Está en la página 1de 2

1ra lectura El centro de la existencia, aquello que da sentido pleno

Joel 2, 12-18 y firme esperanza al camino, a menudo difícil,


Salmo 50 es la fe en Jesús, es el encuentro con Cristo.
3-6.12-14.17 No se trata de seguir una idea, un proyecto,
2da lectura
sino de encontrarlo como una Persona viva,
2 Corintios
de dejarse implicar totalmente por Él y por su Evangelio.
5, 20-6, 2
Evangelio Benedicto XVI
Mateo 6, Como cada año, la Iglesia nos invita a recorrer el camino hacia la Pascua; un recorrido que se
1-6.16-18
realiza dentro, pero que tiene consecuencias fuera, porque es un camino de encuentros. El
primero, con Cristo, que permite que nos abracemos a nosotros mismos sin miedos, y a los
demás sin egoísmos. El encuentro con Cristo que es, en definitivas, lo único necesario para
caminar … para resucitar.
La Iglesia nos propone tres herramientas: ayuno, limosna, oración. Son herramientas para el
camino. El ayuno, la privación voluntaria de todo lo que nos adorna, ayudará a encontrarnos
con nosotros mismos, con lo más sincero y descarnado que nos habita. La limosna, compartir
lo que tenemos, si es bien vivido ayudará a descubrir al otro y amarle, más que “darle algo”.
Y la oración, el contacto frecuente e íntimo con quien sabemos nos ama, nos sostendrá en todos
los demás encuentros, porque es el Encuentro.

Escucha Conviértanse al Señor, nuestro Dios.

Probablemente la frase que mejor resuma el itinerario de la Cuaresma es la que el sacerdote


pronunciará cuando nos imponga la ceniza: Conviértete y cree en el Evangelio. En su origen, la
palabra convertirse está asociada a una idea muy gráfica: “darse la vuelta”. Es como ir caminando
en una dirección y, al descubrir que nos vamos alejando del camino que nos hace plenos, tener la
valentía de girarnos, de renunciar probablemente a todas las comodidades que hemos construido
en este camino paralelo para “darnos la vuelta” y emprender el Camino que nos invita a la Vida.
Escucha en este día la invitación del profeta y la invitación de la ceniza: conviértete. Escucha
con todo tu ser la invitación y deja que vaya tocando cada rincón de tu vida. Conviértete al Señor,
cree –de verdad, con todo– su Buena Nueva, su Proyecto de Vida, su Evangelio.
En este darse la vuelta, en este intento renovado de volvernos a Él, ten en cuenta dos pistas del
profeta:
- Rasguen los corazones, no las vestiduras. El camino es, principalmente, interior. No hay
fórmulas: el ayuno no solo es de carne, la limosna no solo es de bienes materiales, la
oración toma variadísimas formas. ¡Es tan fácil el atajo de “cumplir” una norma! Escucha
la llamada del profeta: que el camino haga abrirse el corazón, que la reforma sea interna,
que la transformación afecte tu vida toda…
- …porque el Señor es compasivo y misericordioso. El punto de partida, la razón para
emprender un nuevo camino, pero también la fuerza que nos sostiene y nos permite
renunciar a la comodidad, y además el punto de llegada, la meta … todo ello es solo el
amor de Dios. No es iniciativa nuestra, aunque necesita nuestra voluntad. No es por
nuestra propia fuerza, aunque necesita nuestra constancia y fidelidad. Todo tiene sentido
porque Dios nos ama, y porque amarlo de vuelta pasa por dejarnos amar…

Los exhortamos a no echar en saco roto


Contempla la Gracia de Dios.

La imagen que usa san Pablo es muy elocuente: Dios derrama su Gracia, se derrama a sí mismo y
se nos da por entero. ¿Dónde cae tanto don? Dedica un rato a mirarte por dentro. ¿Por dónde está
roto el saco de tu interior? Sin prisas, cierra tus ojos y en el silencio, junto a Él, contempla tu
interior: descubre e identifica los huecos que hay, las actitudes, costumbres, concepciones … que
se han ido pegando y sirven como drenaje a la Gracia de Dios, que se resisten a amarlo con todo.
No trates de ponerles parche, más bien deja que la misma Gracia del Señor indique cómo zurcir,
cómo sanar…

Vive Perfúmate la cabeza y lávate la cara.

Jesús insiste en hacer de este camino uno auténtico. No se trata de que los demás sepan o no, noten
o no … se trata de que lo noten porque lo hemos hecho bien, y no de que lo hagamos para que lo
noten. Se trata de que nos mueva el propósito honesto del Encuentro, y que lo que puedan ver los
demás en nosotros sea solo consecuencia inevitable de la transformación que produce en nosotros
la cercanía con quien es la Vida, la Bondad, la Alegría. ¡Vive este camino por Él, y solo por Él!
De entre las invitaciones que hace el Evangelio –entra en lo escondido…, que no note tu mano
derecha…, perfúmate…– una siempre me llama la atención. Perfúmate la cabeza y lávate la cara,
dice el Señor. No andes cabizbajo, nos pide Jesús. He ahí la autenticidad: si recorremos el camino
de aparentar andaremos cabizbajos, para que todos noten “el sacrificio”; si recorremos este camino
por Él y con Él, habrá que hacerlo con alegría, con entusiasmo, con la sonrisa de quien se sabe
acompañado por el amor. Y habrá cruz, y habrá sacrificio, y costará –a veces mucho–, pero la vida
inevitablemente tendrá olor a buen perfume … tendrá olor de Resurrección.
Oramos con el salmista
Oh Dios, crea en mí un corazón puro,
Renuévame por dentro con espíritu firme;
No me arrojes lejos de tu rostro,
No me quites tu santo espíritu.

También podría gustarte