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La escuela platónica, coherente con la interpretación divina que los primitivos atribuían a la
enfermedad, que establecía que tanto la salud como la enfermedad eran determinadas por un
principio no material, el alma divina o pneuma, que afectaba los órganos. La enfermedad se
originaba por un castigo de los dioses y no se curaba entonces con medicamentos, sino con
cantos, himnos y otros rituales simbólicos.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) propuso el concepto de salud como “El estado
de completo bienestar físico, mental y social, no solamente la ausencia de afecciones o
enfermedades, es un derecho humano fundamental y el logro del grado mas alto de posible
salud es un objetivo social sumamente importante en todo el mundo, cuya realización exige la
intervención de muchos otros sectores sociales y económicos, además del de la salud”
Entonces, según este concepto, la salud es un estado que puede recibir modificaciones
provenientes de factores biológicos y sociales, un estado del individuo que se encuentra en
condiciones de conseguir una síntesis satisfactoria de sus tendencias instintivas,
potencialmente antagónicas, así como de formar y mantener relaciones armoniosas con los
demás y participar constructivamente en los cambios que pueden introducirse en su medio
ambiente físico y social.
Enrique Saforcada, realiza una crítica al concepto citado anteriormente y propone una
modificación. Define a la salud como “la situación de relativo bienestar físico, psíquico y social
(el máximo posible en cada momento histórico y circunstancia social determinada)
considerando que dicha situación es producto de la interacción permanente y recíprocamente
transformadora entre el individuo (entidad bio-psico-socio-cultural) y su ambiente (entidad
física-química-psico-socio-cultural y económica-política)”. (2)
La definición de este autor se destaca, ya que enfatiza aspectos que en la definición propuesta
por la OMS quedan por fuera y que son fundamentales a la hora de pensar al hombre en el
campo de la salud.
La importancia radica en que considera a todos los aspectos que conforman al sujeto, en
cuanto a que el estado de salud ya NO es completo, sino parcial, relativo al momento socio-
histórico y a la relación recíproca entre el sujeto y el medio.
Para Saforcada, los agentes de salud mental deberían ocuparse de la calidad de vida de la
comunidad, de la calidad de vida de las familias y redes sociales de contención con miembros
que presentan discapacidades, de las familias con miembros institucionalizados, y de las
mismas personas institucionalizadas, de la calidad de vida en las organizaciones, de la
incorporación de los procesos de cambio y desarrollo de los constituyentes del factor humano
en todo microemprendimiento o emprendimiento de desarrollo socioeconómico particular o
general de una región, una familia, o una redo social determinada.
Pero esto ¿Puede garantizar de alguna manera que adaptación sea sinónimo de salud mental?
Es, en otras palabras, convalidar sin mayores protestas un estilo de convivencia.
Y, aceptarlo sin promover modificaciones, ¿No implica promover cierto conservadorismo o
defensa del statu quo? Se trataría, en definitiva, de aceptar un sistema económico social,
aceptando como “sanos” a quienes ayudan a mantenerlo, y tomando como “enfermos” a
quienes se oponen a él o no sirven como materia productiva humana.
Tenemos que pensar que el concepto de Normalidad poco aporta a nuestra disciplina. No
interesa la norma como expresión de mayorías, porque, en todo caso, nuestro objeto de estudio
son los sujetos.
La “normalidad” que interesa es la construida por el sujeto en la historia de su vida, donde uno o
muchos pueden (o no) crear, crisis o descompensaciones que lo “desorganicen” de esa
normalidad. Aunque pueda suceder también que esas crisis o descompensaciones, puedan
tener consecuencias de cabio saludable.
En tanto el hombre actúe y evolucione en un marco social, cualquier definición de salud mental
sólo puede referirse a tal marco social y tal período histórico. Lo contrario implicaría una
valoración estática del hombre.
El concepto de “locura” siempre ha sido estigmatizado en la sociedad, y el “loco” aparece ante
sus semejantes (presuntos “sanos”) como la expresión concreta de sus miedos, sus culpas y
sus ansiedades.
Debemos tener en cuenta que, no solo cada sociedad particular tiene sus propias definiciones
al respecto, sino que las mismas no son estáticas dado que se modifican en tano cambian las
circunstancias particulares que les dieron origen.
Hoy la enfermedad mental ocupa un lugar dentro del panorama médico sociológico psicológico,
ya que existen disciplinas encargadas de su estudio y establecimientos donde son tratados
terapéuticamente o recluidos.
Lo que sucede muy a menudo, es que el enfermo mental, aún no es aceptado como un enfermo
más y sí considerado como un estigma. Incluso la conocida y popular “los psicólogos son para
los locos”.
Estos tres criterios, son expuestos en forma esquemática, y casi de manera excluyente y
contrapuesta. Pero debemos tener en cuenta que esto no es enteramente así, ya que hasta el
as fervoroso “organicista” reconoce en algún momento la existencia de causas psicológicas, y
nadie negará la influencia de marco social.
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