¿Virtualizar o precarizar?

Consecuencias de la pandemia
Lev Moujahid Velázquez Barriga*

La educación en los tiempos de pandemia por el Covid-19 en México abrió to-

davía más la brecha de exclusión social y digital; agudizó los regímenes de precariedad
laboral de los maestros de la escuela privada y pública, puso en duda que las tic traerían
innovaciones que necesariamente producirían mejorar la calidad y producción creativa de
los aprendizajes; cuestionó la existencia de una generación universal de nativos digitales
preparada para asimilar sin mayores problemas los cambios tecnológicos y desnudó una
racionalidad instrumentalista que puso en el centro el credencialismo del sistema educativo.

De la precarización de la pero también están en la cuerda floja mia, empezaban a hacer estragos los
realidad a la virtualización los que tienen empleo formal; entre síntomas de la precariedad que no se
de la precariedad el 13 de marzo y el 6 de abril de 2020 resolvió con la reforma educativa del
hubo 346 mil despidos (Forbes, 2020). gobierno de la cuarta transformación.

L a Organización Internacional del
Trabajo calcula que existen 1,600
millones de empleados informales en
el mundo. Con la crisis provocada
por el confinamiento, han disminui-
do drásticamente sus ingresos; se
estima que la región del continente
americano sería la más afectada, los
trabajadores perderían hasta 81% de
lo que obtenían antes de la pandemia
(oit, 2020). En el caso mexicano,
serían afectados 6 de cada 10 traba-
jadores que están en la informalidad,
* Doctor en Pedagogía y miembro del
Centro Sindical de Investigación e Innova-
ción Educativa y del Centro Internacional del
Pensamiento Crítico Eduardo del Río “RIUS”
–Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales–.
Los estudios presentados por
oxfam México muestran que la crisis
por el Covid-19 no sólo es sanitaria,
sino que tiene múltiples dimensiones
e impactos (oxfam México, 2020) que
incrementarán el número de pobres,
así como de personas en precariedad
laboral y alimentaria. Por supuesto, las
estadísticas grafican el panorama de
una cierta realidad, pero son personas
y no números las que se empobrecen,
las que pierden el empleo o no pueden
salir a trabajar; las que ya no llevarán
suficientes alimentos a sus casas, si es
que las tienen, o las que deben seguir
bajo el yugo de los intereses bancarios
y las tiendas departamentales.
El sector educativo no es la
excepción. Previamente a la pande-
Recordemos el caso de la profesora
de Yucatán que explotó emocional-
mente después de años de no tener
un contrato fijo ni un salario quincenal
asegurado (Profelandia, 2020), aunque
en distintas ocasiones había aprobado
la evaluación para el ingreso; días
después, un caso similar se vivió en
Michoacán con una profesora de pri-
maria que, frente a sus alumnos, para
demostrar que estaba cumpliendo con
su función debidamente, increpó al en-
cargado del despacho de la Secretaría
de Educación reclamando que debido
a la falta de pago le embargarían su
vivienda (Sin Embargo, 2020).
Al anuncio de que se adelantaría
el periodo vacacional de Semana San-
ta, fase 1 de las medidas para contener

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