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PRECUELA

Dos policías muggle, el oficial Anderson y el Sargento Fisher, están


persiguiendo a una motocicleta que excedió el límite de velocidad
ingresando a un callejón sin salida. Se enfrentan a los dos jóvenes
que están montando en la moto y les preguntan sus nombres.
Después de algunas bromas, los jóvenes se presentan como Sirius
Black y James Potter. Mientras los policías intentan arrestarlos por
conducir a altas velocidades y sin casco, aparecen tres hombres
volando en escobas, descendiendo hacia ellos.

Reseña

1
Algo muy excesivo declararlo como precuela. No es más que un
extra de ochocientas palabras de los que esperaba mucho más. Pero
es así, no voy a presionar a Rowling porque ella aclaró que por ahora
nada de Harry Potter, y para mí eso está bien. La precuela nos
introduce al repudiado mundo muggle, donde James Potter y Sirius
Black comparten esta pequeña travesura. La picardía de ambos es
totalmente expuesta y te deja con ganas de más, aunque sea un
simple escena. Siempre tuve este sueño de que se escribiera la
primera generación de magos, como era la escuela, Snape, James y
Lily. Voy a tener que seguir soñando y apostado por Animales
fantásticos y donde encontrarlos, porque creo que en un largo
tiempo no voy a encontrarme con nada.

Precuela

2
La motocicleta tomaba velocidad y dobló en la esquina tan rápido en
la oscuridad que ambos oficiales de policía en la patrulla de
persecución gritaron “¡Guau!”. El sargento Fisher aplastó su pie
contra el freno, pensando que el muchacho que conducía de seguro
estaría bajo sus ruedas; sin embargo, la motocicleta hizo el giro sin
lanzar a ninguno de sus pasajeros, y con un guiño de su cola, de luz
roja, desapareció por el lado angosto de la calle.
—¡Ya los tenemos! —gritó el oficial Anderson, emocionado—
¡Ese es un callejón sin salida!
Apoyándose en el timón y apretando sus neumáticos, Fisher
rayó la pintura del costado del auto mientras lo forzaba a través de
la angosta calle en persecusión.
Ahí en las luces estaba sentada su presaquieta por finluego de
una carrera de un cuarto de hora. Los dos pasajeros estaban
atrapados entre una alta pared de ladrillos y la patrulla de policía,
que estaba ahora frente a ellos como un predador rugiente con ojos
luminosos.
Había tan poco espacio entre las puertas del auto y las paredes
del callejón que Fisher y Anderson tuvieron dificultades para
extirparse del vehículo. Les hería la dignidad tener que desplazarse
cuales cangrejos hacia los malandrines. Fisher arrastró su generosa
barriga a lo largo de la pared, arrancando botones de su camisa en
el camino y arrancando finalmente el espejo del costado del auto
con su retaguardia.
—¡Bájense de la moto!—gritó a los sonrientes jóvenes, quienes
estaban sentados bañándose en la brillante luz azul, como si lo
disfrutaran.
Hicieron lo que les habían pedido. Una vez libre del espejo roto
del auto, Fisher los miró. Parecían ser adolescentes jóvenes. El que
había estado conduciendo tenía el cabello largo y negro, y su
insolente buena apariencia le recordaba desagradablemente al vago
guitarrista, novio de su hija. El segundo también tenía el cabello
negro, aunque era corto y se paraba en todas direcciones. Usaba
lentes y sonreía abiertamente. Ambos vestían camisetas que
llevaban una gran ave dorada, sin duda el emblema de alguna
desafiante banda de rock sin afinación.
—¡Sin cascos!—gritó Fisher, señalando de una desprotegida
cabeza a la otra,— ¡Exceso de velocidad por… por una gran
cantidad!

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De hecho, la velocidad registrada había sido mucho mayor de
la que Fisher habría estado dispuesto a aceptar que alguna
motocicleta podría alcanzar,— ¡No detenerse ante la policía!
—Nos habríamos detenido a conversar,—dijo el chico de gafas
—sólo que estábamos tratan…
— ¡No te hagas el listo! ¡Ustedes dos están a punto se estar en
problemas!—dijo Anderson con sorna—¡Nombres!
—¿Nombres?—repitió el conductor de cabello largo
—Ehm, bueno, veamos. Hay Wilberforce… Bathshebba…
Elvendork…
—¡Y lo que es mejor de ese es que puede usarlo para un niño O
una niña! —dijo el chico de gafas.
— ¡Oh! ¿NUESTROS nombres, quiso decir? —preguntó el
primero, mientras Anderson casi escupía de la rabia— ¡Debió
haberlo dicho! Este de aquí es James Potter, ¡y yo soy Sirius Black!
— Esto se va a poner seriamente negro para ustedes en un
minuto, pequeñajos insolentes de…
Pero ni James ni Sirius prestaban atención. De pronto estaban
alertas como sabuesos, mirando detrás de Fisher y Anderson, hacia
el techo de la patrulla de policía, hacia la oscura boca del callejón.
Entonces con idénticos movimientos fluidos llevaron sus manos a los
bolsillos traseros.
Por espacio de un latido de corazón ambos policías imaginaron
armas asomándose a ellos, pero un momento después vieron que los
motociclistas no habían sacado más que…
—¿Baquetas de batería? —dijo Anderson, casi riendo— Par de
bromistas, ustedes dos ¿no? Bien, los arrestamos bajo los cargos
de…
Pero Anderson nunca terminó de nombrar los cargos. James y
Sirius habían gritado algo incomprensible y haces de luz se
movieron.
Los policías se volvieron, y luego casi cayeron hacia atras. Tres
hombres estaban volando—realmente volando—en escobas fuera
del callejón, y al mismo tiempo, el auto-patrulla se levantaba en sus
ruedas traseras.
A Fisher le temblaron las rodillas y cayó sentado; Anderson se
tropezó con las piernas de Fisher y cayó sobre él con un fuerte
¡plum! ¡bang! y ¡crash! Oyeron a los hombre en escobas estrellarse
con el auto levantado y caer, aparentemente sin sentirlo, al suelo
mientras pedacitos rotos de escobas cayeron al rededor de ellos.

4
La motocicleta ya estaba encendida y rugiendo nuevamente.
Con la boca aún abierta, Fisher logro obtener fuerzas para volver a
mirar a los jóvenes.
—¡Muchas gracias!—gritó Sirius sobre el ruido del motor— ¡Les
debemos una!
—¡Si, un gusto conocerlos!—dijo James,— ¡Y no lo olviden:
¡Elvendork! ¡Es unisex!
Hubo un golpe que hizo temblar la tierra y Fisher y Anderson se
abrazaron atemorizados; su auto acababa de caer nuevamente al
suelo. Ahora fue el turno de la motocicleta de rugir. Ante los
incrédulos ojos de los policías, la moto se alzó a los cielos: Jame y
Sirius se alejaron hacia el cielo, la cola de luz brillando tras ellos
como un rubí desvaneciéndose.

De la Precuela en la que no estoy trabajando… ¡Pero fue divertido!


J. K. Rowling 2008

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