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Ricardo Matute Hicks 17 de abril de 2020

Persona y Humanismo
Filiberto J. Castillo Calzada

La dialéctica de la persona

El dinamismo de la personalización se desarrolla no solo a través de la ley de tensión sino


también a través de una segunda dialéctica que se da entre tres elementos diferenciadores. La
persona para Lacroix es la dialéctica entre fuerza, derecho y amor. Lo que busca el término de
dialéctica es un equilibrio entre esos tres factores, y cada uno representa tres distintos modelos
de hombre que se dan en continuo diálogo a lo largo de la historia gracias a sus tres
configuraciones éticas que construyen al hombre en relación con la sociedad en la que vive.
Lacroix precisa que la dialéctica de la persona se esfuerza en mostrar como la persona se
constituye de estos factores de tal manera que al tiempo crea los compromisos comunitarios
sin los cuales toda sociedad está condenada a su perdición.

El hombre de la fuerza. Según Lacroix, la fuerza es la capacidad del hombre para situarse en la
naturaleza y enfrentarse a ella. Es el primer y necesario momento existencial en el que se
encuentra la persona en su vida. La fuerza es la vida biológicamente entendida. El núcleo
orientador de la fuerza humana se encuentra en la dignidad de la persona que se manifiesta en
una afirmación: “el hombre es un ser capaz de exponerse voluntariamente a la muerte”. La
fuerza es sinónimo de fortaleza que llega incluso a servir para afrontar voluntariamente a la
realidad de la muerte. Este concepto esta vinculado con el concepto de Nietzsche de fuerza de
voluntad. El cuerpo humano es un fenómeno múltiple compuesto por diversas en las que se
distinguen activas y reactivas; aquellas dominantes, estas dominadas. Actuar y reaccionar son
acciones de la fuerza. Las fuerzas activas y reactivas luchan, por lo tanto, cabe deducir que la
vida misma es lucha. Esta lucha, según Lacroix, es la estructura misma del ser. Por último, la
fuerza puede convertirse en virtud cuando expresa el coraje de una persona, esto es, lo más
noble que brota del ser humano.
Ricardo Matute Hicks 17 de abril de 2020
Persona y Humanismo
Filiberto J. Castillo Calzada

El hombre del derecho. Es el hombre de la seguridad, el hombre capaz de racionalizar y


organizar las relaciones de fuerzas existentes, asiendo así un mínimo equilibrio entre las
mismas. La fuerza debe de ser orientada y dirigida y el derecho hace posible esta humanización
de la fuerza. El equilibrio de fuerzas constituye el primer peldaño del derecho, es la fuerza
creadora de la vida al servicio del orden que hay que realizar, se canaliza en el ámbito de la
personalización como un modo de mediación. Posee en él la presencia de una idea
trascendente que le da su ser y su valor y la lleva a desarrollarse y perfeccionarse, esa es la idea
del amor o caridad.

El hombre del amor. Es el hombre espiritual, entendido como espíritu encarnado y como tal es
el hombre que asume el riesgo del compromiso derivado de la confianza ilimitada en el otro. El
equilibrio de las fuerzas que realiza el derecho resulta insuficiente para la creación de una
sociedad humana. El hombre del amor asume la solidaridad y la generosidad entendidas como
los pilares fundamentales de la sociabilidad y por ende del resto de las instituciones.

Como conclusión y relacionando las tres instituciones del hombre que presenta Lacroix, ni la
fuerza, ni el derecho, ni el amor son suficientes para crear una sociedad y solo mediante la
relación de las tres se podrá formar una verdadera comunidad humana y fundar la paz.
Finalmente, Lacroix explica que el momento en el que los hombres son puestos en el mundo es
la fuerza; estas fuerzas se relacionan, cooperan, equilibran es el derecho; finalmente se quieren
y ratifican su ser relativo y se ponen como distintas en comunión es el amor.

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