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PRIMERO: Comprenda bien las circunstancias relacionadas con el temor a hablar en público.
1. Nunca aprenda un discurso palabra por palabra. Durante toda nuestra vida hemos hablado espontáneamente. No hemos estado
pensando en las palabras, hemos estado pensando en las ideas. Si nuestras ideas son claras, nuestras palabras surgen natural e
inconscientemente, del mismo modo que respiramos. Si aprendemos nuestra charla palabra por palabra, probablemente la olvidemos
cuando enfrentemos a nuestros oyentes, incluso si no olvidamos nuestra charla, la pronunciaremos de una manera mecánica porque no
surge de nuestro corazón sino de nuestra memoria.
2. Reúna y ordene sus ideas de antemano. Reflexiones sobre su propio tema hasta que llegue a madurar, entonces, registre sus ideas, en
pocas palabras, las necesarias para fijar la idea, en trozos de papel: descubrirá que es más fácil ordenar estos fragmentos cuando vaya a
poner en orden su material.
3. Ensaye su discurso con amigos. Utilice las ideas que ha seleccionado para el discurso en la conversación diaria con sus amigos, con sus
socios. Observe sus reacciones. Preste atención a sus respuestas.
1. Sumérjase en su tema. Después de que haya escogido el tema de su disertación, y lo hay ordenado de acuerdo con un plan, luego de
haber hablado de éste con sus amigos, usted debe convencerse de la importancia de su tema. ¿Cómo? Investigando todos los aspectos de
su tema, apoderándose de su más hondo significado, y buscando en sí mismo el modo más adecuado para que su discurso ayude a sus
oyentes a ser mejores después de que lo hayan escuchado.
2. Aparte su atención de todos los estímulos negativos. Pensar que puede cometer errores o detenerse súbitamente en medio de su
disertación constituyen actitudes negativas que pueden hacerle perder seguridad antes del comienzo.
3. Dese una charla de ánimo. Todo orador pasará por momentos de duda acerca de su tema. Se preguntará si el contenido elegido es el más
adecuado, si será de interés del auditorio. En estas ocasiones, cuando el espíritu negativo se encuentra a punto de derrumbar su
confianza, usted deberá hablarse a sí mismo con entusiasmo, con palabras claras y sinceras. Dígase a sí mismo que es el más apto para
hablar del tema, y que pondrá todo su esfuerzo en expresarlo lo mejor posible.
William James ha escrito: “para sentirnos valerosos, debemos actuar como si lo fuéramos, emplear toda nuestra voluntad para ese fin, y un
sentimiento de valor reemplazará nuestro sentimiento de miedo”.
Para lograr coraje frente a un auditorio, actúe como si ya lo poseyera. Respire profundamente durante 30 segundos antes de comenzar, el
suplemento extra de oxígeno lo ayudará a mantenerse y aumentar su valor. Trate de erguirse lo más que pueda y sostenga la mirada al auditorio,
comience a hablar con la misma seguridad que sentiría si a cada uno le debiera dinero.
1. Los oradores que hablan de lo que la vida les enseñó nunca dejan de atraer la atención de sus oyentes.
2. Busque los temas de su propia experiencia. Recorriendo en su memoria, buscando dentro de sí mismo aquellos momentos más
significativos de su vida. Siempre que sea posible, introduzca en sus charlas ilustraciones y ejemplos correspondientes a sus primeros
años. ¿Cómo inició su actividad profesional? ¿Qué circunstancias determinaron su carrera? Háblenos de sus tropiezos, de sus esperanzas,
de sus triunfos.
3. Si su conocimiento no es mucho mayor que el del auditorio es mejor que no hable.
Existen tres factores en toda disertación, el orador, el discurso y el oyente. El orador debe hacer sentir a sus oyentes que lo que él tiene para
expresar es algo importante para ellos.
El orador eficaz desea con sinceridad que sus oyentes experimente lo mismo que él experimenta, que concuerden con sus puntos de vista.
Una vez seleccionado el tema de su disertación, lo primero que usted debe hacer es determinar la amplitud de éste y ajustarse estrictamente a los
límites marcados. Abarcar un excesivo número de aspectos del tema elegido hace fracasar su exposición, la mente no presta atención continua a
una monótona serie de detalles.
Una vez limitado los aspectos sobre el tema, el próximo paso es hacerse preguntas que darán mayor profundidad a sus conocimientos y lo
capacitarán para exponer. ¿Por qué creo en esto? ¿Cuándo he visto ejemplos en la vida real? ¿Qué es lo que estoy tratando de demostrar? ¿Qué
sucedió exactamente? Prepárese siempre de tal modo que pueda hacer frente a cualquier emergencia.
Puede adquirir capacidad adicional mediante la selección de su tema con anticipación suficiente al día en que tenga que hablar. Su discurso gozará
de la inestimable ventaja de tener a su inconsciente trabajando para usted. Durante este período de incubación es donde surgirán las más
brillantes ideas.
1. Humanice su discurso: el discurso despertaría mayor interés si estuvieran enriquecido con relatos personales. El orador debe tratar de
exponer sólo unos cuantos puntos e ilustrarlos con casos concretos.
2. Personalice su discurso utilizando nombres: Cuando relate anécdotas referidas a otros, utilice sus nombres o use nombres ficticios. El
rótulo identifica e individualiza.
3. Sea especifico, llene su discurso de detalles: cinco interrogantes para comprobar si su discurso está lleno de detalles: ¿Cuándo? ¿Donde?
¿Quien? ¿Que? y ¿por qué? Si usted aplica esta fórmula, sus ejemplos tendrán vida y color. Por supuesto, es peor exponer demasiados
detalles que ninguno. Todos nos hemos aburrido alguna vez escuchando relatos atiborrados de detalles superficiales y carentes de
importancia.
4. Dramatice su discurso mediante el uso del dialogo: dramatizar e imitar, de ser posible, los ejemplos.
5. Visualice, demostrando el tema de su charla: hablar en público es un arte tan visual como auditivo. Uno de los mejores medios para
enriquecer un discurso es incorporar al mismo “demostraciones visuales”.
CUARTO: Use términos familiares y concisos que creen imágenes
En el proceso de atraer y mantener la atención, que es el principal objetivo de todo buen orador, existe una técnica importante, “utilizar palabras
que produzcan imágenes”. Defina y especifique sus observaciones. Dibuje cuadros mentales que se distingan con claridad y precisión
Si un orador cree en algo firmemente y lo expresa con la necesaria convicción, conseguirá adictos a su causa. Hay una clase de temas que le
asegurará el éxito: ¡Sus propias convicciones!
Cuando más logre que el auditorio reviva la escena que describe, o las emociones que sintió, más vívidamente conseguirá expresarse. Cuando
usted hable en público, transmitirá entusiasmo e interés con sus palabras en proporción al grado de entusiasmo que ponga al pronunciarlas. No
reprima sus verdaderos sentimientos, no sepulte su auténtico entusiasmo. Muestre a sus oyentes cuanto anhela hablarles de su tema y logrará una
atención incondicional.
Cuando camine al auditorio para hablar, diríjase con aire decidido. Su actitud puede ser muy fingida, pero le será sumamente beneficiosa y dará al
auditorio la impresión de que usted está ansioso por hablarles. Un momento antes de comenzar respire profundo, mantenga la cabeza en alto, la
barbilla firme. Si se esfuerza en hacer llegar su voz hasta la parte más alejada del salón, el sonido le otorgará seguridad. Una vez que haya
comenzado a expresarse físicamente, se sentirá estimulado por sus propios ademanes.
Una exitosa comunicación con los demás depende de la capacidad del orador para hacer que su discurso sea una parte del público y el público, una
parte del discurso. asegúrese que sus discursos estén siempre preparados pensando en el público específico. He aquí 5 sencillas reglas que
contribuirán para que usted obtenga un gran poder de comunicación con los sentimientos de sus oyentes.
La conexión entre el discurso y los intereses de sus oyentes, es garantía de atención y de que no desaparecerá en ningún momento la comunicación
con el público. Pregúntese de qué manera el conocimiento de su tema ayudará a sus oyentes a resolver sus problemas y alcanzar sus objetivos.
Entonces proceda a demostrarlo y obtendrá su atención.
Los auditorios están compuestos por individuos que reaccionan como individuos. Critique abiertamente a un auditorio y sus miembros se sentirán
ofendidos. Muestre su simpatía por algo digno de elogio que haya realizado esa gente, y obtendrá un lugar en sus corazones. Dígales algo sobre sí
mismos que ellos no puedan imaginar que usted conoce. Sea absolutamente sincero, una declaración falta de sinceridad puede engañar
ocasionalmente a un individuo, pero jamás a todo el auditorio.
Tan pronto como pueda, preferentemente al pronunciar sus primeras palabras, indique alguna relación directa con el grupo al cual se está
dirigiendo. Otro medio de tener líneas de comunicación consiste en utilizar los nombres de las personas que componen el auditorio. Puede
observar el evidente placer que produce en la gente la mención de sus nombres y la cálida corriente de simpatía que obtiene el orador con esta
simple técnica. Una advertencia: si usted va a utilizar nombres desconocidos en su discurso, asegúrese que los conoce con la mayor exactitud,
asegúrese que conoce las razones por las que va a utilizar esos nombres, asegúrese de mencionar a esas personas en forma elogiosa y úselos con
moderación.
Otro método de demostrar al auditorio la más extremada simpatía consiste en utilizar el pronombre “ustedes” en lugar de ellos. De tal manera
conseguirá que el público sienta que comparte el discurso. Hay ocasiones que el pronombre “ustedes” es peligroso, en que puede establecer una
grieta en lugar de un puente entre el orador y el público. Esto sucede cuando puede parecer que hablamos desde una posición superior o estamos
enseñando alguna lección al público. Entonces es mejor decir “nosotros”.
En el momento que usted escoge a algún miembro del público para ayudarlo a demostrar alguno de sus puntos o a dramatizar una idea, será
recompensado por un considerable aumento de la atención. Uno de los métodos consiste en hacer preguntas y recibir respuestas.
Un auditorio advierte rápidamente en qué medida un orador se considera superior en talento o posición social. Verdaderamente, uno de los
mejores medios para que un orador conquiste en aprecio de su auditorio consiste en descender hasta él. La más ligera insinuación de petulancia es
fatal. Por lo contrario, la modestia inspira confianza y buena voluntad.
Adapte el propósito de su discurso al auditorio y a la ocasión. Seleccione uno de los 4 propósitos solo después de que haya analizado al auditorio y
a la oportunidad correspondiente.
Cada propósito requiere de un proceso diferente de organización, cada uno posee sus obstáculos peculiares que deben ser vencidos.
a. Persuadir, obtener una acción: comience su discurso detallando un EJEMPLO, un incidente que ilustre gráficamente la idea fundamental
que usted pretende transmitir. Segundo, en términos específicos, claros y definidos, explíquenos su OBJETIVO, díganos exactamente
como quiere que actúen sus oyentes y, tercero, denos su RAZÓN, es decir, aclare las ventajas o beneficios que obtendrán sus oyentes
cuando hagan lo que usted les solicita.
La fórmula es ideal para discursos breves, pues está basada en cierto grado de expectación. El oyente cae en las redes de su relato, pero
no advierte el objetivo del discurso hasta casi el final de los dos o tres minutos que dura éste. Ello es casi imprescindible para obtener
éxito cuando la demanda se refiere directamente al auditorio. EJ: obtener dinero para una causa. La fórmula mágica puede ser utilizada
también en la redacción de cartas comerciales e instrucción a seguir por empleados y subalternos. Las madres pueden utilizarla para
motivar a sus hijos, y los niños para obtener algo especial de sus padres.
PRIMERO: ofrezca su ejemplo, un incidente de su vida. Ésta es la parte más extensa del discurso. Describirá usted una experiencia que le
haya dejado una lección. Los psicólogos dicen que aprendemos de dos maneras distintas: A – Ley del Ejercicio: una serie de incidentes
similares nos llevan al cambio de nuestra conducta. B – Ley del Efecto: un solo acontecimiento puede producirnos tal impresión que
determine un cambio en nuestra conducta. Por lo tanto, en el paso del ejemplo, deberá revivir una parte de la experiencia de tal manera
que pueda producir en el auditorio el mismo efecto que produjo en usted originalmente. Esto le obliga a aclarar, intensificar y dramatizar
sus experiencias, de tal manera que lleguen a ser objeto de interés y estímulo para sus oyentes.