Robert Linhart: De cadenas y de hombres, Siglo XXI Editores,
México 1979, 205 pp Los efectos de los acontecimientos de la segunda mitad de los años sesenta, particularmente en el ámbito universitario de diferentes países, escapan aún al análisis sistemático, pues éste, de preferencia, se ha centrado en las implicaciones inmediatas de los acontecimientos y ha relegado el estudio de las repercusiones que esos mismos acontecimientos tuvieron a mediado y largo plazos Es en el contexto anterior y bajo las premisas mencionadas, que se publica el libro aquí reseñado: en él, a diferencia de otros que tocan el mismo tema, se tratan de manera preponderante los efectos de los acontecimientos y casi se desvanece la presencia de lo que fue el origen de lo que allí se describe: el mayo francés Pero si bien es cierto que el enfoque adoptado por Linhart reduce las perspectivas políticas de su estudio —en la medida en que no incide en el análisis de las causas—, en otro sentido favorece el que adquieran singular relevancia aspectos tales como aquellos por medio de los cuales se visualiza en qué forma opera la organización capitalista del trabajo en el interior de la fábrica, para agobiar física e intelectualmente al obrero (recuperación nítida, posiblemente no buscada, de las notas de Marx sobre “la fábrica”, que contiene el tomo I de El capital) Una fábrica, además, donde se desarrolla una de las industrias estratégicas capitalistas —la automotriz— y que, por tanto, registra los avances más sofisticados del capitalismo como forma de producción Es decir, más que explícita o académicamente político, este libro, a través de una tarea, en lo básico, de testimonio —rendido por un intelectual que buscó proletarizarse después del mayo francés—, ofrece un panorama sólidamente estructurado de lo que dentro de la sociología contemporánea se conoce con el eufemístico término —desvirtuador él de manera explícita— de organización “científica” del trabajo, la que, con base en técnicas tales como la llamada de tiempos y movimientos, a la vez que logra la explotación máxima de la fuerza de trabajo anula la conciencia del ser humano, “maquinizando” al obrero (en Tiempos modernos, de Chaplin, se concretan visualmente los pasajes descritos por Linhart) A tales niveles de brutalidad, las implicaciones políticas de las situaciones adquieren —para quien quiera verlas— una obviedad tajante: al mismo tiempo que se reduce el ámbito de protesta individual e inmediata —la “máquina” como concreción primera del acto de explotación se esfuma, pues el hombre pasa a ser también máquina, por lo que cualquier ataque en contra de ella se convierte en un acto de autodestrucción para el obrero—, la rebelión económica y colectiva —la huelga económica y espontánea— ve también sensiblemente reducida su efectividad, tanto por los efectos de la alienación como, cuando se hace preciso, de la represión física encubierta o abierta Pero la situación adquiere tintes de dramatismo cuando la protesta obrera se ve mediatizada políticamente por el sólido aparato burocrático que representan los sindicatos —así, en general, los sindicatos— y los partidos políticos “obreros”, los que, eslabón más de la cadena de explotación, desvirtúan las luchas de los trabajadores al no entender que es la propia organización capitalista del trabajo, al interior de la fábrica, el punto nodal del sistema de explotación, y que es entonces allí, como decía Gramsci, donde deben comenzar la organización y la lucha de los trabajadores, y no en las mesas de negociación de los patrones o en los parlamentos burgueses Carente de conclusiones explícitas, dado su carácter testimonial, el libro de Linhart es aleccionador dentro de su aparente fría objetividad, su carencia de apasionamiento y su riguroso respeto de la realidad, lo cual, en conjunto, hace odiar no sólo a los carros citroën sino, además, a todo eso que se encubre con el antifaz de la organización capitalista —”científica”, “racional”, “más productiva”— del trabajo