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Proceso de duelo

Asesoramiento Psicológico

Daniel Fernández García

Joana Gómez Odriozola

Sheila Herrero Aguado

Laura Martín Sánchez

Laura Martínez Mata


Índice

Concepto............................................................................................................................3

Sintomatología del Duelo..................................................................................................4

Etapas del Duelo................................................................................................................5

Intervención en el Duelo...................................................................................................6

Factores que influyen en los procesos de duelo................................................................7

Mecanismos de defensa en los procesos de duelo.............................................................7

Estrategias de Afrontamiento..........................................................................................10

Dificultades encontradas en la práctica terapéutica.........................................................11

Técnicas del Terapeuta....................................................................................................13

Recursos..........................................................................................................................16

Bibliografía......................................................................................................................18

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Concepto

El duelo es definido como la respuesta natural a la pérdida de una persona, cosa o


valor con la que se ha construido un vínculo afectivo, y como tal, se trata de un proceso
natural humano y no de una enfermedad que haya que evitar o de la que haya que
curarse (Payás, 1998). El DSM-IV-TR define el duelo como la reacción ante la muerte
de una persona querida.

Según Bayés, el duelo es una reacción universal ante la pérdida común a todas las
culturas que produce sufrimiento y puede afectar negativamente a la salud de la persona
que lo experimenta.

El proceso de duelo es una experiencia muy negativa que provoca una importante
reacción emocional. Las personas están psicológicamente preparadas para hacer frente a
esta situación, pero en ciertas ocasiones, cuando se dan situaciones de elevada tensión
se produce un desequilibrio que conduce a una situación de crisis, pudiendo ser ésta de
dos tipos: crisis circunstancial, cuando la pérdida se produce de forma brusca e
inesperada, y crisis vital, cuando los recursos personales, para afrontar las situaciones
cotidianas de la vida, se encuentran debilitados ocasionando periodos de crisis (Nomen,
2008).

Se diferencian dos clases de duelo, el primero considerado normal, es una reacción


personal compuesta por diversas reacciones fisiológicas y psicológicas que cumplen una
función adaptativa, y que no necesita una terapia especial. El segundo, el duelo
patológico, es una respuesta patológica que pone en riesgo a las persona con el
desarrollo de síntomas negativos.

Cuando el proceso de duelo se supera de forma adaptativa, se denomina elaboración.


Esto supone la aceptación de la muerte y el sufrimiento emocional, realizando un ajuste
para normalizar la nueva situación. Pero a veces, surgen dificultades y el proceso se
cronifica y no pueden completarse, dando lugar a un duelo considerado patológico.

El duelo patológico se produce cuando el individuo en determinadas circunstancias


no se recupera de forma eficaz de la pérdida sufrida, y los sentimientos de pena y
aflicción son prolongados en el tiempo. El DSM-IV-TR lo denomina trastorno por duelo
prolongado. Aunque como acercamiento de la nueva edición de dicho manual
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presentamos los criterios diagnósticos propuestos para el Trastorno por Duelo
Prolongado (DSM-V):

Criterio A. Presentar a diario, al menos uno de los siguientes síntomas:


Pensamientos intrusivos -que entran en la mente sin control- acerca del fallecido.
1. “Punzadas” de dolor incontrolable por la separación.
2. Añorar -recordar su ausencia con una enorme y profunda tristeza- intensamente al fallecido
Criterio B. Presentar a diario, al menos 5 de los 9 síntomas siguientes:
1. Estar confuso acerca de cuál es el papel de uno en la vida, o sentir que se ha muerto una parte
de sí mismo.
2. Dificultad para aceptar la realidad de la pérdida.
3. Tratar de evitar todo lo que le recuerde que su ser querido ha muerto.
4. Sentirse incapaz de confiar en los demás desde el fallecimiento.
5. Estar amargado o enfadado en relación con el fallecimiento
6. Sentirse mal por seguir adelante con su vida (p. Ej. hacer nuevas amistades o interesarse por
cosas nuevas).
7. Sentirse frío e insensible -emocionalmente plano- desde el fallecimiento.
8. Sentirse frustrado en la vida, que sin el fallecido su vida está vacía y no tiene sentido.
9. Sentirse como “atontado”, aturdido o conmocionado.
Criterio C La duración de estos síntomas es de al menos 6 meses
Criterio D Estos síntomas causan un malestar clínicamente significativo o un importante deterioro de
la vida social, laboral u otras actividades significativas (p. Ej. responsabilidades domésticas) de la
persona en duelo.

Sintomatología del Duelo

La expresión del duelo incluye diversos síntomas, que varían de intensidad y


frecuencia dependiendo de la intensidad del proceso. Entre estos síntomas se
encuentran:

Las sensaciones físicas de diversa índole como molestias gástricas (pérdida del
apetito y peso), dificultades para tragar o articular, opresión precordial,
hipersensibilidad al ruido, despersonalización, sensación de falta de aire, debilidad
muscular, pérdida de energía, sequedad de boca, y trastornos del sueño (siendo
frecuentes los sueños sobre la persona fallecida y el insomnio).

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Son frecuentes también los sentimientos de tristeza, rabia (incluye rabia contra sí
mismo e ideas de suicidio), irritabilidad, culpa y auto-reproches, ansiedad, sentimientos
de soledad, cansancio, indefensión, shock, anhelo, alivio, y/o anestesia emocional,
también puede aparecer el miedo a la propia muerte.

Asimismo, aparecen alteraciones perceptivas como, ilusiones, alucinaciones


auditivas y visuales, generalmente transitorias y seguidas de crítica, y fenómenos de
presencia.

También se producen cogniciones de incredulidad, confusión, dificultades de


memoria, atención y concentración, preocupaciones, rumiaciones, pensamientos
obsesivos, pensamientos intrusivos con imágenes del muerto.

Por último, se suelen presentar conductas tales como la hiperfagia o anorexia,


alteraciones del sueño, distracciones, abandono de las relaciones sociales, evitación de
lugares y situaciones, conducta de búsqueda o llamada del fallecido, suspiros, inquietud,
hiperalerta, llanto, visita de lugares significativos, y atesoramiento de objetos
relacionados con el desaparecido.

Etapas del Duelo

El duelo consta de cinco etapas (Kübler-Ross, 1969): negación, ira, negociación,


depresión y aceptación. La primera de ellas, es una defensa temporal en la cual el
individuo niega la ocurrencia de la pérdida. En la segunda fase, el sujeto siente rabia y
resentimiento, y en la tercera, denominada también pacto, surge la necesidad de llegar a
un acuerdo para superar la pérdida. En la fase de la depresión, el paciente siente una
tristeza profunda debido a la sensación de pérdida. Y, por último, en la quinta etapa se
acepta la situación actual.

Estas etapas no siempre suceden en el mismo orden, y no todos los sujetos lo


experimentan de la misma manera. Generalmente, los individuos experimentan dos de
estas etapas.

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Intervención en el Duelo

La intervención psicológica tiene como objetivo recuperar la capacidad del


individuo para afrontar y resolver las dificultades en las que se encuentra, aumentando
su capacidad para resolver futuros problemas.

En la fase de la evaluación del duelo es necesario conseguir toda información


relevante que ayude a valorar si el duelo sigue un curso normal y si sus manifestaciones
son adecuadas en duración e intensidad. En especial, es importante que el profesional
evalúe la estructura así como el funcionamiento familiar, la historia de la pérdida, las
necesidades tanto individuales como familiares y las conductas problemáticas que tiene
el paciente. Esta información puede obtenerse a través de distintas fuentes como lo son
las entrevistas, genogramas, autorregistros, observación directa, historia de vida,
cuestionarios, etc.

En cuanto a los cuestionarios para la detección de síntomas y signos que intervienen


en los procesos del duelo, los más empleados son el Inventario de Experiencias en
Duelo (IED) (adaptado al castellano por García-García, Landa, Trigueros y Gaminde,
2001) y el Inventario de duelo complicado-revisado, entrevista clínica estructurada para
el profesional (IDC-R-ECEP).

La preparación al duelo debe empezar cuando se tiene conciencia de la pérdida, es


decir, tras recibir el diagnóstico o conocer el pronóstico de incurabilidad. En el segundo
caso, la atención debe darse antes del fallecimiento. El duelo finaliza cuando se puede
hablar y recordar la pérdida con normalidad. El tiempo varía en función de cada uno, y
de sus circunstancias personales y culturales. Generalmente, suele durar alrededor de un
año, en los casos más graves hasta dos (Nomen, 2008).

El tratamiento del duelo puede realizarse tanto de forma individual, como grupal o
familiar. La primera permite tratar problemas individuales de la persona que de manera
grupal no podría producirse, además, puede preparar a la persona para un próximo
tratamiento grupal. La segunda, facilita un lugar de encuentro que ofrece apoyo social y
permite compartir experiencias y sentirse identificado con los compañeros. Del mismo
modo, la intervención familiar permite utilizar estos mismos recursos mejorando la
cohesión y la efectividad del apoyo.

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Factores que influyen en los procesos de duelo

Especiales dificultades a la hora de trabajar con la persona en duelo se dan si la


muerte ha sido súbita o traumática, si la unión con la persona fallecida es profunda
(resultando el sentimiento de pérdida tanto más intenso), si ha tenido pérdidas anteriores
(influyendo la forma en que se elaboraron), si no se cuenta con el grado de apoyo
emocional y social percibido necesarios tanto dentro como fuera de la familia o si se
dan otros tipos de estrés simultáneos y crisis que surgen después de la muerte (como
dificultades económicas o enfermedades, etc.).

Cuando la muerte de la persona es deseada, o se obtienen ciertas ganancias


secundarias, se da muestran sentimientos ambivalentes que da lugar a intensos
sentimientos de culpa.

Otro factor esencial son variables de personalidad como la edad y el sexo. Los
hombres tienden hacia conductas adictivas como el consumo de alcohol, en cambio las
mujeres tienden a la expresión de sentimientos y la búsqueda de apoyos externos.
Depende también de la forma en que se maneja la ansiedad y se afrontan las situaciones
estresantes. Las personas con alto nivel de dependencia con baja autoestima con
tendencia a la vinculación insegura o ansiosa, con relaciones ambivalentes y con
trastornos psicopatológicos o de personalidad previos, tendrán mayores dificultades a la
hora de elaborar el proceso de duelo.

Por último, la cultura, la etnia y la religión establecen patrones de respuesta


frente al duelo.

Mecanismos de defensa en los procesos de duelo

Los mecanismos de defensa son estrategias psicológicas para hacer frente a la


realidad de la pérdida. Entre ellos podemos encontrar los siguientes:

1. Negación

En primer lugar, la muerte puede dejar a los familiares con la sensación de que la
pérdida no es real, una sensación de irrealidad que puede durar mucho tiempo. Son
frecuentes las imágenes recurrentes del fallecido, el hablar como si la persona viviera,
etc. La persona no se aflige por la pérdida e incluso a veces se vanagloria de su
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autocontrol, como si rehusara sentir dolor por el fallecimiento de un ser querido (duelo
reprimido).

Puede ser que el duelo se aplace de forma que al cabo de cierto tiempo, con motivo
de una pérdida diferente e incluso menos importante, la muerte de un animal de
compañía por ejemplo, reaccione con manifestaciones de aflicción bastante exageradas,
que están motivadas realmente por la primera pérdida (duelo aplazado).

Sin embargo, aunque en el caso de la negación no se manifiestan las emociones,


como suele ser habitual, se pueden presentar diversos síntomas físicos, producto de su
represión, como jaquecas, trastornos gastrointestinales, etc. (duelo enmascarado).

“En realidad es como si no hubiera pasado nada, sigue entre nosotros como antes. Su habitación
está igual que siempre. Seguimos poniendo los domingos su comida favorita. Hablamos con él a
cualquier hora, con la misma fluidez que antes”…

2. Rencor

Entendido como el intento mantenido de consolidar al otro (al fallecido) como único
responsable de la deteriorada relación. La muerte provoca sensación de impotencia en
los familiares. Esta impotencia va unida a intensos sentimientos de rabia y no es extraño
que la familia quiera descargarlos contra alguien, acusando y exigiendo
responsabilidades a instituciones y autoridades. Este supuesto, va a ser el más
dificultoso a la hora de abordarlo.

“Justo castigo a su maldad. El que la hace la paga. A todo cerdo le llega su San Martín. Toda su
vida fue un egoísta. Me hizo la vida imposible pero el que se va a fastidiar ahora es él”…

3. Duelo crónico

Su duración es excesiva y la persona es consciente de que no puede pasar página. El


sujeto manifiesta un duelo intenso, durante un tiempo más prolongado de lo que se
considera normal. La aflicción es tal, que no le permite reorganizar su vida. Es posible
que se combine con la “momificación”, que consiste en dejar las cosas del difunto tal y
como estaban cuando vivía.

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“Desde que ocurrió no ha vuelto a salir de casa. No quiere saber nada de nadie. Me paso el día
llorando. Tengo todo el día un pellizco en el estómago que no me deja de vivir. Es como si me
acompañara (o persiguiera) a todas partes”…

En este supuesto va a ser mucho más sencillo conectar al paciente con los
sentimientos de culpa. Ésta ocupa ya un primer plano convirtiéndose en emergente. Se
exacerban los sentimientos de culpa, unidos a que la muerte puede provocar a los
familiares muchos remordimientos por cosas que no se dijeron o por cosas que
aplazaron hacer con el fallecido. Es más, los anteriores comentarios suelen venir
acompañados de otros como:

“No le di todo lo que pude. Si hubiera sabido desde el principio que era una enfermedad, lo hubiera
tratado de otro modo. Me he dado cuenta de su generosidad y de mi egoísmo. No me dio tiempo a decirle
todo lo que en verdad sentía o pensaba de él”...

4. Idealización

La persona recuerda únicamente las características positivas del difunto y, a veces,


establece comparaciones continuas entre aquél y otras personas, saliendo éstas siempre
en desventaja de esta confrontación. Esta desvalorización de toda persona, distinta del
fallecido puede acarrear serios problemas en las relaciones con ellas, e impedir que el
superviviente entable otras relaciones, porque piensa que la “perfección” sólo se alcanza
una vez.

5. Identificación

Se manifiestan en este caso comportamientos, síntomas, actitudes, etc. calcadas a las


del difunto, como si así pretendiera mantenerlo “vivo”.

6. Euforia o transformación en lo contrario

Éste es el menos frecuente. Se acepta la muerte como gratificante para el que ha


vivido la pérdida. Se trata de una exageración hipomaníaca del acontecimiento
vivenciándolo casi como una gran suerte.

“Ya tenemos un mediador en el cielo. En el fondo es lo mejor que nos podía pasar. Como era una
santa parece que desde entonces nuestra casa está santificada. Mi marido está feliz, se pasa todo el día
llevándole flores y dice que desde entonces su vida tiene sentido”...

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7. Racionalización

“Es ley de vida. La muerte en realidad no es algo real. Tenemos que salir adelante como si no
hubiese pasado nada. Es absurdo malgastar el tiempo en auto compadecerse. La vida continúa. Llorar
no sirve para nada. No podemos quedarnos anclados en el pasado”…

8. Indiferencia

“En realidad no me ha afectado ni para bien ni para mal. Está como ausente, parece que le da
lo mismo. Que es bueno que es malo, nunca se sabe”…

Estrategias de Afrontamiento

Las personas están capacitadas con una serie de estrategias de afrontamiento,


útiles para manejar emociones como el estrés y reaccionar adaptativamente a problemas
del entorno. (Billings y Moos, 1981; citado en Nomen, 2008). Estas estrategias
promueven acciones concretas para afrontar estas situaciones, consiguiendo así la toma
de decisiones y la resolución de los problemas.

En cuanto al duelo, estas herramientas son eficaces para el afrontamiento del


dolor y el estrés que éste conlleva. Lazarus, en 1978, hace una división de dos tipos de
estrategias de afrontamiento: Aquellas centradas en la modificación o disminución del
problema y la percepción de amenaza y por otro lado, aquellas que se basan en
disminuir la emoción que la situación genera.

Este mismo autor, en el Cuestionario de Formas de Afrontamiento (1986) reúne


ocho tipos de estrategias de afrontamiento:

1. Confrontación: La persona asume la situación y propone una acción


directa sobre ésta para procurar resolverla.

2. Distanciamiento: Los intentos que realiza la persona por evitar la


situación o negarla.

3. Autocontrol: Centrada en la propia gestión de habilidades sociales y


emocionales en esta situación de pérdida o duelo.

4. Búsqueda de apoyo social: Tendencia a analizar la situación de la manera


en que pueda ayudarle a uno mismo (búsqueda de personas o testimonios
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que recojan los mismos sentimientos, pensamientos...).

5. Aceptación de la responsabilidad: Se trata de reconocer el papel que cada


uno ha tenido en el desarrollo de los hechos, es decir, durante el episodio
de pérdida.

6. Huída o evitación: El intento de salir del problema, de obviarlo.

7. Planificación: Estrategia dirigida a la consecución de los objetivos


concretos marcados en el proceso terapéutico.

8. Reevaluación positiva: Observación de aquellas variables o aspectos


positivos de la situación de duelo.

El terapeuta (en el caso de que la persona que haya experimentado la pérdida


crea necesaria la ayuda profesional) deberá centrarse en el reforzamiento de aquellas
estrategias de afrontamiento más adaptativas, con menores efectos negativos a largo
plazo y que consigan la superación de la pérdida y el aprendizaje de una nueva vida sin
esa persona fallecida.

Dificultades encontradas en la práctica terapéutica

En este trabajo del terapeuta, pueden encontrarse diversas dificultades en


relación a las estrategias de afrontamiento, como pueden ser:

1. Dificultad del paciente a la hora de entender lo que se le explica.

Las estrategias de afrontamiento se pueden encontrar en proceso de bloqueo por


el exceso o déficit de funcionamiento. Hay personas que reaccionan ante ello intentando
hacer lo posible por solucionarlo y otras, en cambio, se sentirán sin capacidad de
reaccionar. Por ello, el profesional debe dar tiempo al doliente, respetar su tiempo de
reacción, frente a una situación tan dolorosa para éste, y dar información clara y
ajustada a su situación (Nomen, 2007).

2. Dificultad al avanzar el proceso del duelo

El doliente desarrollará múltiples estrategias de afrontamiento aunque considere


que no está actuando como debería o que no va a poder soportar la pérdida. Una de las
primeras estrategias que se ponen en funcionamiento es la negación de éstas, es decir,
“no voy a poder superarlo”, “no tengo suficiente fuerza como para reponerme de ello”.
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La negación de las capacidades de uno mismo, la resignación con la situación o el
aislamiento son estrategias de afrontamiento comunes, conocerlas y entenderlas serán
las bases para avanzar en las tareas del duelo (Nomen, 2007).

La solución ante esta dificultad se centraría en que la primera actuación que se


debe aplicar será la de asesoramiento en el duelo. Hablar de los síntomas que pueden
aparecer, de la evolución del proceso, de las tareas a realizar y poder con toda esa
intervención, desmitificar y normalizar esa situación, ayuda enormemente a los
dolientes, ya que aligera esta sensación de no poder avanzar (Nomen, 2007).

3. Dificultad debido a la agresividad.

La agresividad es una de las manifestaciones más problemáticas y puede darse


por no lograr entender el por qué sienten tanta rabia con los demás o con ellos mismos,
donde puede encontrarse también sentimientos de culpa que pueden atormentar a la
persona que sufre la pérdida, a veces por cuentas pendientes con la persona fallecida y
otras por remordimientos que el paciente experimentar en cuanto a su actuación o
relación con ésta.

La propuesta de solución terapéutica en torno a este aspecto, se basaría en la


identificación de estas emociones y el desarrollo de capacidades para expresarlas de
manera abierta. Para ello, es necesario que la terapia se convierta en un espacio de
reflexión abierta y flexible (Nomen, 2007).

4. Dificultades a nivel conductual

De forma habitual, se desarrollan dos tipos de reacciones que pueden llegar a


dificultar el proceso terapéutico: El inicio de una actividad sin fin (con la intención de
olvidar o reducir el dolor) y el bloqueo de actividades (por el sentimiento de culpa que
desarrolla el doliente si sigue adelante con su vida).

Ambas reacciones son reflejos de conflictos no resueltos respecto a la pérdida,


y/o del propio doliente. Resulta interesante entonces, trabajar sobre la realidad de la

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pérdida, abordando los antecedentes históricos, personales y familiares de estas
estrategias, pudiendo establecer así un modelo más adaptativo del duelo.

5. Dificultad de acudir a consulta

Los dolientes suelen acudir a consulta durante un tiempo y al cabo de unas


sesiones ponen en funcionamiento sus propias estrategias con la intención de desarrollar
este proceso de la forma más normalizada posible. En el 90% de los casos, los duelos se
resolverán de forma espontánea.

La persona necesita una primera etapa de asesoramiento respecto a lo que es el


duelo, los síntomas que pueden aparecer y lo que diferencia a éste de un problema
mayor o un trastorno. Pasada esta etapa, se debe valorar si este proceso se ha
complicado o se desarrolla de forma óptima, teniendo en cuenta los criterios temporales
establecidos para la distinción de duelo normal o el considerado patológico. Si se
complica, el terapeuta debe insistir en la importancia de una aportación médica y/o
psicoterapéutica más allá de estas primeras sesiones de asesoramiento.

6. Dificultad en las relaciones sociales

Las relaciones sociales de las personas en duelo se ven afectadas por las
respuestas que éstas hayan dado frente a la pérdida o por el cambio de prioridades que
desarrollan tras la misma. En muchas ocasiones, estas personas se sienten rechazados o
abandonados por conocidos, amigos o familiares, de los que esperaban una actitud
diferente, especialmente más atenta y que sean capaces de sobrellevar los posibles
arrebatos de ira, rabia o tristeza que el paciente pueda experimentar.

Por ello, es necesario que el doliente entienda que cada persona, al igual que
él/ella mismo/a, tiene unas estrategias concretas. Es importante sobre todo aconsejarle
de que no tome decisiones precipitadas en los primeros momentos del duelo y que
posteriormente decida con quién quiere seguir manteniendo relación.

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Técnicas del Terapeuta

Durante las sesiones, el terapeuta puede hacer uso de una serie de técnicas con
las que trabajar con el paciente que ha sufrido la pérdida. Los objetivos de estas técnicas
que a continuación se describirán, son los siguientes:

-Fomentar la expresión emocional.

-Detectar los indicadores que se presentan de forma inconsciente en el paciente.

-Favorecer nuevos puntos de vista respecto a la vivencia de la pérdida.

-Encaminar hacia una nueva elaboración que sea compatible con la realidad
actual de la pérdida.

-Ayudar a comprender que pueda recuperarse.

-Reconstruir la relación con lo que se ha perdido.

-Que el paciente se reinvente a sí mismo.

A continuación se presentan técnicas desde el modelo constructivista que pueden actuar


como recurso para que la persona afronte y supere la pérdida:

1. Escucha analógica: Escucha activa por parte del psicólogo de lo que la persona
transmite. Se intenta a través de la escucha el reelaborar el contenido hacia
indicadores de expresión concretos. Esto se conseguirá mediante el diálogo del
terapeuta con la persona donde le preguntará acerca de los pensamientos,
sentimientos y actuaciones que ha llevado a cabo la persona en el momento de la
pérdida o después (Nomen, 2007).

2. Guía para el diario terapéutico: Describir las vivencias a partir de una serie de
criterios terapéuticos. El procedimiento se basa en la comunicación de aspectos
que traumatizan o preocupan en exceso a la persona. Por ello expresar de forma
oral (grabación) o escrita (diarios) puede ser una forma de hacer que el paciente
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reconozca y elabore aspectos inconscientes, preconscientes y/o conscientes.
(Neimeyer, 2002; citado en Nomen 2007).

3. Entrevista de reconstrucción de significado : Se trata de situar de forma


diferencial lo que ha pasado, lo que ha sentido y ha pensado, para retroceder a la
pérdida mediante cuatro tipos de preguntas: Las de contacto (exploración inicial
para conceptual la pérdida), de vivencia (descripción, sensación, emoción y
conducta), de explicación (construcción de significados que ha realizado la
persona) y de elaboración (situación actual de la pérdida en la persona y en su
entorno). (Neimeyer, 2002; citado en Nomen 2007).

4. Capítulos de vida: Se trata de organizar la biografía de la persona que sufre la


pérdida: cómo se describiría la vida antes, mientras y después de la misma. El
procedimiento de esta técnica es que el paciente se centre en un capítulo
concreto de su vida que desee explorar y lo visualice como si escribiera un guión
o si crease una biografía (Neimeyer, 2002; citado en Nomen 2007).

5. Autocaracterización de la pérdida: Consiste en describir lo que el paciente ha


sentido y pensado en el momento de la pérdida y después, pero en tercera
persona, (como si contase su historia pero siendo él mismo un tercero). Se basa
en situar de forma diferencial lo que ha pasado, lo que ha sentido y pensado para
afrontar la pérdida. (Nadeau, 1997; Neimeyer, 2002; Neimeyer, Botella,
Herrero, Pachecho, Figueras y Werner-Wildner, 2002; citado en Nomen, 2007).

6. Rituales: Es importante rememorar las pérdidas, en la fecha de ésta, etc. Los


rituales ayudan a comprender al paciente que puede recuperarse a pesar de que
nunca olvide la muerte del ser querido. Esto se llevará a cabo por medio de
símbolos representativos. Con frecuencia el ritual de los dolientes se dirige a
despedirse o celebrar algún dato conmemorativo como fecha de aniversario o
nacimiento, etc. (Neimeyer, 2002; citado en Nomen, 2007).

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7. Técnicas de la silla vacía: Trata de resolver los temas pendientes con la persona
que ha muerto. El procedimiento se basaría en situar dos sillas, una frente a la
otra y se le propone que inicie un diálogo con aquella persona que ha perdido.
En la etapa de activación la persona deberá hacer un ejercicio de esa persona y
trasladarle lo que ocurrió en su ausencia. Luego, se inicia la transmisión de
sentimientos elaborados y no resueltos, de todos aquellos aspectos que quedan
pendientes, intentando compensar o entender esta pérdida (Greenberg, Rice y
Elliott, 1993; Herrero y Botella, 2002; citado en Nomen, 2007).

8. Técnica de decir de nuevo ¡Hola!: Se centra en situar lo que la persona fallecida


nos diría si nos viera, a través de que el paciente presente al fallecido cómo es su
vida en el presente y sus esperanzas en el futuro (White, 1998; citado en Nomen,
2007).

Recursos

En cuanto a los recursos a los que puede acceder el individuo en su propia


búsqueda por satisfacer el malestar que le genera la pérdida de un ser querido, están, por
un lado, los libros, las películas y los sitios web. Éstos son los más accesibles para el
sujeto en un primer momento, debido a que se pueden adquirir de manera autónoma
(aunque también el terapeuta emplee estos recursos).

 Recursos literarios:

Entre los libros se encuentran, los de autoayuda como Camino de héroes y


Déjame llorar (Anji Carmelo) y La muerte, un amanecer de la autora Elisabeth Kübler-
Ross. Así mismo pueden optar por libros de ficción o novelas (como Postdata: Te
quiero de Cecilia Ahern y Paula de Isabel Allende) en las que los protagonistas pasan
por un duelo, de manera que pueden sentirse identificados con ellos y pueden confrontar
los recursos que utilizan para aplicarlos en el caso de que crean que pueden serles de
utilidad.

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 Recursos audiovisuales:

En lo referente a las películas, o recursos audiovisuales, se encuentran “Las


invasiones bárbaras” (Denys Arcand, 2003), “Las horas” del director Stephen Daldry
(2002), “United 93″ (Paul Greengrass, 2006) o “Tres colores: azul” (Krzysztof
Kieslowski, 1993).

 Recursos web:

Respecto a los recursos de internet, existen páginas web específicas que tratan
sobre este proceso de pérdida como:

• http://www.vivirlaperdida.com/biblioteca.htm

• http://www.duelo.org/

• http://guiadelduelo.com/

 Recursos sociales:

En último lugar se encuentran las asociaciones de ayuda a las que pueden ir los
sujetos para pasar de una manera más adaptada la pérdida. Existen diversas asociaciones
específicas para diversos tipos de duelo. Para padres que pierden a su hijo están las
asociaciones Renacer: grupo de Ayuda Mutua (http://www.renacer-barcelona.com) y la
Asociación Krisálida de apoyo al duelo (http://krisalida.com/comunidad/). Amad:
Asociación de Ayuda Mutua ante el Duelo (http://www.amad.es) y Psicolausen:
Asociación psicoterapéutica (http://www.asociacionpsikolausen.blogspot.com/) hacen
terapias de ayuda y reuniones de grupo, la segunda de ellas también posee asistencia
psicológica individual y familiar. Para finalizar, se encuentran Alaia (http://www.Alaia-
duelo.Com/) que cuenta con actividades y cursos de relajación, meditación… y Bidegin:
Servicio de apoyo al duelo y enfermedad grave y avanzada
(http://www.bideginduelo.org) que ofrece programas asistenciales, comunitarios y
sociales, así como yoga, charlas, actividades…

Estas asociaciones también están presentes en diversas redes sociales. Un


ejemplo de ello sería, la asociación Bidegin que tiene un perfil en Facebook.

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Bibliografía

Fernández Liria, A., & Rodríguez Vega, B. (2002). Intervenciones sobre problemas
relacionados con el duelo para profesionales de Atención Primaria: El proceso
del duelo. Medifam, 12(3), 100-107.

Gil-Juliá, B., Bellver, A., & Ballester, R. (2008). Duelo: Evaluación, diagnóstico y
tratamiento. Psicooncología, 103-116.

Nomen Martín, L. (2007). El duelo y la muerte: el tratamiento de la pérdida. Madrid:


Pirámide.

Nomen Martín, L. (2008). Tratando el proceso de duelo y de morir. Madrid: Ediciones


Pirámide.

Ortego, M. C., & Alconero, A. R. (2001). El duelo. Enfermería Científica, 46-51, 236-
237.

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