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Introducción de J.K.

Rowling

"Después de jugar con diferentes ideas decidí escribir un breve (¡para mí!) fragmento de
una precuela de la saga de Potter. Tiene unas 800 palabras y la acción toma lugar tres
años antes de que Harry nazca". Teniendo en cuenta la línea temporal, los
acontecimientos ocurrirían en 1977, cuando los Merodeadores se encuentran en su Sexto o
Séptimo curso en Hogwarts.

"Aunque me sentí como una adicta que recae, me senté a escribir. Las palabras brotaron
de mi bolígrafo con una aterradora facilidad. NO ESTOY escribiendo una precuela. De
hecho, lo he escrito claramente en el pie de la página. Sólo pensé que era la mejor forma
de hacer dinero para dos organizaciones benéficas que merecen la pena".
L
a motocicleta de carreras tomó tan rápido la curva afilada en la oscuridad, que
ambos policías en el coche de la persecución gritaron: "¡Guau!". El Sargento
Fisher apretó su largo pie en el freno, creyendo que el chico que montaba en el
asiento de atrás de la moto volaría bajo sus ruedas. Sin embargo, la moto siguió sin arrojar
a ninguno de sus ocupantes, y con un pestañeo de su luz roja trasera, desapareció en la
estrecha calle de al lado.

- ¡Ya les tenemos! -exclamó con excitación el capitán de policía Anderson-. ¡Esto es un
callejón sin salida!

Tomando el volante con determinación y haciendo crujir la maquinaria, Fisher rayó la mitad
de la pintura de la chapa del coche en el intento de perseguirlos por el callejón. Los dos
pasajeros estaban atrapados entre una pared de ladrillo y el coche de la policía, que ahora
se acercaba hacia ellos como un depredador gruñón de ojos luminosos.

Había tan poco espacio entre las puertas del coche y los muros del callejón que Fisher y
Anderson habían salido con dificultad del vehículo. Dañó su dignidad tener que medir
pulgada a pulgada, como si se tratasen de cangrejos. Fisher arrastró su generosa panza
por el muro, arrancando botones de su camisa por el camino, y finalmente descolocando el
retrovisor con su parte trasera.

- ¡Bajen de la moto! -bramó a los jóvenes que sonreían con insolencia, que se habían
sentados con la luz azul parpadeante como si disfrutasen con ello.
Lo hicieron como se lo habían mandado. Después de librarse del espejo retrovisor roto,
Fisher los miró con ferocidad. Parecían tener unos dieciocho años. El que había estado
conduciendo tenía una melena larga y negra. Su insolente buena apariencia,
desagradablemente le recordó a Fisher, al novio guitarrista y holgazán de su hija. El
segundo chico también tenía cabello negro, aunque era corto e iba en todas las
direcciones. Llevaba gafas y una ancha sonrisa. Los dos vestían camisetas con un gran
pájaro dorado estampado; el emblema, sin duda, de alguna banda de rock sin ritmo y
ensordecedora.

- ¡No llevan cascos! -gritó Fisher, señalando la cabeza desprotegida de uno de ellos-.
Excediendo el límite de velocidad ¡con una considerable cifra! - (de hecho, la velocidad
registrada había sido mayor que la que Fisher estaba preparado para aceptar de una moto
que pudiese viajar)-. ¡Ignorando la detención de la policía!

- ¡Nos encantaría detenernos para conversar! -dijo el chico con gafas-. Solo
intentabamos…

- No te hagas el listillo. ¡Los dos están metidos en un buen lio! -gruñó Anderson-.
¡Nombres!

- ¿Nombres? -repitió el conductor de cabello largo-. Er... bueno... déjame ver. Está
Wilberforce... Bathsheba... Elvendork...

- Y lo que es bonito sobre ese último, es que puedes usarlo tanto para chico como para
chica -dijo el chico con gafas.

- Oh, ¿te refieres a nuestros nombres? -preguntó el primero-. Deberías habérmelo dicho.
Éste de aquí es James Potter, y yo soy Sirius Black.

- Las cosas se van a poner verdaderamente negras para ti en un minuto, pequeño


descarado...

- Pero ni James ni Sirius estaban prestando atención. De repente estuvieron tan alertas
como perros de caza, mirando más allá de Fisher y Anderson, sobre el techo del coche
de policía, en la boca oscura del callejón. Entonces, con movimientos idénticos y fluídos,
se llevaron la mano a sus bolsillos traseros.

En el espacio de un latido los dos policías imaginaron pistolas saliendo de ellos, pero un
segundo después, descubrieron que los motoristas no habían sacado otra cosa que...

- ¿Baquetas? -preguntó Anderson-. Son un par de bromistas, ¿verdad? Está bien, quedan
arrestados bajo los cargos de...

Pero Anderson nunca llegó a decir los cargos. James y Sirius habían gritado algo
incomprensible, y los haces de luz del coche se habían movido.

Los policías dieron una vuelta a su alrededor, después miraron a sus espaldas. Tres
hombres estaban volando -realmente volaban- en el callejón sobre escobas, y al mismo
tiempo, el coche de policía estaba encabritado sobre sus ruedas traseras.

Las rodillas de Fisher cedieron; cayó sentado. Anderson tropezó con las piernas de Fisher
y cayó encima de él, mientras oían flump-bang-crunch escucharon a los hombres de las
escobas chocar contra el coche y caer, aparentemente inconscientes, en el suelo,
mientras trozos de escoba caían a su alrededor.

La moto rugía de vida otra vez. Con la boca abierta, Fisher miró atrás para ver a los dos
adolescentes.

- ¡Muchas gracias! -le dijo Sirius sobre el ruido de la maquinaria-. ¡Les debemos una!

- Sí, ha sido un placer conocerlos -dijo James-. Y no lo olviden: ¡Elvendork! ¡Es unisex!

Hubo un crujido que sacudió la tierra, y Fisher y Anderson se abrazaron el uno al otro de
miedo; su carro acababa de caer de nuevo al suelo. Ahora era el turno de la moto de rugir.

Antes de que los policías diesen crédito a lo que veían sus ojos, surgió en los aires: James
y Sirius desaparecieron en el cielo nocturno, con la luz trasera parpadeando detrás de ellos
como un rubí que se desvanece.
De la precuela en la que no estoy trabajando, ¡pero fue divertido!
J.K. Rowling
2008

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