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Siglo XX 2020 04 Situación 1
Siglo XX 2020 04 Situación 1
El presente ensayo está dedicado a una empresa que no se sabe bien si llamar
intempestiva o imposible. En tanto que recapitula la globalización terrestre, se
propone suministrar, mediante un gran relato inspirado filosóficamente, esbozos
para una teoría del presente (…). Un intento así resulta intempestivo a la vista del
consenso dominante entre los intelectuales desde hace una generación: que
precisamente tales relatos, los llamados grandes, habrían acabado de una vez
por todas. Esta opinión no procede en absoluto de la nada. Se apoya en la
plausible convicción de que, a pesar de que quisieran construir a lo grande y
general el curso de la «historia», los relatos conocidos de este tipo poseían
rasgos insuperablemente provincianos; de que, dominados por prejuicios
deterministas, introdujeron furtivamente en el curso de las cosas
proyecciones finalistas de una desvergonzada linealidad; de que, debido a su
eurocentrismo incorregible, estaban conjurados con el pillaje colonialista del
mundo; de que, debido a que, de modo claro o encubierto, propugnaban una
historia de la gracia o de la salvación, contribuyeron a ocasionar desgracias
profanas a gran escala; y de que ahora, finalmente, habría que instaurar un
pensamiento de índole completamente diferente: un discurso sobre asuntos
históricos discreto, polivalente, no totalizador, pero ante todo consciente de su
propia condición perspectivista. (págs. 19 y 20)
1
Madrid, Siruela, 2007. Traducción de Isidoro Reguera.
Sólo un discurso discreto y no
totalizador puede salvarnos de las
desgracias a gran escala que
provocaron los “grandes relatos”,
cómplices del “pillaje colonialista”.
2
Esferas I (1998). Madrid, Siruela, 2003. Traducción de Isidoro Reguera. Esferas II (1999). Madrid,
Siruela, 2004. Traducción de Isidoro Reguera. Esferas III (2004). Madrid, Siruela, 2006. Traducción de
Isidoro Reguera.
Eso le permite formular la siguiente equivalencia:
Que la vida es una cuestión de forma es la tesis que conectamos con la vieja y
venerable expresión de filósofos y geómetras: esferas. Tesis que sugiere que vivir,
formar esferas y pensar son expresiones diferentes para lo mismo. De todos
modos, la alusión a una geometría esférica vital sólo tiene sentido cuando se
admite que existe una especie de teoría que sabe más de la vida que la vida
misma; y que allí donde hay vida humana, sea nómada o sedentaria, surgen globos
habitados, ambulantes o estacionarios, que en cierto sentido son más redondos
que todo lo que puede dibujarse con círculos.
Los libros que siguen están dedicados al intento de sondear las posibilidades y
límites del vitalismo geometrico3.
La garrapata, decía Roland Barthes, que extraía el dato de dios sabe qué libertino
manual de entomología- espera a veces años y años, trepada a la rama de un
árbol y en estado de somnolencia, o de coma ligero, hasta que pase por debajo un
codiciado animal de sangre caliente.
Se tira entonces, inmediata y ciega, con la puntería infalible de lo instintivo, y
se incrusta en la piel de su presa, hasta morir, harta de esa jalea negruzca y tibia,
saciada al fin la espera.
3
Hay que admitir que ésta es una configuración bastante extremada de teoría y vida. La hybris de este
palnteamiento quizá se haga más soportable, o más comprensible al menos, si se recuerda que sobre la
Academia había una segunda inscripción, de sentido oculto y humorístico, que decía: se excluye de este
lugar a quien no esté dispuesto a implicarse en asuntos amorosos con otros visitantes del jardín de los
teóricos. Ya se adivina: también esta divisa hay que aplicarla a la vida entera. Quien no quiera saber
nada de construir esferas tiene que mantenerse alejado, naturalmente, de dramas amorosos; y quien
elude el eros se excluye de los esfuerzos por buscar claridad sobre la forma vital (Esferas I, pág. 22 y
23).
4
Sarduy, Severo. Obra completa (edición crítica a cargo de Gustavo Guerrero y François Wahl). Madrid,
ALLCA XX, 1999, pág. 68
La garrapata puede pasarse meses inerte en un arbol, esperando que pase bajo la
rama un animal de sangre caliente (cordero, perro); entonces se deja caer, se
agarra a su piel, chupa su sangre: su percepción es selectiva: la sangre caliente es
lo único que conoce del mundo5.
Pero la referencia de Sarduy dice más que la alusión de Roland Barthes y permite,
por cierto, descubrir al entomólogo libertino que se esconde detrás de ambas referencias.
Se trata de Jakob von Uexkull, quien habia usado en su libro Streifzuge durch Umwelten
von Tieren und Menschen. Ein Bilderbuch unsichtbarer Welten (Andanzas a traves del
ambiente de los animales y de los hombres. Un libro de imágenes sobre mundos
invisibles)6, el ejemplo de la garrapata para fundamentar la radical heterogeneidad de los
mundos o ambientes animales.
En contra de la ciencia clásica, que veía un unico mundo que comprendía
dentro de sí a todas las especies vivientes jerarquicamente ordenadas, desde las
formas mas elementales hasta los organismos superiores, von Uexkull
(contemporáneo de la mecánica cuántica y de las vanguardias) propuso, en cambio, una
infinita variedad de mundos perceptivos, “mundillos”, todos igualmente perfectos y
conectados entre sí como en una gigantesca partitura musical y, a pesar de ello,
incomunicados y recíprocamente excluyentes, en cuyo centro están pequeños seres
familiares y, al mismo tiempo, remotos, que se llaman Echiinus esculentus, Amoeba
terriicola, Siipunculus, Anemonia sulcata, Ixodes ricinus (la garrapata), etc. “La abeja, la
libélula o la mosca que observamos volar cerca de nosotros en un día de sol, no se
mueven en el mismo mundo en que los observamos ni comparten con nosotros -o
entre ellos- el mismo tiempo y el mismo espacio”7.
5
Barthes, Roland. Lo obvio y lo obtuso. Barcelona, Paidós, 1986, pág. 309
6
Hamburgo, Rowohlt Taschenbuch Verlag, 1956 (19341)
7
Agamben, Giorgio. Lo abierto. El hombre y el animal. , pág. 80
8
von Uexkull los llama Bedeutungsträger (portadores de significado) o Merkmalsträger (portadores de
función).
“percepción selectiva”), Sarduy subraya el carácter somnoliento o comatoso de la
existencia del parásito antes de su desinhibición, y su muerte, una vez agotada su
función.
Ese carácter comatoso es lo que Heidegger llamó aturdimiento en el momento en
que pensó la Stimmung como modo existencial fundamental a través del cual el Dasein se
abre a si mismo. “Ser en una Stimmung –añade Heidegger– no comporta ninguna
referencia primaria a lo psíquico: no se trata de un estado interior que se exteriorizaría
misteriosamente para colorear las cosas y las personas” 9.
9
Citado por Agamben, Giorgio. La potencia del pensamiento. Buenos Aires, Adriana Hidalgo, pág 102
10
Cfr. Heredia, Juan Manuel. “Deleuze, von Uexkull y «la Naturaleza como música»”, A Parte Rei. Revista
de filosofía, 75 (mayo de 2011). Cfr. también Muñoz Gutiérrez, Carlos. El paisaje habitado. Madrid, La
línea del horizonte ediciones, 2015
Deleuze, se nutre tanto de los contrapuntos territoriales (ritmo, ritornello) como de los
motivos territoriales (Umwelt: impulsos y funciones) postulados por von Uexkull, pero, a
diferencia de él, incorpora las cualidades expresivas y los materiales del territorio como
decisivos en su conformación y su transformación.
Nuestro “mundillo”, nuestro punto de vista es pues, muy diferente del de los teleólogos.
Como ustedes saben, al mismo tiempo que Marx notaba el carácter autodestructivo del
capitalismo, no podía dejar de admirar su potencia y, muchas veces, es muy dificil separar
la admiración del desprecio.
Karl Marx definió la noción de sistema económico asiático en su análisis sobre la
dominación británica de la India escrito en 1853 e inmediatamente después le añadió la
depredación humana introducida dentro de este sistema por la interferencia colonial de
Inglaterra, su rapacidad y su completa crueldad.
Marx pretendió reconciliar nuestra repugnancia natural hacia los sufrimientos que
padecen los orientales mientras su sociedad se transforma violentamente, con la
necesidad histórica de esas transformaciones:
En este momento, por muy triste que sea desde un punto de vista humano ver a
esas numerosas organizaciones sociales patriarcales, inofensivas y laboriosas
desorganizarse y disolverse en sus elementos constitutivos y lanzarse a un mar de
dolor, y observar cómo sus individuos pierden al mismo tiempo su antigua forma de
civilización y sus medios de subsistencia tradicionales, no debemos olvidar que
esas idílicas comunidades campesinas, a pesar de su aspecto inofensivo,
siempre han constituido el sólido fundamento del despotismo oriental, y han
mantenido la razón humana constreñida dentro de un marco extremadamente
estrecho, convirtiéndola en un instrumento dócil de superstición y en esclava de las
reglas admitidas, privándola de toda grandeza y de toda fuerza histórica [... ].
Es verdad que Inglaterra, al provocar una revolución social en Indostán, solo
actuaba guiada por los más viles intereses, y se comportaba de un modo estúpido
para conseguir sus objetivos. Pero la cuestión no es esa. La pregunta es la
siguiente: ¿puede la humanidad cumplir con su destino sin una revolución
fundamental en el estado social asiático? Si no es así, cualesquiera que hayan sido
sus crímenes, al provocar esta revolución, Inglaterra estaba siendo un
instrumento inconsciente de la historia. En ese caso, por mucha tristeza que
podamos sentir ante el espectáculo del desmoronamiento de un mundo antiguo,
tenemos el derecho de exclamar con Goethe:
14
Gerbi, Antonello. La disputa del Nuevo Mundo. México, FCE, 1960, pág. 406. Sobre las tríadas, el
Diccionario filosófico marxista.
Sobre las “limitaciones hegelianas”, Lezama anota:
Para Hegel el logos actúa en Ia historia en una forma teocéntrica, es decir, Dios es
logos, sentido, al no encontrar con la facilidad requerida por la absoluteza de su
apriorismo, desconfía y nos otorga su desden. Busca en la América el espíritu
objetivo, y lo que encuentra, como en el Génesis, es el aliento de Dios rizando las
aguas, como una piedrecilla lanzada de canto sobre la tranquila laminación líquida.
Lo que todavía nos asombra es el desatado interés de Ortega y Gasset por esas
siete u ocho páginas donde Hegel enjuicia la América, en su Filosofía de la Historia
Universal. Considera en América sólo al criollo blanco, como causal de la
independencia, después de subrayar paradojalmente que la fortaleza del negro
había desalojado la pasividad india. Sus páginas sobre las culturas negras
muestran una escandalosa incomprensión. Se limita a señalar un estado de
inocencia. Como si fuera posible que en un estado tribal la idea de inocencia, en el
sentido paradisíaco católico en que la aplica, pudiera tener desarrollo. Considera
que la característica del continente negro, es ser indomable, en el sentido en
que no es susceptible de desarrollo y educación, dice. Bastaría para refutarlo
aquella épica culminación del barroco en el Aleijadinho, con su síntesis de lo negro
y de lo hispánico” (La expresión americana, pág. 172).
*
20
Escrito sobre un cuerpo
Si es verdad, como piensan ustedes (y yo comparto esa sospecha) que la Terra
trema ante los abusos del capitalismo extractivista21, es hora de proponer y exigir
mundillos en el sentido en que los estamos definiendo.
No se trata de competir con otro “mundillo” para ver cuál tiene la voz cantante, sino
de integrar el propio sonido local con esa otra “localidad”.
Fíjense lo que proponía el Comite Invisible (relacionado con el grupo Tiqqun y, por
esa vía, con Agamben) en A nuestros amigos (2014), pág. 16:
21
El tema no es nuevo, lo había planteado ya Bateson en Las raíces de la crisis ecológica (1970). Bateson
es el teórico del “double bind”, al que Capitalismo y esquizofrenia tanto le debe.
el mismo período del año, tal insecto cuyas estridulaciones ya no se escuchan, tal planta
que ya no florece al mismo tiempo que tal otra. Habla de todo esto con cifras, promedios,
científicamente. Piensa que ha dicho algo crucial al haber establecido que la temperatura
va a elevarse tantos grados y que las precipitaciones van a disminuir tantos milímetros.
Habla incluso de “biodiversidad”. Observa la rarefacción de la vida terrestre desde el
espacio. Lleno de orgullo, pretende ahora, paternalmente, “proteger el medio
ambiente”, que no le ha pedido tanto. Hay muchos motivos para creer que aquí
reside su ultima huida hacia adelante. (33-34)
Repensar una idea de la revolución capaz de abrir una brecha en el curso del desastre,
consiste, para empezar, en purgarla de todo aquello que ha contenido, hasta ahora, de
apocalíptica. Consiste en ver que la escatología marxista no difiere más que en estos
términos de la aspiración imperial fundadora de los Estados Unidos de América — la
misma que seguimos encontrando impresa en cada billete de un dólar: “Annuit cœptis.
Novus ordo seclorum.” Socialistas, liberales, sansimonianos, rusos y estadounidenses de
la Guerra Fría, todos han expresado siempre la misma aspiración neurastenica al
establecimiento de una era de paz y de abundancia esteril donde ya no habría nada
que temer, donde las contradicciones serían al fin resueltas, y lo negativo reabsorbido.
(40-41)
Pero:
El estado de excepción en el
que vivimos no es algo a
denunciar, es algo a volver
contra el poder mismo. (41)
“No sociedad, por tanto, sino mundos. Tampoco guerra contra la sociedad: librar la
guerra a una ficción es darle carne. No hay tal cosa como un cielo social por encima de
nuestras cabezas, sólo hay nosotros y el conjunto de vínculos, de amistades,
enemistades, proximidades y distancias efectivas de los que hacemos su experiencia.
Sólo hay nosotros, potencias eminentemente situadas y su capacidad para extender sus
ramificaciones en el seno del cadáver social que sin cesar se descompone y se
recompone. Un hormigueo de mundos, un mundo hecho de todo un cumulo de
mundos, y atravesado, por lo tanto, de conflictos entre ellos, de atracciones, de
repulsiones. Construir un mundo es elaborar un orden, hacer un sitio o no, a cada cosa,
a cada ser, a cada inclinación, y pensar ese sitio, cambiarlo si hace falta”. (203)
*
Me doy cuenta de que esta entrada a la situación “Globalización y mundialización” fue tal
vez demasiado larga y tal vez demasiado centrada en criticar a Hegel. Les explico por
qué: viene de los programas que consagramos a la Revolución (“Literatura y revolución”,
2017) y la Revuelta (“Las bellas banderas”, 2018). No la simplifiqué porque me pareció
que servía como marco de comprensión del texto de Bessière que les pedimos que
leyeran. Se trata, naturalmente, de no atar destino alguno al destino de lo Único y de los
universales que obturan la posibilidad de pensar contra-subjetividades (aquello de lo que
el Siglo XX hizo su juego más dichoso).
Fíjense lo que dice Rosi Braidotti en Metamorfosis:
La posmodernidad está marcada por el regreso de los «otros» de la modernidad: la
mujer, eI Otro sexual dei hombre, eI Otro étnico o nativo del sujeto eurocéntrico y el
Otro natural o terrestre de la tecnocultura emergen como contrasubjetividades.
Dada la ímportancia estructural de estos «otros» como atrezos [decorados
teatrales] que confirman a lo «mismo» en su posición de sujeto dominante, su
«regreso» coincide con una crisis de las estructuras y de las fronteras de la
subjetividad clásica, lo cual desafía sus propios fundamentos. (Braidotti, 148)
*
Dijimos “mundo”, para poder introducir el asunto literatura mundial, que es lo que estamos
obligados a pensar en estos cursos. Para eso leímos a Bessière 23.
“Recomposición de la literatura comparada: de su arqueología a su actualidad”
Una figuración es un mapa vivo, un análisis transformador del yo, no una metáfora.
Ser nómada, vivir en la calle, haberse exiliado, tener la condición de refugiado o de
refugiada, haber sido víctima de una violación durante la guerra bosnia, ser
emigrante sin un lugar fijo de residencia o ser inmigrante ilegal no son metáforas.
Tal como señalan algunos análisis críticos de la subjetividad nómada, carecer de
pasaporte o poseer demasiados no es equivalente ni meramente metafórico. (pág.
15)
24
Cfr. Badiou, Alain. El siglo. Buenos Aires, Manantial, 2005
garantiza la libertad, el libre albedrío, la ética.
A nosotros nos sirve, por ejemplo, para explicar la lógica de la constelación
benjaminiana (que es una manera de intervenir en el archivo a partir de las relaciones
de simpatía y la desviación espontánea de sus piezas): eso es una constelación, un
archivo sometido a las fuerzas de atracción: el París de Baudelaire, el París de los
Pasajes.
Lo que define el campo de operaciones del comparatismo que ejercemos es ese
clinamen, que este año hemos puesto bajo el imperio del Bien de Archivo (de nuestro
propio archivo).
No hay, entonces, una disciplina que pueda operar más allá del horizonte de tensiones del
presente, es decir: mas alla de unas líneas de fuerza. La disciplina se vuelve, así,
eminentemente política porque es una respuesta a esas tensiones. Por ejemplo: al
abrazar la crítica poscolonial y posmoderna, subraya la emergencia de los Otros.
Por eso:
5. El intercambio cultural, indisociable de la globalización, no es sino la exposición
de la heterogeneidad cultural, siempre localizada.
Eso puede formularse de otro modo: la obra que mejor circula o que mejor da
forma a la circulación es aquella que expone explícitamente esa paradoja y esta
dualidad de la homogeneización y la heterogeneización. Puede decirse, en el
seno de la unipolaridad, lo contrario. Eso define otra historia literaria para la
Literatura comparada y la obliga a emprender de cero historias comparadas de
las literaturas europeas.
*
Por supuesto, esto que estamos diciendo lo hemos leído en otra parte. Lo planteo
Auerbach hace ya bastante tiempo, en “Filología de la Weltliteratur”, el otro texto que les
pedimos que leyeran.
perfectus uero cui mundus totus exilium est (Hugo de San Víctor):
*
Para esa descripción o para ese acercamiento crítico, estamos diciendo, necesitamos
colocarnos en relación con un mapa, pero tambien un archivo.
Hasta ahora no hemos definido “archivo” cabalmente, sino modos de lectura que
podría permitirnos hacer uso del archivo. Hagámoslo, antes de continuar. Lo haremos a
partir de un texto “de archivo”, encontrado en el archivo, porque el archivo guarda incuso
su propia lógica.
Baldassare Bonifacio nació en Crema, en la provincia de Cremona, el 5 de enero
de 1586, hijo de Bonifacio Bonifacio, celebrado jursiconsulto y de Paula Carniani, hija de
Giovanni Francisco Carnini, también jurisconsulto y asesor. La pareja tuvo trillizos, a los
que decidieron bautizar con los nombres de los reyes magos, de ahí: Baldassare.
Podríamos deducir de allí toda una política de los nombres y las signaturas de
condición borgeana (“los espejos y la cópula son abominables”, etc...): el padre tiene un
solo nombre duplicado en espejo, los hijos llevan el nombre de los que siguen la estrella,
el aster. Lo que llamamos modernidad (clasica) es la persecución de un astro. Luego
viene el des-aster, el desastre. Un laberinto oscuro25. Ustedes verán más adelante esa
situación de desastre.
La crisis de los universales de la que hemos hablado ya bastante, y que funda la
posmodernidad es, a su manera, una crisis de la luz astral del Iluminismo (la razón
positiva se vuelve su propio mito y la claridad se vuelve oscuridad).
Lester K. Born, quien tradujo De archivis al inglés en 1941 para The American
Archivist, se sorprende de que su nombre no esté en ninguna edición de la Enciclopedia
Britannica ni en la Enciclopedia italiana. Las referencias (Born, la Británica..., el año)
parecen parodiar un cuento de Borges, pero todo el asunto parece suficientemente
documentado como para saber que estamos en territorio documental y no ficcional.
En 1636, la República de Venecia creó una nueva academia para los hijos de la
nobleza en Padua. Bonifacio fue nombrado director y primer rector de la nueva institución.
On Archives, es una típica obra maestra humanística (Kabinettstuck). Son sólo diez
apartados muy breves que dicen lo esencial sobre los archivos y que fundan la noción
moderna de archivo. Podríamos decir que la noción moderna de archivo nace ya completa
y acabada.
Baldassare nació el mismo año que Johannes Valentinus Andreae, el autor de Las
Bodas Químicas de Christian Rosenkreutz, que Borges menciona en Tlön, como ejemplo
de un libro que prefigura la realidad (También lo cita, hacia el final, el propio Baldassare:
25
Con más tiempo habríamos desarrollado algunas de las hipótesis de Blumenberg, Hans. La legitimación
de la Edad Moderna. Valencia, Pre-Textos, 2008
el rizo o rizoma queda bien dibujado).
La orden de los Rosacruces no existirá sino hasta un siglo después, y será decisiva
en el debate sobre las armonías universales (macro-cosmos, micro-cosmos), algo que se
deja oir en la música de Bach.
El tratado De Archivis es de 1632, una fecha que nos permitiría desplegar otro
sistema de relaciones “constelares”, pero dejamos eso por ahora. En todo caso, es
apenas posterior a los clásicos “orígenes” de la disciplina archivística:
De finales del siglo XVI son los dos tratados de Jakob von Rammingen: Von der
Registratur...., Heidelberg 1571; y Summarisches Bericht was es mit einer
KunstUchen und vollkommenen Registratur fur eine Gestalt, Heidelberg 1571
Baldassare escribe:
26
Cito un artículo de antes de ayer de Balbuena y Nazar, “El hilo de Ariadna”, donde encontrarán una
definición casi idéntica: “Un archivo es, por definición, la documentación producida por una institución o
persona en el desarrollo de sus funciones. Un archivo es el sedimento documental de una organización o
una persona, los documentos que “quedaron”, por su importancia, en ese pasado. Un documento de
archivo es, entonces, el testimonio de la actividad desarrollada por una persona física o jurídica, pública
o privada, cuyas características particulares son: originalidad, organicidad y carácter seriado. Éstas lo
distinguen del resto de los documentos, absolutamente válidos como testimonios del pasado, pero de
otro orden (p.e. Arquitectónico, tradición oral, museológico, bibliotecológico...). Y esto hace que los
documentos de archivo no sólo tengan por finalidad ser fuentes para la historia, sino también garantes de
derechos. (pág. 206)
grupo o fondo documental; y, por supuesto, son naturales, en tanto provienen de una
acumulación y ordenamiento que en ningún caso es artificial sino producto del
funcionamiento de un organismo determinado.
Ya veremos, hacia el final de Baltassare, que el archivo, como ser vivo, se
desarrolla en una ecología donde hay otros seres vivos que atentan contra su integridad.
En todo caso, podríamos subrayar la distancia entre la administración de los
archivos (que bien podemos llamar archivística) y la hermenéutica de los archivos (que
bien podemos llamar arqueología, en la senda de Foucault).
Sigamos con Baldassare.
¿Cuándo se instituyeron los archivos? Los egipcios, griegos y romanos tuvieron
archivos. Incluso los bárbaros (bárbaros aquí quiere decir no europeos: chinos e incas). El
asunto, como ven, vuelve a traer a escena la figura de la “esfera” que había interrogado
Bessière. Es decir que hay un umbral civilizatorio, y también de la memoria, en las
sociedades con archivo, sean éstas “europeas” o “bárbaras”.
“Para nosotros, entonces”, dice Baldassare, “la primera institución archivística
parece ser no solo anciana y antigua, sino que podría remontarse a los orígenes del
mundo”. De tal manera, el archivo se presenta al mismo tiempo como fuente histórica y
manantial del mito, y en base a ello, consigue actuar como factor decisivo en la
mitificación de la historia y en los discursos legitimadores del poder desde tiempos
remotos hasta nuestros días.
Me detengo especialmente en el capítulo 7, “Sobre la utilidad de los archivos” (los
anteriores, muy interesantes, son sin embargo descripciones “locales” de archivos
existentes: todas ellas muy hiperbólicas).
Fíjense en las funciones del archivo: a) es un sitio de memoria (sagrado), b) los
hechos del pasado son por definición desconocidos por la posteridad, salvo que
haya archivos documentales a los que recurrir, c) orientan la acción presente.
No hay nada más útil para instruir y enseñar a los hombres, nada más necesario
para aclarar e ilustrar asuntos oscuros, nada más necesario para conservar los
patrimonios y tronos, todo lo público y lo privado, que un almacén bien constituido
de volúmenes y documentos y registros -mucho mejor que los astilleros navales,
mucho más eficaz que las fábricas de municiones, ya que es mejor ganar por la
razón en lugar de por la violencia, por el derecho y no por el mal.
Aquí se produce una escisión (y un pliegue) bien foucaultiano: saber y poder. Por
un lado, los archivos garantizan un saber (la continuidad del saber) pero, sobre todo,
garantizan el gobierno, una forma de gobierno que modifica la forma de la soberanía
clasica.
Sabemos por Foucault (Nacimiento de la biopolítica) que durante el siglo XIX se
produce la estatización de lo biológico: es el nacimiento de la biopolítica moderna. Al
mismo tiempo que se abandona la anatomopolítica (inscripción del poder en el cuerpo
individual a partir de las instituciones disciplinarias: la cárcel, la fábrica, la escuela) se
produce una transformación de la soberanía. A partir del siglo XVIII aparece una nueva
tecnología de poder que integra y modifica parcialmente la tecnología disciplinaria anterior
en los mecanismos regularizadores del Estado, que se aplica a la vida de los
hombres en general, al hombre especie. Luego vendrían las sociedades de control.
Baldassare hace particiar a los archivos de una tecnología disciplinaria que,
durante todo el XVII va perfeccionando un mecanismo regularizador del Estado: los
“patrimonios y los tronos” quedan garantizados por los depósitos de documentos y
registros antes que por los astilleros y las fabricas de municiones.
Tirando un poco de la cuerda, llegaríamos a la relación entre soberanía y poder
biopolítico: ya no se trata de hacer morir, sino de hacer vivir (y, eventualmente, dejar
morir): el poder de soberanía retrocede cada vez más y que, al contrario, avanza más y
más el biopoder disciplinario y regulador. Sin archivos (censos, estadísticas
poblacionales y registros sanitarios, regulaciones migratorias, historias clínicas,
informes sobre alimentación, etc...) no habría biopolítica posible.
Las municiones son el emblema del hacer morir (en la guerra de naciones pero
también en la imposición de un orden soberano). Los archivos, como mecanismo
regulador y disciplinario, por un lado desubjetivizan el poder (lo burocratizan) y, por el
otro, transforman su sentido. Eso es la modernidad, y eso se lee en De archivis.
La insistencia de la ratio archivística por el establecimiento de un orden y un
principio, su esfuerzo por la identificar el arkhe de las huellas registradas, no resulta
casual, pues responde a los procedimientos político-administrativos que sustentan el
desarrollo de la propia archivología durante el siglo XIX. Al mismo tiempo, demuestra
importantes vínculos y refuerzos con el incipiente discurso del historicismo.
Fíjense que, tanto en la versión arqueológica (Baldassare) como en la versión
contemporánea (Balbuena et al), el concepto de archivo de la ratio archivística rehusa
aceptar cualquier existencia anarquica de los registros históricos o de los fondos
documentales, evitando de ese modo la posibilidad de inscripciones sociales producidas
sin derivar de una forma orgánica (recuerden, en este punto, Mil mesetas y su protesta
contra el organicismo).
Tal cual como lo hace hoy toda idea convencional sobre el archivo, pero también
toda ensoñación de la ratio archivística con un orden original, condición sine qua non para
cualquier registro que pueda ser archivado, desde un folio hasta una muestra de ADN,
desde un correo electrónico hasta la geolocalización de un cuerpo (tal como hoy se
pretende).
Para nosotros, la consecuencia más importante de lo anterior es que la
naturalización discursiva de estas practicas de organización de los registros tiende
de algun modo a obturar cualquier problematización sobre sus condiciones de
producción. Esto queda de manifiesto especialmente cuando la ratio archivística
tradicional afirma que el "archivo nace involuntariamente", que no es más que mera
"sedimentación documentaría del desarrollo de la actividad práctica, jurídica,
administrativa de un Estado, de una ciudad, de un grupo organizado o también de una
persona física o de una familia".
La máquina social del archivo es, por lo tanto, capaz de legitimar los materiales que
reúne, y para ello cuenta al menos con cuatro mecanismos fundamentales: un principio
de ordenación o jerarquización de los objetos y signos congregados; dispositivos de
clasificación que varían de acuerdo al principio anterior, mecanismos de valorización de
su acervo y aparatos de control para su acceso y su exhibición.
Volvamos a Baldassare:
8. De la administración de los archivos
Sería en vano almacenar escritos en cualquier lugar si el cuidado y la diligencia del
hombre no los protegieran de las lesiones del tiempo. Los mismos insectos, la
misma descomposición, la misma plaga, los mismos ratones poco a poco los
corromperían y se los comerían cuando se apilaran en un repositorio, no menos
que si se los descuidara y dispersara en varios lugares. Por lo tanto, de acuerdo
con los mejores consejos, se puso a hombres esmerados y formados a cargo de
bibliotecas y archivos, y con fondos públicos, a través de la generosidad de los
príncipes, se los indujo a emprender una cuidadosa tarea. Estos hombres solían
llamarse archivistas (archivistas), o bibliotecarios (bibliothecarius), o custodios
(custos), o guardianes de los escritos (grammatophylax), o guardianes de los
cofres (scrinarms).
Dos nociones introduce Bonifacio: la noción de organismo vivo (en competencia
con otros seres vivientes: parasitos del archivo). Y la noción de tesoro. Ese tesoro debe
ser cuidado por personal competente, pagado con fondos públicos (salen del bolsillo de
los príncipes, pero en última instancia, éstos cobraban impuestos, de modo que esos
fondos son públicos y los archivos constituirán, por lo tanto, un tesoro público y de
consulta pública).
Hay un calculo gubernamental en las recomendaciones de Bonifacio. Si los
príncipes resignan recaudaciones que bien podría haber dedicado a otros menesteres:
por ejemplo, la guerra y la ampliación del territorio y de la base imponible, es porque eso
garantiza gubernamentabilidad. Ese cálculo afecta la relación de gobernanza entre el
soberano y las poblaciones, es decir: la biopolítica.
Pero, además, la cuestión del ser vivo. Lo viviente compite entre si, establece
una relación de predación en la que, el ser humano, puede ser predador de los
grandes mamíferos, pero no de los insectos, los acaros, el moho.
Aquí ya estamos en el mundo de las harmonías (al que habíamos hecho alusión):
el cuerpo (la materia), el alma, el principio de ordenación divina. Es un tema fundamental
del Renacimiento y el Barroco (ya lo hemos insinuado en relación con el círculo y la
elipse). El cuerpo y los edificios y sus partes.
No sé si leyeron El código Da Vinci, esa novela astuta de Dan Brown. En todo
caso, es seguro que vieron la película. Bien, allí aparece con claridad la obsesión de Da
Vinci y sus contemporáneos por razonar cual es el centro del cuerpo humano. Y si éste
debe ser natural (físico) o matemático (formal).
La solución de Da Vinci es la del centro formal (matemático) porque eso le permite
formular hipótesis sobre la cuadratura del círculo. El centro del cuerpo humano (que en el
dibujo de Da Vinci es un varón) está en el nacimiento del sexo y no en el ombligo (centro
natural, que separa el cuerpo de las funciones superiores, del cuerpo de las
funciones inferiores: Bataille, el dedo gordo, el bajo materialismo).
Dan Browne, hijo del siglo XX, disimula el hecho de que estos varones
renacentistas sólo discutían la divina proporción de la verga (esa “virilidad expansiva”
que hizo también las delicias de Hegel) y postula que hay algo sobre lo femenino en sus
elucubraciones y traslada el debate al cáliz (matriz).
En todo caso: orden, registros, diagramas. Todo eso es la época de Baldassare, y
eso se lee en su opúsculo. También el misterio de los nombres (de Dios y de las cosas),
tema ya de raigambre borgeana y anarchivística, podríamos decir.
Caos y cosmos, si usamos nombres que podemos deducir de Rosi Braidotti y sobre
todo de Deleuze, a quien ella glosa: caosmos. Diagrama. Relaciones de fuerza.
Pero además, el efecto de la Enciclopedia china de Borges y, por lo tanto, del libro
que nació de un texto de Borges, Las palabras y las cosas de Foucault.
Pensar el orden divino es pensar lo impensable. La gran transformación del
siglo XVII, así en Las meninas (tema inicial de Las palabras y las cosas) como en De
archivis, es la anamorfosis representacional.
Las cosas informes adquieren una forma por intervención divina, es decir: hay una
ley, incomprensible, que ordena más allá de la representación. Fíjense que el asunto es
político, porque Bonifacio confunde deliberadamente lo natural con nombres de
ciudades- Estado.
El orden que se debe guardar en los archivos se demuestra a todos por la propia
Naturaleza: primero es apropiado dividir los lugares, luego los asuntos y finalmente
los tiempos. A esos órdenes se suma el orden alfabético. 1. Venecia – Padua –
Verona.
2. Testamentos – Asuntos de comercio – Contratos – etc. 3. De lo más antiguo a lo
más cercano: secuencia de años y meses. 4. Indices alfabéticos