Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Las consecuencias de actuar de este modo todos las conocemos, y aunque en muchas ocasiones
puede haber reconciliación, lo cierto es que las discusiones frecuentes pueden llegar a distanciarnos
incluso de las personas más cercanas.
Como padres, educadores, o simplemente adultos que deseamos cuidar nuestro bienestar, debemos
tomar conciencia del poder de las palabras y de la importancia de saber gestionar nuestras emociones
para que ellas no nos acaben gestionando a nosotros.
Aquí tienes algunos sencillos pero efectivos consejos que pueden ayudarte:
1.- “Cuando estés enfadado cuenta hasta 10. Cuando estés muy enfadado hazlo hasta 100”.
Seguro que esto ya lo has escuchado antes. Puede parecer una frase tópica y simple pero su
aplicación no lo es tanto. En realidad, de lo que se trata es de encontrar un espacio para conectar
internamente con un estado de calma. Centrar la atención en la respiración también puede ser una
ayuda.
2.- “Identifica el detonante”.
Muchas veces estallamos en un determinado entorno o por una determinada causa. Identificar qué
es lo que nos hacer “perder nos nervios” juega a nuestro favor, porque nos facilita evitar esa
situación antes de que se produzca o, por lo menos, prepararnos para no perder los papeles tan
fácilmente.
3.- Expresa cómo te sientes.
No siempre podrás evitar una discusión. Suelen decir que la mejor defensa es un ataque, pero lo
cierto es que ponernos a la defensiva o atacar con malas palabras cuando alguien nos hiere sólo
contribuye a crispar más el ambiente. Es mucho más saludable, al menos para nosotros mismos, ser
sinceros y expresar abiertamente cómo nos estamos sintiendo.
4.- Usa el comodín.
Imagina tu paisaje ideal, recuerda tu canción favorita, repite una frase que te motive, revive una
vivencia en la que te hayas sentido en calma y con profundo bienestar… cualquier cosa sirve para
usar de “comodín” cuando notes que los niveles de ira crecen. Usar el comodín ayuda a poner
distancia y disociarnos de la emoción de rabia.
5.- Encuentra tu punto de fuga.
Lo mejor para gestionar la rabia es no dejar que se acumule. Escribir lo que sentimos en un papel o
hacer alguna actividad física nos puede ayudar a descargar y evitar que “el vaso rebose de lleno”.
Conviene recordar lo que decía Séneca:
La ira es un ácido que puede hacer más daño al recipiente en el que se almacena
que en cualquier cosa sobre la que se vierte.