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Primera hora - S

​ HARON OLDS  

Esa hora, fui más yo misma que nunca. Me había sacado  

a mi madre lentamente de encima, estaba acostada ahí  

respirando por primera vez, como si  

el aire del cuarto me estuviera soplando  

como a una burbuja. Todo lo que tenía que hacer  

era salir por la línea de mi mirada y volver,  

salir y volver, en la seda de la gravedad, la  

presión del aire una caricia, oliendo en mí  

la sangre cremosa de ella. El aire  

me tocaba suavemente la piel y la lengua,  

entraba en mí y sacaba los pequeños  

suspiros que yo no sabía que eran míos.  

No tenía miedo. Estaba acostada en la quietud  

y miraba, y me dedicaba al pensamiento sin palabras,  

mi mente recibía su oxígeno  

directamente, la rica mezcla por boca.  

No odiaba a nadie. Miraba y miraba,  

y todo era interesante, yo era  

libre, todavía no enamorada, no  

pertenecía a nadie, no había bebido  

leche, todavía – nadie tenía  

mi corazón. No era muy humana. No  

sabía que existía alguien más. Estaba acostada  

como un dios, por una hora, después vinieron a buscarme,  

Crehana ​| El arte de la escritura con Majo Moirón 


y me llevaron con mi madre.  

LAS VÍCTIMAS ​- S
​ HARON OLDS  

Cuando mi madre se divorció de vos nos alegramos. Aguantó y 

aguantó, en silencio, todos esos años y entonces  

te echó, de repente, y sus 

hijos lo aplaudieron. Luego te despidieron, y 

nos reímos pícaramente, igual que la gente se sonreía cuando 

el helicóptero de Nixon despegó de la Pradera 

Sur por última vez. Sentimos un cosquilleo 

al pensar cómo te quitarían la oficina, 

también a tus secretarias, 

tus almuerzos con tres whiskys dobles, 

los lápices, tus resmas de papel. ¿Recobrarían 

también los trajes, aquellos esqueletos 

oscuros colgando en tu armario, y las puntas 

negras de tus zapatos con sus anchas hebillas? 

Ella nos había enseñado a aceptarlo, a odiarte y aceptarlo 

hasta que removimos su conciencia para 

aniquilarte, padre. Ahora me 

cruzo con vagabundos en las puertas, cuerpos 

como babosas blancas que resplandecen a través de los jirones de 

sus trajes de légamo compacto, las aletas 

Crehana ​| El arte de la escritura con Majo Moirón 


inmundas de sus manos, el fuego sumergido 

de sus ojos, barcos hundidos con sus 

faroles encendidos, y me pregunto quién les aguantó y 

aguantó en silencio hasta que lo habían 

cedido todo y nada les 

quedó ya sino esto. 

Crehana ​| El arte de la escritura con Majo Moirón 

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