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Tres días después de que Desiderio Arias abandonara el país, un contingente del Cuerpo
de Marines de Estados Unidos desembarcó y en dos meses tomó el control de la nación
imponiendo en noviembre de 1916 un gobierno militar bajo el mando del contraalmirante
Harry Shepard Knapp.
Los marines impusieron el «orden» en la mayor parte de la república, con excepción de la
región oriental. A consecuencia de la ocupación, el presupuesto del país se equilibró,
disminuyó la deuda externa y se retomó el crecimiento económico. La fuerza de ocupación
propició la realización de importantes proyectos de infraestructura como la creación de
nuevas carreteras que unieron todas las regiones del país por primera vez en la historia.
También se creó la Guardia Nacional, una organización militar profesional que sustituyó a
las fuerzas partidistas de carácter caudillista que habían librado una lucha interminable por
el poder
Consecuencias
A pesar de la retirada de las tropas de ocupación, se mantuvo la preocupación respecto a
la recaudación y uso de los ingresos aduaneros del país. Para solucionar este problema,
representantes de Estados Unidos y del gobierno de República Dominicana se reunieron
en una convención y firmaron un tratado el 27 de diciembre de 1924, mediante el cual se
cedió a Estados Unidos el control sobre los ingresos aduaneros del país. Este tratado fue
motivo de un largo resentimiento entre Estados Unidos y el pueblo dominicano hasta que
en 1944, el tratado Trujillo-Hull derogó el anterior y los ingresos aduaneros del país
volvieron de nuevo a ser administrados por el gobierno dominicano.
Una de las consecuencias de la ocupación fue el ascenso al poder de Rafael Leónidas
Trujillo. Trujillo, miembro de la Guardia Nacional creada a principio de 1919 por Estados
Unidos y no obstante a ser una persona de calidad moral cuestionable, recibió altas
calificaciones por parte de los oficiales militares estadounidenses y finalmente se convirtió
en jefe de personal del ejército del país en 1928.
A raíz de las elecciones fraudulentas de 1930, Trujillo se convirtió en presidente del país. A
pesar de que el Departamento de Estado de los Estados Unidos vio en Trujillo una especie
de "Frankenstein, que cobró vida gracias a los Marines de Estados Unidos" y que
probablemente sería causa de nuevos levantamientos, fue apoyado por el gobierno
estadounidense cuando sus tácticas de mano dura evitaron la necesidad de una
intervención militar. Gracias al beneficio del control de Estados Unidos sobre las aduanas
del país, Trujillo pudo desviar fondos para su ejército y suprimir la disidencia interna.
La corrupción política, la fuerza militar, la tortura, el asesinato, el nepotismo, los monopolios
comerciales y el manejo personalista del tesoro nacional de la República, le permitió a
Trujillo acallar a sus opositores y amasar una fortuna superior a los 800 millones de dólares
de la época.
Plan Hughes-Peynado
6. Si bien la resistencia armada a la intervención fue poca, no por ellos fue menos
heroica, como en el caso de los combates de la Barraquita, dirigidos por Carlitos
Daniel, y el cual perecieron por lo menos veinte dominicanos. Mientras tanto, el
congreso discutía quien seria el sucesor de Jimenez. El cargo recayó sobre Francisco
Henriquez y Carvajal.