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CUENTOS Y LEYENDAS DEL VALLE DE ALICAHUE

Fernando Guajardo Centeno

“Uso exclusivo Vitanet,


Biblioteca virtual 2005”
GLOSARIO DE TERMINOS

AQUELARRE: Reunión o asamblea de brujos.

BADÉN: Cauce para dar paso en un camino a un corto caudal


de agua.

CAPAR: Extirpar o inutilizar (a una pers. o animal) los


órganos genitales.

CEPAS: Partes del tronco de un árbol o planta que está


dentro de tierra y unida a las raíces.

CUATREROS: Ladrones que hurtan bestias.

CHILCA: Arbusto resinoso de ramaje delgado que crece en la


ribera de los ríos.

CHONCHÓN: Nombre que se le da a los brujos.

HUINGANAL: Conjunto de huinganes, Arbusto medicinal que crece


en la precordillera.

HUILLES: Planta liliácea de flores olorosas. Crece en forma


silvestre en los campos de la zona central.

LIPIRIA: (lipidia) indigestión. Fiebre continua o


intermitente acompañada de calor excesivo por
dentro y frío glacial por fuera.

MANDINGA: Diablo, demonio.

MATE: Sinón, cabeza.

MEICOS: Persona que se dedica a sanar a los enfermos


utilizando hierbas medicinales y ciertos
conocimientos de brujería.

ORTIGAS
CABALLUNAS: Hierbas urticantes de tallos frágiles hojas agudas
aserradas y cubiertas de pelo espinudos.
La ortiga caballuna es de tamaño mayor que las
comunes.

PALETÓ: Prenda de vestir, vestón, chaqueta.


PALQUI: Arbusto americano de olor fétido. Las personas lo
utilizan para sanar del mal de ojo, del susto y
para ahuyentar a los malos espíritus.

PELÁ: Muerte.

PEONES: Obreros, campesinos.

PIRCAS: Pared de piedra en seco.

PINGO-PINGO: Arbusto conífero, cuya frutilla y hojas son


diuréticas y depurativos.

PIÑO: Porción o hato de ganado.

APRETAR CACHETE: Huir, escaparse, arrancar.

QUILLAY: Árbol rosáceo, cuya corteza sirve jaboncillo.

RETAMILLA: Plantas con muchas ramas delgadas, largas


flexibles y color verde ceniciento, hojas
pequeñas, flores amarillas en racimos.

TEBOS: Arbusto de ramas fuertes y espinudas.

TROPILLA: Manada de bestias

YARETA: Plantas de altas mesetas, abundantes en resinas y


se usa para remedios y combustible.

YUGO: Instrumento de madera al cual se uncen las mulas y


los bueyes, y en él van sujeta la lanza de la
carreta el timón del arado, etc.
“La Calchona”

Era todavía un niño, cuando nos sucedió lo que a continuación les


contaré.- nos dijo nuestro padre.
En esa oportunidad era de noche, y estaba con tu tío Daniel
regando porotos en el potrero” La Lata el antiguo fundo “Los
Molinos”. ¿Te acuerdas de él?
- Anda negro.- me dijo tu tío esa vez. - Anda hacerte un buen
fuego, y ponte la olla para que las papas terminen de cocerse.- Fui y
volví de inmediato, para continuar con el riego.
Me acuerdo que la noche estaba clarita, como el día. Con una luna
grande y plateada en el cielo estrellado. ¡Ah! y un frío ¡ayayay
pué!.
Eran más o menos como las once de la noche, cuando sentimos bulla
en el campamento. La quietud del momento, había sido interrumpida
bruscamente por sonajeros de ollas y ladridos de perros.
Corrimos a ver, pensando que los burros estaban destrozando
nuestras cosas. Pero, no eran ellos, sino que una inmensa oveja.
Animal que nunca he podido sacármela de la memoria. ¡Tan grande¡, si
era casi del porte de un ternero de varios meses. Con un pelaje
negro, que le colgaba como colcha de cama en su espinazo. Y de sus
ojos, rojos y brillantes, chispas saltaban hacia todos lados cuando
levantaba la cabeza.
- “La Calchona”. - murmuró muy despacio tu tío Daniel. Muy
asustados nos escondimos entre unas matas de palqui,
y allí permanecimos ocultos hasta que ella se fue. Hasta que se
perdió por el camino en dirección a Cabildo.
Esa misma noche pasó por el fundo “San José del medio”. Se metió
a las pesebreras, y allí le cortó los lazos a casi toditos los
caballos.
Después se alejó del lugar, y dejó una aullaera de perros, tan
grande, que hasta el día de hoy aún se comenta.
-Era “La Calchona” .-Murmuró, ya más tranquilo tu tío
Daniel.
Desde entonces, con el susto empecé a adelgazar. Me enflaquecí
tanto que casi me lleva la pelá, si no es por los rezos que me dio la
abuela Soledad, no estuviera contándole ésto ahora.
- Papá... ¿Quién es la Calchona? . . .- le pregunté. Mi padre me
miró y dijo.:
- Dicen que “La Calchona” es una mujer, y quedó así a
consecuencia de sus malas artes. Ella era una bruja, y salía todos
los días a vagar convertida en oveja, y lo hacía apenas su marido se
iba al trabajo. En aquellos años, los peones empezaban sus labores en
el fundo con el alba, y terminaban con la oración; a la entrada del
sol.
Resulta que un día, el marido llegó mas temprano que de costumbre
a casa. Al abrir la puerta, se encontró con mansa ni que sorpresa;
allí en mitad de la pieza, habían dos pequeños zorritos que lo
miraban y gritaban “guac, guac, guac”, y movían alegremente sus
colitas.
El hombre, inmediatamente tomó una escoba de espino, y con ella
logró sacarlos fuera de la casa. Pero, antes de que él cerrara la
puerta, ellos ya estaban otra vez dentro. Él los volvió a correr, y
ellos nuevamente volvieron, y ésta vez gimiendo tristemente.
Al ver la cándida tristeza denotada, y las lágrimas brotando como
brillantes perlas cristalinas en los humildes ojos partidos de los
animalitos, ahí recién el hombre comprendió, que esos zorritos eran
nada menos que sus dos pequeños hijos. Ellos, estaban así
transformados, por embetunarse con los ungüentos de su madre.
El hombre, sintió tanta rabia por el descuido de su mujer que,
desesperado buscó las cremas del desaire, hasta que las encontró muy
oculta en un rincón de la casa.
Les sacó lo maléfico a sus hijos, y enseguida le prendió
fuego a todo lo relacionado con las brujerías de su mujer, que ya lo
tenían hasta la coronilla.
Después de quemar los libros, las cremas y las estampas, acomodó
cuidadosamente las pilchas en una maleta, y los tres se fueron de la
casa.
Ya pasada la oración, llegó la mujer convertida en oveja.
Inmediatamente se dirigió al rincón donde ocultaba celosamente las
cremas, y no la encontró. Entonces, corrió hasta el dormitorio para
pedirle ayuda a su esposo. Lamentablemente para ella, él allí no se
encontraba, tampoco sus hijos; no había nadie. Los buscó por todos
los rincones posibles, y al no encontrarlos, se puso a llorar
desconsoladamente la pobre mujer; mientras el entorno, se cobijaba
rápidamente bajo un poncho oscuro.
Dicen que durante toda esa noche, ella los llamó
insistentemente, pero el eco de sus fuertes balidos, fueron callados
lentamente por los fuertes aullidos de los perros de los alrededores.
Ellos iban decididos, y ya estaban demasiado lejos del lugar.

Desde entonces esta mujer convertida en oveja, empezó a vagar


por los campos buscando a su familia. Se alimentaba de los restos que
le dejaban en la cocina los lugareños, y si no le dejaban nada...
¡ayayay pué!, destruía las ollas, las cacerolas y hasta los
choqueros... todo destruía.
- Papá... ¿Todavía existe la Calchona?— pregunté.
- ¡No! , ya no existe. Un día la encontraron muerta, a orillas
del camino. La habían devorado los perros.
- Papá... ¿Dónde sucedió ésto?
Mi padre, bajó lentamente el tono de su voz. Enseguida apagó
su pucho de cigarro y nos respondió, a mi y a mi hermano.
-No sé... pero parece que fue por aquí cerca... no sé... no sé.

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