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Los autores Martínez y Requena (1988) resumen las diferencias entre estos dos
enfoques mediante las siguientes características:
ANALÍTICO
Analiza los detalles.
Es desintegrador.
Los especialistas trabajan aislados.
Conduce a una enseñanza por disciplina.
Conduce a una acción programada en detalles.
SISTÉMICO
Considera el todo.
Es integrador.
Propicia el desarrollo de trabajo en grupo.
Conduce a una enseñanza pluridisciplinar.
Conduce a una acción programada por objetivos.
Aunque la Teoría General de Sistemas (TGS) apareció en los años veinte, fue el
biólogo Ludwig von Bertalanffy quien, en la década de los sesenta, divulgó dicha
teoría en su obra: “Teoría general de los sistemas” -1968.
Para Bertalanffy (1976) todo organismo constituye un “todo abierto”; es decir, un
sistema que intercambia materia con el medio circundante.
La Teoría General de Sistemas nació de los estudios de los organismos vivos,
siendo, por tanto, su concepción organísmica. Aunque la fuente original de
inspiración fue la biología, sus aplicaciones se han extendido a otros muchos
campos como por ejemplo las ciencias sociales, la economía, etc.
La TGS apareció diez años antes que la cibernética (Wienner) y que la teo-ría de
la información (Shannon), y en este sentido, ambas se pueden considerar una
parte de la TGS.
El objetivo de la teoría general de sistemas es ofrecer un modelo de organización
y unificación de las ciencias, que no puede basarse en la visión mecanicista y
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reduccionista de la física clásica.
En la actualidad, el enfoque de Bertalanffy es seguido por varios autores,
mereciendo mención especial Edgar Morin con el desarrollo del pensamiento
complejo, o Erwin Laszlo, quien a través de la Academia de Viena, institución
dedicada al estudio de sistemas, ha sido el principal continuador de la obra de
Bertalanffy. También, disciplinas muy actuales como la física del caos o los
estudios de sistemas alejados del equilibrio de Ilya Prigogine, entroncan con la
TGS.
La definición más sencilla de sistema es entenderlo como un complejo de
elementos interactuantes (Bertalanffy, 1976). Esta interacción o interrelación
supone el principio de interdependencia, es decir, que cualquier cambio en un
elemento del sistema influye en los demás.
Un sistema consigue su objetivo o finalidad manteniendo su funcionamiento y su
existencia como un todo a través de la interacción de sus elementos.
Observar la realidad desde una perspectiva sistémica nos lleva a describir dicha
realidad en términos de orden jerárquico.
Bertalanffy (1976) comenta que el universo puede verse como una tremenda
jerarquía que va desde las partículas elementales (átomos, moléculas) hasta llegar
a las células, los organismos y las organizaciones. De esta manera, el orden
jerárquico nos lleva a la idea de la diferenciación y a la evolución de los sistemas.
La jerarquía se da tanto en la estructura del sistema (orden de las partes) como
en la función (orden de los procesos).
Esto quiere decir que la escalera no son sólo las siete maderas,
sino las siete maderas más la forma en como se han colocado, es
decir, las relaciones entre los elementos: su estructura.
El todo (la escalera) es más que la suma de sus partes (7
maderas). La escalera son “8 cosas”: siete maderas más la
estructura.
El concepto de totalidad está en la base del holismo, (del griego holos, que
significa “todo”). La concepción holística aplicada al campo sociológico dice que la
sociedad es de una naturaleza propia e irreductible a la del individuo, y esto tiene
como consecuencia que los métodos de las ciencias de la naturaleza no sean
aplicables a las ciencias sociales. Por tanto, al considerar a la familia como un
sistema, esa propiedad de la totalidad significa que para obtener una buena
descripción del funcionamiento de una familia, no la puedo obtener, meramente,
entrevistando a cada miembro por separado. Necesitamos ver al grupo familiar
como un todo en el que la estructura aparece a través de la observación de las
relaciones de sus miembros.
Cuando varios elementos están estructurados constituyendo un todo organizado,
diremos que esa totalidad posee sinergia, y esa totalidad es un sistema, a
diferencia de un conglomerado, que es un montón de elementos sin formar una
estructura y sin tener sinergia. Un conglomerado es, simplemente, la suma de sus
partes sin más. En un sistema, como ya hemos dicho, el todo es más que la suma
de sus partes. Es a esta propiedad a la que llamaremos sinergia (Johansen,
1993). Se entiende por sinergia la acción conjunta de dos o más elementos
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potenciando, de esta manera, el resultado. Por ejemplo, en fisiología, la sinergia
es la acción concertada de varios órganos para realizar una función. En medicina,
se entiende por sinergia la acción combinada y simultánea de dos o más fármacos
que resulta más poderosa que cuando se administran por separado.
Podemos decir que un sistema posee sinergia cuando el examen de una de sus
partes en forma aislada no puede explicar o predecir la conducta de todo el
sistema. La sinergética es la disciplina que estudia los procesos de cooperación
entre las diferentes partes de un sistema que conducen a la aparición de
estructuras autoorganizadas. Para comprender, por tanto, un objeto con sinergia
debemos estudiar todas sus partes más sus relaciones.
A las familias las podemos describir como conjuntos poseedores de sinergia. Por
eso, el efecto de una sesión terapéutica en la que participa toda la familia es
mucho más intenso que el conseguido en una sesión de terapia individual.
Mientras más miembros de la familia hagamos participar en las sesiones más se
multiplicarán los efectos dirigidos al cambio, precisamente por esa propiedad de
sinergia que tiene el sistema familiar.
LA ESTRUCTURA FAMILIAR
Subsistema conyugal:
Este subsistema se configura cuando dos adultos se unen con el deseo explícito de
constituir una relación de pareja estable. Es saludable que la pareja comparta intereses y
objetivos, siendo la confianza y el apoyo mutuo una base importante. Cada miembro de la
pareja cede algo de individualidad a expensas del sentimiento de pertenencia.
Subsistema parental:
Este subsistema se constituye en el momento en que la pareja tiene el primer hijo. Es
función de este subsistema el “nutrir” afectivamente a los hijos, educarles, darles soporte
emocional y favorecer la socialización. Así mismo, los padres deben aprender a poner
límites adecuados a los hijos estableciendo una diferenciada jerarquía en la que los hijos
se sienten seguros y protegidos porque los padres saben hacer un uso adecuado de la
autoridad.
Subsistema filial:
Este subsistema está compuesto por los hijos. El rol que cada hijo desempeña y las
expectativas que los padres ponen en cada hijo tiene mucho que ver con la posición que
cada hijo ocupa. Así, por ejemplo, al hijo pequeño se le presiona mucho menos en temas
de responsabilidad que al hijo mayor. 14
Subsistema fraterno:
Este subsistema está compuesto por los hermanos. Aquí, los niños aprenden a
relacionarse de “igual a igual”, en un tipo de relación simétrica, en la que puede darse la
colaboración, la solidaridad, la competencia, o la rivalidad. Por eso la relación entre
hermanos puede ser de lo más variada según cada familia. Hay relaciones fraternas de
intensa unión y otras de marcada indiferencia.
Para que un subsistema sea funcional es importante que cada miembro cumpla
con la función propia del subsistema al que pertenece.
En una empresa, por ejemplo, se espera que el Director-Gerente dirija la
empresa, no que se dedique a descargar la mercancía que llega. Le pagan para
que la empresa dé rentabilidad. Sin embargo, al mozo del almacén, nadie le
pedirá responsabilidades si la empresa, al terminar el ejercicio, no arroja los
beneficios esperados por los socios. En este sentido la empresa será funcional si el
subsistema de dirección dirige y el subsistema de los empleados del almacén hace
lo que se les pide. De esta manera, los límites entre los subsistemas los podemos
definir como límites claros.
Minuchin (1982) entiende que, en una familia, los límites entre los subsistemas
son esas fronteras invisibles que definen la pertenencia de un miembro al
subsistema correspondiente. Están constituidos por las reglas que definen
quiénes participan, y de qué manera en cada subsistema. La función de los límites
reside en proteger la diferenciación del sistema. Si los límites son claros el
subsistema desempeña bien su función.
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La claridad de los límites en el interior de una familia constituye una forma útil
para evaluar su funcionamiento.
Esta claridad de límites permite que los miembros desarrollen sus funciones sin
interferencias; sin embargo, también deben permitir el suficiente contacto entre
los miembros de diferentes subsistemas. Por ejemplo, tan disfuncional es que el
subsistema de abuelos y el de nietos estén excesivamente sobreinvolucrados a
causa de negligencias del subsistema parental, como que abuelos y nietos no
tengan contacto porque los padres no lo permiten.
Padre Madre
Hijos
Don Jackson definió a la familia como un sistema gobernado por reglas (Ríos,
1984). Las reglas son acuerdos relacionales que establecen dos o más personas y
que prescriben las formas de comportarse: quién hace qué, en qué momento y de
qué manera. Las reglas organizan, por tanto los comportamientos (Simon y cols.
1988).
Cuando los miembros de una pareja inician la relación no tienen reglas
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establecidas entre ellos. Cada uno intentará aplicar a la relación de pareja las
reglas provenientes de su familia de origen. Esto hará que se produzcan
situaciones de desencaje ya que las reglas que cada miembro de la pareja tiene
interiorizadas serán diferentes. Uno de los objetivos funcionales de la pareja será
ir construyendo sus propias reglas, con cierta independencia de las de la propia
familia de origen.
La mejor manera de darse cuenta de la existencia de las reglas es cuando un
miembro las transgrede, ya que existe en la familia una presión hacia el
cumplimiento de tales reglas y se premia a los miembros si las siguen y se castiga
si las infringen.
Sin embargo, no hay que olvidar que el concepto de regla es una
conceptualización del observador al percibir ciertas redundancias en los
comportamientos de los miembros de la familia, y a esas redundancias las define
como reglas.
No obstante no todas las reglas son de la misma categoría. Siguiendo a J.A. Ríos
(1984) una buena clasificación es establecer tres grupos: las explícitas, las
implícitas y las secretas.
Reglas explícitas:
Son aquellas que se verbalizan con claridad en el momento de su constitución. La
mayoría de reglas que tienen que ver con el reparto de tareas domésticas, con
normas de convivencia y de educación pertenecen a este grupo.
Por ejemplo:
Más tarde de las doce de la noche no se puede estar levantado.
Uno no se puede ir a divertir mientras no se han acabado los deberes.
Si llegas tarde llama por teléfono.
Reglas implícitas:
Son aquellas que no se han verbalizado explícitamente en el momento de su
constitución pero sin embargo, cada miembro de la familia es capaz de aceptar
que existen si un observador las señalizara. Muchas de estas reglas tienen que ver
con acuerdos que se dan “por supuesto” que deben ser así, y se justifican a causa
de valores económicos del tipo ahorro de tiempo, energía, etc., o bien a
cuestiones de habilidades personales.
Por ejemplo:
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El marido es el encargado de arreglar los desperfectos de la casa, porque él es
más “habilidoso”.
La madre va siempre a las reuniones de padres o a hablar con los profesores
del hijo porque “dispone de más tiempo”.
El sitio que cada cual ocupa en la mesa a la hora de comer.
Quién se pone al volante cuando los dos miembros de la pareja cogen el coche
conjuntamente y ambos saben conducir.
Quién controla el mando a distancia del televisor.
Cabe decir, que una regla puede ser explícita en una familia pero implícita en otra.
Por ejemplo, en una familia "ayudar la hija a su madre a retirar la mesa" es una
regla explícita porque la madre lo ha verbalizado claramente. En cambio, en otra
familia la hija hace lo mismo, pero nadie nunca se lo ha pedido verbalmente, sale
“de ella misma”.
Reglas secretas:
Estas reglas son más difíciles de percibir porque no son conscientes para los
miembros de la familia. Si un observador hiciera a la familia un señalamiento de
alguna de estas reglas secretas, tal vez, la familia no lo acepta-ría ya que muchas
veces las reglas secretas lo que están manteniendo es la homeostasis familiar y
en este sentido son maniobras en las que algunos miembros pueden sentirse
atrapados.
Las reglas secretas tienen que ver muchas veces con pautas que se transmiten de
generación en generación y, por eso, por ejemplo, una madre repite con su hija lo
que ella aceptó como válido de su propia madre, sin cuestionarlo, ya que si lo
hubiera hecho se podría haber generado un conflicto familiar.
Por ejemplo:
En esta familia no se permite expresar los sentimientos abiertamente.
En esta familia no se permite que las mujeres tengan más éxito que los
varones.
En ocasiones, hay parejas que se pelean constantemente, de forma que la regla
secreta podría formularse del siguiente modo:
Mientras peleamos seguimos unidos.
Como veremos más adelante, sobre las bases de las reglas secretas, las familias
construyen sus mitos.
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Este tipo de triángulo puede darse en otros sistemas que no son los familiares.
Así, por ejemplo, una institución puede presentar tensiones si un directivo se une,
secretamente como “igual”, con un subordinado contra otro subordinado.
Cuando en una familia aparece un triangulo perverso, el progenitor excluido
pierde autoridad, y, por otro lado, el progenitor que se coaliga con el hijo, queda a
expensan de éste para recibir su apoyo, dependiendo, de alguna manera, de él.
Según Haley, un supuesto que el profesional debe tener en cuenta es que si
aparece una coalición de un padre con su hijo, también se da una coalición del
padre con el abuelo. Aparecería, entonces, una constante en la red de las
relaciones familiares donde los patrones en cualquier parte de la familia son
formalmente los mismos que aparecen en otra parte del sistema (isomorfismo).
Cuando este tipo de triángulo se da de forma repetitiva el sistema se volverá
patológico.
Hemos dicho que en el “triángulo perverso”, la coalición que aparece es secreta.
Pero puede darse que aparezca una coalición no secreta, y, entonces, nos
encontraríamos ante una tríada denominada coalición progenitor-hijo. En este
tipo de triángulo un progenitor se pone claramente de lado del niño contra el otro.
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Y, aunque el paciente identificado sea por ejemplo, el hijo, observaremos que el
cónyuge excluido tiene serios problemas.
receptor de las quejas que tienen sobre su hermano enfermo, por otro lado, suele
experimentar una sobrecarga con el papel impuesto, dificultándole el proceso de
individuación. Por eso, en la medida en que los padres se muestran sin recursos
para manejar la problemática del paciente identificado, este hermano seguirá
ejerciendo su rol parental con respecto al PI. Paralelamente, se puede observar en
estas familias que otro hermano se distancia del la problemática del PI. Suele
tener una actitud crítica con respecto a sus padres y a la forma consentidora que
tienen éstos de tratar al hermano enfermo.
Implícitamente, hay una cierta culpabilización hacia los padres por la problemática
de su hermano: los considera causantes o, al menos, mantenedores de la
conducta anómala de su hermano PI. En las sesiones de terapia se observa que el
hermano vinculado al PI se muestra cooperador (en ocasiones él ha sido el
derivante involucrado). Por el contrario, el hermano distanciado se mostrará poco
colaborador con la terapia.
TÉCNICAS DE INTERVENCIÓN:
Establecimiento de límites
Escenificación de una pauta disfuncional
Intensificación
Modificación de constructos cognitivos
Potenciación de lados fuertes de la familia
LO COMUNICACIONAL Y LO INTERACCIONAL
A B
Sin embargo, una observación más detallada de la realidad, nos hace ver que en
múltiples fenómenos el hecho provocado influye, a su vez en lo que lo provocó, y 25
éste vuelve a influir en el segundo, etc., con lo que se observa una especie de
círculo sin principio ni fin. Pongamos un ejemplo. Una persona al sentarse en el
autobús da un pisotón al pasajero que está sentado a su lado. Éste, de mala
manera, le dice que podría tener más cuidado. El otro le responde que podría
haberse retirado un poco para dejarle pasar. Al cabo de pocos minutos
observamos dos persona en el fragor de una discusión sin fin. Es absurdo
preguntarnos cuál es la causa y qué el efecto. Ambas personas están atrapadas en
un fenómeno circular en el que la conducta de una influye y provoca la otra y
viceversa. A este tipo de causalidad la llamaremos circularidad o pautas
circulares.
A B
las personas que la causalidad lineal, pues libera al observador de ver a uno como
culpable y al otro como víctima. Ambos son causa y efecto a la vez. El profesional
sistémico aplica la circularidad para entender que todos los miembros del sistema
familiar pueden estar provocando y/o manteniendo los problemas y disfunciones
familiares. Pasar de la visión lineal a la visión circular de los hechos no es tarea
fácil ya que supone un cambio de epistemología, es decir, un cambio en la forma
de conocimiento a la que nuestra cultura occidental no está acostumbrada.
Ahora bien, si posteriormente tenemos una entrevista con el marido, tal vez nos
diga que efectivamente, él tiene problemas de atención, pero eso se debe a que
los gritos de su mujer provocan que se bloquee y desconecte, con lo cual se le
olvidan las cosas. La puntuación que establece es totalmente la contraria: “Los
gritos de mi mujer provocan mi falta de atención”.
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Padre: Te pregunto donde vas porque nunca me informas de lo que haces.
Hijo: No te digo donde voy porque siempre me estás preguntando.
forma que se cumple aquello que se profetizó. Sin embargo, realmente, lo que ha
ocurrido es que la gente ha provocado aquello que temía.
despertar, para liberarse de la pesadilla. Los cambios que realiza dentro del
sueño, como correr, gritar, etc., son Cambios1. El despertar es el Cambio2.
Cuadro resumen:
CAMBIO-1 CAMBIO-2
Cuantitativo Cualitativo
Continuo Discontinuo
Basado en la homeostasis Basado en la morfogénesis
Cambian los elementos aislados Cambia la estructura
Sin capacidad de aprendizaje Con capacidad de aprendizaje
1. Observación del
PROBLEMA
MÁS PROBLEMA
solución aplicada
MÁS PROBLEMA
solución aplicada
MÁS PROBLEMA
solución aplicada
Tiempo
La premisa básica de este modelo se basa en que los problemas se generan por
los intentos inadecuados de solucionarlos.
En un momento de la vida de cualquier persona puede aparecer una dificultad,
bien por el cambio de etapa del ciclo vital o por otras circunstancias. Entonces, la
persona o el entorno, intenta buscar una solución. Si esa solución no es efectiva,
puede ocurrir que la persona o el entorno siga “aplicando” esa solución, porque la
considera que es la “correcta”. Lo que entonces ocurre es que el problema se
mantiene o se agrava. El objetivo será ayudar al paciente a no seguir aplicando
dicha solución y buscar otras alternativas.
Por eso, es importante para este modelo ayudar a la familia a definir bien el
problema, pidiendo descripciones concretas de las conductas anómalas, y,
realizando preguntas que vayan dirigidas a averiguar todas las soluciones que
la familia o el paciente ha intentado para resolver dicho problema.
TÉCNICAS DE INTERVENCIÓN:
Redefiniciones
Tareas directas
Tareas paradójicas
Técnicas hipnóticas derivadas de M. Erickson
Utilización de la metáfora
El concepto de ciclo vital tiene que ver con la idea de que las familias, a lo largo
del tiempo presentan cambios, y que estos cambios se ajustan a ciertas
regularidades a las que llamamos etapas. Hablar, por tanto, de desarrollo familiar
es tener en cuenta que las familias cambian en su forma y función a lo largo de
su ciclo vital, haciéndolo en una secuencia ordenada de etapas evolutivas.
Cuando se habla de etapas del ciclo vital de la familia hay que tener en cuenta que
no nos referimos al individuo atravesando una serie de etapas, sino es la familia
como un todo y en su conjunto la que se desarrolla y evoluciona.
El crecimiento y desarrollo de una familia implica un cambio en los acuerdos de la
relación, es decir, un cambio en las reglas en las diferentes etapas del
desarrollo familiar. Cada etapa evolutiva se constituye por un conjunto de reglas
que permanecen más o menos inalteradas. Ahora bien, cuando la familia pasa de
una etapa del ciclo vital a otra debe saber modificar tales reglas para acomodarse
a la nueva situación. Las familias realizan este cambio en las reglas no
Las tres generaciones (abuelos, padres e hijos) entrecruzan sus etapas a lo largo
del tiempo. Cuando la generación de los abuelos está finalizando, la de los padres
se encuentra en el intermedio y la de los hijos en los comienzos de la relación de
pareja.
adaptarse a la nueva situación y esto se paga al precio de una crisis; crisis que
permite la evolución del sistema.
Una etapa muy significativa es el período en que los jóvenes “sueltan amarras” y
abandonan el hogar. La grave patología que puede aparecer entonces se entiende
como una dificultad para atravesar esta etapa del ciclo vital.
El profesional que trabaja con familias intentará, entre otros aspectos, ayudar a
que los miembros de la familia superen las crisis e ingresen en la nueva etapa de
ciclo familiar.
Pensemos en el caso de una mujer, que después de dedicarse 15 años a los hijos,
al marido y al hogar decide ponerse a trabajar. El marido, aunque le diga que no
le molesta que trabaje fuera de casa, tal vez, no desea perder la comodidad que
representaba para él tener a su mujer en el hogar. Por otro lado, también a la
mujer le puede resultar temerosa la situación de volver al mundo laboral, que
hace años dejó. Si por la época en la que ella ha decidido volver a trabajar, su
propia madre desarrolla un síntoma y la consecuencia es que la hija se dedica a
cuidarla, quedando pospuesta la decisión de trabajar, diremos que el síntoma de
la madre no sólo es un problema personal de ella sino que les es útil a todos. Por
eso, el síntoma puede cumplir una función protectora a otros miembros de la
familia. En nuestro caso la hipótesis a plantear sería que el síntoma de la madre
protege a la hija del miedo a tener que afrontar una nueva situación laboral, y a la
pareja del conflicto relacional que podría conllevar el cambio de papel en la
esposa. También a la propia madre le sirve el síntoma ya que tiene cerca de sí a
su hija, pues el último hijo que todavía quedaba en el hogar, recientemente se ha
casado y se ha marchado.
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TÉCNICAS DE INTERVENCIÓN
Preguntas sobre la secuencia sintomática
Tareas directas y tareas indirectas
Prescripción del “no cambio”
Prescripción del síntoma
Simulación del síntoma
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Embrollo relacional:
En este tipo de juego, uno de los progenitores finge tener una relación privilegiada
con un hijo. En realidad, esta relación privilegiada no es auténtica ya que forma
parte de la estrategia que este progenitor está desarrollando en el juego
disfuncional de su relación de pareja con el otro cónyuge. Dicho de otra manera,
el hijo es una pieza del juego que los padres mantienen entre sí en su conflicto de
pareja.
Instigación:
En este juego uno de los progenitores se presenta ante el hijo como víctima
impotente del comportamiento del otro progenitor. El hijo, entonces, toma partido
por el que considera perdedor y poniéndose en contra del otro progenitor.
Por eso, el sistema genera y/o mantiene el síntoma del miembro individual de la
familia y, al revés, el síntoma crea el sistema de creencias organizando las
conductas de los miembros de la familia.
Tampoco olvidemos que la función primordial de la familia es crear individuos
diferenciados y autónomos. Esto quiere decir, que lo más saludable es que
cada miembro sepa mantener los vínculos con la propia familia, pero sin con-
fundirse ni fundirse en ella. En este sentido, la consideración de lo individual
vuelve a tomar relieve y a ponerse en primer plano desde la perspectiva
sistémica.
La individuación se refiere, según Stierlin (1997), a la capacidad del ser humano
de diferenciar su mundo interno (necesidades, sentimientos, percepciones, etc.)
del mundo exterior, en particular con respecto a las ideas, necesidades,
expectativas y exigencias de los demás. Sin embargo, no todas las personas
desarrollan el mismo grado de individuación. Cada individuo se encuentra en un
punto de la gradación que va desde la hiperindividuación a la hipoindividuación.
En el caso de la hiperindividuación, la persona establece una demarcación de
límites excesivamente rígidos e impermeables con los demás. Lo que para esa
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persona es independencia los otros lo ven como aislamiento. El separarse de los
demás le lleva a la soledad, cesando todo intercambio con los otros. Por el
contrario, en la hipoindividuación, la persona tiene gran dificultad para trazar
límites, o estos son muy difusos, de forma que se produce una fusión con los
demás.
Stierlin (1997) resume, en siete puntos, los elementos que permiten reconocer
que una persona realizó una individuación exitosa:
Por otro lado, las personas con un grado alto de diferenciación son aquellas
que saben establecer una clara separación entre lo emocional y lo racional. Según
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Otra parte importante de la diferenciación del self tiene que ver con lo que Bowen
(1991) llama self-sólido y pseudo-self.
En la relación de pareja, por ejemplo, los dos pseudo-selfs se fusionan. Tal vez,
uno sea el dominante, el maduro y el responsable; el otro será sumiso, inmaduro
e irresponsable. Esto hace que el maduro gana self a expensas del otro, que lo
pierde, y se convierte en más inmaduro. Puede ocurrir que a la larga, el miembro
de la pareja que cede self desarrolle una sintomatología grave. Cuanta más
capacidad tenga la pareja de alternar estos roles más sana será la relación.
El conflicto conyugal
La disfunción de un cónyuge
pequeño) o el que sea “niño” o “niña”. También puede jugar como factor, a la hora
de establecer ese vínculo especial, el nivel de ansiedad de la madre en el
momento de la concepción y del nacimiento del hijo.
Puede ocurrir que en algunas familias las tres áreas quedan afectadas: aparece
un conflicto conyugal intenso, una disfunción grave en uno de los esposos y una
seria implicación de los hijos.
El proceso de proyección familiar (Bowen, 1989), permite que la generación
actual, la de los padres, quede aliviada a expensas de la generación siguiente, la
de los hijos. Por eso, el proceso de transmisión multigeneracional explica la
pauta que se configura a través de varias generaciones, consiguiendo, por tanto,
que cada hijo desarrolle un grado diferente de diferenciación: igual, más bajo o
más alto que el de sus padres. Por último, mencionaremos el concepto que Bowen
denomina desconexión emocional. Mientras más intensa es la fusión emocional
entre los miembros de una familia más probabilidad hay que a la larga se
produzca una ruptura abierta o enmascarada en las relaciones
intergeneracionales.
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Así pues, el individuo está inserto en una red multipersonal de lealtades. Dentro
del contexto de esta red familiar estructurada, se exige que cada persona
cumpla las expectativas y obligaciones del grupo (Simon y cols. 1988).
Otro aspecto a tener en cuenta en las familias es que los padres que “dan en
exceso” a sus hijos les privan de la oportunidad de sentir que se han ganado ese
derecho. De alguna manera, colocan al hijo en una posición de estar en deuda con
ellos por lo mucho que le han dado.
Puede ocurrir que un miembro de la familia se encuentre atrapado en un
conflicto de lealtades. Esto ocurre cuando un individuo siente que actuando de
determinada manera es leal a una parte pero desleal a la otra. Haga lo que haga
alguien se sentirá dañado.
Observar y descubrir quién está ligado a quién por una lealtad abierta o
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encubierta permite al profesional entender mejor la dinámica familiar.
Un miembro es leal a la familia cumpliendo el papel que ésta le ha asignado. Los
papeles pueden ser muy variados. Por ejemplo, se le puede pedir ser el cerebro de
la familia, el “patito feo”, el renegado, el consentido, el exitoso, el tonto, el
fuerte, el enfermo, etc. Es por eso, que muchos de los comportamientos
sintomáticos de un individuo pueden entenderse como una forma de seguir
siendo leal a su familia. Tiene sentido, entonces, que una de las intervenciones
del profesional sea la de “connotar positivamente” el síntoma.
Muchas veces, las misiones encomendadas a los hijos van dirigidas a satisfacer
necesidades no cubiertas en sus padres.
Un adolescente puede cumplir la misión de comportarse descontroladamente, para
que un progenitor viva, de forma vicaria, una etapa de su adolescencia que quedó
pendiente. En otros casos, el hijo delegado debe incorporar en su personalidad los
aspectos negados y rechazados de la personalidad de los padres para que éstos
puedan tener esos aspectos rechazados a una distancia segura pero observable. Y
así, por ejemplo, la deshonestidad de unos padres queda salvaguardada, a través,
de que el hijo es quien tiene esos comportamientos reprobables.
Reconocer y desenmarañar los conflictos de delegación es una tarea importante al
trabajar con familias. A veces, resulta una tarea difícil porque las delegaciones
suelen transmitirse encubiertamente, por debajo del nivel consciente, a
través de la comunicación analógica y no tanto de la digital.
Delegados Vinculados:
Un hijo es un delegado vinculado cuando queda atrapado de forma intensa y
prolongada en la familia. Los delegados vinculados suelen pertenecer a familias
centrípetas. Una familia es centrípeta cuando sus fuerzas van hacia dentro,
considerando todo lo exterior como algo amenazante y peligroso, de forma que
sólo en el interior familiar está la seguridad.
El hijo que desempeña la misión de ser un delegado vinculado tiene serias
dificultades para mostrarse “diferenciado” de sus padres, de forma que le embarga
un fuerte sentido del deber pues piensa que sus padres dependen de él. Tanto es
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así, que experimentará un fuerte sentimiento de culpa por el mero hecho de iniciar
cualquier movimiento que le aleje de sus padres.
Así, por ejemplo, como señala Simon (1988) un delegado vinculado puede llevar a
cabo la tarea de dar significado a la vida de un padre que envejece, o continuar la
vida de un hermano que haya muerto joven, cumpliendo, de esta manera, las
expectativas que los padres habían puesto en el hijo perdido.
A veces, puede ocurrir que un hijo delegado vinculado, encuentra que la única
forma que tiene de alejarse de sus padres es “vía matrimonio”. Cuando esto
sucede, corre el riesgo de que su elección de la pareja sea inadecuada, lo cual
puede llevarle a la ruptura de dicha relación, con el consiguiente retorno al hogar.
Delegados Expulsados:
Al contrario del delegado vinculado, un delegado expulsado tiende a separarse
rápidamente de sus padres. Los delegados expulsados suelen pertenecer a
familias centrífugas. Una familia es centrífuga cuando sus fuerzas van hacia
afuera. En este sentido, el interior del seno familiar produce malestar, y esto lleva
a que sus miembros se alejen.
Mitos de armonía:
Las familias con mitos de armonía son familias que tienen insatisfacción,
conflictos, aburrimiento, etc., pero que quieren hacerse creer a sí mismas y
hacer creer a los demás que son las familias más felices y armoniosas del
mundo.
Presentan una visión bella y agradable de la vida familiar, tanto en el pasado
como en el presente. Mediante este mito, tales familias encubren o reprimen
desarmonías u hostilidades pasadas y presentes.
Mitos de disculpa:
Las familias con mitos de disculpa o reparación hacen responsable de los
problemas y dificultades que están sufriendo a una o varias personas, vivas o
muertas, pertenecientes o no a la familia. De esta manera, la persona destinada
a ser el chivo expiatorio carga con la culpa propia y con la del resto de la
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familia.
Por ejemplo, un abuelo puede ser el elegido por la familia para responsabilizarle
de todas sus desgracias a raíz de que emigró solo al extranjero hace ya 30 años.
A partir de ahí la familia hace una concatenación de hechos de causalidad lineal
que explica la problemática actual.
Mitos de salvación:
Las familias con mitos de salvación tienen la creencia de que los sufrimientos,
conflictos e injusticias de la vida familiar pueden evitarse o desaparecer
mediante la intervención bienhechora de una persona a la que se le considera
fuerte e importante.
Por ejemplo, una familia puede depositar este papel en un determinado hijo,
confiando que cuando sea adulto e independiente, entonces sus problemas
desaparecerán.
Sería imposible nombrar todos los mitos que pueden desarrollarse en los sistemas
familiares. A modo de ejemplo mencionaré aquellos que más fácilmente podremos
observar al entrevistar a las familias:
Por último, otra cuestión que se transmite de forma transgeneracional son los
secretos familiares. Los secretos familiares se refieren a temas cargados de
intensos sentimientos de temor, vergüenza y culpa. Está prohíbido hablar
abiertamente de ellos, aunque toda la familia los conoce (Simon y cols., 1988).
Casi todas las familias tienen algún secreto y sirven para proteger la autoestima
de los miembros. Los secretos más habituales tienen que ver con hijos ilegítimos,
matrimonios anteriores, vida sexual de los padres, etc.
Los secretos, según Simon y cols. (1988) llegan a ser un problema cuando
socavan la confianza mutua, inhiben el diálogo y distorsionan la realidad. Es
entonces, cuando el secreto se encuentra relacionado con el mito familiar, ya que
sirve para apuntalarlo. Cuando algún comportamiento de la familia no se ajusta
al mito de la familia, tal comportamiento puede pasar a formar parte del secreto
familiar para seguir, de esta forma, manteniendo la imagen que prescribía el mito.
Evan Imber-Black (1999) comenta las señales que le hacen pensar que, tal vez,
haya un secreto en la familia. Estas son: si se producen silencios incómodos que
se repiten; si la conversación va languideciendo; si se observa una cortesía
superficial en los miembros de la familia; si se producen cambios bruscos de
tema; si dos miembros llevan a cabo un constante cruce de miradas; si aparecen
conflictos absurdos que hacen desviar un tema en particular.
Por otro lado, Evan Imber-Black (1999) distigue varios tipos de secretos teniendo
en cuenta el propósito, la duración y el resultado: 55
Secretos placenteros:
Los secretos placenteros tienen que ver con la complicidad entre dos o más personas para
sorprender gratamente a otro miembro de la familia. Una niña puede participar en el
secreto amable con su padre sobre el regalo a la madre. Estos secretos son temporales.
Secretos esenciales:
Los secretos esenciales sirven para promover los límites necesarios y adecuados en una
relación. Favorecen la cercanía y la unión entre los miembros que comparten el secreto.
Son duraderos y esenciales para el bienestar. Forman parte de los “contratos” en las
relaciones, y romperlos puede ser un acto de traición. A este tipo pertenecen muchos
secretos de la parejas referidos a temores e inseguridades.
Secretos nocivos:
Cuando en una familia cierta información clave permanece silenciada e inaccesible, nos
encontramos ante un secreto nocivo. Se define como nocivo porque estos secretos ejercen
efectos negativos crónicos en la capacidad de los miembros de la familia para solucionar
los problemas.
Secretos peligrosos:
Los secretos peligrosos colocan a las personas ante un riesgo inmediato, y esto hace que
su capacidad de funcionar adecuadamente se vea amenazada. Estos secretos tienen que
ver, por ejemplo, con planes para cometer suicidio, con secretos sobre abuso sexual, con
maltrato a la mujer, con drogadicción, etc. Muy frecuentemente es necesario actuar con
rapidez porque, de no hacerlo así, corre peligro la integridad física o psíquica de la
persona.
TÉCNICAS DE INTERVENCIÓN:
Genograma
Parcialidad multidirigida
Reelaboración
Confrontación
Señalamientos en el “aquí y ahora”
Facilitar la exteriorización del pensamiento de cada miembro
Facilitar la comunicación de los miembros “a través” del terapeuta
Para llevar a cabo una evaluación familiar es necesario definir qué criterios
utilizaremos al diferenciar una familia sana de una disfuncional. Siguiendo a
Zingman de Galperín (1996) describiremos las características de ambos tipos de
familias de la siguiente manera:
En las familias sanas los padres son capaces de dar un buen soporte
emocional y estimular la individualidad y la autonomía de sus hijos. Son
sensibles al crecimiento y a la realización personal de sus hijos.
En las familias sanas los padres asumen adecuadamente sus funciones de padres
para que los niños puedan ser niños. Los miembros de cada subsistema llevan a
cabo bien su papel; esto no es así cuando, por ejemplo, en una familia, un abuelo
tiene más poder que el padre, o una hija mayor es la que dirige y la madre se
supedita en todo a ella.
Ambos miembros de la pareja se apoyan como padres y se perciben como
competentes en la función parental.
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Cada progenitor ha logrado separarse de sus propios padres y, a su vez, logran
favorecer que sus hijos se separen de ellos.
En la familia sana el poder es compartido; cada padre confía en el otro y ambos
son capaces de llevar conjuntamente el “timón” de la familia.
La relación de pareja, aunque pasen por dificultades y crisis, la viven,
fundamentalmente, como satisfactoria, ya que sienten que por encima de los
conflictos su relación de pareja es la base principal sobre la que construyen toda la
familia. Por eso, son capaces de no involucrar a los hijos en sus dificultades.
Los padres, en su relación de pareja, logran un buen acercamiento emocional y un
profundo vínculo afectivo. Aunque las relaciones que tienen con otras personas
significativas, tales como padres, hermanos o amigos, son buenas, su relación de
pareja es de un nivel más intenso. Son capaces de mantener un buen equilibrio
entre su espacio individual y el espacio para el encuentro familiar.
En las familias sanas sus miembros se sienten integrados pero sin dejar de ser
uno mismo. Esto hace que consigan una buena diferenciación del yo.
La relación sana no está basada ni en la fusión ni en la confusión de funciones,
roles, necesidades o sentimientos, sino en la capacidad de discriminación. Cada
eso, un progenitor puede establecer un vínculo muy intenso con un hijo, mientras
que el otro mantiene un distanciamiento con éste.
En las familias disfuncionales se producen coaliciones intergeneracionales
secretas, y por lo tanto negadas, del tipo triángulo perverso.
62
Hay una figura que destaca como piedra angular en el desarrollo de la terapia
familiar: Gregory Bateson. Antropólogo de formación, Bateson ocupa un lugar
fundamental en el pensamiento norteamericano contemporáneo ya que supo
introducir las ideas de la cibernética y la visión sistémica al campo de las ciencias
sociales.
En 1959, Jackson formó el Mental Research Institute, en Palo Alto, al cual llevó a
Virginia Satir, quien permaneció en el Instituto durante diez años. Cursó estudios
de maestra antes de hacerse asistente social. Elaboró una técnica de trabajo muy
personal a partir de su experiencia con las familias en la que los sentimientos y las
emociones tienen un papel fundamental.
En 1961 se incorporó al MRI Paul Watzlawick y poco después, Jay Haley y John
Weakland.
En 1967, Haley dejó Palo Alto para unirse a Minuchin y Braulio Montalvo en la
Clínica de Orientación Infantil de Filadelfia, interesándose cada vez más por la
estructura y la jerarquía familiar. En 1976 se trasladó a Washington para
establecer su propio Instituto de Terapia Familiar junto con su esposa Cloé
Madanes.
Desde hace algo más de quince años, la terapia breve centrada en la soluciones
está adquiriendo gran desarrollo. La terapia breve se centra en los fenómenos
observables, es pragmática y se relaciona con la creencia de que los problemas
Para Harlen Anderson, una de las representantes más significativas del enfoque
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construccionista, la terapia no sería tanto un tratamiento sino una conversación
mutua, a través de la cual puede nacer una nueva realidad, para la familia y para
el terapeuta. Desde esta perspectiva el énfasis se coloca en “hablar con” y no en
“hacer algo a”. El cambio terapéutico se define como cambio de narrativa, de
relato, de significado.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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FALICOV, C. (1991)
Contribuciones de la sociología de la familia y de la terapia familiar al “esquema
del desarrollo familiar”: análisis comparativo y reflexiones sobre las tendencias
futuras
(en “Transiciones de la familia”) Buenos Aires: Amorrortu
HALEY, J. (1985)
Hacia una teoría de los sistemas patológicos
(en “Terapia familiar y familias en conflicto” de Zuk, G y cols.) México: F. C. E.
HALEY, J. (1985)
Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar.
Buenos Aires: Amorrortu
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JOHANSEN, O. (1993)
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Familias y Terapia Familiar. Buenos Aires: Gedisa
SELVINI, M. (1990)
Crónica de una investigación. Barcelona: Paidós
STIERLIN, H. (1997)
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UMBARGER, C. C. (1987)
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WATZLAWICK, P. (1980)
El lenguaje del cambio. Barcelona: Herder