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INTRODUCCION:
En cada rincón del planeta, Cristo Jesús sigue recorriendo un interminable viacrucis, en el calvario íntimo de
tantos niños, jóvenes y ancianos, y de miles de hogares y pueblos marginados o descartados de la sociedad.
Vivimos en un mundo contradictorio, porque mientras nos preocupa y alarma la superpoblación, los altos
índices de pobreza, de analfabetismo y destrucción del medio ambiente, al mismo tiempo se invierte miles de
millones de dólares en armamento, en la implementación de grandes petroleras, de inmensas empresas
madereras, mineras, pesqueras, etc., y en lujoso despilfarro de unos pocos, impulsados por la voraz sociedad
consumista y hedonista, que cada vez va invadiendo más fuertemente los bolsillos de todos.
Desde hace muchos años se ha proclamado los derechos humanos, y, sin embargo, no se respeta el más
elemental derecho a la vida. Con razón, el actual Papa Francisco, afirma que nos encontramos dentro de una
“cultura del descarte”. La sociedad se mueve en términos de eficiencia, producción y calidad, y como el niño y
el anciano, no producen, los órganos socio-económicos, los descartan, aniquilan y matan con el aborto y la
eutanasia.
Todos somos culpables del dolor del mundo y de los abruptos cambios climáticos a nivel mundial. Cada día
contribuimos a destruir el hermoso universo que Dios puso en nuestras manos. Dios lo hizo con infinito amor y
sabiduría, dotándole de una increíble armonía, pero es el hombre el que ha ido desarticulando esa armonía con
la contaminación, abuso y destrucción de la Casa de todos: el maravilloso Universo. Somos invitados a tomar
conciencia de nuestra responsabilidad: si amamos la vida, tratemos de cuidarla, defenderla y hacerla crecer en
todos sus niveles; si queremos la paz, luchemos por ser más hermanos, más hijos de Dios, más justos, honestos,
responsables, respetuosos, solidarios y caritativos. Es lo que vamos a meditar, mientras acompañamos a Jesús
en su camino hacia el calvario que culmina en la resurrección y la vida
MEDITACIÓN
¿Por qué Jesús fue condenado a muerte, él, que “pasó haciendo el bien”? (Hch 10, 38). Esta pregunta nos
acompañará a lo largo del Vía Crucis como nos acompaña durante toda la vida Debemos, por tanto, mirar a
nosotros mismos: al mal y al pecado que habitan dentro de nosotros en el corazón (Mt 15,19-20). El mal no esta
en la creación, marcada por la bondad del Creador, sino en el corazón del hombre que, desde su libertad, se
llena de soberbia y se deja engañar y que con excesiva frecuencia fingimos ignorar. Pero aún más debemos
dirigir la mirada al Dios rico en misericordia que nos ha llamado amigos (cf. Jn 15, 15). Así, el camino del Vía
Crucis y todo el camino de la vida se convierte en un itinerario de penitencia, de dolor y de conversión, pero
también de gratitud, fe, alegría y búsqueda de la paz.
Padre Nuestro…
V. Señor Pequé.
R. Ten piedad y misericordia de mi
SEGUNDA ESTACIÓN: Jesús con la cruz a cuestas
V. Te adoramos, ¡Oh Cristo!, y te bendecimos.
R. Que por tu santa cruz redimiste al mundo
MEDITACIÓN
Después de la condena viene la humillación. Lo que los soldados hacen a Jesús nos parece inhumano. Más aún,
es ciertamente inhumano: son actos de burla y desprecio en los que se expresa una oscura ferocidad, sin
preocuparse del sufrimiento, incluso físico, que sin motivo se causa a una persona condenada ya al suplicio
tremendo de la cruz. Sin embargo, este comportamiento de los soldados es también, por desgracia, incluso hasta
demasiado humano. Miles de páginas de la historia de la humanidad y de la crónica cotidiana confirman que
acciones de este tipo no son en absoluto extrañas al hombre. La tortura es una expresión para doblegar a quien
lucha por la paz para que deje de hacer y ser un testimonio de vida para los demás, la burla, el desprecio, el
desprestigio, la ausencia de valores y falta de responsabilidad de la sociedad para construir una sociedad de
justicia y de paz. Ya el Apóstol Pablo puso bien de manifiesto esta paradoja: “Sé muy bien que no es bueno eso
que habita en mí… El bien que quiero hacer no lo hago; el mal que no quiero hacer, eso es lo que hago” (Rom 7,
18-19).
Padre Nuestro…
V. Señor Pequé.
R. Ten piedad y misericordia de mi
MEDITACIÓN
El sufrimiento físico es lo más fácil de vencer, o al menos de atenuar, con nuestras actuales técnicas y métodos,
con la anestesia y otras terapias del dolor. Si bien, una masa gigantesca de sufrimientos físicos sigue presente en
el mundo, debido a muchas causas naturales o dependientes de comportamientos humanos de esta forma
perdemos la conciencia que somos seres humanos. De todas formas, Jesús no rechazó el dolor físico y así se
solidarizó con toda la familia humana, en especial con aquella parte más numerosa cuya vida, todavía hoy, está
marcada por esta forma de dolor. La violencia al interior de las familias, en los grupos sociales son cargados a
Jesús. Mientras lo vemos caer bajo el peso de la cruz, le pedimos humildemente el valor de agrandar con una
solidaridad hecha no sólo de palabras la pequeñez de nuestro corazón. Pedir perdón a quiénes hemos causado
dolores y sufrimientos es un acto de contrición, de humildad pero también un gesto para construir la paz y la
reconciliación entre nosotros.
Padre Nuestro…
V. Señor Pequé. R. Ten piedad y misericordia de mi
CUARTA ESTACIÓN: Jesús encuentra a su Madre
V. Te adoramos, ¡Oh Cristo!, y te bendecimos.
R. Que por tu santa cruz redimiste al mundo
MEDITACIÓN
En los Evangelios no se habla directamente de un encuentro de Jesús con su Madre a lo largo del camino de la
cruz, sino de la presencia de María al pie de la cruz. Y allí Jesús se dirige a ella y al discípulo amado, Juan el
evangelista. Sus palabras tienen un sentido inmediato: encomendar María a Juan, para que se ocupe de ella. Las
madres, las mujeres que ven por los sufrimientos de sus familias, la pobreza, marginación, violencia,
discriminación, la falta de oportunidades. Una maternidad aceptada es signo del amor y la misericordia de Dios
por nosotros. Madres constructoras de la fraternidad y de la paz.
Padre Nuestro…
V. Señor Pequé.
R. Ten piedad y misericordia de mi
MEDITACIÓN
Jesús debía de estar verdaderamente agotado; por eso los soldados intentan remediarlo tomando al primer
desventurado que encuentran y lo cargan con la cruz. También en la vida de cada día, la cruz, bajo muchas
formas diversas –como una enfermedad o un accidente grave, la pérdida de una persona querida o del trabajo–
cae sobre nosotros a menudo sin esperarlo. Y nosotros sólo vemos en ella una mala suerte o en el peor de los
casos una desgracia. La actitud del Cirineo es de obediencia a la autoridad, interceder ante la autoridad para
ayudar al más pobre, al que esta sufriendo es promover la justicia y la paz entre los que más la necesitan. En
efecto, sigue siendo incontestablemente verdadero el axioma según el cual «combatir la pobreza es construir la
paz».
Padre Nuestro….
V. Señor Pequé.
R. Ten piedad y misericordia de mi
Padre Nuestro…
V. Señor Pequé.
R. Ten piedad y misericordia de mi
MEDITACIÓN
Nuestra arrogancia, nuestra violencia, nuestras injusticias pesan sobre el cuerpo de Cristo. Pesan... y Cristo cae
de nuevo para darnos a conocer el peso insoportable de nuestro pecado. Que la caída de Cristo nos abra los ojos
y nos permita ver el rostro hermoso, el rostro auténtico y santo de la familia. El rostro de la familia, de la cual
todos tenemos necesidad. No hagamos más pesada la cruz con nuestras malas acciones. La familia debe ser la
primera en construir una sociedad fraterna que se construye sobre la base de los valores de la solidaridad, la
justicia y la paz. La familia es la primera e insustituible educadora de la paz.
Padre Nuestro…
V. Señor Pequé.
R. Ten piedad y misericordia de mi
Padre Nuestro…
V. Señor Pequé.
R. Ten piedad y misericordia de mi
Lectura del la segunda carta del apóstol San Pablo a los Corintios. 5, 19-21
Dios mismo estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo, sin pedirle cuentas de sus pecados, y a nosotros
nos ha confiado el mensaje de la reconciliación… En nombre de Cristo os pedimos que os reconciliéis con
Dios. Al que no había pecado, Dios lo hizo expiar nuestros pecados, para que nosotros, unidos a él, recibamos
la salvación de Dios.
MEDITACIÓN
He aquí el motivo más profundo de las repetidas caídas de Jesús: no sólo los sufrimientos físicos y las traiciones
humanas, sino la voluntad del Padre. Esa voluntad misteriosa y humanamente incomprensible, pero
infinitamente buena y generosa, por la cual Jesús se hizo “pecado por nosotros”; todas las culpas de la
humanidad recaen sobre Él, realizándose ese misterioso intercambio que hace de nosotros pecadores “justicia de
Dios”. Jesús nos ha revelado que «Dios es amor» (1 Jn 4,8), y que la vocación más grande de cada persona es el
amor. En Cristo podemos encontrar las razones supremas para hacernos firmes defensores de la dignidad
humana y audaces constructores de la paz y de la reconciliación que nos llevan a tener un encuentro vivo con
Dios.
Padre Nuestro…
V. Señor Pequé.
R. Ten piedad y misericordia de mi
Padre Nuestro…
V. Señor Pequé.
R. Ten piedad y misericordia de mi
UNDÉCIMA ESTACIÓN: Jesús es clavado en la cruz
V. Te adoramos, ¡Oh Cristo!, y te bendecimos.
R. Que por tu santa cruz redimiste al mundo
Padre Nuestro…
V. Señor Pequé.
R. Ten piedad y misericordia de mi
Padre Nuestro…
V. Señor Pequé.
R. Ten piedad y misericordia de mi
DECIMOTERCERA ESTACIÓN: Jesús es bajado de la cruz y entregado a su Madre
V. Te adoramos, ¡Oh Cristo!, y te bendecimos.
R. Que por tu santa cruz redimiste al mundo
Padre Nuestro…
V. Señor Pequé.
R. Ten piedad y misericordia de mi
MEDITACIÓN
Ante el sepulcro de Jesús detengámonos en oración, pidiendo a Dios esos ojos de la fe que nos permitan unirnos
a los testigos de la resurrección. Así, el camino de la cruz se convertirá también para nosotros en fuente de vida.
Sepultamos a Jesús y allí lo dejamos, no lo dejamos salir, como si no hubiese resucitado, lo abandonamos. Cada
uno de nosotros ¿no siente acaso en lo recóndito de su conciencia la llamada a dar su propia contribución al bien
común y a la paz social? La Iglesia, que es «signo e instrumento de la íntima unión con Dios y de la unidad de
todo el género humano», continuará ofreciendo su aportación para que se superen las injusticias e
incomprensiones, y se llegue a construir un mundo más pacífico y solidario.
Padre Nuestro…
V. Señor Pequé.
R. Ten piedad y misericordia de mi
CONCLUSION
En este día Cristo del Calvario, vengo a pedirte por mi carne enferma; pero al verte, mis ojos van y vienen, de tu
cuerpo a mi cuerpo con vergüenza. ¿Cómo quejarme de mis pies cansados, cuando los tuyos los tienes
destrozados? ¿Cómo mostrarte mis manos vacías, cuando las tuyas están llenas de heridas? ¿Cómo explicarte a
ti mi soledad, cuando en la Cruz, alzado y solo estás? ¿Cómo decirte que no tengo amor, cuando tú tienes
rasgado el corazón? Ahora ya no me acuerdo de nada. Huyeron de mí todas mis dolencias. Y, el ímpetu del
ruego que traía se me ahoga en la boca pedigüeña. Y sólo pido no pedirte nada, quedarme aquí junto a tu
imagen muerta. Ir aprendiendo que el dolor es sólo la llave santa de tu santa Puerta. Amén.