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Entre las cosas, las palabras y lo conceptos, espacio triangular de interacciones que ha de
transitar el historiador de los conceptos, acaecen mutaciones a veces difíciles de ver si
quedamos atrapados en las peligrosas telarañas del anacronismo. Eso es lo que tratamos
de mostrar en el caso de educación, dado que, según inscribamos el término en un
contexto pre-moderno o en otro donde ya emerge la sociedad capitalista y disciplinaria de
la modernidad, los significados cambian. Nuestra pesquisa nos lleva a averiguar cómo y
por qué se introdujo el verdadero giro contextual y conceptual de educación, una palabra
que adquiere nuevo sentido conforme comparecen inéditas necesidades materiales y
experiencias mentales del mundo moderno.
Se mire como se mire el vocablo educación llama la atención por su tardía incorporación
al léxico que, como ya dijimos, no se normaliza hasta el siglo XVIII7. Mucho antes su uso
en lengua latina aludía a la nutrición y crianza de los niños en las buenas costumbres
dentro de la familia. Muy significativo resulta que Nebrija (De liberis educandis libellus,
1509) se aplique solamente el término para referirse exclusivamente a la primera infancia
hasta que el niño alcanza el uso de razón, y a partir de ahí educare se transforme erudire,
docere, instruere y otros así (Cárceles, 1999, p. 106), de modo que el concepto queda
reservado entre los humanistas para las tareas de la educación infantil: desde el
amamantar hasta el aprendizaje de usos elementales de urbanidad. Tal concepción era la
que llevaba consigo la palabra crianza en el castellano antiguo. Por lo tanto, el término
latino coexiste, en las primeras lenguas romances y en el latín de los humanistas, con el
significado de crianza. Sólo a fines del siglo XVI, en la obra de P. López Montoya (Libro de
la buena educación y enseñanza de los nobles en que se dan muy importantes avisos para
criar y enseñar bien a sus hijos, 1595), surge en castellano el neologismo educación y este
término, en un principio se emplea en el prístino significado latino de educatio y del
castellano crianza. Ambos van a coexistir durante un par de siglos más (Cárceles, 1999, p.
109).