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Efecto de Los Residuales Avícolas en El Ambiente
Efecto de Los Residuales Avícolas en El Ambiente
Yaneisy García, A. Ortiz y Esmeralda Lon Wo, Instituto de Ciencia Animal, Cuba.
A pesar de lo anterior, los sistemas intensivos de producción avícola pueden crear enormes
problemas de polución, debido a las grandes cantidades de sustancias contaminantes
(nitrógeno, fósforo y azufre) que se producen (Costa y Urgel 2000, Smith et al. 2001).
Además, originan grandes volúmenes de estiércol que se depositan en el suelo y, como
resultado, éste y el agua se contaminan (Enciclopedia MicrosoftÒ EncartaÒ 2004). En la
actualidad, es un reto buscar métodos más adecuados para la utilización de estos residuos.
El objetivo de este trabajo fue revisar las características de las gallinazas y pollinazas, sus
efectos en el ambiente, así como las principales vías para el reciclaje de nutrientes y
disminución de la contaminación ambiental.
Conceptos
En la literatura existen varias definiciones de gallinaza. Ruíz y Ruíz (1977) y Lon Wo (1983)
la definen como la acumulación de la excreta pura, a la que se unen restos del pienso,
plumas, huevos rotos y un porcentaje del material de la cama. Sin embargo, Kelley et al.
(1996), Terzich et al. (2000) y Tiquia y Tam (2000) denominan esta mezcla como pollinaza.
Anon (2000b) señaló que un pollo de ceba, produce de 0.2 a 0.3 kg de MS de excreta por
cada kilo de alimento consumido, lo que significa un volumen total de 0.7 a 0.8 kg de MS por
pollo cebado. Por otra parte, Ensminger (1992) informó que las aves confinadas producen 4.5
toneladas de excretas por cada 1000 libras de peso vivo.
En las condiciones actuales de Cuba, según Ortiz (2004), la producción de excretas en base
seca por estos dos conceptos (gallinas ponedoras y pollo de ceba) sobrepasa las 50 000
toneladas. Además, este autor señala que si a esto se le añaden el reemplazo de ponedoras
y el material de cama (pollinaza) de todas las categorías de aves que se crían en piso (pollo
de ceba, reproductores pesados, reproductores ligeros, inicio de ponedora, reproductores e
inicio de semirrústico y otras especies como: pato, pavo y ganso) el volumen total de
residuos de la avicultura en el país superaría las 100000 toneladas anuales.
En los Estados Unidos cada año se producen más de 100 millones de toneladas de excretas
en base seca (Fontenot 1999) y 5.6 millones de toneladas de camas en base seca (Food and
Drug Admisnitration 2001 citado por Lu et al 2003). También se estima que en el Reino Unido
se producen, anualmente, 4.4 millones de toneladas de excretas de aves, que incluyen 2.2
millones de toneladas de cama de pollos de ceba y 1.5 millones de tonelada de excretas de
ponedoras (Smith et al. 2001).
Se preveé que para el año 2010 se generen grandes volúmenes de excretas, debido a que el
estimado del consumo de carne para ese año será, aproximadamente, 55 millones de
toneladas. Esto equivale a una producción viva anual de 74 millones de toneladas o cerca de
37 billones de aves de 2 kg (Lesson 2003).
Efecto de los Residuos Avícolas en el Ambiente
En el año 2000, la creciente preocupación por los efectos ambientales de la explotación
intensiva de aves llevó a la comunidad Europea a crear un consejo directivo que regulara el
control de la polución ambiental. Sin embargo, según las estadísticas, la industria avícola no
es la que más contamina al ambiente. Esto no puede ser causa de satisfacción, ya que
cualquier producto de la excreción orgánica, si se presenta en cantidades suficientes, puede
tener graves consecuencias ambientales (Lon Wo y Cárdenas 2003).
Los sistemas intensivos de producción animal (bovinos, cerdos y aves) pueden crear
enormes problemas de polución, debido a las grandes cantidades de sustancias
contaminantes que producen (Costa y Urgel 2000 y Smith et al. 2001). Además, originan
grandes volúmenes de estiércol que se depositan en el suelo. El fósforo, una vez en el suelo,
se libera mediante la acción de las fitasas que producen los microorganismos de este
ecosistema. Después, pasa a ríos y lagos, lo que da lugar a los fenómenos de eutrofización
de las corrientes de agua y de los reservorios acuáticos. En estas circunstancias, hay un
crecimiento acelerado de las algas y un agotamiento del contenido de oxígeno del agua, lo
que provoca la mortalidad de la fauna acuática (Jongbloed et al. 1996).
Uno de los mayores problemas es, sin duda, el olor desagradable de los residuos avícolas.
La gallinaza fresca contiene sulfuro de hidrógeno (H2S) y otros compuestos orgánicos, que
causan perjuicio a quienes habitan cerca de las granjas avícolas. La sensación de suciedad
que acompaña a estos vertimientos, así como la aparición de síntomas evidentes de la
degradación ambiental en el entorno, son otros factores que afectan la calidad de vida. En
estos casos, los vecinos pueden interponer una demanda (Rodríguez 1999).
Por estos motivos, Sánchez (2003) señaló que la crianza en zonas urbanas lleva implícito
aspectos negativos asociados a la deposición de residuales, los cuales se generan en un
pequeño espacio (una granja de producción intensiva) que se encuentra relativamente cerca
de algún núcleo poblacional y como consecuencia la polución de suelos y aguas, el polvo y el
mal olor, pueden conllevar a graves problemas de salud pública (zoonosis).
Sutton et al. (2002) plantearon que si al manipular la alimentación para los animales, las
operaciones de producción no se manejan adecuadamente, la descarga de nutrientes,
materia orgánica, patógenos y emisión de gases, a través de los desechos puede causar una
contaminación significativa de los recursos esenciales para la vida (agua, suelo u aire). Al
respecto, Rodríguez (1999) dividió en tres bloques los problemas que los residuos avícolas al
medio ambiente, y los generalizó de la siguiente forma: los que afectan a la atmósfera, a los
suelos y a las aguas.
En las aves, más del 50 % del N de los alimentos se excreta como ácido úrico, por lo que una
estrategia podría ser inhibir su conversión a amoníaco, además de las múltiples
combinaciones de manejo nutricional (Uremovic et al. 2001), sistema de alojamiento,
opciones de tratamiento, almacenaje y disposición de residuales, de modo que se reduzca la
contaminación ambiental y se produzca, a largo plazo, un crecimiento sostenible.
El valor nutritivo de estos residuos es mayor que el de otras excretas de animales, pues son
especialmente ricos en proteínas y minerales (tabla 2). Sin embargo, el alto contenido en
fibra de las camas y nitrógeno no proteico (NNP) de las excretas de aves, determina que los
rumiantes se consideren los más indicados para su consumo. En tal sentido, Chaundry et al.
(1996), Cantón et al. (1997) y Fontenot (1998) afirmaron que el comportamiento del ganado
alimentado con raciones que contenían desechos avícolas fue similar al que consumió dietas
convencionales.
El valor de energía digestible de las camas que se usan como alimento para los rumiantes
puede compararse con el del heno de alfalfa y varía muy poco en función del material
utilizado como cama (pajas, cáscaras y bagazos), aunque las virutas de madera dura y otros
materiales lignocelulósicos poseen valores más bajos de energía digestible, mientras que las
procedentes de la pulpa de cítrico deshidratada tienen valores muy altos de energía
digestible y metabolizable, casi equivalentes a los del maíz (Valdivié y Ortiz 2003).
Excreta
Excreta de pollos Excreta de Excreta de Excreta de
deshidratada
de ceba buey vaca cerdo
de ponedora
Según Bhattacharya y Fontenot (1966) para carneros de ceba, cuando la cama usada no
aporta más del 50 % del N de la ración, la digestibilidad aparente de la PB de ella es de 72.5
% y, cuando sobrepasa ese aporte, disminuye la digestibilidad del N.
Numerosos trabajos avalan las ventajas económicas y zootécnicas del uso de las gallinazas
y camas de pollo en la alimentación de rumiantes. Sin embargo, Fontenot (1999) considera
que, cuando las excretas son usadas como alimento animal, es necesario procesarlas para
destruir los microorganismos patógenos, mejorar sus características de manejo y
almacenamiento y mantener y aumentar su aceptabilidad. Dentro de los principales
tratamientos realizados a estos desechos pueden citarse la deshidratación y los procesos
fermentativos que ocurren durante los ensilajes y compostajes (Kwak 1999 y Mitchell et al.
2002).
Aunque las gallinazas y pollinazas, como materiales de desecho, son fuentes potenciales de
microorganismos patógenos que pueden provocar enfermedades en los animales que los
consumen, ninguno de los estudios microbiológicos realizados con estos materiales mediante
métodos estándares de cultivo (Jeffrey et al. 1998, Martin et al. 1998, Terzich et al. 2000 y
Ortiz 2004) y por detección molecular (Lu et al 2003) informan la presencia de patógenos
(Salmonellas, Escherichia coli, Campylobacter spp., Yersinia spp. y Listeria spp). Por el
contrario, sí hacen saber la existencia de microorganismos beneficiosos como Lactobacillus y
levaduras (García et al. 2005)
Morales et al. (1993), Murthy et al. (1996), Morales y Egaña (1997) y Marshall (2000)
valoraron la inclusión de estos residuos en dietas para el ganado de engorde y obtuvieron
ganancias de peso similares. Además, desde el punto de vista económico constataron que
los costos de alimentación fueron menores.
Manivela et al. (1997) y Marshall (2000) realizaron estudios con niveles de inclusión de 25 y
30 % de gallinaza en la dieta de ovinos. Estos autores no observaron cambios en el pH,
concentración de amoníaco y de ácidos grasos de cadena corta en el rumen, además de que
no informaron daños en hígados, riñones, así como en los indicadores de salud.
Por otra parte, Morais et al. (1999) suministraron a ovinos adultos millo ensilado con gallinaza
a razón de 0, 10, 20, y 30 %. Estos autores encontraron que el consumo voluntario de la MS
fue mayor en los tratamientos que contenían excretas y que su digestibilidad incrementó a
valores de 59.58, 65.75, 69.55 y 72.17 %, a medida que aumentaba el porciento de inclusión
de gallinaza en el ensilaje.
Con ovejas en lactación, Parra et al. (2001) sustituyeron el 30 % del suplemento por cama de
pollo, en una dieta basal de forraje y 500 g/d de concentrado y obtuvieron igual producción de
leche y pesos similares en las crías al final de la lactancia, con respecto al grupo control sin
pollinaza.
Ortiz (2004) utilizó, de forma efectiva, la pollinaza de cascarilla de café, bagazo de caña y el
bagazo más la ceniza de central azucarero como un complemento proteico-mineral para
ovinos en crecimiento-ceba ,en condiciones de pastoreo. Este autor obtuvo ganancias de
peso vivo superiores a los 100 g/d y mejores indicadores de la canal, cuando utilizó estos
materiales en dosis de 20 g/kg de peso vivo, sin que se afectara la aceptabilidad de la carne.
Utilización de los Residuales Avícolas como Fuente de Fertilizantes Orgánicos
Por sus aportes en materia orgánica (MO), N, P y potasio (K), las pollinazas y gallinazas se
recomendan como abono orgánico (Marlone y Chaloypka 1982, Cheryl et al. 1996, Rodríguez
1999, Anon 2000a, Pool et al. 2000 y Lima 2003) o como fuente de materia prima para la
elaboración de compost (Tiquia y Tam 2000, Lichtenberg et al. 2002 y Martín y Rodríguez
2002), convirtiéndolas en un potencial sustituto de los fertilizantes químicos.
El aporte directo de los residuos avícolas en los suelos provoca la lenta liberación de sus
nutrientes, por lo cual muchos productores someten estos residuales a un proceso de
compostaje, con el propósito de incrementar la disponibilidad de los nutrientes vegetales y la
calidad de la materia orgánica. Esto favorece al suelo y al rendimiento de los cultivos
(Preusch et al. 2002 y Valdivié y Ortiz 2003).
Según Jeffrey (2002), en el proceso fermentativo del compost, la microflora que prevalece,
las altas temperaturas, los cambios de pH, la generación de ácidos grasos y de otros
productos, eliminan los microorganismos patógenos o productos indeseables que pudieran
aparecer en las excretas avícolas sin compostar. Así, el compost se convierte en una
excelente vía para que los residuos avícolas actúen de modo beneficioso en el ambiente.
Evers (1998) y Rostagno et al. (2003) fundamentan las ventajas de los residuales avícolas,
específicamente de las pollinazas, con respecto a los fertilizantes comerciales, en que los
primeros aportan cantidades importantes de N, P, K y MO, promueven la liberación lenta de
los nutrientes al suelo y la MO mejora la estructura del suelo, así como la capacidad de
retención de agua y nutrientes. En tanto, el Ca contenido en los residuales avícolas reduce la
acidez del suelo, lo que coincide con los planteamientos de Wood et al. (1993).
El uso de los residuales avícolas como abono orgánico puede ser más económico que el de
los fertilizantes comerciales (Wood 1992 y Edwards 1996). Al respecto, Griffiths (1998)
señaló que una tonelada de pollinaza cuesta, aproximadamente, 37.50 USD, mientras que
una de urea se comercializa en unos 490 USD y agregó que, aunque esta última aporta más
nitrógeno por tonelada, el costo del nitrógeno contenido en la pollinaza es diez veces inferior
al de la urea, además de que contiene altos niveles de MO.
Por otra parte, González y García. (1999) plantearon que la cantidad de estiércol a esparcir
en un campo de cultivo se limita por la capacidad de las plantas para extraer del terreno los
minerales que aportan las excretas. Añadieron que el exceso de aporte ante las necesidades
resulta en la contaminación ambiental. En este sentido, Jongbloed y Kemme (1997)
señalaron que, desde el punto de vista práctico, el fósforo es el nutriente que regula la
cantidad de estiércol que puede esparcirse en el suelo, debido a su poca digestibilidad por
los animales monogástricos.
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