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Elección de pareja

Los seres humanos se desarrollan tanto cognitiva como emocionalmente a través


del tiempo, influidos continuamente por el contexto en el cual se encuentren a
medida que van atravesando las diferentes fases del ciclo vital. Es en la etapa de
adultez emergente (fase de transición que se inicia a los 18 años y termina a los
25) donde se empieza a tener toma de decisiones independiente, se obtiene
independencia económica de los padres, aceptación de la responsabilidad
personal, búsqueda de pareja estable y cambios emocionales y psicológicos.
Otros dos de los fenómenos más importantes durante esta edad es el trabajo y el
amor, en cuanto a que la madurez se concentra en la capacidad de amar y de
trabajar.
De aquí que, en la búsqueda de una pareja estable, lo que le concierne al adulto
emergente es establecer una relación duradera, con la cual pueda compartir
pasión, intimidad y compromiso, dando lugar a la formación de vínculos afectivos y
emocionales.
La elección de pareja en la antigüedad
La elección de pareja desde hace muchos años ha sido un tema de controversia
pues en ella influyen muchos fenómenos sociales y psicológicos, desde “la
premodernidad la mayoría de los matrimonios se realizaban por contrato, más no
sobre la base de la atracción sexual mutua, si no por circunstancias económicas”.
En cuanto a esto, se ha escrito que “durante el siglo XII la iglesia desarrolló un
derecho matrimonial, en el cual determinaba quien podía casarse con quien, lo
definía como indisoluble, y establecía lo que constituía un matrimonio”; explica al
respecto que en la antigüedad la unión entre hombres y mujeres se daba por un
negocio, para beneficiar los intereses de los padres de la pareja que se casaba.
Esto no cambio hasta el siglo XIX que las personas comenzaron a elegir por sí
solas sus parejas y de acuerdo a sus intereses propios. Pero a pesar de esto, el
cómo y el por qué surge la elección de la pareja sigue siendo un motivo de estudio
de la ciencia contemporánea.
¿Qué aspectos influyen en la elección de pareja?
Existen distintas teorías sobre la elección de pareja: una de estas es la teoría
sobre el principio de semejanzas, en donde las personas se sienten atraídas por
los que tienen aspectos semejantes. Otra teoría es la de la complementariedad en
donde las personas buscan personas diferentes, que satisfagan sus necesidades,
especialmente en la parte personal. La atracción física se refiere a las
características externas que las personas tienen y que subjetivamente se califican
entre buenas y malas. En relación a lo anterior, Darwin propuso que la belleza
física es un componente biológico muy importante en el momento de la elección
de pareja.
Además de estos aspectos, otro factor importante a la hora de elegir una pareja
es la edad: “según la teoría de la semejanza, una similitud en la que concuerdan
la mayoría de las teorías clínicas es que las parejas tienen el mismo nivel de
madurez a pesar de las diferencias superficiales”.
Otra característica o variable que podría influenciar a este respecto es
la personalidad, la cual pude definirse como las causas internas que subyacen al
comportamiento individual y a la experiencia de la persona. Esta se manifiesta por
medio de la cultura y la apariencia, y ambas proporcionan los signos externos a
partir de los cuales se pueden derivar los elementos internos de la personalidad.
En la interpretación de la conducta de los demás influye en forma especial el
respeto y confianza que se siente hacia ellos, y aunque la gente muestra
diferencias en las clases de vínculos sociales que forma, es más probable que se
generen relaciones en cuanto a la búsqueda de personalidades parecidas.
También se tiene a la ética y los valores como un aspecto importante al momento
de elegir compañero de vida.
El nivel socioeconómico es otro de los rasgos que podría influir a la hora de elegir
una pareja, el cual se refiere tanto a “la renta y la riqueza material como en
termino de los bienes y servicios a que este da acceso, viendo a este capital como
una parte importante de la relación que une el entorno familiar a las diferentes
posiciones socioeconómicas”.
Al igual que la educación y la cultura a través de la historia determinan normas,
creencias y valores, de lo que es el hombre, la mujer y la relación especial entre
ambos, generando así las expectativas de lo que debe ser la relación de pareja, y
las formas de interacción de los sexos pero esto no es lo único; en una misma
cultura pueden haber distintos grupos, presentando particularidades dependiendo
de la zona de residencia, oportunidades educativas, las clases sociales,
oportunidades laborales, de diversión y de asociación y de otros aspectos que
podrían influir en el estilo de vida.
Además, en una cultura los roles sexuales tienen su propio significado: los dos
géneros juegan un papel diferente dependiendo de las comunidades y de los
grupos a los cuales pertenecen. Estas diferencias de género son notables a la
hora de elegir una pareja, ya que “desde la adolescencia las diferencias
conductuales y psicológicas entre hombres y mujeres se empiezan a pronunciar,
ya que aparecen las presiones de socialización para cumplir los papeles de
género prescritos por la cultura».
En concordancia con lo anterior se menciona que tanto “los hombres como las
mujeres perciben de manera diferente las relaciones, ya que los hombres están
más interesados por la relación corporal y por la atracción física»; esto en
correlación con que para “los hombres la raíz principal para iniciar un noviazgo es
el interés físico, la amistad, la diversión y el gusto por la aventura”.
En cuanto a las mujeres, estas se inclinan a las características socioeconómicas,
intelectuales, expresivas, a la preocupación por el bienestar de otros y a las
relaciones interpersonales afectivas, en concordancia con que la raíz principal de
una relación para las mujeres es la atracción, después de la amistad, tener alguien
con quien conversar, compartir, admirar, querer y no sentirse solas, además de
que tengan intereses en común.
Cabe señalar que las diferencias de género tienen mucho que ver con las
diferencias de clases sociales, ya que tradicionalmente la mayoría de las mujeres
han sido dependientes económicamente de sus esposos por lo que su
posicionamiento de clase está determinado por la situación social de estos. Dicho
argumento es cuestionado en nuestros tiempos dado que en primer lugar cada vez
más encontramos a mujeres proveyendo económicamente a su hogar.
En conclusión, tanto la religión, la cultura, el género, el físico, la personalidad, el
nivel socioeconómico, la educación, la ética y los valores intervienen para que
cada persona tenga un estilo de vida e intereses propios; en vista de esto muchos
autores han debatido que para determinar la clase social de un individuo no
solamente hay que prestar atención a variables económicas o de empleabilidad
sino también en factores culturales como lo son el estilo de vida. Identidades
individuales son estructuradas de tal manera que afecta a nuestros estilos de vida
como lo son la forma de vestir, de comer, cuidado del cuerpo, entre otros.
La cultura machista hace que la manera en cómo se elige pareja o se generan
vínculos afectivos no sean los adecuados, debido a la cosificación de la mujer
como objeto de satisfacción de deseos, aunque también se está dando de manera
inversa. Lo anteriormente mencionado podría dar como resultado embarazos no
deseados, rupturas de relaciones afectivas, conductas de riesgo (alcohol,
promiscuidad, drogas) así como mala gestión de las emociones.
Por tanto, las condiciones o habilidades personales de los adultos emergentes
deben ser tanto reforzadas como potenciadas para minimizar los factores de
riesgo y aumentar los factores protectores que van a permitir elegir de manera
adecuada y consciente a la pareja, permitiendo un desarrollo mutuo dentro de la
relación amorosa. En definitiva, la elección de pareja puede ser un proceso
complejo en el cual la gente considera factores personales, psicológicos, sociales
y emocionales.

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