Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
1
1. Los sistemas morales
En este contexto surgen los sofistas. Sofista significa sabio, aunque ellos se
presentaban a sí mismos como maestros de virtud. Enseñaban a los jóvenes
aristócratas, a cambio de dinero, a hablar en público. Los atenienses eran virtualmente
todos políticos y aquel que quisiera influir en sus conciudadanos debería ser
persuasivo a la hora de exponer sus propuestas. La retórica y la oratoria son el arte de
construir bellos discursos, que tengan poder persuasivo. En una democracia el éxito
2
político se mide por la capacidad de aglutinar al mayor número de ciudadanos en torno
a una propuesta.
Aun así es preciso reconocer que entre los sofistas había diferencias
importantes. Por ejemplo Protágoras afirmaba que las normas morales son
convencionales, es decir, fruto de un pacto o acuerdo y por tanto variaban
considerablemente de una ciudad a otra. Pero el hombre virtuoso es aquel que respeta
las leyes y las normas morales de su ciudad. Trasímaco, por el contrario, afirmaba
que puesto que todas las normas morales son convencionales, la ley que debemos
seguir, la que debemos respetar, es la ley de la naturaleza que determina la victoria del
fuerte sobre el débil, pues está es la única ley no convencional, esto es, necesaria, que
no cambia nunca. Por tanto, afirmaba Trasímaco, las normas morales no habrían de
impedirnos imponer nuestra voluntad sobre los que son más débiles que nosotros.
3
preguntas más importantes de la vida. Sócrates defendía el carácter absoluto de los
valores morales, la virtud, la justicia o el bien no son asuntos relativos, cada uno no
puede establecer de manera subjetiva los valores morales. Si estimamos que es correcto
mentir en provecho propio... nos equivocamos, consciente o inconscientemente. La
mentira está mal y esto no es algo que pueda cambiar de un lugar a otro o en diferentes
épocas. La razón humana es una, la misma para todos, y lo que es bueno y razonable
para mí, también lo es para ti.
A menudo los prejuicios y las falsas opiniones hacen que no consideremos las
cuestiones de valoración moral de forma atenta y razonada, la vida de Sócrates es un
ejemplo que debemos tener en cuenta si queremos pensar por nosotros mismos, ser
dueños de nuestra propia vida.
Una de las tesis más controvertidas de nuestro filósofo es aquella que afirma
que la virtud y el conocimiento van unidos, que el vicio es producto de la ignorancia y
cuando nos educamos nos hacemos mejores y más sabios. Quizá conozcas a alguien
que es inteligente pero no es una buena persona pero no deberíamos apresurarnos a
rechazar la tesis socrática. Puede ser que esa persona inteligente tenga muchas
habilidades o conozca muchos datos o esté muy bien informada pero eso no la hace
más sabia. La auténtica sabiduría surge del interior del alma. Sócrates intenta poner en
práctica la máxima del oráculo de Delfos: conócete a ti mismo. Una persona que ha
dedicado los mejores años de su vida a este conocimiento no puede ser ruin, codiciosa
o envidiosa. De esta forma debemos entender la tesis del intelectualismo moral
socrático que afirma que la virtud es conocimiento.
Si Sócrates fue un ejemplo en vida, al menos para algunos, mucho más lo fue
su muerte. Los enemigos de Sócrates lo habían acusado de impiedad y de corrupción
de la juventud, los cargos eran falsos pero Sócrates se había ganado, por razones que
ahora no vienen al caso, enemigos entre los demócratas atenienses. Durante el juicio el
acusado mantuvo una postura orgullosa, no suplico ni pidió clemencia pues tenía la
conciencia tranquila. La condena fue a muerte. Sócrates fue condenado a beber una
dosis letal de cicuta. Un día antes de que se cumpliera la sentencia, los amigos de
Sócrates sobornaron a los guardias de la prisión y le prepararon un plan de fuga, a la
hora de la verdad Sócrates decidió no aceptar la ayuda de sus amigos. Siempre había
vivido en Atenas, había defendido a la ciudad en la guerra y había respetado sus leyes,
en múltiples ocasiones había sostenido que las leyes había que respetarlas siempre, no
solo cuando te favorecían; ahora esas mismas leyes le habían condenado a muerte,
había tenido una vida larga y plena y no quería vivir el resto de la vida como un prófugo
sin patria alguna. Al día siguiente con enorme entereza bebió la cicuta y encontró la
muerte.
3. Aristóteles
4
ejemplo si ansiamos la riqueza es porque con dinero podemos comprar otros bienes,
pero los bienes que podemos adquirir tampoco son un bien en si
mismos. Podemos comprar un coche deportivo pero ¿por qué lo
queremos? Quizá para ser admirados, pero entonces lo que
buscamos es el reconocimiento por parte de los demás no el coche
en si mismo; pero... ¿por qué buscamos reconocimiento?... De la
misma forma nos podemos preguntar por el resto de los bienes
que supuestamente son deseables por si mismos ¿por qué nos
rodeamos de amigos? ¿por qué buscamos la independencia? ¿por
qué nos gusta viajar?... Hay una pregunta, sin embargo que es
absurda: ¿por qué queremos ser felices? Por nada, ser feliz es un
objetivo final, el resto de las cosas las queremos para ser felices y
la felicidad es el fin de la vida.
Ahora bien; ¿en qué consiste la felicidad? Esta pregunta es más compleja pues
parece que cada persona entiende la felicidad de distinta manera: Según Aristóteles
muchos identifican la felicidad con la fama, el honor o la riqueza pero se equivocan
pues, como hemos visto, estos no son auténticos fines. El bien de algo consiste en que
cumpla con su finalidad, así el buen barco es aquel que puede navegar incluso en la
tempestad, la buena casa es la que resiste en pie el paso del tiempo y es acogedora, el
buen zapatero el que hace buenos zapatos y así sucesivamente. Pero...¿en qué consiste
el bien del Hombre? según Aristóteles en que cumpla con su finalidad y esta es
desarrollar la parte que le es propia: la razón. Solo las personas toman decisiones,
precisamente esto es lo que las define como tales. Podemos decir, pues, que la
función propiamente humana es la de actuar racionalmente y cuando una
persona haga esto de modo excelente, virtuosamente, será feliz.
5
4. Los hedonistas.
Esta “filosofía del presente” que los latinos sintetizaron en la célebre sentencia
CARPE DIEM, no ha gozado nunca de las simpatías de los filósofos e intelectuales; se
ha convertido en sinónimo de falta de compromiso moral y político, y como tal no
utilizable a los fines de una transformación de la sociedad. No obstante esto, hay quien
considera a Aristipo como el más socrático de los socráticos, justamente por su total
independencia frente a los problemas de la vida. Para los cirenaicos la libertad es ser
capaces de atravesar los placeres de la existencia sin dejarse seducir por ellos.
6
Según nuestro filósofo, la Naturaleza ha puesto como objetivo de todas las
acciones de los seres vivos (incluidos los hombres) la búsqueda del placer, como lo
muestra el hecho de que de forma instintiva los niños y los animales tienden al placer y
rehuyen el dolor. El placer y el dolor son pues los motivos fundamentales de todas las
acciones de los seres vivos. El placer puro es el bien supremo, el dolor el mal
supremo.
Dado que el hombre está formado por cuerpo y alma habrá dos tipos generales
de placeres:
• placeres del cuerpo: debemos dar satisfacción a los apetitos naturales del
cuerpo, pero nada más, no es bueno buscar formas y maneras de aumentar el
placer corporal, en este sentido es más importante evitar el dolor que
buscar el placer. El objetivo en relación al cuerpo es alcanzar la aponía, es
decir, la ausencia de dolores o molestias corporales.
• placeres del alma: los placeres del alma (la música, la conversación, la amistad,
el arte, el conocimiento, la creación...) son superiores a los placeres del cuerpo:
el placer corporal tiene vigencia en el momento presente mientras que los del
alma son más duraderos; además, los placeres del alma pueden eliminar o
atenuar los dolores del cuerpo. El placer del espíritu tiene como fin la ataraxia
que Epicuro identifica con la ausencia de ansiedad o turbación mental.
Epicuro consideró que la filosofía tiene una doble tarea: combatir las ideas
falsas que fomentan el miedo y el sufrimiento y crear en el sabio un estado de ánimo o
talante favorable en toda circunstancia y lugar. Entre aquellas ideas hay que incluir
fundamentalmente el miedo al dolor, el temor a la muerte, a los dioses y al destino.
Para evitar estos temores Epicuro propone el cuádruple remedio, el tetrafarmakon.
7
• No hay que temer a la muerte pues la propia experiencia de la muerte no es
tal: “el más terrible de los males, la muerte, no es nada para nosotros,
pues cuando nosotros existimos, la muerte no existe, y cuando la muerte
existe, nosotros no existimos”.
• No hemos de temer tampoco a los dioses, pues caso de que existan, estos
no se ocupan de nuestros asuntos pues sería contrario a su naturaleza
incorruptible, eterna y dichosa perturbarse por las miserias humanas.
• Por último, no debemos temer por el futuro pues no hay nada escrito, no
hay un destino fijado para nosotros y en todo caso si lo hubiera sería del
todo incognoscible.
5. Los cínicos.
Otro grupo, otra escuela que tiene mala fama, es la de los cínicos. Hoy, si
alguien llama cínico a otra persona no le esta tirando flores precisamente, está
afirmando que esa persona carece de convicciones morales y se burla de los que creen
saber que es lo correcto; como el cínico carece de convicciones hace siempre lo que más
le conviene en cada caso sin atender a la bondad o maldad de la acción o a sus
consecuencias sobre otras personas. ¿Es justificada la mala fama del cínico? Para
responder a esta pregunta debemos remontarnos a los orígenes de este grupo.
Sócrates no llego a definir la virtud, con lo que dejó la puerta abierta para que
otros la definieran a su manera. Así para Aristóteles la virtud era prudencia y
moderación, mientras que para Aristipo la virtud consiste en la búsqueda del placer.
Entre los discípulos de Sócrates destaca Antístenes, fundador de la escuela de los
cínicos (del griego kynos, perro, perruno), llamados así por sus extravagantes maneras
de vivir: austeros hasta la mendicidad, “pasando” de usos, de costumbres y de
convenciones sociales. El más famosos de ellos (siglo IV a.C) vivía en un tonel y
satisfacía sus necesidades donde le apetecía, era Diógenes. Otro Crates de Tebas,
abandono a su familia y sus riquezas para ir por el mundo mendigando. Entre sus filas
aparece Hiparchía, la mujer sabia, la primera mujer filósofa que aparece en los libros.
Los cínicos defendían que la vida humana debería seguir los dictados de la
naturaleza. Una vida sencilla, frugal, adaptada al medio como la de los animales, ¡la
8
vida de un perro!, según sus detractores, por ello fueron llamados “cínicos”. El cínico
por tanto no se guiará por las convenciones o los usos sociales sino por la virtud
natural: ¡vivir según la Naturaleza! Así, por ejemplo, no respetará las normas de
educación o cortesía, no tendrá pudor alguno, no se someterá a ninguna ley humana
pues el cínico solo se somete a la Naturaleza.
6. Los estoicos.
Según los estoicos el universo entero está dominado por una Ley
universal o Logos que todo lo rige, desde el movimiento de los planetas y las
estrellas hasta las cuestiones más nimias e insignificantes (si has perdido un bolígrafo
no es casualidad, forma parte del Plan Universal que todo lo controla). Así pues no
existe lo que solemos llamar “casualidad “, nada es casual, todo cuanto acontece
ocurre porque tiene que ocurrir.
¿Cuál es el consejo de los estoicos? ¿de qué manera podemos reaccionar ante
un mundo que se mueve al margen de nuestra voluntad? Mediante la razón. El Logos
que rige el universo es una ley racional, cuando actuamos racionalmente,
actuamos conforme al Logos, conforme a la Naturaleza. Por el contrario
cuando actuamos movidos por nuestros apetitos y sentimientos no actuamos conforme
al Logos, es más, nos convertimos en esclavos de nosotros mismos pues rechazamos la
única libertad posible. Los sentimientos no los elegimos están en nosotros al margen
de nuestra voluntad. Cuando el único criterio de la acción es dar satisfacción a los
deseos (de riqueza, poder, comida, bebida, sexo...), nos convertimos en sus esclavos y
nos asemejamos más a animales que a personas. La virtud consiste en vivir de
manera racional sometiéndose a los dictados del Logos.
9
El medio para obtener la virtud es el ejercicio de la voluntad para abstenerse
del placer y soportar el dolor (“abstine et sustine”) así el hombre sabio alcanzará la
sabiduría y la libertad (que no es otra cosa que actuar conforme al logos). El estoico se
dedica preferentemente al estudio de la filosofia y la ciencia, entiende que su misión en
la vida es conocer, entender el orden del mundo y no alterarlo caprichosamente.
Como resumen final, no solamente del estoicismo sino de todas las escuelas
éticas helenistas, podemos afirmar que el objetivo final de todas ellas es...consolar.
En un mundo cambiante e incomprensible como el siglo III a.C. y también como
nuestro siglo XXI, las personas se sienten solas y desamparadas. Las escuelas
helenísticas ofrecen consuelo a estas personas. Les aconsejan que dediquen su vida a la
obtención de placeres, o que vivan una vida sencilla, o que eviten el dolor, o que
busquen el conocimiento o que se abstengan de los placeres. Las recetas son variadas,
pero el fin es el mismo: afrontar la vida en las circunstancias más ventajosas posibles
para que esta no te destroce y, en la medida de lo posible encontrar la felicidad o, al
menos evitar la angustia y la desolación.
7. El cristianismo.
10
mandamientos y estos deben cumplirse para alcanzar la verdadera
felicidad en la vida eterna.
8 Spinoza y Hume
En el transcurso de los siglos XVII y XVIII son muchos los pensadores que
dedicarán una parte importante de su obra al tratamiento de asuntos relacionados con
la ética y la política. Por lo que se refiere a la primera de estas disciplinas, las nuevas
teorías van a mostrarse ciertamente deudoras de los grandes sistemas desarrollados en
la antigüedad, si bien aportarán matices ciertamente novedosos e interesantes. Hemos
seleccionado como ejemplos más representativos las éticas de Spinoza y de Hume.
11
conduce a la felicidad se basa, fundamentalmente, en un aumento de nuestras
capacidades físicas o corporales y de nuestra capacidad racional.
El aumento de ambas capacidades es el criterio para establecer lo que es
moralmente bueno, y que suele acompañarse del afecto llamado "alegría"; la
disminución de las mismas, por el contrario, establece lo que resulta moralmente malo,
y se acompaña de otro afecto llamado "tristeza":
En la parte IV de su Ética, el autor concluirá que lo más beneficioso para
nosotros, lo que produce más alegría, lo que nos aporta la verdadera felicidad es el
conocimiento, o lo que es lo mismo, vivir de acuerdo con la razón.
12
No es la razón la guía de la vida sino las pasiones y los sentimientos, la razón
no pude hacer otra cosa que ponerse al servicio de la pasión. ¿Y no cabe la posibilidad
de que al guiarnos cada uno por nuestros sentimientos se produzca un desacuerdo
general cuando haya que precisar qué es lo bueno y qué es lo malo? La respuesta a esta
pregunta es que no: ante cualquier acción que tenga cierta trascendencia para los seres
humanos todos tendemos a desarrollar los mismos sentimientos. Según Hume, todo
ser humano califica como reprobable el asesinato, la violación y la tortura, y considera
digno de elogio el heroísmo, la ayuda humanitaria o la compasión. Es algo así como
una disposición innata, en virtud de la cual las acciones justas despiertan sentimientos
de simpatía en nosotros, mientras que las acciones injustas producen rechazo y
sentimientos de aversión. La única garantía de la moralidad es el sentimiento
común de simpatía que suscitan las buenas acciones
Para terminar, diremos que al entender de Hume las principales virtudes no
son, como se nos ha intentado hacer creer la tradición cristiana, el celibato, el ayuno, la
penitencia, la mortificación, la negación de sí mismo, la humildad, el silencio, la
soledad y todo el conjunto de virtudes monásticas. Las principales virtudes son -más
allá de la frugalidad, el vigor mental, la laboriosidad, el discernimiento, la
perseverancia y un largo etc.-, entre otras, la prudencia, la integridad, la habilidad en el
trato con el prójimo y un espíritu jovial. Hume, de quien suele decirse que es el
fundador de la ética alegre, proclama que hemos sido víctimas de una grave
equivocación durante mucho tiempo y ya es hora de que nos demos cuenta de ello y
comencemos a transitar el verdadero camino de la felicidad.
9. Kant.
9.1 La Ilustración.
En la época moderna, a partir del siglo XVI se producen en Europa una serie
de cambios muy profundos cambios en lo económico, en lo social y en lo político.
Además, la religión deja de ser la ideología dominante. El estado se independiza de la
iglesia y la razón de la fe. De la concepción teocéntrica medieval –en la que todo gira
alrededor de Dios- se pasa a una concepción antropocéntrica y el ser humano adquiere
valor por sí mismo, convirtiéndose en el centro de la política, la ciencia, el arte y la
moral.
13
9.2 Autonomía moral.
La libertad humana es una facultad que debemos ejercer en todos los ámbitos
de la vida, también el terreno de la moral. Hasta Kant el cristianismo pregonaba que la
razón fundamental para hacer el bien era escapar a las penas del infierno. Pero esto era
inaceptable para Kant: el ser humano ha de actuar como un soberano, no movido por
el miedo o bajo amenazas. Los hombres recuperan su dignidad cuando deciden por si
mismos, de manera racional, lo que pueden o no pueden hacer.
14
una carga y hacernos la vida más difícil, lo correcto es decir la verdad aunque nos
perjudique y así sucesivamente. Kant no se para a especificarnos en qué consiste el
deber: depende de las circunstancias, de la responsabilidad de cada persona, del tipo
de cultura que compartamos, de nuestro puesto de trabajo, de muchas cosas. Además
sería una tarea superflua: en el fondo todos sabemos en que consiste el deber en cada
caso. Es lo que denominamos “conciencia” y por lo que decimos: “Allá tú con tu
conciencia”, “la conciencia no me permitiría hacerlo” o “me remuerde la conciencia por
lo que he hecho”. En todos los casos damos por supuesto que la persona sabe cual es su
deber y que actúa moralmente cuando actúa por sentido del deber.
15
incluso siendo yo el que lo ha perdido, puedo quedármelo tranquilamente. Sin
embargo, resulta difícil pensar que quien lo pierda pueda querer esta ley. El imperativo
categórico viene a decir que no puedo actuar en interés propio, tratándome a mi mismo
de modo distinto a los demás. Es lo que en la tradición bíblica se denomina la Regla
de Oro: no quieras para los demás lo que no quieres para ti.
Los críticos de Kant afirman que tal rigidez es absurda, que la moral ha de ser
algo mucho mas flexible que pueda adaptarse a las circunstancias. Si, por ejemplo, un
asesino nos preguntase el paradero de una posible víctima ¿qué debemos hacer? ¿decir
la verdad para que pueda localizarla y matarla? Kant contestaría que ni en ese caso ni
en ningún otro tenemos el control sobre las consecuencias de nuestros actos:
podríamos mentir y mandar al asesino en una dirección en la que, sin nosotros saberlo,
ahora se puede encontrar la víctima. Nunca podemos estar seguros de las
consecuencias de una acción por lo que no debemos juzgar un acto por sus
consecuencias.
16
10. El utilitarismo
Según él, la naturaleza nos ha dado dos grandes maestros: el placer y el dolor.
Estos nos muestran lo que es bueno y malo para nosotros. La felicidad consiste en
maximizar el placer y minimizar el dolor, como por otra parte ya había señalado
Epicuro. Bentham propone lo que él llama “la aritmética de los placeres” que consiste
en calcular el placer y el dolor que puede acarrear cada acción y elegir siempre la más
positiva.
Pero que puesto que vivimos en sociedad entonces el cálculo no puede hacerse
sólo pensando en nosotros ya que nuestras acciones repercuten en los demás y
debemos pensar que ellos también buscan el placer. Por ello los utilitaristas están
preocupados por las cuestiones políticas y sociales: la bondad o maldad de una ley (o
de una acción) se juzga por su utilidad para promover la mayor felicidad para la
mayoría. Son pues las consecuencias de una acción las que nos permiten
determinar si esta es buena o mala (al contrario que en la ética kantiana).
17
11 El marxismo
Karl Marx es un pensador que vive durante el siglo XIX y su influencia ha sido
enorme. Marx es un filósofo, un sociólogo, un agitador revolucionario, un político, pero
también, y esto no siempre es reconocido, es un filósofo moral, propone una ética que
marcará decisivamente a sucesivas generaciones.
¿Cómo alcanzar un futuro mejor, una sociedad más justa? Marx desconfiaba
de las políticas reformistas, pensaba que la sociedad capitalista descansaba sobre una
injusticia esencial: la división de la sociedad en dos clases sociales, los capitalistas, que
son los dueños de las tierras y las empresas, y los proletarios, los que nada tienen salvo
su fuerza de trabajo. Los intereses de unos y otros son radicalmente opuestos. Por
ejemplo a los primeros les interesa que el estado preserve y garantice el derecho a la
propiedad, para los segundos, en cambio, la propiedad es un robo y lo que quieren es
que los bienes sean comunes. Así pues no hay arreglo posible. Los marxistas sostienen
que la única forma de mejorar las condiciones sociales es mediante un cambio radical y
brusco de la situación política: la revolución social.
18
La necesidad de liberación, de emancipación, tiene tres vertientes:
la política (contra el estado) la económica (contra el patrono) y la religiosa. La
religión no es un hecho de conciencia individual, sino que es un hecho social: la
religión ha sido utilizada durante siglos por las clases dirigentes como medio de control
social, como un instrumento para mantener aletargadas las conciencias de los
oprimidos. “La religión es el opio del pueblo” afirmaba Lenin.
12 F. Nietzsche.
19
debemos evitar el resentimiento, el sentimiento de culpa, la mala
conciencia. Si nuestros instintos nos indican un camino, una acción, no debemos
reprimirnos, ni arrepentirnos por las consecuencias, de la misma forma que el águila o
el león no rinde cuentas a nadie por sus “fechorías”, así el hombre noble toma lo que le
pertenece por ser fuerte y estar vivo.
No existe algo así como una Razón que controle o se oponga a los instintos
(como afirmaban los estoicos). No estamos divididos en dos naturalezas – cuerpo y
alma- opuestas (como sostienen los cristianos). Todo es un invento de filósofos y
sacerdotes que han creado un mundo artificial y falso -la Verdad o el Cielo- que se
opone a la única realidad: LA VIDA.
13 Sartre y el existencialismo
Como no hay valores absolutos que exijan ser obedecidos, todo depende de
nuestra voluntad. La esencia del hombre es la libertad. Dice Sartre: “estamos
condenados a ser libres”, esto quiere decir que debemos elegir el tipo de persona
que queremos ser y lo tenemos que hacer desde la mas absoluta libertad, pues no hay
bien o mal, nosotros creamos valores y nos comportamos conforme a ellos.
Así pues Sartre no propone nuevos valores morales, más verdaderos o justos
que los anteriores, sino que la filosofía existencialista supone una aceptación de la
libertad humana y una llamada a la responsabilidad: somos responsables de lo que
somos, del tipo de persona en el que nos hemos convertido, pues no somos más que la
suma de nuestros actos, el resultado de sucesivas elecciones. Pero también, y esto no es
tan evidente, de la humanidad entera, pues como Dios no existe la única referencia son
las personas. Cada uno de nosotros es un modelo de persona que exponemos de
manera pública. Es como si dijéramos “miradme, así soy y así deberíais ser vosotros”.
20
todos y cada uno de los actos cotidianos que conforman nuestra vida. Si por el
contrario estimamos que la libertad y la independencia son los valores supremos
debemos ser coherentes con nuestra elección y no manipular, ni coaccionar a otras
personas. Lo contrario es ser hipócrita: pregonar unos valores y comportarse de
forma opuesta. Como el cristiano que se comporta de forma mezquina con sus
semejantes (en lugar de poner en práctica el amor al prójimo) o el marxista que se
comporta como un pequeño tirano en su entorno familiar (en vez de propiciar la
igualdad) o el kantiano que utiliza dos varas e medir, una para él y otra para los demás.
21
intereses diferentes a los nuestros. No podemos proceder como si no existieran,
debemos tomarlos en consideración, sobretodo si lo que nos interesa es determinar la
moralidad o inmoralidad de una acción.
Habermas propone una ética dialógica – dia, a través de, logos, razón-
esto quiere decir una ética que parta del diálogo, que asuma que la verdad no es
propiedad de nadie y que el m0nólogo no es adecuado para resolver conflictos morales.
En lugar de proponer a los demás una norma como válida para que opere como ley
general (el imperativo categórico), la ética dialógica dice que lo que hay que
hacer es presentarles a los demás las razones de porqué se piensa de esa
manera para que las puedan valorar.
El objetivo del diálogo es alcanzar, por consenso, el bien común, que no es otra
que aquello que mejor puede dar satisfacción a los distintos intereses individuales. De
tal modo que las normas que se adopten como resultado de la confrontación de
argumentos, tienen un carácter de obligación porque las personas que han participado
en el diálogo se las han auto-impuesto. La obligación de las normas morales no
proviene del exterior, sino que emana de dentro. Su carácter obligatorio es reconocido
por los partícipes del diálogo desde antes de ser establecidas. Es decir, debemos
empezar a dialogar bajo el compromiso de que vamos a respetar todos el resultado
final del diálogo. Una persona puede defender un punto de vista pero si finalmente
prevalece una opinión contraria, actúa moralmente cuando asume la norma que
resulta del diálogo aun cuando no fuera la que él considera más idónea.
22