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París”
Publicado el 23 junio, 2015 por revistacedartmc
“Carta a una señorita en París”, es eso y a la vez más. El cuento habla desde la voz del
narrador, quien es el personaje principal de la historia y el que escribe la carta. Dicha
carta tiene como destinatario a una chica, Andreé que viaja a París. Durante la carta se
desenvuelve la historia. El remitente habla sobre la mudanza que lleva a cabo en casa de
Andreé, en la calle Suipacha en Buenos Aires. La carta tiene un ambiente normal y
tranquilo, hasta que comienza a exponer un problema: él vomita conejitos blancos. En la
carta explica que eso ya le había sucedido antes, pero que le preocupaba no estar en un
lugar en el que pudiera ocuparse del conejito, donde no tenía un trébol en el balcón para
guardarlo.
El texto es redactado en forma de carta, narrado con un carácter íntimo e informal. Por
lo mismo, el narrador o remitente de la carta es el personaje principal, aunque se
desconozca mucho de él como personaje. En la carta no se describe a las personas, sino
las acciones. En el cuento existen otros personajes: Andreé, a quien se le dirige la carta
y que se conoce desde el inicio del cuento, y Sara, la mucama de la casa de Andreé.
Sabemos aspectos limitados de Andreé, pero se puede destacar la estrecha relación que
había entre ella y el remitente de la carta por dos cuestiones: la primera, le ha dejado
vivir en su casa, y segunda, la forma en la que él le escribe la carta. Además de ella,
Sara también tiene presencia lejana en el cuento. Es la mucama de la casa, pero es
también una persona prudente, honrada, organizada, media desconfiada y metódica.
Los conejitos pueden ser símbolos de mil y un cosas, pero antes de ser símbolos
representan una desesperación que crece durante el relato. Él comienza a decirnos que
no se siente completamente cómodo con mudarse a la casa de Andreé debido a que está
constantemente ocupado en el trabajo y otras cuestiones, por lo que el hacer maletas y
subir y bajar cosas rompe la cotidianeidad del personaje. El autor comienza a determinar
la actitud y personalidad del personaje, la cual es mejor entendida al final del cuento.
Por dicha forma descriptiva del cuento, se podría decir que resulta ser más que una
carta, una confesión o un cuento que corresponde no a un personaje que escribe la carta
sino al propio autor.
Con la llegada del décimo primer conejo y el considerable tamaño de los otros diez, él
entra en una problemática mucho más profunda. La desesperación lo envuelve y entra
en un caos personal que luego termina de forma inesperada. Termina por deshacerse de
los conejitos blancos, y al final él culmina destruyéndose a sí mismo. Mueren, todos por
igual. No precisamente de forma física sino simbólica. Gracias a este acto se puede
entender que toda la carta toma un sentido muy distinto, que el de sólo saludar y
notificar al destinatario. La carta comienza a ser mucho más personal, ya no es una carta
que es escrita para ella sino para sí mismo. El caos final y la forma abrupta de culminar
el problema con once conejitos blancos, nos lleva a una conclusión que se puede
asimilar en una siguiente lectura del cuento. La carta es del autor para el autor, del
personaje para el personaje; de la muerte de los conejitos y de su propia muerte. La
carta es la forma en la que él registra su muerte, la manera en la que se prohíbe ser
suficientemente libre para jugar por las noches y dormir durante el día y la imposición
que logra crearse para sí mismo. El cuento es la carta en la que expresa el obstáculo más
grande del personaje: él mismo.