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LE
LE
MONDE MONDE
diplomatique diplomatique
Ibsen superstar
por Louis-Charles Sirjacq
Dramaturgia y sociedad
TEATRO
El teatro, un servicio público
por Bruno Boussagol
Tadeusz Kantor
El olvido oficial de un genio
TEATRO
por Guy Scarpetta
Armand Gatti
Elogio de la revolución por la palabra
Internacional
por Philippe Lafosse
www.editorialauncreemos.cl
www.lemondediplomatique.cl
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© 2016, Editorial Aún creemos en los sueños
Ibsen superstar
por Louis-Charles Sirjacq 13
Tadeusz Kantor
El olvido oficial de un genio
por Guy Scarpetta 25
Armand Gatti
Elogio de la revolución por la palabra
por Philippe Lafosse 39
Teatro libre
A ese fenómeno se suma otro que desde hace unos quin-
ce años es como una gangrena para el teatro. Con el pre-
texto de estimular a las organizaciones independientes,
se busca enfrentar a los protagonistas de ese medio uno
contra otro. Los promotores del teatro libre, también lla-
mado off, claman que podrían hacer un uso mejor de las
sumas destinadas a las instituciones públicas, lanzándose
así, seguramente sin quererlo, a una apología de la ten-
dencia vigente: les podemos ofrecer más arte por menos
dinero. No resulta sorprendente que esa retórica fratici-
da encuentre un creciente eco en los consejos municipa-
les y en los responsables culturales. Pues el “teatro libre”
presenta una doble ventaja: su atractivo nombre evoca
la juventud, la rebeldía y el romanticismo; a la vez que se
presta a financiamientos de una extraordinaria flexibili-
7
dad. En efecto, nada impide a los responsables políticos
anular sus subvenciones, o cambiar por otros artistas.
Esa flexibilidad coloca a cada proyecto ante la obliga-
ción de lograr un éxito inmediato, pues de lo contrario sus
autores pueden quedarse sin nada. A la vez, impide que
las compañías y los directores puedan tener una evolu-
ción artística duradera. Para llegar a fin de mes los artistas
llamados “libres” a menudo deben buscarse trabajos tem-
porales, en detrimento de su labor de investigación. De
su lado, los oficios de escena (realizadores de decorados,
artistas plásticos, profesionales de maquillaje, pintores,
etc.) corren riesgo de desaparecer.
Los artistas deben afrontar un colosal desafío: darle, año
tras año, generación tras generación, un nuevo sentido al
teatro institucional. Muchos creadores no son conscientes
de la suerte que tienen al disponer de lugares subvencio-
nados. Al igual que yo, la mayoría vivió en medio de una
cultura de hostilidad a las instituciones, y miran con des-
confianza esas grandes escenas prestigiosas donde la vani-
dad burguesa se exhibió tanto tiempo. Sin embargo, allí
existen posibilidades de trabajo y medios de producción
incomparables para hacer oír otro relato de la sociedad.
Sin dudas, nosotros seguimos siendo los modernos
bufones de una elite que acepta que nos burlemos de ella
para poder gozar del privilegio de mostrarse tolerante y
capaz de reírse de sí misma. Sin embargo, abandonar esos
lugares equivaldría a cortarse las alas y hacer más fácil la
tarea de los que sueñan con ocupar nuestro lugar. Desde
2008, en Estados Unidos, numerosas empresas se retira-
ron del mecenazgo, que maneja todo en la cultura de ese
país. Y eso le costó caro a los artistas.
Fuerza regeneradora
El teatro podría ser eso: un santuario habitado por una fuerza
regeneradora, cuando las industrias dedicadas al relato del
mundo son víctima de una exigencia de rentabilidad pro-
porcional a su falta de libertad: basta con encender la tele-
visión para convencerse de ello. La frustración generada por
los medios cada vez menos independientes, explica en parte
por qué tanta gente, fundamentalmente jóvenes, se precipi-
tan a la Schaubühne convencidos de que allí encontrarán un
lugar donde aun pueden actuar y pensar libremente. Un sitio
donde se pueden ver en el escenario las distorsiones corpo-
rales de los hombres víctimas de la flexibilidad.
Porque en el teatro todo se desarrolla en el acto: es
imposible hacer varias tomas o modificar las cosas en el
montaje, como en el cine. Es aquí y ahora que el actor
siente su papel, y que el espectador, en tanto que experto
de su propia percepción, decide si acepta jugar el juego.
En nuestra existencia sobredigitalizada, donde una panta-
lla de dos dimensiones tiene a raya lo real, la misión y el
desafío del teatro se resumen a ese momento raro en que
una acción virtual convoca toda la realidad del mundo. u
1. Nombre que designa a varios artistas cuyas puestas en escena experimentales
mezclan teatro y realidad.
2. Director de teatro y ensayista suizo que trabaja en reconstituciones teatrales
(reenactment) de situaciones violentas: guerra de Rwanda, juicio del matrimonio
Ceausescu en Rumania...
T.O.
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Ibsen superstar
por Louis-Charles Sirjacq*
L-C.S.
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El viaje de los comediantes
Frente Popular
Para captar el abismo que nos separa del período 1930-
1959, hay que recordar su vitalidad. El Frente Popular
contribuyó de manera notable, no solo a las vacaciones
pagadas y a la disminución del tiempo de trabajo, sino al
reconocimiento simbólico y financiero de la práctica ar-
tística y de las obras. Además de una gran cantidad de co-
medias ligeras, había espectáculos líricos muy populares
en todo el país. Los pueblos contaban con circos, caba-
rets, music-halls, revistas, bares, teatros ambulantes fami-
liares, burdeles (Edith Piaf cantó en One Two Two duran-
te la guerra); se realizaban giras por el interior, ferias de
colectividades, desfiles militares, fiestas nacionales reli-
giosas o ligadas a los solsticios; había cafés-concert, salas
parroquiales, “casas del pueblo”, kioscos de música, casi-
nos, lugares de esparcimiento en las ciudades de baños
termales y, sobre todo, cines (cuatrocientos millones de
tickets vendidos en Francia en 1950).
20
Para poner en marcha esta enorme maquinaria hecha
para disfrutar se necesitaban miles de “saltimbanquis”,
casi todos trabajadores pobres, prácticamente sin dere-
chos sociales, a merced del patrón y de los accidentes. El
teatro de aficionados, inserto en la vida social, respon-
día al ideal de las asociaciones de educación popular. En
suma, contrariamente a lo que suele creerse, el espectá-
culo en vivo existía en el corazón mismo de la población.
Durante los quince años que siguieron al fin de la gue-
rra, los poderes políticos, educativos, religiosos, sindica-
les e industriales modificaron profundamente este cam-
po de actividades, mediante cambios que significaron
mejoras sensibles, pero también desajustes. En general,
la autoridad política condujo estas prácticas hacia una
profesionalización que, ligada a la conquista de derechos
sociales, terminó en una división del trabajo poco pre-
sente hasta ese momento. Numerosos establecimientos
fueron obligados a cerrar, por perturbar el orden público,
por insalubridad o por no respetar la reglamentación.
Mientras tanto, algunos lugares asociados (los albergues
Léo Lagrange, las Casas de los Jóvenes y de la Cultura, los
hogares rurales, el escoutismo, etc.) y los de la enseñanza
nacional (la Federación de las Obras Laicas, FOL) abrieron
el campo de la cultura a los adultos y a los jóvenes poco
instruidos. Fue así que de 1945 a 1960 se llevó a cabo una
verdadera guerra ideológica, a través de la pedagogía mi-
litante y el entretenimiento inteligente, que llegó a la po-
blación a través de los barrios, las parroquias, las fábricas,
las escuelas, los municipios. Al mismo tiempo, también la
industria accede al campo de la cultura para, progresiva-
mente, retenerla, reproducirla y venderla en forma de dis-
cos, libros de bolsillo, televisión, radio.
Avignon
El primer emblema de este vasto movimiento de eman-
cipación fue Avignon. En 1947, a los 35 años, Jean Vilar
responde al llamado del poeta René Char e instituye un
festival de teatro en el interior de un palacio histórico y
religioso. Cuatro años más tarde, en el Chaillot de París,
otro palacio –esta vez laico–, se convierte en el director
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del TNP. Esta alianza simbólica del teatro, la poesía, el
poder y la pedagogía, que marcará por mucho tiempo la
historia de la creación teatral francesa, tuvo mucho éxi-
to: durante los doce años bajo la dirección de Vilar, el
TNP recibió cerca de 5.200.000 espectadores. La estrate-
gia desplegada no fue precisamente la preconizada por
Bertolt Brecht, la toma de conciencia política del públi-
co –factor de división–, sino su contraria: “El arte del
teatro solo alcanza toda su significación cuando logra
congregar y unir”, dice Vilar.
En 1964, los primeros Encuentros de Avignon entre artis-
tas, intelectuales y representantes inaugurarán un labora-
torio de políticas culturales. Es el comienzo del poder de lo
político sobre el arte, que lleva a menudo a hacer desapa-
recer la política... Desde entonces, y hasta 1970, en el CDN
de Saint-Etienne –para atenerse a este único ejemplo–,
Jean Dasté, pionero de la descentralización, desarrolla su
actividad en ciudades obreras y pueblos.
Los “acontecimientos” de 1968 van a alterar el con-
senso que parecía alcanzado. En particular, porque que-
dará demostrado, principalmente por Pierre Bourdieu,
que las prácticas culturales no escapan a las determina-
ciones sociales: “Las técnicas de acción cultural directa
desde las Casas de Cultura o desde las empresas de edu-
cación popular, mientras se perpetúen las desigualda-
des frente a la escuela –la única capaz de crear la actitud
cultivada–, no hacen más que paliar (en el sentido de
disimular) las desigualdades culturales que no pueden
reducir realmente, sobre todo de manera sostenida (4)”.
Después de los Estados Generales de la Cultura que,
desde el 21 de mayo hasta el 11 de junio de 1969, reunió
a los responsables de los Centros Dramáticos y de las Ca-
sas de la Cultura, la Declaración llamada de Villeurban-
ne, firmada en especial por directores de teatro (Roger
Planchon, Patrice Chéreau...), marca la emancipación
de los profesionales de este campo frente a las autorida-
des de la tutela administrativa. Se autoproclaman artis-
tas con todas las de la ley: el “teatro de arte”, reivindica-
do, ya no plantea la cuestión del público al que se dirige,
sino únicamente la del “objeto teatral” producido.
22
Aunque esta famosa cuestión del público queda así li-
brada al sector llamado sociocultural, los directores, en
cambio, reivindican por su cuenta edificios y subvencio-
nes. A la vez que se consigue la integración de los actores
en el régimen del seguro de desempleo (1969), los “patro-
nes” de la descentralización fundan en 1971 el Sindicato de
las Empresas Artísticas y Culturales (Syndeac), y se consti-
tuyen así en red de influencia. Las CDN funcionarán prác-
ticamente en forma aislada, comprándose mutuamente
sus espectáculos y programándose unos a otros.
Del rock al teatro, del cine a la danza, de la banda mu-
sical al espectáculo callejero, nuevos y numerosos ar-
tistas van a surgir, para ser escuchados por los obreros,
campesinos, prisioneros, locos, niños... Trabajan nue-
vas formas, nuevos temas, para y con nuevos públicos:
se crea “otra descentralización” que ilustrarán André
Benedetto en Avignon, el Teatro Acción en Grenoble,
el Teatro del Aquario en la Cartoucherie de Vincennes,
y tantos otros. Con los años, los poderes públicos esta-
rán obligados a tenerlos en cuenta, sin reconocer jamás
completamente su alcance humano, artístico y político.
Más aún: desde la consagración de Jack Lang en santo
patrono de los artistas a su llegada al Ministerio de la Cul-
tura en 1981, la política cultural no fue siempre igualitaria,
lo que tuvo como efecto la segregación tanto del público
como de los profesionales. La renovación de los directores
de los teatros públicos se resume en lo esencial al juego
de las sillas (5), y el Festival de Avignon nombra cada año
a uno o dos creadores propulsados de este modo a la “es-
cena europea”, para un público también cada vez más eu-
ropeo, en una suerte de descentralización a la inversa. Al
mismo tiempo consagra a directores de alta gama, desde el
alemán Thomas Ostermeier al italiano Romeo Castellucci.
¿Pero qué sentido puede tener la programación de un tex-
to de William Shakespeare actuado en alemán y subtitula-
do en francés para un público de turistas chinos?
Igual, cada CDN o festival importante tiene su públi-
co, sus sponsors, sus padrinazgos mediáticos y sus re-
presentaciones de prestigio, limitadas a algunas fechas,
en los lugares caros, pero que, en general, están comple-
23
tos. Grandes manifestaciones populares como las Folles
Journées de Nantes son franquicias que cuentan con el
dinero público.
Por el contrario, las compañías independientes bus-
can donde mostrar sus espectáculos: éstas representan
el 84% del mercado, y, los lugares de difusión, el 16%. La
mecánica de la exclusión y de la nivelación ideológica
se perpetúa así en la continuidad, sea el ministro “de iz-
quierda” o de derecha...
Y esto, tanto más cuanto que, progresivamente, el Estado
deja en mano de las instituciones locales y de los socios pri-
vados el financiamiento y la responsabilidad administrativa
y simbólica de la difusión de los espectáculos en vivo. Miles
de compañías se lanzan a una competencia encarnizada en
el mercado de la actividad artística y cultural: ofrecimien-
tos, residencia, becas y otros concursos. Pero es siempre el
Estado el que garantiza a las obras “la etiqueta roja de cali-
dad de Francia” al seleccionarlas, financiarlas, y difundirlas.
Censura por omisión. Según el proyecto de Ley de Finanzas
2014, sobre los 283.700 millones de euros de los créditos
desconcentrados del Ministerio de Cultura, únicamente el
17% va a las compañías y lugares no acordados, es decir no
reconocidos por este proceso de legitimación.
¿Es posible que nuevos “Estados Generales de las Ar-
tes y la Cultura”, unidos a otros movimientos colectivos,
en todo el territorio y con la población entera, contribu-
yan a refundar la legitimidad social de una descentrali-
zación emancipadora? u
1. Véase François Cusset, “La foire aux fiefs” Le Monde diplomatique, mayo 2007.
2. Jean Vilar, Le Petit manifeste de Suresnes (1951), dans Théâtre, service public,
Gallimard, París, 1971.
3. Véase Franck Lepage, “De l’éducation populaire à la domestication par la “culture””,
Le Monde diplomatique, mayo 2009.
4. Pierre Bourdieu, L’École consevatrice. Les inégalités devant l’école et devant la
culture, Revue française de sociologie, París, 1966.
5. Cf. Investigación en La Lettre du spectacle, nº 340, Nantes, 16 de mayo de 2014.
6. Eléments d’analyse 2013 de la Commission nationales paritaire emploi formation du
spectacle vivant.
B.B.
24
Fulgor, muerte y renacimiento de Tadeusz Kantor
*Escritor. Última obra editada (junto con Benoît Peeters): Raoul Ruiz, le magicien, Les
Impressions Nouvelles, Bruselas, 2015. Artículo publicado en la edición chilena de Le
Monde Diplomatique, enero-febrero de 2016.
Traducción: Carlos Alberto Zito
25
tinúa habitando toda una parte del teatro contemporáneo.
Es eso incluso lo más sorprendente: para toda una genera-
ción de jóvenes interesados en el teatro, nacidos demasia-
do tarde para haber asistido a alguno de sus espectáculos,
la figura de Kantor se volvió propiamente mítica. Es como
si, oscuramente, adivinaran que allí hubo, entre 1975 y
1990 una experiencia inaudita, fulgurante, definitivamen-
te subversiva. Tal es la paradoja: ese arte, en principio des-
tinado a desaparecer con su autor, sigue vivo, como esos
astros extinguidos desde hace mucho, pero de los cuales
seguimos percibiendo su resplandor.
Entre 1935 y 1938, Antonin Artaud, en El teatro y su
doble, había lanzado una gran utopía: la idea de un tea-
tro que no estuviera más al servicio de los textos canóni-
cos, sino que se transformara en un arte “ante todo físi-
co y concreto”, una “poesía para los sentidos”; un arte
cuyos componentes (luz, sonido, objetos de decorado,
interpretación de los actores) se emanciparían de cual-
quier función ilusionista; donde el director, y no el autor,
fuera el único verdadero creador; y donde el espectador,
sobre todo, se viera confrontado a una acción real, y no a
la representación de una acción. Hubo que esperar más
de treinta años para que ese programa comenzara a con-
cretarse, y en una forma teatral radicalmente renovada,
fecundada no por el mismo teatro, sino por todo lo que se
había inventado en términos de intervenciones inmedia-
tas, no representativas, en los márgenes de las artes plás-
ticas (happenings, “acciones”, performances). Eso explica
la emergencia en la década de 1970 de una constelación
de directores teatrales, ilustrada particularmente por
los nombres de Julian Beck, Carmelo Bene, Bob Wilson,
Richard Foreman, cada uno en su estilo (1). Kantor apa-
rece de manera evidente, como una de las figuras centra-
les de esa tendencia.
Alucinación e historia
¿Qué es lo que nos dejó? Había nacido en 1915, en Polo-
nia, de padre judío y madre católica (es decir, en el ojo
del huracán). Luego de cursar estudios de Bellas Artes en
Cracovia, su primera acción teatral tuvo lugar en la clan-
26
destinidad, bajo la ocupación alemana (se llamaba Le
Retour d’Ulysse), en el mismo momento en que su padre
moría en Auschwitz. Posteriormente, cuando el régimen
comunista impuso una estética oficial, normativa (el
“realismo socialista”) de siniestra memoria, Kantor formó
parte de los pocos artistas que se negaron a someterse, y
volvió a la clandestinidad, sin proponerse por ello aban-
donar Polonia.
Siguen varios años de práctica pictórica más o menos
subterránea, totalmente impregnada de lo que proponían
por entonces las vanguardias occidentales (pintura abs-
tracta, informal, neo-surrealismo, integración de objetos
a la pintura, ready-made) que marcan de tanto en tanto
happenings memorables, lo que casi no se vio fuera de
Polonia. Poco a poco, Kantor comienza a absorber todo
eso en realizaciones escénicas más consecuentes (inclui-
da aquella en que “actúa” con textos de Stanislaw Wit-
kiewicz (2), sin por ello ponerlos en escena de forma tra-
dicional), que le permitieron comenzar a ser reconocido
fuera de las fronteras de su país. Hasta que llega ese cam-
bio de raíz que fue la creación en 1975 de La Clase muer-
ta, donde su arte, de manera irreversible, toma una nueva
dimensión y un nuevo impulso.
Si el arte de Kantor se hubiera interrumpido en ese
momento, hoy en día aparecería como un artista europeo
de vanguardia entre muchos otros. Con La Clase muer-
ta, cuando tiene 60 años de edad, se produce un enorme
sacudón, y su singular genio teatral, incomparable, va a
imponerse poco a poco en todo el mundo. Lo que comen-
tó con humor: “Abandoné la autopista de las vanguardias
y tomé el pequeño sendero del cementerio”.
Al contrario de sus homólogos estadounidenses, la
necesidad de inventar formas nunca indicó en Kantor
algún formalismo. Al contrario, su teatro estuvo implica-
do completamente en la Historia, como si debiera tener
en cuenta la triple deflagración: la carnicería de 1914-
1918; la desaparición de Polonia durante la ocupación
nazi, y la destrucción programada, sistemática, de la
parte esencial de su población judía, ya que la instaura-
ción, luego de la guerra, de un régimen estalinista encaró
27
la tarea de extirpar las huellas y lo que hubiera sobrevivi-
do del pasado “decadente”.
El teatro de Kantor era de alguna forma el retorno de
lo reprimido, la exhumación de un pasado enterrado, de
una memoria aniquilada. Pero a condición de precisar
que eso sólo podía retornar de manera espectral; que esas
formas arrancadas al olvido y a la muerte conservaban las
marcas de la muerte hasta en su misma resurrección. Si la
historia se repetía, no era de un modo realista, sino bajo
la forma de visiones dislocadas, alucinantes. Lo que hacía
pensar de manera irresistible en el arte de Goya, el de los
Caprichos, de Los Desastres de la guerra…
Con ese acento singular que sólo él poseía: donde el arte
podía ser a la vez trágico, desgarrador y deliberadamente
burlesco. Donde el pathos podía conjugarse con la ironía,
y lo sagrado con la farsa blasfematoria. De allí el sorpren-
dente clima emocional que emana de sus espectáculos,
ante los cuales verdaderas multitudes podían reír y llorar.
Ese clima que no pueden de ninguna manera restituir,
lamentablemente, las tomas de video que se conservan…
G.S.
30
Laboratorio ruso
hacia un teatro público
por Béatrice Picon-Vallin*
B.P-V
37
Armand Gatti
Elogio de la revolución
por la palabra
por Philippe Lafosse*
P.L.
45
Aunque este libro está dedicado al teatro
internacional, hemos querido agregar este artículo
como un homenaje a los 60 años del Teatro ICTUS
*Actor y Director del Teatro ICTUS. Artículo publicado en la edición chilena de Le Monde
Diplomatique, julio de 2013.
47
que los obligan la multiplicidad de sus universos. Quizá, en
el caso del teatro, la posibilidad que da la vida escénica de
ser tantas personas o personajes que por una u otra razón
no pueden ser editados en la vida social, sea uno de los estí-
mulos más potentes de la inserción profunda en la ficción.
Quizá porque tus deseos y convicciones se pueden trans-
formar en conducta escénica y esta conducta de ficción, se
puede transformar, en definitiva, en experiencia social.
Tal vez porque en la vida, como la ruleta que concibe
Pascal, se puede apostar una vez nada más y sólo los artis-
tas pueden hacerlo varias veces al cambiar su “identidad”.
Y tal vez por la hipóstasis... la posibilidad de compar-
tir con nuestros espectadores el encuentro de algunos de
sus y nuestros fantasmas.
Desde hace más de 50 años decidí mirar el mundo (al
lugar que inventa y guarda los poemas) desde mi ubica-
ción teatral, el Teatro.
ICTUS DE CHILE
Cuando decidí, era el año 1962 y el ICTUS emergía con
un atractivo escénico que ninguno de sus integrantes sos-
pechaba. Mi interés y necesidad y el interés y necesidad
de mi grupo, en aquellos años 60, por traer a nuestros
escenarios a las nuevas figuras y formas dramáticas que
nacían en Europa, en los EEUU y en nuestra propia tierra;
el absurdo y la irreverencia, el humor y la transgresión a
los valores más convencionales de la época, coincidían
con la necesidad de un grupo social, (si bien minorita-
rio, importante) por penetrar en ese mundo de pequeños
delirios, aunque sólo fuera a través del imaginario.
Después de varios intentos itinerantes en salas como el
Petit Rex, el Teatro de la Satch e incluso el Teatro Muni-
cipal, en los que sólo conocí “El Cepillo de Dientes”,
“Réquiem para un girasol” de Jorge Díaz y “El Cuidador”
de Harold Pinter, el ICTUS establecía un domicilio que
conserva hasta ahora: el teatro La Comedia. Un domicilio
que obligó a la profesionalización paulatina del Grupo, a
la búsqueda de un estilo de producción y a la consecu-
ción y mantención de un grupo estable de teatristas (cosa
que nunca se ha logrado del todo).
48
Me atrevería a decir que allí nacieron muchos de los tea-
tristas que hoy son ampliamente reconocidos por el medio,
como el propio Jorge Díaz que a poco andar, estrenaba sus
obras “Variaciones para muertos de percusión”*, “El nudo
Ciego”, “El Cepillo de Dientes; “Un hombre llamado Isla” ,”
“Introducción al elefante y otras zoologías”.
¿Qué eran todas estas obras que rápidamente salen
ya a esta reflexión? Demostraciones muy claras de algu-
nos de los resortes fundamentales que caracterizaban la
dinámica social de la época -y por qué no decirlo- algu-
nas de ellas cuya expresividad era capaz de exceder una
época determinada.
La realidad deformada con modalidades grotescas que
no sólo estimulaban una suerte de humor encarnizado,
sino que también ayudaban a comprender una protesta
profunda por la exclusión de poesía y poetas.
52
Libros publicados por la Editorial
Aún Creemos en los Sueños
Las dos Coreas
Conspiraciones
Espacios regionales
Cambio climático
México
Asamblea Constituyente
Alemania
Derechos Humanos
Manuales escolares
España Podemos / Grecia Syriza
Espionaje
Democratizar las comunicaciones
Estado Islámico
A cambiar el modelo
Que la audacia cambie de lado Serge Halimi
Videojuegos
Jacques Derrida
Una historia que debo contar por Luis Sepúlveda
Drogas
¿A qué edad se es viejo?
Ética, poder y territorio
Mujeres trabajando
Las batallas por el agua
Allende, la UP y el Golpe
Brasil
Diversidad sexual
Migraciones
El legado de Hugo Chávez
Resistencia del pueblo-nación mapuche
China
Allende, discursos fundamentales
Clases medias
Un escritor un país
Recuperar los recursos naturales
Cárceles
¿Un planeta sobrepoblado?
Crónicas de Luis Sepúlveda
Le Monde Diplomatique. Más que un periódico
Democracia electrónica. ¿Qué desafíos para A. Latina?
Luis Sepúlveda. Asalto a mano santa
La identidad judía
La prensa
Extraterrestres
Narcotráfico
Palestina-Israel
La Crisis del Siglo por Ignacio Ramonet
La condición animal
¿Un mundo sin petróleo?
El Vaticano
El mundo en la Nueva era imperial por Ignacio Ramonet
A treinta años... Aún Creemos en los Sueños
Salvar el Planeta
Porto Alegre: la ciudadanía en marcha