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PROCEDIMIENTO : Ordinario

MATERIA : Indemnización de Perjuicios

DEMANDANTE : Alberto Hernán Navarrete Medel

ROL ÚNICO NACIONAL : 18.262.838-7

ABOG.PATROCINANTE-APODERADO : Bastián Pascal Marín Vargas

ROL ÚNICO NACIONAL : 15.924.575-6

DEMANDADO : Álvaro Marcelo Mercado Imboden

ROL ÚNICO NACIONAL : 9.505.305-K

DEMANDADO 2 : Empresas La Polar S.A.

ROL ÚNICO TRIBUTARIO : 96.874.030-K

CÓDIGO : I03

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EN LO PRINCIPAL: Demanda de indemnización de perjuicios por responsabilidad civil

extracontractual. OTROSÍ: Patrocinio y poder.

S. J. L. EN LO CIVIL DE IQUIQUE

ALBERTO HERNÁN NAVARRETE MEDEL, estudiante, con domicilio en calle Ramírez

#110, oficina 24, Edificio Ramírez de esta ciudad, a US., con respeto digo:

Que, por el presente escrito, vengo en deducir demanda de indemnización de perjuicios en

juicio ordinario por responsabilidad civil extracontractual, en contra de don ÁLVARO

MARCELO MERCADO IMBODEN, Jefe de Seguridad, y de manera solidaria o conjunta en

contra de la Empresa La Polar S.A., constituida en Chile, del giro de su denominación,

representada legalmente en esta ciudad por su Gerente don CARLOS CALDERÓN, Factor

de Comercio, o por su Gerente General don ANDRÉS EYZAGUIRRE ASTABURUAGA,

Ingeniero Comercial, todos domiciliados en Iquique, en calle Héroes de la Concepción #2555, y

en Santiago en Av. Pdte. Eduardo Frei Montalva #520, Renca, Santiago, a fin que sean
condenados al pago de las indemnizaciones que se expondrán en el cuerpo de esta demanda,

todo ello sobre la base de los antecedentes de hecho y de derecho que a continuación paso a

exponer:

I. LOS HECHOS:

Que, en el mes de marzo de 2015, comencé a trabajar para la Empresa GESPOS como promotor

de productos Samsung, y consecuencia de aquello, mi empleador me comunica que mi labor se

desempeñaría al interior de Tiendas La Polar de Iquique. Con el transcurso del tiempo y dado

mi buen desempeño, durante el mes de julio del año 2016, fui ascendido a Trade-Marketing , la

marca telefónica para las ciudades del Norte, cargo que involucra la supervisión no sólo de los

locales asociados a la marca en Iquique, sino también en Arica y Antofagasta. En otras palabras,

mi trabajo consiste básicamente en visitar periódicamente las tiendas donde se expenden

nuestros productos, intentando solucionar cualquier problema que se origine en este contexto.

Esta es la labor que desempeño hasta la fecha, y que grosso modo, puedo reseñar que el trabajo

en comento tiene varias aristas; por una parte, es bastante dinámico; debo realizar constantes

viajes de supervisión a todo el personal relacionado con la marca en la Zona Norte Grande de

nuestro país. Es también un trabajo muy humano; la labor involucra mucho contacto con

personas, trabajadores de otras empresas relacionadas con el rubro, clientes que aportan el

feed-back necesario para la mejora de los servicios que presta mi empleador, compañeros de

trabajo y jefatura, con la que existe comunicación constante y periódica, sea en reuniones,

recreación, seminarios, capacitaciones, etc., y en general, con gente que día a día, interviene de

manera directa o indirecta en la realización de mi trabajo. Destaco esto porque serán estas las

personas que declararán en el juicio que genere esta demanda, pudiendo dar cuenta en el acto,

del tipo de persona que soy, mis valores, principios y mi cosmovisión de la realidad. Sin ánimos

de ser auto referente, debo decir que desde que tengo consciencia, me planteo ante esta sociedad

como una persona tranquila, con una vida afortunada en lo emocional y muy austera desde lo

material, no absenta de oscilaciones, lógico, con aciertos y errores como lo experimenta

cualquier ser humano, con problemas de variada índole y gravedad, pero con una mirada
siempre positiva de la realidad. Siempre he pensado que esta estructura de personalidad y

aprehensiones morales, vienen dadas por mi crianza, donde la educación estricta que mis

padres nos proporcionaros a mí y mi hermana, no era óbice para cultivar los más exquisitos

valores y afectos al interior de un seno familiar muy típico chileno. Mi padre, don Alberto

Navarrete Algo Gómez, fue el sustento del hogar por años, hasta que producto del cáncer que le

fue detectado hace un tiempo atrás, hubo que restructurar las finanzas del hogar, quedando yo

como principal responsable de proveer a la familia de origen; mi padre, mi hermana y quien

suscribe. Entre todos de alguna manera, hacemos que la vida cotidiana funcione; cuidamos a mi

padre enfermo, incentivamos, potenciamos y apoyamos el proceso académico de mi hermana y

mio, y en la medida de las posibilidades de cada uno, aportamos para que se paguen las deudas

que nos permiten vivir de manera digna. Lo anterior no es un baladí, ya que según se dirá, la

situación que origina la presente demanda, no solo causó un daño en mi persona y patrimonio,

sino también en la persona de mi padre y hermana, quienes al verme envuelto en este tipo de

situaciones, sufrieron y experimentaron tanto o más dolor que yo, causando una especie de

“dolor por rebote”, donde el sufrimiento de ellos, acrecentó el propio, generando una ansiedad

nunca antes experimentada y una impotencia de aquellas que sacan lo peor de ti. A este respecto

SS., pido tenga presente la dificultad de expresar con palabras tan concretas, emociones de lo

más nuevas y variopintas, que si bien resultan casi imposibles de replicar, pueden ser

experimentadas o vivenciadas de manera similar, si se hace el ejercicio de mirar la realidad

desde mi vereda, mi óptica, en conjunto con el contexto social y las circunstancias que rodean el

hecho dañoso cuya indemnización hoy reclamo; creo que “ponerse en mis zapatos” es una

buena forma de hacer entendible mi acción resarcitoria y justificar el daño que hoy alego.

Aclarado lo anterior, sin perjuicio de ahondar en ello en la oportunidad respectiva, y sin

alejarme del ámbito laboral que he detallado recientemente, corresponde comenzar a acotar los

hechos que dieron origen a este libelo. Todo comienza precisamente en contexto de mi trabajo,

cuando de vuelta de uno de mis constantes viajes, y siguiendo con una rutina predeterminada

de trabajo, con fecha 6 de Septiembre de 2016, visité la tienda “La Polar” de esta ciudad, ubicada
en dependencias del Mall Plaza Iquique (ex Mall Las Américas), a fin de proseguir con mis

labores de supervisión del personal que expende productos Samsung, cuando me encuentro con

la ingrata sorpresa que tenía un comité de bienvenida bastante particular; aguardaba mi

presencia el demandado de autos Sr. ALVARO MERCADO IMBODEN, Jefe de Seguridad

de “La Polar”, el Inspector don ALDO AGUILERA SEGURA, personal de la Policía de

Investigaciones a su cargo, guardias de seguridad de la tienda y lógicamente, los infaltables

espectadores cuya presencia hoy agradezco, ya que serán quienes darán cuenta de lo que hoy

relato. Nunca imaginé que semejante espectáculo hubiera sido montado a causa mía. Primero

se dirige a mí el demandado de autos, quien con mi curriculum en mano, me acusa

derechamente de haber “robado” 5 tablets de propiedad de la tienda visitada y demandada

también en estos autos, el día jueves 1 de Septiembre del 2016 a las 19:00 horas, sobre

la base de un video captado por una cámara de seguridad ubicada al interior del recinto y el

testimonio de un guardia de seguridad que aseguraba haberme visto en el lugar de los hechos.

No puedo explicar lo que sentí en ese momento. Fueron emociones encontradas; me cambió de

color la cara por la profunda vergüenza que generó una acusación tan frontal, sumado a la rabia

que sentía al no entender por qué otra persona se siente con el derecho de acusarme a viva voz,

delante de terceros que no conocen un ápice de mi persona, de algo tan grave y tan contrario a

mis convicciones personales. Me desestructuré; no sabía cómo reaccionar. Por mi cabeza

pasaron los peores miedos y paranoias producto quizá de la ignorancia en estos temas y lo

novedoso de la escena, ya que jamás en mi vida me había visto envuelto en una situación como

aquélla. No supe cómo reaccionar y simplemente fui presa del miedo, la angustia, la ansiedad, la

incertidumbre y la conmoción, que dieron como resultado un “yo” reducido a su mínima

expresión. Fueron momentos críticos, puesto que me vi sindicado como el autor de un delito de

alto repudio social y personal; se me acusó y se me trató como un ladrón con anuencia del

personal policial, ante todo el equipo de guardias y parte del personal de la tienda. Sufrí el

escarnio directamente del demandado de autos y los funcionarios de la Policía que participaron

en el operativo montado para acreditar mi responsabilidad en la sustracción de las 5 tablets,


puesto que, de manera muy violenta y con palabras soeces, me increpaban como un vulgar

delincuente, exigiendo una confesión de manera compulsiva al más puro estilo de antaño

cuando no todos gozábamos de garantías como el debido proceso en este país, intentando hacer

justicia desde una convicción personal infundada, con presiones ilegales y acusaciones

prejuiciosas, hostigándome para que confesara algo que desde el principio sostuve desconocer,

negando mi participación en los hechos, señalando reiterada y majaderamente ser inocente, sin

que se me permitiera siquiera explicar mi versión de los hechos, que se basan en una sola y real

verdad; el día jueves 1 de septiembre de 2016, día en que acontecieron los hechos que se

me imputaron al día siguiente, viajé a la ciudad de Arica a las 06:20 horas vía terrestre, en un

bus de la empresa Tur Bus. Realicé mi recorrido prestablecido en las tiendas Almacenes París,

ABCDin, Movistar, Claro, Entel y Supermercado Líder, lugares todos ubicados en la antedicha

ciudad, donde existen puestos de venta de la marca para la que trabajo. Concluí mi labor y

pernocté en la ciudad hasta el día siguiente, viernes 2 de septiembre de 2016, donde compré

pasajes de regreso en la empresa de buses Santa Rosa para las 17:30 horas, todo lo cual

acreditaré con la documentación respectiva, los antecedentes investigativos de la causa que se

inició en mi contra por la Fiscalía Local de esta ciudad por el delito de hurto agravado,

considerando que mantuve contacto constante desde el inicio de este viaje y hasta el término del

mismo con mi Jefe directo don Claudio Valdés, que reside en la ciudad de Santiago. Hasta aquí

los hechos dañosos que dan origen a los perjuicios que reclamo, sin perjuicio de que, según se

dirá, las consecuencias de este suceso y en consecuencia el daño provocado, se extendieron más

allá del día en cuestión.

II. EL DERECHO:

a. EL DAÑO

Sobre el particular SS., creo prudente señalar que sobre la base de todo lo expuesto

anteriormente, el daño causado por el agente, el demandado de autos Sr. Mercado Iboden,

deriva de las imputaciones gratuitas y deliberadas sobre mi persona, atentando contra mi honra

y desacreditándome delante de todos quienes se encontraban aquel nefasto día 2 de septiembre


y otras personas que según se dirá, también fueron destinatarias directas del descrédito y

desprecio que el demandado ejecutó contra mi persona, injuriándome de tal manera, que logró

mermar mi sicología e integridad mental, causando el daño patrimonial y personal que alego en

esta causa. Alego además que el demandado de autos, no conforme con injuriarme, me

calumnió derechamente al atribuirme infundadamente la comisión de un delito que no cometí,

un hurto agravado (Art. 447 del Código Penal), perseguible de oficio por el Ministerio Público, al

referirse a mi persona como ladrón, sindicándome como el responsable directo de la sustracción

de 5 tablets de propiedad de la tienda demandada La Polar, el cual según se ha dicho y se

acreditará, resulta ser completamente falso.

A mayor abundamiento de lo anterior, es dable señalar que la Real Academia de la Lengua

Española (RAE) define la injuria de la siguiente manera:

1. f. Agravio, ultraje de obra o de palabra.

2. f. Hecho o dicho contra razón y justicia.

3. f. Daño o incomodidad que causa algo.

4. f. Der. Delito o falta consistente en la imputación a alguien de un hecho o cualidad en

menoscabo de su fama o estimación.

Por su parte, el artículo 416 del Código Penal, establece que: “Es injuria toda expresión

proferida o acción ejecutada en deshonra, descrédito o menosprecio de otra persona.”

De tan importantes fuentes, podemos colegir inequívocamente que en la especie, se me injurió

por parte del Sr. Mercado Imboden cuando me presionó a confesar un delito que no cometí,

cuando me insultó con palabras soeces por no confesar, cuando corrió la voz de que yo era un

delincuente, un ladrón, cuando ordenó la prohibición de mi ingreso a las dependencias de la

tienda “La Polar” y cuando, sin explicación coherente y satisfactoria, intenta inculparme del

delito en cuestión, presionando a algunos dependientes de la tienda a declarar en mi contra,

todo lo cual será debidamente acreditado en la etapa procesal correspondiente.

Respecto a las imputaciones calumniosas, la RAE ha establecido que la calumnia es:

1. f. Acusación falsa, hecha maliciosamente para causar daño.


2. f. Der. Imputación de un delito hecha a sabiendas de su falsedad.

Por su parte, el artículo 412 del Código Penal, establece que: “Es calumnia la imputación de un

delito determinado pero falso y que pueda actualmente perseguirse de oficio.”

De lo anterior, también es posible concluir, que el demandado de autos me ha calumniado al

sindicarme como autor de un delito que no he cometido, no solo ante la autoridad competente,

sino también ante mi Jefatura, mis compañeros de trabajo, el personal de seguridad de la

tienda, entre otras personas, careciendo de antecedentes verosímiles sobre mi participación en

el delito imputado, cuando en realidad no me cabía ninguna responsabilidad en él.

Pienso que es dable señalar desde ya, que al tomar los tipos penales de los artículos 412 y 416 del

Código Penal como referencia para determinar la conducta lesiva del autor del daño y

demandado de autos, no debe desviarse su estudio hacia una perspectiva penal, ya que el

objetivo de este juicio es determinar la existencia de un daño causado por un agente capaz,

mediando culpa o dolo indistintamente, desde la óptica civil, y no determinar la comisión de

los delitos de injuria y calumnia del Código punitivo, ya que de ser así se hubiera optado por la

sede penal y no la presente judicatura. Lo anterior no es un baladí, ya que los citados delitos, en

sede penal, requerirán de ciertos elementos (objetivos y subjetivos) necesarios para configurar

su comisión, entre los que podemos encontrar el dolo directo, sin el cual no es posible hablar de

injuria o calumnia, cuestión que desaparece en el ámbito civil, donde la conducta lesiva,

cualquiera que sea, puede verificarse como consecuencia del dolo o del actuar negligente del

hechor, permitiendo entonces la hipótesis de la culpa como fundamento del daño. Es por esto

precisamente que la responsabilidad civil, que encuentra su origen en la comisión de un delito,

no requiere de una sentencia condenatoria en materia penal, atendida la naturaleza de cada uno

de los estamentos de responsabilidad.

Todo lo anterior SS., no es un invento caprichoso de esta parte; es la propia Constitución Política

de la República la que en su artículo 19 N°4, reconoce, protege, y por ende asegura a todas las

personas: “El respeto y protección a la vida privada y a la honra de la persona y su familia”,

por lo que, consecuente con esto, pido hoy a SS., la protección de mi honra que fue irrespetada
por el demandado de autos.

A este respecto SS., debo destacar que el daño causado se ha producido desde una doble faz,

tanto material como moral. Sobre el primero, desde el momento que he tenido que

desembolsar la cantidad de $475.820.- (cuatrocientos setenta y cinco mil ochocientos veinte

pesos) por concepto de honorarios médicos y/o terapias, en miras a reparar el daño sicológico

causado por el actuar al menos culposo del demandado. Sobre el segundo, avalúo el daño moral

en la suma de $20.000.000.- (veinte millones de pesos), toda vez que el menoscabo emocional

y espiritual que he experimentado a propósito del actuar del primer demandado de autos, ha

mermado a tal punto mi salud mental, que puedo establecer un antes y un después de los

hechos que motivan esta demanda. He tenido alteraciones del ánimo que me han significado

peleas y discusiones al interior de mi hogar y con mi actual pareja. Ha bajado mi motivación de

manera considerable a la hora de trabajar, ya que soy conocido como “el ladrón de celulares”

ante quienes se quedaron con los dichos de Mercado Imboden, ya que, en palabras del famoso

poeta italiano: “Las injurias tienen una gran ventaja sobre los razonamientos: la de ser

admitidas sin pruebas por una multitud de lectores.”; conocí por primera vez lo que es estar

deprimido, sin ánimo para nada, sin querer trabajar, llorando sin razón alguna y de forma

espontánea, sin querer levantarme, sin querer hacer nada de carácter social, por la vergüenza y

el temor al escarnio público. Esto y mucho más, me hacen apreciar el daño en la suma indicada,

siendo materia de prueba la materialización de mis dichos.

b. DAÑO IMPUTABLE A CULPA O DOLO DEL AUTOR

Como se ha venido diciendo, la conducta dañina del primer demandado de esta causa ha sido al

menos negligente. Me consta a ciencia cierta que el Sr. Mercado actuó dolosamente al acusarme

del mentado hurto y al injuriarme de la manera que lo hizo, ya que su animadversión hacia mi

persona comenzó cuando me desempeñaba como promotor en la tienda demandada; ocurrió

que durante la jornada laboral el día 27 de marzo del 2016, se constató la comisión de un hurto

de un equipo celular SAMSUNG modelo J7, desde el mesón de exhibición. Yo en ese momento

me encontraba descansando, sentado en un par de metros más allá de dicho mesón, cuando
sorpresivamente aparece mi inquisidor, el señor Mercado, pidiéndome el número telefónico de

mi supervisora , a lo cual yo no accedí, ya que no tenía la autorización de ella para brindar su

teléfono personal a terceros, cuestión que causó que el jefe de seguridad demandado, me tratara

de pésima manera, con epítetos de amplia gama, apelando a mi inteligencia, mi edad, mi

filiación materna, mi condición sexual, etc., cuestión que denuncié oportunamente a mi

jefatura, sin que existiera ninguna consecuencia sobre el particular. El problema es que el dolo

es un elemento subjetivo sumamente difícil de acreditar, y en ese entendido diré que el autor del

daño actuó, al menos, de manera negligente, descuidada e irresponsable, abusando de sus

atribuciones como Jefe de Seguridad de la tienda demandada. En dicha calidad actuó y en dicha

calidad distorsionó la realidad en mi contra, buscando mi culpabilidad a la fuerza, ejerciendo

presiones ilegales para obtener mi confesión. Fue negligente al observar las cintas de video que

daban cuenta de la identidad del verdadero autor del delito cometido en contra de “La Polar”, ya

que según se acreditará, las diferencias entre el sujeto que aparece en dicho material y quien

suscribe, son notorias y evidentes. Fue descuidado en su actuar al sindicarme como autor de un

delito que no cometí, declarándome como un delincuente sin prueba alguna, cuando podría

haber usado expresiones como “autor presuntivo”, “supuesto autor” o análogas creaciones que

tradicionalmente se usan para referirse a alguien a quien se le atribuye un delito en etapa de

investigación, preliminar, no sentenciado y en plena vigencia del principio de inocencia que

contempla nuestro ordenamiento jurídico. Fue irresponsable al sembrar el rumor de ser yo el

autor del delito ya tan latamente descrito, sin ninguna prueba en mi contra más que sus

infundadas sospechas, generando que se decretara la prohibición de mi acceso a mi lugar de

trabajo, conculcando así el ejercicio de mi actividad laboral y obligando a mi empleador a

reestructurar mis actividades diarias con el fin de no causar problemas con la tienda

demandada. Finalmente, actúa con culpa cuando de manera gratuita, me desacreditó con su

propia jefatura, me presionó a confesar un delito que no cometí, me insultó con palabras soeces

por no confesar, corrió la voz de que yo era un ladrón, ordenó la prohibición de mi ingreso a las

dependencias de la tienda “La Polar” y también al intentar, sin explicación coherente y


satisfactoria, inculparme del delito en cuestión, presionando a algunos dependientes de la

tienda a declarar en mi contra como se dijo anteriormente.

c. RELACIÓN DE CAUSALIDAD ENTRE DOLO O CULPA Y EL DAÑO CAUSADO

Que, sobre este punto vale la pena traer a colación algunas apreciaciones que hice respecto a mi

persona al principio de este libelo, y que dicen relación con mi forma de ser y mi personalidad.

No soy un ser humano excepcional ni extraordinario, no más de lo que es cualquier persona

normal única e irrepetible, pero sí puedo aseverar que soy una persona de buenas intenciones,

extrovertido, de sólidos principios y valores de familia; qué lamentable que sea yo quien lo diga,

pero creo coincidir con la apreciación que los demás tienen también de mí, estando siempre

seguro de que al no actuar mal, no tengo nada de qué arrepentirme o que reprocharme. Duermo

tranquilo en la noche porque no tengo más deudas que las de cualquier ciudadano de clase

media y no tengo enemigos en mi conciencia. Aclarado esto, y citándome a mí mismo cuando

señalé haber un antes y un después en mi vida después de los episodios narrados, no puedo

decir que la visión de mi persona antes descrita, siga inalterada. Consecuencia de toda esta

parafernalia montada en mi contra, me he visto obligado a recurrir a profesionales de la salud

que puedan tratar el daño causado en mi persona por el Sr. Mercado. No existe un episodio en

mi vida que pueda haber causado más o igual daño que el actuar del primer demandado. No he

experimentado en mi vida un acto tan lesivo como el descrito en autos y a ciencia cierta, puedo

decir que de no haber mediado dicho actuar culpable del Jefe de Seguridad de “La Polar”, hoy

mi vida sería la misma que era antes de sufrir el menoscabo que acuso en esta demanda.

d. CAPACIDAD DELICTUAL

Que, a este respecto, cabe señalar que el primer demandado de autos es plenamente capaz de

cometer delitos o cuasidelitos de carácter civil, dada su edad, su discernimiento en cuanto

distingue el bien del mal o el acto ilícito del lícito, y que no concurre en la especie, ninguna

eximente de responsabilidad que extinga la misma. Es también capaz la empresa demandada

de manera solidaria o conjunta, desde que debe responder por los hechos ilícitos de su

dependiente, considerando especialmente que éste actuó en pleno ejercicio de sus funciones.
e. LEGITIMIDAD PASIVA DE LOS DEMANDADOS

Que, sobre este interesante punto, resulta conveniente explicar por qué son dos los demandados

en estos autos y qué tipo de responsabilidad –civil por supuesto, le asiste a cada uno, conforme

su posición respecto de los hechos narrados como lesivos.

En relación al señor Mercado Imboden no hay mucho qué decir; él personalmente resultó ser el

autor del daño causado en mi patrimonio y persona, de manera directa, por lo que conforme lo

establecen los artículos 2314 y 2329 inciso primero del Código Civil, el primero de los

demandados resulta ser el legitimario pasivo por antonomasia, a saber:

“Art. 2314. El que ha cometido un delito o cuasidelito que ha inferido daño a otro, es obligado a

la indemnización; sin perjuicio de la pena que le impongan las leyes por el delito o cuasidelito.”

Art. 2329. Por regla general todo daño que pueda imputarse a malicia o negligencia de otra

persona, debe ser reparado por ésta…”.

Aclarado lo anterior, resulta procedente determinar qué tipo de responsabilidad le cabe al

empleador del Sr. Mercado, por ser este último dependiente del primero, en los términos que

establece el artículo 2320 del Código Civil, a saber:

“Art. 2320. Toda persona es responsable no sólo de sus propias acciones, sino del hecho de

aquellos que estuvieren a su cuidado.

Así el padre, y a falta de éste la madre, es responsable del hecho de los hijos menores que

habiten en la misma casa.

Así el tutor o curador es responsable de la conducta del pupilo que vive bajo su dependencia y

cuidado.

Así los jefes de colegios y escuelas responden del hecho de los discípulos, mientras están bajo su

cuidado; y los artesanos y empresarios del hecho de sus aprendices o dependientes, en el

mismo caso.

Pero cesará la obligación de esas personas si con la autoridad y el cuidado que su respectiva

calidad les confiere y prescribe, no hubieren podido impedir el hecho.”

De esta importante disposición se desprenden interesantes consideraciones; por una parte,


queda claro que el legislador no ha querido exentar de responsabilidad a aquellos empleadores

que, en palabras del jurista Alessandri: “hayan incurrido en culpa o negligencia en la elección,

vigilancia, dirección o control de la actividad del dependiente que directa y materialmente

causó el daño”1. Agrega el autor, que “esta culpa se presume iuris tantum”2, de manera que

conforme establece el artículo 1698 del Código Civil, la carga probatoria de esta circunstancia

recae sobre la contraparte, presumiéndose dicha culpa en tanto no aparezca una prueba en

contrario.

Por otra parte, nos señala un requisito fundamental de este tipo de responsabilidad, cual es el

vínculo de subordinación y dependencia que debe existir entre el autor del daño y el empresario

empleador del mismo, interpretada esta figura de manera amplia, ya que el legislador de la

época, pretende hacer responsable a quien se encuentra a cargo de otra que causa un daño, en

su amplio espectro, sin que la naturaleza de la relación que los una sea un impedimento para

generar este tipo de responsabilidad, la cual se entiende ser directa y no subsidiaria, ya

que conforme establece el artículo 2317 del Código de Bello, existe una solidaridad pasiva entre

dependiente y empresario, de tal forma que hoy, me encuentro habilitado para demandar la

íntegra reparación del daño causado a mi persona y patrimonio, tanto del dependiente, como

del empresario, o de ambos conjuntamente, como ocurre en la especie, sin perjuicio de que el

empleador demandado en estos autos, pueda repetir en contra de su propio trabajador

negligente, en miras a obtener el reembolso de lo que el primero haya pagado por culpa del

segundo (Art. 2325 del Código Civil). En resumen, se ha señalado en Chile que “la calidad de

dependiente es más bien un estado de hecho que una relación jurídica. La calidad de

dependiente no proviene de la forma de designación, sino del hecho de estar al servicio de otro.

No interesa que la relación o el vínculo de subordinación provengan de un contrato válido o

nulo, típico o atípico, que sea remunerada o gratuita, temporal o permanente, etc.; lo único

que importa es que, de hecho, el agente directo y material del daño esté al cuidado o control

1 - 2 ALESSANDRI RODRÍGUEZ, A. De la responsabilidad extracontractual en el derecho civil chileno, Imprenta


Universitaria. Santiago, 1943. pp. 308 y 309.
del empresario demandado al momento de causar el daño.”3

Respecto a este tipo de responsabilidad, la del empresario respecto de sus dependientes

negligentes, creo interesante citar las palabras y conclusiones del profesor y doctor en derecho,

don Pedro Zelaya Etchegaray, quien sobre el particular, dedica algunas reflexiones en la

conocida Revista Chilena de Derecho, especialmente al paulatino proceso de objetivación al que

se ha visto enfrentada esta materia, al momento de ser aplicada por nuestros Tribunales

Superiores de Justicia, a saber:

“Sin perjuicio de las leyes especiales que han creado supuestos de responsabilidad objetiva o

“sin culpa”, es claro que la responsabilidad civil del empresario establecida en el Código Civil

ha ido experimentando una paulatina objetivación en manos de la jurisprudencia judicial. En

otras palabras, los Tribunales ordinarios de Justicia (tanto los de jurisdicción o competencia

civil como los de jurisdicción o competencia penal) han ido haciendo cada vez más estricta la

responsabilidad civil del empresario mediante una interpretación extensiva del Código Civil y

en protección de la víctima inocente. Se trata de mecanismos jurisprudenciales de objetivación

y paliativos de los duros efectos que supondría la aplicación estricta de la doctrina de la culpa

a la moderna gestión empresarial.4 Así por ejemplo, hay jurisprudencia que señala que la

presencia de un reglamento interno en la empresa -que ordena y prohíbe ciertas conductas

riesgosas a los dependientes- no es suficiente para eximir de responsabilidad civil al

empresario demandado, pues dicho reglamento es inoponible a la víctima.

2. Así también hay fallos de los cuales se desprende que, una vez acreditada la culpa en el

dependiente (culpa in operando), los Tribunales condenan civilmente al empresario

demandado, identificando ambas culpas, sin liberar al demandado de la responsabilidad civil

nacida en la persona del dependiente.

3. Por otro lado, los Tribunales también han señalado que ya no es necesario determinar con

precisión cuál fue el concreto dependiente que con culpa causó el daño; y basta a la víctima

3 Cfr. C. de Santiago. 22 de junio de 1987, en Gaceta Jurídica N° 84.3 (junio), 1987, p. 78.
4 Un apretado resumen de estos mecanismos jurisprudenciales de objetivación pueden encontrase en ZELAYA
ETCHEGARAY. P., La responsabilidad civil del empresario por el hecho de su dependiente (Un intento por
sistematizar la jurisprudencia chilena), en Revista de Derecho N°197 (enero-junio). Facultad de Derecho. U. de
Concepción, 1995. pp. 101- 145.
señalar que alguien, dentro de la empresa, actuó o dejó de actuar con culpa o negligencia.

4. Además, nuestra jurisprudencia -frente a la prueba rendida por el demandado- ha

declarado la insuficiencia de las medidas adoptadas por e l empresario demandado, o bien, ha

manifestado el no agotamiento de la diligencia exigida, de forma que se ha hecho cada día

más difícil acreditar la prueba liberatoria del artículo 2320 inciso final del Código Civil.

5. Por último, la jurisprudencia ha condenado al empresario demandado en casos que

constituyen claras extralimitaciones o abuso de funciones; por ejemplo, se condena a la

empresa de transportes cuando el dependiente conduce -contra prohibición expresa- a exceso

de velocidad y en estado de embriaguez. Así también, se ha condenado al empresario por

hurtos, robos, estafas y otros engaños que causan daño a la propiedad ajena.

De esta forma, en muchos fallos cuesta entender que la culpa tradicional sea el verdadero y

real fundamento de la condena civil del empresario demandado. Pareciera que el fundamento

es otro, pero formalmente se mantienen declaraciones judiciales a favor de la culpa del sujeto

civilmente responsable.

Con ello, en la práctica, la jurisprudencia tácitamente ha ido modificando -sin apartarse de los

moldes clásicos y formales de la culpa- los fundamentos, las características y los efectos que la

doctrina tradicional predicaba de los artículos 2320 y 2322 del Código Civil.”5.

A mayor abundamiento, es trascendental determinar de qué forma contribuirá cada uno de los

demandados en el pago de una eventual indemnización, señalando desde ya, que nuestros

Tribunales Superiores de Justicia, se encuentran divididos a este respecto. Para mí, lógicamente

resulta mucho más conveniente que la contribución a una eventual deuda sea de manera

solidaria, considerando que esta institución, la de la solidaridad, constituye una garantía en su

amplio sentido, permitiéndome tener dos patrimonios donde ejecutar una eventual sentencia

favorable a mis intereses, sin embargo, puede llegar a ser irrelevante a la luz de lo resuelto por la

tercera sala de la Exma., Corte Suprema de Justicia, mediante sentencia de fecha 23 de

Noviembre de 2015, en autos Rol 4374-2015, cuando conoce, entre otras, del recurso de

5 Revista Chilena de Derecho. Vol. 29 N° l. pp. 97- 98 (2002). Sección Estudios.


casación interpuesto por el fisco, como recurrente y demandado como responsable por el hecho

de su dependiente, alegando éste existir un vicio de ultrapetita, ya que la demandante solicitó en

su demanda que se condenare a los demandados de manera conjunta, cuestión que finalmente

hizo el Tribunal de primera instancia, y que la Corte de Apelaciones de Santiago confirma al

alzarse los demandados vencidos, pero con declaración de que la obligación de pagar no es

conjunta, sino solidaria. A este respecto, la tercera sala dispone lo siguiente:

“En efecto, la defensa fiscal y la de los herederos del piloto fallecido impugnaron el fallo de

primer grado en la parte en que admitió que la acción intentada podía ser deducida en contra

de ambos demandados, pues, a su juicio, la actora debió optar entre ellos, de lo que deducen

que tampoco se les pudo condenar en autos a pagar la indemnización derivada del hecho de

que se trata, reproches frente a los cuales los falladores de segunda instancia declararon que

el único hecho de que se trata da lugar a dos tipos de responsabilidades, una por el hecho

propio y la otra por el hecho ajeno, de modo que, al contrario de lo sostenido por los

recurrentes, la actora ha podido demandar en un mismo proceso a todos los demandados,

particularmente porque la responsabilidad que surge para ambos es directa. En

consecuencia, añaden que la actora interpuso su demanda "acorde a la regla general en el

derecho civil, a saber, como obligación simplemente conjunta", y destacan que en su

motivación trigésima primera el fallo de primer grado consigna que la de autos no es una

obligación solidaria, lo que se ve reflejado en su parte resolutiva, en la que otorga un monto

indemnizatorio único o mancomunado a pagarse por ambos demandados.

De esta manera, entonces, los falladores se han limitado a resolver, en lo que interesa, acerca

de la materia sometida a su conocimiento sin que hayan alterado con su decisión la

naturaleza ni el carácter de la obligación que recae sobre los demandados. A la inversa, han

subrayado que en autos la suma fijada por el juez de primer grado corresponde a un monto

indemnizatorio "único o mancomunado", que debe ser pagado "por ambos demandados",

afirmación de la que no es posible desprender, como aduce el recurrente, que cada uno deba

responder sólo del 50% de la referida cantidad.


DÉCIMO: Que, esclarecido lo anterior, estos falladores estiman del caso dejar

expresamente asentado que, como se dirá más adelante, correspondiendo al

Fisco responder patrimonialmente por la falta personal en que incurre un

servidor público en el ejercicio de sus deberes, resulta evidente que en el

momento en que se exija el cumplimiento de la sentencia dictada en autos, dicho

ente deberá concurrir al pago de la suma total demandada y no sólo al de una

parte, sin perjuicio de que posteriormente, y en ejercicio de los derechos que le

reconoce la ley, pueda ejercer eventualmente el derecho a repetir que le

corresponde.”

Atendido lo anterior, creo entonces que en ambos casos se me otorga suficiente garantía de pago

ante una eventual sentencia condenatoria para los demandados, ya que de ser solidaria la

obligación, conforme se desprende de los artículos 2317, 2320 y 2325 del Código Civil, todos los

cuales dejan entrever que la responsabilidad de todos quienes resulten condenados en ese

sentido, es directa, por tanto deben concurrir a su satisfacción de manera solidaria, desde una

faz pasiva, entonces pudiera tener en el futuro, dos patrimonios a los cuales dirigir mi acción de

cumplimiento. Ahora bien, si resulta del criterio de SS., que la obligación de indemnizar

corresponde a un monto indemnizatorio "único o mancomunado", entonces, en palabras de la

Corte Suprema, “deberá concurrir al pago de la suma total demandada y no sólo

al de una parte, sin perjuicio de que posteriormente, y en ejercicio de los

derechos que le reconoce la ley, pueda ejercer eventualmente el derecho a

repetir que le corresponde”.

POR TANTO, en mérito de lo expuesto y lo dispuesto en los artículos 2314 y siguientes del

Código Civil, 254 y siguientes del Código de Procedimiento Civil, normas citadas y demás que

resulten aplicables,

RUEGO A VS., se sirva tener por entablada demanda de indemnización de perjuicios basada

en la responsabilidad civil extracontractual, en juicio ordinario de menor cuantía, en contra de

don ÁLVARO MARCELO MERCADO IMBODEN, y de manera solidaria o conjunta en


contra de la EMPRESA LA POLAR S.A., ambos ya individualizados, por la suma ascendente

a $20.475.820.- (veinte millones cuatrocientos setenta y cinco mil ochocientos veinte pesos)

más intereses y reajustes, o la suma que US., estime conforme a derecho, con expresa condena

en costas.

OTROSÍ: Ruego a SS., tener presente que en este acto, vengo en designar abogado

patrocinante y conferir poder al letrado don BASTIÁN MARÍN VARGAS, habilitado para el

ejercicio de la profesión, de mí mismo domicilio, quien podrá actuar en mi representación con

todas las facultades del artículo séptimo del Código de Procedimiento Civil, sin perjuicio de

delegar el poder aquí conferido, y éste subdelegarlo si lo estimare necesario.

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