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Del libro de Elia Roca: "Cómo mejorar tus habilidades sociales". Ver: http://www.cop.

es/colegiados/PV00520/

LA AUTOESTIMA (AE)
El significado de la palabra autoestima difiere de unos autores a otros. Para algunos es sinónimo de
autoevaluación positiva, lo que incluye también la evaluación distorsionadamente positiva (que no
reconoce fallos o déficits) e incluso la autoevaluación grandiosa, típica de personas narcisistas o
maníacas. Por ello, afirman que el exceso de autoestima es contraproducente.

Algunos, como Ellis, llegan a considerar que la autoestima siempre es peligrosa y contraproducente
y proponen sustituirla por la autoaceptación.

Pero la mayoría de autores defiende un concepto de autoestima similar que rechaza cualquier
autoevaluación distorsionadamente positiva y que incluye la autoaceptación como un ingrediente
primordial de la autoestima.

Podemos definir la AE como una actitud positiva hacia uno mismo 1 consistente en conducirnos (es
decir, habituarnos a pensar, sentir y actuar) de la forma más sana feliz y autosatisfactoria que
buenamente podamos, teniendo en cuenta el momento presente y también el futuro.

Incluye:

Hedonismo a corto y largo plazo; es decir, buscar la felicidad y hacer lo que nos apetece,
siempre que ello no nos impida conseguir una satisfacción mayor, a medio o largo plazo.

Se trata de buscar activamente nuestra felicidad y bienestar; pero siendo capaces de demorar
ciertas gratificaciones para conseguir otras mayores a más largo plazo (p. ej., dejar de ver ciertos
programas de televisión, aunque nos apetezcan, para dedicar más tiempo a estudiar para aprobar
un examen).

Conocernos a nosotros mismos, con nuestras limitaciones o errores, y también con nuestras
cualidades y aspectos positivos. Para ello, hay que reducir al mínimo nuestros “puntos ciegos”
(características de las que no somos conscientes) y las distorsiones en nuestra autoimagen.

Autoaceptarnos incondicionalmente, independientemente de nuestras limitaciones o nuestros


logros y de la aceptación o el rechazo que puedan brindarnos otras personas. Esto supone
sentirnos en paz con lo que somos, con nuestro cuerpo, con nuestra forma de pensar, sentir y
actuar, etc., aunque reconozcamos los déficits o aspectos negativos que presentemos en
cualquiera de esas áreas.
Del libro de Elia Roca: "Cómo mejorar tus habilidades sociales". Ver: http://www.cop.es/colegiados/PV00520/

Aceptar nuestros fallos, errores o limitaciones no significa fomentarlos o cultivarlos. Supone


que preferimos no tenerlos; pero si no podemos evitarlos (p. ej., porque es algo ya pasado) no
nos obsesionaremos con ellos, perdiendo así un tiempo y una energía que podemos dedicar a
realizar nuestras posibilidades. Sería aceptar lo inevitable para centrarnos en mejorar (y
disfrutar de) lo posible

Considerarnos en forma positiva, manteniendo una actitud de respeto y aprecio hacia nosotros
mismos. Así, aunque nos “desviemos” ocasionalmente de nuestros propios objetivos, metas o
ideales, no nos sentiremos culpables por ello, ya que aceptamos que todos tenemos limitaciones
y, además, muchas de nuestras reacciones “no deseables” representan un intento de conseguir
algo positivo.

Esta actitud se expresa en la frase: “Si ves que una hierba rompe el suelo, no pienses que quiere
destrozarlo; piensa que quiere vivir” (ver “Reencuadre” en el capítulo 2).

Visión del yo como potencial, considerando que somos mucho más que el conjunto de nuestros
comportamientos y rasgos, porque los seres humanos —además de ser difíciles de evaluar por
su enorme complejidad— estamos cambiando continuamente, y siempre tenemos la opción de
poder aprender a dirigir esos cambios en un sentido deseable, desarrollando nuestras mejores
potencialidades.

Atender y cuidar nuestras necesidades psicológicas y físicas: nuestra salud, bienestar, y


desarrollo personal (igual que una buena madre atiende las necesidades de su hijo).

La AE es una tendencia natural. Pero muchas personas tienen que aprenderla o fortalecerla
porque las educaron de forma tal que llegaron a considerarla como algo negativo, que había que
evitar; por ej., al confundirla con el egoísmo y con el desinterés o la hostilidad hacia los demás.

Pero no es incompatible con la capacidad de ser sociable, honesto o solidario. Por el


contrario, como explica Fromm, la capacidad de “amarse” a uno mismo y la de “amar” a los demás
son complementarias. Por tanto, la persona que no es capaz de amarse a sí misma es incapaz de
amar auténticamente a otras personas.

Para Fromm, el amor hacia uno mismo o hacia los demás es un arte o habilidad que puede
aprenderse y que constituye la forma más sana de vivir y convivir. Se trata de una actitud habitual
hacia uno mismo y hacia los demás, que implica la tendencia a comprender, respetar, cuidar y
ayudar a desarrollar las mejores potencialidades de uno mismo y del otro.

La idea de la complementariedad entre amarse uno mismo y amar a los demás se expresa
también en el poema de Machado que propone: “¿Dar cosas a los demás?; muchacho llena tu jarro,
que ya te lo beberán”, o en la máxima evangélica que dice: “Ama al prójimo como a ti mismo”, la
cual, bien entendida, implica la necesidad de amarse uno mismo.

Para Castañer, sólo quien posee autoestima, quien se aprecia y valora a sí mismo, podrá
relacionarse con los demás en el mismo plano, reconociendo los aspectos en que otros le superan o
no, pero sin sentirse inferior ni superior a ellos.

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