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LA PATRISTICA 1

Palabras claves:
Roma, Asia Menor, Siria, Alejandría, Apologistas griegos, filosofía griega, herejías

Objetivos:
Dar a conocer el estudio y conocimiento de la doctrina, obras y vida de los Padres de la
Iglesia Primitiva.

Mostrar las tendencias doctrinales y teológicas que se pueden encontrar y distinguir en


los Padres y sus escritos.

Resumen:
Se da este nombre a la ciencia que tiene por objeto el estudio y conocimiento de la
doctrina, obras y vida de los Padres de la Iglesia primitiva.

Nuestra atención se dirigirá básicamente hacia las tendencias doctrinales y teológicas


que se pueden encontrar y distinguir en los Padres y sus escritos, comenzando por los
llamados "Padres Apostólicos", pasando por los apologistas griegos, continuando con las
escuelas teológicas y sus más destacados exponentes, para terminar con San Agustín
de Hipona.

DESARROLLO TEMÁTICO
1.LA PATRISTICA
“La supremacía del obispo de Roma fue impugnada por la patrística. Juan Crisóstomo,
Ambrosio, Olegario, Jerónimo y Agustín, no entendieron que la Iglesia estaba formada
sobre la persona de Pedro (super petrum), sino sobre la roca (super petram), es decir,
sobre la confesión de fe del pescador”.
Pastor Darío Silva-Silva
Se da este nombre a la ciencia que tiene por objeto el estudio y conocimiento de la
doctrina, obras y vida de los Padres de la Iglesia primitiva. Los tratados que se han
elaborado sobre el tema o la colección y recopilación de los escritos de los Padres
también reciben el nombre menos usual de “Patrología”. En este caso nuestra atención
se dirigirá básicamente hacia las tendencias doctrinales y teológicas que se pueden
encontrar y distinguir en los Padres y sus escritos, comenzando por los llamados “Padres
apostólicos”, pasando por los apologistas griegos, continuando con las escuelas
teológicas y sus más destacados exponentes, para terminar con San Agustín de Hipona.

1.1 Los Padres Apostólicos


Dentro de este grupo encontramos los escritos cristianos más antiguos que se
conocen al margen del Nuevo Testamento, aunque algunos estudiosos creen que
varios de ellos son más antiguos que los últimos libros del N.T. Reciben este nombre
porque se suponía que sus autores habían conocido a los apóstoles. Esto es cierto,
con toda seguridad, en relación con algunos pero no se puede afirmar acerca de
todos ellos. Actualmente hay discusión acerca del número de obras que componen
este grupo pues algunos incluyen dentro del mismo el “Discurso a Diogneto”, obra
cuyo autor y fecha de composición son muy dudosas y que por su carácter
apologético encuadra mejor dentro de los apologistas griegos que es donde vamos a
ubicarla en nuestro contexto. Por lo tanto, desde esta perspectiva, las obras de los
Padres apostólicos son siete, a saber:

 Las epístolas de Clemente de Roma (en particular su primera y segunda epístola a


los Corintios, que son las únicas de las que se tiene seguridad de haber sido
escritas por él, aunque de la segunda subsisten algunas dudas).
 El pastor de Hermas, personaje que era, con mucha probabilidad, hermano del
obispo romano Pío que ocupó la cátedra episcopal en la quinta década del siglo II.
 Las siete epístolas de Ignacio de Antioquía a las iglesias de Asia Menor y Roma
cuando se hallaba camino al martirio en esta última ciudad.
 La epístola de Policarpo de Esmirna a los Filipenses (asociadas con Policarpo
aunque no escritas por él, también encontramos que una de las siete epístolas de
Ignacio fue dirigida a él personalmente en su doble condición de amigo de este
último y obispo de la iglesia de Esmirna, además de la carta en que su propia
Iglesia, Esmirna, relata el martirio de Policarpo).
 Papías de Hierápolis y su obra Explicaciones de las sentencias del Señor
 La epístola de Bernabé, obra de carácter seudoepigráfico.
 La Didajé o Doctrina de los Doce apóstoles

Además de éstos, existen otros escritos cristianos de la misma época que sólo se
discutirán cuando sea necesario para aclarar algún punto relacionado con las obras
de las Padres apostólicos. Por lo pronto se debe señalar que para el propósito que se
persigue en este punto, se hará caso omiso de las diferencias particulares entre uno
y otro de los Padres apostólicos para poder agruparlos y estudiarlos teniendo en
cuenta sus características comunes que permiten distinguir tres grupos o tendencias
teológicas incipientes asociadas con tres centros geográficos de expresión y
desarrollo teológico como son: Roma como representante del cristianismo latino
occidental; la escuela de Asia Menor y Siria en oriente; y la escuela de Alejandría en
Egipto, también en la parte oriental del imperio romano.

1.1.1 Roma y el cristianismo Latino Occidental

Relacionados con la perspectiva romana y occidental de la doctrina cristiana


encontramos, por supuesto, a Clemente de Roma y también al “Pastor de
Hermas”. En estas obras ya se puede percibir el giro práctico y ético
característico del cristianismo latino occidental que en muchos casos ha llevado
al moralismo y el legalismo. No existe en estos escritos ningún interés
especulativo ni místico sino eminentemente práctico. En el caso de Clemente y su
primera epístola a los Corintios, su énfasis recae en la enseñanza moral
basándose al mismo tiempo, tanto en el ejemplo de obediencia, hospitalidad y
humildad de los personajes piadosos del A.T., como en la doctrina estoica de la
armonía en el universo, aceptando así la influencia del concepto estoico de la
Providencia que refleja el gran auge que esta filosofía cobraba en Roma en esa
época. En la segunda de sus epístolas aparece la doctrina de “la segunda
penitencia” que se encuentra también en “El Pastor de Hermas”, formulada para
dar respuesta a la preocupación por el problema de los pecados post-
bautismales, es decir los que se cometen después de la conversión y el
bautismo. Esta enseñanza aparece claramente en el cuarto de los doce
mandamientos consignados por Hermas y que constituyen un resumen de las
obligaciones del cristiano que se deben cumplir, según Hermas, para alcanzar la
vida eterna. En el mandamiento en mención se afirma que es posible una sola
penitencia después del bautismo, pero que el que pecare después de esta
segunda penitencia, difícilmente logrará el perdón. Evidentemente, la principal
preocupación de Hermas, además de la falta de celo y dedicación de algunos
hermanos, es el problema que da origen a la doctrina de “la segunda penitencia”.
Así pues, para Hermas el cristianismo parece ser antes que nada una serie de
preceptos que debemos seguir; de donde toda su obra adquiere el carácter de
mandamiento práctico. Este carácter e interés ético de su obra se manifiesta en
su preocupación por la penitencia, apareciendo por primera vez en este escrito la
doctrina de que es posible hacer más de lo que requiere el mandamiento de
Dios, y así lograr una mayor gloria, sentando las bases de lo que será más tarde
el sistema penitencial de la iglesia de Roma y las llamadas “obras de
supererogación”. En síntesis, para esta tendencia teológica en nacimiento, la
salvación no resulta ser tanto un don de Dios a través de la unión con Jesucristo,
sino una recompensa que Dios otorga a quienes cumplen sus mandamientos. Y
Jesucristo, más bien que el iniciador de una nueva era, es el maestro de una
nueva ley.

1.1.2 La escuela teológica de Asia Menor y Siria

Aunque más adelante se desarrollará también una distinción entre el


pensamiento de Asia Menor y el de Siria, por ahora estas dos regiones se unen
en un agudo contraste con Roma de una parte y Alejandría de la otra. Esta
perspectiva cristiana se nos da a conocer, además de en la literatura joanina, en
las obras de Ignacio, Policarpo y Papías. Precisamente es en relación con estos
personajes que el nombre de “Padres apostólicos” es más acertado pues se da
por sentado que tanto Policarpo como Papías fueron discípulos directos del
apóstol Juan y en cuanto a Ignacio, si bien las versiones en este mismo sentido
no gozan de la misma credibilidad que los dos casos anteriores, de cualquier
manera no han podido ser refutadas de manera concluyente. Por otra parte, es
igualmente probable que Clemente haya conocido a alguno o ambos apóstoles
Pedro y Pablo cuando estos coincidieron en Roma hacia el final de sus vidas. En
los escritos de Ignacio, Policarpo y Papías, el cristianismo no es ante todo una
enseñanza moral, sino la unión con el Salvador, mediante la cual se alcanza la
inmortalidad. Lo fundamental no es entonces seguir cierto código de ética, sino
unirse estrechamente mediante la fe y en el seno de la Iglesia, con el Señor
Jesucristo. El profundo interés por la eucaristía que estos escritos manifiestan es
resultado de lo anterior. Tal vez la característica más destacada de esta corriente
es la gran importancia que tiene para ellos la realidad histórica de Jesucristo
como fundamento imprescindible de su fe. Ignacio ilustra esto claramente en sus
epístolas en donde manifiesta su preocupación y ataca las enseñanzas de los
“docetas” que negaban la vida física de Jesucristo, absteniéndose de participar
en la comunión; y las de ciertos personajes con tendencias judaizantes que
hacían de Jesucristo un simple maestro en el marco del judaísmo. Su violenta
oposición a ambos grupos se explica en el hecho de que ambos negaban de
alguna manera la encarnación de Dios en Jesucristo. La cristología es, pues, el
punto en el que Ignacio ve más amenazada la doctrina cristiana aunque sin
plantearse todavía los problemas especulativos que la unión de Dios y el hombre
en Jesucristo suscitan; sino solo afirmando que en el hombre histórico Jesús de
Nazaret está también Dios. La eucaristía es de extrema importancia para Ignacio
debido precisamente a que el obispo ve en ella una oportunidad sin igual de
subrayar y realizar la unión del creyente con Cristo al adentrarse en ella por el
sacramento. Policarpo por su parte pone de manifiesto una teología semejante a
la de Ignacio, aunque con un giro más práctico. Sin embargo, sin llegar a las
profundidades de Ignacio, sí subraya como él la realidad de la humanidad de
Cristo, a quien coloca en el centro de su doctrina de la salvación. Finalmente al
abordar a Papías y sin tener que pronunciarse sobre el mayor o menor contenido
auténticamente histórico de su “Explicación de las sentencias del Señor”; la obra
en sí es ya una evidencia del intento de su autor por recoger tradiciones no
escritas de personajes confiables como Juan el apóstol o, aún concediendo que
este Juan que se llama a sí mismo “el anciano” (2 Jn. 1; 3 Jn. 1) no es el apóstol
del grupo de los doce que escribió el evangelio y la primera epístola que se le
atribuye, de cualquier manera es un personaje asociado directamente con los
apóstoles que demuestra, junto con las demás fuentes consultadas, el interés de
Papías por preservar la semblanza auténticamente histórica de Jesucristo.

1.1.3 La escuela teológica de Alejandría en Egipto

Esta tendencia está representada en los Padres apostólicos por la “Epístola de


Bernabé”. Los aspectos distintivos de esta escuela teológica son su acusada
influencia por parte de la filosofía platónica y su interpretación alegórica del
Antiguo Testamento que tiene sus antecedentes precisamente en el filósofo judío
y alejandrino Filón. En ella se combinan el interés ético propio de Roma con un
interés especulativo y una carencia de sentido histórico. Así, la realidad histórica
del Antiguo Testamento desaparece tras alegorizaciones que hacen de la
escritura judía una simple enseñanza moral. Y, de acuerdo con su falta de
sentido histórico, este tipo de cristianismo tiene poco que decir acerca del Cristo
histórico. Uno de los escritos no incluidos dentro de los padres apostólicos que
sin embargo muestra muchos puntos de contacto con la epístola de Bernabé es
el de “Los oráculos sibilinos” de origen alejandrino al igual que la epístola en
mención. Volviendo a esta última, el primero que atribuyó esta obra a Bernabé
fue Clemente de Alejandría, teólogo cristiano posterior que junto con Orígenes
son los máximos exponentes dentro del cristianismo primitivo de esta tendencia
teológica. Estos dos teólogos sentían gran simpatía por esta llamada “Epístola de
Bernabé” y hasta llegaron a considerarla parte del Nuevo Testamento puesto que
a ambos les convenía el alegorismo de este escrito. A pesar de lo anterior no
debe pensarse que esta obra niegue de plano el carácter histórico de todo el A.T.
puesto que en su contenido oscila entre la interpretación abiertamente alegórica
del mismo y la interpretación tipológica, razón por la cual se llegan a presentar
algunas contradicciones internas en la manera en que aborda un mismo suceso
del A.T. Así por ejemplo, en su enfoque alegórico de la creación del mundo hay
implícita una escatología milenarista que riñe con la tendencia del Pseudo-
Bernabé a rechazar todo lo que parezca materialista.

La Didajé o Doctrina de los doce apóstoles es un documento difícil de clasificar


dentro de alguna de las anteriores tendencias. Olvidada durante mucho tiempo, fue
descubierta finalmente en 1.873 en Constantinopla y a partir de su publicación en
1.883 ha sido objeto de gran controversia en cuanto a la fecha y el lugar en que fue
escrita. Parece ser, sin embargo, que su fecha de composición debe ser el final del
siglo primero y principios del segundo, aunque utilizando algunos materiales
anteriores. El lugar en que fue escrita sería entonces alguna pequeña comunidad de
Siria o Palestina apartada de las corrientes centrales del pensamiento cristiano, lo
cual explicaría la dificultad que esta obra plantea para conciliar su evidente
proximidad con los tiempos apostólicos en ciertos aspectos con su distancia de los
mismos en otros frentes. Debido a que el manuscrito en que fue hallada contenía
también tanto la epístola de Bernabé como las de Clemente de Roma, puede ser
relacionada tanto con Roma como con Alejandría. En efecto, hay una estrecha
relación entre la Didajé y la epístola de Bernabé, lo que se debe al uso de la misma
fuente, según se cree hoy. Esto es innegable en cuanto al llamado “documento de los
dos caminos” incluido en ambos escritos y que al parecer existía independientemente
tanto de la Didajé como de la epístola de Bernabé, y fue luego utilizada por los dos.
Por otra parte, el tono y contenido de este escrito tiene mucha afinidad con la
tradición romana pues parte de su importancia radica en ser una expresión del
moralismo que muy temprano se posesionó de algunas corrientes teológicas hasta
caer en el más agudo legalismo, señalando de este modo la dificultad que se ha
presentado a través de la historia para percatarse del sentido íntimo de la fe
cristiana.

Por último es necesario decir que esta diversidad de escuelas no ha de hacernos


pensar que no había en la iglesia de esta época cierta unidad de enseñanzas y
pensamiento. Por el contrario, se encuentran en ellas ciertos aspectos de
sorprendente uniformidad. Vemos así que, con respecto a la persona de Cristo, los
Padres Apostólicos concuerdan en afirmar su preexistencia, así como su divinidad y
humanidad. Y en lo que concierne a las relaciones entre Cristo y el Padre todos estos
documentos, con excepción tal vez de Hermas en donde su formulación es confusa,
concuerdan en hacer uso siquiera de diversas fórmulas trinitarias primitivas. Además,
para todos los Padres Apostólicos el bautismo ejerce un verdadero poder de
purificación y la Eucaristía es el centro de la adoración cristiana. Finalmente, aunque
todavía continúa viva la expectación escatológica, ésta va perdiendo cada vez más su
carácter central.

1.2 Los Apologistas griegos


Los llamados “Apologistas griegos” son escritores que tuvieron como propósito
defender la fe cristiana ante las falsas acusaciones que constituían el fundamento de
las persecuciones. Escribieron sus defensas en griego, aunque también existen
valiosas apologías en latín como “El Octavio” de Minucio Félix y las apologías de
Tertuliano que, sin embargo, no se incluyen entre los apologistas griegos. Este último
grupo esta conformado por los siguientes personajes y sus correspondientes
apologías:

 Arístides, que compuso la que puede ser la más antigua apología que poseemos
actualmente.
 Justino Mártir, el más importante de los apologistas griegos del siglo II tanto por la
profundidad y originalidad de su pensamiento, como por la extensión y variedad de
sus obras. Las que han llegado a nuestros días son sus dos Apologías y su
“Diálogo con Trifón”
 Taciano, discípulo del anterior y autor de la apología llamada “Discurso a los
Griegos” y el “Diatessaron” primer intento que se conoce para armonizar los cuatro
evangelios.
 Atenágoras, el “filósofo”, contemporáneo de Taciano y autor de las obras “Súplica
a favor de los cristianos” y “Sobre la resurrección de los muertos”.
 Teófilo, obispo de Antioquía y autor de la apología “Tres libros a Autólico”
 Hermias y su “Burla de los Filósofos Paganos”
 El Discurso a Diogneto, apología de autor desconocido, incluida en ocasiones
dentro de los Padres Apostólicos. Algunos estudiosos afirman que ésta es la
perdida apología de Cuadrato, argumento que de ser cierto haría de ella la
apología más antigua que nos ha llegado hasta hoy, desplazando de este honroso
lugar a Arístides.

Hay, adicionalmente a las anteriores, algunas otras apologías perdidas en el sentido
de que no han llegado hasta nuestros días sino a través de la cita o mención de las
mismas por parte de otros escritores eclesiásticos antiguos. Estas son la Apología de
Cuadrato (la primera obra de este tipo según Eusebio de Cesarea), el “Diálogo entre
Jasón y Papisco acerca de Cristo” de Aristón de Pella, las apologías de Milcíades y
Apolinario de Hierápolis, así como la Apología de Melitón de Sardis dirigida al
Emperador Antonino.

Loa Apologistas, en su esfuerzo por presentar su fe de tal modo que pueda ser
comprendida por los paganos, se ven obligados a sistematizar su pensamiento, y así
se puede decir que éstos son los primeros pensadores sistemáticos del cristianismo.
En esta tarea de sistematización y en su doctrina del logos, que abre el camino al
diálogo entre la fe cristiana y la cultura clásica, estriba el valor de la obra de los
Apologistas. Por lo anterior, no se puede enmarcar la obra de los Apologistas dentro
de una o más de las tendencias teológicas relacionadas previamente; pero si se
pueden distinguir en ellos algunas de las características que se observan ya en éstas.

1.2.1 La influencia de la filosofía griega

Esta característica que ya se había señalado en relación con la escuela teológica


de Alejandría y su acusada influencia de la filosofía platónica, se puede apreciar
también en los escritos de todos los Apologistas que conscientemente hacen en
sus obras una valoración favorable o desfavorable de la influencia de la filosofía
griega en la doctrina cristiana. Entre los que la valoran positivamente
encontramos a Justino Mártir, Atenágoras y Teófilo. Entre los que lo hacen
negativamente están Taciano y Hermias. Arístides y el Discurso a Diogneto no se
pronuncian de manera clara al respecto.

Justino se enfrenta en sus apologías a dos problemas básicos: Por una parte, el
de la relación entre la fe cristiana y la cultura clásica, y por otra, el de la relación
entre el A.T. y esa fe. En relación con el primer asunto, Justino encuentra varios
puntos de contacto entre la filosofía pagana y la fe cristiana. El principal de ellos
es su utilización de la doctrina del logos o Verbo, término teológico usado por el
apóstol Juan en sus escritos para referirse al Cristo preexistente (Jn. 1:1) que
encuentra su equivalente en la ya tradicional doctrina filosófica griega del logos,
cuya aparición y desarrollo inicial se dio entre sus primeros filósofos. En este
sentido Justino se ubica dentro de la tendencia teológica alejandrina pues el
primero en intentar la unión de la tradición filosófica griega con la tradición
judaico-cristiana utilizando este mismo punto de contacto fue el filósofo judío
alejandrino Filón. En su planteamiento de la doctrina del logos Justino toma
elementos del estoicismo (los conceptos del logos seminal y las semillas del
logos) y los funde con su filosofía básicamente platónica, aunque afirmando
siempre que la verdad total sólo puede ser conocida en el Verbo encarnado. De
ahí ese carácter extraño del pensamiento de Justino, tan claramente platónico,
pero al mismo tiempo tan profundamente cristocéntrico. La doctrina del logos de
Justino, en su afán por hacer una distinción clara entre El Verbo y Dios, tiende a
subordinar el primero al último. Atenágoras en cambio, aunque expone una
doctrina del logos similar a la del primero; se esfuerza en mostrar la unidad del
Verbo con el Padre evitando así la tendencia subordinacionista de Justino. La
distinción entre el Verbo interior y el Verbo pronunciado característica de Filón
también aparece en Atenágoras y se volverá más explícita en los “Tres libros a
Autólico” de Teófilo de Antioquía quien se refiere al logos inmanente, que existía
siempre en la mente o corazón de Dios y al logos expresado. Adicionalmente hay
que decir que Teófilo es el primer autor cristiano que utiliza la palabra “Triada”
para referirse a Dios en claro anticipo al termino “Trinidad” que fue el que
finalmente se impuso. Por otra parte Melitón de Sardis, uno de los autores cuyas
obras apologéticas se han perdido, nos dejó una homilía sobre la pasión llamada
la Homilía Pascual en la que a pesar de presentar un agudo contraste con Justino
en cuanto los conceptos filosóficos no juegan papel alguno en ella; es en esta
obra donde encontramos por primera vez la afirmación de que en Cristo hay “dos
naturalezas”. La introducción de estos términos y distinciones sutiles en el
campo de la teología cristiana y particularmente de su cristología es de suma
importancia, pues pronto fue aceptada y empleada por algunos de los teólogos
más influyentes que, debido a la variedad de matices y la consiguiente
ambigüedad semántica de muchos de estos términos en una misma cultura, así
como su diferente significado en culturas diferenciadas (Occidente y Oriente);
vacilaron entre una y otra posición y sólo a través de una controversia larga y
amarga se llegó a clarificar la doctrina cristiana en lo que a esto se refiere.
En relación con la valoración negativa de la filosofía pagana clásica, Taciano
también se refiere al logos o Verbo como el centro de la doctrina cristiana, pero
utiliza el término en un contexto netamente bíblico sin buscar puntos de contacto
con la filosofía griega pues en su “Discurso a los Griegos” emprende un ataque
contra la validez de esta filosofía esforzándose en demostrar la superioridad de lo
que él llama “religión bárbara”, señalando de este modo al contenido del A.T.,
sobre la cultura y religión helénicas. En este propósito el principal argumento de
Taciano consiste en la prioridad cronológica de Moisés sobre Homero, tesis que
desarrollada hasta sus últimas consecuencias indica, en palabras de Taciano,
que “Moisés es más antiguo que los antiguos héroes, guerras y divinidades, y
más vale creer al que se aventaja en edad que no a los griegos, que fueron a
sacar de esa fuente sus enseñanzas sin entenderlas” o, dicho de otro modo, que
cualquier cosa buena que se encuentre en la religión helénica ha sido
simplemente copiada del A.T. Hermias por su parte pone de manifiesto un
desprecio total hacia la filosofía pagana, mostrando en su obra las
contradicciones de los sabios de la antigüedad de un modo irónico y punzante.
Para concluir hemos de puntualizar que, aún entre los apologistas que más
utilizan los instrumentos filosóficos, como Justino y Atenágoras, doctrinas tales
como la de la encarnación y la resurrección de los muertos, que resultan
repugnantes al espíritu helénico, no pierden su carácter central. Por lo tanto, la
penetración del helenismo en la teología cristiana no pasa de ser formal hasta
este momento, influyendo poco o nada en el contenido doctrinal. En la medida en
que posteriormente lo formal vaya dando paso al contenido, la Iglesia se verá
envuelta en grandes luchas doctrinales.

1.2.2 El carácter histórico de la fe

De nuevo Justino es quien aborda más extensamente este aspecto cuando


discute el problema de las relaciones entre el A.T. y la fe cristiana en su “Diálogo
con Trifón”. En esta obra Justino relaciona el A.T. con el cristianismo a través de
los “tipos” y no a través de las alegorías propias de la escuela teológica de
Alejandría por lo cual en este aspecto toma distancia de esta última para
acercarse, como lo veremos, a la posición de la escuela teológica de Siria y Asia
Menor en la cual el carácter netamente histórico de la revelación es fundamental.
Según la interpretación tipológica, hay en el A.T. hechos que son figuras de las
cosas por venir. Por lo tanto esta interpretación no debe confundirse con el
alegorismo alejandrino en el cual la importancia de los hechos del A.T.
desaparece tras su nuevo significado místico, mientras que en la tipología de
Justino el significado está en el hecho histórico mismo, aunque lo trasciende. Es
así como el pensamiento de Justino lleva implícita toda una doctrina de la
historia que asoma brevemente en sus obras pero que será desarrollada más
adelante por otros pensadores que construyen sobre sus fundamentos,
especialmente Ireneo, máximo exponente de la escuela teológica de Asia Menor.
Por otra parte, la valoración que Taciano, discípulo de Justino, hace sobre el A.T.
también implica una valoración positiva de la historia. Finalmente, la apología de
Arístides, con la expectación escatológica que ocupa un importante lugar en ella,
también contiene una referencia velada a la dimensión histórica del hombre.

1.2.3 El aspecto práctico, ético y moral del cristianismo

En lo que concierne a este aspecto del cristianismo enfatizado por Occidente es


necesario recordar que el propósito de las apologías es un propósito práctico:
despojar a los antagonistas del cristianismo de los argumentos que esgrimen
para perseguir a los cristianos, pero que debido a esto mismo la concepción
general del cristianismo en estos escritos es ante todo el de una doctrina y no se
encuentra en ellos un énfasis moral o ético explícito, por lo cual este aspecto no
puede ser analizado en este caso debido a que las alusiones que los Apologistas
griegos hacen a este asunto son más bien breves, ocasionales y tangenciales y
de carácter más bien descriptivo, apologético y no normativo.

1.3 Desarrollo y maduración

Como ya se ha dicho, los Apologistas griegos surgieron debido a la necesidad de


refutar y desmentir las acusaciones falsas que los paganos, y en especial la gente
culta entre ellos, lanzaban contra el cristianismo; pues estas acusaciones brindaban
el pretexto ideal a las autoridades imperiales para permitir, fomentar y promover la
persecución a los cristianos. Sin embargo y aunque ésta no era su finalidad inicial ni
principal, los Apologistas también se ocuparon en el interín de escribir obras en
contra de los herejes evidenciando de este modo el peligro que estos últimos ya
estaban representando para la fe. Es así como el reto de las herejías provocó el
surgimiento de un arma antiherética de gran alcance: la actividad teológica. Como
resultado de esto el pensamiento y la pluma de los cristianos más capaces fueron
estimulados a tal grado por las herejías, que produjeron obras cuya influencia va
mucho más allá de la simple refutación de los herejes. De hecho, los más grandes
pensadores de fines del siglo II y principios del III son los escritores antiheréticos.
Estos últimos pueden agruparse en tres escuelas: una que tiene sus orígenes en la
teología del Asia Menor cuyo principal exponente dentro de la Patrística es Ireneo de
Lyon; otra que se centra en Cartago (centro inicial del pensamiento teológico de
Occidente que, ante el ocaso de Cartago, será reemplazado y representado más
eficaz y permanentemente por Roma) con su primer y principal autor, Tertuliano. Y
otra que tiene su sede en Alejandría y que está representada por Clemente y
Orígenes. Cada una de estas escuelas es continuación de alguna de las tendencias
que hemos mencionado ya al discutir los Padres Apostólicos y los Apologistas, y cada
una de ellas tiene también su continuación más allá del siglo II. No obstante, sus
características distintivas ya se hallaban claramente definidas y maduras en sus
correspondientes representantes, por lo cual un estudio de estos últimos es útil para
entender la perspectiva teológica de cada una de estas escuelas.

Recursos Adicionales:
Youtube. (2011, Abril 4) Policarpo el discípulo de Juan. Consultado en:
http://www.youtube.com/watch?v=em-D5ju3rog&feature=youtu.be

Bibliografía Básica:
Justo L. González. AÑO. Historia del Pensamiento Cristiano. Editorial Caribe.

Bibliografía complementaria:

Criterios de Evaluación:
Lectura de las conferencias.

La capacidad de síntesis para mostrar una idea.

La capacidad de argumentación.
Capacidad de síntesis.
Lectura de las conferencias.

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