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LA COLONIA, UNA ÉPOCA DE “CLASIFICACIONES” Y CASTAS

A raíz de la colonización española en Guatemala, la unión en las razas era inevitable. Así surgió
al paso del tiempo la formación de “castas” como en otras civilizaciones.

COLONIZACIÓN HISTORIA INDEPENDENCIA

A principios del siglo XIX, cuando empezaban a bullir los movimientos independentistas en las
colonias españolas de América, resultaba determinante el papel de la población mestiza, que
para entonces representaba, según algunos historiadores, un tercio del total de habitantes.

El resto eran indígenas, africanos (traídos como esclavos), criollos (hijos de españoles, nacidos
en el Nuevo Mundo) y peninsulares (nacidos en España). Estos dos últimos grupos eran los que
detentaban el poder económico, político y religioso, aunque los peninsulares ocupaban los
más altos cargos, para garantizar la fidelidad a la corona.

De la mezcla entre indígenas, españoles y, posteriormente, esclavos africanos, provinieron los


“mestizos”, quienes, en principio, tenían sangre española e indígena.

Sin embargo, conforme se dieron “combinaciones”, se quiso clasificarlos con una


nomenclatura racial, según su aspecto y la presunta proporción de sangres.

Obviamente se trataba de una práctica discriminatoria que llegó a abarcar 16, 26 y hasta 52
nombres o “castas”, las cuales fueron incluso tema pictórico en México y Perú.

El conglomerado mestizo creció, y sus ascendientes fueron cada vez más difíciles de rastrear,
aunque ello no disminuyó la marginación.

Este sería uno de los acicates de los movimientos de emancipación, tal como lo deja entrever
el Acta de Independencia de Guatemala, al advertir de que si no la firmaban entonces, temían
que lo hiciera el “pueblo” mismo.

Guatemala no escapó a la taxonomía de castas, que empleaba nombres como “castizo”,


“cuarterón”, “quinterón”, “mulato”, “morisco” y otros.

Juan Antonio de Aqueche y Anselmo Quirós calcularon, en 1808, la población del Reino de
Guatemala en un millón de habitantes: había unos 40 mil peninsulares y criollos, que eran
terratenientes, comerciantes, mercaderes, funcionarios y religiosos; 646 mil indígenas (el
64%), que se dedicaban a la agricultura, y unos 313 mil “pardos” o mestizos (el 31% por
ciento), que eran artesanos, vaqueros, peones y de otros oficios menores.

De manera paulatina, las leyes irían eliminando las segregaciones legales, pero culturalmente
las exclusiones permanecerían por mucho tiempo, sobre todo en cuanto al dominio de la
riqueza y el ejercicio del poder.

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