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TOCACHE

EL TUNCHE
Es el espíritu de los muertos, que regresan del otro mundo a cumplir alguna penitencia o el
alma de los que van a morir y están recogiendo sus pasos antes de abandonar la tierra. Estas
almas en pena, son entes etéreos que se anuncian a los vivos con un silbido lúgubre muy
característico, con la resonancia de sus pisadas o con ruidos de las cosas o muebles que tocan
causando temor y espanto a los que escuchan. Algunas veces los tunches se materializan bajo
la forma de espectros o fantasmas de blancas vestiduras, que se desplazan a baja altura sin
tocar el suelo.

Uchiza (Distrito)

LA LEYENDA DE SHANSHAN

Por entre los arboles de la selva nativa, corría Shanshan, joven hermosa que conocía los
secretos y rincones de la espesura, los pájaros dueños del bosque, así como las variadas
flores que le agradaban con sus coloridos. Ella amaba con pasión aquel suelo feroz y
contemplaba, las aguas del rio barroso que rugía como un tigre encolerizado. Amaba
con pasión todo aquello que le producía admiración y tranquilidad, por eso les regalaba
su canto con armoniosa voz hasta el atardecer.
La indiecita, no era bonita, tenía rostro poco agradable, sus facciones propias de su raza,
labios gruesos, cabellos lacios y ojos enchinados, pero lo que más tenía, era su voz
angelical, tanto era la belleza de su canto, que el bosque enmudecía al escucharla.
La tribu, fue invadida por hombres blancos, quemaron las chozas de los nativos y
mataron a muchos en una batalla encarnizada, ella huyo junto con los suyos matando al
más bravo de un palazo en la cabeza hasta destaparle los sesos, nadie podía imaginar
tanta furia en un cuerpo tan debilucho y pálido defendiendo su tierra, sus pájaros, sus
flores.
Cuando trataba de regresar a su refugio, la india fue atrapada por dos soldados
enemigos, sus esfuerzos por liberarse fueron inútiles, la llevaron al campamento que  la
ataron a un poste para impedir que huyera, pero Shanshan, con maña natural, rompió las
sogas que la ataron y valiéndose de la oscuridad de la noche, dio muerte al centinela e
intento esconderse entre los árboles, pero fue capturada por sus enemigos haciéndola
regresar al campamento.
Fue juzgada con mucha severidad: acusada de matar y era condenada a morir quemada
viva. La sentencia se cumplió al amanecer, fue atada a un árbol de flores lilas, de hojas
menudas, las que caían como lluvias de pies a cabeza. La gran cantidad de leña hicieron
fuego, quemándole primero los pies y luego todo el cuerpo, cuando aria todo el árbol,
ella comenzó a cantar, los blancos anonadados la contemplaban y escucharon su canto,
entregando su corazón antes de morir a la selva, a quien adoraba, llego la noche y ella
seguía cantando. La lluvia apago la hoguera, y al aparecer los primeros rayos de sol, los
soldados contemplaron con estupor que el cuerpo quemado se había transformado en un
hermoso manojo de flores amarillas, adornando el árbol que la sostenía. Así nació, este
árbol, con sus menudas flores amarillas que a lo lejos representaban la palidez de la
india.
EL TUNCHE

Uchiza, pequeño pueblito situado en el departamento de San Martín, está a orillas del
río Chontayacu de aguas frías y cristalinas, prodigo en peces y carachamas, su nombre
proviene de términos quechuas que nuestros ancestros le pusieron porque la mayoría de
la población era gente venida de la sierra huyendo de la terrible uta, los descendientes
de los UCHIHUAN, que quiere decir nariz, viven en un ambiente tranquilo entre lluvias
torrenciales, vientos huracanados y el ardiente sol de verano que tuesta la cara y las
extremidades, más esto no es obstáculo para disfrutar y pasar inolvidables momentos en
atractivos lugares propios de un paraíso en donde la vegetación y la tranquilidad son
admirables. Este pintoresco pueblo , es el escenario del cuento que hoy nos ocupa, al
cual se puede llegar a través de la carretera marginal y cruzando el tranquilo Huallaga
de aguas profundas y turbias en una balsa grande remolcada por cuatro botes que son
impulsados por motores fuera de la borda con poco riesgo.
Nuestro protagonista, Eustaquio Gutiérrez, hombre fuerte, valiente y talentoso, de cara y
frente ancha, sobre sus hirsutos cabellos llevaba una vincha de soga de plátano,
descalzo, sus dedos parecían un pequeño abanico con aberturas de palmípedo, vestía
una camisa roída color beige, el pantalón holgado de la misma tela remangado a la
altura de las rodillas, llevaba por correa una pequeña faja tejida con hilos de colores
llamado chumbe, su mirada honda, su andar seguro, su rostro risueño, para cada
pregunta tenía una respuesta a flor de labios, para cada frase un refrán adecuado para
enseñar, su carácter jovial le hizo muy popular hasta convertirse en el médico empírico
a donde acudían los vecinos en días feriados para su tratamiento a base de yerbas,
lavativas de agua y jabón, malvas, yerba santa, chiricsanango, oje para hacer arrojar los
bichos, hoja de granadilla para la diarrea y algunas inyecciones recetadas y aplicadas
por el mismo.
Cargaba dentro su alforja de gruesos hilos, un purillo lustrado con charol que le servia
para hacer las delicias de la coca endulzando su boca con la cal que sacaba con un palito
y después lo escondía para la siguiente chacchada.
 Vivía fuera de la ciudad rodeado de sus menores hijos y de su amorosa y noble esposa
ShiShi, mujer de carácter tranquilo y mirada triste, había construido su casa de palos  a
la banda del río Chontayacu trayendo y llevando hojas de bombonaje y palos de pona,
muy seguro de sí mismo trajo un perro  para cuidar la casa, no tenía más comodidades
que un camastro hecho de palos en dormía con su mujer y sus hijos, un mosquitero, una
escalera redonda, un trozo de palo para sentarse, dos ollas de barro, un fogón y algunas
herramientas para trabajar en la chacra. Detrás de la casita había unas canastas de
tamishe y en la hortaliza, culantro, toronjil y tomates verdes para sazonar la comida y el
chapo, los cantones sancochados humeantes en la mesa junto con la carne asada para el
desayuno y el espumoso masato para después. La tarrafa secaba secaba sobre un palo
dejando caer sus plomos al suelo después de atrapar carachamas y boquichicos para el
chilcano, la chacra de maíz estaba lista para la cosecha mientras que el arrozal era
visitado por pájaros, era necesario poner un espantapájaros para evitar que la cosecha
sea poca o disparar un tiro de escopeta para ahuyentarlos.
El toronjil, daba chapo un sabor agradable y aromático para el desayuno, el almuerzo
chilcano y moquisho sancochado, coconas asadas y machacadas en un platillo con ají
pucunucho. En la cena masato hervido con azúcar, carne de sajino, plátano asados y un
té de yerba luisa.
Dentro de su pobreza, don Abner era inmensamente rico, vivía sin preocupaciones ni
sobresaltos, sus hijos todavía no estaban en edad escolar y se pasaban el día jugando
cazando grillos y mariposas rompiéndolas las alas y las patas y las arrastraban por la
casa con una soga. Al lanzar el sol sus primeros rayos, tomaba su machete, un cigarro
hecho de hojas de tabaco al que picaba finalmente y se dirigía a ver la chapana que
había dejado la tarde anterior con la certeza de atrapar algún animal salvaje sabroso por
su carne y muy buscado en la región, al no encontrar nada llegaba con su sarta de
caracoles y algún motelo que escondía la cabeza ante cualquier movimiento.
DON CANUTO, EL HECHICERO
Era tan alto que cuando pasaba por la calle, los muchachos se escondían debajo de la cama
hasta que se pierda en una de las tiendas. Su pelo de cashibo parecían púas de un erizo
fresco, su nariz aplastada, sus labios gruesos al lado de una boca grande dejaban entrever lo
que sabían hacer. Se llamaba Canuto y era mentado por sus habilidades en el arte del
hechizo, su casa paraba llena de pacientes para atar y desatar hechizos, en las mañanas
sacaba su virote, especie de flema larga y la guardaba en un vaso. Cuando se bañaba en el
río, lavaba su ropa primero, la tendía sobre las candentes piedras y se escondía en el
cañaveral hasta que seque completamente desnudo, no tenía toalla ni zapatos, solo su sable
para espantar los malos espíritus. Los días martes, daba de tomar ayahuasca, según la edad,
medio vaso para los niños, una ración mayor para los mayores, vamos a tomar la soga decía, y
mientras las personas recibían su ración se preparaba don Canuto en su cuarto de palos para
sentirse un rey mandando a los súbditos. Mientras los tomadores se caían con la borrachera
propia de la soga, él llamaba a los espíritus con cantos, quejidos, silbidos como la serpiente,
hacia ademanes con las manos, se movía los pies, bailaba, es decir todo un rito, los gritos se
escuchaban, unos en el suelo, otros lloraban, otros se agarraban de los palos para no caerse,
unos vomitaban, otros se reían a mandíbula batiente, carcajadas y llantos casi toda la noche,
el brujo seguía tocando su rondín como una melodía sin fin. Al amanecer, todo era calma, los
drogados dormían desordenadamente en el suelo en medio de la fetidez del vomito de la
noche. El pago por este trabajo era mínimo, pero lo importante era que no sacaba el mal del
cuerpo por mas ayahuasca que se tomara, más bien algunos, se enfermaban del hígado, otros
del estómago, las dietas del brujo eran seguidas estrictamente, comidas sin sal, sin dulce,
carne asada sin sal, asado carnetin, chapo de asado sin dulce, nada de ajos, cebolla ni
manteca.

LA LAGUNA ENCANTADA

TIPISHCA, significa, pedazo de río, es una laguna inmensa, ubicada a 15 kilómetros


más o menos de la Provincia de Tocache; tiene aproximadamente doce metros de
profundidad; su forma de culebra da una hermosa vista, es un brazo del río Huallaga,
sus aguas negras no dejan ver lo que hay en el fondo, pero flotan sobre ellas, plantas
acuáticas de redondas hojas gruesas y verdes  de tallos gruesos. Llamados HUAMAS,
hermosas por su forma, cuyas florecillas moradas, hacen un contraste de verde y
morado sobre un pintoresco fondo negro.
Las huamas, parecen alfombras, el viento las lleva de un lado a otro, por ratos, hay unas
brillantes en sus aguas, parece que el cielo retratara un gigantesco nubarrón llevado en
una balsa que descansa en suave vaivén.
Esta laguna es pródiga en peces varios, zungaros, lisas, bagres, anchovetas, yulillas,
boquichicos, sábalos, churros y pascuchas. Su fauna es rica, ya que frecuentan sus
orillas, los ronsocos, las sachavacas, las nutrias y los sacha patos, así como avecillas de
variado color, diríase que es una enorme mancha negra, en medio de un dibujo verde.
Llegamos a este lejano paisaje, sin hacer mucho ruido, es costumbre de los cazadores y
pescadores andar con mucho cuidado, debe haber mucho silencio, mucha vista y buen
entendimiento, los nativos saben que allí, vive un viborón y en donde comienza su
cabeza y su cola.
Estábamos de algunos casos ocurridos en esta laguna, pero queríamos saber si era
cierto, por eso emprendimos este viaje fascinador casi funesto.El sol abrió sus alas de
fuego como en un decir ¡Jesús!, nos aprestamos a entrar en la canoa para echar una
mirada, cuando del fondo de la laguna emergió un monte lleno de árboles altos con
ramas y raíces, flores y frutos, moviéndose como una balsa, sentimos el movimiento de
un terremoto, nos tambaleamos y casi caemos al agua para desaparecer, salimos
apurados ante el ventarrón y el ruido, ya en la orilla quedamos como adormecidos,
como si nos hubieran inyectado anestesia, nuestro cuerpo inmóvil, nuestras manos
tiesas, nuestras miradas interrogantes, no pudimos comentar lo que ocurría cuando de
puro miedo hice un disparo, el monte comenzó a moverse de un lado a otro, del fondo
nos llegaba, ráfagas de agua como mangueras de bomberos, el movimiento de la tierra
nos hizo caer, la laguna comenzó a crecer, se oscureció la mañana totalmente, parecía el
fin del mundo, Valico, mi hermano, dio la orden de regresar, salimos agarrados de la
mano para no ser arrastrados por la tempestad, un rayo estallo cerca y casi nos parte. No
pudimos ver al viborón, aquel día que se convirtió en noche en plena mañana de sol,
cuando llegamos al camino grande, el sol alumbraba tranquilo, las nubes estaban
limpias, el cielo azul y la selva estaba en paz.
EL COTOMACHACO (La madre del monte)

Estábamos en el tambo arreglado de cualquier modo para poder dormir es noche en


plena selva.
Mis hermanos y yo, prendimos palos secos e hicimos juego, comimos ligeramente una
cena consistente en tres cachangas frías y tiesas, chapo y luego nos acostamos en hojas
de palmicha, y una vieja estera que la desenrollamos antes de usarla. Acostados sobre
un trozo de leña como almohada, sentíamos llegar sancudos y picarnos. El humo que
emanaba la fogata los hacia retroceder a pocos.
Conversamos poco a poco y nos quedamos dormidos hasta la media noche en que soñé
con afaningas y hormigones que nos asediaban hasta el amanecer.
Muy temprano, la selva es hermosa, en esa soledad en donde solo se mueven las hojas
de los árboles, el sol ya irradiaba los espacios vacíos del bosque, las hojas brillaban
dobladas temblando, el canto de los pájaros hace una extraña y delicada sinfonía, parece
qué la vida comienza y el mundo, recién despierta, el paisaje es indescriptible, todo
verde, todo tranquilidad, todo inercia, que tal naturaleza!Armados de nuestras carabinas,
nuestras bolsas de balas y un ligero puñal agarramos el camino más largo y nos
internamos por un buen tiempo en busca de animales para derribarlos a balazos y
hacerlos patalear.
Cruzamos shiringales, las latitas colgadas recibían la leche de la siringa, algún
siringuero a madrugado decía mi hermano, a lo lejos escuchábamos los gritos de los
monos, alargamos el paso siguiendo la dirección del sonido, es en el cerro decíamos
¡vamos hacia allá!Cuando trepamos un cerro más o menos de 20 metros de altura, y
comenzamos a buscar como perdidos el sonido, mi hermano grito diciendo ¡es un
tremendo mono, pero solo veo su cabeza! Los gritos continuaban y los monos
comenzaron a llegar y desaparecían al instante pues eran tragados por esas cabezas
gigantes a la cual no se le veía cuerpo ni pies, nos preocupamos al ver tanto mono que
desaparecía ante tanto griterío, unos monos saltaban a unas ramas, otros rodaban al
suelo, otros querían hablar se les veía asustadísimos, como hipnotizados por esa cabeza.
Nos armamos de valor y comenzamos a disparar, huyeron los monos aterrados, no los
matamos, más bien los dejamos huir. Nuestra sorpresa fue tremenda, cuando el bosque
tembló y vimos levantarse de la copa del cerro, un monstruo de seis cabezas pegadas a
un solo cuello fauces abiertas con ganas de atrapar a todo lo que hay a su alrededor, una
víbora gigante de seis cabezas, una de la cuales es como del mono y llama a los monos
y los devora.
Regresamos asustadísimos al tambo, recogimos nuestras cosas y regresamos sin matar
ningún animal. Buscamos en el pueblo a don Fabián hombre conocido por su coraje y
valentía con grandes antecedentes de cazador y siete hombres llegamos al lugar donde
suponíamos vivía el coto machaco para aniquilarlo, pero nuestro viaje fue inútil porque
no lo hallamos.

LA SHICAPA Y LA BRUJA

Tenía en su casa de retazos de colores, pedazos de algodón, flores secas de colores pálidos,
yerbas secas y frescas. Hilos enredados y en medio de ese desorden una muñeca de trapo
clavada con alfileres por todo el cuerpo las piernas y la cabeza.

Una noche, entro por una ventanita una shicapa preocupada para robarle a la bruja sus
retazos y llevarlos a su nido y darle calor con los hilos y algodones a sus polluelos. Tan pronto
comenzó a escarbar con sus patas hizo mucho ruido; la bruja se levantó de su camastro y
encerró a la shicapa para darle una golpiza. Pero la avecilla entablo una conversación con la
dueña de casa.
-¡Señora! ¡Suélteme! Abra la puerta, solo quería llevar unos retacitos para abrigar a mis hijos.
-¡Mentirosa! Querías llevarte la muñeca, estoy haciendo un trabajo; ten cuidado.
-le aseguro que no deseo la muñeca de trapo.- Pues no te irás, te matare y no puedo comerte
porque apestas y eres la más la fea de las aves.

-señora, mi aspecto no importa aunque fea soy laboriosa y me preocupo por la tranquilidad de
mis hijuelos, ellos me esperan en casa.
-Busquemos un juez. Llegó la zorra del pajonal relamiéndose después de comerse una gallina
gorda, y escucho atenta las querellas de las presentes.-Comienza Shicapa.
-Señora zorra, yo solamente entre en la casa de la bruja, para sacar unos retacillos y abrigar
a mis hijos, ahora que me ha encerrado quiere matarme, no sabe cuánta falta hago a mis
pequeños.
-¡habla bruja! – Ella quería robarme la muñeca de trapo, estoy haciendo un maleficio; si se
llevara la muñeca perdería muchísimo dinero.

-La juez exclamo:


Toda la vida te la pasas haciendo maleficios, ¿Para qué habría de querer la Shicapa esa
muñeca embrujada? Es sabido que la shicapa siempre roba retazos, trapos, hilos y algodones
pero no para hacer males sino para proteger a sus hijos del frío. Doy mi fallo a favor de la
shicapa, retírate embrujadora antes que te coma, abrió la puerta y el ave pudo volar
llevándose algunos trapos, muy asustada llego tarde a su nido en donde sus hijos la esperaban
impacientes; la zorra salió presurosa prendiendo fuego a la choza.

EL CHULLACHAQUI

Los hermanos esperaban impacientes a la joven madre que desde muy temprano había salido
de la casa camino al arroyo de Santiago para realizar el lavado de la ropa de sus menores
hijos.

El más pequeñín, Alejandrito, engreído y travieso, quiso ir al encuentro de su madre y así fue,
salió de la casa cuando sus hermanos estaban conscientes del hecho, pero no llego a su
paradero.

La madre, regresa con su batea sobre la cabeza para tender la ropa mojada en el tendal de
soga de tamushe, y pregunta sobre el niño:

-Mario, ¿Él bebe está durmiendo?

-No mama, él ha ido a buscarte.

-¿A qué hora?

-Hace dos horas más o menos.

-Maldición, no ha llegado, ¿A dónde ha ido ese chico?

-¿Acaso estas bromeando?

-No mamita. Alejandrito ha ido a verte al arroyo, yo creía que ha llegado.

-Ya se ha perdido ese muchacho, vamos a buscarle.

Apresurados y con la rapidez del caso, emprendieron camino hacia el arroyo de Santiago,
llamándole, gritando su nombre, corriendo desesperados. El silencio de la selva era total,
hojarascas que caían sobre sus cabezas al volar por el viento de la tarde hacían detenerse por
momentos, ni una mariposa, todo en calma. 

Al llegar al arroyo de aguas cristalinas, comenzó la búsqueda, las piedras coloradas


impasibles, existía una tremenda calma, solo el ruido de arroyo rompía el silencio. Entonces
la madre rogando y sollozando, regreso a su cabaña, junto con sus hijos. Llego la noche y
comenzó la lluvia, esa lluvia que espanta que suena, que desbarata todo, que hace desbordar
los ríos, los arroyos mas pequeñitos, los caminos se inundan, el monte crece, las hojas se
doblan y blanquean con las gotas de lluvia. Pasaron la noche en vela, una noche, dos noches y
tres noches convertidas en días por tanta desesperación, pero con la luz de la esperanza
prendida en el corazón.
Tomaron al cuarto día la vestimenta del desaparecido Alejandrito y comenzaron a prender
velas alrededor pidiendo que aparezca el niño o llegue algún indicio de su existencia al santo
de su devoción. La casa esta desordenada, casi nadie habla, hay tristeza en los rostros de los
familiares.
Al cuarto día, todo hacia perder las esperanzas, desde lo alto del cerro, venia un niño bañado
en llanto llamando a su madre, lleno de polvo con la voz ronca y el rostro desencajado,
salieron al encuentro, es él, ojala diosito que sea él.

-Es él, viene solito, donde te has ido, que casi morimos de pena, como has pasado todos estas
noches de lluvia sin mojarte, el niño ya más tranquilo contesto: Un viejito me ha encontrado
en el camino y me ha llevado a su casa y me ha dado de comer caldo de gallina y de
carachupa, no me hizo daño, me dijo que no me asuste, el mismo me ha traído hasta el
camino para dejarme porque yo lloraba mucho y no le dejaba dormir.

-Es el Chullachaqui maldito, el diablo.

El MOZANDERO

Serapio, había cumplido veinte años, y nació en el, el deseo de amar y declararle su amor a
cuanta moza se cruzara en su camino.Su tez morena, poblados bigotes negros, sus ojos
achinados, cabellos ensortijados como buen descendiente de brasileños, se miraba en el
espejo arreglándose los rizos y bailaba la samba con las jovencitas de la campiña.

Se levantaba muy temprano, revisaba su bicicleta, le cambiaba de cámara si estaba picada,


revisaba los frenos, el timbre y todo aquello que hace un buen mecánico. Por la tardecita,
salía de su casa bien vestido, el decía “a la pilcha”, para entregarle sus caricias a una y al día
siguiente a otra, y así terminaba los días, y los meses en medio de planes.

Serapio llego una noche a Pampayacu; la casa estaba llena de gente, era el santo del
compadre Macshi y celebraban una gran fiesta, amenizada por un conjunto de músicos de
renombre, los artistas tocaban dos mandolinas, dos guitarras y una maraca. Menudeaban las
cumbias, los valses, las polkas sellando la fiesta con los huaynos. Después de mover el
esqueleto, el enamorador, se despidió y tomo el camino hacia el pueblo. El puente inspiraba
respeto, ni un casa, ni un alma, que silencio, en aquel puente se le cruzo un tremendo pavo
aleteando y no le dejaba pasar después de dar vueltas y vueltas, asustado, enrumbo la
bicicleta por los tres palitos de puente y cayendo y levantando llego a su casa. No salió un
mes por miedo a que le suceda lo mismo en l bajada de Tranca en donde decía vivía el diablo.

Después de recuperar ánimos de joven y fiestero, salió con el mismo camino a Huimba, en
donde le esperaba una novia de aspecto campesino, descalza y despeinada, a la que encontro
ansiosa de entregarle su amor, estando con ella, pensó en regresar, miro su reloj, “Pucha”,
exclamo, ya son las once, ya me voy.

El camino estaba seco, antes de llegar a Cachilde, pudo ver que en el camino se le
atravesaron unos diez a doce esqueletos, haciendo cadena despidiendo luces de colores por
todas partes del cuerpo, así como de bengala, bailando y haciendo sonar sus huesos. No podía
hacer otra cosa, sino embalar la bicicleta con los ojos cerrados para darse valor,
produciéndose un ruido de huesos que caían desarmados al suelo, sin valor para mirar,
pedaleo y pedaleó, casi se cae en el otro puente de un solo palo, llego a su casa con una
terrible crisis de nervios, sus familiares asustados ante los gritos que lanzaba al tocar la
puerta, le recibieron con un poco de agua de azahar para pasarle los nervios, le hicieron oler
timolina. Su madre decía: Santo remedio para el mozandero.

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