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Jesús, bajó de la barca y, sintió compasión de ellos

Mc 6,30-44

Jesús había enviado a sus discípulos a que anunciaran a la gente: “vuélvanse a Dios”. Ellos,
cuando terminaron su misión, regresaron con Jesús; “le contaron todo lo que habían hecho y
enseñado (Marcos 6,12-13). Jesús, con ese calor divino y humano, los lleva a solas a descansar
a un lugar tranquilo. Esa es la intención y el deseo de Jesús para con los suyos y cuántas veces
nos lo ha hecho sentir y experimentar; realmente en Jesús hay un verdadero descanso (Mateo
11,28-30). Después de una jornada de trabajo, como de un horario de clases, de trabajo
durante el día o de un día de apostolado, Jesús nos invita a descansar con él.

La gente se enteró dónde iban a desembarcar Jesús y los discípulos y, llegaron antes que ellos.
“Jesús, al bajar de la barca, vio la multitud y sintió compasión de ellos, porque estaban como
ovejas sin pastor”. Jesús les hizo sentir a los discípulos que ellos son importantes para él al
llevarlos a descansar pero, también les dice, con ese gesto de compasión con la gente, que la
misericordia, la compasión y la caridad están primero. Un verdadero encuentro y seguimiento
de Jesús nos desafía a no permitir que se deje para después a los necesitados, a los pobres.

Los discípulos no dejaban de asombrarse al ver cómo la gente buscaba por todos los medios
encontrarse con Jesús, sin importar distancias, tiempo, condiciones…; habían quedado tocados
en su corazón y le buscaban para escuchar su Palabra y para ser curados de sus enfermedades.
Y lo más maravilloso y sorprendente es la prontitud de Jesús ante la necesidad, el dolor, la
pobreza y la enfermedad. Indiferencia y cristianismo nunca serán una buena combinación. La
indiferencia descarta al cristianismo y el cristianismo descarta la indiferencia.

Son multitudes que necesitan de Jesús, lo buscan y son capaces de estar con él “buscando
primero el Reino de Dios y su justicia” y saben que “lo demás se les dará por añadidura”. Los
discípulos se sorprendieron cómo la gente era capaz de dedicarle un buen tiempo para estar
con Jesús. Los discípulos sabían que ellos no eran los únicos que tenían hambre y sed de Dios.

“Se le acercaron a Jesús y le dijeron: ya es tarde, y es un lugar solitario. Despide a esta gente”.
Pero Jesús los involucra directamente metiéndolos de lleno en la realidad: “Denles ustedes de
comer… ¿Cuántos panes tienen ustedes?... les mandó que hicieran sentar a la gente sobre la
hierba”.

Ser cristiano sin acción, es traición. En el Reino de Dios se trabaja con Pasión, sabiendo que la
providencia divina ha de manifestarse siempre; “El poder de Dios multiplica prodigiosamente
los panes y los pescados”; “La pasión por Dios acelera el ritmo de la sangre, nos hace sentir en
nuestro cuerpo el hambre de los pobres, su sed y su agotamiento; participamos de su sudor,
de sus lágrimas y de su sangre” cuando los atendemos.

Que el encuentro, la compañía y el seguimiento de Cristo nos haga ver cada vez mejor y más
claro nuestro compromiso social.

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