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RITUAL DE LAS EXEQUIAS

Capítulo IV

CELEBRACIÓN DE LAS EXEQUIAS

EN EL SEPULCRO

CELEBRACIÓN DE LAS EXEQUIAS EN EL SEPULCRO

Los siguientes ritos se utilizan en caso de inhumación o bien ante el


nicho en que serán depositados los restos mortales.

Bendición del sepulcro.

51. Si el sepulcro no está bendecido, se bendecirá antes de colocar en él


el féretro con el cuerpo del difunto, utilizando una de las siguientes
oraciones:

Oremos.
Señor Dios, que decretaste
una justa sentencia de muerte en contra del hombre,
que había desobedecido tu precepto,
pero le diste la posibilidad de vivir
por medio de la conversión y la resurrección final;
Dios, que concediste una sepultura a nuestro padre Abraham
en la tierra prometida,
e inspiraste al justo José de Arimatea,
para que preparara un sepulcro destinado al Señor Jesús:
Te pedimos, con corazón humilde,
que bendigas este sepulcro,
preparado para tu servidor(a),
y que, al colocar su cuerpo en el,
su alma ingrese en el Paraíso.
Te lo pedimos por el mismo Jesucristo nuestro Señor.
R. Amén.

Dicha esta oración, el sacerdote o el diácono asperge con agua bendita e


inciensa la tumba o el sepulcro y también el féretro del difunto, si no se
ha realizado en la iglesia. Si inmediatamente se hace junto al sepulcro el
rito de la última recomendación y despedida, la aspersión se realiza al
final, como se indica en dicho rito.

Rito de la sepultura

52. El entierro se efectúa enseguida o al final del rito, según sea la


costumbre del lugar. Mientras el féretro es colocado en el sepulcro, o en
otro momento oportuno, el sacerdote dice las palabras siguientes u otras
semejantes:

Hermanos: Dios todopoderoso quiso llamar a su presencia a


este(a) hermano(a) nuestro(a); nosotros entregamos ahora su cuerpo a
la tierra para que vuelva al mismo lugar de donde fue sacado. Al hacerlo,
recordemos que Cristo fue el primero en resucitar, para transformar
nuestro cuerpo corruptible en un cuerpo glorioso como el suyo.
Encomendemos, entonces, a N. al Señor para que lo reciba en su paz y
lo(a) resucite en el último día.

Oración de los fieles

53. Después puede hacerse la Oración de los fieles, usando, en todo o


en parte, la siguiente fórmula de carácter litánico (no se dice "oremos" al
final de cada intención).También puede usarse otra apropiada entre las
señaladas en las pp. 235-250 para circunstancias más particulares.

Nuestro Señor Jesucristo dijo: «Yo soy la Resurrección y la Vida. El que


cree en mí, aunque muera, vivirá. Y todo el que vive y cree en mí no
morirá eternamente». Encomendemos a este(a) hermano(a) nuestro(a).

A cada intención respondemos: Te rogamos, Señor.

- Tú, que lloraste la muerte de tu amigo Lázaro, seca nuestras lágrimas.


- Tú, que resucitaste a los muertos, concede la Vida eterna a
nuestro(a) hermano(a).

- Tú, que prometiste el Paraíso al buen ladrón, conduce al cielo a


nuestro(a) hermano(a).

- Tú, que purificaste a nuestro(a) hermano(a) en las aguas del Bautismo


y lo(a) ungiste con el óleo de la Confirmación, admítelo(a) entre tus
santos y elegidos.

- Tú, que alimentaste a nuestro(a) hermano(a) con tu Cuerpo y tu


Sangre, recíbelo(a) en la mesa de tu reino.

- Y a nosotros, que lloramos entristecidos su partida, reconfórtanos con la


fe y la esperanza de la Vida eterna.

Padrenuestro

El ministro invita a rezar la Oración del Señor con esta u otras palabras:

El Señor nos enseñó a rezar y confiar. Hagámoslo como verdaderos hijos


de Dios.

Padre nuestro, que estás en el cielo,


santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal.

Ritos conclusivos

Oración

Al concluirla, el sacerdote o diácono dice una de las siguientes oraciones:


I

Oremos.
Señor, ten misericordia
de este(a) hijo(a) tuyo(a) difunto(a):
ya que procuró cumplir tu voluntad,
recíbelo con amor en tu casa;
así como estuvo unido(a) a tu pueblo fiel, por medio de la fe,
concédele asociarse en el cielo al coro de los ángeles.
Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor.

R. Amén.

O bien:

II

Oremos.
Dios nuestro, que estás atento a las súplicas de tus fieles
y conoces sus buenos deseos,
concede a tu servidor(a) N., a quien hoy sepultamos
cumpliendo este deber de misericordia,
que consiga la felicidad eterna
junto con tus santos y elegidos.
Por Jesucristo nuestro Señor.
R. Amén

O bien:

III

Oremos.
Dios nuestro, que eres el autor de la vida,
restauras los cuerpos humanos
y aceptas con bondad el ruego de los pecadores:
escucha las súplicas que te dirigimos en nuestra aflicción
pidiéndote por el alma de tu hijo(a) N.,
para que lo(a) libres de la muerte eterna,
y pueda compartir con tus santos las alegrías del Paraíso.
Por Jesucristo nuestro Señor.
R. Amén.
En lugar de las oraciones precedentes puede decirse una de las siguie
eligiendo la más adecuada, según las circunstancias:

Por un(a) difunto(a) cuya(o) esposa(o) está presente:

Oremos.
Padre santo, recibe con bondad a tu hijo(a) N.
y protege solícito a su esposo(a) N.,
a quienes el amor conyugal unió en esta vida;
concédeles alcanzar, algún día,
la plenitud de la caridad en la vida que no tiene fin.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.

Por un niño difunto que ha llegado al uso de razón:

Oremos.
Recibe con amor de Padre, Dios todopoderoso,
a este niño(a) N. a quien has llamado a tu presencia;
concede el don de la esperanza y del consuelo
a quienes se sienten abatidos por la muerte de N.;
ayuda especialmente a sus padres (y hermanos)
a descubrir la luz de tu presencia
en Jesucristo, nuestro Camino, Verdad y Vida,
que vive y reina por los siglos de los siglos.
R. Amén.

Por un difunto joven:

Oremos.
Dios nuestro, que diriges los acontecimientos
y la duración de la vida de los hombres;
te encomendamos humilde y confiadamente a tu hijo(a) N.,
cuya muerte prematura lloramos,
para que le concedas una permanente juventud
en la felicidad de tu casa en el cielo.
Por Jesucristo nuestro Señor.
R. Amén.

Por un papá joven (o mamá jóven) difunto(a):


Oremos.
Señor, Dios nuestro,
que puedes comprobar la honda tristeza
de quienes lloran a tu hijo(a) N.;
concédenos, te suplicamos, la paz que necesitamos
y ayúdanos en nuestra fe
para confiar en que él(ella) goza de tu compañía en el cielo.
Ayuda a su esposa(o) a sobrellevar
esta durísima prueba de la vida
y dale a su(s) hijo(s) la fortaleza
y la serenidad que necesitan.
Te lo pedimos por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.

Por un difunto muerto después de larga enfermedad:

Oremos.
Dios nuestro, que has dado a nuestro hermano(a) N.,
la gracia de servirte en el dolor y la enfermedad
concédele que, así como imitó la paciencia de tu Hijo,
obtenga también el premio de su misma gloria.
Por el mismo Jesucristo nuestro Señor.
R. Amén.

Por un difunto muerto repentinamente:

Oremos.
Padre santo, muéstranos el infinito poder de tu bondad
para que, quienes lloramos a nuestro(a) hermano(a) N.
muerto(a) inesperadamente,
podamos esperar que lo(a) has llevado
a gozar de tu compañía.
Por Jesucristo nuestro Señor.
R. Amén.

Por un difunto alejado de la fe:

Oremos.
Señor, humildemente apelamos a tu misericordia
para que recibas con bondad el alma de tu servidor(a) N.:
sé indulgente y ten piedad de él(ella)
a fin de que sea purificado(a) de los pecados
que hubiere cometido en su vida,
y así, liberado(a) de toda atadura terrenal,
merezca ingresar en la Vida eterna.
Por Jesucristo nuestro Señor.
R. Amén.

Por un difunto que se quitó la vida:

Oremos.
Dios nuestro, que te hiciste cercano a nosotros
por medio de Jesús, nuestro Salvador,
que entregó la vida en la cruz.
Tú conoces lo íntimo de nuestro corazón
y nada se te oculta a tus ojos.
Escucha la oración que te dirigimos por (este hijo tuyo) N.
y muéstrale tu misericordia infinita;
acepta todo el bien que ha hecho en su vida
y perdona sus culpas y debilidades.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.

Por un sacerdote:

Oremos.
Padre de misericordia,
escucha con bondad las súplicas
que te dirigimos por la salvación de tu servidor, N., sacerdote,
para que, después de ejercer fielmente y en tu nombre
el ministerio sacerdotal,
pueda gozar en la eterna compañía de tus santos.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.

Por un diácono:

Oremos.
Dios misericordioso,
concede la felicidad eterna al alma de tu hijo N., diácono,
a quien confiaste el servicio en tu Iglesia.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.

Por un religioso:

Oremos.
Dios todopoderoso,
te pedimos que el alma de tu hijo N.,
que por amor a Cristo siguió el camino de la caridad perfecta,
pueda alegrarse de la manifestación de tu gloria
y gozar con sus hermanos de la felicidad eterna de tu reino.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.

Por una religiosa:

Oremos.
Dios lleno de bondad, te encomendamos a tu hija N.,
que unida Cristo en la tierra para vivir la plenitud del amor
ha entregado su vida;
concédele unirse a sus hermanas
en la alegría dichosa de tu reino
y coronar así su entrega generosa.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.

Última recomendación y despedida

54. Si el sacerdote, o el diácono, y los fíeles han acompañado el cortejo


fúnebre hasta el cementerio, en este momento, si no se ha hecho en la
iglesia, puede realizarse el rito de la última recomendación y despedida.
De pie, junto al féretro, mirando hacia el pueblo y teniendo a su lado a los
ministros que llevan el agua bendita y el incienso, el sacerdote pronuncia
uno de los formularios que siguen u otras palabras semejantes,
acomodadas a las circunstancias (otras variantes se encuentran en las
pp. 253-263):

Para un difunto cristiano:

    Hermanos: Con la certeza que nos da la fe y con la esperanza de la


Vida eterna, encomendemos a la infinita misericordia de Dios a
nuestro(a) hermano(a) que se ha dormido en la paz de Cristo.
    Acompañemos con nuestras oraciones a quien, por medio del
Bautismo, recibió la adopción de los hijos de Dios y se alimentó en la
mesa del Señor, para que ahora merezca la herencia eterna prometida a
los santos y participe en el banquete celestial.
    Oremos también por nosotros mismos, que ahora lloramos afligidos,
para que, junto con nuestro(a) hermano(a), podamos un día salir al
encuentro de Cristo, nuestra Vida, cuando Éll se manifieste en la plenitud
de su gloria.

Para un difunto cristiano que será inhumado o sepultado:

    Dios todopoderoso ha llamado de esta vida a su presencia a


este(a) hermano(a) nuestro(a). Ahora, nosotros depositaremos su cuerpo
en el sepulcro (para que vuelva a la tierra de la cuál fue formado).
    Pero tengamos en cuenta que Cristo, el primero en resucitar de entre
los muertos, transformará nuestro cuerpo corruptible en un cuerpo
glorioso semejante al suyo. Encomendemos, entonces, a
nuestro(a) hermano(a) para que el Señor lo(a) reciba en su paz y resucite
su cuerpo en el día final.

Para un difunto que vivió alejado de la te y será inhumado:

    Hermanos: Mientras realizamos el piadoso ministerio de enterrar a los


muertos, reguemos confiadamente a Dios, fuente de toda vida, para que
revista con la fortaleza y la gloria de los santos a
este(a) hermano(a) nuestro(a), a quien sepultamos en la debilidad de la
carne.
    Pidámosle que tenga misericordia de él(ella) en el día del juicio; que
lo(a) absuelva de toda culpa para que, reconciliado(a) con el Padre, sea
llevado(a) sobre los hombros del Buen Pastor hasta su reino eterno, para
gozar de su compañía y la de todos los santos.

Para un difunto que será cremado:

    Hermanos: Supliquemos ahora con fe a Dios nuestro Padre de quien


viene la gracia de la misericordia. Entregamos ahora el alma de nuestro
hermano(a) N. al Señor de la vida. Deseamos que, librado(a) de toda
culpa experimente la comunión de los santos y que Jesús, nuestro
Camino, Verdad y Vida lo conduzca a la morada preparada por el Padre
desde la eternidad.
    Roguemos para que el dolor que nos causa la ausencia de N. se
mitigue con la esperanza verdadera, la serenidad y la paz que nos da el
Evangelio de Jesús.

Para toda circunstancia:

    Hermanos: Acompañaremos ahora a N. al lugar de su descanso


eterno. Mientras lo hacemos, recordamos los momentos que
compartimos con él (ella); especialmente las ocasiones en que N. nos
acompañó a nosotros en las circunstancias duras de la vida. Su ausencia
nos duele, pero el Señor, nuestro Dios, nos garantiza la esperanza.
Porque Él triunfó sobre la muerte y nos llamó a creer en su resurrección y
en su Vida para experimentarla también nosotros. Pidámosle al Señor
por intercesión de María Santísima, nuestra Madre y Madre de N. que
tengamos la serenidad y la paz que surgen de la fe.

Y todos oran en silencio por unos momentos.

Aspersión e incensación

55. Después se asperge e inciensa el cuerpo, a no ser que prefiera


hacerse después del canto de despedida.

Canto de despedida

A continuación se entona uno de los siguientes cantos responsoriales:

Vengan en su ayuda, santos de Dios; salgan a su encuentro, ángeles del


Señor.
* Reciban su alma y llévenla a la presencia del Altísimo.

V. Cristo que te llamó, te reciba y los ángeles te conduzcan al seno de


Abraham.
* Reciban.

V. Concédele, Señor, el descanso eterno y brille para él(ella) la luz que


no tiene fin.
* Reciban.

II

Te rogamos, Señor y Dios nuestro, que recibas el alma de


este(a) difunto(a), por quien derramaste tu sangre.
* Recuerda, Señor, que somos polvo y que el hombre es como la hierba
y la flor del campo que se marchita.

V. Estoy atemorizado por mis pecados y me avergüenzo ante ti,


esperando tu misericordia.
* Recuerda.

III

Señor, tú me conociste antes de haber nacido y me hiciste a tu imagen y


semejanza.
* Ahora, a ti, que eres mi Creador, te entrego mi alma.

V. Estoy atemorizado por mis pecados y me avergüenzo ante tu juicio; no


me condenes, Señor.
* Ahora.

IV

Creo que mi Redentor vive y que en el último día surgiré de la tierra.


* Y con mi cuerpo contemplaré a Dios, mi Salvador.

V. Seré yo mismo quien lo mire, no otro; mis ojos lo verán.


* Y con mi cuerpo.

V. Por eso conservo esta esperanza en el fondo de mi corazón.


* Y con mi cuerpo.

Puede entonarse otro canto tomado de las pp. 307-334 u otro canto
adecuado.

Oración conclusiva

56. Luego el sacerdote dice una de las siguientes oraciones (se puede


omitir lo que está entre corchetes):

Padre de Bondad,
encomendamos a tu cuidado
el alma de nuestro(a) hermano(a),
sostenidos por la esperanza
de que en el último día resucitará con Cristo,
junto con todos los que han muerto con él.
[Te damos gracias por todos los beneficios
con que lo(a) favoreciste en esta vida mortal;
beneficios que para nosotros
se convertirían en signos de tu bondad
y en la expresión de esa santidad
que brota de la comunión con Cristo.]
Por eso, Señor,
escucha con misericordia nuestros ruegos:
abre para tu hijo(a) las puertas del Paraíso;
concédenos, a los que permanecemos en esta vida,
la gracia de poder consolamos mutuamente
con palabras de esperanza
hasta que lleguemos a Cristo,
y así podamos vivir siempre contigo y con este(a)
hermano(a) nuestro(a).
Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor.
R. Amén.

O bien:

Señor, te encomendamos el alma de tu hijo(a) N.


Aunque él(ella) está muerto(a) ante nosotros,
sin embargo vive en tu presencia.
Por tu inmensa bondad,
perdónale los pecados que ha cometido
por su humana fragilidad.
Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor.
R. Amén.

Despedida

57. Luego el ministro, si no lo ha hecho previamente, asperge el féretro


mientras dice:

V. Concédele, Señor, el descanso eterno.


R. Y brille para él(ella) la luz que no tiene fin.

El ministro puede agregar:

Que las almas de nuestros fieles difuntos descansen en paz.

Y todos aclaman:

Amén.

Para concluir puede entonarse otro canto tomado de las pp. 307-334 u
otro canto adecuado.

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