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El aborto, un asunto de decisión

“Demuestre respeto por las opiniones ajenas. Jamás diga a una persona que está
equivocada” Albert Camus.

Uno de los debates más controvertidos que se dan hoy por hoy, es acerca de si
se debe o no despenalizar el aborto. Y muchas veces escuchamos debates de los que están a
favor y encontrar, e incluso muchos argumentan que el bien siempre está del lado de
aquellos que “promueven la vida” y el mal está representado por los que están a favor del
aborto. Dicha objeción me parece sin fundamento, ya que creo que vendría siendo una mera
postura religiosa, que invalida las convicciones personales de quienes no creen en su misma
doctrina y quienes buscan el respeto a sus ideas y posiciones. Por tanto, se hace evidente
que es imposible mantener un diálogo abierto y respetuoso, porque para ambas partes la
posición del otro es la inadecuada, y encontrarse en un punto medio es casi imposible.
De acuerdo con lo anterior, y antes de empezar, aclaro que no apoyo ni rechazo al aborto.
No tengo una posición en contra de este, pero si considero que no se trata solo de
contraponer el bien contra el mal sino de defender nuestras posturas desde la reflexión y el
análisis de diferentes perspectivas, actuar de manera crítica para poder opinar y, en su caso,
decidir y actuar. Es decir, “colocarnos en los zapatos de quienes lo practican” y no solo
guiar nuestros pensamientos y posturas de acuerdo con lo que oímos de las personas que
consideran que tienen autoridad moral e intelectual para opinar sobre el mismo, por la
influencia de otros, o por miedo de ser rechazados o mal vistos por un grupo o comunidad
con la cual establecemos relaciones sociales.
Por consiguiente, considero que antes de juzgarlo y catalogarlo como un acto inmoral
debemos primero analizar a las personas que se realizan un aborto ya sea legal o ilegal, así
como sus razones para hacerlo. De acuerdo con esto, tendríamos en primer lugar, aquellas
mujeres que, de manera irresponsables, quedaron embarazadas por haber tenido relaciones
sexuales sin el cuidado adecuado o el uso de métodos anticonceptivos o, peor aún, por
creencias religiosas primitivas que les prohíben el uso de métodos anticonceptivos seguros,
puesto que lo consideran “un pecado”. Siguen, quizá, las que deben su embarazo a una
relación sexual impuesta, como es el caso de una violación o de un abuso sexual. Es decir,
una agresión en contra de su voluntad que marcó sus vidas. Y por último tenemos aquellas
mujeres cuyo embarazo representa un peligro para la vida tanto de la madre como del feto,
es decir, que presenta malformaciones que lo harán sufrir en el fututo o en el peor de los
casos morirá a temprana edad.
De acuerdo con lo anterior, creo que los primeros casos mencionados es la mujer quien
tiene que tomar la decisión de abortar o no. Sólo ella. Sin importar prejuicios y críticas de
la sociedad, pues son dueñas de su cuerpo. En pocas palabras el aborto si es la interrupción
del embarazo, ya sea en forma voluntaria o involuntaria. Pero detrás de esta fría y breve
definición hay mucho más que se debe analizar, antes de recurrir en ideologías Y en el
último caso no me parece justo que incluso en estas situaciones los detractores del aborto
consideren que, sin importar las condiciones de la gestación, de la madre o del feto, se debe
llevar a término un embarazo sin importar las consecuencias.
Al respecto, considero que habría que preguntarnos si vale la pena dejar en el mundo un
niño maltratado, abandonado o severamente limitado. Ya que, si es un niño producto de una
violación puede afrentar el rechazo de su madre, y crecer si amor.  Por otro lado, si es el
caso de una madre de tres hijos que es cabeza de familia, y que no tiene como sostenerse
financieramente; o la mujer que queda embarazada dentro de una relación abusiva y
violenta y que no quiere traer el mundo a un hijo que crezca en las mismas circunstancias; o
quien es muy joven aún para afrontar los retos de la maternidad y no cuenta con la
infraestructura económica ni el apoyo emocional para convertirse en madre. Todos los
casos anteriores son válidos. Pero no lo son para la ley de muchos países. He aquí el punto
en el que todos estos factores deberían conducirnos a reflexionar antes caer en el error de
juzgar y generalizar.
Por tanto, creería que no podemos solo limitarnos a decir “no se debe abortar porque es
inmoral” debemos ir más allá, conocer cada caso, escuchar a cada mujer, es más, el hecho
de que se considere un delito también ha traído consecuencias de salud puesto que, muchas
mujeres desesperadas recurren en secreto a centros no confiables para realizar dichos
procedimientos acarreando sobre si enfermedades, e incluso la muerte. Se debe informar a
la comunidad sobre los medios y los centros legales a los cuales pueden acudir en lugar de
estar discutiendo si es correcto o no; pues algo si es seguro, que, aunque se considere
correcto o no siempre habrá personas que lo harán. Entonces, considero que se debe dejar a
la voluntad de cada mujer y si, se debe informar y esto no quiere decir que con ello se esté
promoviendo si evitando consecuencias desfavorables.
En conclusión, considero que para tomar una posición al respecto del aborto hay que,
primero, informarse. El aborto seguirá siendo un tema que siempre generará
enfrentamientos entre la sociedad, ya que va a crear una división entre sus detractores y sus
defensores. Pero hay que también pensar que no tenemos derecho a decidir sobre lo que las
mujeres quieran hacer respecto a un embarazo, porque cada niño que viene al mundo trae a
sus espaldas las consecuencias de las elecciones de sus padres. Si una madre considera que
no quiere traer el mundo a un niño por las razones que sean, hay que escucharla y darle la
oportunidad de que este proceso, doloroso y emotivo, se haga en un ambiente respetuoso
donde ella sienta que su voz cuenta. Así mismo también hay que escuchar a la madre que, a
pesar de los diagnósticos médicos, quiere llevar a término un embarazo que se considera
riesgoso. El punto clave de la discusión es darle, por fin, la voz a las mujeres.

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