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YO CREO

Pequeño Catecismo Católico


Editorial Verbo Divino

5. Padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado

· Jesús dice:
Miren, estamos subiendo a Jerusalén y el Hijo del hombre va a ser entregado a los principales
sacerdotes y a los escribas, que lo condenarán a muerte y lo entregarán a los paganos; se burlarán
de él, le escupirán, lo azotarán y lo matarán, pero a los tres días resucitará.
MARCOS 10,33-34

o Pedro en la predicación de Pentecostés:


Jesús de Nazaret fue el hombre a quien Dios acreditó ante ustedes con los milagros, prodigios y
señales que realizó por medio de él entre ustedes, como bien lo saben. Dios lo entregó conforme
al plan que tenía previsto y determinado, y ustedes, valiéndose de los impíos, lo crucificaron y lo
mataron. HECHOS DE Los APóSTOLEs 2,22-23

5.1 En favor o en contra de Jesús

El credo apostólico no dice nada acerca del tiempo que transcurrió entre el nacimiento de Jesús y
su muerte violenta (en el año 30). El que quiera comprender cómo se llegó a ese final ignominioso,
tiene que acudir al testimonio de los evangelistas. Ellos hablan de los signos, milagros y actos de
poder que Jesús obra, para que la gente se dé cuenta de que el reino de Dios está cerca: Jesús cura
enfermos, pone su mano en leprosos y éstos quedan limpios, libera a posesos del poder del
maligno. Jesús realiza acciones que en Israel se aguardan del Mesías. Habla de una manera nueva
acerca de Dios. Narra parábolas y enseña de tal modo, que hasta las personas sencillas entienden
lo que él les dice acerca del Padre.

Jesús encuentra discípulos que le confían su vida. Pero hay también personas que dudan de él y le
rechazan. Sus adeptos son casi siempre gente modesta, que tiene poca influencia: entre sus
seguidores más íntimos, los apóstoles, no hay ni un solo escriba.

Los dirigentes religiosos, los sumos sacerdotes y los escribas velan para que en Israel no surjan
falsos maestros. Desde un principio observan con desconfianza a Jesús y el movimiento suscitado
por él.

Cuando Jesús cura en sábado la mano de un hombre lisiado, ellos dicen: Jesús no observa los
preceptos dados por Moisés. Es un pecador. No es lícito curar en sábado.

Cuando Jesús libera del maligno a un poseso, ellos dicen: Jesús está poseído; de lo contrario, no
podría dar órdenes a los poderes malignos.

En Naín, cuando Jesús se encuentra con un cortejo fúnebre, no permanece tampoco impasible. No
ve como simple espectador el dolor de una madre que llora. A ninguno de los afligidos les dice
Jesús: Así es la vida, o: Dios lo quiere y tú tienes que soportarlo. Jesús se acerca al féretro e
infunde vida al muerto: allá donde Jesús está, hay consuelo para el dolor y la muerte huye ante la
vida. Esta experiencia se renueva mientras hay madres que lloran y amigos que están de luto.

Unos dicen: Jesús es bueno. Otros: No, sino que engaña a la gente, es un profeta embaucador.

Los fariseos y los escribas quieren tender una trampa a Jesús. Envían espías para que le acechen.
Pero éstos no pueden contar de él nada desfavorable. Puesto que los fariseos y los escribas no son
capaces de creer que Jesús sea el Mesías, se hacen enemigos suyos y deciden entablar un proceso
contra él, acusarle de blasfemia contra Dios y condenarle a muerte.

Cuando el sumo sacerdote pregunta a Jesús: "¿Eres tú el Mesías, el Hijo del Bendito?", Jesús dice:
"Yo soy, y verán al Hijo del hombre sentado a la derecha del Todopoderoso y que viene entre las
nubes del cielo". El sumo sacerdote se desgarra entonces sus vestiduras y dice: "¿Qué necesidad
tenemos ya de testigos? Han oído la blasfemia. ¿Qué les parece?" Todos juzgaron que merecía la
muerte (Mc 14,61-64).

Estar junto a Aquel


que hace hablar a los mudos
que se acerca con cariño a los sordos
y abre sus oídos.
Ser testigo de
cómo los afligidos respiran aliviados
y los encorvados se enderezan.
Ver cómo los extraviados retornan,
cómo se acoge con los brazos abiertos
a los que vuelven,
y cómo encuentran, con gozo,
un lugar en su mesa.

Sumo sacerdote: El sacerdote supremo, el presidente del Consejo (o Sanedrín), el enlace con la
autoridad de ocupación a la que debe su nombramiento para el cargo. Del año 6 al 15 d.C. Anás
desempeñó en Jerusalén el cargo de sumo sacerdote; del 18 al 36 lo desempeñaron cinco hijos
suyos y su yerno Caifás.

Sábado: El séptimo día de la semana es celebrado por los judíos como día de gozo y está dedicado
al culto divino. Con el transcurso del tiempo surgen numerosas prescripciones que determinan lo
que es lícito hacer y lo que está prohibido hacer en sábado, que es el día de descanso.

Fariseos: Significa los "separados". Un partido religioso y político: eran varones piadosos que
defendían la rigurosa observancia de los preceptos de Moisés y vivían con arreglo a ellos.

5.2 La Nueva Alianza

Los Evangelios que narran la Pasión, la muerte y la resurrección de Jesús son los textos más
antiguos y sagrados de la Iglesia. Año tras año la Iglesia celebra en la "Semana Santa" la
conmemoración de aquellos últimos días de Jesús en Jerusalén.
El Domingo de Ramos Jesús llega con sus discípulos a Jerusalén para celebrar la fiesta de la Pascua.
Entra cabalgando sobre un asno; viene como Rey de paz. La gente le acoge con júbilo. Jesús
enseña en el Templo. Judas, uno de los doce apóstoles, se deja sobornar y está dispuesto a
traicionar a Jesús, entregándolo.

El Jueves Santo Jesús celebra con sus discípulos la Cena Pascual. Jesús toma en sus manos pan, lo
parte, se lo da a sus discípulos y dice: "Esto es mi cuerpo, que se entrega por ustedes". Toma luego
un cáliz y lo da a sus discípulos diciendo: "Beban todos de él, porque éste es el cáliz de la alianza
nueva y eterna que se derrama por vosotros y por todos para el perdón de los pecados. Hagan
esto en conmemoración mía".

Jesús da un nuevo sentido a la Pascua de los judíos. Él se da a sí mismo a sus discípulos en el pan y
en el vino. De esta manera establece la Nueva Alianza, que él sella con su propia sangre.

El evangelista San Juan refiere cómo Jesús, después de la última Cena, en vísperas de su muerte,
se inclina ante sus discípulos y les lava los pies. Lo hace así para que, con su ejemplo, ellos
entiendan el orden que debe reinar en la Nueva Alianza: el que es "mayor" debe "hacerse el
pequeño", como Jesús, y ponerse al servicio de los hermanos y hermanas.

Puesto que él se da,


podemos nosotros dar.
Puesto que él comparte,
podemos nosotros compartir.
Puesto que él renuncia a dominar,
podemos nosotros servir.
Puesto que él muere,
podemos nosotros vivir.
Puesto que él sella la Alianza con su sangre,
nosotros nos convertimos en hermanos y hermanas.

Domingo de Ramos: La Iglesia conmemora la solemne entrada triunfal de Jesús en Jerusalén. En


muchas comunidades cristianas se celebran procesiones con ramos y palmas.

Pascua: Era entonces y sigue siendo la fiesta más sagrada de los judíos: en conmemoración de la
primera noche pascual, en la que Dios libró a su pueblo de la servidumbre de Egipto y lo' condujo a
la libertad.

Jueves Santo: Por la mañana el obispo bendice los santos óleos que se utilizan para el Bautismo, la
Confirmación, la Unción de los enfermos y la Ordenación sacerdotal. Las comunidades cristianas
celebran por la tarde la conmemoración de la Cena Pascual. Recibimos el cuerpo y la sangre de
Cristo, la Eucaristía, que nos convierte en hermanas y hermanos y nos obliga a amar con el amor
de Cristo.

5.3 Entregado en manos de los hombres

Después de la Cena, Jesús se dirige al huerto de Getsemaní, que está en el Monte de los Olivos.
Sus discípulos le acompañan. En el huerto Jesús les dice: "Quédense aquí y esperen; yo voy a hacer
oración". Lleva consigo a Pedro, Santiago y Juan. Les dice: "Tengo tristeza mortal. Permanezcan
aquí y oren". Entonces Jesús se va un poco más allá, se postra en tierra y ora: "Padre, si tú quieres,
puedes ahorrarme el sufrimiento y la muerte. Pero no se haga como yo quiero, sino como quieres
tú". Regresa luego junto a sus discípulos y los encuentra dormidos. Los despierta y dice a Pedro:
'¿De modo que no han podido velar conmigo ni siquiera una hora?" Los deja de nuevo para orar a
solas. Y, al regresar, vuelve a encontrarlos dormidos. Se va por tercera vez para orar a solas en
medio de la noche. Después despierta a los discípulos y les dice: "¿Siguen todavía durmiendo? Ha
llegado la hora. Voy a ser entregado en manos de los hombres". Jesús -viendo las cosas
superficialmente- ha fracasado. la gente le rechaza y, con él, rechaza también su mensaje. Pero
Jesús sigue fiel a su misión y a Aquel que le envió. No elude su suerte, no se echa atrás. Arriesga su
vida y acepta la muerte.

No tiene que esperar mucho tiempo. En ese momento, al huerto de Getsemaní llega Judas, uno de
los doce apóstoles, con un tropel de hombres armados. Prenden a Jesús y lo conducen a la casa
del sumo sacerdote para ser interrogado. Cuando los miembros del consejo le preguntan: "¿Eres
tú el Hijo de Dios?", Jesús les responde: "Ustedes lo dicen: Yo soy". A la mañana siguiente llevan a
Jesús ante Poncio Pilato, que era gobernador romano de Judea (lo fue del año 26 al año 36 d.C.).
Acusan a Jesús: 'l Este hombre blasfema contra Dios!" y: 'l Quiere coronarse rey!" Pilato manda
azotar a Jesús. Los soldados trenzan una corona de espinas y se la ponen a Jesús en la cabeza.
Después echan sobre él un manto rojo. Se burlan de él y le golpean. Finalmente, Pilato pronuncia
sobre Jesús la sentencia: es condenado a morir en la cruz.

Jesús va llevando a cuestas la cruz hasta la colina del Gólgota. Al mediodía del Viernes Santo, Jesús
es crucificado entre dos malhechores, que son ejecutados al mismo tiempo que él. A la hora nona
(las tres de la tarde, según nuestro horario) Jesús muere.

Los evangelistas dan testimonio del acontecimiento. Dan testimonio, a la vez, de que en todo ello
se cumple el plan de Dios, se efectúa la redención: Jesús fue entregado en manos de los hombres,
y sin embargo sigue estando en manos de Dios. Jesús padece y muere por nuestra salvación. Con
su muerte comienza de nuevo la vida. En la Pasión y muerte de Cristo se hace patente el amor de
Dios hacia nosotros los hombres: el misterio de la fe.

Los mensajeros de Cristo testifican:

 · Él es nuestro Mediador: él se entregó a sí mismo como rescate por todos (1 Ti m 2,6).

 · Él es el Cordero de Dios: él quita el pecado del mundo (Jn 1,29).

 · Él es el Hijo de Dios: con su muerte nos ha reconciliado con Dios (Rom 5,10).

 · Él es el Siervo de Dios: a todos los que le obedecen, él les proporciona infinita salvación
(Heb 5,9).

 · Él es el Redentor: Dios rompió el documento de la deuda que cargaba sobre nosotros y lo


clavó en la cruz (Col 2,14).

 · Él es el Salvador: por sus heridas fuimos sanados (1 Pe 2,24)


Jesús dice:
Nadie tiene amor más grande que quien da la vida por sus amigos. JUAN 15,13

Consejo (o Sanedrín): La suprema autoridad judía. Está integrado por setenta y un miembros
(ancianos, sacerdotes, escribas) bajo la presidencia del sumo sacerdote.

Viernes Santo: La Iglesia celebra de manera especial este día. Por la tarde o a últimas horas del día
se reúne la comunidad cristiana para conmemorar la Pasión y muerte de su Señor: en la liturgia de
la palabra escuchamos el himno profético del sufrimiento del Siervo, la confesión de fe en Jesús
pronunciada por un maestro cristiano y el testimonio del evangelista San Juan sobre la elevación
de Jesús a la cruz. En las intercesiones de la .oración universal", nosotros los cristianos -en
representación de todos los hombres- oramos a Dios por las grandes necesidades de nuestro
tiempo. Después veneramos la cruz, el signo de la salvación. En la celebración de la sagrada
comunión recibimos el pan de la vida.

5.4 Fue sepultado

José de Arimatea no puede tolerar que el cuerpo de Jesús permanezca colgado de la cruz durante
la noche. Es persona influyente, que -por miedo no había mostrado hasta entonces que era uno de
los discípulos de Jesús.

Ahora se atreve a hacerlo. Va a ver a Pilato y le pide permiso para descolgar de la cruz el cuerpo de
Jesús y darle sepultura. Pilato no rechaza el permiso. José envuelve el cuerpo de Jesús en un
sudario y lo deposita en un sepulcro nuevo excavado en la roca, una tumba digna de un maestro
de Israel. Cierra la entrada de la cueva sepulcral con una gran piedra redonda. Unas cuantas
mujeres, que habían acudido con Jesús a Jerusalén, lo observan todo desde lejos.

Te damos gracias, oh Dios nuestro, y te alabamos


por Jesús, tu Hijo.
Él compartió con nosotros la vida.
Él compartió con nosotros la muerte.
Él compartió con nosotros el sepulcro.
¿De qué íbamos a tener miedo?

6. Descendió a los infiernos (a la región de la muerte). Al tercer día resucitó de entre los muertos

Dios creó al ser humano -a Adán y Eva- a su imagen: los creó como hombre y mujer. Los bendice.
Los ama: a ellos y a todos sus hijos y a los hijos de sus hijos, a quienes Él confía el cuidado de la
Tierra. Su amor no sólo abarca a quienes le son fieles, guardan sus mandamientos, le aman, sino
también a los muchos que jamás han oído hablar de él y que, por tanto, no pueden buscarle ni
encontrarle y que tampoco saben cómo vivir según el agrado de Dios. Dios quiere compartir su
vida con todos.

Transcurre el tiempo. Los seres humanos mueren. Mueren los que viven sin Dios o contra Dios,
pero también los otros, los que le aman en la medida de sus fuerzas: Adán y Eva, Abrahán y
Moisés, Sara, Rebeca y Miriam, David y Salomón, Elías y Amós, Zacarías e ¡sabe¡, Simeón y Ana,
Juan el Bautista y las numerosas personas modestas cuyo nombre y amor nadie conoce, sino
únicamente Dios.

¿Esperaron en vano? ¿Olvida Dios la fidelidad de esas personas? Creemos con fe que Jesús no sólo
llevó la buena nueva (el evangelio) a los vivos. Creemos con fe que él "descendió a los infiernos",
es decir, a la región de la muerte. Y que también allí proclamó: El tiempo se ha cumplido. Ahora
comienza el reino de Dios. Están ustedes redimidos. Dios es clemente con todos los que le aman.
Esto quiere decir: la muerte ha perdido su poder. No es capaz de retener a las personas que aman
a Dios. Jesucristo, el Señor, murió por todos. Todos forman parte de la comunidad de los vivientes,
establecida por él.

¡Oh Padre bondadoso!,


celebramos el memorial de nuestra redención, recordamos la muerte de Cristo y su descenso al
lugar de los muertos, proclamamos su resurrección y ascensión a tu derecha, y, mientras
esperamos su venida gloriosa, te ofrecemos su Cuerpo y Sangre, sacrificio agradable a ti
y salvación para todo el mundo.
DE LA CUARTA PLEGARIA EUCARÍSTICA

Región de la muerte: Infiernos, mundo subterráneo, la región donde es poderosa la muerte. En las
historias bíblicas se nos transmite "la Palabra de Dios en palabras humanas". Esto quiere decir: las
personas que nos dan testimonio de las experiencias que han tenido de Dios, utilizan para ello las
concepciones y las imágenes de su época. Piensan que la tierra es un disco. Encima de ella
("arriba') está la bóveda del cielo, el 'ámbito" en el que Dios es el Señor de los vivientes. Debajo de
ella está el mundo subterráneo (seol), la 'región" donde la muerte reina sobre los muertos. Por eso
hablan de que: Jesús "descendió' a la región de la muerte.

6.1 Jesús vive

El Hijo de Dios nació como hombre. Y como hombre murió en la cruz. Su cadáver fue depositado
en la tumba. De ello hay testigos. No sólo los hombres y las mujeres que vinieron con él a
Jerusalén. También los acusadores, los verdugos, Poncio Pilato y los soldados romanos...

Los cuatro evangelistas refieren que unas mujeres, a primera hora de la mañana del día de Pascua,
acuden con ungüentos a la tumba de Jesús. Cuando llegan al sepulcro, ven que alguien ha retirado
la gran piedra redonda que cerraba la entrada. Las mujeres entran en el sepulcro y ven sentado al
lado derecho a un hombre con vestiduras blancas. Se asustan. Pero el ángel les dice: "¿Buscan a
Jesús de Nazaret, el crucificado? ¡Ha resucitado! ¡No está aquí! Miren el lugar donde le pusieron.
Vayan, pues, a decir a sus discípulos y especialmente a Pedro: Él va camino de Galilea" (Mc 16,1-
7)... Juan refiere que María Magdalena, en la mañana del día de Pascua, encuentra al Resucitado.
Ella está llorando junto al sepulcro vacío. Entonces ve a Jesús, pero no le reconoce. Tan sólo
cuando Jesús la llama por su nombre: "¡María!", se le abren los ojos. Ella le dice en hebreo:
"Rabboni", que quiere decir: "Maestro". El Resucitado le da el siguiente encargo: "Ve y di a mis
hermanos que voy a mi Padre, que es el Padre de ustedes; a mi Dios, que es también su Dios".
María Magdalena se va corriendo a donde están los discípulos y les anuncia: "¡He visto al Señor!"
(extractado de Jn 20,11-18).

Los discípulos dicen: Jesús no está muerto. Vive. Se nos ha aparecido. Nosotros lo hemos visto. No
ha terminado nuestra historia con Él, ni su historia con nosotros. Los hombres y mujeres que
proclaman este increíble mensaje son testigos del mismo. En su Carta primera a los Corintios,
Pablo los va enumerando (1 Cor 15,5-8): en primer lugar, Pedro, la roca, sobre quien Jesús edifica
su Iglesia. Luego los Doce, a quienes eligió como apóstoles. Después quinientos hermanos, de los
cuales -como escribe San Pablo- tan sólo algunos han muerto. Luego Jesús se aparece a Santiago,
que dirige la comunidad cristiana de Jerusalén. Finalmente se aparece también a Pablo, que se
hallaba camino de Damasco, donde quería perseguir a los cristianos. A partir de este encuentro,
Pablo, el apasionado perseguidor de los cristianos, es un predicador -igualmente apasionado- de
Cristo.

Para todos estos testigos el sepulcro vacío fue una señal importante. El encuentro con el
Resucitado se convirtió para ellos en su vocación: tienen que transmitir a otros lo que han visto. Su
fe es tan firme y segura, que están dispuestos a morir por ella. En la fe de esos discípulos se
fundamenta la nuestra.

Lo que sucedió entre el Viernes Santo y la mañana de Pascua es el misterio de Dios, al que nos
referimos con aquellas palabras: "Resucitó de entre los muertos". 0: "Dios lo ha resucitado".

Los hombres y mujeres con quienes se encuentra el Resucitado le conocen por su vida terrena: Es
él, y, sin embargo, él es ahora muy distinto. Se asustan cuando Jesús entra pasando a través de las
puertas que estaban cerradas. El corazón de ellos se encuentra lleno de alegría. Jesús les encarga:
Vayan a las personas, hasta los últimos confines de la tierra. Llévenles la buena nueva (el
evangelio). Perdonen a la gente sus pecados. Hagan que todos sean mis discípulos. Y estén
seguros: No los dejaré solos.

Señor, Dios nuestro, te alabamos:


En esta noche de todas las noches
Haz que irradie tu luz:
En un sepulcro vacío
tú nos infundes esperanza.

Jesús, nuestro hermano, te alabamos:


En esta noche de todas las noches quítanos el miedo a la vida y a la muerte:
La confianza es posible.

¡Oh Dios, Espíritu Santo, te alabamos: En esta noche de todas las noches haznos sentir,
que la muerte no es la medida del ser del hombre, sino que lo es el amor.
6.2 Nosotros viviremos

La resurrección de Jesucristo es el núcleo y el corazón de nuestra fe. La celebración de la Noche de


Pascua (de la "Vigilia Pascual") es la solemnidad más santa del año litúrgico. Y cada domingo es
recuerdo y alabanza de Dios, que resucitó de la muerte a su Hijo: la Pascua. En una de las primeras
comunidades cristianas había personas que dudaban de la resurrección del Señor. El apóstol San
Pablo les escribe: "Si Cristo no ha resucitado, tanto mi anuncio como la fe de ustedes no tienen
sentido... Y siguen aún sumidos en sus pecados. Y por supuesto también han perecido los que han
muerto unidos a Cristo. Si nuestra esperanza en Cristo no va más allá de esta vida, somos los más
miserables de todos los hombres" (véase 1 Cor 15,14-19).

· Creemos en que Jesús, nuestro Señor, vive. En que él ha de compartir su vida con quien confía en
él.
· Creemos en que el Resucitado es razón para que todos tengan esperanza: al final de nuestra vida
no nos aguarda la nada, sino la plenitud de Dios; no la oscuridad, sino la luz.
· Creemos en que Jesús ha iniciado la transformación y la redención del mundo.
· Creemos en que el Espíritu Santo de Jesús vive y actúa en nuestra Tierra.
· Creemos en que Jesucristo vendrá de nuevo en el Día de Dios. En que él liberará a los hombres y
a todas las criaturas del sufrimiento y de todo mal que pesa sobre ellas, las consumará y les dará
vida eterna.

Oramos así:
No me abandonarás en el mundo de las profundidades,
ni dejarás a tu fiel experimentar la corrupción.
Me enseñarás la senda de la vida,
me llenarás de alegría en tu presencia, de felicidad eterna a tu derecha.
SALMO 16,10-11

EL CREDO APOSTOLICO
El credo apostólico se llama de esta manera porque quiere resumir la
esencia de lo que los apóstoles transmitieron al mundo. Es lo más
importante y el resumen de lo que emana del evangelio y las cartas de la
Sagrada Biblia. No encontrarás el texto de forma literal entre sus páginas,
pero vienen a ser el 'himno' de la fe católica. Eso en lo que creemos.

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