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Año: 2do
Nombre: Abril Ivón
Apellido: Barros
Fecha de entrega: 18/08/21
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PROFESORADO Y TRADUCTORADO EN INGLÉS
FILOSOFÍA de la EDUCACIÓN
Prof.: Baier Elina
Carátula: Logo del Instituto, nombre de la cátedra y del Docente, nombre del/los
estudiante/s, fecha de entrega. (Cantidad de estudiantes 1, 2 o 3).
Letra Arial 12, interlineado 1,5, justificado. Mínimo de páginas 2 (dos), máximo 5
(cinco) páginas (sin contar Carátula y Bibliografía).
Bibliografía.
Consigna:
2-No es necesario que usen todos los textos (mínimo 3), si es importante
que en la Bibliografía especifiquen cuales usaron al igual que los videos
(los que no usen, no los escriban como bibliografía).
2
b. Horkheimer, M. Crítica a la razón instrumental, Bs As, Edit. Sur, 1969,
pp 15-69//pp 171-195.
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2-Relacionar estos 2 conceptos (saber y conocimiento) con los aportes de
Sócrates, Platón y Aristóteles.
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1) A lo largo de los años distintos autores han trabajado diversos conceptos, los
cuales muchas veces difieren, se contraponen e interponen unos con otros.
Estas diferencias que existen en un mismo concepto se dan gracias a que se
analiza desde distintas perspectivas, tanto desde la psicología, la filosofía, la
epistemología, etc. Obviamente este acontecimiento también afecta a los
conceptos de saber y conocimiento.
Aunque esa sea una definición standard de saber, no siempre es entendida así.
Durante el siglo XX, luego de los logros de la ciencia clásica, la racionalidad
científica gana terreno frente a otros tipos de saberes convirtiéndose,
aparentemente, en el único saber válido. Es por esto que desde entonces el
saber se ha caracterizado como saber científico, y se ha tendido a eliminar,
principalmente desde la perspectiva del empirismo lógico, otra clase de saberes
que no cumplen con criterios que se han considerado básicos: 1. para que un
saber sea transmitido (aprendido – enseñado) debe tener la forma de una
téchne o episteme; 2. la enseñanza y el aprendizaje se producen sólo a partir de
un saber proposicional, aunque puede ser basado en una racionalidad diferente
a la lógica científica -es el caso de la enseñanza mediante fábulas o mitos, y la
literatura en general- (Nussbaum, 1995 y Lopera, 2008); 3. el saber es
únicamente consciente al igual que su transmisión y por ultimo 4. el saber es una
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característica exclusivamente humana. Estos supuestos pueden ser claramente
objetables:
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4. En contraste a este supuesto, en las discusiones de la ciencia del siglo XX se
amplía el saber cómo una característica que también es propia de entes
distintos al ser humano.
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amplia defensa de la aplicación en la ciencia moderna, de las ideas de Sócrates;
que él o ella no sabe. Simplemente suponen”.
Podemos concluir entonces, que el saber científico es otro saber más sin
ninguna prevalencia sobre las otras clases de saber. Además, compararlos
es imposible, pues son inconmensurables, son intraducibles, debido a las
diferencias que hay entre las cosmovisiones, grupos, métodos, culturas, etc. La
propuesta de Feyerabend (filosofo de la ciencia) se basa en que “todo vale”
(1974, 2001). Desde la perspectiva de Campbell (Martínez y Olivé, 1997), quien
sigue a Kant, pero con herramientas de la biología del conocimiento, la
fundamentación del saber no puede encontrarse en el mismo saber, sino en otro
nivel diferente que es el de la biología. En esta línea trabaja la epistemología
evolucionista mostrando que el conocimiento científico, al igual que todo saber,
es producto de la evolución y tiene un valor adaptativo. Mediante la frase, “lo
que es a priori para el individuo, es a posteriori para la especie”, se describe que
el mundo percibido va dejando huellas que, mediante la selección natural, se van
convirtiendo en estructuras cognoscitivas hereditarias, y son las que posibilitan el
conocimiento.
A partir de estas aclaraciones, Ramírez (1992) define al saber cómo una serie
de elementos, co-relacionados lógicamente entre sí, relativos a la memoria de
eventos físicos o psíquicos que dejan su impronta en un soporte material (por lo
que esta definición del saber implica suponer un saber en las moléculas, las
entidades inanimadas en general, las bacterias, las plantas, los animales, el
hombre) mientras que el conocimiento es definido como “un saber expresado
en palabras”, por lo cual, la diferencia entre “saber” y “conocimiento” radica en
que la característica propia de este último es el lenguaje humano.
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(Amilburu, 2010). La Filosofía de la Educación no pretende elaborar “una gran
teoría” en el sentido epistemológico fuerte de la palabra (Pring, 1978) -un
sistema unificado de proposiciones, semejante a las teorías científicas-, sino
llevar a cabo una reflexión crítica y sistemática sobre la educación de la que se
puedan extraen conclusiones que permitan entender y afrontar mejor los
problemas de la práctica educativa.
En este sentido podemos decir que la educación tiene que ver con la transmisión
y la adquisición deI saber. El pensamiento de la educación debe preocuparse
por la relación entre el saber y la vida humana o, si se quiere, por el valor deI
saber para orientar y dar sentido a la vida de los hombres. Cuando decimos que
la educación debe preparar "para la vida" queremos decir que debe preparar
para "ganarse la vida" y para "sobrevivir" de la mejor forma posible en un
"entorno vital" (entendido como una especie de nicho ecológico) cada vez más
complejo. En estas condiciones, es claro que la mediación entre el saber y la
vida no es otra que la apropiación utilitaria deI saber en relación con las
necesidades de la vida o, lo que es lo mismo, con las necesidades deI Mercado
y los fines deI Estado.
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deI conocimiento) ni la vida como satisfacción de necesidades reales o inducidas
(piénsese lo que significa para nosotros "calidad de vida" o "nivel de vida"). Pero
si nos preguntamos por el valor deI saber para la vida quizá la pregunta.
Para cerrar esta relación entre los conceptos de saber y conocimiento con la
filosofía de la educación, me gustaría citar las palabras al Dr. Mauricio Langón:
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reconoce que no sabe nada, aquel que es consciente de su propia ignorancia.
Por ende, podemos decir sin lugar a dudas que en este sentido Sócrates es
sabio: porque no pretende, ingenuamente, como los demás, saber lo que no
sabe. Sumado a esto, como ya mencioné anteriormente, en el punto uno, él
aportó la idea de que nunca un saber está terminado, siempre se tiene que
cuestionar y trabajarlo para así alcanzar una verdad temporal que deberá ser
cuestionada nuevamente. Él mediante la mayéutica ayuda a las almas de los
interrogados a dar a luz los conocimientos que están grávidas. Esto consiste sólo
en ayudar o guiar al discípulo, y no en transmitirle información. Por eso el
procedimiento que utiliza no es el de la disertación, el de la conferencia, el del
manual, sino sencillamente el diálogo. Para que su aprendizaje sea genuino,
tiene que comportarse activamente, pues tan sólo con su propia actividad llegará
al saber. Lo que se busca no es "informar", entonces, sino "formar", para
emplear expresiones más actuales. La verdadera "ciencia", entonces para él,
el conocimiento en el sentido superior de la palabra, es el saber que cada uno
encuentra por sí mismo. Es por esto que podemos decir que enseñar, en el
sentido superior y último de la palabra, no puede consistir en inculcar
conocimientos ya listos en el espíritu de quien simplemente los recibiría, no
puede ser una enseñanza puramente exterior, sino preparar e incitar el espíritu
para el trabajo intelectual, y para que se esfuerce por su solución. El maestro no
representa más que un estímulo; el discípulo, en cambio, debe llegar a la
conclusión correcta mediante su propio esfuerzo y reflexión. Es decir, Sócrates
sostiene que el interrogado no hace sino encontrar en sí mismo, en las
profundidades de su espíritu, conocimientos que ya poseía sin saberlo. De algún
modo, el alma descubre en sí misma las verdades que desde su origen posee de
manera "cubierta", des-oculta el saber que tiene oculto; la condición de
posibilidad de la mayéutica reside justo en esto: en que el alma a que se aplica
esté grávida de conocimiento.
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Ésta ha contemplado en el más allá el saber que ha olvidado al encarnar en un
cuerpo, pero que justamente "recuerda" gracias a la mayéutica: "conocer" y
"aprender" son así "recuerdo", anamnesis (o) "reminiscencia". Con la frase
"mundo invisible" traducimos "en el (mundo de) Hades", nombre del dios que
presidía la región adonde iban las almas de los muertos, el "otro" mundo, y
nombre que literalmente significaría "in-visible". Esa expresión es un recurso
literario-mitológico utilizado aquí para contraponer a las cosas sensibles, otros
entes que no cambian, y al conocimiento sensible otro de especie totalmente
diferente. De hecho, hay en el hombre, además del conocimiento empírico, a
posteriori, es decir, referido a las cosas sensibles, a las cosas de este mundo,
otro conocimiento radicalmente diferente, que no depende de la experiencia, es
decir racional o a priori, y que por tanto se refiere a los no-sensible, a lo in-
visible. Platón está persuadido de que el verdadero saber no puede referirse a lo
que cambia, sino a algo permanente; no a lo múltiple, sino a lo uno. Ese algo
invariable y uno lo había encontrado Sócrates en los conceptos: lo universal y
uno frente a la singularidad y multiplicidad de los casos particulares. Es por esto
que él se propondrá completar estas dos lagunas: precisar, de un lado, la índole
o modo de ser de los conceptos -que llamará "ideas”-, e investigar, de otro lado,
todo su dominio: no sólo' los conceptos éticos, sino también los matemáticos, los
metafísicos, etc. Esto lo hace mediante la distinción de dos mundos: el mundo
sensible y el mundo inteligible, los cuales van a proporcionar dos clases de
“conocimientos”. El llamado conocimiento sensible (mundo sensible), el cual
no debería ser llamado "conocimiento", sino meramente opinión (dóxa), porque
es siempre vacilante, confuso, contradictorio del verdadero conocimiento
(episteme), el cual deberá ser de especie totalmente diferente del que
proporcionan los sentidos (mundo inteligible); no vacilante y contradictorio, como
el que la percepción suministra, sino constante, riguroso y permanente (ciencia).
Además, en el “árbol de Porfirio” (esquema en el que se encuentran
orgánicamente ordenadas, subordinadas las más particulares a las más
generales, formando de esta manera una especie de pirámide), se puede ver en
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el vértice a la idea suprema, la "Idea de las ideas", la Idea del Bien (en una
palabra, constituye lo absoluto –anhypótheton-); ésta entonces fundamenta
todas las demás y les da sentido, y a su luz tan sólo se llega al conocimiento
perfecto, del depende la felicidad. Tiene que incluir la comprensión del orden
moral y físico del universo entero. Como objeto de un propósito atribuido a una
Razón divina operante en el mundo, este Bien supremo hace inteligible al
mundo, tal como una obra de la industria humana se vuelve inteligible cuando
percibimos el propósito para el que se la destinó.
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Biografía
Carpio, A (1974). El descubrimiento del concepto. Sócrates. Principios de
filosofía, una introducción a su problemática (60-77).
Carpio, A (1974). El mundo de las ideas. Platón. Principios de filosofía,
una introducción a su problemática (78-106).
Carpio, A (1974). El mundo de las substancias. Aristóteles. Principios de
filosofía, una introducción a su problemática (107-124).
Practica Filosófica (agosto, 2019). Debate Filosófico: ¿Fue Sócrates un
buen maestro de filosofía?. https://www.youtube.com/watch?
v=G_Z2X3jRF2I
Amilburu, M. Filosofía de la Educación
Tisnes, H (2018). Saber y Conocimiento: una aproximación plural.
Departamento de Psicología.
Larrosa, J: Saber y educación, en Houssaye, Jean (compilador),
Educación y Filosofía. Enfoques contemporáneos, Bs As, Eudeba, 2003,
pp 193-217.
Una pedagogía del mundo. Aproximación a la filosofía de la educación de
Hannah Arendt Fernando Bárcena Universidad Complutense de Madrid.
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