andan
sin filo, da más trabajo andar amuele y amuele que
aventarle de machetazos· a la hierba y a los troncos con
retoño. Todo eso ·es una friega, pero qué se le hace, tiene
uno que entrarle con ganas, si no, qué vamos a comer
cuando se acaben las semillas de la casa, las que se dejaron
para comer.
A Leodegario le gusta ir por delante, con la resortera,
tratando de matar uno que otro pajarito; a veces sí les atina,
otras no, pero le gusta arranarse entre los matones para
tirarles a escondidas. Moisés es más serio, le gusta pensar
más; cuando se siente contento lo que hace es , cantar y
tirarse unos gritotes para que el eco rebote de las barrancas
y volverlo a oír nosotros. Se me acerca y me dice quedito: ·
-Me salió un flojo en la mano ... y me duele de a
madres, pero no digo nada porque me van a decir que soy
un huevón de marca. Mejor me callo.
15
. di ti es porque sé que no andas de rajado
S1 te lo go ª ' ,_ a tú me has demostrad o ser amigo '
te tengo harta con fiianz ' d ·
. , 1 contesto un poco apena o:
Y o tamb1en e ., ,
-A mí tambi~h ya me salio uno, _pero esto es asi, en
bra el brazo y las canillas; ya para de aquí
lo que se acos tum · .,
, ntos días ni quien se acuerde.
a unos cua di1l li .
Échate tantita manteca de arma o ca ent1ta, en la
noche, cuando te vayas a acostar; verás que para mañana
no hay ni rastros.
-Le voy a decir a mi mamá que me dé una curadita,
ella me consecuenta un poco -me dice al instante en que
vamos llegando al río.
Nos desvestimos y nos quedamos en puros calzones,
por si alguna mujer o algunas muchachas vienen también a
bañarse. A ellas también les encanta venir a lavar y de paso
echarse una nadada; casi todas saben manejar el agua, si se
quiere hasta mejor que nos9tros que somos hombres. Nos
metemos al pozo "i se que no está tan feo. Nos gusta
porque el agua está tan clarita que hasta se miran de afuera
la~ piedras blancas y lisas y también las platerillas, nos gusta
nurarlas Y ver cómo se esconden y abren la boca para
comer algo. La de malas es que no traemos ni siquiera un
anzuelo para pescar algo: una mojarra, un bagre O algo para
comer.
Cua~do ya nos _da frío, nos salimos para tirarnos
pa~za arriba en las piedras calientes, grandes y lisas que
estan afuera del pozo.
16
Allí nos sentimos a gusto mirando el cielo azul y
alguno que otro zopilote. Se nos quita lo cansado y ya
cuando nos volvemos a calentar nos damos la última
resumida. De regreso le damos por el camino del·
Garambullo, para comer pitahayas; es el tiempo, lo
sabemos por el chillido de las chicharras. Ya para cuando
cae el sol, como a eso de las cuatro de la tarde, comienzan
con su sonsonete, chille y chille hasta que se oscurece.
Nosotros ya tenemos algún gancho escondido para
despencarlas, aunque ya de maduras se caen solitas, el
trabajo es agarrar una vara seca y limpiarla de las espinas.
Después, abrirles la cáscara y sacarles la pulpa roja y
dulce como la miel. Nos comemos a lo menos unas diez
cada quien, o quince, hasta que quedamos bien llenos y
relumbrosos de la panza. Por acá, como vive poca gente,
pues todas son para nosotros.
Rodrigo es el que no dice nada, siempre callado, por
eso le pusieron el Silencioso; pero no se enoja, nada más
suelta su sonrisa y nos enseña sus dientes de burro
calabacero. Llegamos de regreso a la casa, como a las seis
de la tarde, a jugar o a recostarnos, a según comó estemos
de cansados.

***
A mí ya me llevó la tiznada, lo siento y lo presiento; aunque
esté chiquillo, aunque no sepa cómo es el mundo.
17 .
Lo digo porque soy el segundo de la familia
siempre que habla mi, mamá de su vida, me da a entend'porque
1
que cuando yo verua al _mundo ya se le había terminado :1
amor y el canño para rru. padre. No lo entendía al pr111
· c1p10
..
J
ahora lo entiendo. Se VUlO ~ara ungapeo, cuando estaba ¡
punto de nacer, por eso chce que andaba naciendo en 1
Arroyo de Zúmbaro, que rninutitos faltaron para que m:
tirara en el camino; la de buenas que se alcanzó a aguantar
un poco y salí al mundo ya en la casa de mi abuelita Celia.
Desde ese día ya no regresamos para el rancho, se
amachó en el pueblo y mi papá quiso que no quiso se vino
a seguirla; nos quedamos a vivir en el pueblo para siempre.
Todo esto lo sé porque me la paso pregunte y
pregunte. Desde chiquito he tenido como un sentido que
presiento todo.
Por eso me repegué con mi abuelita Celia, por eso la
seguía para todos lados, hasta que ella mejor se hizo cargo
de nú. Yo creo que sintió lástima, además que miró que rni
hermano mayor era el consentido. Eso no me importaba,
lo que sí me dolía es que dijeran que yo era un mudo, un
lomudo, un huevón, que me pesaba hasta haber nacido.
Eso no se me olvida y lo traigo cargando, me acuerdoª
cada rato, me llena de muina con todos.
Pero con nú abuelita Celia era feliz ' me llevaball'ª
dondequiera: a Coyota, a visitar a su hija mayor; ª ª
siempre comía carne de guajolote, · atole de leche bie!l
cuajado, que hasta parecía gelatina.
18
Me acuerdo que lo vaciaban en unas servilletas
cuando ·estaba todavía caliente, y al otro día estaba bien
sabroso. Era leche pura de vaca criada con pasto. Me
compraba zapatos, algún sombrero, todo lo que estuviera
en sus manos me . lo compraba. Por eso · no me sentía
humillado.
Pero eso les dolía a todos, les daba envidia, sentían
que de nada había servido qúe -m e hicieran a un lado de mis
papás. Y o creo que pensaban que había salido ganando.
También me llevaba mi abuelita Celia y mi abuelo
Eusebio a Tarártdacuao. Todos 'los años; como desde el 20
o 21 de octubre se iban conmigo a la fiesta del Señor
Santiago. Llegábamos con mi tía, la prima de mi abuelo;
ella mandaba decirles a todos los familiares que ya
estábamos allí, se juntaban todos ·· a platicar y a tomar
pulque recién sacado; ya un poco tomados lloraban, se
abrazaban, se lamentaban de estar todos separados. Pero
qué se le iba a hacer, no hay que vivir donde se nace sino
donde uno la pase.
Yo me salía a la vía del tren, a contar los pedazos de
madera, a agarrar puños de grava. Me iba hasta la estación
contando las vigas, me regresaba, me quedaba afuera, para
oír el silbido. Me quedaba impresionado, lo miraba pasar
junto de nú con las enormes ruedas de metal, con los
vagones llenos' de gente. Allí me quedaba a mirarlo, haS t ª
que se perdía por el rumbo de Acámbaro, hasta que el
humo de su pesada máquina dejaba de verse.
19
r Por las noches también nos despertaba el estruendo y
"'111111

es que la vía estaba a la~o de l_a casa de tni. tía. A cada


tren que pasaba en el día, salía corriendo par~ ~arlo.
y O no me quedé con las ganas de sub1rm~ a un tren
desde chiquillo. Mis hermanos sí; en Jungapeo no hay tren'
por lo de la tierra que no está plana. Jungapeo tiene otra;
cosas, pero trenes no puede ,tener, ni tan siquiera pasan;
para subirse a ellos s~ t;iene que venir a Zitácuaro o al lugar
ese de Ocurio para irse a -Maravatío.
El día que iniciaba. la fiesta salíamos todos a la calle a
mirar a las mojigangas, pasaban con sus carotas y
sonrisotas un poco atrás .de la banda de música; yo les
preguntaba por los nombres de los instrumentos:
-Es un trombón, Félix.
-Es el clarinete, Félix.
-¿ Y esos que se tocan con las manos y hacen chung,
chung?
-Son los platillos, Félix.
. Ya en la noche nos íbamos al jardín a mirar los
Juegos; ª comer cacahuates frescos. Por la mañana nos
levantabamos a ·, D / dre
, nusa. espues de escuchar al Pª '
~allíamos
1g es1a. para oír otro rato la banda que tocaba afuera de la
Por eso digo qu fu.1 e · e lia
· b e aiortunado con mi abuelita e
Y nu a uelo Eusebio p . ]los
sufrí h . · ero con mis papás no, con e
mue o, pero me / , , d les
pedazos d e lll1· COttlt
. aguante,
·¿ Y aqu1 están contan °
ª ª vi que no sé dónde termine.
20
Uno no sabe nada, es como un animalito que nace,
e vive por la fortuna, que sufre, para después irse sin
, b.
llevarse nada. Para que tanto rtnco.

***
El rancho del Capire no está tan cerca de Jungapeo, está
lejos; hay que pasar por el rancho de Púcuaro, La Soledad,
subir el Cerro del Molcajete, pasar por el lugar ese que le
dicen El Chacuis y llegar a Las Casas Viejas. Allá viven mis
familiares por parte de mi abuelo, allá está nuestra parcela,
allá es donde sembramos cada año.
Mi abuelo Eusebio siempre está allá, con su hermana
Bernabé; yo le digo abuelita, es un alma de Dios con
nosotros. Ellos se quieren mucho, nunca pelean, ella le da
de comer. Desde que se vinieron de Tarandacuao, se
fueron al Capire y desde entonces no han salido.
-¿Félix, Félix, tú si puedes dormir?
-¿Por qué, Basilio?
. -¿Qué no te pican las chinches?
1
-Un poco.
-A mí me están tragando.
les hagas caso, quédate silencito.
-No puedo.
__,.fienes que poder.
-Pásate un ratito para mi lado.
-Es lo mismo, Basilio.
21
-.........
-Es que yo no veo que te ~uevas, a lo mejor a ti no
te pican y me estás diciendo mentlras.
-Es que me aguanto, no les hago caso.
-Lo que pasa es que eres un lomudo. .
-Pásate pues, para que veas que es lo rrusmo.
Se oyen los ronquidos de mi tío Apolinar más allá en
el otro cuarto. Afuera la noche está tan oscura como el
hocico de un cabrón lobo, sólo se oye el ruido de las ramas
del Capire atrás de la casa. Ni la luz de un cerillo, de un
aparato de petróleo; si dan ganas de hacer de las aguas
puede uno caer encima de la puerca parida que hace ruido
en la testera de la casa, puede uno pisar las patas de los
perros que se duermen en la mera puerta de la casa, puede
uno entrar despavorido por el susto de algún muerto o
muerta, como la que dicen que mataron en la pila del
Chirimoyo. El miedo no anda en burro.

***
Venían subiendo la Cuesta de Los Romerillos, la que está
por el lado d_el Cerro del Molcajete; ya estaba oscureciendo
cuando empiezan a llorar los grillos y otros animales que
uno no conoce. Era el tiempo de la siembra del frijol,
cuando se abre surco, se abona y se empieza a regar. Ese
lugar de la Soledad es bueno, se ponen unos frijolares que
se cansa la gente de cosecharlo, costales y costales de flor
de mayo y de apetito morado.
22
Por eso iban a trabajar allí; ahora se les había hecho
n cuanto se dieron cuenta ya se estaba metiendo el
tarde • E
en el cerro de la Mesa del Campo.
1
so -Vámonos, Hilano. .
-Otro ratito, Ricardo.
_ Ya está oscureciendo, nos puede salir la llorona O .

algo. . -1

-Tú que dices, 1 eodoro.


- Yo como me las pinten, se las dibujo.
- Y a vámonos, no le hagan al cabrón.

Agarraron . el camino del canal. Cuando ya iban


llegando al puerto, les salió un perro prieto que estaba
necio por pegarse con ellos. Por más que lo espantaban no
se iba, como que estaba perdido o huérfano. Ese perro fue
el que lamió a Ricardo en el pantalón; desde alli se
enfermó, fue cuando empezó con sus loqueras, a
encerrarse, a no dejar dormir a ninguno de los de su casa.
Mi tía Mello quiso curarlo con agua de San Ignacio;
un día que estaba descuidado le roció el pescuezo. No lo
hubiera hecho, le dijo hasta la despedida, la maltrató tanto
que hasta la mandó llorando a su casa. Desde ese día lo
aborreció, después de quererlo tanto que no se le salía de la
boca. "Ese muchacho está endiablado", dijo, "se me nubló
la vista Y me dio un mareo tan luego como le rocié el agua
be~,dita. Y o ya no lo quiero,
' lo quise harto, pero ya se me
salio de mi corazón."
23
***
-¿Por qué te lavas tanto las manos, Ricardo?
-Me veo embarradito de cagada tía.
-Yo no , veo nada. . ,
-Pero s1 estoy sucio, tia.
-Lo que vas a hacer es sacarte la sangre. Mira nada
más cómo tienes los brazos rojos de tanto tallarte.
-Estoy mugroso, tía.
-Pero te vas a acabar el agua de los cántaros, y a mí
me cuesta mucho trabajo acarrearla; me duelen las
coyunturas y tú n<:? te condueles de mis enfermedades. Va a
costar decirle a tu papá que ya nos colmaste la paciencia.
-Pues dile, tía.
-Ora lo verás.
-Que gasten para curarme.

Después se puso más malo, se la pasaba de rece Y


rece en el bordo de la cama y por más que se le decía que
se durmiera no nos hacía caso, nos juzgaba de locos. Se
empahnaba de dos pantalones y dos camisas, andaba corno
un muerto, todo envuelto de ropa de terlenca. Y o no
dejaba que mis hijos se le arrimaran, qué tal y les pegaba la
enfermedad y se me endiablaban ta1nbién. Ni Dios lo
qwera.

24

e
***
Ahora estoy aquí sentado, miran~o la corriente del río allá
abajo; siempre me gusta estar aqu1 porque_ no hay nadie que
me interrumpa. Estoy sentado en esta piedra, que alguien
puso para sentarse como yo; de seguro es de esos que
piensan mucho.
De esos que_ se la pasan con las manos en las quijadas
y mirando a lo leJos, por el rumbo del Cirián o de la Joya
del Late. Esta vista es bonita, verde y llena de árboles por
toda la orilla del río, .hasta donde alcanza uno a mirar por
todo el cajón del río. Ya un poco para arriba se ve lo
secano, lo que sólo ve uno bonito en tiempo de aguas,
entonces sí está chulo, las milpas jiloteando, las chivas
gordas, y con unos morralotes colgando de tanta leche. Es
el tiempo del queso, cuando uno se lo come recién sacado
del comal, escurriendo su grasa sabrosa, acompañada de
unas memelas hechas a mano, de maíz nuevo, que están
chiclosas como la harina. Esa sí que es vida, aunque se viva
por acá remontado en el cerro.
Estoy aquí en este lugar que le dicen La Limonera. A
unos veinte metros está el camino que baj~ a la carretera.
Esa carretera lo lleva a uno a la Ranchería de la Mora. Para
el_lado donde se mete el sol está la Y griega rumbo al
Carrizal. Desde aquí miro las dos carreteras. Siento el
a·1tec1to
· que me pega en la cara, siento
· '
como se me llenan
los puhnones cuando respiro.
25

Me siento libre, feliz, de estar en el mundo. De
cualquier forma ya estoy aquí y siento que es menester
hacer lo posible por olvidar todos los malos ratos y
acordarse de los buenos. Esto es lo que hago.
Estoy entre triste y alegre; triste porque se acaba de ir
el circo "Hermanos Osorio". Alegre, porque debía de irse,
la gente no aguanta el gasto de una diversión de esas por
más de una semana. Además de que es caro. Pero nos
quedamos picados, todos los días se llenaban las bancas
para mirar a los cirqueros. Y o también me quedé picado.
No me perdía una función, fuera como fuera.
Estaba y estoy así, como enamorado, no se me
olvidan las piernotas de la trapecista hermana del dueño del
circo, dicen que la otra hermana mayor, que se mató
haciendo el salto de la muerte, estaba mejor y más bonita,
de cuerpo y cara; yo no la conocí y ni falta que•hace. A ésta
no se le pide nada, en cada función me quedaba alelado,
mirándole las piernotas y las chicas nalgotas que nos
enseñaba en su traje de colores. De verdad que está bonita,
la traigo metida entre ceja y ceja, no se me olvida su
manera de caminar, sus movimientos y su figura de una
muchacha no muy grande de edad.
. Por .eso no me perdía una, sólo para mirarla, para
irme a rru casa con un dolor de vientre que para qué les
cuento. Pero lo que más me gustó fue verla de pie cuando
no se ponía de forma grosera. Yo no estoy de acu;rdo que
se abran de pies hasta ser disolutas.
26
Me gustaba cuando caminaba al centro del circo, la
miraba hasta quedanne atarantado; hermosa, bella como
una diosa, la mujer es lo más per~ecto en cuerpo desde mi
unto de vista. Por eso estoy tnste, ya no voy a poder
~erla. Me dejó enamorado. Traigo metido su hermoso
cuerpo en mi ment~, por eso me vengo a estos lugares
solitarios.
Estoy sentado a un lado de este terreno grande,
donde sale mucha hierba amarilla, hierba de la pulga y
donde está un capulín grandote. Por eso le dicen a este
lugar El Capulín de Perro. Es donde se pone el circo
siempre que viene, es grande, y bien que caben los
elefantes y los changos. También traen un león pero ya está
viejo. Aquí es donde yo conocí a los animales que sólo veía
en las películas de Tarzán.
Ya tengo un buen rato sentado, llegué como a las
cuatro, cuando el sol ya no estaba tan fuerte.
Tenía ganas de pensar y estar solo. Pensar en .la
tristeza que siento porque ya no voy a poder verla en el
trapecio, con su traje que le tapaba sus partes más bonitas.
Pensar en esperar un año, porque el circo viene cada año a
Jungapeo.

***
~un~apeo estaba chiquito, hace algunos anos, apenas el
Jard1n, la calle principal y otras tres más.
27
Me acuerdo que el mercadito estaba por la calle
donde tenía la mercería el señor ese de los dedos chuecas,
el que siempre olía a perfume, Don Nicanor Ruiz. Le
decían "El Zorrillo", por mal nombre, y es que en este
pueblo si no tienes apodo te lo acomodan; no se diga
Baldemar Villagómez, el panadero. A ése no se le escapa
nadie, nada más está cazando apodos para acomodárselos a
la gente que se lleva con él.
También me acuerdo de la calle que daba al mesón de
Don Samuelito, el cartero, el que está junto a la escuela de
las madres; allí íbamos mi hermano Basilio y yo a dejar los
burros cuando ya estaba tarde, cuando ya habíamos
acabado de acarrear el maíz. Era un burro canelo manso y
un color tabaco pajarero, a casi todos los que le
montábamos era seguro que nos tumbaba. Siempre
andábamos quebrados de las manos.
En ese burro siempre andaba montado yo, lo quise
harto, cuando se lo vendió mi papá a mi tío Rigoberto me
llené de tristeza y de muina, era mejor que el canelo y fue el
que vendió. A mí no me hizo caso. Nunca me hicieron
caso.
También me acuerdo de la calle de la alcantarilla.
Dicen que allí caía el agua, las mujeres iban con sus
cántaros todas las mañanas para prevenirse y no andar
luego_ a las ca~reras. Ando caminando como un perdido,
me dio por salirme de la casa; me siento aburrido, por eso
recorro las calles y me acuerdo de cómo estaban antes.
28
¡\_hora está un poco ~ambiado. Me detengo en las
. del jardín, para nurar con los ojos de hace
esqu111a5 , d unos
s años atras, para acor arme de las cosas pasada .
cuanto d d . , s,
Juego agarro por la carretera on e '?-;1ª el señor ese que
llamaba Dager. Ahora ya vendio su casa, pero la
::cuerdo por el piso de color rojo, el cuarto donde íbamos
a comprar algún pedazo de tela; también recuerdo que .por
aquí caminó su hijá 1'1atilde. La_ recuerdo cómo era, alta,
con el pelo quebrado, su boca bien figurada y sus vestidos
elegantes. No era creída, a pesar de que no eran de
Jungapeo; yo estaba chiquillo, pero sabía lo hermosa que
era y la admiraba.
En mi vida he visto mujeres hermosas y creo que esa
es una de las que no se borra de mi mente. Me quedo un
rato mirando el cuarto donde tenía el mostrador Don
Dager, donde vi por primera vez a Matilde, con su vestido
morado de flores, sus hermosas piernas al descubierto, era
una muchacha sin vergüenzas, por eso se las miré con mis
ojos y quedaron grabadas para siempre.
Luego subo por la calle donde vivía Don Ignacio
Bautista, parece que lo observo con sus cuentos en la
banqueta para que los alquilaran los niños. Subo por la
calle de la alcantarilla para llegar a Tepangareo Y cru~ar la
carretera que va para Zitácuaro. Me siento bajü"·un mango,
observo la cantidad de quintas de los gringos Ylas comparo
con las casas del pueblo. Acá estamos muy pobres, tan sólo
nos alcanza para los tabiques y las tejas.
29
r

***
Llegó la fiesta del 21 de marzo a Jun_g apeo. Ya están los
futbolitos, por el lado de la segunda pu_e rta de la iglesia, esa
donde está el reloj. Las fondas se pusieron por el lado de la
casa del señor ese que le dicen El Tatacho; enseguida se
acomodaron los juegos, la rueda ·de la forttuna, la ola, los
tiros al blanco. A mí me gusta la fiesta, me gusta por la
banda de música que traen por este estado de Guanajuato.
Me despiertan bien temprano y luego luego me levanto
para ir a oírlos al jardín, a un lado de la camelina.
Me siento en una banca, allí me quedo silencito las
dos o tres horas que tocan hasta que se llega la hora en que
se van a almorzar. Y o me compro un pan con conserva de
bonete para aguantar hasta la hora de la comida; mientras
tanto, oigo las· canciones de los Hermanos Carrión:
Lágrimas de Cristal, Magia Blanca y otras que pone ese señor
de los caballitos. Y a para cuando cae el sol me presento en
la casa y comer a la carreta.
El pueblo se pone gustoso, puños y puños de gente
que sube al jardín a tomarse una pasta de vainilla, una
rebanada de sopa en vino, un pedazo de fruta de horno de
la panadería de don Valente. Otros prefieren entrar al
enlonado, donde traen artistas, se toman un refresco o una
cerveza para tener derecho a mirar.

30
>
No se diga los del rancho, esos se previenen para la
venden un animal para gastárselo de cerveza y mirar
fiesta, ~ hi
a las artistas que ensenan 1as c chotas y las nalgotas; ya
bien pasados d~ _borrachos se suben a _bailar y a darse el
ancho con las V1eJotas esas que no_ han visto en su vida, por
es O se dan sus escapadas a escondidas de sus mujeres.
El dueño del negocio les permite algunas cosas para
que se gasten t~do su dinero. a para cuando termina la
fiesta, él se va bien forrado del dinero del pueblo.

-¡Ya llegaron las güilas, criatura!


-¿Cuáles güilas, mamá?
-Tú vete por allá, es plática de gente grande.
~Pinches viejas birriondas.
-Que meterse con tanto hombre, criatura.
-Por eso están todas podridas.
-Eso qué ni qué.
- Y los cabrones de los hombres que van a meterse
allí a dejar el dinero.
-Pues cómo no, si andan con el culote de fuera.
-Los hombres son unos putos, niña.
-¿Qué no se acabalan con la mujer?
-¡Aunque se acabalen!
-Entonces estamos jodidas las mujeres.
-Por ese lado sí, aunque nos duela reconocerlo.
-Pues yo si me doy cuenta de que Silvano anda de
puto, le meto unos chingadazos.
31

11111
-Ni hace uno nada, mujer, nos gusta que nos Pongan
la silla y nos espueleen.
-¿Tú crees?
-Entonces .. •
-Mejor no hay que decir nada, que el mundo ruede.
-Eso sí es pensar con la cabeza.
-Es lo único que nos queda a nosotras.
-Qué perra vida, Teofila.
-Qué le vamos a hacer.

***
Estoy en el cuarto oscuro de la casa, en la cama de tablas,
donde se donnía mi abuelito Eusebio, que en paz descanse.
Estoy pensando en lo que será de mi vida, en lo que debo
hacer. Mi mamá Evarista no tiene pintas de dejarme hacer
lo que me convenga, que yo me busque mi futuro, que me
abra camino. Ella lo que quiere es dinero, que trabaje en 1~
que sea, de peón, de albañil, de arriero, pero que le de
dinero. No piensa más que en el dinero, pero no en ganarlo
ella; que otros trabajen para que se lo den.
Desde que me acuerdo se la pasa en el lavadero. Se va
desde temprano a otras casas a pedir licencia para lavar. En
la casa no cae ni gota de agua, a pesar de que en este
pueblo es lo que sobra.

. Ahora
cociera que me·d dejó al cuidado de los frijoles, que los
' cui ara que no se apagara la lumbre.
32
Estuve desde temprano, des?e, que se fue, sople y

50
le. La de buenas ,ue ya termme. T º~º- ailado_ y con
P de volver el estomago, pero ya termine. Lo hice y lo
g anas , 1 1 lill T.
hago siempre para no oir e e ga o. 1ene una voz que me
chilla en los oídos, pero con tal de no escucharla, hago este
trabajo que me cae en la 1nera madre.
Por eso estoy pensando, pero por más que pienso, no
le encuentro salida a mi vida. Y o creo que voy a tener que
irme, en esta casa no le veo nada de bueno a mi vida. Mi
mamá no debió de tener hijos, no los quiere, ella se quiere
mucho y por eso no tiene tiempo para nosotros. A mis
hermanas sí las defiende, no las deja trabajar, ellas se hacen
bolas con el quehacercito de la casa y con eso es suficiente.
Pero a los hombres los quiere traer a raya, no sé qué tenga
contra nosotros, el caso es que veo como que trae algo en
contra de nosotros que somos hombres.
Y o voy a pelar gallo, yo no le aguanto sus tarugadas y
sus menseras; estoy chiquillo, por eso me aguanto, pero
cuando crezca, patas para qué las quiero, ni le voy a avisar,
q~e me busque si quiere saber de mí. Estoy por pensar que
ru su hijo soy, hasta allá llega ya mi muina; las mamás se
¡reocupan por sus hijos, los atienden y los apapachan. Uno
e _P1de de comer y con lo que sale es con su voz horrible Y
gtltona:
"Si quieren tragar, traguen, allí están las tortillas en la
balsa y 1
os ft!Jo
.. 1es en la olla strVanse,
, huevones
tnant ·d '
et11 os, ya me cansé, desde que Dios echa su santa luz
33
yo no descanso y ustedes nada más ~aga nd0 · ~aldigo la
hora en que me junté con un pendeJo que no sirve para
maldita la cosa, ojalá y se pelaran todos para quedarme sola
y no navegar con nadie." . .
y O la dejo que diga lo que qu.1era, pero pienso: ahora
que crezca un poquito, me voy a largar para que_ te quedes
sola como el perro. Por eso estoy pensando aqu1 acostado.
Miro las vigas y las tejas, unas apolilladas y otras negras de
mugre por tanto año sin cambiarse. Tenemos que hacerle
arreglos a la casa, pero para eso necesitamos que todos le
entremos al trabajo; pero mi mamá quiere que seamos los
hombres. Ella con no quitarse del lavadero lo arregla todo.
Tengo deseos de que nos haga un almuerzo, no sale
de su pinche pedazo de pan con café toda la vida. Y a para
eso de las doce del día anda uno lancando de hambre y
buscando qué comer. Y o me tengo que ir a las huertas para
c_omenne unos plátanos medio verdes, unos mangos
tiernos para aguantar tantito el hambre. Esto es vida de
perros. La vida de los pobres es una vida miserable, anda
u~o con los pantalones parchados, remendados, sin un
cm~o en la bolsa, y para completar la carga, con el
estomago de farol.
y O por eso tengo que pensar en algo mejor, por eso
~e guS ta pensar, lo hago porque los pobres no tenernos
tiempo de pens dO 1 .
· ar, to e t:lempo como burros de carga,
que vete para ac' h o
ni a . a, queª ora para allá, no nos dan descans
p ta dornur el sueño completo.
34
7

Es por eso e~ rencor y el coraje que siento dentro de


, Tengo que salir adelante, buscar la manera de salir de
f!ll. .
, buscar un meJor acomo d o .
.aqul y

***
-¿Qué estás haciendo, Félix?
-Nada.
-¿Cómo que nada? Estás echadote en la cama.
-Estoy descansando. .
-De no hacer nada. ,_fe había de dar vergüenza, tu
padre por allá jodiéndose a trabajar, que ·~abrá pios cómo
ande, y tú acosta~9_te en la cama; eres un malagradecido,
mejor te pelaras para que dejaras de dar lata. Urio trae a los
hijos al mundo para que lo ayuden, no para que sean una
carga.
-Ya me voy a la chingada.
-Te estás tardando. ·
-No te apures, en up chico rato ...
-Pero no regreses. _
-Ni tampoco lo voy a ha~~r. .
-Pues lárgate, a ver si por allá mantienen puercos sin
capar.
-Después no vayas a estar chillando.
-Ni falta que me haces.

35
1
rtP
·¿ todo el tiempo desde que me acuerd
Así ha s1 o . . I o;
vida de erros, un sufrir eterno por e coraje y el
una . p re le he visto, con todos, con rni abu 1
rencor que s1emp . 1 E b. ea
. mamá con 1Il1 abue o use 10, que es
Celia que es su , . , Sil su
,' arido que es tn1 papa vano. Pero lo lhal
papa, con su m , , ., o
lo que me preocupa es que a fil tamb1en se tne
no es eso, ~,
,
esta pe gando , como que
, ya me. enseno
, .a no, . querer•
Presiento que ella se caso con m1 pap~ por 1nteres, por el
dinero, por querer sobresalir. En ese tiempo la familia de
mi papá eran dones en Huanguitio, tenían tierras, animales,
eran los más ricos; les tocó la de malas, se vinieron abajo
por malgastados. Entonces a ella se le vino el mundo
encima y mi papá tuvo que trabajar de jornalero.
Cuando se vinieron para Jungapeo, cuando se le pegó
lo loco y mi mamá se vino embarazada de mí, que hasta
por eso me andaba tirando en el puente de Zúmbaro. Ha
sido una cantaleta dura. A veces no entiendo cómo mi
pap~ la _ha aguantado tanto, pero eso es lo de menos, la
explicación es que la adora y pues ya desde allí perdió la
pelea, la . que manda en esta casa es ella, aunque duela,
aunque_ sienta uno feo. Mi papá siente que es al contrario,
pobrecito
. ' no. sa b e como
, · la iguana;
masca . yo por eso no le
digo nada ' si quiere · vivir· · en la mentira pues que, se 1e va
hacer. Pero yo · , ' . o
. . no quiero que a mi me traigan de su tarug '
yo quiero irme 1O
' Y voy a hacer pronto
Los papás m h · }os
hi. ' uc as veces, son los culpables de que
Jos sean unos d .
pen eJos, unos buenos para nada.
36
Eso por obedientes,
. yo prefiero
. la desobedienci·a,que
se abra un~ cammo, que lo dejen _solo para _ser tan siquiera
ue se de el frentazo. Yo no quiero que vivan la vida por
e1q 1 , .
, y O quiero va erme por tn1 tn1smo.
tul, ,, 1
Me pongo a pensar aqm en e cuarto oscuro, acostado
en esta cama de tablas; me pongo a pensar en el dolor que
sentí cuando vine al mundo, cuando me echaron a patadas
donde estaba. Vine a puro sufrir, con mis papá~; que eso
no se hace, que esto tampoco, que tú no sab~s, qu~ eres un
tarugo, que soy tu padre. Viene uno_a obedecer, a sentir ·
que hay un poder grande, enorme, se siente el peso tan
duro que no sé como lo he . aguantado hasta ahora.
También es un batallar con los hermanos, ·g anarse el .lugar
que se_quiere . a empujones; que eres un huevón, te pesa
hasta haber nacido, eres un agrio, un lomudo, te pesa hasta
haber nacido.
Yo no les opuse resistenci~,-me di cuenta proqto y me
repegué con mi abuelita Celia; me puse vivo y me la gané.
Eso me costó caro; de todos modos, siento los cabronazos
du · , '
ros, como los que acaban de oír cuando rru mama entro
ª la casa. Viene de lavar, viene a desquitarse con nosotros,
con sus hijos; no le hemos hecho nada, pero no sabemos lo
que carga en su ahna. Lo que sí sé es que la tiene negra. Es
tnala corno la chingada. Los que no la conocen que la
. aguanten.
Miro las vigas y las tejas también la mesa con los
santos q d . , . . '
ue e10 nu abuela Celia.
37
Era muy católica en sus últimos días, se arrepintió de
sus pecados, que no fueron pocos; u~o es .1:1-uy malo, tan
malo que ni de eso se da cuenta. ~qm muno_ 1~ _Pobrecita,
con el golpe en su carita; llena de tristeza, es dificil aguantar
que te roben el dinero que has ganado con t~nto sacrificio.
Eso la mató. Le dio la enfermedad de la diabetes, se fue
apagando, adelgazando, hasta que quedó el puro cuerito
untado a sus huesos. Y a para los últimos días teníamos que
arrimarle la bacinilla para que hiciera sus necesidades.
Murió silencita sin hacer ruido, sin dar molestias. Me
acuerdo en este momento, se me derraman las lágrimas; me
_ dejó solo para lidiar con todos.
Ni modo, son cosas que tienen que pasar; sea por
Dios y que venga más, como dice doña Adela, la vecina
que nos ha ayudado mucho. Todos le dicen la Toronja, por
lo chondudota y gordota como está, pero yo la respeto. La
recuerdo por la forma tan graciosa que tiene de hablar.

***
Afuera, en la calle, se oye mucho ruido. Corro a asomarme;
es el señor ese que se llama Jeú, viene con un novillo cebú
amarrado. Casi lo trae arrastrando, grita y grita que se
h~?an ª un lado, tiene miedo de que el animal mate ª un
runo O ª un anciano, él no sabe lo que pueda pasar;
t b.,
arn ien se le ve el miedo en la cara. Esos animales tienen
muchas fuerzas, y más, encorajinados.
38
d
Viene dando traspiés por la calle empedrada. Toda le
gente sale a la puerta o a la ventana para mirar lo que pasa.
-Es Jeú que lleva un novillo al rastro.
-Cuiden a los niños, no les vayan a dar un caballazo.
-Agarren a esos niños.
-Sí doña Evarista.
'
Al fin, J eú mira el poste de la luz, en la esquina de los
Rocha; le corre para agarrar un poco de lazo y detener el
animal, le da una vuelta al poste con el lazo y se apotranca
con todas sus fuerzas; cuando llega el tirón al animal, de
tan fuerte que es, cae de lomo en las piedras y se queda
como muerto. Y a se mató ese animal, piensa toda la gente;
o se derrengó del cabronazo, sonó tan fue!te que de menos
se le jodieron las costillas.
Se acerca Jeú y lo espanta con su vocezota: "ora
novillo, hijo de la chingada". "Ora buey hijo de la
chingada" De repente se levanta el novillo y se lo lleva casi
arrastrando por la calle .de la Quica, rumbo al rastro donde
lo van a matar para el viernes e11 la tnad~gada. Va a estar
tiernita la carne para el domingo, se dicen las señoras unas
a las otras. ·
Me salgo a la calle con mi tristeza y mis problemas,
ninguno me va a ayudar; todos parecemos burros cargados,
nada más que no nos damo·s cuenta. Creo que yo soy, el
ún•leo. N os hacemos fuertes para que no nos vean el gaban;
pero el morral anda lleno de .sufrimiento Y de dolor.

39
. que 1a gente ni siquiera se dé cuenta de
, e1or
Esta m , n llanto universal que para qué
1 mismo serta u , , d , 1es
que e tal vez en 1ugar de calles senan
., nos . e lagri.iuas , e
cuento, ' llegaría tamb1en a nosotros aunqu 1
a a del mar nos d . . e
gu
estemos tan 1e1-os de él. Es la forma h e dVlVlt bien en el
mundo: e1 cuerp o, la naturaleza, nos a ado armas . para
defendernos de lo que no podemos ver con clandad. Si se
pudiera observar lo que ~erdaderame~te es, ·el . hom?re
caería muerto, no soportana tal espectaculo, la vida, bien
vista, es para sacarse los ojos y andar ciego. Es mejor que
todos andemos ciegos por el mundo.
El jardín está alegre, la gente de alrededor se sienta en
las bancas para platicar los chismes del día. Para tardear un
poco de las jodas del trabajo, para esperar que se haga
noche Y prepararse para el siguiente día. El cuento de
nunca acabar. Agarrar fuerzas y acabarlas, volver ª
agarrts P~~a soltarlas en el surco.
como s1_s sepa¡aros
pel tordos hacen1 escándalo en los truenos,
entre elb s; de reearan por as hembras o como si jugarana
en los bl pente ve uno el puño que vuela y se par
ca es de la lu · I 1a
Allá se d z, otros se van a la torre de la 1g es ·
que an un rat . al os
bajan a la call o, trurando para todos lados, gu~
de los tru e para agarrar algún pedazo de pan o un htgo
V enos para comérselo
eo a las ~
co senoras qu b boso,
n sus hijas e su en al rosario con su re
últirn ' con Paso ' dar
ª llatnada. apresurado porque no tardan en

1 40
.Otras llevan su bolsa para comprar el P d
1
• an Y ar de
endar, les gusta ir con don Valente Villagómez 1 d
mer li . , e e 1a
calle Zapata, es un pan ca ent1to y sabroso , se lo come uno
con ganas. De paso compran el café molido en la tienda de
Qswaldo.
-¿Cómo sigues, Abraham?
~Malo, amigo.
-Pues qué te dijeron los doctores.
-No le encuentran a mi enfermedad.
-¿Cómo que no le encuentran?
-Como lo oyes.
-¿Y qué piensas hacer?
-Ir a Morelia a hacerme los análisis.
-¿Y sale caro eso?
-Me va a costar un ojo de la cara.
-Lo bueno es que tienes dinero.
-Es lo que tú crees.
-¿A poco no tienes dinero?
-No tengo, amigo. ·
-Consigue a premio.
-¿Y luego con qué pago?
-Vendes el pedazo de tierra qu:e tienes en San
Antonio.
-Estás loco, Néstor.
-Entonces quieres morirte.
1
- v ete a 1a crur1gaua.
T-Y- ' 1 1 •

41
-Eres el puro espíritu; Abraham. Fíjate en el espeJ· o,
ya nada más quijadas te quedan.
-Tú has de estar muy san~.
-Por lo menos estoy gordito.
-Es meJor • flaco en el potrero, que gordo en el
chiquero. /
-Ouieres conformarte tu solo.
-Mejor hay que dejarla de ese tamaño.
-Como quieras quiero.
Amaneció en Jungapeo haciendo aire; les volaba el
sombrero a las gentes y tenían que arrendar y correr a
recogerlo. Algunos preferían trabarse el barbig_uejo en las
quijadas, andaban amarrados como los caballos, sin poder
hablar, pero era mejor a andar correteando el sombrero por
la calle. Las señoras ya esperaban a Juan Salinas en la
puerta de la casa. No tardaba en aparecer con la burra
prieta jalando y con la copita en el morral.
- Ya llegó la leche de burra.
Se agachaba a ordeñar a la burra para vender la copa a
dos pesos.
-¿Te vas a tomar eso, Natalia?
-Y luego.
-No te da asco.
-Es muy buena par 1 . .
, a a t1.s1s.
- Sera y t d
o o, pero yo soy tnu
-Por eso t , Y asquerosa.
-y , e estas cayendo de flaca.
o as1 soy de nacencia.

42
-¿No estarás mocachana, criatura?
-Cómo crees, Natalia.
-Como siempre estás echada con tu marido.
-Sí, pero no hacemos nada.
-Ve tú a saber, a mí no me convences.
-Él ya no puede, N atalia.
-Tienes todas las pintas de mocachana.
-¿Y s1/ as1/fuera, que./-;;
-Yo nada más digo, no te enojes.

Agarró la calle del jardín para arriba. Después de lo


que me dijo mi mamá me siento sin sentido, como que
ando caminando en el viento, como que no siento nada,
como que todo me vale madre. Quiero descansar de lo que
siento por dentro, agotarme, sentir que estoy solo y
hacerme a la idea para no estar con alguna esperanza. No
tengo ninguna ·esperanza.
Miro las casas, las gentes que están afuera, tejiendo,
las que están tomando el fresco, sentadas en su silla; en
Jungapeo es la costumbre, la gente se sienta a hacer algún
trabajo, a platicar, a desaburrirse del trajinar del día. Saludo
ª tni tío Pedro Vil.chis, me detengo a platicar un rato; me
gusta estar con él, por lo sabroso que platica, no se ªnda
con las ramas, es franco hasta la banqueta de enfrente.
-¿Cómo estás tío Pedro?
-¡Cómo he d¡ estar hijo, del cabrón!
-Y o te veo bien, tío.
43
• ,
-Que va, esta en1e
e rrnedad es fea; lo agarra a uno
y Ya
entía fuerte hace algunos meses y d
no lo suelta, yo me s • . e
,d antes ya me siento un poco bien
repente me llego uro, , . ·
-¿y qué enfermedad es,_ t:10.
-Esa chingadera de la diabetes.
.
-~ y ya no tiene cura. .
-Pues los cabrones doctores dicen que no.
-Cuídate, tío.
_ya quisiera que Dios me recogiera; figúrate, ya no
sirvo para nada. Y a esta cosa no se levanta para nada.
-A poco, tío.
-Así como lo oyes, para qué sirve un hombre así.
-Tienes razón, tío.
Miro a los hijos del Ingeniero Ramos jugar en la calle;
al pollo y al meno. Los veo con su ropa limpia y cara, ellos
son ricos, tienen una casa bonita, una mamá que los quiere
y los atiende. Juegan con un perro fino, no como los que
andan en las calles comiendo lo que encuentran en los
basureros.
Me despido de mi tío y subo por la calle. En la puerta
de su casa ~stá Don Dager, con el pantalón arremangado
para no ~asamarse las heridas, tiene las piernas rnor~das
unas herida_s, que le supuran_:un agua amarilla, corno 51 fue\
pus. Tambien veo a su h1Ja Matilde J·ugando con otr~
m_uc hachas, Juegan
· ' observo con f!11S
con una pelota. La
OJos llenos de tristeza, con mi dolor de muchos años, pero
me hace feliz.
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Le miro su vestido ajustado, escotado pero a li d
. . . ' mpo e
if'ltura para abaJo, un poquito abaJo de. las rodillas • r·lene
la (J.v
unaS Piernas hermosas, .unos , senos propios de sus die c1se1s
· ,.
años O diecisiete, tamb1en le observo su pelo negro que le
cae en los hombros, negro y quebrado, su boca roja y sus
dientes blancos y pequeños. Pero dicen que los árabes se
casan con los de su misríla sangre, con primos, tíos O hasta
hermanos, que para que no se riegue la sangre. Y o sé que
ella no se va a fijar en· mí; también sé que tiene que buscar
su porvenir, con su demás familia en Zitácuaro, en donde
está la mata de todos los árabes.
Pero eso no le quita · lo bonita, tampoco se puede
prohibir que yo la vea y me quede como fuera de mí, por
tanta hermosura como tiene.
Le doy por el callejón del panteón, bajo al puente
primero, sigo caminando al puente .segundo y me siento en
la cerca de la huerta de los señores . esos que les dicen los
orejones. Aquí se me resbalan las lágrimas, me escurren; yo
las dejo que salgan hasta que ya no tenga nada que llorar.
Ya no aguanto, siento que exploto por dentro, que se me
va ª reventar la vida, que estoy cargado con un peso que
tne va a hacer tronar en un chico rato. ·
· 1o mas
Grito ' que puedo, para 1ttne
· d e scansado a nu
casa · di Me revuelco
' grito porque sé que no me oye na e.
entre 1 .
ª tierra y me da dolor la soled ad que vivo en este
lllundo · sab er que no hay nadie • que me co nsuele.

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Pero voy a salir adelante.
• Tengo que buscar el lllodo
d er nada ni nadie. 1
e noysa es noche cuando me regreso
. para e ,pueblo.
. Me
detengo en 1a 1onchería Mi nueva Lucha, para oir la música
de Ennque . Guzmán, de Alberto Vazquez . 1my de otros

artistas que no conozco. Me alegran
. rru a a de niño
desamparado, me dan fuerzas, siento como se me pone la
piel chinita.
Después de un rato me levanto de la banqueta donde
estoy sentado, sigo la calle donde vive el padre Francisco
Olguín, tuerzo el callejón para salir a la es':uela Francisco I.
Madero y entro a mi casa a tratar de dormir en la cama de
tablas. Afuera están jugando los hijos de don · Ignacio
Rocha y de doña María Pompa. Juegan a los encantados y a
las cebollitas; también juegan a·1a matatena ·con·las piedras
lisitas y boludas que encuentran en la graba.
.Yo me meto al cuarto oscuro a pensar y a dormir para
seguir al otro día con lo mismo. ·

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El hijo legítimo de la desesperación,
Historia de un niño de Jungapeo,
se terminó de imprimir en octubre de 2005
en el taller de Ediciones Palo Alto,
impresiones de autor para creadores literarios de
Ciudad Nezahualcóyotl.
La edición consta de 1000 ejemplares.

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