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Se toma la noción de “situación matemática” como primitiva, exigiéndose que pueda ser
modelizada mediante un juego formal1. Se dice que una situación matemática es
específica de un conocimiento concreto si cumple las dos condiciones siguientes:
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Un juego formal de k jugadores es una estructura definida por los elementos siguientes: un conjunto X de
“posiciones” distintas; una aplicación Γ: X → P(X) que a todo estado x ∈ X le asocia un conjunto Γ (x) de
“posiciones permitidas” (Γ' representa las “reglas del juego”); un “estado inicial” I y uno o más “estados finales”
F; un conjunto J de k jugadores y una aplicación Q: JxX→ J que, en cada estado x del juego, designa el
“sucesor” (j,x) del jugador j; una función G de “ganancia” o “preferencia” definida en un subconjunto de X (que
contenga a F) y con valores en el conjunto de los números reales. (Ver Brousseau, 1986.)
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(i) Es comunicable sin utilizar dicho conocimiento.
(ii) La estrategia óptima del juego formal asociado a la situación matemática se
obtiene a partir de la estrategia de base (que consiste en jugar al azar, aunque
respetando las reglas del juego) utilizando el conocimiento en cuestión.
Existe una situación matemática modelizable mediante el juego denominado “La carrera
al 20”: Se trata de un juego de dos jugadores en el que el jugador que empieza jugando
debe decir un número x menor que 20 y el contrincante debe decir un número 1 o 2
unidades mayor: x + m (con m < 3). Gana el jugador que dice 20 por primera vez.
La teoría de las situaciones postula que cada conocimiento concreto debe poder
“determinarse” (en el sentido indicado) mediante una o más situaciones matemáticas,
cada una de las cuales recibe el nombre de situación (matemática) específica de dicho
conocimiento.
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4, 16, 28, 40, 52, 64, 76, 88 y 100.
Una variable de una situación adidáctica se llama variable didáctica si sus valores pueden
ser manipulados (fijados o cambiados) por el profesor. Partiendo de un conocimiento
concreto y de una situación adidáctica específica de dicho conocimiento, resulta que la
modificación de los valores de las variables didácticas de esta situación adidáctica
permite engendrar un tipo de problemas a los que corresponden diferentes técnicas o
estrategias de resolución.
Podemos ahora decir que aprender un conocimiento matemático significa adaptarse a
una situación adidáctica específica de dicho conocimiento, lo que se manifiesta mediante
un cambio de estrategia del jugador (el alumno) que le lleva a poner en práctica la
estrategia ganadora u óptima de manera estable en el tiempo y estable respecto a los
diferentes valores de las variables de la situación adidáctica en cuestión.
La teoría de situaciones postula, en este punto, que cada conocimiento matemático
concreto C puede caracterizarse así por una o más situaciones adidácticas específicas de
C que proporcionan su “sentido” a C. Dado que el alumno no puede resolver en un
momento dado cualquier situación adidáctica específica de C, la tarea del profesor
consiste en procurarle aquellas situaciones adidácticas (específicas de C) que están a su
alcance. Estas situaciones adidácticas, ajustadas a fines didácticos, determinan el
“conocimiento enseñado” C' en un momento dado y el sentido particular que este
conocimiento va a tomar en ese momento en la institución escolar.
Se llama situación fundamental (correspondiente a C) a un conjunto mínimo de
situaciones adidácticas (específicas de C) que permiten engendrar, por manipulación de
los valores de sus variables didácticas, un campo de problemas suficientemente extenso
como para proporcionar una buena representación de C según como se haya
reconstruido C en la institución didáctica en cuestión. Según esta definición, la situación
fundamental correspondiente a C proporcionaría una realización o representación
explícita del conocimiento C tal como es utilizado implícitamente por la institución.
Con ayuda de la noción de situación fundamental podemos “definir” ahora lo que significa
“aprender un conocimiento”. Diremos que un alumno ha aprendido el conocimiento C si
se ha adaptado (en el sentido anterior) a todas las situaciones adidácticas que
constituyen una situación fundamental (correspondiente a C). El problema que se plantea
en este punto es el de discernir en qué condiciones puede el alumno aprender
efectivamente los conocimientos matemáticos que se desea que aprenda.
La utilización por parte del profesor de situaciones adidácticas con una intención didáctica
es necesaria porque el medio “natural” en el que vivimos es no didáctico. Pero esta
utilización es insuficiente para inducir en el alumno todos los conocimientos culturales
que se desea que aprenda. Aunque Brousseau aceptó inicialmente la idea de Piaget de
que la construcción de los conocimientos se lleva a cabo mediante una adaptación
personal (hecha de asimilaciones y acomodaciones) al medio, denunció posteriormente
que la teoría de Piaget, al sobrevalorar el aprendizaje “natural” o “espontáneo”, corre el
riesgo de descargar al profesor de toda responsabilidad didáctica y caer en un nuevo tipo
de empirismo.
Para que un alumno aprenda un conocimiento matemático concreto es necesario que
haga funcionar dicho conocimiento en sus relaciones con cierto medio adidáctico que es
la imagen en la relación didáctica de un medio que es “exterior” a la enseñanza. Pero los
conocimientos matemáticos no pueden vivir por sí mismos en la institución escolar, sólo
pueden funcionar como tales conocimientos, en la relación didáctica.
Resulta, por tanto, que la situación adidáctica es únicamente una parte de una situación
más amplia que Brousseau llama situación didáctica (específica de C). Ésta comprende
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las relaciones establecidas explícita o implícitamente entre los alumnos, un cierto medio
(que incluye instrumentos y objetos) y el profesor, con el objetivo de que los alumnos
aprendan el conocimiento matemático C.
La noción de medio (“milieu”) es esencial en la teorización de Brousseau: forma parte del
medio de una situación didáctica lo que la Profesora llama en los Diálogos 3 el “medio
matemático de los alumnos” (es decir, todos aquellos objetos con los que los alumnos
tienen una familiaridad matemática tal que pueden manipularlos con toda seguridad y
cuyas propiedades les parecen incuestionables) así como los diferentes dispositivos de
ayuda al estudio (“clase de matemáticas”, “libro de texto”, etc.) a través de los cuales se
contextualiza la matemática enseñada.
La situación didáctica comprende una serie de intervenciones del profesor sobre el par
alumno-medio destinadas a hacer funcionar las situaciones adidácticas y los aprendizajes
que ellas provocan. Estas intervenciones son principalmente devoluciones e
institucionalizaciones (términos de la teoría que se explicarán a continuación). La
evolución de una situación didáctica requiere, por tanto, la intervención constante, la
acción mantenida y la vigilancia del profesor. En este sentido la situación didáctica se
opone a la situación adidáctica y es mucho más amplia y compleja.
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Imaginemos que el profesor intenta enseñar un determinado conocimiento matemático C
a los alumnos; si la devolución de la situación fundamental correspondiente a C se lleva a
cabo, si los alumnos entran en el juego y si acaban por poner en práctica, de manera
estable, la estrategia ganadora, entonces el aprendizaje se ha realizado. En este punto,
¿cómo podrán distinguir los propios alumnos entre todas las decisiones tomadas para
ganar, aquellas que dependen de características coyunturales del juego particular, de
aquellas otras que han sido posibles gracias al conocimiento adquirido?
Los alumnos que han aprendido un conocimiento matemático son capaces de plantear
adecuadamente y de responder a cuestiones que antes ni siquiera podían enunciar pero,
dado que no tienen medios para contextualizar dichas cuestiones, no pueden adjudicar a
los nuevos conocimientos un estatuto adecuado. Es preciso, pues, que alguien del
exterior venga a dilucidar cuáles de entre sus actividades tienen un interés científico
“objetivo”, un estatuto cultural.
Ésta es la función de la institucionalización que, de hecho, origina una transformación
completa de la situación. Se lleva a cabo mediante la elección de algunas cuestiones de
entre las que se saben responder, colocándolas en el núcleo de una problemática más
amplia y relacionándolas con otras cuestiones y saberes. Se trata de un trabajo cultural e
histórico que difiere totalmente del que puede dejarse a cargo del alumno y es
responsabilidad del profesor. No es, por tanto, el resultado de una adaptación del
alumno.
Inversamente a la devolución, la institucionalización consiste en dar un estatuto cultural,
a las producciones de los alumnos: actividades, lenguajes, y conocimientos expresados
en proposiciones. Constituye, junto a la devolución, una de las actividades principales del
profesor.
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menos, apuntados. En última instancia es el conocimiento matemático el que resolverá
las crisis originadas por las rupturas del contrato.
caso la situación adidáctica provoca un aprendizaje por adaptación (de acuerdo con la
teoría de Piaget).
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Los modelos implícitos aparecen como elecciones preferentes antes de que el alumno sea
capaz de formularlos y mucho antes de que esté convencido de su veracidad. En la clase,
el estatuto de las nociones que aparecen en un modelo implícito es el de nociones
protomatemáticas, esto es, nociones cuyas propiedades son utilizadas en la práctica para
resolver ciertos problemas, pero de forma que la noción misma no es reconocida ni como
objeto de estudio ni siquiera como instrumento útil para el estudio de otros objetos.
Para que el alumno pueda explicitar su modelo implícito y para que esta formulación
tenga sentido para él, es necesario que pueda utilizar dicha formulación para obtener él
mismo o hacer obtener a alguien un resultado. En una situación adidáctica de
formulación el alumno intercambia informaciones con una o varias personas. Comunica lo
que ha encontrado a un interlocutor o grupo de alumnos que le devuelve la información.
Los dos interlocutores, emisor y receptor se intercambian mensajes escritos u orales que
son redactados en lenguaje matemático según las posibilidades de cada emisor. El
resultado de esta dialéctica permite crear un modelo explícito que puede ser formulado
con la ayuda de signos y de reglas conocidos o nuevos.
El estatuto que tienen en clase las nociones de un modelo explícito es el de nociones
paramatemáticas: esto significa que se utilizan conscientemente (son reconocidas y
designadas) como instrumentos que sirven para describir otros objetos matemáticos,
pero no se les considera como objetos de estudio en sí mismas.
Segunda fase de la “carrera al 20”. Los alumnos son agrupados en dos equipos que
compiten el uno contra el otro. En cada grupo se asignan letras a los alumnos. A la
llamada del profesor los dos alumnos designados por la letra nombrada van a disputar
una partida en la pizarra. Los restantes alumnos no tienen derecho a intervenir ni a
hablar. El equipo del jugador ganador se adjudica un punto. Entre partida y partida los
alumnos de un mismo equipo discuten entre ellos las mejores estrategias. El éxito de
cada equipo depende de la acción y de la comprensión que, cada jugador manifiesta de
las estrategias que se discuten.
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El estatuto que tienen en clase las nociones que se utilizarán en una situación de
validación, especialmente después de la institucionalización por parte del profesor, es el
de nociones matemáticas, esto es, objetos de conocimiento construidos, susceptibles de
ser enseñados y utilizados en las aplicaciones prácticas. Las nociones matemáticas son,
por tanto, objeto de estudio en sí mismas, además de servir como instrumento para el
estudio de otros objetos.
Como puede observarse una dialéctica de la variación puede incluir diversas dialécticas
particulares de la acción, o de la formulación (por ejemplo, para establecer una
terminología). Está claro, además, que una dialéctica de la validación es en sí misma una
dialéctica de la formulación y, en consecuencia una dialéctica de la acción.
Tercera fase de la “carrera al 20”. El profesor cambia el juego. Cada equipo, después de
la discusión, puede proponer una declaración o un método para ganar; puede criticar una
declaración del otro equipo e intentar probar que es falsa y, por último, puede obligar a
jugar una partida utilizando el método que ha propuesto. En esta última fase los alumnos
aprenden sin intervención del profesor, a enunciar “teoremas” (como, por ejemplo, “es
necesario jugar 17”), a discutir su validez (“yo he jugado 17 y he perdido”), y a producir
demostraciones (“si él juega 17, yo sólo puedo jugar 18 o 19, en los dos casos él 20”)
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Supongamos que se da el caso en que los intervalos de eficacia óptima de las diferentes
estrategias sean muy característicos de cada una de ellas y estén muy separados entre sí
respecto de los valores de la variable didáctica en cuestión. En este caso, las situaciones
adidácticas sucesivas que se plantean al dar valores sucesivos a dicha variable didáctica
descalificarán de manera evidente la estrategia óptima anterior, haciendo necesaria la
invención de una estrategia nueva.
En la teoría de las situaciones se dice que aparece un obstáculo didáctico cuando son
necesarios estos cambios bruscos de estrategia óptima. Resulta, por tanto, que al nivel
de análisis en el que se sitúa la teoría de las situaciones, un obstáculo es relativo a una
situación característica de un conocimiento matemático concreto y a una variable
didáctica de dicha situación.
Así, si se diseña una situación que pretende apoyarse en una primera estrategia y hacer
que aparezcan ciertas limitaciones para introducir una segunda estrategia más eficaz,
puede obtenerse un efecto contrario al deseado, reforzando la estrategia que se
pretendía cambiar e impidiendo la aparición de la nueva. Tendríamos en este caso un
refuerzo didáctico de un obstáculo.
En resumen, tenemos que un obstáculo siempre va asociado a un cambio de estrategia
necesario y, por tanto, al desarrollo del conocimiento matemático. Si lo miramos desde el
punto de vista del profesor (o, en general, del director de estudio), podría decirse que el
obstáculo es el conocimiento de la primera estrategia que “dificulta” la aparición de la
nueva. Pero desde la óptica del conocimiento matemático mismo lo que caracteriza un
obstáculo concreto no es la antigua ni la nueva estrategia, es el cambio de estrategia y
su necesidad en el proceso de adaptación a la situación adidáctica.