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MINISTERIO DE EDUCACIÓN

UNIVERSIUDAD SANTA MARIA LA ANTIGUA


FACULTAD: DERECHO Y CIENCIAS POLITICAS
ESCUELA: DERECHO CIENCIAS POLITICAS

MATERIA:
DERECHO CONSTITUCIONAL

PROF:
EVORD FITZGERALD CASTILLO SIMONS

ESTUDIANTE:
STEPHANIE CRUZ

PASAPORTE:
PN0017554

TEMA:
GARANTIAS FUNDAMENTALES:
ARTICULOS 47 y 48

FECHA ENTREGA:
29/03/2022
Derecho de Propiedad Privada
Articulo 47 y 48 de la constitución panameña

El Derecho Privado en Panamá

El derecho privado en panamá se encuentra consagrado en la


Constitución Política de Panamá.

ARTICULO 47. Se garantiza la propiedad privada adquirida con


arreglo a la Ley por personas jurídicas o naturales.

ARTICULO 48. La propiedad privada implica obligaciones para su


dueño por razón de la función social que debe llenar.
Por motivos de utilidad pública o de interés social definidos en la Ley,
puede haber expropiación mediante juicio especial e indemnización.

El derecho a fundamental a la propiedad privada solo puede ser


restringido temporalmente bajos las condiciones establecidas en el
artículo 51 de la Constitución Política de Panamá.

ARTICULO 51. En caso de guerra, de grave perturbación del orden


público o de interés social urgente, que exijan medidas rápidas, el
Ejecutivo puede decretar la expropiación u ocupación de la propiedad
privada.
Cuando fuese factible la devolución del objeto ocupado, la ocupación
será sólo por el tiempo que duren las circunstancias que la hubieren
causado.
El Estado es siempre responsable por toda expropiación que así lleve
a cabo el Ejecutivo y por los daños y perjuicios causados por la
ocupación, y pagará su valor cuando haya cesado el motivo
determinante de la expropiación u ocupación.

Que representa la propiedad privada


La propiedad privada es un concepto económico y del ámbito legal.
Este establece el derecho del individuo, o las organizaciones, a la
posesión, el control y la disposición de un bien.
El hecho de que exista la propiedad privada, supone, de hecho, la
protección de las personas frente al Estado. Así, también, frente a
otras instituciones en lo que se refiere a su patrimonio, sus
posesiones, etc. Este derecho, supone el pleno poder jurídico del
propietario sobre lo que posee. Pudiendo emplearlo con el objetivo
que este desee, ya sea para su ocio, o para darle una finalidad de
explotación económica.
Además, existe otra característica a tener en cuenta. En este sentido,
la propiedad privada se extiende más allá del fallecimiento del
poseedor. Todo ello, gracias a las herencias y la legislación
correspondiente a las mismas.
Con el desarrollo y la evolución, a lo largo de la historia, de diferentes
teorías y modelos de pensamiento económico, la definición de este
concepto se ha ido adaptando, al tiempo que ha adquirido importancia.
Esto se debe, en gran parte, al papel de los derechos civiles y su
desarrollo en los cambios experimentados por la sociedad a lo largo
de los siglos, así como el crecimiento económico a nivel global.

La propiedad privada en los distintos modelos económicos


El derecho a la propiedad privada es una de las características
principales del modelo económico capitalista y de sus derivados. Así,
tras la primera revolución industrial y la aparición de la clase media y la
sociedad burguesa, su significado ha ido adquiriendo mayor relevancia
a la hora de entender el espectro económico.
En ese sentido, el liberalismo económico aboga por la defensa de la
propiedad privada como motor de aumento de la riqueza de las
sociedades. Todo ello, basando el modelo económico en la acción del
sector privado. Desde el sector público, en tanto, debe protegerse este
derecho y velar por la explotación de los recursos privados y los
medios de producción en un marco de legalidad.
Frente a esta postura, encontramos al socialismo o el comunismo.
Teorías proclives al derecho de propiedad estatal o comunal. Para Karl
Marx, por ejemplo, la propiedad privada sobre los medios de
producción conlleva a la desigualdad en la distribución de la riqueza.

El derecho de propiedad en el marco jurídico interamericano


Históricamente, el reconocimiento del derecho de propiedad en la
Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789, los
Bills of Rights contenidos en las declaraciones de los Estados de la
Unión Americana e incluso en la Declaración Universal de los
Derechos Humanos, es enfático en afirmar el impedimento que tiene el
Estado, salvo excepciones previstas por la ley y mediante
indemnización, de utilizar o apropiarse de los bienes particulares,
omitiendo señalar su relación esencial con el ejercicio de la dignidad
humana. El mismo sentido se recoge en el texto del Art. 21 de la
Convención que establece que:
“1) Toda persona tiene derecho al uso y goce de sus bienes. La ley
puede subordinar tal uso y goce al interés social;
2) Ninguna persona puede ser privada de sus bienes, excepto
mediante el pago de indemnización justa, por razones de utilidad
pública o de interés social y en los casos y según las formas
establecidas por la ley.”
Los elementos comunes de su contenido son:
a) reconocimiento de la propiedad como derecho de las personas;
b) garantías de no privación arbitraria por parte de los poderes
públicos;
y c) función social que debía cumplir la propiedad.
Como aparece en el texto citado, el Art. 21 de la Convención conserva
los mismos elementos, adicionando la prohibición de la usura y
cualquier forma de explotación, cuestión que, en un contexto
económico, como el que se vive actualmente, amerita un análisis
especial desde la perspectiva de derechos.
Requeriría una investigación más profunda la indagación de los
motivos y posiciones que estuvieron presentes en los debates que
dieron lugar al contenido del Art. 21, el cual resultó tímido y más bien
orientado a mantener el status quo que a proclamar el derecho de
todas las personas a acceder a bienes propios que les permitan la
satisfacción de las necesidades básicas de una vida digna. No
obstante, prevalece el alcance que la Declaración dio al derecho de
propiedad, permitiendo desechar la idea de que su reconocimiento en
el Sistema Interamericano sólo garantiza que quienes, por cualquier
causa, tienen el privilegio de poseer bienes, los conserven. La
Declaración va más allá, con un enfoque distributivo reconoce a toda
persona -incluidas las mujeres–, el derecho de acceder a bienes para
vivir con dignidad.

Si realmente existió en los Estados el intento de limitar en la


Convención el alcance que al derecho de propiedad dio la
Declaración, no pudo concretarse, ya que en una interpretación desde
el principio pro persona contenido en el Art. 29 de la Convención,
subsiste el enfoque plasmado en la propia Declaración, desde el cual
es posible, para cualquiera, la reivindicación del derecho de propiedad
como medio para satisfacer los requerimientos esenciales de la vida
digna. Como se verá en el siguiente apartado, es en ese sentido como
han interpretado la Corte y la CIDH este derecho, en los casos
sometidos a su competencia por parte de pueblos indígenas y
comunidades que viven de acuerdo a tradiciones ancestrales,
aplicable también al derecho de la propiedad que reivindican las
mujeres.
El derecho de propiedad en la jurisprudencia
interamericana
Desde una consideración aislada del Art. 21 de la Convención, las
peticiones de casos reclamando privación del derecho de propiedad o
la existencia imputable al Estado, de obstáculos para su ejercicio, ha
sido entendida muchas veces como frívola o menos urgente frente a
los casos en los que se encuentra comprometido el derecho a la vida o
la integridad personal. Esta consideración cobra otro sentido cuando
se interpreta a la luz del Art. XXIII de la Declaración y de la
interpretación que dio la Corte al Art. 4 de la propia Convención, en el
sentido de que la obligación de respetar, proteger y garantizar el
derecho a la vida comprende, no sólo el derecho de todo ser humano
de no ser privado de la vida arbitrariamente, sino también el derecho a
que no se le impida el acceso a las condiciones que le garanticen una
existencia digna, además deben los Estados garantizar la creación de
las condiciones que se requieren para evitar violaciones a ese derecho
básico.
Y como aquí se sostiene, una de las condiciones esenciales que
requieren las mujeres para vivir con dignidad, es el acceso y
disposición de bienes sin discriminación.
¿Qué es la función social de la propiedad?
Cuando se habla de la función social de la propiedad, usualmente se
quiere decir que los derechos de propiedad deben estar limitados y
regulados por el Estado, de tal manera que los dueños tengan,
además de derechos, responsabilidades con la sociedad.
Algunas personas, influenciadas por la obra de León Duguit,
consideran que las limitaciones a la propiedad redundan en beneficios
para toda la sociedad. Como los propietarios tienen derechos y
responsabilidades con la sociedad, deben cumplir su doble rol usando
la propiedad de aquella manera que la sociedad, por medio del
derecho, considera más adecuada. Si bien esta postura permite un
control total del Estado sobre cómo las personas usan la propiedad, es
importante rescatar que existen diferentes grados en los que la
propiedad cumple una función social.
La pregunta es, por lo tanto, cuál es la función social de la propiedad
más deseable para toda la sociedad. Dado que existe un mercado de
la propiedad, y que es posible tasar los costos que resultan de su uso,
la función social de la propiedad más deseable es aquella que permita
usar la propiedad al máximo generando los menores costos sociales
posibles. Esto se cumple en aquellos casos en los que la propiedad
está en las manos de aquellas personas que la ponen a producir más.
Una mayor y mejor producción de la propiedad implica más y mejores
bienes en el mercado. En este sentido, las personas que ponen a
producir la propiedad prestan un verdadero servicio social porque por
medio del mercado le proveen a la sociedad bienes y servicios que
ésta considera útiles. Por lo tanto, las normas jurídicas deberían
buscar que la capacidad para darle un uso útil a la propiedad y la
propiedad productiva coincidan. Y, sin embargo, es importante
preguntarse qué implicaciones traen estas consideraciones frente a la
igualdad a nivel social. Si todas las personas tuviéramos los mismos
derechos sobre la propiedad, y pudiéramos negociar estos derechos,
el resultado final no necesariamente sería una igualdad como la inicial.
Además, este reparto inicial implica que la propiedad se desperdicia,
porque no está en manos de aquellas personas que pueden usarla
para brindarle más y mejores bienes a toda la sociedad. Si existieran
los derechos de propiedad plenamente definidos, los costos sociales
de usar la propiedad como la polución y demás serían internalizados
por los propietarios. La responsabilidad que tienen los dueños de la
propiedad con la sociedad puede entenderse de esta manera, y
entonces la función social de la propiedad implica tanto producir todo
lo posible como interiorizar todos los costos sociales posibles.
Los sistemas jurídicos pueden contribuir a lograr esta función social
deseable de la propiedad haciendo que la producción de una persona
no implique costos que otra deba asumir. Los impuestos pueden
usarse para incentivar la internalización de los costos sociales que
producen ciertas actividades, pero al mismo tiempo resultan un arma
de doble filo. Los impuestos, si son excesivos, desalientan la
producción de ciertos bienes y servicios que la sociedad considera
deseables, y por lo tanto su uso indiscriminado lleva a que la sociedad
deje de tener a su alcance dichos bienes y servicios.
En este sentido, hay que buscar un equilibrio entre los impuestos y el
uso de la propiedad, de tal manera que se recauden fondos y al mismo
tiempo se incentive el uso de la propiedad en términos de lo que las
personas, por medio del mercado, demandan. Las personas que
ponen a producir la propiedad prestan un verdadero servicio social
porque proveen a la sociedad bienes y servicios útiles.

Función Social de la Tierra en Panamá


Una persona explicaba la función social de la tierra, concebida en el
anterior Código Agrario, contenida en la Ley 37 de 1962, y de paso
justificaba el porqué de la extrema carencia de árboles en esta región
del país, señalando que fue la propia Ley 37 la que llevó a los
propietarios y poseedores de terrenos a talar los árboles y desmontar
los predios, porque, de lo contrario, las autoridades del país
consideraban que la tierra estaba ociosa o inculta.

Esta errada interpretación que se provocó con el anterior Código


Agrario, que ahora se denomina ‘Ley de la Reforma Agraria’, es
atendida y erradicada por completo en el nuevo Código Agrario
contenido en la Ley 55 de 2011, cuando se consagra y define la ‘triple
función de la tierra’, en la cual se adiciona a la función social, las
funciones económica y ambiental que deberá cumplir todo aquel que
sea propietario o poseedor de tierras en el país.

El numeral 8 del artículo 2 del nuevo Código Agrario define la función


social como la ‘Utilización del bien para el sustento, trabajo u hogar de
una persona, familia o comunidad’, normativa que abandona los
cálculos matemáticos o por fracciones que exige el artículo 30 de la
Ley 37 de 1962, brindándole prioridad a que la función de la tierra
persiga un beneficio personal, familiar o comunal.

En el numeral 7 del artículo 2 del nuevo Código Agrario se contempla


la función económica como la ‘Utilización del bien para la obtención de
productos o servicios de cualquier naturaleza o como factor de capital,
crédito, inversión o ahorro de una persona’. Esta definición busca que
la ejecución de la actividad agraria (concepto que explicamos en
artículo anterior publicado en este diario el 15 de mayo de 2012)
repercuta en un provecho económico para la persona que participa en
el desarrollo del ciclo biológico vegetal o animal, o en otro eslabón de
la cadena alimenticia.

Por último, el numeral 6 del artículo 2 del nuevo Código Agrario


desarrolla la función ambiental entendida como la ‘Utilización del bien
para la conservación y restauración de la flora y fauna del país o de
sus recursos naturales’, concepción que desliga a la actividad agraria
del planteamiento único que tiene como objetivo exclusivo la
producción de alimentos, sino que en un concepto de vanguardia se
establece que se cumple con la ‘función social’ que la tierra debe
llenar (así plasmado en el artículo 48 de la Constitución Política), aquel
que siembra árboles para producir oxígeno para los panameños.

La triple función de la tierra (social, económica y ambiental) que


propone el nuevo Código Agrario, abarca y desarrolla los principios
orientadores que sobre la debida utilización del suelo indican los
artículos 123 y 125 de la Constitución Política; de ahí que reitere que
‘Panamá ha desarrollado una nueva legislación agraria, que tutelando
derechos individuales de quienes se dedican al agro, le brinda
beneficios colectivos a todos los ciudadanos que viven en nuestro
país’.
Enriquecimiento Ilícito:
El delito de enriquecimiento ilícito es un tipo de corrupción política que
consiste en el incremento del patrimonio de un funcionario público con
significativo exceso respecto de sus ingresos legítimos durante el
ejercicio de sus funciones y que no pueda ser razonablemente
justificado. Este delito está contemplado en algunas legislaciones y se
enmarca dentro de la política criminal de lucha contra la corrupción
relacionada especialmente con el sector público, contemplada por la
Convención de las Naciones Unidas contra la Corrupción, la
Convención Interamericana contra la corrupción y la Convención de la
Unión Africana para prevenir y combatir la Corrupción. La figura del
enriquecimiento ilícito de un funcionario público tiene su antecedente
más antiguo en el juicio que se realizó contra Hernán Cortés por la
apropiación indebida de oro y animales, cuando México era todavía la
colonia española de Nueva España.

El delito de enriquecimiento ilícito se configura como un instrumento


que puede ser eficaz para hacer frente a la corrupción política. Existen
bastantes voces discordantes con este delito porque puede vulnerar
derechos humanos al invertir la carga de la prueba del origen de los
bienes que incrementan el patrimonio del empleado público debiendo
este acreditar la procedencia lícita.
Conclusión

El Estado garantiza la propiedad siempre y cuando esta sea adquirida


lícitamente, es decir bajo el marco establecido por la Ley. Y de
ninguna manera el Estado reconocerá las propiedades que se
obtuvieron bajo el enriquecimiento injustificado ni de manera ilícita.
Por otro lado, queda en claro que el Estado no se apropia, ni expropia
bienes de manera arbitraria, si no mediante el debido proceso y por
razones previamente establecidas por la Ley, que represente un
beneficio social o de orden público. Si el Estado realiza una
expropiación debe indemnizar a los afectados.
Toda propiedad debe cumplir un rol con la sociedad y a su vez los
propietarios también adquieren obligaciones con el Estado y la
sociedad para el benéfico de la misma.

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