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Richard Speck: nueve enfermeras, un misógino y una

noche de violaciones y masacre

El 13 de julio de 1966 fue la noche en la que Richard


Speck escribió una de las páginas más terroríficas del
crimen de Estados Unidos

John E. Douglas, junto a su compañero Mark Olshaker, recogían en el libro


“Mindhunter: Dentro de la unidad de élite de crímenes en serie del FBI” el
encuentro con un recluso de la prisión de Stateville y una anécdota que David
Fincher trasladaría a la serie de Netflix "Midnhunter". Un preso anónimo que les
contó la historia de otro hombre que se encontraba dentro de la misma
institución penitenciaria: el célebre Richard Speck, condenado a pasar de 400
a 1.200 años en prisión por el asesinato de ocho mujeres el 13 de julio de 1966.
Según especificaba el testigo en el libro de Douglas, a Speck se le conocía
como “Birdman”, el “hombre pájaro”. Un mote que obedece al personaje de Burt
Lancaster en la película “El hombre de Alcatraz” o, como se titulaba originalmente
en Estados Unidos: “Birdman of Alcatraz”.
En el largometraje, estrenado en 1962 y dirigido por John Frankenheimer, Robert
Stroud es un preso que cumple una condena de cadena perpetua,
mientras descubre una nueva vocación en el cuidado de animales heridos.
Según el testigo que habló con los autores de “Mindhunter”, Speck recibió el
nombre después de que adoptara a dos pájaros heridos que habían entrado por la
ventana de su celda. “Era un gorrión que entró por una de las ventanas rotas,
tenía algo roto y él le cuidó hasta que volvió a ponerse bien”, relata el preso
en el libro.

Tal fue la nueva relación que forjaron el pequeño animal y Speck que le ató una
pequeña cuerda a una de las patas para que se quedara con él. Le adiestró para
que se quedara posado en su hombro y lo convirtió en su particular mascota y su
amigo durante un breve tiempo en la cárcel. “Llegado el momento, un guardia le
avisó de que no podía quedarse con él en la celda, el preguntó 'ah, ¿no
puedo?'”, continuaba el relato. Speck miró desafiante al carcelero, se acercó
lentamente hasta un ventilador que había en una esquina de la sala y lanzó al
pequeño gorrión a las aspas. “El guardia, horrorizado, le dijo que creía que le
gustaba el pájaro”.
“Me gustaba, pero si no puedo tenerlo, nadie más puede”.

La diferencia entre dos padres


Richard Speck nació en 1941, durante la Segunda Guerra Mundial, poco antes de
que su familia se trasladase hasta Monmouth, Illinois. Allí se crió junto a sus otros
7 hermanos (uno de ellos murió con apenas 20 años) en una familia ampliamente
numerosa, pero particularmente Speck estaba unido a su hermana pequeña
Carolyn y a su padre Benjamin, un hombre sobrio, granjero, y que en esos años
trabajaba como empaquetador para una empresa local. Sin embargo, la tragedia
sobrevino a la familia de Richard cuando su padre falleció de un ataque al corazón
cuando el pequeño tenía solo 7 años.
Ante la dificultad de sacar una familia adelante, la madre de Richard no tardó en
casarse de nuevo pero, en esta ocasión, encontró a la antítesis del que había sido
su padre. Mary Speck contrajo matrimonio en 1949 con Carl Lindberg, un
vendedor de seguros, alcohólico, con problemas de ira y con un registro de 25
años de antecedentes criminales.
Imagen de un puequeño Richard Speck, durante su infancia en Monmouth, Illinois

Según cuentan los familiares y el propio Speck, cuando era un niño recibió toda
una serie de golpes en la cabeza: se dio con la barra de un toldo, se estrelló con la
bicicleta, se cayó de un árbol, sufrió un accidente tras golpearse con un martillo
carpintero y, cuando tenía apenas tres años, quedó inconsciente al no llegarle el
riego de la sangre a la cabeza. Es difícil conocer si de verdad todos estos fueron
accidentes fortuitos pero, en cualquier caso, Richard vivió la mayoría de su
infancia y adolescencia entre la soledad social y el temor a su padrastro. Tampoco
consiguió sacarse el título de graduado en el instituto, a pesar de haberse resistido
a mudarse a Texas con su madre y su padrastro para quedarse en su pueblo,
junto a su hermana Sara, e intentar graduarse en Monmouth. Nada de ello sirvió y
Richard nunca se graduó.
Años de alcoholismo y detenciones

Ya a la tierna edad de 12 años Speck comenzó con el consumo de alcohol y


drogas, una actitud que mantenía casi a diario. Su profesor de octavo curso le
definía de esta manera en clase: “Era un gruñón, pero no era contestón.
Evidentemente le habían enseñado a no contestar. Pero era un solitario, sin
ningún amigo en clase. Parecía estar como perdido, como si no supiera que
estaba pasando a su alrededor. Creo que nunca la vi sonreír, y tampoco fui capaz
de enseñarle nada. No creo que nadie hubiera llegado hasta él, parecía como si
estuviera perdido en la niebla”.
Según recoge el libro “El crimen del siglo” de Dennis Breo, su primer delito lo
cometió apenas con 14 años, cuando incendió parcialmente un parking de coches.
Casi inmediatamente después de que su padrastro terminara
abandonándoles, Richard entró a trabajar en una fábrica de la conocida marca
de bebidas 7-Up, época en la que conoció a una joven de 15 años llamada
Shirley Malone, a la que dejó embarazada en apenas tres semanas y con la que
terminaría casándose y teniendo una hija. No obstante, eso no le mantuvo fuera
de los problemas.
El mismo día que nació su hija, Speck estaba en prisión cumpliendo una
sentencia de 22 días por pelearse en una bar. En los años posteriores
continuaría con delitos como atracos a ultramarinos o el asalto con cuchillo a una
mujer en un parking. Las salidas y entradas en prisión las combinaba con un
consumo reiterado de alcohol y drogas y el eventual divorcio de su mujer.
Análisis décadas posteriores barajaban la posibilidad de que, como fruto de los
golpes en la cabeza que sufrió en su infancia, Speck sufriese de unas jaquecas
que solo podía mitigar con un alcoholismo que desataba su conducta violenta. En
1967 el Doctor Ziporyn teorizaría con la posibilidad de Richard sufría de
síndrome orgánico cerebral y que sus conductas violentas eran resultado de
sentirse traicionado por mujeres.

Fotografía de Speck tras una de las ocasiones que ingresó en prisión durante su
juventud en Dallas, Texas
Verano de 1966

Durante el mes de abril, y después de haber pasado los últimos tres meses entre
las tabernas de Chicago, el cuñado de Richard, Gene, pensó que una buena
oportunidad laboral para el hermano de su mujer sería en la Marina de Estados
Unidos, donde él mismo había servido años atrás. Richard fue designado a la
tripulación del Clarence B. Randall. Sin embargo, una apendicitis el primer mes
a bordo le devolvió a tierra, concretamente al Hospital St. Joseph, donde
conoció a una enfermera de 28 llamada Judy Laakaniemi. No tardó en volver a
bordo del buque, donde persistió en una constante actitud de enfrentamiento con
sus superiores y episodios de embriaguez constantes.
El 15 de junio de 1966 fue oficialmente retirado del Clarence B. Randall. En lugar
de volver a casa de su hermana, Richard tuvo otra idea: viajar hasta Houghton,
Michinga, donde se reencontraría con Judy, la enfermera del St. Joseph, que en
ese momento se encontraba en proceso de divorcio. No obstante, solo dos
semanas después, Judy Laakaniemi le dio a Richard Speck 80 dólares y el ex
marinero, rechazado, volvió de regreso hasta Chicago, a casa de su hermana.
Gene llevó de nuevo a su cuñado hasta el Sindicato Nacional Marítimo (NMU), a
darle de alta, para que se le asignara a cualquier empleo temporal que surgiese.
Frente a las oficinas del sindicato había un recinto de cinco casas adosadas,
destinadas a enfermeras en prácticas en el Hospital Comunitario de Chicago.

Fotografía de las víctimas de la mascacre del 13 de julio, semanas antes del


incidente
La noche de los crímenes
El 13 de julio Richard Speck estaba furioso. Tras una semana esperando en la
oficina de recepción del sindicato marítimo, solo había conseguido que le
asignaran un único trabajo. Un encargo que, en el momento de llegar al muelle,
resultó que no era para él. La frustración se apoderó de él y se dirigió a la taberna
más próxima al NMU, donde conoció a una mujer de 53 años a la que acompañó a
su casa, violó y robó una pistola de 15 dólares que había encargado por correo.
Richard estaba, como se suele decir coloquialmente, sin blanca. Y borracho.

Gloria Davi, Patricia Matusek y Nina Schmale, tres de las ocho enfermeras
asesinadas por Richard Speck

Se acercó hasta el numero 2319 de la calle 100th de Chicago, donde vivían Gloria
Davy, Patricia Matusek, Nina Jo Schmale, Pamela Wilkening, Suzanne Farris,
Mary Ann Jordan, Merlita Gargullo, Valentina Pasion y Corazon Amurao.
Todas eran estudiantes de enfermería, dos de ellas de origen filipino. Speck llamó
a la puerta, vestido todo de negro, con la pistola que había robado a la mujer de
53 años y un cuchillo. Amurao, de 21 años, fue quien abrió la puerta. Richard le
dijo que se calmase, que sólo quería el dinero que tuviesen. Speck llevaba tatuado
en el brazo la frase “Nacido para alzar un infierno”.
Speck solo encontró en el cuarto unos 90 dólares. Las ató a todas los pies y
cabeceros de la cama con perfectos nudos marineros, dada la experiencia en
el Clarence B. Randall. Las amenazó con el cuchillo y las fue maniatando
conforme las ocho jóvenes llegaron a la habitación. Una a una, las arrastró hasta
el cuarto contiguo, donde las violaba, acuchillaba y estrangulaba. En un
vídeo filtrado a la prensa en 1996, Richard relataría: “No es como en la televisión.
Tardas más de tres minutos y se requiere mucha fuerza para estrangular a
alguien”.

Imágenes de la habitación de las enfermeras tras la noche de 13 de julio de 1966


Mientras mataba una a una a sus amigas, Amurao consiguió zafarse de los
nudos y arrastrarse debajo de la cama, donde permaneció escondida,
espectadora del horror, hasta que se hizo de día y el asesino se hubo marchado
por la puerta trasera. No solo fue Amurao quien avisó a la policía, sino que sería
quien terminaría metiendo a Speck entre rejas.
Evaluación psiquiátrica y juicio

La policía no tardó en identificar al culpable del múltiple asesinato. Además de la


descripción que había brindado la enfermera filipina, tenían restos biológicos del
sospechoso por todas partes. Aún así, la policía le tendió una trampa: anunció
una falsa oferta de empleo para un marinero en Nueva Orleans, ciudad que el
propio Speck había confesado en el momento del crimen que era su destino y el
motivo por el que quería el dinero de las enfermeras.

Retrato robot con el que la policía localizó a Speck y dibujo de la declaración de


Amurao en el juicio
Un plan que no dio sus frutos, ni siquiera rastreando la llamada desde el hostal en
el que había dormido los últimos días: ya se había marchado. La captura fue más
sencilla: detuvieron a Richard Speck en el hospital al que le trasladaron tras
intentar suicidarse. El sospechoso mantuvo en todo momento que no recordaba
nada de aquella noche y se declaró demente y no apto para el juicio, algo que el
juez rechazó de pleno, pero al que asignó una terapia de dos sesiones a la
semana desde mediados de julio hasta febrero de 1967, todas ellas a cargo del Dr
Ziporyn.
Ziporyn no solo mantuvo la teoría de las secuelas cerebrales de los golpes,
sino que Speck padecía del síndrome Madonna Whore, que exponía que los
hombres nacidos tras la Segunda Guerra Mundial mantenían dificultades para
encontrar el punto medio entre la mujer santa (Madonna) y la prostituta (whore).
En la misma época algunos expertos barajaron la posibilidad de que padeciera el
síndrome Jakob: un exceso de cromosoma Y que podría provocarle aversión a las
mujeres y que, aseguraban, se manifestaba en su acné facial.
Speck, durante una de las evaluaciones psiquiátricas previas al juicio
No solo los análisis determinaron que el cariotipo de Speck era 46, XY (no
padecía el síndrome), sino que el juez desestimó la teoría de Ziporyn de que
estaba demente en el momento de los asesinatos. De hecho, tanto la defensa
como la acusación acordaron no tomar en consideración el testimonio del
psiquiatra durante el juicio ya que, en los meses en los que había tratado al
sospechoso, había recibido su permiso para publicar su biografía, y estaba a
punto de salir a la venta.

Sentencia y años en la cárcel


Durante las primera semanas después de su arresto, Speck confesó al Dr. Leroy
Smith haber cometido los crímenes, pero lo hizo bajo los efectos de un sedante y
no era válido en un juicio. “No nos hace falta, tenemos un testigo visual”,
aseguró John Stamos, fiscal del condado de Cook. Y no se equivocaba. El juicio
se celebró en abril de 1967 y duró lo que tardó Corazon Amurao, superviviente
de la masacre, en señalarle en el juicio y en desplegarse las pruebas biológicas
en la escena. El jurado popular sentenció a Richard Speck a la silla eléctrica.
Corazon Amurao, superviviente de la masacre, a su llegada a los juzgados para
testificar
No obstante, tras varios años de pruebas médicas intentando probar la existencia
del síndrome Jakob y tras presentar un largo recurso en la Corte Suprema de
Illinois, la condena de Speck pasó de pena de muerte en 1967 a una condena
de 400 a 1.200 años de cárcel. Fue un golpe de suerte. Solo cuatro meses antes,
la misma corte sentó precedente al declarar inconstitucional la pena de muerte
contra William Furman en el estado de Illinois.
Así pasó Speck a convertirse durante décadas en el Birdman de la prisión de
Stateville. Allí, en 1978, reconocía por primera vez públicamente, y a través de una
entrevista para el periódico Chicago Tribune que era el autor de la masacre. “No
albergo ningún sentimiento sobre aquella noche. Dijeron que había sangre
por todas partes. Yo no lo recuerdo. Fue como si nada... Estoy
verdaderamente arrepentido. Por esas niñas, por sus familias, por mí. Si volviera
allí otra vez, lo convertiría en un simple atraco”.
John E. Douglas, junto a su compañero Mark Olshaker, recogían en el libro
“Mindhunter: Dentro de la unidad de élite de crímenes en serie del FBI” el
encuentro con un recluso de la prisión de Stateville y una anécdota que David
Fincher trasladaría a la serie de Netflix "Midnhunter". Un preso anónimo que les
contó la historia de otro hombre que se encontraba dentro de la misma
institución penitenciaria: el célebre Richard Speck, condenado a pasar de 400
a 1.200 años en prisión por el asesinato de ocho mujeres el 13 de julio de 1966.
Según especificaba el testigo en el libro de Douglas, a Speck se le conocía
como “Birdman”, el “hombre pájaro”. Un mote que obedece al personaje de Burt
Lancaster en la película “El hombre de Alcatraz” o, como se titulaba originalmente
en Estados Unidos: “Birdman of Alcatraz”.
En el largometraje, estrenado en 1962 y dirigido por John Frankenheimer, Robert
Stroud es un preso que cumple una condena de cadena perpetua,
mientras descubre una nueva vocación en el cuidado de animales heridos.
Según el testigo que habló con los autores de “Mindhunter”, Speck recibió el
nombre después de que adoptara a dos pájaros heridos que habían entrado por la
ventana de su celda. “Era un gorrión que entró por una de las ventanas rotas,
tenía algo roto y él le cuidó hasta que volvió a ponerse bien”, relata el preso
en el libro.
Tal fue la nueva relación que forjaron el pequeño animal y Speck que le ató una
pequeña cuerda a una de las patas para que se quedara con él. Le adiestró para
que se quedara posado en su hombro y lo convirtió en su particular mascota y su
amigo durante un breve tiempo en la cárcel. “Llegado el momento, un guardia le
avisó de que no podía quedarse con él en la celda, el preguntó 'ah, ¿no
puedo?'”, continuaba el relato. Speck miró desafiante al carcelero, se acercó
lentamente hasta un ventilador que había en una esquina de la sala y lanzó al
pequeño gorrión a las aspas. “El guardia, horrorizado, le dijo que creía que le
gustaba el pájaro”.
“Me gustaba, pero si no puedo tenerlo, nadie más puede”.

La diferencia entre dos padres


Richard Speck nació en 1941, durante la Segunda Guerra Mundial, poco antes de
que su familia se trasladase hasta Monmouth, Illinois. Allí se crió junto a sus otros
7 hermanos (uno de ellos murió con apenas 20 años) en una familia ampliamente
numerosa, pero particularmente Speck estaba unido a su hermana pequeña
Carolyn y a su padre Benjamin, un hombre sobrio, granjero, y que en esos años
trabajaba como empaquetador para una empresa local. Sin embargo, la tragedia
sobrevino a la familia de Richard cuando su padre falleció de un ataque al corazón
cuando el pequeño tenía solo 7 años.
Ante la dificultad de sacar una familia adelante, la madre de Richard no tardó en
casarse de nuevo pero, en esta ocasión, encontró a la antítesis del que había
sido su padre. Mary Speck contrajo matrimonio en 1949 con Carl Lindberg, un
vendedor de seguros, alcohólico, con problemas de ira y con un registro de 25
años de antecedentes criminales.
Imagen de un puequeño Richard Speck, durante su infancia en Monmouth, Illinois
Según cuentan los familiares y el propio Speck, cuando era un niño recibió toda
una serie de golpes en la cabeza: se dio con la barra de un toldo, se estrelló con
la bicicleta, se cayó de un árbol, sufrió un accidente tras golpearse con un martillo
carpintero y, cuando tenía apenas tres años, quedó inconsciente al no llegarle el
riego de la sangre a la cabeza. Es difícil conocer si de verdad todos estos fueron
accidentes fortuitos pero, en cualquier caso, Richard vivió la mayoría de su
infancia y adolescencia entre la soledad social y el temor a su
padrastro. Tampoco consiguió sacarse el título de graduado en el instituto, a
pesar de haberse resistido a mudarse a Texas con su madre y su padrastro para
quedarse en su pueblo, junto a su hermana Sara, e intentar graduarse en
Monmouth. Nada de ello sirvió y Richard nunca se graduó.
Años de alcoholismo y detenciones

Ya a la tierna edad de 12 años Speck comenzó con el consumo de alcohol y


drogas, una actitud que mantenía casi a diario. Su profesor de octavo curso le
definía de esta manera en clase: “Era un gruñón, pero no era contestón.
Evidentemente le habían enseñado a no contestar. Pero era un solitario, sin
ningún amigo en clase. Parecía estar como perdido, como si no supiera que
estaba pasando a su alrededor. Creo que nunca la vi sonreír, y tampoco fui capaz
de enseñarle nada. No creo que nadie hubiera llegado hasta él, parecía como si
estuviera perdido en la niebla”.
Según recoge el libro “El crimen del siglo” de Dennis Breo, su primer delito lo
cometió apenas con 14 años, cuando incendió parcialmente un parking de coches.
Casi inmediatamente después de que su padrastro terminara
abandonándoles, Richard entró a trabajar en una fábrica de la conocida marca
de bebidas 7-Up, época en la que conoció a una joven de 15 años llamada
Shirley Malone, a la que dejó embarazada en apenas tres semanas y con la que
terminaría casándose y teniendo una hija. No obstante, eso no le mantuvo fuera
de los problemas.
El mismo día que nació su hija, Speck estaba en prisión cumpliendo una
sentencia de 22 días por pelearse en una bar. En los años posteriores
continuaría con delitos como atracos a ultramarinos o el asalto con cuchillo a una
mujer en un parking. Las salidas y entradas en prisión las combinaba con un
consumo reiterado de alcohol y drogas y el eventual divorcio de su mujer.
Análisis décadas posteriores barajaban la posibilidad de que, como fruto de los
golpes en la cabeza que sufrió en su infancia, Speck sufriese de unas jaquecas
que solo podía mitigar con un alcoholismo que desataba su conducta violenta. En
1967 el Doctor Ziporyn teorizaría con la posibilidad de Richard sufría de
síndrome orgánico cerebral y que sus conductas violentas eran resultado de
sentirse traicionado por mujeres.

Fotografía de Speck tras una de las ocasiones que ingresó en prisión durante su
juventud en Dallas, Texas
Verano de 1966

Durante el mes de abril, y después de haber pasado los últimos tres meses entre
las tabernas de Chicago, el cuñado de Richard, Gene, pensó que una buena
oportunidad laboral para el hermano de su mujer sería en la Marina de Estados
Unidos, donde él mismo había servido años atrás. Richard fue designado a la
tripulación del Clarence B. Randall. Sin embargo, una apendicitis el primer mes
a bordo le devolvió a tierra, concretamente al Hospital St. Joseph, donde
conoció a una enfermera de 28 llamada Judy Laakaniemi. No tardó en volver a
bordo del buque, donde persistió en una constante actitud de enfrentamiento con
sus superiores y episodios de embriaguez constantes.
El 15 de junio de 1966 fue oficialmente retirado del Clarence B. Randall. En lugar
de volver a casa de su hermana, Richard tuvo otra idea: viajar hasta Houghton,
Michinga, donde se reencontraría con Judy, la enfermera del St. Joseph, que en
ese momento se encontraba en proceso de divorcio. No obstante, solo dos
semanas después, Judy Laakaniemi le dio a Richard Speck 80 dólares y el ex
marinero, rechazado, volvió de regreso hasta Chicago, a casa de su hermana.
Gene llevó de nuevo a su cuñado hasta el Sindicato Nacional Marítimo (NMU), a
darle de alta, para que se le asignara a cualquier empleo temporal que surgiese.
Frente a las oficinas del sindicato había un recinto de cinco casas adosadas,
destinadas a enfermeras en prácticas en el Hospital Comunitario de Chicago.

Fotografía de las víctimas de la mascacre del 13 de julio, semanas antes del


incidente
La noche de los crímenes
El 13 de julio Richard Speck estaba furioso. Tras una semana esperando en la
oficina de recepción del sindicato marítimo, solo había conseguido que le
asignaran un único trabajo. Un encargo que, en el momento de llegar al muelle,
resultó que no era para él. La frustración se apoderó de él y se dirigió a la taberna
más próxima al NMU, donde conoció a una mujer de 53 años a la que acompañó
a su casa, violó y robó una pistola de 15 dólares que había encargado por
correo. Richard estaba, como se suele decir coloquialmente, sin blanca. Y
borracho.
Gloria Davi, Patricia Matusek y Nina Schmale, tres de las ocho enfermeras
asesinadas por Richard Speck
Se acercó hasta el numero 2319 de la calle 100th de Chicago, donde vivían Gloria
Davy, Patricia Matusek, Nina Jo Schmale, Pamela Wilkening, Suzanne Farris,
Mary Ann Jordan, Merlita Gargullo, Valentina Pasion y Corazon Amurao.
Todas eran estudiantes de enfermería, dos de ellas de origen filipino. Speck llamó
a la puerta, vestido todo de negro, con la pistola que había robado a la mujer de
53 años y un cuchillo. Amurao, de 21 años, fue quien abrió la puerta. Richard le
dijo que se calmase, que sólo quería el dinero que tuviesen. Speck llevaba tatuado
en el brazo la frase “Nacido para alzar un infierno”.
Speck solo encontró en el cuarto unos 90 dólares. Las ató a todas los pies y
cabeceros de la cama con perfectos nudos marineros, dada la experiencia en
el Clarence B. Randall. Las amenazó con el cuchillo y las fue maniatando
conforme las ocho jóvenes llegaron a la habitación. Una a una, las arrastró hasta
el cuarto contiguo, donde las violaba, acuchillaba y estrangulaba. En un
vídeo filtrado a la prensa en 1996, Richard relataría: “No es como en la televisión.
Tardas más de tres minutos y se requiere mucha fuerza para estrangular a
alguien”.

Imágenes de la habitación de las enfermeras tras la noche de 13 de julio de 1966


Mientras mataba una a una a sus amigas, Amurao consiguió zafarse de los
nudos y arrastrarse debajo de la cama, donde permaneció escondida,
espectadora del horror, hasta que se hizo de día y el asesino se hubo marchado
por la puerta trasera. No solo fue Amurao quien avisó a la policía, sino que sería
quien terminaría metiendo a Speck entre rejas.
Evaluación psiquiátrica y juicio

La policía no tardó en identificar al culpable del múltiple asesinato. Además de la


descripción que había brindado la enfermera filipina, tenían restos biológicos del
sospechoso por todas partes. Aún así, la policía le tendió una trampa: anunció
una falsa oferta de empleo para un marinero en Nueva Orleans, ciudad que el
propio Speck había confesado en el momento del crimen que era su destino y el
motivo por el que quería el dinero de las enfermeras.

Retrato robot con el que la policía localizó a Speck y dibujo de la declaración de


Amurao en el juicio
Un plan que no dio sus frutos, ni siquiera rastreando la llamada desde el hostal en
el que había dormido los últimos días: ya se había marchado. La captura fue más
sencilla: detuvieron a Richard Speck en el hospital al que le trasladaron tras
intentar suicidarse. El sospechoso mantuvo en todo momento que no recordaba
nada de aquella noche y se declaró demente y no apto para el juicio, algo que el
juez rechazó de pleno, pero al que asignó una terapia de dos sesiones a la
semana desde mediados de julio hasta febrero de 1967, todas ellas a cargo del Dr
Ziporyn.
Ziporyn no solo mantuvo la teoría de las secuelas cerebrales de los golpes,
sino que Speck padecía del síndrome Madonna Whore, que exponía que los
hombres nacidos tras la Segunda Guerra Mundial mantenían dificultades para
encontrar el punto medio entre la mujer santa (Madonna) y la prostituta (whore).
En la misma época algunos expertos barajaron la posibilidad de que padeciera el
síndrome Jakob: un exceso de cromosoma Y que podría provocarle aversión a las
mujeres y que, aseguraban, se manifestaba en su acné facial.
Speck, durante una de las evaluaciones psiquiátricas previas al juicio
No solo los análisis determinaron que el cariotipo de Speck era 46, XY (no
padecía el síndrome), sino que el juez desestimó la teoría de Ziporyn de que
estaba demente en el momento de los asesinatos. De hecho, tanto la defensa
como la acusación acordaron no tomar en consideración el testimonio del
psiquiatra durante el juicio ya que, en los meses en los que había tratado al
sospechoso, había recibido su permiso para publicar su biografía, y estaba a
punto de salir a la venta.

Sentencia y años en la cárcel


Durante las primera semanas después de su arresto, Speck confesó al Dr. Leroy
Smith haber cometido los crímenes, pero lo hizo bajo los efectos de un sedante y
no era válido en un juicio. “No nos hace falta, tenemos un testigo visual”,
aseguró John Stamos, fiscal del condado de Cook. Y no se equivocaba. El juicio
se celebró en abril de 1967 y duró lo que tardó Corazon Amurao, superviviente
de la masacre, en señalarle en el juicio y en desplegarse las pruebas biológicas
en la escena. El jurado popular sentenció a Richard Speck a la silla eléctrica.
Corazon Amurao, superviviente de la masacre, a su llegada a los juzgados para
testificar
No obstante, tras varios años de pruebas médicas intentando probar la existencia
del síndrome Jakob y tras presentar un largo recurso en la Corte Suprema de
Illinois, la condena de Speck pasó de pena de muerte en 1967 a una condena
de 400 a 1.200 años de cárcel. Fue un golpe de suerte. Solo cuatro meses antes,
la misma corte sentó precedente al declarar inconstitucional la pena de muerte
contra William Furman en el estado de Illinois.
Así pasó Speck a convertirse durante décadas en el Birdman de la prisión de
Stateville. Allí, en 1978, reconocía por primera vez públicamente, y a través de una
entrevista para el periódico Chicago Tribune que era el autor de la masacre. “No
albergo ningún sentimiento sobre aquella noche. Dijeron que había sangre
por todas partes. Yo no lo recuerdo. Fue como si nada... Estoy
verdaderamente arrepentido. Por esas niñas, por sus familias, por mí. Si volviera
allí otra vez, lo convertiría en un simple atraco”.
“Al pueblo de Estados Unidos, solo decirles que sigan odiándome. Sé que
eso mantiene su moral alta. Y, la verdad, yo no sé que haría si no fuera así”.

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