Está en la página 1de 22

UCA – Filosofía y Antropología– 2020 Prof. Lic.

Leonardo Caviglia Grigera

FILOSOFIA COMO CIENCIA y LA FILOSOFÍA Y LAS CIENCIAS

Veamos ahora la definición real o esencial de la Filosofía:

FILOSOFÍA: “Ciencia que estudia todas las cosas (toda la realidad), por sus causas primeras (y
razones últimas) a la sola luz de la razón natural”.

En toda definición real o esencial se enuncian el objeto material, el objeto formal y el método.
Analicemos las partes de la definición:
- “ciencia”: No todo conocimiento es científico. Existe un conocimiento vulgar y otro que se podría
denominar científico o, simplemente, “saber”. Este es un conocimiento organizado, sistemáticamente
adquirido y de y por las causas.
Según Aristóteles, filósofo ateniense del siglo IV a.C., ciencia es “el conocimiento cierto por
las causas”, siendo “causa” “aquello a partir de lo cual algo se sigue con dependencia en el ser”.
Otra definición más moderna nos indica que la ciencia es “el conjunto de conocimientos,
metódicamente adquiridos y sistemáticamente organizados”.
- “Todas las cosas”: ningún ente escapa al objeto de estudio de la filosofía. Esto es lo que constituye
su objeto material. A diferencia de la Filosofía, las ciencias particulares o positivas estudian sólo un
sector o región de los seres.
- “Por sus causas primeras o últimas”: Esto es lo que constituye el objeto formal o punto de vista
desde el cual se estudia el objeto material, y es lo que distingue a las ciencias entre sí. Como se dijo
anteriormente toda ciencia es un conocimiento por las causas, pero existen diferentes tipos de causas:
- las inmediatas o segundas: son aquellas que se encuentran próximas al efecto. Son las
estudiadas por las ciencias particulares o positivas.
- las primeras: son aquellas que no son causadas por otras. Son primeras en el ser. Y por estar
más alejadas del efecto se las denomina últimas. Son últimas en el conocer.
- “A la sola luz de la razón natural”: Esto constituye el método de la Filosofía. En virtud del método
se distingue la filosofía de la teología que estudia a su objeto (Dios y la Creación) a través de la fe y la
razón.

A partir de esta definición, podemos distingue tres grandes formas del saber humano y distinguirlo
entre sí:

- El saber científico particular.

- El saber filosófico.

- El saber teológico.

1
UCA – Filosofía y Antropología– 2020 Prof. Lic. Leonardo Caviglia Grigera

Las grandes preguntas filosóficas y las disciplinas que intentan contestarlas

Abierto así el camino, pueden esbozarse metódicamente los grandes temas que interesan a la Filosofía
y aludir a las disciplinas que intentan darles respuesta:

a) Dado que lo primero que conocemos es el mundo sensible que nos rodea, surge el problema acerca
de la naturaleza y constitución profundas del mismo; ante todo, el de los entes que lo componen, el del
movimiento o cambio a que se encuentran sometidos, etcétera. Dichos temas son abordados por la
Filosofía de la naturaleza, y más específicamente por la Cosmología, que es parte de ella.

b) Luego, si reflexionamos sobre nuestro conocer y nuestro querer y actuar, nos captamos a nosotros
mismos desde dentro, y por cierto nos captamos también por fuera, por medio de los sentidos externos,
dándonos cuenta también de la existencia de otros hombres, de animales, vegetales y por último de
minerales. Los problemas que todo esto suscita corresponden también al ámbito de la Filosofía natural,
por tratarse de entes todos ellos sensibles corpóreos. Una parte de esta disciplina es la Antropología
Filosófica, que estudia específicamente al hombre.

c) Si mediante un mayor esfuerzo y penetración intelectuales consideramos el ente en cuanto ente,


prescindiendo de toda materialidad en aquellos seres que la tengan, estamos situándonos en el ámbito
propio de la Metafísica1.
Dentro de esta ciencia suele ubicarse la crítica del conocimiento o Gnoseología, que estudia el modo
en que los sentidos, y ante todo la inteligencia humana, pueden captar los entes que nos rodean.

d) Pero siendo el hombre un ente libre, esto es, teniendo su voluntad libre albedrío, surge el problema
de cuándo y por qué sus actos son buenos o malos. La respuesta a esta cuestión será dada por la Ética
o Moral.

e) Además de los entes ya mencionados, existen otros denominados "técnicos". De éstos se ocupan las
artes mecánicas o técnicas (que estudian los productos artesanales o industriales, el modo de su
elaboración, etc.) y las bellas artes, las cuales se sitúan dentro del marco de la disciplina denominada
modernamente Estética o Filosofía del arte.

f) Finalmente, cabe destacar que, así como nuestra inteligencia conoce diversos seres, puede por
reflexión volver sobre sí misma y entender de qué modo ella entiende.
De todo esto se ocupa la Lógica, la cual nos dice cómo podemos pasar válidamente de algo conocido a
aquello aún no conocido. En una exposición metódica de la Filosofía debe enseñarse en primer
término, pues indica el modo general de proceder en todas las demás ciencias.

DIVISIÓN DE LA FILOSOFÍA

Tiene su origen en Aristóteles, y corresponde a la concepción amplia y tradicional de la Filosofía. En


primer lugar, la Filosofía se divide por su fin: si tiene por fin el conocer simplemente la verdad,
tenemos la Filosofía especulativa o teórica; si conoce la verdad, pero para dirigir la acción, estamos en
la Filosofía práctica.

1
La Metafísíca (metá: más allá; physica: física): cíencia que está más allá de la Física y que llega más allá de las cosas
meramente físicas, dado que, al tener por objeto propio (llamado "objeto formal") el ente en cuanto ente se extiende a
todo ente, incluso a los que no son físicos o materiales.
2
UCA – Filosofía y Antropología– 2020 Prof. Lic. Leonardo Caviglia Grigera

La Filosofía especulativa, a su vez, comprende, como instrumento, una metodología general y una
introducción, la Lógica, y como partes principales según tipos o grados progresivamente profundos de
abstracción. La Filosofía natural (comprendiendo la Psicología filosófica, cuya culminación es la
Antropología filosófica), la Filosofía matemática y la Metafísica. La primera tiene por objeto propio o
formal al ente mutable (el ente corpóreo, sometido a cambios sustanciales y accidentales); la segunda,
el ente cuantitativo, abstraído de la mutabilidad y sensibilidad, y se prolonga en el estudio de entes
que, fundados en la cantidad, ya no son propiamente cantidad, como en la Matemática superior; la
tercera -según ya dijimos en otro lugar- el ente en cuanto ente.

La Filosofía práctica, a su vez, puede tener por fin el obrar del hombre, en busca de su debido bien, o
puede destinarse a dirigir su hacer, esto es. su construir obras exteriores. La primera es la Ética o
Moral; la segunda, las técnicas o artes mecánicas.

Tenemos, así, el siguiente cuadro de la división de la Filosofía:

Filosofía:

1) Racional o instrumental: Lógica

2) Especulativa
 Filosofía de la Naturaleza: ente mutable
 Antropología Filosófica: el ente viviente (en especial del hombre)
 Filosofía matemática: ente cuantitativo
 Metafísica: ente en cuanto ente.

3) Práctica
 del obrar: Ética o Moral
 del hacer: técnicas o artes mecánicas.

Leer el texto “Filosofía y Ciencias Particulares” de Juan José Sanguineti

3
UCA – Filosofía y Antropología– 2020 Prof. Lic. Leonardo Caviglia Grigera

A continuación vamos a leer el texto “Más allá de la ciencia” de José Ramón Ayllón
(del libro “En torno al hombre)

J.R. Ayllón, “En torno al hombre”


Capítulo II

MÁS ALLÁ DE LA CIENCIA

“Las más hondas palabras


del sabio nos enseñan
lo que el silbar del viento cuando sopla
o el sonar de las aguas cuando ruedan”
A. Machado.

I. CIENCIA Y CIENTIFICISMO. OPTIMISMO Y DESENGAÑO.

Poco después de obtener el Premio Nobel por sus investigaciones en el campo de la


neurocirugía, John Eccles escribía estas reveladoras palabras:

“Una insidia perniciosa surge de la pretensión de algunos científicos, incluso eminentes,


de que la ciencia proporcionará pronto una explicación completa de todos los fenómenos del
mundo natural y de todas nuestras experiencias subjetivas: no sólo de las percepciones y
experiencias acerca de la belleza, sino también de nuestros pensamientos, imaginaciones,
sueños, emociones y creencias (…). Esta extravagante y falsa pretensión ha sido calificada
irónica por Popper como “materialismo promisiorio”. Es importante reconocer que, aunque un
científico pueda formular esta pretensión, no actúa entonces como científico, sino como un
profeta enmascarado de científico. Eso es cientifismo, no ciencia, pero impresiona fuertemente
al profano, convencido de que la ciencia suministra la verdad. Por el contrario, el científico no
debe pretender que posee un conocimiento cierto de toda la verdad. Lo más que podemos hacer
los científicos es aproximarnos más de cerca de un entendimiento verdadero de los fenómenos
naturales mediante la eliminación de errores en nuestras hipótesis. Es de la mayor importancia
para los científicos que aparezcan ante el público como lo que realmente son: humildes
buscadores de la verdad.”

El sueño de una ciencia que lo sepa y lo pueda todo procede quizá del Siglo de las Luces: en
medio de un mundo dominado y sin secretos, el hombre alcanzaría la felicidad para siempre. Pero el
sueño de la Ilustración se convirtió en algo peor que una pesadilla: el horror gigantesco de dos guerras
mundiales.
Rodeada por los avances tecnológicos más asombrosos, la mitad de la humanidad ha sufrido
también medio siglo largo de totalitarismo comunista, un sistema calificado como la más empresa
carcelaria de toda la Historia.
Cabe sospechar, a la vista de tales resultados, que la pretensión de conseguir respuestas
científicas para todo, científicas soluciones absolutas, es una superstición. Es otorgar a la ciencia
poderes que no tiene ni puede ni podrá tener.
La mentalidad cientifista del que sale a la calle gritando “tengo respuestas: ¿dónde están las
preguntas?”, es de una gran simplicidad. Sin embargo, es una mentalidad demasiado corriente. En
4
UCA – Filosofía y Antropología– 2020 Prof. Lic. Leonardo Caviglia Grigera

revistas y libros de divulgación científica es fácil encontrar planteamientos que –a menudo que
respondan a móviles ideológicos o económicos- resultan grotescos. Un científico prestigioso como
Hoyle, por ejemplo, es capaz de asegurar que “si la gravedad fuese menor en la Tierra, no cabe duda
de que las aves (…) podrían adquirir cerebros pensantes, y entonces resultaría poco probable el
dominio del hombre”. Para Hoyle, el vuelo exige un cerebro poco pesado; con menos gravedad, el
cerebro de las aves podría ser mayor, y llegaría a pensar (). El razonamiento parece de ciencia-
ficción, pero además, si el pensamiento depende del tamaño del cerebro, uno se pregunta por qué los
elefantes no son sabios. Y si la gravedad fuera menos, ¿sólo el cerebro de las aves tendría derecho a
crecer?

2. LA CUESTIÓN DEL SENTIDO

Aun cuando la ciencia sea rigurosa, es preciso admitir que una imagen del mundo puramente
científica será siempre incompleta, parcialmente real. Es muy posible que la existencia del Universo
no carezca de sentido. Y es seguro que el hombre necesita encontrar un sentido a su vida. Pero el
sentido no es una cuestión científica, está más allá de los porcentajes y de las ecuaciones, como lo
están también los proyectos, las intenciones y las esperanzas…
Cuando Otto Hahn descubrió la fisión del átomo de uranio, puso el último eslabón de la teoría
que hizo posible la bomba atómica. La noticia de la destrucción de Nagasaki le llegó al campo de
concentración inglés donde se encontraba internado. Su reacción fue intentar abrirse las venas con los
alambres de espino que cercaban el campo. Por fortuna, sus compañeros lograron disuadirle, y
escucharon esta confesión desolada: “Acabo de advertir que mi vida en conjunto carece de sentido. He
investigado por puro deseo de revelar la verdad de las cosas, y el saber teórico acaba de convertirse en
poder aniquilador.”
El desengaño de Otto Hahn es el desengaño de toda una época. Una sobrecogedora impresión
de amargura invadió a todos los que se habían empeñado en alcanzar la pretendida cima del
conocimiento. El mito del eterno progreso les decía que la máxima ciencia llevaba a la máxima
felicidad. Pero “esta ilusión multisecular hizo quiebra en las trincheras de Verdún. La Primera Guerra
Mundial puso trágicamente de manifiesto que el saber teórico puede traducirse en saber técnico y en
poder sobre la realidad, pero no conduce automáticamente a una mayor felicidad de los hombres si
quienes ostentan tal poder y saber carecen de una conciencia ética adecuada a su responsabilidad. En
qué consiste esta ética no lo determina la ciencia, sino la Filosofía. Tras siglos de febril incremento del
saber científico, éste acaba mostrándose en la situación límite de la guerra como una actividad humana
sumamente menesterosa” (López Quintás).
Por la misma época, Husserl, que había abandonado las Matemáticas por la Filosofía,
desenmascaraba el cientifismo con palabras severas: “La ciencia no tiene nada que decir sobre la
angustia de nuestra vida, pues excluye por principio las cuestiones más candentes para los hombres de
nuestra desdichada época (…): las cuestiones del sentido o sinsentido de la existencia humana”.

3. DESCARTES: EL PRECIO DE LA EXACTITUD

Desde que nace la ciencia moderna con sus descubrimientos maravillosos, con leyes de una
exactitud asombrosa, y con el fruto sabroso de una técnica que eleva enormemente la calidad de vida,
nace también la tentación de conocer toda la realidad con exactitud matemática. Y como ello no es
posible, el precio que se paga por esa exactitud va a ser el reduccionismo.
Abundan los ejemplos. Uno de los más característicos lo ofrece el intento de explicar la
inteligencia humana. Quizá resulte imposible saber exactamente qué es el pensamiento, pero si
reduzco el problema a una cuestión de neuronas puedo tener una tranquilizante impresión de exactitud:
1.350 gramos de cerebro humano constituido por 100.000 millones de neuronas, cada una de lsa cuales
forma entre 1.000 y 10.000 sinapsis y recibe la información que le llega de los ojos a través de un
5
UCA – Filosofía y Antropología– 2020 Prof. Lic. Leonardo Caviglia Grigera

millón de axones empaquetados en el nervio óptico. Por lo demás, toda neurona es una célula viva que
puede ser explicada por la química orgánica.
Así pues, puedo explicar lo suprabiológico en clave biológica; y entender la biología como
procesos químicos; y expresar lo químico de forma matemática. Ahora bien, lo que siempre se
preguntará cualquier lector medianamente crítico es qué tienen que ver el carbono, el hidrógeno, las
neuronas y la expresión matemática de sus procesos, con algo tan poco matemático como sostener la
más inocente de las conversaciones, entender un chiste o captar el cariño de una mirada.
A pesar de ello, el empeño por conocer toda la realidad con una exactitud semejante a la del
conocimiento matemático se dio en Descartes con fuerza irresistible. Pero Descartes olvidó algo
esencial: que las matemáticas son exactas a costa de considerar únicamente los aspectos cuantificables
de la realidad. Pueden afirmar que la vía férrea mide 3.200 km, y que este halcón pesa tres kilos.
Ambas magnitudes también pueden ser exactas, pero su exactitud no dice nada sobre las propiedades
del hierro y las cualidades del halcón. Lo real nunca podrá expresarse totalmente en cifras, porque las
cifras sólo expresan magnitudes, y la magnitud es sólo un aspecto mínimo de las cosas.
Los números no son entes ni cualidades de los entes. Son signos convencionales con los que el
hombres expresa parte de la realidad: delante de mí pasan dos hombres, veo que son dos, pero el
número 2 no me dice si son hermanos, padre e hijo, buenos amigos o simples desconocidos; tampoco
me informa sobre sus gustos, sus manías o sus enfermedades. Saber que son dos hombres es saber con
exactitud que son dos, y nada más. Por eso, la sola exactitud matemática es un conocimiento
notoriamente insuficiente.
Además del falseamiento reduccionista, la pasión por conquistar la exactitud llevó a Descartes
a invertir la naturaleza del conocimiento. Sabemos que la verdad surge en el hombre cuando lo que
conoce coincide con la realidad. Pero lograr esa coincidencia no siempre es fácil, y Descartes quiere
un conocimiento sin margen de error. ¿Cómo lograrlo? Aceptando como verdades únicamente las que
presentan una coherencia racional subjetiva. La inversión cartesiana consiste en hacer depender la
verdad no de la realidad sino de mi voluntad, que es quien aprueba la coherencia de mis ideas.
Confundida la verdad con la coherencia, la voluntad se encargará, cuando la realidad se
presente oscura y compleja, de elaborar coherencias subjetivas tranquilizadoras, tan sólidas como las
matemáticas. Y de la exactitud matemática se tenderá a la exactitud total, cediendo a la tentación de
descubrir el secreto último de lo real; es decir, de proponer una teoría definitiva y autoconvencerse de
su verdad: todo es extensión y pensamiento, dirá Descartes.
Cuando lo real es evidente, el método cartesiano resulta inofensivo: ahí está el sol, y yo no
dudo de ello. El peligro aparece cuando el objeto de conocimiento ya no es tan radiante y evidente,
porque entonces Descartes decide otorgarle una claridad subjetiva sobre la que pretende apoyar una
verdad indudable. Hasta Descartes, la evidencia se fundaba en la realidad; desde Descartes, es
elaborada por la inteligencia y admitida por la voluntad.

4. COMTE: BALANCE DEL POSITIVISMO

La Ilustración exclamó: ¡Basta! El hombre ha vivido hasta ahora prisionero de creencias


irracionales y de saberes supersticiosos, basados en la autoridad y en la costumbre. Pero ha llegado la
hora de la Razón: ella arrinconará a la ignorancia, iluminará el camino y dirigirá los destinos de la
humanidad.
Para el pensamiento ilustrado, fielmente expresado en la Enciclopedia, los conocimientos
religiosos y metafísicos no son más que explicaciones ingenuas que elabora el hombre no científico.
Pero el progreso de la ciencia acabará por iluminar todos los sectores y aspectos oscuros de la realidad,
y mostrará la esterilidad de tales pseudociencias.
Augusto Comte, hijo legítimo de la Ilustración, supuso que la humanidad atraviesa en su
historia tres etapas sucesivas: la religiosa, la metafísica y la científica o positiva. Por eso denomina
positivismo a su sistema. Según él, el hombre primitivo ignora todo, teme todo y cree que las fuerzas
6
UCA – Filosofía y Antropología– 2020 Prof. Lic. Leonardo Caviglia Grigera

de la naturaleza son dioses y espíritus superiores. Con el tiempo, la razón va depurando esta
explicación politeísta hasta llegar a un solo Dios, concebido como supremo principio metafísico. Pero
la evolución constante de la razón acaba por descubrir que la metafísica es irreal e innecesaria: para
explicar totalmente el Universo basta con el conocimiento científico basado en la observación de los
hechos y en la deducción matemática. El misterio desparece y se convierte en problema; es decir, en
algo que se resolverá cuando poseamos todos los datos.
Esta ley de los tres estadios –religioso, metafísico y científico o positivo- es ciertamente
pintoresca. Si la Metafísica sustituye a la Religión, ¿cómo explica Comte que los europeos de los
siglos góticos sintieran una atracción irresistible por la Metafísica y, a la vez, fueran hombres
profundamente religiosos? Y si la ciencia entierra a la Religión y a la Metafísica, ¿qué decir cuando
los científicos más grandes se declaran íntimamente metafísicos y religiosos? Comte quiso acabar con
la Filosofía y la Religión, y consiguió que las tesis positivistas fueran para muchos intelectuales los
dogmas de una nueva religión laica. Científicos y hombres de letras creyeron ciegamente los
postulados más dudosos y las conclusiones más ingenuas. En nombre de la ciencia triunfó demasiadas
veces la credulidad. Asombra, por ejemplo, que hombre como Baroja llegaran a sostener ideas como
las que aplica a uno de sus personajes: “No era científicamente un poco absurdo el furor que le entraba
muchas veces al ver las injusticias del pueblo? (…) ¿No estaba también determinado , no era fatal el
que su cerebro tuviera una irritación que le hiciera protestar contra aquel estado de cosas
violentamente?”
El caso es que el positivismo dominó gran parte de la cultura europea durante un siglo. Fueron
los años en los que la revolución industrial y científica llevaron a pensar, con entusiasmo general, que
el progreso humano y social, además de constituir la verdadera y única fuente de la felicidad, era
imposible de detener. Antiseri y Reale señalan los siguientes rasgos de esta compleja corriente de
pensamiento:

1. A diferencia del idealismo, en el positivismo se reivindica el primado de la ciencia: sólo


conocemos aquello que nos permiten conocer las ciencias. La ciencia es el único medio de
solucionar todos los problemas individuales sociales que agobian a los hombres.
2. Nace la sociología, entendida como la ciencia de los hechos constituidos por las relaciones
humanas.
3. La época del positivismo se caracteriza por un optimismo general, que surge de la certidumbre
en un progreso imparable que avanza hacia un bienestar generalizado, en una sociedad pacífica
y llena de solidaridad entre los hombres.

Así pues, el positivismo tiende a cierto totalitarismo ideológico, pues identifica su verdad con toda
la verdad, y pasa por alto lo que Dostoievski denominaba la mitad superior del ser humano, ese
complejo mundo de la interioridad personal. De los positivistas se puede decir, con palabras de
Antonio Machado, que desprecian cuanto ignoran. Precisamente Einstein escogió la palabra
misterio para expresar la incalculable racionalidad del Universo, añadió que ahí se encontrará
siempre el punto débil de los positivistas.
No es necesario repetir que la verdad científica no es toda la verdad, y que la verdad del
positivismo tampoco es toda la verdad de la ciencia. Esa mitad superior del ser humano siempre
estará por encima de los fríos datos de laboratorio, y así lo expresa, con versos contundentes, E. E.
Cummings:

Mientras tú y yo tengamos labios y voz


para besar y para cantar
¿qué nos importa si algún hijo de tal
inventa un instrumento para medir la primavera?

7
UCA – Filosofía y Antropología– 2020 Prof. Lic. Leonardo Caviglia Grigera

El positivismo aspira a la objetividad, pero tampoco la objetividad es toda la verdad. “La


versión integral de la realidad no es, como tantas veces se supone, el puro objeto, sino esa
complejísima trama de lo objetivo y lo subjetivo que constituye la existencia” (E. Sábato).
Existen múltiples ejemplos. Para la objetividad, el resultado de una guerra como la del Golfo
(1991) se puede resumir en estas palabras de la prensa: “En cuarenta días de guerra y cien horas de
ofensiva terrestre, Estados Unidos y sus aliados han dejado muertos a cien mil soldados iraquíes y
heridos de gravedad a cincuenta mil; han hecho casi doscientos mil prisioneros; han destrozado
cuarenta y una de las cuarenta y dos divisiones de Sadam liquidado la Marina, gran parte de la
aviación y casi todo el armamento blindado iraquí, además de destruir centrales eléctricas,
edificios oficiales, centros informáticos, depósitos de combustible, aeropuertos, puentes, nudos de
comunicación y otros muchos millares de objetivos estratégicos. Todo esto lo consiguieron los
aliados con un número de muertos inferior al que hubo en las carreteras españolas en el último
puente de Navidad.”
La noticia es objetiva. Pero la verdad está muy por encima de la objetividad, porque “cualquier
coste en vidas está por encima de nuestra capacidad de valorar” (George Bush). Porque un soldado
muerto es mucho más que un número menos en el total de combatientes. Era un simple muchacho
nerviosos y con miedo, una figurilla insignificante en el desierto, pero tenía detrás centenares,
millares de antepasados, siglos innumerables de herencia. Y le iban a seguir muchas
generaciones… Un diminuto trozo de metal bastó para acabar con todo. Cada soldado caído tuvo
una historia diferente, privada. Cada uno tuvo que interrumpir un amor, una ilusión, una
esperanza. Y todo eso es imposible de ser reflejado, aun por la más escrupulosa objetividad.
Fueron precisamente los horrores de las guerras mundiales los que acabaron con el sueño
positivista de un mundo feliz por el camino de la ciencia.

4. REALIDADES EXTRACIENTÍFICAS

El éxito de la ciencia, y también su límite, consiste en su capacidad de cuantificar. Pero los


aspectos cuantificables de la realidad no son toda la realidad. Tú pesas 70 kg, pero tú no eres 70
kg. Y mides 180 cm, pero no eres 180 cm. Las dos medidas son exactas, pero tú eres mucho más
que una suma exacta de centímetros y kilos. Tus dimensiones más genuinas no son cuantificables:
no se pueden determinar numéricamente tus responsabilidades, tu libertad real, tu capacidad de
amar, tu antipatía hacia tal persona o tus ganas de ser feliz.
Para ir más allá de lo físico –que es tanto como salir del campo de las ciencias- no es necesario
hablar de otro mundo: lo no material se da en la materia. “Hemos visto la cara de Einstein –escribe
Gilson-, pero ¿hemos visto su saber? Hemos oído su voz, que era material, pero ¿cómo hemos
entendido el sentido de las palabras que pronunciaba? Si existe lo inteligible, existe lo inmaterial; y
puesto que está ligado a nuestro cuerpo, que es material, existe lo inteligible en lo sensible.”
Con otras palabras: un pensamiento no es algo que honradamente podamos calificar de
material: no tiene color, sabor o extensión, y escapa a cualquier instrumento que sirva para medir
propiedades físicas. Volvemos a citar a Eccles: “Los fenómenos mentales trascienden claramente
los fenómenos de la fisiología y la bioquímica.”
Se podría pensar que lo psíquico es mera función del cerebro, lo mismo que la bilis es producto
del hígado: pura secreción de la materia. Pero el hecho de que un proceso mental tanga su sede o
apoyo en un proceso fisiológico no autoriza a identificarlos, sino sólo a señalar su concomitancia.
El aparato eléctrico no funciona sin ser enchufado, pero el enchufe no es la causa de su
funcionamiento ni de la electricidad. Enchufe y cerebro son condiciones, no causas.
Ya hemos dicho que el orden es una cualidad que se da en la materia y no es material. El orden
pone de manifiesto que la realidad ha sido diseñada con precisión, con una finalidad (irónicamente
se ha dicho que “no es temerario creer que el ojo está hecho para ver”). Ese diseño inteligente de
lo real apunta a un diseñador. Un anticlerical como Voltaire reconoce que “hay que taparse los
8
UCA – Filosofía y Antropología– 2020 Prof. Lic. Leonardo Caviglia Grigera

ojos y el entendimiento para pretender que no hay ningún designio en la naturaleza, y si hay
designio hay causa inteligente, existe Dios”.
Dios, sin embargo, no está en el punto de mira de las ciencias particulares, pero a la vez es el
Ser más inevitable, pues constituye la condición última de toda existencia. Aunque el origen
radical del Universo no pertenece al estudio de las ciencias, algunos científicos han vislumbrado
una acción creadora detrás de hipótesis como el Big Bang. A ello se refieren las palabras de Robert
Jastrow, director del Godard Institute of Space Studies de la NASA: “Para el científico que ha
vivido de la creencia en el poder de la razón, la historia de la ciencia concluye como una pesadilla.
Ha escalado la montaña de la ignorancia, y está a punto de conquistar el pico más alto. Y cuando
está trepando el último peñasco, salen a darle la bienvenida un montón de teólogos que habían
estado sentados allí arriba durante bastante siglos.”
Así pues, no es legítima la pretensión de considerar como único objeto de conocimiento lo que
se puede medir, contar y verificar…: expresar numéricamente. El prestigio de la ciencia llena la
Edad Moderna, pero al tomarla como único conocimiento posible, “se observa que no colma la
vida del hombre, pues no habla de valores, de sentido, de metas y de fines, de todo cuanto el ser
humano requiere en su vida diaria auténtica. El mundo de la objetividad científica es un mundo
cerrado e inhóspito” (López Quintás). Más allá de la ciencia hay otra cara de la realidad, la más
interesante, y también la más interesante del ser humano, esa “mitad superior” donde aparecen
aspectos tan poco cuantificables como los sentimientos: no se pueden pesar, pero nada pesa más en
la vida. Se ha dicho que lo más importante en la vida son los amigos, pero la amistad no es asunto
científico.

Para reflexionar y profundizar

1. Definir cientificismo
2. Diferencias entre ciencia y cientificismo
3. ¿Cómo es que Descartes, buscando lo objetivo, cae de lleno en lo subjetivo?
4. ¿Por qué la objetividad positivista no es toda la verdad?
5. “Nunca sabrás sumar lo que te quiero”. ¿Qué razón filosófica se esconde en estas palabras
de una canción?
6. Inmaterial no significa irreal, real no significa material. Explicalo.

9
UCA – Filosofía y Antropología– 2020 Prof. Lic. Leonardo Caviglia Grigera

Selección de textos…
Filosofía y Ciencias
Historia del problema.

El intento de “superar” a la Filosofía con la ciencia experimental: David Hume e Immanuel Kant.

1.- Cuando, convencidos de estos principios, hojeamos los libros de una biblioteca, ¿de qué nos hemos
de deshacer? Si tomamos un volumen – de teología o de metafísica escolástica, por
ejemplo- preguntémonos:...
¿Contiene razonamientos basados sobre la experiencia y referentes a los datos de hecho o
la existencia de las cosas? No. Entonces, hay que entregarlos a las llamas, ya que sólo
pueden contener sofismas y engaños.
(David Hume(1711-1776) , Investigaciones sobre el entendimiento humano)

2.- El que la metafísica haya permanecido hasta el presente en un estado tan


vacilante, inseguro y contradictorio, se debe únicamente al hecho de no haberse
planteado antes el problema -y quizá ni siquiera la distinción- de los juicios
analíticos y sintéticos. De la solución de este problema o de una prueba suficiente
de que no existe en absoluto la posibilidad que ella pretende ver aclarada, depende
el que se sostenga o no la metafísica… Según las conclusiones de Hume, todo lo que llamamos
metafísica vendría a ser la mera ilusión de pretendidos conocimientos racionales de algo que, de
hecho, sólo procede de la experiencia y que adquiere la apariencia de necesidad gracias a la
costumbre. …
Como tales ciencias ya están realmente dadas, es oportuno preguntar cómo son posibles, ya que el
hecho de que deben serlo queda demostrado por su realidad, Por lo que se refiere a la metafísica, la
marcha negativa que hasta la fecha ha seguido hace dudar a todo el mundo, con razón, de su
posibilidad. Esto por una parte; por otra, ninguna de las formas adoptadas hasta hoy por la metafísica
permite afirmar, por lo que a su objetivo esencial atañe, que exista realmente:
No obstante, de alguna forma se puede considerar esa especie de conocimiento como dada y, si bien la
metafísica no es real en cuanto ciencia, sí lo es, al menos, en cuanto disposición natural (metaphysica
naturalis). En efecto, la razón humana avanza inconteniblemente hacia esas cuestiones, sin que sea
sólo la vanidad de saber mucho quien la mueve a hacerlo. La propia necesidad la impulsa hacia unas
preguntas que no pueden ser respondidas ni mediante el uso empírico de la razón ni mediante los
principios derivados de tal uso. Por ello ha habido siempre en todos los hombres, así que su razón se
extiende hasta la especulación, algún tipo de metafísica, y la seguirá habiendo en todo tiempo.
Preguntamos, pues:
¿Cómo es posible la metafísica como disposición natural?, es decir, ¿cómo surgen de la naturaleza de
la razón humana universal las preguntas que la razón pura se plantea a si misma y a las que su propia
necesidad impulsa a responder lo mejor que puede?
… En último término, la critica de la razón nos conduce, pues, necesariamente a la ciencia. Por el
contrario, el uso dogmático de ésta, sin critica, desemboca en las afirmaciones gratuitas -a las que
pueden contraponerse otras igualmente ficticias- y, consiguientemente, en el escepticismo. [...]
(I. Kant, Crítica de la Razón Pura)

El Positivismo de Augusto Comte: La idealización de la ciencia experimental

10
UCA – Filosofía y Antropología– 2020 Prof. Lic. Leonardo Caviglia Grigera

3.- "El sistema teológico alcanza su más alta perfección cuando substituye el juego variado de las
numerosas divinidades independientes que primitivamente habían sido
imaginadas, por la providencial acción de un ser único. De la misma manera, la
culminación del sistema metafísico, consiste en concebir en lugar de entidades
particulares, una sola entidad general, la naturaleza, aceptada como la fuente
única de todos los fenómenos. Paralelamente, la perfección del sistema positivo,
hacia la cual tiende, aunque probablemente no será nunca alcanzada, consistirá en
la representación de todos los fenómenos observables, como casos particulares de
un solo hecho general, como por ejemplo el de la gravitación universal." (p. 36)

“Sin duda, cuando se contempla el conjunto de trabajos de toda índole, realizado por la especie
humana, debe interpretarse el estudio de la naturaleza, como algo destinado a proporcionar la
verdadera base racional de la acción humana sobre ella, ya que el conocimiento de las leyes de los
fenómenos, cuyo resultado constante es el de hacérnoslos prever, puede conducirnos a modificarlos en
nuestro provecho. Nuestros medios naturales y directos de obrar sobre los cuerpos que nos rodean son
extremadamente débiles y completamente desproporcionados para nuestras necesidades. Siempre que
se ha realizado una acción importante, ha sido únicamente debido a que el conocimiento de las leyes
naturales, nos ha permitido introducir entre las determinadas circunstancias que concurren al
cumplimiento de los diversos fenómenos algunos elementos modificadores, que aunque débiles en sí
mismos, son suficientes en algunos casos para hacer variar en provecho nuestro los resultados
definitivos del conjunto de las causas exteriores. En resumen: la ciencia, para prever; la previsión, para
obrar: ésta es la fórmula más simple, que expresa de una manera exacta la relación general dela ciencia
y el arte, tomando estas dos expresiones en su total acepción.

Todo se reduce a una simple cuestión de hecho: la filosofía positiva que en los dos últimos siglos ha
tomado gradualmente tanta extensión, ¿abarca hoy todos los órdenes de fenómenos? Es evidente que
no, y por lo tanto queda aún, una gran operación científica que realizar, para dar a la filosofía positiva,
ese carácter de universalidad indispensable para su constitución definitiva.

En efecto, entre las cuatro categorías principales de fenómenos naturales, los astronómicos, los
físicos, los químicos, y los fisiológicos, se observa una laguna esencial relativa a los fenómenos
sociales, los cuales, si bien quedan comprendidos implícitamente en los fenómenos fisiológicos,
merecen, bien por su importancia, bien por las dificultades propias de su estudio, formar una categoría
distinta. Este último orden de especulaciones, que hace referencia a los fenómenos más particulares, a
los más complicados y a los más dependientes del resto, ha debido por esto sólo perfeccionarse más
lentamente que todos los precedentes, incluso sin tener en cuenta las especiales dificultades que serán
tratadas más adelante. Sea como fuere es evidente que no han entrado todavía en el dominio de la
filosofía positiva. Los métodos teológicos y metafísicos, que para el resto de los fenómenos han sido
ya abandonados, ya sea como medio de investigación o solamente como medio de argumentación, sin
embargo, son todavía utilizados exclusivamente bajo uno y otro aspecto, para todo lo que concierne a
los fenómenos sociales, aunque su insuficiencia a este respecto, ha sido ya plenamente sentida por
todas las mentes claras fatigadas de esas vanas réplicas interminables entre el derecho divino y la
soberanía del pueblo.

Esta es la única, aunque grande laguna que hay que rellenar para acabar de constituir la filosofía
positiva. Ahora que el espíritu humano ha fundado la física celeste, la física terrestre mecánica o
química, la física orgánica vegetal o animal, fáltale completar el sistema de las ciencias de la
observación fundando la física social. Esta es la más grande y la más acuciante necesidad de nuestra
inteligencia; ésta es, me atrevo a decir, la primera finalidad de este curso, su finalidad especial.

11
UCA – Filosofía y Antropología– 2020 Prof. Lic. Leonardo Caviglia Grigera

Las especulaciones relativas al estudio de los fenómenos sociales que intentaré presentar, y cuyo
germen, espero que este discurso deje ya entrever, no tendrán por objeto dar a la física social, el
mismo grado de perfección que ya poseen las restantes pares de la filosofía natural, lo cual sería
evidentemente quimérico, ya que incluso entre ellas mismas existe una gran desigualdad, por lo demás
inevitable. Pero éstas contribuirán a imprimir a esta última clase de nuestros conocimientos ese
carácter positivo ya alcanzado por todas las otras. Si esta condición se cumple por fin, el sistema
filosófico de los modernos estará definitivamente fundado, pues todos los fenómenos observables
quedarán incluidos en una de las cinco grandes categorías establecidas de los fenómenos astronómicos,
físicos, químicos, fisiológicos y sociales. Cuando todas nuestras especulaciones hayan llegado a ser
homogéneas, la filosofía estará definitivamente constituida en el estado positivo; al no poder ya nunca
cambiar de carácter, sólo le restará desarrollarse indefinidamente mediante las adquisiciones siempre
crecientes que resultarán inevitablemente de nuevas observaciones, o de meditaciones más profundas.
Habiendo adquirido con esto el carácter de universalidad que ahora le falta, la filosofía positiva llegará
a ser capaz de sustituir enteramente, con toda su superioridad natural, a la filosofía teológica y a la
filosofía metafísica, cuya universalidad es hoy su única propiedad real, pero privadas de este motivo
de preferencia, no tendrán para nuestros sucesores más que una existencia histórica.”
Augusto Comte (1798-1857), Curso de filosofía positiva.

El neo-positivismo del siglo XX: sin-sentido de las afirmaciones filosóficas

4.- Nuestra declaración de que las proposiciones de la metafísica carecen completamente de sentido,
de que no afirman nada, dejará, aun entre aquellos que concuerden intelectualmente con nuestros
resultados, un penoso sentimiento de disgusto: ¿cómo es posible que tantos hombres pertenecientes a
los pueblos y épocas más diversos, e incluyendo mentalidades eminentes entre ellos hubieran
derrochado con tan genuino fervor tanta energía en la metafísica para que ella finalmente no
consistiera sino en meras sucesiones verbales sin sentido?, y ¿cómo sería comprensible que estas obras
ejerzan hasta el día de hoy una influencia tan fuerte sobre lectores y oyentes si no contienen ya no
digamos errores, sino que son totalmente vacuas? …
Estas dudas están justificadas, ya que la metafísica posee un contenido -sólo que éste no es teorético.
Las (pseudo)proposiciones de la metafísica no sirven para la descripción de relaciones objetivas, ni
existentes (caso en el cual serían proposiciones verdaderas), ni inexistentes (caso en el cual -por lo
menos- serían proposiciones falsas); ellas sirven para la expresión de una actitud emotiva ante la vida.
(R. Carnap, Superación de la metafísica mediante el análisis lógico del lenguaje, en A.J. Ayer, El
positivismo lógico, p. 80 p. 84-85.)
Para determinar si una sentencia expresa una hipótesis genuina, adopto lo que puede llamarse un
principio de verificación modificado. Porque no exijo por cierto que una hipótesis empírica deba ser
verificable en forma concluyente, sino que haya alguna experiencia posible que sea pertinente para la
determinación de su verdad o falsedad. Si una presunta proposición no consigue satisfacer este
principio, y no es una tautología, entonces sostengo que es metafísica, y que por ser metafísica no es ni
verdadera ni falsa, sino literalmente sin sentido. Se hallará que, de acuerdo con este criterio, gran parte
de lo que habitualmente se considera como filosofía es metafísica, y en particular que no puede
afirmarse en forma significativa que hay un mundo no empírico de valores, o que los hombres tienen
almas inmortales, o que hay un Dios trascendente.
(Alfred Jules Ayer Lenguaje, verdad y lógica, , p. 17-18.).

5.- Consecuencias del cientificismo:

un texto de B. Russell.

12
UCA – Filosofía y Antropología– 2020 Prof. Lic. Leonardo Caviglia Grigera

"Tal es, en esquema, el mundo que la ciencia presenta a nuestra creencia, aunque en realidad tiene aún
menos propósito y está más vacío de significado. En tal mundo o en ninguna parte nuestros ideales deben,
pues, buscar su nido. Que el hombre es producto de causas que no preveían el fin que estaban realizando;
que su origen, crecimiento, temores, esperanzas, amores y creencias son el resultado de accidentales
colocaciones de átomos; que no hay fuego, heroísmo, intensidad de pensamiento o sentimiento que pueda
prolongar una vida individual más allá de la tumba; que esfuerzos de todas las épocas, toda la devoción,
inspiración y brillo meridiano del genio del hombre están destinados a la extinción con la muerte del
sistema solar, y que todo el templo de las hazañas humanas inevitablemente debe enterrarse bajo los
despojos de un universo en ruinas; todas estas cosas, aunque no sin disputa, son, sin embargo, tan
aproximadamente ciertas; que una filosofía que las niegue no puede abrigar esperanzas de subsistencia.
Sólo en la armazón de estas verdades, sólo sobre las firmes bases de una inflexible desesperanza, desde
ahora en adelante podrá construirse con seguridad el habitáculo del alma..."
"Breve e impotente es la vida humana. Lenta y segura, la condenación cae
inexorable y atroz sobre la materia. Ciega para el bien y para el mal, indiferente
ante la destrucción, la materia omnipotente sigue su curso, implacable. Al hombre,
condenado hoy a perder a su ser más querido, condenado a pasar él mismo por la
puerta de la muerte, sólo le es permitido abrigar, antes que caiga el golpe, los
elevados pensamientos que ennoblecen su efímera existencia; desdeñando los
cobardes terrores del esclavo Destino, venerar el altar que sus propias manos han
construido; inflexible ante el imperio del azar, conservar el espíritu libre de la
caprichosa ironía que gobierna su vida exterior; desafiando orgullosamente las
irresistibles fuerzas que toleran por un momento su conocimiento y su
condenación, sostener a solas, cual Atlas cansado e inflexible, el mundo plasmado
por sus propios ideales a pesar de la marcha destructora de la fuerza inconsciente."
(Bertrand Russell, "A Free Man's Worship"-Misticism and Logic, New York, 1918, p.46 y sig.)

6.- Horkheimer recoge en su obra Eclipse of Reason (o “Crítica de la Razón instrumental”, título con el
que aparece en su edición alemana) una serie de cinco conferencias impartidas en la Columbia University
de Nueva York en marzo de 1944. En este trabajo se desarrollan algunos aspectos de la filosofía que en
los últimos años de la segunda Guerra Mundial elaborara en colaboración con Theodor W. Adorno y cuya
obra de referencia es la conocida Dialéctica de la Ilustración.

Crisis de la civilización y rebelión de la naturaleza.
Uno de los aspectos más destacables de su crítica es el
hecho de situar el conflicto hombre-naturaleza en un
primer plano. Este desplazamiento del centro de
gravedad de su pensamiento, no significa de ninguna
manera que el citado conflicto sea desligado en su
análisis del modo de producción capitalista. Para
Horkheimer: “El dominio de la naturaleza incluye el
dominio sobre los hombres. Todo sujeto tiene que
participar en el sojuzgamiento de la naturaleza, tanto
humana como extrahumana. Y no sólo eso, sino que
para conseguirlo tiene que sojuzgar la naturaleza que hay en el mismo”, de manera que “la historia de
los esfuerzos del hombre por sojuzgar la naturaleza es también la historia del sojuzgamiento del hombre
por el hombre”.
Merece la pena reproducir la cita extensamente:
“En otro tiempo el arte, la literatura y la filosofía aspiraban a expresar el significado de las cosas y de la
vida, a ser la voz de cuanto está muerto, a prestar a la naturaleza un órgano para expresar sus
13
UCA – Filosofía y Antropología– 2020 Prof. Lic. Leonardo Caviglia Grigera

padecimientos o, como cabría decir, para llamar a la realidad por su verdadero nombre. Hoy se ha
privado del lenguaje a la naturaleza. Una vez se creyó que toda manifestación, toda palabra, todo grito,
todo gesto tenía un significado interior; hoy se trata de un mero proceso. La historia del niño que,
mirando al cielo, preguntó: -Papá, ¿de qué es un anuncio la luna?; es una alegoría de aquello en que ha
venido a convertirse la relación entre hombre y naturaleza en la era de la razón formalizada. Por una
parte la naturaleza se ve desprovista de todo valor intrínseco o sentido. Por otra, el hombre ha sido
privado de todos los fines salvo el de autoconservación. Intenta transformar todo lo que tiene a su
alcance en un medio para ese fin (…) El antigüo cazador con trampas no veía en las praderas y en las
montañas sino la perspectiva de una buena caza; el hombre de negocios moderno ve en el paisaje una
oportunidad favorable para la instalación de anuncios de cigarrillos. Una noticia que apareció hace
algunos años en los periódicos simboliza muy bien el destino de los animales en nuestro mundo.
Informaba de que en África los aterrizajes de los aviones eran dificultados por las manadas de elefantes y
de otros animales. Así pues, los animales son considerados solamente como obstáculos para el tráfico”.
Para Horkheimer la naturaleza es considerada hoy más que nunca como un mero instrumento de los
hombres. Es el objeto de una explotación total, que no conoce objetivo alguno puesto por la razón, y, por
lo tanto ningún límite. “El dominio de la especie humana sobre la Tierra no tiene parangón alguno con
aquellas épocas de la historia natural en las que otras especies animales representaban las formas más
altas de evolución orgánica” y la raíz de esta situación hay que buscarla “en la estructura de la
sociedad” .
En esta situación el hombre debe enfrentarse a una nueva paradoja. El progresivo dominio del hombre
sobre la naturaleza implica a la vez un progresivo sometimiento del hombre a la naturaleza. Formamos
parte de la naturaleza. Dañarla implica dañarnos a nosotros mismos. La defensa de la Tierra es una
autodefensa. La crisis ecológica global es el resultado final de este sometimiento (“rebelión” de la
naturaleza).
Por la misma razón, Horkheimer no deja de advertir del carácter problemático del concepto de
“progreso”: “la teoría del progreso hipostasía directamente el ideal del dominio de la naturaleza” , “la
elevación del progreso al rango de un ideal máximo prescinde del carácter contradictorio de todo
progreso” , “el triunfo de la civilización (ha sido) demasiado completo como para ser verdadero”.
Este análisis no supone un rechazo ingenuo de la “razón tecnológica”, ni un romántico “retorno a la
naturaleza”, por lo demás imposible, puesto que “en este reloj no cabe dar marcha atrás”. La
emancipación a la que apunta se cumple más bien en la subordinación racional de esas fuerzas, de la
ciencia y de la técnica a la realización de la justicia.
Martínez García, J.A. (2015). Horkheimer y su crítica de la razón instrumental

7.- "Como enseguida advertirá el lector, este libro reúne una serie de reflexiones sobre hipótesis y
hallazgos científicos. No se pronuncia sobre la validez de tal o cual teoría dentro de su ciencia respectiva:
el autor sabe que no tiene idoneidad para ello. Sólo intenta examinarlas desde una perspectiva exterior, la
de la filosofía o la religión; quiere comparar los resultados, insistir en el diálogo entre la innovación
científica y la tradición filosófica, entre la razón y la fe, entre la verdad empírica y la contemplación.
No caben dudas de que en este juego de mutuos enriquecimientos la filosofía obtiene sus
beneficios. Ella está necesitada de este contacto con la ciencia por una razón que podrá sorprender a
algunos. Buena parte de la filosofía actual volvió las espaldas a cuestiones últimas como Dios, el sentido
de la vida, del hombre, de la muerte, del mundo: cuestiones que habitualmente se designaban como
"metafísicas". Pero mientras la filosofía las abandonaba reaparecían, curiosamente, en la preocupación
acuciante de los más grandes hombres de ciencia de nuestro tiempo. El demonio que se exorcizaba en
una casa encontraba refugio en la otra. Es deseable que en esta apertura a la ciencia, la filosofía recupere
su identidad hoy perdida, esa que constituyó su grandeza desde Heráclito hasta Hegel.
Por otra parte, sorprende constatar que el auxilio que el científico espera del filósofo no son el
análisis del lenguaje, ajustes metodológicos, labores domésticas que aquél termina cumpliendo por cuenta
propia, sino las respuestas a los más audaces "porqués" sobre los enigmas últimos de Dios, la vida, el ser,
14
UCA – Filosofía y Antropología– 2020 Prof. Lic. Leonardo Caviglia Grigera

el mundo, la nada: justamente esas respuestas que la filosofía había abandonado en su afán por imitar a la
ciencia, sin advertir que ésta buscaba a su vez, a través de sus figuras mayores, lo mismo que aquélla
había abandonado. Curioso desencuentro que signó la pérdida de vigencia de la filosofía en el cuadro de
las disciplinas orientadoras de nuestro tiempo."
Víctor Massuh, "La flecha del tiempo" (Ed. Sudamericana, Bs. As., 1990. Pág.12 a 14)

Algunas consideraciones sobre el cientificismo y la exageración del método.

8.-"La ciencia, desde cierto punto de vista, la ciencia positiva, para


constituirse en toda su pureza debe luchar contra la inteligencia que busca
demasiado pronto la razón de ser, que no se conforma -y no se conformará
nunca- con relacionar un fenómeno con otro fenómeno (es un trabajo muy
ingrato!). Bajo el impulso del positivismo, la ciencia ha tendido a constituirse
como algo Absoluto, Divino, como una disciplina pura del fenómeno y sus
relaciones; pureza sí, mas pureza que podría también dejarla incontaminada de
realidad, con riesgo de ser la pureza del vacío y de la esterilidad.
Se corre el riesgo de hallarse ante la pura descomposición de lo real, en una ceniza de entes de razón
matemáticos, sin comprender nunca, sin querer comprender, ni tratar de asociar, siquiera oscuramente con
el ser... el sabio positivista, acabará por analizar perfectamente lo real en el orden cuantitativo y material,
mas para no tocar sino cadáveres de realidad."
Jacques Maritain, "Filosofía de la Naturaleza".

9.-"Desde el punto de vista filosófico, enjuiciando la labor realizada por la Ciencia, puede decirse que las
ciencias físicas, en virtud de su específica metodología, captan un aspecto de la naturaleza. La naturaleza
científica es, pues, un aspecto de la verdadera y total naturaleza de las cosas materiales.
La Ciencia moderna ha visto que sólo podía avanzar renunciando a explicar la realidad que aparece
delante del hombre corriente. Para poder mensurar y predecir, ha tenido que renunciar a toda explicación
profunda, ha tenido que prescindir de todos los paradigmas realistas y despojar a los fenómenos físicos de
toda su realidad ingenua para convertirlos en una pura inteligibilidad matemática. La Ciencia se limita a
aplicar un método matemático a la realidad.
Pero como el hombre, por científico que sea, no puede liberarse del instinto metafísico, el más profundo
de su intelecto, no tiene más remedio que dar una explicación. Esta depende, evidentemente, del esquema
filosófico o la filosofía previa explícita o implícita que el científico posea. Entonces, para la Ciencia, la
naturaleza será el conjunto de estructuras fundamentales sólo captables matemáticamente".
de Raimundo Peniker, en "Ontonomia de la Ciencia".

10.- "Entre la imagen del hombre que puede darnos la ciencia y la realidad del hombre hay la misma
diferencia que entre el plano de una ciudad y la vida íntima de sus habitantes. Los polígonos que
representan a escala las casas de vecinos, las fábricas o las granjas no nos ponen en contacto con los
dramas del amor, los celos o los intereses, que constituyen el otro aspecto de la ciudad. Ni tan solo son
capaces de hacérnoslos adivinar. Ambos puntos de vista, el del agrimensor y el de Balzac, son válidos. Es
frecuente que sean correlativos. Pero Balzac y el agrimensor podrán estar horas seguidas hablando de la
misma población sin sospecharlo."
(Lecomte du Nouy, "L'homme devant la science", Paris, 1947,p.228)

11.- La exageración del método.

Eddington pone en escena a un ictiólogo que explora la fauna marina.

15
UCA – Filosofía y Antropología– 2020 Prof. Lic. Leonardo Caviglia Grigera

Intentando hacer una investigación científica, coloca una red y saca cierta cantidad de peces. Examina
su presa y, como hace habitualmente todo científico, trata de clasificar y sistematizar los hechos
recogidos. De ese modo llega a las dos generalizaciones siguientes:
1º Ningún animal marino tiene menos de dos pulgadas de longitud.
2º Todo animal marino posee branquias.

Estas dos generalizaciones son verdaderas respecto a esa presa, y el científico supone, por hipótesis
que seguirán siéndolo siempre que repita la experiencia.
La presa del ictiólogo corresponde a la masa de datos que el científico acumula al explorar el universo.
La red ocupa el lugar del equipo sensorial e intelectual empleado para obtenerlos, es decir, ocupa el
lugar del método científico. El lanzamiento de la red corresponde a las observaciones; efectivamente,
todo conocimiento que o se obtiene o no puede obtenerse por observación cae fuera de la ciencia
experimental.
Un espectador puede objetar que la primera generalización es falsa. “Hay –dice- gran número de
animales marinos cuya longitud es inferior a dos pulgadas; pero resulta que la red de Ud. o está
construida a propósito para atraparlos”. El ictiólogo rechaza esta objeción con desdén: “Todo lo que
no puede capturarse con mi red queda fuera del objeto del conocimiento ictiológico.
En una palabra, lo que mi red no puede atrapar, no es pez. O también aplicando el ejemplo de la física:
“Ud. apela a un conocimiento del universo físico que se obtiene por métodos distintos del de la ciencia
física y del cual se admite que no es verificable mediante tales método, Ud. es un metafísico, bah!”
Aunque parezca paradójico, los dos protagonistas tienen razón, por el hecho que hablan cosas
diferentes. El espectador se refiere al ámbito de los peces, tal como ese reino existe en la realidad. Por
el contrario, la propiedad que interesa al ictiólogo es que los peces son capturables, sus
generalizaciones so perfectamente verdaderas para los del grupo del criaturas de que habla, pero se
aplican a una clase que él mismo ha elegido y determinado, por el mero hecho de emplear una especie
concreta de red en unas circunstancias concretas. Pasando del ejemplo a la ciencia misma, si sentamos
que ésta debe verificar constantemente sus conclusiones en la experiencia, establecemos un criterio
que determina qué ciencia se llamará experimental.
El equipo sensorial e intelectual que constituye el método (o la red) delimita el ámbito de los objetos
pertenecientes a la ciencia física.
Exactamente igual que la historia de los descubrimientos ayuda elaborar la metodología experimental,
así también el estudio del método permite establecer por anticipado ciertos caracteres de las
conclusiones que deben obtenerse. De este modo, el simple examen de la red; con anterioridad a su
empleo, ya proporciona algún conocimiento sobre el tamaño de los animales marinos que se dejan
prender en ella. Aún cuando la segunda generalización resultase falsa un día, el científico no tendría
que dudar de la primera. La experiencia no llegará nunca a contradecirla, porque una red sólo recoge
aquello para lo que está adaptada.
Esta alegoría de Eddington aclara de manera singular el problema de la naturaleza y el alcance del
método científico. Los principios metodológicos generales, los procedimientos más concretos o más
técnicos, aptos para establecer, juzgar o valorar las definiciones, las leyes y las teorías, todo eso
constituye una red con cuya ayuda el científico explora el universo.
Dada esta estructura… esta red sólo tiene aptitud para captar el aspecto cuantitativo y mensurable de
las cosas, pero deja escapar este mundo de colores, de sonidos, etc., bajo el cual se presenta
inicialmente a nuestros sentidos el universo. También deja escapar los aspectos más íntimos y más
profundos de la vida de los habitantes del universo. …
La pretensión de que una determinada red; empleada de una manera determinada, representa el único
método adecuado a estudiar los animales marinos, se manifiesta de inmediato como gratuita y
arbitraria. Igualmente, no es menos gratuita y arbitraria la idea de que el método científico es el único
instrumento capaz de explorar el conjunto de la realidad. Un científico convencido de que no existe,
en principio, problema que no puede resolver con su método, o de que un problema no soluble con su
16
UCA – Filosofía y Antropología– 2020 Prof. Lic. Leonardo Caviglia Grigera

método está desprovisto de sentido, ofrece una semejanza con el ictiólogo persuadido de que el animal
que escapa evidentemente no es pez.
Esto no quiere decir que el empleo de esa red sea ilegítimo, o que la red misma no esté bien adaptada
al estudio de un aspecto importante, el aspecto cuantitativo del universo. Efectivamente, aunque existe
algo además de lo que se cuenta, se pesa y se mide, no por ello deja de constituir un aspecto real y
fundamental de ese mismo universo de lo que se cuenta, se pesa o se mide. … Hemos señalado
muchas veces el carácter parcial de las consideraciones de la ciencia, las insuficiencias de sus
generalizaciones y provisionalidad de sus teorías. Pero no quisiéramos que tales observaciones
indujesen al lector a minimizar la importancia del método científico o la magnitud de sus resultados.
Este estudio del aspecto lógico tampoco debe hacernos olvidar el aspecto humano de la ciencia ni
enmascarar toda la belleza que ésta encierra, todos los misterios que evoca, todos los entusiasmos que
ha suscitado.
Simard, Emile, Naturaleza y alcance del método científico.

12.- La visión humanista de A. Einstien.

"Los ideales que alumbran mi camino y me infundieron alegre ánimo para vivir fueron siempre el bien, la
belleza y la verdad. Sin la sensación de estar de acuerdo con los que piensan de la misma manera, sin la
ocupación de lo objetivo, de lo eternamente inalcanzable en el mundo del arte y la investigación cientí-
fica, la vida me habría parecido vacía, desprovista de contenido. Los objetivos triviales de las tendencias
humanas: la posesión de bienes, el éxito exterior y el lujo, me parecieron execrables desde mis años
juveniles."
"Lo más hermoso de la vida es lo insondable, lo que está lleno de misterio. Es éste el sentimiento básico
que se halla junto a la cuna del arte verdadero y de la auténtica ciencia. Quien no lo experimenta, el que
no está en condiciones de admirar o asombrarse, está muerto, por decirlo así, y con la mirada apagada."
Albert Einstein; Cómo veo el mundo. Ed. Siglo Veintiuno.

... Algunos hombres se dedican a la ciencia, pero no todos lo hacen por amor a la ciencia misma. Hay
algunos que entran en su templo porque se les ofrece la oportunidad de desplegar sus talentos particulares.
Para esta clase de hombres, la ciencia es una especie de deporte en cuya práctica hallan un regocijo, lo
mismo que el atleta se regocija con la ejecución de sus proezas musculares. Y hay otro tipo de hombres
que penetran en el templo para ofrendar su masa cerebral con la esperanza de asegurarse un buen pago.
Estos hombres son científicos tan sólo por una circunstancia fortuita que se presentó cuando elegían su
carrera. Si las circunstancias hubieran sido diferentes podrían haber sido políticos o magníficos hombres
de negocios. Si descendiera un ángel del Señor y expulsara a todos aquellos que pertenecen a las
categorías mencionadas, temo que el templo aparecería casi vacío. Pocos fieles quedarían, algunos de los
viejos tiempos, algunos de nuestros días. Entre estos últimos se hallaría nuestro Planck. He aquí porqué
siento tanta estima por él.
Me doy cuenta de que esa decisión significa expulsión de algunas gentes dignas que han
construído una gran parte, quizás la mayor, del templo de la Ciencia, pero al mismo tiempo hay que
convenir que si los hombres que se han dedicado a la ciencia pertenecieran tan sólo a esas dos categorías,
el edificio nunca hubiera adquirido las grandiosas proporciones que exhibe al presente, igual que un
bosque jamás podría crecer si sólo se compusiera de enredaderas. Pero olvidémonos de ellos. Non
ragionam di loro. Y vamos a dirigir nuestras miradas a aquellos que merecieron el favor del ángel. En su
mayor parte son gentes extrañas, taciturnas, solitarias. Pero a pesar de su mutua semejanza, están muy
lejos de ser iguales a los que nuestro hipotético ángel expulsó.
...la labor suprema del físico es el descubrimiento de la leyes elementales más generales a partir de la
cuales puede ser deducida lógicamente la imagen del mundo. Pero no existe un camino lógico para el
descubrimiento de éstas leyes elementales. Existe únicamente la vía de la intuición, ayudada por un
sentido para el orden que yace tras de las apariencias, y esta "Einfuhlung" se desarrolla por la experiencia.
17
UCA – Filosofía y Antropología– 2020 Prof. Lic. Leonardo Caviglia Grigera

¿Es posible, pues, decir que cualquier sistema de física puede ser igualmente válido y admisible?
Teóricamente nada hay de ilógico en esta idea. Pero la historia del desarrollo científico enseña que de
todas las estructuras teóricas imaginables, una sola demuestra ser superior a las restantes en cada período
por el que atraviesa el proceso de la ciencia.
Todo investigador que tenga experiencia sabe que el sistema teórico de la física depende del
mundo de la percepción sensorial y está controlado por él, aunque no exista un camino lógico que nos
permita elevarnos desde la percepción a los principios que rigen la estructura teórica. De todos modos, la
síntesis conceptual que es un trasunto del mundo empírico puede ser reducida a unas cuantas leyes
fundamentales sobre las cuales se construye lógicamente toda la síntesis. En cualquier progreso
importante, el físico observa que las leyes fundamentales se simplifican cada vez más a medida que
avanza la investigación experimental. Es asombroso ver cómo de lo que parece caos surge el más sublime
orden. Y esto no puede ser referido al trabajo mental de físico, sino a una cualidad que es inherente al
mundo de la percepción. Leibniz expresaba adecuadamente esta cualidad, denominándola armonía
preestablecida.
Los físicos combaten algunas veces a los filósofos que se ocupan de las teorías del conocimiento,
alegando que estos últimos no llegan a apreciar completamente este hecho. Yo creo que esa fue la base de
la controversia entablada hace pocos años entre Ernst Mach y Max Planck. El último tuvo probablemente
la sensación de que Mach no apreciaba completamente el afán del físico por la percepción de esta
armonía preestablecida. Este afán ha sido la fuente inagotable de la paciencia y persistencia de que ha
hecho gala Planck al dedicarse a las cuestiones más comunes que surgen en relación con la ciencia física,
cuando hubiera podido intentar otras vías que le condujeran a resultados más atrayentes. Muchas veces he
oído que sus compañeros tienen la costumbre de atribuir esta actitud a sus extraordinarias dotes
personales de energía y disciplina. Creo que están en un error. El estado mental que proporciona en este
caso el poder impulsor es semejante al del devoto o al del amante. El esfuerzo largamente prolongado no
es inspirado por un plan o propósito establecido. Su inspiración surge de un hambre del alma.
Estoy seguro de que Max Planck sonreirá ante mi infantil manera de escudriñar con la linterna de
Diógenes. ¡Bueno! Pero, ¿para qué hablar de su grandeza? Su grandeza no necesita mi modesta
confirmación. Su obra ha dado al progreso de la ciencia uno de los más poderosos impulsos. Sus ideas
serán útiles en tanto que persista la ciencia física. Y espero que el ejemplo que brota de su vida no será
menos útil para las próximas generaciones de científicos.
Prólogo de A. Einstein al libro de Max Planck "¿Adónde va la Ciencia?", (Losada, 1941), páginas 9-14.

18
UCA – Filosofía y Antropología– 2020 Prof. Lic. Leonardo Caviglia Grigera

Anexo
Cómo fue creado Frankenstein
Por Ana María Vara

En 1791, los máximos científicos de la época experimentaron si se podía revivir un cuerpo pasándole
corrientes eléctricas. Animales muertos, primero, y cadáveres de hombres ajusticiados, después,
permitieron comprobar que se producían ciertos espasmos que algunos confundían con nueva vida.
Fue en ese marco que Mary Godwin Shelley imaginó su novela sobre Frankenstein. No en vano, la
autora escribió en el prólogo: “El hecho que fundamenta esta narración pertenece, hasta cierto punto,
al campo de lo posible”.

Que Frankenstein, la famosa obra de Mary Shelley, pueda ser considerada un relato de terror no es
novedad, teniendo en cuenta la frecuencia con que el cine explotó esta veta.
Que se trata de una novela romántica, inspirada en los mejores exponentes de esa corriente literaria,
ya es una característica menos conocida.
Pero lo que ha sido todavía menos difundido es que esta novela, publicada en 1818, no es
únicamente fruto de la imaginación. Tras las misteriosas experiencias del doctor Frankenstein no
hay solo la exaltada fantasía de una escritora que buscaba conmover a sus lectores. También está el
saber científico de la época: las teorías del galvanismo, o electricidad animal, en las que su antihéroe
se basa para dar vida a la criatura.
Lo cierto es que, además de provocar estremecimientos, la historia de este “monstruo” creado en
laboratorio también hace pensar. De hecho, desde su publicación ha suscitado un sinnúmero de
interpretaciones.
Es que esta novela, creada en momentos en que la ciencia experimental alcanzaba sus primeros
logros, es una reflexión sobre la compleja relación entre la ciencia y la sociedad. De algún modo, pone
en evidencia los conflictos que pueden suscitarse entre los hombres cuando los avances científicos
plantean situaciones inéditas.

Del laboratorio a la ficción.

“El hecho que fundamenta esta narración imaginaria ha sido considerado por el doctor Darwin y por
otros escritores científicos alemanes como perteneciente, hasta cierto punto, al campo de lo posible”.
Este Darwin no es el célebre Charles, iniciador de las teorías evolucionistas, que por entonces tenía
apenas ocho años, sino su abuelo, Erasmus Darwin, médico de cierto prestigio en su época.
¿Cuáles eran, entonces, las ideas de este Dr. Darwin, que hicieron soñar a la escritora? En sus obras,
este médico y naturalista precisaba la noción de que la aparición de la vida, tanto como su
evolución, no requería la intervención de ningún dios. Un concepto al que estamos habituados,
pero que no era el predominante por aquellos años.
El abuelo Erasmus, además, se interesaba por el fenómeno de la electricidad. Amigo de Benjamín
Franklin, el inventor del pararrayos, realizó observaciones sobre la electricidad atmosférica.
Tempranamente, también había formulado una hipótesis sobre la naturaleza eléctrica del impulso
nervioso.
Pero fueron sin duda los trabajos de Luigi Galvani y sus seguidores los que ejercieron mayor
fascinación sobre la escritora. Este médico italiano, casi por azar, había descubierto que la electricidad
puede provocar contracciones en un cuerpo muerto.
Sus conclusiones sobre la existencia de una electricidad animal, publicadas en 1791, dieron origen a
una verdadera ola de experimentaciones. La invención de la pila, creada por Volta poco tiempo
después, iba a ofrecer un medio práctico y económico para llevarlas a cabo.

19
UCA – Filosofía y Antropología– 2020 Prof. Lic. Leonardo Caviglia Grigera

Hay que admitir que los experimentos no eran del todo agradables; se trataba de estudiar los efectos
de la electricidad sobre animales recién muertos. En principio se trabajó con pequeños roedores, con
perros, con cabezas de vaca....
En 1803, el profesor Aldini, discípulo y sobrino de Galván –la ciencia, por entonces, tenía algo de
empresa familiar- se atrevió a más: aplicó corriente eléctrica al cadáver de un ajusticiado. El resultado
fue asombroso: según las notas de Aldini, casi se tenía la impresión de una reanimación.
Los galvanistas perseveraron en sus intentos. Lograron que sus muertos-vivos gesticularan, se
movieran y hasta parecieran intentar caminar. Sus experiencias se repetían con tanta frecuencia que, en
1804, las autoridades de Prusia prohibieron la utilización de cadáveres de criminales decapitados para
las investigaciones galvánicas.
Como se ve, no estamos tan lejos de las proezas que cumplirá en la ficción el Dr. Frankenstein:
algunos detalles escalofriantes del relato no son, necesariamente, recursos de la imaginación.
Mary Godwin Shelley escribió su novela para lectores muy especiales: un grupo de escritores que
pasaba una temporada de descanso en Ginebra, y entre quienes se encontraba su esposo, el poeta inglés
Percy Bysshe Shelley y otro gran romántico, lord Byron.
El mal tiempo impedía las salidas y, como entretenimiento, los amigos comenzaron a relatarse
cuentos de terror. Así nació Frankenstein o El moderno Prometeo, tal como fue subtitulada la obra.
Como el héroe de la mitología griega, que roba a los dioses el fuego para llevárselo a los hombres, el
Dr. Frankenstein se hace dueño de cierto principio vital, con el que puede dar vida a un nuevo ser
formado a partir de restos de otros cuerpos.
La escritora no dedica mucho espacio a relatar el procedimiento empleado por su personaje para
transmitir “el brillo de la vida” a su poco atractivo engendro. Sin embargo, ciertos detalles de la trama,
así como la descripción del momento del despertar, recuerdan las experiencia galvánicas.
Bien, el “monstruo” –único nombre dado a la criatura en el texto original- se alza, y está solo. Su
creador huyó, aterrado ante su sola vista. Deambula por los bosques y, escondido, aprende las
costumbres de los hombres.
Cada vez que quiere establecer contacto con la sociedad es rechazado. Su aparición genera pánico;
varias veces es agredido violentamente.
En fin, un auténtico melodrama decimonónico, inspirado en la tradición rousseauniana del “buen
salvaje”. La historia es harto conocida; y el cine y la televisión la han convertido en trillada: bueno
pero incomprendido, el personaje se vuelca al mal.
Sin embargo, aunque en diálogo con tradiciones literarias anteriores, la novela se hace cargo de
problemas planteados recientemente. Su publicación se produce en momentos en que la ciencia
experimental iniciaba su carrera vertiginosa, planteando desafíos inéditos, mientras conceptos tan
fundamentales como naturaleza, hombre y vida eran redefinidos.
La obra de Mary Shelly pone en escena esa problemática enteramente nueva. De algún modo, la
extrema fealdad del monstruo, que le da un aspecto amenazador, es el índice de su carácter
absolutamente novedoso, extraño. Es raro, es incomprensible. Y es esa extrañeza del monstruo –esa
extrañeza de la ciencia- lo que la novela permite explorar.
Ante las nuevas perspectivas abiertas por los avances científicos, la literatura llega para abrir el
juego. No resuelve nada, no deja moraleja, ni dicta pautas. Ninguna certeza, todas inquietudes. ¿Cómo
decirlo? La ficción es un espacio de locura controlada: dentro de su lógica particular, toda hipótesis
puede ser testeada, probada, discutida.
La ciencia avanza muy rápido y, a veces, sola, por sus propios cauces, separada de la sociead. La
literatura, como en general todo discurso de ficción –cine, televisión, historieta- es un lugar
privilegiado de reflexión donde las comunidades pueden pensar las cuestiones que el conocimiento
científico plantea. Temer, soñar, especular, para ir elaborando una respuesta a esa nueva problemática.

20
UCA – Filosofía y Antropología– 2020 Prof. Lic. Leonardo Caviglia Grigera

Relación entre Filosofía y ciencias*

Autonomía y relación de ambos saberes:

En términos generales hay que sostener que cada disciplina es autónoma en la determinación de
sus propias conclusiones.
Los vínculos entre los saberes no sólo preservan su autonomía, también contribuyen
positivamente a su mutuo desarrollo.
Sin pretender agotar las posibilidades de intercambio interdisciplinario, podrían mencionarse
tres grandes modalidades de relación: descendente, ascendente y horizontal.
En la relación descendente la ciencia superior influye sobre la inferior:
a) Por subalternación, en cuanto a nivel teórico le proporciona la plena justificación de sus
principios, o al menos de aquellos de los que se sirve regularmente (por ej.: la metafísica avala
el principio de causalidad que usan todas las ciencias), y; en el caso de las ciencias prácticas, la
subalternación en razón del fin último del hombre con respecto a los fines intermedios que las
artes y técnicas se plantean. Y así como no es posible que una ciencia teórica establezca
convenciones al margen de lo que es objetiva y universalmente verdadero, tampoco la ciencia
práctica puede regirse por el puro tecnicismo de la eficacia, desconociendo los fines esenciales
de la persona humana a la que toda labor científica se destina. Esta última apreciación nos
sugiere un tema crucial: la relación entre la ciencia y la ética.
b) Por regulación negativa, concepto que significa la indicación por parte de la ciencia
superior de aquello que la inferior no puede sostener sin error (como la metafísica indica
las transgresión de primeros principios como el de “no-contradicción”). En rigor, se trata de
una regulación extrínseca y operativa, ya que en virtud de la unidad de la verdad ninguna
ciencia que proceda rectamente puede contradecirse jamás con otra que proceda del mismo
modo. Y es por su autonomía que toda ciencia puede enmendar sus errores por sí misma, ya
sea reconociendo sus fallas de método, ya sea evitando salir de su propio dominio.

En términos ascendentes hay por un lado un influjo instrumental, como el que la lógica
proporciona al común de los saberes asignándoles el orden metódico básico y la sistematización; o
como el de la filosofía con respecto a la teología, facilitándole herramientas de la razón para
estructurar sus partes, desarrollar sus argumentos o defenderla de las impugnaciones; o también el de
la matemática con respecto a las ciencias físicas, que se benefician, así de un mayor rigor en la
expresión y deducción de sus leyes propias. Otro modo es el de la ilustración, entendiendo por tal
servicio que las ciencias particulares otorgan a las filosóficas (y también entre ellas) de una visión más
ajustada del orden empírico con detalles que pueden adquirir relevancia en otros ámbitos de
investigación. Así, por ejemplo, ciertos hallazgos dela ciencia, como los indicios fósiles, han
conducido a la filosofía y a la teología al debate sobre la posibilidad de una evolución cósmica y
biológica.
Para mencionar ejemplos de relación horizontal, puede darse el caso de una ciencia práctica
que requiera de un marco teórico referido a lo que ella tiene como directamente operable. Así los
médicos y agricultores dependen de la Biología, los educadores de la Psicología y los economistas de
la Historia, la Sociología y otras ciencias. Al respecto es tal la integración que puede darse entre lo
teórico y lo práctico, que cabría más bien hablar de ciencias mixtas: la Medicina o la Psicología
tendrían una instancia teórica que se aplicaría naturalmente en lo terapéutico; la Economía sería a la
vez un estudio de las causas de los procesos económicos y un saber capaz de diseñar un orden
económico preestablecido; etc. También es frecuente el influjo de las ciencias referidas a la moral
(Ética y Derecho) sobre el desarrollo de las ciencias fácticas (Economía, Ingeniería, Medicina, etc.).
Pero éstas, a su vez, contrapesan el juicio de valor abstracto de aquéllas acercando elementos más o
21
UCA – Filosofía y Antropología– 2020 Prof. Lic. Leonardo Caviglia Grigera

menos ponderables para emitir el juicio práctico prudencial (el dictamen de los peritos puede influir
decisivamente en la sentencia de un magistrado y, remotamente, en la creación o modificación de las
leyes). *(Fuente: tomado y adaptado de Introducción al saber, Educa,)

22

También podría gustarte