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La Casación: fundamento legal y finalidad

El recurso de casación, en materia civil y comercial, está reglado –concretamente- por la Ley


No. 3726, sobre Procedimiento de Casación, del 29 de diciembre de 1953, modificada por la
Ley No. 845, del 15 de julio de 1978 y por la Ley No. 491-08, que modifica los artículos 5, 12
y 20 de la citada Ley No. 3726[1]. 

Concretamente, la casación es una vía de recurso extraordinaria mediante la cual la Suprema


Corte de Justicia, revisa la correcta aplicación del derecho por parte del tribunal que conoció en
única o última instancia del proceso en cuestión; pudiendo anular la sentencia recurrida en caso
de determinarse que no ha sido apropiada la aplicación del derecho, según la prueba aportada.
 
Se trata de un recurso extraordinario, a pesar de que la Ley No. 491-08 le confiere un efecto
suspensivo. Sin embargo, este recurso mantiene el carácter plena cognitio. No hay devolución
procesal, tampoco se confirma la sentencia objeto de recurso en caso de rechazarse el mismo.
La última sentencia simplemente se reivindica ante el rechazo del recurso.
 
En ocasión de este recurso, la Suprema Corte de Justicia se limita a acoger el recurso o
rechazarlo; pero de acogerlo lo que sucede no es la confirmación de la sentencia recurrida, pues
no se trata de una tercer jurisdicción. Recordemos que se habla de confirmación de una
sentencia cuando se reinstruye el proceso que culmina con el dictado de la sentencia que es
recurrida. Pero en la práctica se confunde el asunto, y muchos abogados solicitan a la Suprema
Corte de Justicia la confirmación de la sentencia recurrida, pero –insistimos- eso es una
imprecisión.
 
En la actualidad, a la luz de la Ley No. 491-08, hay trabas para tramitar la casación. Se supone
que los recursos extraordinarios son abiertos, lo que choca con la actualidad normativa, ya que
la referida ley que actualmente regula la casación en materia civil y comercial, instituye
demasiados presupuestos para la admisibilidad del recurso. Por eso se ha dicho que, hoy por
hoy, “la casación es la vía extraordinaria más extraordinaria”.
 
Sólo sentencias en última o única instancia se recuren en casación. En la actualidad, para la
casación se instituyen parámetros sobre la base de cuantías de dinero; el problema es que
muchos de los pleitos son de poca monta. Así, ese cedazo de un mínimo en la cuantía del objeto
de la demanda para la casación crea barreras que atenta con el carácter abierto que debe tener
todo recurso extraordinario. Por ejemplo, los casos conocidos por el juez de paz en materia de
cobro de dineros de tres mil pesos oro dominicanos; en este caso, no es posible recurrir en
casación dicha decisión, que es rendida en única instancia. Pero tampoco en apelación.
Parecería que en este caso no es posible recurrirse mediante ninguna vía, lo cual choca con el
principio sustantivo relativo al derecho a recurrir que asiste a las personas.
 
Decisiones recurribles en casación
 
Las sentencias, como actos jurisdiccionales que son, es lo que se recurre en casación. Así, por
ejemplo, un laudo arbitral no es posible recurrirlo en casación; tampoco se recurre en casación
la ley extranjera. Excepcionalmente, cuando se confirma un tratado internacional, y luego se
refrenda por el Congreso Nacional, entonces se convierte en ley interna, y ahí sí la Corte de
Casación pudiera conocer del comentado recurso extraordinario; y es que en tales
circunstancias el tratado internacional ya sería parte del ordenamiento jurídico del país.
 
La casación es un recurso sui generis, muy especial. Nace desde sus orígenes con un
mecanismo de intromisión del Poder Legislativo al judicial. Para los franceses era un
mecanismo de control para que los jueces apliquen bien la ley. Esto así, para asegurarse de que
la ley se aplique: “imperio de la ley adjetiva”.
 
  Recurso de Nulidad y la Casación
 
Antes de la casación, en nuestro ordenamiento jurídico se preveía el Recurso de Nulidad, que se
consagró en la Constitución de San Cristóbal, proclamada en el año 1844.
 
Este recurso era parecido a la casación de hoy, pero se diferenciaba en algunos aspectos de sus
efectos. En el estado actual de nuestro derecho, si prospera la casación se envía a otro tribunal
para sustituir la sentencia recurrida. Sin embargo, con la nulidad de antes no había envío; la
Suprema Corte de Justicia anulaba y retenía el conocimiento del recurso. Era como un tercer
grado de jurisdicción.
 
Aquella realidad, con la vigencia del Recurso de Nulidad, obedecía a que las circunstancias de
entonces eran otras: país más pobre, poco institucionalidad, poca gente, etc.
 
Se pretendía que la gente no tuviera que ir de aquí para allá y de allá para acá, para obtener una
respuesta de los tribunales. Entonces era factible que la misma Suprema se avoque al
conocimiento del asunto.
 
La historia ha demostrado que procesalmente resulta más eficaz la fórmula del envío; y es que
no es propio, en términos jurídicos, que la Suprema Corte de Justicia se erija en una especie de
tercer grado.
 
Aquel Recurso de Nulidad, propio de la primera República, fue abolida en el año 1854, porque
la Suprema Corte de Justicia pasó a ser un verdadero tribunal de apelación, con jurisdicción
nacional; no había casación. Hasta entonces había regido el aludido recurso de nulidad. En
1908 se instituye la casación, y reaparecen las cortes de casación que en el 1854 se habían
abolido.
 
 Quién puede recurrir en casación
 
La casación la puede deducir todo aquel que se sienta perjudicado en única o última instancia.
Es un recurso inter partes, como todos los recursos, salvo la tercería, donde además de las
partes interviene un tercero ajeno a la instancia primigenia. Sólo quien es parte y demuestre
interés legítimo puede recurrir en casación. Al margen de esto, el Ministerio Público ante la
Suprema Corte de Justicia (Procuraduría General de la República) puede recurrir en casación
sin haber sido parte. Esto así, cuando hay alguna violación a la ley. En ese caso, al Ministerio
Público le surge el interés de que se aplique bien la ley.
 
Ese recurso es en interés de la ley; en ocasión del mismo, las partes no pueden reivindicar
ningún beneficio; es en el único interés de la ley que el Ministerio Público incoa el recurso. En
esas circunstancias, el Ministerio Público recurre, por lo general, para aclarar alguna cuestión
oscura o ambigua de la ley. Pero en la práctica es poco usual que el Ministerio Público tome
este tipo de iniciativas.
 
El mencionado recurso de casación interpuesto de oficio por el Ministerio Público, debe ser
necesariamente incoado luego del vencimiento de los plazos conferidos por la ley a las partes
del proceso para recurrir. Mientras el plazo para los justiciables esté abierto, el Ministerio
Público no pude recurrir “en interés de la ley”.
 
Otro caso distinto es el recurso de casación interpuesto por excesos de poder del tribunal que
rindió la sentencia recurrida. Cuando el Ministerio Público recurre por este motivo, debe
limitarse al plazo ordinario para las partes recurrir en casación; no así cuando el motivo del
recurso es por pura violación a la ley. En este último caso no hay limitante de plazos.
 
En nuestro medio jurídico es difícil que se incoe ese recurso del Ministerio Público; lo cierto es
que éste aquí nunca ha servido. Lo que pasa es que esa posibilidad la prevé nuestra ley de
casación, porque se “coló” de la traducción de la ley francesa. Allá seguramente funciona.
 
Plazo para recurrir en casación
 
El plazo para recurrir en casación es de treinta días francos. Todos los plazos instituidos en la
ley de casación son francos, a partir de la notificación. La interposición del recurso es
suspensiva de la ejecución de la sentencia. Así, es la interposición del recurso lo que suspende,
no el plazo. O sea, si dentro del plazo de treinta días se recurre en casación el día número
veintisiete, antes de incoarse el recurso, la ejecución de la sentencia no estará suspendida.
 
Esto así, a diferencia de la apelación, en donde es el plazo el que suspende, no la interposición
del recurso: mientras esté abierto el plazo, no se puede ejecutar la sentencia recurrida en
apelación.
 
Esta situación sobre el efecto suspensivo de la casación ha hecho que el legislador entienda que
la demanda en suspensión no tiene razón de ser, conforme a la reforma del 2008 al
procedimiento de la casación. La demanda en suspensión ya no se prevé en el artículo 12 de la
ley, modificado por la Ley No. 491-08. Sin embargo, particularmente tememos que no haya
desaparecido plenamente la suspensión, ya que la Suprema Corte de Justicia restauró la
demanda en suspensión para aquellas materias especiales que la citada reforma del 2008, que
modifica la ley de casación, preveía que no era suspensivo: la de amparo y laboral.
 
 Sentencias ejecutorias provisionalmente, dictadas por la Corte de Apelación, y el efecto
suspensivo de la Casación vigente
 
En caso de que alguna Corte de Apelación dicte una sentencia con la fórmula de ejecución
provisional, forzosamente hay que convenir que la suspensión de tal decisión de la alzada,
ejecutoria provisionalmente, deberá peticionarse es ante la Suprema Corte de Justicia.
 
La esbozada precedentemente, es una situación que no se previó en la nueva ley de casación,
No. 491-08. No obstante, haciendo acopio de los principios procesales y las máximas de
experiencia, se concluye que el único camino para combatir una sentencia ejecutoria de una
corte de apelación es mediante la demanda en suspensión, la cual – como se ha dicho- fue
restaurada por la Suprema Corte de Justicia. Entonces, al parecer no es absoluta la afirmación
de que no hay ya demanda en suspensión; salvo, evidentemente, que en el futuro una nueva ley
taxativamente la prohíba. Y no parece ser esa la tendencia, pues el Anteproyecto del Código
Procesal Civil, en el estado actual de su redacción, suprime el efecto suspensivo de la casación
que actualmente confiere la Ley No. 491-08 y retoma el tema de las demandas en suspensión.
 
A nuestro juicio, las decisiones de las cortes de apelación, aun luego de la entrada en vigor de
la Ley No.491-08, siguen siendo ejecutorias de pleno derecho, porque a la luz de la dicha nueva
normativa, es el recurso que suspende, no el plazo.
 
Sin dudas, la experiencia indica que conviene que las sentencias de las cortes contengan la
fórmula de la ejecución provisional, para evitar dilaciones innecesarias que laceren la seguridad
jurídica.
 
Naturaleza de la casación vigente: ordinaria o extraordinaria
 
La casación vigente cuenta con un efecto suspensivo, salvo las excepciones desarrolladas más
arriba. Pero resulta que no sólo el efecto suspensivo es característico de los recursos ordinarios,
hay otras cualidades, como que esté siempre abierto, el efecto devolutivo, etc., que también son
consustanciales de los recursos ordinario, y sin embargo, la casación no las tiene. En
consecuencia, si se analiza detenidamente la actual naturaleza casacional, nos daremos cuenta
de que son más las características que definen la casación como recurso extraordinario que
como ordinario.
 
 ¿Es suspensiva la casación respecto de ordenanzas de referimiento?
 
Aunque no lo diga expresamente la ley, mediante un método de interpretación sistemático, se
puede concluir que sobre la suspensión por la interposición del recurso de casación, la materia
de referimiento tiene la misma solución que la del amparo, por el tema de la urgencia.
 
Demandas nuevas en ocasión del recurso de casación
 
No proceden demandas nuevas en ocasión de un recurso de casación. Asimismo, preciso es
recordar que están prohibidas las copias en materia de casación; es necesario utilizar
documentos originales. Hay que depositar la sentencia certificada para lanzar el recurso, lo que
trae secuelas negativas, en términos de practicidad del recurso. Por ejemplo, cuando se declara
inadmisible un recurso de casación, por haberse depositado la sentencia recurrida en copia, no
original; pero –sin embargo- se deposite la notificación de dicha sentencia.
 
El punto es que si se aporta este acto de notificación de sentencia, con ello se prueba de que la
misma existe. Perfectamente eso lo prueba un acto de alguacil que, dicho sea de paso, es –igual
que la secretaria- un oficial público. A nuestro juicio, la ausencia de la copia certificada se
suple mediante el depósito del acto de notificación instrumentado por el alguacil, mediante el
cual se da fe de la existencia de la sentencia recurrida.
 
No obstante, debemos decir que existe controversia entre los criterios vertidos sobre ese
particular.
 
 
Medios que fundan la procedencia de la casación
 
Entre los medios que fundan la procedencia del recuro de casación resalta, básicamente,
la violación de la ley. La jurisprudencia y la doctrina se han ocupado de elaborar más
ampliamente los medios que dan lugar al recurso, pero lo cierto es que en todos los argumentos
subyace una violación a la ley.
 
La violación a la ley es el más general de todos los medios para fundamentar un recurso de
casación. Cuando se invoca este medio se debe referir algún texto en concreto: se violó tal
artículo de tal ley. No abiertamente pretender motivar el recurso, limitándose a afirmar: “se
violó la ley”.
 
La Suprema Corte de Justicia ha sostenido que no se puede recurrir en casación alegando
sólo “el fraude lo corrompe todo”, “acotri incumbit probatio”, etc. Asimismo, no procede
argüir principios, como alegatos para justificar una violación a la ley, salvo que dicha máxima
esté taxativamente prevista en la ley. Por ejemplo, la máxima “Aquel que consciente en asumir
un riesgo, no puede luego reclamar indemnización”; esa máxima no está prevista en la ley;
entonces, si como este caso, el tribunal motiva su sentencia sobre la base de una máxima que no
se deriva de ningún texto, la misma se casaría.
 
 Enumeración de los medios de casación
 
Analicemos ahora cada medio separadamente.
 
a.- El Exceso de poder
 
Como medio de casación, es diferente a la incompetencia. Un tribunal es incompetente cuando
no tiene aptitud legal para conocer del asunto, en cambio, el exceso de poder es cuando el
Poder Judicial se arroga tareas fuera de su competencia; como sería el caso de enjuiciar
injustificadamente a la ley; y es que si bien en casos excepcionales pudiera un magistrado
inaplicar una ley determinada, por entender que la misma choca con algún precepto sustantivo,
la regla debe ser –sin embargo- el respeto a las leyes.
 
b.- La Violación de las formas
 
También funda la casación la violación de las formas. El artículo 141 del Código de
Procedimiento Civil, se invoca con frecuencia para motivar las formalidades de las sentencias.
Dentro de esas condiciones previstas en el referido texto está la motivación, que es sumamente
importante, ya que ésta es tanto fuente de legitimación de la decisión, como un derecho.
 
Sobre la motivación, pudiera que ésta se trate de una sentencia “motivada”, pero si esa
motivación es sosa, no se cumple con la exigencia legal de la motivación. En materia civil no
existe el fallo por dispositivo, todo se motiva. La única excepción serían las sentencias
preparatorias, porque éstas en sí no reconocen ni desconocen derechos; por eso se admite que
no hay que motivarlas. Fuera de ahí, es necesario que los jueces motiven todas sus decisiones.
 
 
c.- Falta de base legal
 
Es otro medio de la casación, el cual se verifica cuando los motivos son tan simples que no
ponen en condiciones a la Suprema Corte de Justicia de definir si ha sido bien o mal aplicada la
ley. Un mismo punto oscuro puede dar lugar a varios medios de casación.
 
d.- La desnaturalización
 
Este medio de casación se verifica cuando los tribunales violentan la objetividad del examen de
una determinada situación: valora mal alguna pieza. Por ejemplo, cuando se rinde una
sentencia reconociendo una acreencia instituida en un pagaré notarial, no obstante haber sido
depositado un recibo de pago posterior a dicho pagaré, respecto de las mismas partes y la
misma deuda. O bien el caso en que se establezca alguna simulación respecto de un acto de
venta, basado únicamente en el testimonio de un testigo referencial, que dice que él cree que el
contrato fue simulado, sobreponiendo dicho medio imperfecto a la prueba perfecta consistente
en el acto de venta notariado.
 
e.- Violación al derecho de defensa
 
Otro medio es el de violación al derecho de defensa, que es de los más invocados. Dice la
Suprema Corte de Justicia que hay violación al derecho de defensa cuando se viola el debido
proceso, alguna garantía constitucional, etc.
 
Procedimiento de la casación
 
El procedimiento para tramitar un recurso extraordinario de casación inicia con la redacción de
un memorial, el cual debe ser depositado en la secretaría de la Suprema Corte de Justicia,
dentro de los treinta días, a partir de la notificación de la sentencia.
 
El Memorial es un acto mediante el cual se desarrolla una especie de recuento del caso,
resaltando los medios de casación invocados. Pero no basta con citar los medios que fundan el
recurso de casación, éstos deben ser motivados. En ese sentido es que la Suprema Corte de
Justicia constantemente ha decidido: si no se motivan los medios del recurso, el mismo deviene
en inadmisible.
 
En la práctica, se describen en el memorial los hechos, desde la demanda introductiva hasta la
etapa de la redacción del memorial; pero en realidad, tal relato extenso del caso no es necesario,
pues la ley no lo exige. No es que esté mal la elaboración de una relación de las incidencias del
proceso, pero lo que queremos resaltar es que no es un requisito legal. Lo que sí obliga la ley es
a motivar los medios de casación.
 
Una vez depositado el memorial, el recurrente es provisto de un auto dictado por el Presidente
de la Suprema Corte de Justicia. Hasta la notificación del emplazamiento al recurrido, éste no
sabe que el recurso existe; por eso la notificación tiene tanta importancia, pues es a partir de ahí
cuando opera la suspensión. La suspensión no es efectiva desde el depósito del memorial, es a
partir del emplazamiento.
 
Entre el auto de autorización y la notificación del emplazamiento, el recurrente debe considerar
que él tiene un plazo de  treinta días para notificar el emplazamiento al recurrido; si pasa dicho
lapso es caduco el recurso; y esa caducidad pudiera pronunciase aun de oficio, o bien a petición
de parte.
 
Si analizamos las cosas, notaremos que el auto de autorización no tiene utilidad práctica. Por
ejemplo: Si se va a depositar el memorial un viernes en la tarde, casi cerrando el tribunal, pero
la secretaria se niega a facilitarle el consabido auto, “porque están cerrando”, el pobre usuario
debería volver el lunes para que le den el auto y poder emplazar; y mientras tanto no se
suspende la sentencia. Todo por ese “bendito auto”, que no puede compararse con el de
amparo, pues en aquella materia el juez -por lo menos- cuando dicta auto para autorizar al
emplazamiento, depura las solicitudes. En materia de casación, en cambio, no se faculta al
Presidente de la Suprema Corte de Justicia para tales efectos.
 
Sobre el consabido auto lo dicta el Presidente de la Suprema Corte de Justicia, vale destacar
que en la práctica, por el gran cúmulo de trabajo que agobia nuestro más alto tribunal, vemos
difícil que el Presidente materialmente tenga posibilidad de revisar cada memorial, previo al
dictado del aludido auto, como parecería ser el espíritu de la ley al instituir este paso procesal.
Por eso –insistimos- la reforma del 2008, que afectó al procedimiento para el recurso de
casación debió eliminar ese trámite.
 
Hay quien sostenga, para justificar el consabido auto, que éste sirve como referente para el
punto de partida del plazo de treinta días, a fin de que el recurrente sea diligente. Así, la
existencia del plazo le imprime celeridad al proceso y obliga al recurrente a ser diligente.
 
El actual procedimiento para la casación es particular, especialísimo,  excepcional. A nuestro
modo de ver las cosas, el plazo para emplazar no está mal, el tema es que sea a partir del auto
del Presidente. Debería ser a partir del depósito del memorial, pues ese auto no tiene razón de
ser.
 
Luego del auto, previo depósito del memorial, se procede a notificar el emplazamiento. Desde
que se notifica el emplazamiento es que se torna contencioso el procedimiento de casación.
 
El emplazamiento debe llevar en cabeza de acto el ejemplar del memorial y el auto de
autorización; a pena de nulidad. Pero si se quisiere invocar esa nulidad, debería probarse el
agravio.
 
Una vez recibido el emplazamiento, correrá un plazo de quince días para comparecer; no es
fatal, es sólo conminatorio. Similar al emplazamiento del derecho común, de la octava, que no
es fatal.
 
A partir de la notificación del emplazamiento, corren plazos para el recurrido comparecer
mediante constitución de abogado, que debe ser depositada en original en la secretaría de la
Suprema Corte de Justicia. El recurrente debe depositar, por su lado, el original del
emplazamiento ante la  Suprema. Si no deposita dicho original, el recurrido podría solicitar la
exclusión del recurrente.
 
La exclusión se dispone vía administrativa. Es algo parecido al defecto por falta de concluir; no
es exactamente igual, sólo parecido. Si pasan quince días, a partir de la notificación del
emplazamiento, y el recurrente no deposita el original de dicho emplazamiento, la ley obliga al
recurrido a intimar al recurrente para que en los ocho días que siguen a dicha intimación realice
el depósito del original del emplazamiento, y si no lo hace entonces procederá su exclusión.
 
A pesar de operar una exclusión, puede prosperar el recurso. No es que no se conozca la
casación, la sanción de la exclusión es que el expediente se considera en estado y, por ende, se
remite inmediatamente al Ministerio Público. Desde que se devuelva el expediente, se convoca
a las partes a la audiencia.
 
La exclusión es como un defeco: no define el desenlace de la causa, ya que puede ser que el
excluido (defectuante) gane el caso. La exclusión en casación es parecida al defeco por falta de
concluir. Pero es importante aclarar que, aparte de la exclusión, en casación también hay
defecto, que es cuando no se comparece a la audiencia ventilada ante el salón de audiencias de
la Suprema Corte de Justicia.
 
Dentro de los ocho días que sigan la notificación del emplazamiento, el recurrido debe notificar
el original de su constitución de abogados. Si se notifica el emplazamiento al recurrido y éste
no constituye abogado, el recurrente puede, luego de quince días, pedir el defecto del recurrido.
En ese caso no habría que invitarlo a depositar nada. El efecto será igual que la
exclusión: queda fuera del proceso dicha parte.
 
La exclusión pude ser tanto respecto del recurrente como el recurrido, aunque –
evidentemente- opera en tramos procesales diferentes. Para excluir al recurrido también hay que
intimarlo previamente.
 
El plazo para el recurrido comparecer sin que se le tome defecto es de quince días, a partir de la
notificación del emplazamiento. Son quince días para comparecer, a partir de la notificación del
emplazamiento y ocho días para depositar el original de la constitución de abogados. Lo que se
quiere es que estén los originales de cada uno de estos documentos en la Suprema Corte de
Justicia.
 
En la práctica, se hacen la notificación de la constitución de abogados y el depósito del original
en un mismo acto, pero se puede hacer por separado.
 
Si los depósitos comentados se han hecho (el recurrente, del original de su emplazamiento y el
recurrido, de su constitución; y ambos memoriales consten en el expediente), desde ese
momento el proceso está en estado; o sea, a partir de que venzan los plazos para los aludidos
depósitos.
 
En el derecho común, el proceso queda en estado es a partir de cerrada la audiencia. En el
procedimiento de casación, en cambio, el expediente está en estado antes de que las partes
vayan a la audiencia.
 
Si nos detenemos a estudiar las cosas, advertiremos que la audiencia para presentar
conclusiones sobre el recurso de casación no tiene razón de ser, no resuelve nada. La audiencia
no admite incidentes. Si alguna de las partes no comparece, igual la audiencia se celebra.
Asimismo, si ninguna de las partes va a dicha audiencia, igualmente se lleva a cabo la misma.
Son “lunares de la ley” que, a nuestro modo de ver las cosas, debieron corregirse con la
reforma del 2008 al procedimiento de la casación.
 
Luego de vencidos los plazos, el expediente está en estado.  subsiguientemente, se remite el
caso al Ministerio Público para que éste dictamine. No se trata de un plazo conminatorio, la
realidad es que el dictamen se produce cuando a dicho funcionario le parezca adecuado,
atendiendo a su agenda. La generalidad es que el Procurador se remite al criterio de los jueces
de la Suprema Corte de Justicia.
 
Luego del dictamen, vuelve el expediente a la Suprema Corte de Justicia. Y ya en la audiencia,
las partes leen sus respectivos memoriales. El tribunal es que cita a las partes por correo. Las
partes para estos fines del recurso de casación, deben hacer elección de domicilio en el Distrito
Nacional, para hacer más eficientes las citaciones que, como se dijo, en esta materia están a
cargo de la Suprema Corte de Justicia. No hay incidentes, no se debate nada; las partes
solamente se presentan a esta audiencia rutinaria (de puro trámite) a concluir.
 
Si se acoge el recurso de casación, se anula la sentencia y, consecuentemente, se envía a las
partes al tribunal de envío. Allí se pone todo en la misma situación que antes del dictado de la
sentencia casada. Si se rechaza el recurso, el proceso queda ahí.
 
Si vuelve a la Suprema Corte de Justicia el expediente, por la misma razón que fue casada en
primer orden, entonces en esa segunda oportunidad el recurso lo conoce el pleno de la Suprema
Corte de Justicia.
 
Si se presenta un segundo recuro de casación y la Suprema Corte de Justicia confirma la
casación, ahí se impone la línea del máximo tribunal. Y si no lo hace así, el tribunal del
segundo envío incurrirá en exceso de poder.
 
El tema es que, conforme al estado actual de nuestro derecho positivo, ante una segunda
casación por mala aplicación de la ley sobre el mismo punto objeto de dos casaciones, la
Suprema Corte de Justicia “toma la sartén por el mango” y traza la pauta que deberá seguir el
tribunal del segundo envío.
 
Hay quienes sugieren, para perder menos tiempo, que la casación con el primer envío debería
contener una línea para decir cómo fallar, y no esperar hasta una segunda casación. Con ello –
se ha dicho- se evitan vueltas innecesarias y se termina todo el trámite antes. Particularmente,
entendemos todo lo contrario, ya que consentir que una determinada instancia imponga criterios
desconoce el principio de independencia interna del Poder Judicial. A nuestro juicio, debería
ser que si los tribunales inferiores coinciden en un punto determinado, partiendo de que son
ellos que conocen de los hechos (calientitos, de manera más próxima a la fecha de su
ocurrencia), y a partir de ellos es que aplican el derecho, debería prevalecer tal criterio
coincidente, salvo grosera desnaturalización de los hechos: la experiencia indica que,
desafortunadamente, los casos ante la Suprema Corte de Justicia no son resueltos con la
celeridad deseada; por tanto, los expedientes se estudian de manera mucho más fría, lo que
dificulta la determinación de la correcta o incorrecta aplicación de la ley.
 
Pero entretanto, lo cierto es que el segundo envío en estos momentos es vinculante, el primero
no. Luego del envío,  la solución es de cajón. La parte diligente notifica avenir por el tribunal
del envío. No hay que constituir abogado, porque es como si se estuviera a partir de la sentencia
casada.
 
Nuestra realidad procesal es que el criterio para el envío es la cercanía; se escogen los
tribunales de envío más cercanos unos con otros, para evitar a los abogados trasladarse muy
lejos. Sin embargo, en derecho puro, resulta criticable que el asunto sea remitido a otra sala de
una misma  cámara, pues en definitiva se trata de la misma corte. Pero bueno, comprendemos el
sentido pragmático de esta remisión, en términos de celeridad del proceso.
 
Luego del expediente estar en estado, antes de ir al Ministerio Público, el proceso está diseñado
para que camine solo. Las partes no tienen que diligenciar nada, es la Suprema Corte de Justicia
que debe hacerlo: llamar, citar, etc. No hay alguaciles, etc. Esto así, a partir de estar en estado
en la causa.
 
Finalmente, la Suprema Corte de Justicia dicta su decisión sobre el recurso extraordinario
objeto de estudio: dependiendo de si el derecho ha sido bien o mal aplicado, se casará o no la
sentencia recurrida.
 
 La casación en el Anteproyecto del Código Procesal Civil
 
Con el Anteproyecto del Código Procesal Civil la casación pierde el efecto suspensivo que le
había otorgado la Ley No 491-08. La nueva pieza retorna a este recurso extraordinario su
naturaleza de medio de impugnación; y es que ese efecto suspensivo que le ha endosado a la
casación la citada Ley No 491-08, es más propio de los recursos ordinarios que de los
extraordinarios: doctrinarios han llegado a sostener que a partir de la Ley No. 491-08, la
casación había pasado a ser un recurso tipo híbrido, con efectos propios de recursos
ordinarios y extraordinarios. Pero sin dudas, aun luego de la reforma del 2008, la casación
mantuvo su naturaleza esencialmente extraordinaria.
 
El Anteproyecto retoma algunos aspectos que había modificado la reforma del 2008, como es el
plazo de dos meses para la interposición de este recurso extraordinario.
 
Por otro lado, se reincorpora al ordenamiento la demanda en suspensión, esto es, que ante el
aniquilamiento del efecto suspensivo de la casación, en casos justificados, como era la
tradición, será posible demandar ante la Suprema Corte de Justicia la suspensión de los efectos
de la sentencia que ha sido recurrida en casación, hasta tanto sea decidido dicho recurso.
 
El Artículo 633, párrafo V, del Anteproyecto reserva al presidente la facultad de apoderar a la
sala a la cual corresponda el expediente para que sea ésta la que estatuya en relación a la
procedencia de la demanda en suspensión.
 
Valoramos como una conquista del Anteproyecto, la agilización del trámite del recurso; y es
que a la luz de esta nueva pieza procesal, el presidente de la Suprema Corte de Justicia no tiene
que dictar ningún auto para autorizar el emplazamiento, lo cual –como hemos venido
sosteniendo- constituye un trámite innecesario que sólo tiene como secuela ralentizar
significativamente el proceso. Asimismo, se regula la remisión al Ministerio Público, que
también ha sido una tramitación burocrática sin ninguna utilidad en esta materia.
 
Se suprime la tortuosa audiencia que, dicho sea de paso, nunca entendimos su verdadera
utilidad, pues en ella solamente las partes deben producir conclusiones, ya que el expediente –
en términos procesales- está en condiciones de recibir fallo desde antes de la celebración de
esta audiencia.
 
De igual manera, el límite del monto objeto del litigio para la admisibilidad del recurso es
reducido, en comparación a la cuantía que instituía la reforma del 2008. Esto último –
asumimos- en razón de las severas críticas que se hizo a la referida reforma, calificando este
aspecto como una franca violación al principio de acceso a la justicia, ya que se ha entendido
que el límite vigente es demasiado elevado.
 
Finalmente, estamos de acuerdo con que, no obstante el Anteproyecto ha simplificado el
procedimiento, debería hacerse de este trámite un asunto aun más expedito, dada la naturaleza
de este recurso, que sin dudas constituye el medio de impugnación extraordinario por
excelencia, con el cual se persigue la correcta aplicación del derecho.
 
Compartimos el criterio existente, en torno a que debería positivizarse la imposibilidad de
reintroducir una demanda en suspensión cuando ya ha sido rechazada. Sin embargo, no
pensamos que sea conveniente la opción de un único envío con la correlativa obligación para el
tribunal que lo reciba, de atenerse estrictamente al criterio establecido por nuestra máxima
instancia judicial, en atribuciones de corte de casación.
 
Esto así, en razón de que la práctica ha revelado que a la Suprema Corte de Justicia “los casos
llegan fríos”; son los tribunales inferiores los que dilucidan y valoran las pruebas “calientitas”,
acabando de pasar el hecho que genera la litis.
 
El juicio de hecho es crucial para que el derecho sea aplicado correctamente; y resulta que esta
tarea es elaborada por los tribunales inferiores, ya que para los fines de la casación, la Suprema
se limita a realizar un estudio estrictamente sobre la correcta aplicación del derecho, pero en
base a los hechos que ha erigido la corte a-qua, que a su vez hace acopio –en un ochenta por
ciento- del juicio fáctico que ha realizado previamente el tribunal a-quo.
 
Para nadie es un secreto que justamente por “estar los papeles tan fríos” al llegar a la fase de
casación, ha ocurrido que el expediente no arroja luz fielmente sobre los hechos a los cuales se
ha aplicado el derecho y, por tanto, el cedazo del correcto derecho que finalmente se hace en el
tramo casacional, no se corresponde con lo justo y útil.
 
 
La experiencia ha revelado que ante una coincidencia de dos cortes de apelación sobre la
apreciación de los hechos, lo cual solo se logra con el esquema actual de dos envíos, la
Suprema Corte de Justicia “hace un alto”, y revisa más minuciosamente las particularidades
del asunto; resultando que en numerosos casos ante la coincidencia de apreciación entre dos
cortes sobre los hechos y la consecuente identidad en la aplicación del derecho, el criterio
coincidente de dichos tribunales inferiores prevalecen; justificándose la confirmación de la
sentencia de la segunda corte, no obstante la casación de la decisión de la primera corte, en que
la segunda “hizo una construcción adecuada de los hechos a los cuales pasó a aplicar el
derecho”: Es la fórmula, si se quiere, para que la Suprema no dé su brazo a torcer, confirmando
un criterio que primero había casado.
 
Ya lo decía el inmortal Francesco Carnelutti, parafraseándolo, lamentablemente el proceso
debido requiere tiempo; el exceso de celeridad no es compatible con una justicia eficaz: si la
Suprema Corte de Justicia, de golpe y porrazo, “baja raya” desde la primera casación,
tomando como insumo papeles muchas veces fríos, producto del tiempo que normalmente
transcurre entre la ocurrencia del hecho que genera la controversia y el instante en que el
procedimiento de la casación, por fin, es completado, los errores judiciales serían mucho más
frecuentes; lo cual, entendemos, no es el deseo de la mayoría (nos incluimos).
 

[1] Esta última reforma al recurso de casación, en el año 2008, confirió a este recurso
extraordinario un efecto suspensivo que es propio de los recursos ordinarios, no de los recursos
extraordinarios. Como veremos a lo largo de este trabajo, esta ha sido la situación de la reforma
del 2008 que más situaciones ha implicado en el ámbito procesal, conjuntamente con el límite
que establece, de doscientos salarios mínimos, para la admisibilidad de la acción recursiva, lo
cual se ha cuestionado desde el punto de vista constitucional, ya que pudiera afectar el acceso a
la justicia.

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