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Algunas precisiones
conceptuales para pensar la ideología de la normalidad y la producción
social de discapacidad.
Esteban Kipen
Indiana Vallejos
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CANGUILHEM (1972) realiza un extenso desarrollo en el que recorre el pasaje del concepto de
normalidad vital al de normalidad social.
discapacidad– no puede pensarse sino en términos de ideología, y en este
sentido hablamos de ideología de la normalidad.
Este trabajo ideológico borra las huellas de los procesos históricos concretos
de producción de la normalidad y en consecuencia de producción de la
discapacidad como uno de los modos en que este sujeto, esta situación, este
cuerpo no se ajusta a la norma.
Ello nos remite a rastrear qué condiciones han hecho posible la emergencia y
la consolidación de la ideología de la normalidad con la potencia hegemónica
que ha adquirido, lo que requiere despejar y tensionar los conceptos de
“ideología” y “normalidad”.
Al respecto, Saúl Karsz nos dice que “el concepto de ideología indica la
orientación de los valores, su vector, ofrece un principio para explicar por qué
algunos de ellos se hacen hegemónicos y otros subordinados. El concepto de
ideología recuerda que toda normalidad es una construcción histórica
dependiente de ciertas relaciones de fuerza, de ciertas alianzas: normalidad y
anormalidad son relativas, rectificables, perecederas. (KARSZ. 2004: 210).
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ORGANIZACIÓN MUNDIAL DE LA SALUD. Clasificación Internacional de Funcionamiento.
CIF. Versión Oficial en Lengua Española realizada por la Red de Habla Hispana en Discapacidad. OMS.
2001. Ginebra.
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Si bien Judith Butler escribe acerca de la sexualidad, es posible hacer analogías entre su
planteo acerca de la normatividad del sexo y su poder performativo de la materialidad de los cuerpos y la
normatividad del déficit y un poder performativo similar.
sino en relación al hecho que es más íntimo y a la vez más público, aún antes
del nacimiento, en relación a ciertas formas de organización social,
atravesadas por relaciones de fuerza” (MURILLO. 1997:88)
Ahora bien, ¿Cómo se produce el tránsito de la producción social de la
anormalidad a la producción social de la discapacidad?
Según venimos sosteniendo la categoría de normalidad opera como
demarcatoria, aparece dividiendo el mundo en dos: separa lo normal –sujetos,
reglas, instituciones, formas– de lo todo aquello anormal.
El discapacitado, como habitante del lado anormal del mundo, presenta
ciertas especificidades. Aparece como aquel al que le falta algo en su
naturaleza corporal o funcional, no tiene lo que hay que tener: no tiene ni el
cuerpo, ni la inteligencia, ni los sentidos necesarios para ser normal.
Esta falta se muestra en expresiones utilizadas frecuentemente para
denominar a los discapacitados: “no le llega el agua al tanque”, “le falta un
jugador”, “no tiene todos los patitos en fila”, “no ensilla con todas las caronas”,
“le falta un golpe de horno”, “es no vidente”, “tiene movilidad reducida o
necesidades especiales”.
Como la falta es atribuida a la naturaleza, el sujeto está eximido de
responsabilidad por su inadapatación a las normas, pero simultáneamente le es
impuesta la responsabilidad de someterse a todo intento de normalización o
casi normalización. Esta eximición de su responsabilidad implica que la sanción
social de su infracción no es punitiva sino correctiva, bajo parámetros
medicalizados.
Se produce un movimiento a la esfera de control medicalizado, que da origen
a la industria de rehabilitación. Claro ejemplo de que lo que en un primer
momento resulta una exclusión de las relaciones productivas (como trabajador
o propietario) reingresa luego como mercancía, como razón de ser de
industrias, instituciones, profesiones, manuales, que obtendrán no solo
ganancia económica sino rédito moral. Así la discapacidad es una
anormalidad, que a partir de ser diagnosticada, a partir de la constatación
profesional de una falta respecto del parámetro de una normalidad única, es
decir: a partir de ser producida, presenta una serie de características:
No se corrige, pero el discapacitado debe intentar la corrección.
No se cura, pero la cura es la orientación de las intervenciones
profesionales y del sentido común.
No se castiga punitivamente, pero somete a dominación extrema,
que incluye la expropiación del cuerpo y la sospecha de
inhumanidad.
No puede ser normalizada ni responder al mandato de normalizarse
a sí misma.
Esa resistencia a la vez que sostiene la industria de rehabilitación, denuncia
lo que la ideología de la normalidad oculta: la radical diferencia como
constitutiva de lo humano, las relaciones de desigualdad entre quienes
adquirieron el poder de imponer ciertas normas y quienes son
prescriptos/proscriptos por las mismas, la irrupción de la singularidad a pesar
del proyecto eugenésico y racionalizador.
Esta perspectiva probablemente nos interpele, nos moleste, nos haga ruido,
nos incomode. Esa es la apuesta, instalar una incomodidad que nos lleve
buscar las razones, ideológicamente veladas, de la invención de la
discapacidad como dispositivo de control de los cuerpos.
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