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Introducción
La Revolución Haitiana fue indudablemente una de las revoluciones más
importantes y radicales del siglo XVIII y XIX. Esta afirmación que, en
principio, puede parecer exagerada, no lo es, si tenemos en cuenta que significó
la primera y única revolución de esclavos triunfante en el mundo y la primera
independencia latinoamericana. Sin embargo, a pesar de su evidente relevancia y
originalidad, lamentablemente ha sido escasamente estudiada por la
historiografía tradicional de Occidente y Latinoamérica. Se ha posado sobre ella
un generalizado manto de silencio, que la ha condenado casi al olvido. ¿Los
motivos? Como nos dice Michael Ralph Trouillot cuando la Revolución triunfó,
los amos del mundo atlántico, no solo le impusieron un cerco político y
económico, sino también cultural, destinado a evitar cualquier expansión del
ideario libertario. Ese proceso imposible llevado adelante por esclavos “salvajes
e irracionales”, que en su concepción no eran genuinos sujetos políticos, debía
ser borrado de la historia. Y aunque cueste creerlo, esa negación, fruto de una
cosmovisión eurocéntrica, racista y elitista aún hoy, 200 años después, pervive
en el imaginario popular y en el mundo académico/intelectual.
Nosotros, convencidos de la injusticia de este olvido y de la universal
trascendencia de la Revolución Haitiana, intentaremos en este trabajo aportar
una breve introducción a su historia, estudiando específicamente la época
colonial y pre-revolucionaria. En este sentido, abordaremos el proceso de la
colonización violenta de la Isla de Ayiti y de los pueblos Arawak por España y
por Francia, y luego nos concentraremos especialmente en el análisis del
“antiguo régimen” desde una perspectiva socio-histórica, intentando mostrar las
dimensiones sociales, políticas, económicas y culturales de dicha sociedad y
buscando descifrar aquellas contradicciones internas y externas que llevaron a la
explosión de la revolución en los años 1789-1791.
La Conquista Española
Hasta 1492, la isla de Ayti era el hogar paradisíaco de los Tainos, una tribu
Arawak, originaria del continente que luego sería conocido como América.
Alrededor de un millón de indígenas habitaban la Isla divididos en cinco reinos,
con una economía de subsistencia basada en el cultivo y en la orfebrería y
gobernados por los caciques de las tribus. 1 Ese año todo cambio, ese año fueron
“descubiertos” por Colón y su tierra natal fue re-bautizada con el nombre de La
Española. El encuentro, que al principio fue pacifico, rápidamente adquirió un
cariz violento. Los españoles velozmente mostraron sus genuinas intenciones y
sometieron por la fuerza a los nativos. Éstos se resistieron, liderados por el
Cacique Enriquillo, pero poco pudieron hacer contra el poderío bélico del
Imperio Español y las pestes que los europeos traían. Así, en escasos años, los
conquistadores lograron imponer su dominación colonial, sometiéndolos a la
encomienda y al trabajo forzado, especialmente en la extracción de minerales
preciosos, en la ganadería y en el cultivo de caña de azúcar. La explotación de
los indígenas trajo prosperidad y La Española se convirtió, a principios del 1500
en el centro administrativo, militar y económico colonial. Sin embargo, dicha
prosperidad duró poco, la fuente de la riqueza, el trabajo indígena, comenzó a
agotarse, cuando estos empezaron a “desaparecer” asolados por la violencia de
los encomenderos, las pésimas “condiciones laborales” y las pestes importadas
por los europeos. El estrepitoso descenso de la población indígena puso en
aprietos a los colonos, los cuales se vieron ante la necesidad de solucionar la
escasez de mano de obra. Fue así que, apremiados por la situación dieron con la
solución, que mejor satisfacía sus intereses imperiales, la de importar esclavos
de África. De esto modo, ya para inicios del siglo XVI, comenzaron a afluir los
contingentes de africanos a la isla y la esclavitud como sistema empezó a
suplantar a la encomienda. Así, lograron evitar la decadencia total de La
Española. Sin embargo, ésta nunca consiguió alcanzar su riqueza inicial, no solo
por la extinción casi absoluta de los indígenas y por el agotamiento de las minas,
sino también porque el centro del Imperio en América pasó del Caribe a la
Tierra Firme, al calor de la conquista de comunidades más prosperas, como los
aztecas, los mayas y los incas y gracias al descubrimiento de las riquezas
auríferas que estas poseían.
La Colonización Francesa
Para 1603, los españoles, incapaces de sostener el dominio de toda la colonia y
acosados por los permanentes ataques de piratas en las costas del Noroeste,
decidieron concentrar su administración en la región occidental dejando la
oriental casi despoblada y desguarnecida.2 Esta decisión resultó ser fatal para los
intereses de la Corona, ya que abrió las puertas para que otras potencias
colonizaran la isla y fortalecieran su presencia en el Caribe. Nuevos
conquistadores, bucaneros, filibusteros, piratas de todas las nacionalidades
europeas, pero predominantemente franceses, comenzaron a asentarse en la Isla
de la Tortuga y luego, ante el abandono español, desembarcaron en la parte
oriental de La Española. Así, se fue conformando una sociedad de forajidos, sin
control imperial, basada en la caza de ganado cimarrón y la piratería. Francia,
viendo los avances de la empresa y consciente de la importancia estratégica de
la isla, decidió imponer su control administrativo a la colonización. A partir del
asentamiento Francés, de San Cristóbal, la Metrópoli mandó a Laveassuer y a un
pequeño ejército para hacerse cargo de la isla La Tortuga, en calidad de
gobernador. Sin embargo, la misión fue un rotundo fracaso, los forajidos no
quisieron saber nada con esta intromisión imperial y la resistieron, dando muerte
al propio comandante de la expedición.3 A pesar de ello, Francia continuó su
intento por dominar el proceso de colonización, conformó la “La Compañía de
las Indias Occidentales” y envió a nuevos soldados, esta vez acaudillados por
Bertrand D`Ogeron, quien también había sido pirata. En esta oportunidad, la
política francesa resultó exitosa y Oregon, gracias a su prestigio, logró
imponerse consiguiendo el apoyo de la mayoría de los forajidos, convirtiéndose,
en 1665 en el primer gobernador de La Tortuga y de Saint Domingue, nombre
con el cual comenzó a llamarse a la región oriental de La Española.4
Francia de este modo logró hacer pie en una de las islas más importantes del
Caribe, y Saint Domingue se convirtió informalmente en una de sus colonias. Y
fue recién a partir del Tratado de Ryswick, en 1697, cuando España la reconoció
legal y efectivamente como posesión legítima de Francia.5
El periodo que va desde fines del siglo XVII a principios del XVIII es una etapa
en la cual se van asentando las bases económicas, políticas y sociales de la
colonia, un lento proceso en el que se va conformando el “antiguo régimen” de
Saint Domingue.
A fines de la década del 60, se dio un importante cambio en la región oriental de
la Isla, muchos de los bucaneros y filibusteros empezaron a asentarse, a trabajar
la tierra, gracias a la introducción de nuevos cultivos, especialmente el tabaco.
Estos a su vez comenzaron a denominarse a sí mismos habitants y a actuar ya no
como aventureros, sino como colonos agrarios. En esta etapa, se empezó a
dividir la tierra en pequeñas parcelas, y a cultivar tabaco, azúcar, cacao y añil a
mediana escala.6 Sin embargo, uno de los problemas más acuciantes era el de la
escasez de mano de obra, ya que los indígenas habían sufrido el genocidio de la
conquista y los esclavos negros introducidos por los españoles se encontraban
mayoritariamente en Santo Domingo. Para solucionar esta dificultad, los
colonos apelaron a la importación de trabajadores europeos, blancos pobres,
mediante el sistema laboral denominado engange. Este implicaba un contrato de
tres años, mediante el cual el trabajador quedaba sujeto al amo en una relación
de servidumbre, a cambio de la cual recibían un pequeño salario, además de
hospedaje y alimentación. Pero lo más importante era que al final se les otorgaba
una pequeña parcela de tierra para cultivar como libres. 7 Este sistema atrajo a un
considerable número de europeos que, miserables en su país de origen, decidían
aceptar el trabajo semiforzado, por ese periodo, con la esperanza de algún día
poder enriquecerse como plantadores. Los éxitos de este sistema fueron muy
limitados, debido a los altos gastos que implicaba y las dificultades que los
pobres blancos, acostumbrados a un clima más templado, encontraban para
trabajar en el abrasador sol del Caribe. Así, como los españoles a principios del
siglo XVI, los franceses llegaron a la conclusión de que la “única solución” era
la de importar esclavos africanos y eso fue lo que empezaron a hacer alrededor
de 1660.8 Así con el correr del tiempo, Saint Domingue se fue (re)poblado de
africanos, traídos por la fuerza, hasta convertirse en una de las colonias con
mayor población cautiva de toda América. Además, otro factor clave en la
transformación social de la isla fue la re-orientación económica que le impuso la
política mercantilista de la Metrópoli. En 1680, Colbert elevó los aranceles para
la importación de tabaco en Francia, generando de esta manera una enorme baja
en la exportación del cultivo que hasta ese momento era el producto más
importante de la isla.9 Las consecuencias de esta medida se hicieron sentir
inmediatamente en la colonia. Muchos hacendados quebraron y perdieron sus
tierras y pasaron a engrosar una clase nueva, la de los pequeños blancos; otros
aprovecharon la situación y se enriquecieron ampliando sus terrenos a bajo
costo. Así, se fue consolidando el sector de los blancos latifundistas, quienes
ahora comenzaron a cultivar azúcar en extensas plantaciones, además de añil,
algodón y café.10 Fue justamente esta emergencia del azúcar como cultivo
principal de la colonia uno de los factores que también impulsaron la esclavitud
a gran escala, ya que para su producción era necesaria una enorme cantidad de
mano de obra imposible de cubrir, a costos rentables, mediante el sistema
de engange. De esta manera, se profundizó el proyecto de introducir esclavos
africanos en la colonia francesa y este sí resultó ser, por casi un siglo, un gran
éxito.
Para comienzos del 1700, la proporción entre blancos, libertos y negros esclavos
comenzó a aumentar hacia una gran disparidad. Estos últimos crecían
exponencialmente gracias al boom del tráfico negrero, mientras que los otros lo
hacían lentamente. Esta relación desigual, con el correr de las décadas, no hizo
más que ampliarse, hasta que los esclavos llegaron a representar casi el 90% de
la población colonial.
Asimismo, para esa época, nuevos colonos blancos y libertos, que no poseían
grandes fortunas, comenzaron a cultivar café especialmente en la región sur de
Saint Domingue. Gracias a que dicho producto requería menos mano de obra y
fincas más pequeñas, pudieron invertir su dinero y enriquecerse. Así,
lentamente, el café se convirtió en una de las materias primas de exportación
más relevantes, hasta llegar a ser la segunda en importancia. Permitiendo el
ascenso económico de pequeños plantadores blancos y de los
llamados affranchis, modificando parcialmente la estructura social de la Isla.
El Antiguo Régimen
La Economía
La estructura política, social, cultural y económica de la isla se consolidó en las
primeras décadas del 1700 a partir del proceso que brevemente hemos analizado.
De esta manera, Saint Domingue se fue convirtiendo en una centro económico
muy prospero, hasta transformase a mediados de siglo en la colonia más rica de
Francia y de todo el Nuevo Mundo. Un verdadero milagro que puede ser
fácilmente explicado si se tienen en cuenta los dos motores del crecimiento
económico: el azúcar y el esclavismo.
Indudablemente, fue el azúcar la piedra angular, de la prosperidad colonial, ya
que dicho producto era uno de los más codiciados en Europa, cotizando a
altísimos precios en el mercado y Saint Domingue, rápidamente se convirtió en
la exportadora de 2/3 del azúcar mundial. Así, por ejemplo, en 1765, la colonia
producía y vendía aproximadamente 90 millones de libras de azúcar y para el
1789, la cifra había pasado largamente los 140.000.0000 de libras por
año.11 Asimismo, también producía otros cultivos importantes como café, añil,
índigo, café y algodón. Pero, por supuesto, dicha prosperidad no se basó
solamente en la competitividad comercial de sus materias primas, sino en el
sistema de producción: el esclavismo. Como hongos, surgieron plantaciones
modernas, racionalmente organizadas, con cientos de esclavos, que tapizaron el
montañoso territorio colonial. Este sistema fue lo que permitió una acumulación
originaria de capital y un salto cualitativo en la producción, el cual,
indudablemente, mediante el trabajo libre, hubiera sido imposible de dar. Así,
para fines de la década del 80 existían, en la colonia, según Torcuato Di Tella,
alrededor de: “789 plantaciones de algodón, 3100 de café, 3100 de índigo, 673
de víveres y casi 800 ingenios de azúcar”12, en las cuales trabajaban más de
480.000 esclavos.
A partir de la consolidación de la colonización francesa, Saint Domingue se
dividió en tres regiones geográfico-políticas bien delimitadas: el norte, el oeste y
el sur. La primera era sin duda la más poblada y prospera, ya que contaba con
una fértil planicie, en la cual se afincaban la mayoría de los ingenios azucareros
y de esclavos de la isla. Le Cape Français era su capital y la ciudad más
importante de la colonia, por su carácter de puerto natural siempre atestado de
barcos que traficaban esclavos, materias primas y manufacturas. Conocida,
pomposamente, como la París del Caribe, sus habitantes se vanagloriaban de sus
elegantes teatros, finos salones y bulliciosos burdeles. Construida a imagen y
semejanza de las capitales europeas, Le Cap Français era para los colonos
franceses la prueba de lo que los europeos civilizados podían alcanzar aun en un
pequeño rincón del Caribe. Sobre la situación económica de esta región, años
antes de la Revolución, Moreau de Saint Mery, un reconocido intelectual y
plantador blanco de la época, nos dice “la parte norte encierra en si 288
ingenios, 433 plantaciones de añil, 66 algodonales, 2009 cafetales,46
destiladoras de aguardiente, 19 ladrilleras, 6 curtidurías (…) 125 caleras, 11
alfareras.”13
La región oeste era la segunda en relevancia económica y su capital, Pourt au
Principe, era asimismo la capital de la colonia. Esta, muy lejos de la suntuosidad
de su par del norte, era un modesto puerto y una ciudad administrativa y militar,
el lugar donde residía el Gobernador General y las tropas imperiales. Aunque
menos prospera que su par del norte, dicha región también contaba con un
importante desarrollo económico, siendo el cultivo algodonero el más relevante
y productivo de la zona. Según Moreu de Saint Mery, en la región, había: “314
ingenios, de los que sólo 180 producen azúcar en bruto, 1804 plantaciones de
añil, 541 algodonales, 811 cafetales, 80 destiladoras, 10 ladrilleras-tejerías, 155
cafetales, 8 alfareras”.14
Aislada parcialmente por una serie cadenas montañosas que cruzaba toda la
colonia, se encontraba la región sur, con su capital Les Cayes. Esta, debido a su
difícil acceso, fue la última en ser colonizada por los franceses. Por ello, durante
un largo periodo, sus tierras quedaron virtualmente vírgenes y sin parcelar, y aún
en 1789 era la menos prospera y menos poblada de las tres de la isla. Fue recién
a partir del boom cafetero de las primeras décadas del 1700 que los colonos se
comenzaron a afincar y a construir las primeras plantaciones que resultaron muy
productivas. Sin embargo, lo más singular de esta región era su composición
social, ya que la mayoría de los plantadores de dicha zona eran affranchis, los
cuales luego de haber alcanzado su libertad emigraron allí, aprovechando las
tierras vacantes, para comenzar una nueva vida como propietarios. Así, con el
tiempo, dicha región se convirtió en el bastión de su poder, un lugar desde el
cual luchar contra los blancos en pos de la igualdad racial. El cuadro que
Moreau de Saint Mery pinta para esta zona es el siguiente: “Existen 191
ingenios, de los cuales 143 hacen azúcar negra y 48 azúcar blanca, 903
plantaciones de añil,182 algodonales, 40 cacaotales, 297 cafetales, 56
destiladoras, 7 ladrilleras-tejerías, 10 alfareras, 90 caleras”.15
Saint Domíngue, era la Perla del Caribe, la posesión ultramarina más preciada
de Francia, y uno de los motores del crecimiento industrial de dicho país durante
el siglo XVIII. La relación que la metrópoli imponía a su colonia era muy
sencilla: la exclusif. Esta implicaba una política de monopolio comercial entre la
colonia y la metrópoli, por la cual los plantadores estaban obligados a vender sus
materias primas a los comerciantes franceses sin poder negociar sus productos
con otras potencias europeas. A su vez, a los colonos se les imponía la compra
de manufacturas francesas y de esclavos traficados por los barcos del propio
imperio. El sistema de comercio colonial era triangular y estaba basado en tres
vértices: África, de la cual se adquirían los esclavos a cambio de productos
manufacturados, Saint Domingue (y las antillas en General), de la cual se
extraían materias primas y Francia la cual vendía manufacturas a cambio de
materias primas, y procesaba estas últimas, para re-venderlos a otros países. De
esta manera, aunque los plantadores lograban importantes ganancias
económicas, el sistema estaba claramente construido para beneficiar a Francia y
a su sector comercial e industrial. La colonia existía en función de los intereses
de su Metrópoli y gracias a su espectacular capacidad productiva y al comercio
colonial, las ciudades-puerto de Nantes, Le Havre, Rouen, Marsella y Burdeos,
con sus industrias, florecieron en esos años, significando un enorme impulso al
naciente capitalismo francés.16 Este monopolio colonial, inicialmente, en la
época de Luis XIV y de Colbert, fue otorgado a una serie de distintas compañías
comerciales, primero a la “Compañía de San Cristóbal”, luego a la “ Compañía
de las Islas de las Américas ”, después a la “Compañía de las Indias
Occidentales”, posteriormente a la “Compañía de Occidente” y por último a la
“Compañía de Saint Domingue” hasta 1720.17 Estas, al principio, contaron con
el apoyo de la Corona y no solo controlaban el monopolio comercial sino que a
su vez, comúnmente, se les concedía la potestad de nombrar las autoridades de
la colonia. Además de estas compañías, existían otras encargadas de la trata
negrera. Estas tenían asientos en África y eran cruciales para el abastecimiento
de mano de obra a las plantaciones caribeñas, por ello existieron hasta el fin de
la esclavitud, mientras que las otras fueron disueltas en la segunda década del
siglo XVIII. Esta desaparición se debió a que la Corona modificó su política
colonial, asumiendo por un lado, el control político directo de las posesiones
ultramarinas y por el otro, ampliando el comercio a todos los mercaderes
franceses. Esta nueva política resultó ser mucho más rentable y estuvo en la base
de la prosperidad económica de la colonia y de la Metrópoli.
La Organización Política
En cuanto a la administración política de Saint Domingue, Francia impuso un
férreo autoritarismo que impedía la participación democrática de los colonos.
Esta dependía directamente de la Corona, y estaba cargo de dos figuras, el
Gobernador General y el Intendente, ambos franceses. Aunque el primero tenía
mas potestades, esta dualidad de poder estaba impuesta conscientemente, para
que se controlaran mutuamente, con la intención de evitar cualquier proyecto
autonomista.
Conclusión
En este breve trabajo hemos intentado analizar el Antiguo Régimen, prestando
especial atención a sus contradicciones sociales, económicas y culturales
internas, las cuales hacían de la colonia una olla a presión lista para estallar.
Recapitulando y a modo de resumen esquemático, podemos decir que la
principal línea que dividía la sociedad era la que giraba en torno a la esclavitud y
la libertad. De un lado se encontraban los amos y los hombres libres: la
burocracia, el clero, los grand blancs, los petit blancs y finalmente
los affranchis, del otro los condenados, los cautivos. La otra fractura interna era
la racial, que segregaba no solo a los esclavos, sino a los propios affranchis, los
cuales por ello revindicaban un discurso relativamente igualitario. Los más
privilegiados, como vimos, eran los blancos, sin embargo, dentro de dicha casta
también existían importantes divisiones y tensiones. La principal giraba en torno
a la riqueza y separaba a los grand blancs de los petit blancs, plebeyos. La
política monopolista y el autoritarismo impuesto por la metrópoli, generaba, a su
vez, fuertes contradicciones entre los comerciantes franceses, la burocracia y
los grand blancs, los cuales querían ampliar su poder mediante el libre
comercio, la participación en el gobierno y un status de autonomía para la
colonia. Durante el siglo XVII y XVIII estas contradicciones, produjeron
numerosos conflictos internos: recelos y revueltas de los blancos contra la
administración, rebeliones esclavas y cimarronaje contra los amos,
enfrentamientos entre petit blancs y grand blancs, choques raciales entre
blancos y affranchis, etc.; disputas que generaron experiencias políticas y
discursos bien definidos en los distintos actores sociales. Sin embargo, a pesar
de estas contradicciones y esta compleja historia, el orden
colonial/plantar/racial/esclavista logró reproducirse y mantenerse en el tiempo,
hasta que la agitación revolucionaria explotó en la Metrópoli y fue ahí, en ese
momento, cuando comenzó el principio del fin.
La Revolución Francesa estalló en 1789, con la conformación de los Estados
Generales, la conversión de estos en la Asamblea Nacional y la consiguiente
“Declaración de los Derechos del Hombre y del ciudadano”. Fueron estos
acontecimientos los que generaron una rápida movilización de los sectores de la
colonia, los cuales buscaron sacarle provecho a la nueva situación. Los grand
blancs intervinieron agitando su bandera de participación política, librecambio y
autonomía, los petit blancs radicalizados abrazaron un discurso anti-aristocrático
y económicamente igualitario, y los affranchis se movilizaron para ser
reconocidos como ciudadanos. Así, todos juntos pusieron en marcha el proceso
de la Revolución Haitiana, ese mismo año. Desde 1789 hasta 1791, estos fueron
los actores principales y sus intereses marcaron las líneas fundamentales del
proceso. Las consignas de Libertad e Igualdad surcaban la colonia, pero lo
hacían cargadas de un particularismo racista y clasista, que las vaciaba de
contenido. Los esclavos, aprovechando el caos reinante, entraron finalmente en
escena, el 22 de agosto de 1791, mediante una rebelión masiva en pos de la
libertad. Esta insurrección de miles de esclavos enardecidos, agitó el orden
social de la isla, y fue a partir de ese momento, que el proceso cambió su curso
para siempre. Serán ellos y sus ideales de igualdad y libertad universal los que
marcarán, de ahí en más, el rumbo de la Revolución.
Bibliografía
Notas
1 Von Grafenstein, Johanna, aití, Ed Alianza Mexicana, México, 1988, p. 12.
2 Franco, José, Historia de la Revolución de Haití, Editora Nacional, Santo
Domingo, 1966, pp. 56-57, y Vitale, Luis, “Haití Primera nación independiente
de América Latina”, en Todo es Historia, Nº 245, Buenos Aires, noviembre de
1987.
3 Von Grafenstein, J., op. cit., p. 20.
4 Ídem, p. 20 y Franco, op. cit., p. 80.
5 Dubois, Laurent, Avengers of the new world, Harvard Press, Boston, 2004, p.
17.
6 Von Grafenstein, J., op. cit., pp. 21 y 22.
7 Ídem, p. 21.
8 James, CLR, The Black Jacobins, Vintage, New York, 1989, p. 5.
9 Von Grafenstein, J., op. cit., pp. 22 y 23.
10 Ídem, pp. 23 y 24; y Garrigus, John, Before Haiti: Race and Citizenship, in
French Saint Domingue, Ed. Palgrave Mcmillan, New York, 2006, p. 31.
11 Von Grafenstein, J., op. cit., pp. 180-183.
12 Di Tella, Torcuato, La Rebelión de Esclavos de Haiti, Ed. Ides, Buenos
Aires, 1984, p. 23.
13 Moreau de Saint Mery, Desription Topographique physique,civile,politique
et historique de la partie francaise de la ile Saint Domingue, vol 1, pp. 118-120,
citado y compilado por Johanna Von Grafenstein, op. cit., p. 79.
14 Moreau de Saint Mery, op. cit., vol 2, pp. 715-723, compilado por Von
Grafenstein, op. cit., p. 82.
15 Moreau de Saint Mery, op. cit., vol 2, pp. 715-723, compilado por Von
Grafenstein, op. cit., p. 82; y a su vez, sobre las regiones, vease: Dubois, op. cit.,
pp. 22-28.
16 James, CLR, op. cit., pp. 46 y 47; Franco, op. cit., pp. 134-135; y Dubois, op.
cit., p. 32.
17 Von Grafenstein, op. cit., pp. 16 y 17.
18 Franco, op. cit., pp. 110 y 111.
19 Ídem, pp. 110 y 111.
20 Ott, Thomas, The Haitian Revolution, University Tenneasse Press, Knoxville,
1973, pp. 10 y 11.
21 Dubois, Laurent y Garrigus, John, Slave Revolution in the Caribbean 1789-
1804, Boston, 2006, p. 16; Di Tella, op. cit., pp. 41 y 42; y Geggus,
David, Haitian Revolutionary Studies, Indiana University Press, 2002, p. 6.
22 James, CLR, op. cit., pp. 33 y 34.
23 Dubois, op. cit., pp. 61-70; y Cesaire, Aime, Toussaint Louverture, Instituto
del Libro, La Habana, 1967, p. 39.
24 James, CLR, op. cit., p. 37.
25 Ídem, pp. 48 y 49.
26 Geggus, op. cit., 2002, pp. 8 y 9.
27 James, op. cit., pp. 6-27; y Dubois, op. cit., pp. 36-59.
28 Ídem, pp. 41 y 42.
29 Ídem, p. 38.
30 Torre López, Fernando, El código Negro de Luís XIV, Lupus Inqiuisitor,
México, 2002, p. 102.
31 Ídem, pp. 45-123.
32 Girod de Chantras, Justin citado y compilado por Von Grafenstein, op. cit., p.
107.
33 Ídem, p. 107.
34 James, op. cit., p. 12, para un opinión contraria, aunque escasamente fundada,
Ott, Thomas, op. cit., p. 10.
35 Franco, op. cit., pp. 164-167; Dubois, op. cit., pp. 43-45 y Geggus, op. cit.,
pp. 69-81.
36 Ídem, p. 166.
37 Genovese, Eugene, Da Rebelião a Revolução, Ed.Global, San Pablo, 1983,
pp. 1-30.
38 Franco, op. cit., pp. 167 y 168.
39 Dubois, op. cit., p. 51; Cesaire, op. cit., p. 42; Fick, Carolyn, The Making of
Haití, Ed University of Teneasse Press, Knoxville, 2006, pp. 60-71.
40 Trouillot, Michel Rolph, Silencing the past, Beacon Press, Boston, 1997, pp.
83-85