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¿Y si no estuviera dada en la naturaleza?

Algunas precisiones
conceptuales para pensar la ideología de la normalidad y la producción
social de discapacidad.

Esteban Kipen
Indiana Vallejos

La discapacidad es tradicionalmente considerada como un problema que


afecta a individuos, un problema derivado de las condiciones de salud
individuales y de deficiencia de algunos sujetos cuyos cuerpos se apartan de
los cánones de la normalidad y que, por ende, se transforman en objeto de
estudio e intervención de la medicina y la pedagogía –con un fin correctivo–
cuyos agentes intervienen para normalizar.
En esta perspectiva, anclada en los desarrollos funcionalistas, la
discapacidad es pensada en términos de tragedia personal o de desviación
social.
Como tragedia personal, se funda en la existencia de un déficit que “enluta” la
vida del sujeto y su familia. El discapacitado está determinado a desempeñar
el rol de enfermo –aunque como enfermo atípico, ya que se parte de suponer
que la cronicidad de la deficiencia– y éste, por definición, no es un estado
deseable, por lo que se espera que busque ayuda profesional para recuperar
su condición anterior (o adquirir un estado de salud que nunca tuvo, en el caso
de quien nació discapacitado). Los sujetos enfermos/discapacitados son
socialmente “eximidos” de responsabilidades y derechos a la vez que privados
de expectativas, más allá de su recuperación. Este concepto está fundado en
el supuesto de que “la enfermedad y las dolencias obstaculizan las
capacidades tanto fisiológicas como psicológicas” (OLIVER. 1998: 36). Los
sujetos no son considerados responsables de su condición, pero sí de hacer
todo lo posible por recuperar la salud en orden a funcionar lo más normalmente
posible y a “acomodarse” subjetivamente a su condición de discapacitado. De
ninguna manera, esa acomodación supone la modificación de las relaciones
sociales que originan ese significado trágico ni de las prácticas que de ello se
derivan.
En esta concepción el discapacitado tiene suprimidos sus derechos y
multiplicadas las obligaciones; debe someterse a tratamiento de rehabilitación,
bajo la órbita y el poder de los profesionales pertinentes.
Conceptualizar la discapacidad como desviación social asigna una identidad y
condición social devaluadas, que se convierte en una faceta central de la
existencia (un estigma que invade al discapacitado, en una operación de
reducción metonímica) y afecta la estructura psíquica del sujeto.
Se cuestiona que la discapacidad y los problemas que ella implica para los
sujetos que la portan sean consecuencia directa de la deficiencia y/o de las
condiciones de salud; sino que se originan en la prevalencia de una visión
negativa y desprestigiada de la discapacidad, y en la atribución, como única
responsabilidad social del discapacitado, de asumir las obligaciones derivadas
de su rol de enfermo. El discapacitado es condenado a una especie de
ciudadanía devaluada, considerado como un menor de edad permanente que,
en el caso de tener derechos, tiene suspendido su ejercicio o requiere de la
tutela de otros para ejercerlos.
Desde otra vertiente teórica, en los últimos años ha tomado fuerza el discurso
de la diversidad (en particular en el ámbito educativo). Un discurso que se
nutre en las raíces multiculturalistas y que plantea explícitamente que la
variedad enriquece al conjunto y la necesidad de respetar y tolerar la
diversidad, a la vez que esconde que sólo considera diversos a aquellos que se
apartan de los límites de la normalidad. En este planteo, los discapacitados
como las minorías étnicas son señalados como los diversos (sin que el
significados se aleje mucho de los significados anteriores de la tragedia y la
desviación de los diferentes, con relación a una identidad normal)
De algún modo, y en palabras de Zizëk (S/D), “el respeto multiculturalista por
la especificidad del Otro es precisamente la forma de reafirmar la propia
superioridad”.
Otros autores, inscriptos en lo que se ha dado en llamar concepción socio-
política de la discapacidad, proponen una perspectiva de comprensión de la
discapacidad que la distingue completamente de la deficiencia y la enfermedad,
considerándola una producción socio cultural.
Para ellos, los problemas que acarrea la discapacidad son producciones
sociales originadas en las relaciones de desigualdad social; y en este sentido,
la noción de adaptación como transformación, hace referencia a la sociedad y
no a los individuos. La apropiación desigual de los bienes materiales y
simbólicos propia del de la organización social capitalista, genera
manifestaciones distintas de la discapacidad ante la presencia de
características individuales similares. El acceso a la tecnología que permite
mejorar la accesibilidad del entorno, a los servicios de salud, educación,
rehabilitación y el ejercicio de los derechos civiles y políticos resultan,
prácticamente, imposibles para los discapacitados empobrecidos.
Los autores inscriptos en esta corriente plantean que “las personas con
insuficiencias son consideradas ‘desventuradas’ porque se las piensa como
incapaces de ‘disfrutar’ de los beneficios materiales y sociales de la sociedad
moderna. Dado el carácter prioritario del trabajo en la cultura occidental, esas
personas son consideradas ‘inútiles’ ya que no son capaces de contribuir al
‘bien económico de la comunidad’. De este modo se las clasifica de grupo
minoritario en condiciones parecidas a las de otros oprimidos, como los negros
o los homosexuales, porque al igual que a ellos se los considera anormales y
diferentes.” (HUNT, en BARNES: 62)
Otros autores incorporan la dimensión cultural en la producción de la
discapacidad, establecen que trasciende la discriminación material e incluyen el
prejuicio implícito en la representación del fenómeno, en el lenguaje y en la
socialización. Prejuicio que objetiva a los discapacitados como ‘Otros’ a partir
de la evidencia de las limitaciones de su cuerpo.
En síntesis, desde esta perspectiva, la discapacidad no es un fenómeno
biológico sino una retórica cultural. Por lo tanto, no puede ser pensada como
un problema de los discapacitados, de sus familias o de los expertos. Es una
idea cuyo significado está íntimamente relacionado con el de la normalidad y
con los procesos históricos, culturales, sociales y económicos que regulan y
controlan el modo a través del cual son pensados e inventados los cuerpos, las
mentes, el lenguaje, la sexualidad de los sujetos (SKLIAR. 2002)
Entendemos a “la discapacidad como una producción social, inscripta en los
modos de producción y reproducción de una sociedad. Ello supone la ruptura
con la idea de déficit, su pretendida causalidad biológica y consiguiente
carácter natural, a la vez que posibilita entender que su significado es fruto de
una disputa o de un consenso, que se trata de una invención, de una ficción y
no de algo dado.
Es, también, una categoría dentro de un sistema de clasificación y producción
de sujetos.
El parámetro de una normalidad única para dicha clasificación es inventado
en el marco de relaciones de asimetría y desigualdad entre quienes ejercen el
poder de clasificar y quienes son clasificados, entre un nosotros y un otros.
Esas relaciones asimétricas producen tanto exclusión como inclusión
excluyente”. (VALLEJOS, KIPEN Y OTROS: 2005)
Ahora bien ¿qué significa plantear que la discapacidad es una producción
social?
Esta posición supone discutir que la discapacidad esté dada en el cuerpo,
que sea natural y evidente, que no pueda dejar de reconocerse a simple vista,
por el sólo hecho de “estar ahí”, porque a ese cuerpo le falta un brazo, es
ciego, usa silla de ruedas o tiene Síndrome de Down.
Siguiendo el planteo de Butler, pensamos al cuerpo como algo construido, lo
que sugiere que los cuerpos deficientes – anormales solo viven dentro de las
limitaciones productivas de ciertos esquemas reguladores en alto grado
generalizados (Butler: 2002:26).
Ahora bien, ¿cómo es que la discapacidad ha adquirido esa condición de
natural y evidente?
Para iniciar la búsqueda de respuestas a este interrogantes, propongo pensar
que la normalidad social1 –que está en la base de la producción de

1
CANGUILHEM (1972) realiza un extenso desarrollo en el que recorre el pasaje del concepto de
normalidad vital al de normalidad social.
discapacidad– no puede pensarse sino en términos de ideología, y en este
sentido hablamos de ideología de la normalidad.
Este trabajo ideológico borra las huellas de los procesos históricos concretos
de producción de la normalidad y en consecuencia de producción de la
discapacidad como uno de los modos en que este sujeto, esta situación, este
cuerpo no se ajusta a la norma.
Ello nos remite a rastrear qué condiciones han hecho posible la emergencia y
la consolidación de la ideología de la normalidad con la potencia hegemónica
que ha adquirido, lo que requiere despejar y tensionar los conceptos de
“ideología” y “normalidad”.
Al respecto, Saúl Karsz nos dice que “el concepto de ideología indica la
orientación de los valores, su vector, ofrece un principio para explicar por qué
algunos de ellos se hacen hegemónicos y otros subordinados. El concepto de
ideología recuerda que toda normalidad es una construcción histórica
dependiente de ciertas relaciones de fuerza, de ciertas alianzas: normalidad y
anormalidad son relativas, rectificables, perecederas. (KARSZ. 2004: 210).

Algunas tensiones entre naturaleza e ideología de la normalidad.

A esta altura, se torna imprescindible tensionar el desarrollo anterior con la


producción de discapacidad, buscando dar cuenta de nuestra hipótesis que
propone que la producción social de la discapacidad es posible en tanto existe
una ideología de la normalidad.
Algunas de las producciones teóricas inscriptas en lo que se ha dado en
llamar “modelo social de la discapacidad” coinciden en hablar de la
discapacidad como construcción social, y remiten a la idea del “entorno
discapacitante de aquellos que son portadores de una deficiencia”, enfatizando
las consecuencias “desventajantes” de los modos de organización social y
reivindicando la equiparación de oportunidades como política.
Entre estas producciones es posible inscribir incluso las de la Organización
Mundial de la Salud (OMS) con su planteo de las “limitaciones a la actividad y
la participación” incluidas en la Clasificación Internacional de Funcionamiento2.
Más allá del reconocimiento de la influencia del entorno en la vida de los
discapacitados, estos desarrollos enfatizan la causalidad individual de la
deficiencia física y psíquica, a partir de los desarrollos científicos y técnicos
para su corrección; olvidando las condiciones sociales de constitución de dicho
campo de intervención y reflexión.
Es decir: más o menos radicalmente, cuestionan las relaciones sociales y las
consecuencias que estas originan a los sujetos que tienen algunas
características que se conceptualizan como déficit; pero dejan incuestionada
esa valoración de “atributos deficitarios”. El déficit mantiene su condición de
esencia del sujeto: situado en el plano de lo biológico, la base material de la
discapacidad y se instala como “realidad objetiva”.
En este sentido, si bien podrían evitarse las consecuencias discapacitantes
de la deficiencia, ésta es un dato evidente de la naturaleza del individuo,
inscripta en su cuerpo.
Nuestra ruptura (ya planteada en páginas anteriores) reside en problematizar
la noción de deficiencia, de déficit y cuerpo deficitario, que se vienen situando
en el origen mismo de la discapacidad como su causa última.
Butler3 aporta a reconceptualizar el déficit, planteando que éste no es una
‘realidad’ simple o una condición estática del cuerpo sino un proceso mediante
el cual las normas reguladoras materializan el déficit, la deficiencia, la
anormalidad y logran tal materialización a partir de la reiteración forzada de
esas normas.
Al respecto, y desde la perspectiva de Foucault, “decimos que los sujetos son
fabricados, constituidos, y ello no se produce a partir de una esencia pre-dada,

2
ORGANIZACIÓN MUNDIAL DE LA SALUD. Clasificación Internacional de Funcionamiento.
CIF. Versión Oficial en Lengua Española realizada por la Red de Habla Hispana en Discapacidad. OMS.
2001. Ginebra.
3
Si bien Judith Butler escribe acerca de la sexualidad, es posible hacer analogías entre su
planteo acerca de la normatividad del sexo y su poder performativo de la materialidad de los cuerpos y la
normatividad del déficit y un poder performativo similar.
sino en relación al hecho que es más íntimo y a la vez más público, aún antes
del nacimiento, en relación a ciertas formas de organización social,
atravesadas por relaciones de fuerza” (MURILLO. 1997:88)
Ahora bien, ¿Cómo se produce el tránsito de la producción social de la
anormalidad a la producción social de la discapacidad?
Según venimos sosteniendo la categoría de normalidad opera como
demarcatoria, aparece dividiendo el mundo en dos: separa lo normal –sujetos,
reglas, instituciones, formas– de lo todo aquello anormal.
El discapacitado, como habitante del lado anormal del mundo, presenta
ciertas especificidades. Aparece como aquel al que le falta algo en su
naturaleza corporal o funcional, no tiene lo que hay que tener: no tiene ni el
cuerpo, ni la inteligencia, ni los sentidos necesarios para ser normal.
Esta falta se muestra en expresiones utilizadas frecuentemente para
denominar a los discapacitados: “no le llega el agua al tanque”, “le falta un
jugador”, “no tiene todos los patitos en fila”, “no ensilla con todas las caronas”,
“le falta un golpe de horno”, “es no vidente”, “tiene movilidad reducida o
necesidades especiales”.
Como la falta es atribuida a la naturaleza, el sujeto está eximido de
responsabilidad por su inadapatación a las normas, pero simultáneamente le es
impuesta la responsabilidad de someterse a todo intento de normalización o
casi normalización. Esta eximición de su responsabilidad implica que la sanción
social de su infracción no es punitiva sino correctiva, bajo parámetros
medicalizados.
Se produce un movimiento a la esfera de control medicalizado, que da origen
a la industria de rehabilitación. Claro ejemplo de que lo que en un primer
momento resulta una exclusión de las relaciones productivas (como trabajador
o propietario) reingresa luego como mercancía, como razón de ser de
industrias, instituciones, profesiones, manuales, que obtendrán no solo
ganancia económica sino rédito moral. Así la discapacidad es una
anormalidad, que a partir de ser diagnosticada, a partir de la constatación
profesional de una falta respecto del parámetro de una normalidad única, es
decir: a partir de ser producida, presenta una serie de características:
 No se corrige, pero el discapacitado debe intentar la corrección.
 No se cura, pero la cura es la orientación de las intervenciones
profesionales y del sentido común.
 No se castiga punitivamente, pero somete a dominación extrema,
que incluye la expropiación del cuerpo y la sospecha de
inhumanidad.
 No puede ser normalizada ni responder al mandato de normalizarse
a sí misma.
Esa resistencia a la vez que sostiene la industria de rehabilitación, denuncia
lo que la ideología de la normalidad oculta: la radical diferencia como
constitutiva de lo humano, las relaciones de desigualdad entre quienes
adquirieron el poder de imponer ciertas normas y quienes son
prescriptos/proscriptos por las mismas, la irrupción de la singularidad a pesar
del proyecto eugenésico y racionalizador.
Esta perspectiva probablemente nos interpele, nos moleste, nos haga ruido,
nos incomode. Esa es la apuesta, instalar una incomodidad que nos lleve
buscar las razones, ideológicamente veladas, de la invención de la
discapacidad como dispositivo de control de los cuerpos.

Bibliografía
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discapacitadas en la sociedad occidental. En: Barton, Len (comp.) Discapacidad y Sociedad.
Madrid, Morata, 1998.
BARTON, LEN (comp.). Discapacidad y sociedad. Madrid, Morata, 1998.
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CANGUILHEM, Georges. 1972. Lo normal y lo patológico. Buenos Aires. Siglo XXI.
FOUCAULT, MICHEL. 1979. Microfísica del poder. Madrid. La Eiqueta
1991. Saber y Verdad. Madrid. La Piqueta.
1996. La vida de los hombres infames. Buenos Aires, Caronte.
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KARSZ, SAUL. 2004. La exclusión. Bordeando sus fronteras. Barcelona. GEDISA.
LE BLANC, GUILLAUME. 2004. Canguilhem y las normas. Buenos Aires. Nueva Visión.
ORGANIZACIÓN MUNDIAL DE LA SALUD. 2001. Clasificación Internacional de
Funcionamiento. CIF. Versión Oficial en Lengua Española realizada por la Red de Habla
Hispana en Discapacidad. Ginebra. OMS.
SKLIAR, CARLOS. ¿Y si el otro no estuviera ahí? Notas para una pedagogía (improbable) de
la diferencia. Buenos Aires, Miño y Dávila, 2002.
Vallejos, Kipen y Otros. “Programa de Extensión ‘La producción social de la discapacidad’”.
Facultad de Trabajo Social – UNER. Inédito. Paraná, 2005.
ZIZEK, SLAVOJ. 2004. Ideología. Un mapa de la cuestión. Buenos Aires. Fondo de Cultura
Económica.
ZIZËK, SLAVOJ. El multiculturalismo. Publicado en la lista de correos
[pensarlosocial@yahoo.com.ar el día 11 de junio de 2006]

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