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Scalabrini
siguiendo el ejemplo de sus virtudes.
Esquema propuesto:
1. Oración introductoria e invocación al Espíritu Santo
2. Lectura de cada día
3. Reflexión y compartir comunitario.
4. Padrenuestro y Avemaría o Rosario
5. Oración de Scalabrini
I. Primer Día
Su lema: Ser todo para todos.
1. Palabra de Dios:
«Me hice todo para todos, para ganar por lo menos a algunos, a cualquier precio. Y todo
esto, por amor a la Buena Noticia, a fin de poder participar de sus bienes» (1 Cor 9, 22-23).
«Maestro de Fe, Pontífice y Pastor fue de veras Mons. Juan Bautista Scalabrini, que inspiró
toda su vida en el mandato misionero de Cristo: "Vayan por el mundo entero e instruyan a
todas las gentes" (Mt. 28, 19), y en el ejemplo del Apóstol Pablo: "Me hago todo para
todos, para salvarlos a todos, y todo lo hago por el Evangelio" (1 Cor. 9, 22)» (JP II,
Decreto sobre la heroicidad de las Virtudes)
«En cuanto a mí, que soy deudor de todos, según mis fuerzas abrazaré a todos con mi
ministerio haciéndome siervo de todos por el Evangelio; y enviado principalmente a los
pobres y a los más infelices que arrastran míseramente la vida en la desolación, sufriré con
ellos, ocupándome especialmente de socorrer y evangelizar a los pobres que, ricos de fe,
fueron elegidos por el Redentor como primeros y herederos del Reino prometido por Dios a
aquellos que lo aman.
Sabiendo bien que he sido llamado al martirio del episcopado, es decir a los sacrificios, a
las asperezas, a las angustias, me resultará muy dulce sufrir el peso y la calor de la jornada
y muy contento gastaré lo mío y gastaré más de mí mismo por el bien de ustedes (...)
Por lo tanto, si en mí hay consejo, virtud, ciencia en las cosas divinas y humanas,
prudencia, todo les será dedicado completamente, para que el Reino de Dios se extienda
entre ustedes, reine la paz, y cada uno según sus posibilidades conduzca santa y
plácidamente la vida. No rehusaré esfuerzos para convertirme en padre de los infelices,
preceptor de los ignorantes, rector de los Sacerdotes, pastor de todos, con el fin que, hecho
todo para todos, pueda ganar todos para Cristo». (Scalabrini, Primera Carta Pastoral, Como
1876)
4. Reflexión:
¿Somos sensibles a las necesidades de los demás? ¿Estamos dispuestos a sacrificarnos
incluso gratuitamente para servir a los demás?
1. Palabra de Dios:
«Estoy crucificado con Cristo, y ya no vivo yo, es Cristo quien vive en mí» (Gal. 2, 20)
«No solamente debemos vivir en Jesucristo, sino todavía más: El mismo debe ser
nuestra vida y debe vivir en nosotros. Vivir en nosotros con su espíritu, con su gracia,
con el sello de sus misterios, con la eficacia de sus sacramentos y sobre todo con el de
su Cuerpo y de su Sangre, de manera que podamos decir con el Apóstol: “no soy yo
quien vive, sino que es Jesucristo que vive en mí” (Gal. 2, 20). Eso quiere decir que
Jesús habita en nuestro corazón, y reina allí como dueño y como rey; que su espíritu se
extiende, se dilata en nosotros, y como un calor vital nos señorea, endereza todo,
calienta todo, santifica todo, diviniza todo, y ama en el corazón, piensa en la mente,
habla en la lengua, opera en las manos, y las fuerzas se consumen en El, los estudios se
hacen para gloria suya, los deberes se cumplen por su gracia, los dolores se sufren por
amor a El; los esparcimientos, el alimento mismo, se toman para darle el gusto a El; en
fin su trono está levantado en el interior del cristiano» (Scalabrini, Carta Pastoral 1878)
4. Reflexión:
1. Palabra de Dios:
«Finalmente, la Palabra de Dios debe ser escuchada con el firme propósito de ponerla
en práctica. Mis queridos, ¿cuál es, en efecto, el objetivo? Hacernos cristianos buenos,
cristianos de mente, cristianos de corazón, cristianos de obras. ¿Debe hacernos
cristianos de mente? Por lo tanto, debemos meditarla. Oír la Palabra de Dios y después
no pensar más en ella es, como dice el apóstol Santiago, como el que mira su rostro en
el espejo y sigue adelante. ¿Qué impresión se lleva? Ninguna. Solamente a través de la
reflexión el hombre aprende a conocer lo que realmente es y lo que debe llegar a ser, a
pensar y juzgar cristianamente sobre cada cosa. La Palabra de Dios ¿debe hacernos
cristianos de corazón y de obras? Por lo tanto, debe ser transformada en afecto. No
solamente debemos entender la verdad, sino debemos también amarla, y no sólo
debemos amarla, sino debemos también practicarla: haciendo la verdad en la caridad
(Ef 4, 11), como enseña el Apóstol. El signo que la Palabra divina ha producido su fruto
en nosotros, son las obras; porque si la fe sin la caridad está muerta, la caridad sin las
obras no es caridad. Cuando Dios habla, nos hace conocer lo que debemos practicar,
pero al mismo tiempo nos ayuda practicar lo que conocemos». (Scalabrini)
4. Reflexión:
¿Nos damos todos los días un espacio para escuchar la Palabra de Dios a fin de
entenderla, amarla y practicarla? ¿En mis conversaciones, mis consejos soy maestro de
la fe o me dejo llevar por la corriente? ¿Con qué obra de caridad estoy viviendo la
Palabra de Dios?
1. Palabra de Dios:
4. Reflexión:
¿Soy sincero en mis opiniones y actitudes? ¿Estoy dispuesto a vivir la verdad hasta el
martirio? ¿Me avergüenzo de manifestar mi fe y vida de valores ante esta sociedad
relativista?
V. Quinto Día
Su secreto: la oración.
1. Palabra de Dios:
«Pidan y se les dará, busquen y encontraran, llamen y se les abrirá» (Lc 11, 9).
«La oración, cuando es humilde, no solamente iguala, sino - casi diría - también supera
la potencia misma de Dios. Dios es omnipotente, dice el Profeta y ¿quién puede
resistirle? La oración, respondo yo (...).
He aquí, pues, el hombre que ora ve, a lo largo de la historia del mundo, obedecer a su
voz, al cielo, a la tierra, a la humanidad, al infierno. ¿Qué digo? Ve que a su voz obedece
Dios mismo.
Con esta omnipotencia suplicante, como la llama San Bernardo, parece que Dios mismo
haya querido precaverse de alguna manera. En efecto, cuando Dios quiere dejar rienda
suelta a su justicia ¿qué hace? Ante todo hace callar a la oración»
(Scalabrini, La Oración).
4. Reflexión:
¿Qué es para mi la oración?. ¿Qué lugar ocupa en mi vida? ¿Cuanto tiempo le dedico
diariamente? ¿Como invita San Pablo reza incesantemente?
VI: Sexto Día
Su fuerza: la cruz.
1. Palabra de Dios:
«No tengan miedo, los acompaña la Cruz; esa Cruz que modela a los héroes de la
Religión, que los enriquece de toda virtud, que los sostiene, los anima, los eleva, los
hace superiores a la carne, a la sangre, a sus gozos, a sus dolores; que infunde en su
ánimo los santos deseos del mártir de Cristo, que sabe vivir y morir exclamando: Viva
Jesús, viva la Cruz, viva el martirio: "No haya otra gloria para mí que la Cruz de
Nuestro Señor Jesucristo" (Gal. 6, 14).
La Cruz es locura para el mundo, pero para ustedes, oh queridísimos, será sabiduría y
vida, y más les será útil una hora gastada para meditarla que largos años gastados sobre
los más doctos libros, que solos hinchan y arruinan; y sin ellos, con la sola cruz, puede
elevarse, muy alto, en la ciencia de Dios. En las aflicciones, en las desilusiones, en los
desánimos, aprieten al corazón la Cruz que les he entregado; con la actitud de un
interno abandono en las manos de Dios, elevando los ojos al Cielo, repitan: Haz que
me enamore de la Cruz. No hay otra gloria para mí más que en la Cruz de Nuestro
Señor Jesucristo, y el corazón de ustedes se abrirá a todas las dulzuras de la esperanza
cristiana, y sus obras serán todas hechas preciosas para el Cielo».
(Scalabrini, Discurso a los Misioneros).
4. Reflexión:
1. Palabra de Dios:
« Conozco a mis ovejas y mis ovejas me conocen a mi ... y doy mi vida por las ovejas”
(Jn 10, 14-15).
«Pastor, a ejemplo del Buen Pastor, quiso ante todo conocer personalmente todas sus
ovejas, visitándolas cinco veces, a un precio de fatigas definidas por todos como
"increíbles", haciéndose realmente todo a todos para ganar a todos a Cristo, ayudándose
también con sondeos sociológicos para comprender mejor las necesidades de los
tiempos. Buscó las ovejas perdidas, haciendo caso omiso hasta de amenazas de muerte.
Desprendiéndose de todo, dio de comer a los hambrientos, socorrió toda miseria
humana, visitó a los presos, fundó una institución para sordomudas, hizo de pacificador
en las controversias sociales, organizó en forma ejemplar el "movimiento católico".
(JPablo II)
«Trabajar, esforzarse, sacrificarse en todos los modos para dilatar en este mundo el
reino de Dios y salvar las almas; ponerse, diré así, de rodillas ante el mundo para
implorar como una gracia el permiso de hacerle el bien, he aquí la única ambición del
sacerdote. Todo lo que él tiene de poder, de autoridad, de industria, de ingenio, de
fuerza, todo lo usa para este fin.
¿Peligra la inocencia? Asume su custodia. ¿Se produce una desgracia? Vuela para
aliviarla. ¿Estalla un litigio? El es el heraldo de paz. Y aquí se convierte en guía para
los descarriados, apoyo para los vacilantes, escudo para los oprimidos; allá, ojo para
los ciegos, lengua para los mudos, padre para los huérfanos, madre para los niños,
compañero para los presos. Se da todo a todos para ganar a todos para Cristo. Desde el
tugurio del pobre corre al palacio del rico, desde el altar a la cabecera de los
moribundos, desde el monte al valle, en busca de las ovejas perdidas, y entonces solo
se da paz cuando pueda estrechar una a su seno, y cargar la otra sobre los hombros, y a
esta vendar las llagas, y saciar aquella con el alimento negado a su boca, nunca tan
feliz como cuando antes de acostarse puede recordar una lágrima secada, una familia
consolada, una inocencia protegida, el nombre de Dios glorificado».
(Scalabrini, El sacerdote católico, Piacenza 1892, p.25))
4. Reflexión:
Pensar sobre mi colaboración para la salvación de mis hermanos, especialmente los que
están expuestos mayor peligro.
VIII: Octavo Día
Su predilección: los migrantes
1. Palabra de Dios:
«El Siervo de Dios es universalmente conocido por su obra en favor de los migrantes,
que en aquel tiempo se expatriaban en masa de Italia, abandonados por todos. En
beneficio de ellos proyectó un "esquema de evangelización" y de promoción integral de
la persona humana, fundando en 1887 la Congregación de los Misioneros de San Carlos
Borromeo con la aprobación de León XIII ... en 1895 la Congregación de las Hermanas
Misioneras de San Carlos Borromeo ... y en 1889 instituyó la Sociedad de San Rafael,
laica, para tutelar los derechos humanos de los desterrados» . (JPablo II)
«Hace varios años, en Milán, fui espectador de una escena que dejó en mi alma una
impresión de profunda tristeza. De paso por la estación la vi invadida por personas
pobremente vestidas, divididas en diversos grupos. Eran emigrantes que esperaban con
temor que la locomotora los llevara a orillas del Mediterráneo y desde allí a las lejanas
Américas, donde esperaban encontrar menos adversa la fortuna y menos ingrata la tierra
a sus esfuerzos(...)
Me fui emocionado. Una oleada de pensamientos tristes me producía un nudo en el
corazón. Pensé: ¡quién sabe qué cúmulo de desventuras y privaciones les hace parecer
dulce un paso tan doloroso! ¿Cuántos desengaños, cuántos nuevos dolores les prepara el
porvenir incierto? ...
Desde ese día la mente se me fue muchas veces hacia aquellos infelices y esa escena me
actualiza siempre otra, no menos desoladora, no vista, pero vislumbrada en las cartas de
los amigos y en las relaciones de los viajantes. (...)
Frente a un estado de cosas tan lamentable, yo me hice con frecuencia la siguiente
pregunta: ¿cómo poder remediarlo? »
(Scalabrini, La emigración italiana en América, Piacenza 1887, p. 3-6).
4. Reflexión:
«Aunque yo hablara todas las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo
amor, soy una campana que resuena o un platillo que retiñe» (1 Cor 13,1)
«Por eso Benedicto XV reconoció "las altísimas virtudes del incomparable Présul ...
especialmente la de la caridad que tanto encendió su ánimo, que se le hicieron pequeños los
confines de su vasta diócesis y que lo impulsó a buscar un nuevo rebaño en las personas de
los emigrantes" (Autógrafo del 30.6.1915).
Consumido por el fuego de la caridad y del ardiente celo por la gloria de Dios y la
salvación de las almas, debilitado por los ajetreos apostólicos, especialmente por las visitas
a los emigrantes en los Estados Unidos y Brasil, murió santamente en su sede episcopal de
Piacenza en el 66to. año de vida, el 1º de Junio de 1905» (JPablo II)
«La caridad, esta ciudadana bajada del cielo para acercar los corazones, para mitigar las
ansiedades, levantar los ánimos abatidos, alegrar de los gozos más puros las familias
desdichadas, el don más lindo que Dios podía hacer a su criatura;
la caridad que hace tan suave el yugo y tan liviano el peso de la ley y de la vida; que
siembra algunas flores el pesado camino de este destierro; que es el bálsamo de tantas
llagas, el consuelo de tantos corazones; la caridad, que unida al máximo y primer precepto
del amor de Dios, nos encamina, pobres peregrinos, a la obtención de esa patria en cuyos
umbrales inmortales la fe y la esperanza nos dejarán, y a donde solamente ella, la caridad,
entrará para allí reinar; la caridad, que es la gran ley del cristianismo; que tiene que
resplandecer sobre nuestra frente, y ser árbitra y señora de nuestro corazón, exige de
nosotros algún sacrificio, sacrificio que no podríamos negar a nuestros hermanos, sin
hacernos culpables de una imperdonable insensibilidad, sin desmentir con los hechos el
título de cristiano, del que merecidamente nos gloriamos». (Scalabrini)
4. Reflexión:
¿Amamos a Dios sobre todas las cosas? ¿Amamos a nuestros hermanos como Cristo
nos amó? ¿De qué manera estoy construyendo un mundo nuevo en vista del tercer
milenio?
***
Oh Beato Juan Bautista Scalabrini,
a Ti dirigimos nuestra oración de peregrinos
en camino hacia la patria.
Por tu intercesión imploramos a la Santísima Trinidad
que bendiga a las comunidades cristianas
para que vivan la universalidad
y practiquen la hospitalidad,
que conforte a los migrantes y refugiados
por los caminos del éxodo
para que se sientan parte de la familia de Dios,
que conceda a la sociedad la alegría del compartir,
la aceptación de la diversidad
y el coraje de la convivencia,
que guíe a los misioneros, religiosos y laicos,
que has querido compañeros de los migrantes,
para que vivan en el amor y la fraternidad.
Tú que has sido misionero de la Palabra,
hombre de la Eucaristía y de la Iglesia,
ministro de caridad y de comunión,
hijo devotísimo de María,
inspíranos imitar
tu ejemplo de santidad
para actuar el designio que Dios tiene sobre nosotros
y concédenos todas las gracias que con confianza
presentamos a tu corazón de Padre. Amén.