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Cada vez más miembros de la clase media puertorriqueña se han reubicado en Estados Unidos

desde la década de 1990, buscando una mejor "calidad de vida" -refiriéndose a seguridad,
tranquilidad, salud, vivienda y educación. Los nuevos emigrantes incluyen una cantidad
considerable de maestros, enfermeras, ingenieros y médicos, entre otros profesionales. Como
promedio, su nivel educativo supera al de los emigrantes de los años cuarenta y cincuenta del siglo
pasado. Sin embargo, el grueso del éxodo contemporáneo sigue siendo personas atraídas por
mejores oportunidades de empleo, salarios y condiciones de trabajo en Estados Unidos.

JORGE DUANY

CATEDRÁTICO DE ANTROPOLOGÍA

Cada vez más miembros de la clase media puertorriqueña se han reubicado en Estados Unidos
desde la década de 1990, buscando una mejor "calidad de vida" -refiriéndose a seguridad,
tranquilidad, salud, vivienda y educación. Los nuevos emigrantes incluyen una cantidad
considerable de maestros, enfermeras, ingenieros y médicos, entre otros profesionales. Como
promedio, su nivel educativo supera al de los emigrantes de los años cuarenta y cincuenta del siglo
pasado. Sin embargo, el grueso del éxodo contemporáneo sigue siendo personas atraídas por
mejores oportunidades de empleo, salarios y condiciones de trabajo en Estados Unidos.

El destino principal de la emigración puertorriqueña desde los años noventa ha sido el estado de la
Florida. La población de origen boricua residente en ese estado aumentó de 247,010 a 847,550
personas entre 1990 y 2010. El crecimiento de los "floriricans" se concentró en la Florida Central,
especialmente en el área metropolitana de Orlando-Kissimmee, donde residían 269,781 boricuas en
el 2010.

Los últimos datos censales constatan que los puertorriqueños residentes en la Florida tienen un
perfil socioeconómico más aventajado que en estados como Nueva York, Pensilvania, Connecticut
y Massachusetts. Entre otros indicadores, tienen niveles de escolaridad e ingreso más elevados, así
como tasas de pobreza y desempleo más bajas.

No obstante, los emigrantes boricuas a la Florida no constituyen una "fuga de cerebros" en el


sentido de representar mayoritariamente a los sectores más educados del País. Según los cálculos
censales, entre los años 2007 y 2011, el 38.9% de los emigrantes no se había graduado de escuela
superior, comparado con el 29.5% de la población insular. Apenas el 13.7% de los emigrantes había
completado un bachillerato y el 4.7% estudios graduados o profesionales, comparados con el 17.4%
y el 6.7% de la población de Puerto Rico, respectivamente.

Los estimados censales también confirman que los emigrantes recientes a la Florida no provienen
principalmente de las ocupaciones más calificadas en la Isla. Sólo el 21.6% de los emigrantes,
frente al 27.6% de los residentes de Puerto Rico, se desempeñaba como gerentes y profesionales.
Los emigrantes sí tenían una mayor proporción (31.4%) de vendedores y oficinistas que la fuerza
laboral de la Isla (27.9%). Además tenían un mayor porcentaje (12.7) de trabajadores de
construcción, mantenimiento y reparación que en Puerto Rico (6.6). En conjunto, el 48% de los
emigrantes eran trabajadores de servicio y cuello azul, comparados con el 44.4% de la población
insular.

Tales estadísticas sugieren que se ha exagerado la magnitud de la "fuga de cerebros" en Puerto


Rico. El economista Kurt Birson, del Centro de Estudios Puertorriqueños de Hunter College, ha
llegado a la misma conclusión, al examinar las características socioeconómicas de los emigrantes
puertorriqueños a Estados Unidos entre los años 2000 y 2011. Por lo tanto, se requiere revisar la
popular visión de que la mayoría de las personas que se han ido de Puerto Rico en la última década
son graduados universitarios con destrezas profesionales. Más bien, el éxodo contemporáneo
abarca a una amplia gama de la sociedad boricua, agobiada por el desempleo, la pobreza y la
criminalidad.

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Catedrático de la UPR

08-Noviembre-2006

Estudiando en Berkeley, conocí a Victoria, una española de origen vasco. Durante nuestra primera
conversación, dije algo que no entendió. Entonces surgió una discusión amistosa sobre la manera
"correcta" de hablar español. En algún momento, Victoria me cuestionó: "Joder, ¿pero quién
conquistó a quién?" Atragantándome una cerveza, le contesté: "Ustedes nos conquistaron, pero
nosotros descendemos de los conquistadores y ustedes de los que se quedaron allá".

Éste no fue un incidente aislado. En aquella época, trabajaba como asistente de cátedra en el
Departamento de Español y Portugués. Durante una orientación pedagógica, nos llamaron aparte a
los caribeños, especialmente puertorriqueños, cubanos y panameños. Nos pidieron que habláramos
más despacito, pronunciando todas las letras y sin usar expresiones idiomáticas regionales en
nuestras clases. Irónicamente, nuestro supervisor, un profesor brasileño, hablaba castellano como
tercer idioma (después del portugués y el catalán). No recuerdo que trataran igual a españoles,
mexicanos o ecuatorianos.

¿De dónde viene esa idea común -tanto en círculos académicos como en medios populares- de que
los puertorriqueños "hablan raro"? ¿A qué se debe el desprecio peninsular por los dialectos
antillanos del español? ¿Por qué muchos latinoamericanos sienten que su "acento" es superior al
nuestro?

Una de las razones es que el dialecto boricua supuestamente está más "contaminado" por el inglés
que otras variantes del español. Un repaso rápido de los numerosos anglicismos -como autostop,
clóset, coctel, champú, chequear, okey, parqueo, sándwich y tíquet- prevalecientes en otros países
hispanoparlantes ayudaría a desmentir tal acusación. Aunque hemos tomado muchos términos
prestados del inglés, nuestro vernáculo sigue siendo fonética y gramaticalmente hispánico.
Otra causa del desdén hacia el español puertorriqueño es el prejuicio de raza y clase. Muchas
características típicas del lenguaje coloquial insular (como aspirar las eses o sustituir la erre por la
ele) se asocian con poblaciones negras, pobres, analfabetas y campesinas. En Puerto Rico, sin
embargo, tales rasgos lingüísticos se han difundido ampliamente entre diversos estratos sociales.
Asimismo, empleamos comúnmente muchas palabras de origen africano como candungo, cocolo,
chango, fufú, jurutungo, mofongo y mongo.

El lingüista Ángel Rosenblat planteó jocosamente que los contrastes básicos en el español
americano podían reducirse a la dieta. En las zonas caribeñas y costeras del Atlántico (como
República Dominicana, Venezuela y Argentina), solemos comernos las consonantes (como las des
y erres entre vocales). Mientras tanto, los habitantes de las tierras altas continentales
(especialmente México, Perú y Colombia) tienden a comerse las vocales (como las oés en
"patroncito"). Esa segunda vertiente se acerca más a la norma culta del castellano y tiene mayor
prestigio que la primera.

El llamado español atlántico se originó principalmente en el sur de España, especialmente en


Andalucía. Según Manuel Álvarez Nazario, muchos vocablos coloquiales boricuas -incluyendo
expresiones indispensables como chola, desinquieto, ¡fo!, gago, guagua, guaracha, mollero y
sancocho- pueden trazarse a los inmigrantes canarios asentados aquí desde principios de la
colonización española. Además, la lengua criolla incorporó selectivamente los aportes de taínos,
africanos y otros grupos étnicos. El resultado de esa intensa mezcla es nuestro idioma actual.

Entonces, ¿quién conquistó a quién? Quizás la pregunta está mal hecha, porque el legado
hispánico no se transplantó mecánicamente a las Américas. Acá desaparecieron el pronombre
vosotros, el sonido de la zeta y numerosos giros propios del castellano, así como también el
gallego, el catalán y el vasco. Después de la independencia de casi todos los países
latinoamericanos (menos Puerto Rico), sus diferencias dialectales se acentuaron. "Hablar raro" no
es propiedad exclusiva de los puertorriqueños; todos tenemos "acentos" al comparar nuestra
entonación, pronunciación y vocabulario con los de otros pueblos iberoamericanos. Finalmente, no
hay razones lingüísticas ni pedagógicas convincentes para enseñar un español estándar (valga el
anglicismo), que pocos hablan diariamente, excepto algunos locutores de televisión hispánica en
Estados Unidos. Eso sí que suena raro. © NoticiasFinancieras - © GDA - El Nuevo Dia - All rights
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Catedrático de la UPR

Durante la década de 1990, el dinero enviado por los emigrantes a sus familiares se convirtió en la
segunda fuente de divisas en América Latina y el Caribe. Según el Banco Interamericano de
Desarrollo (BID), los emigrantes transfirieron más de $53,000 millones a la región en el año 2005.

En varios países, las remesas representan la mayor proporción del producto interno bruto,
rivalizando con la manufactura y el turismo. Las transferencias privadas de dinero frecuentemente
exceden la inversión directa y la ayuda extranjera para el desarrollo. En todas partes, las remesas
contribuyen a sostener las economías locales, particularmente las de las familias más necesitadas.

El fenómeno de las remesas es sumamente pertinente para Puerto Rico, un importante emisor de
emigrantes a Estados Unidos desde la Segunda Guerra Mundial, un destino creciente para
migrantes de retorno y, más recientemente, un receptor de inmigrantes extranjeros, especialmente
de República Dominicana.

Un resultado de estos múltiples flujos poblacionales es la circulación masiva de "migradólares",


como se les llama comúnmente en México a los envíos monetarios de los migrantes. Sin embargo,
los efectos multiplicadores de los "migradólares" en la economía local, así como el papel actual de
la Isla como segunda emisora de dinero a República Dominicana (después de Estados Unidos), aún
no se han reconocido públicamente.

La economía puertorriqueña no puede comprenderse cabalmente sin tomar en cuenta las remesas.
En el 2005, la Junta de Planificación valoró las transferencias privadas recibidas del exterior en
$489.4 millones. Esa cifra coloca a la Isla en la posición número 15 en el hemisferio, después de
Argentina y Paraguay, en cuanto al monto de remesas. Aunque éstos son estimados
conservadores, muestran un aumento continuo en las últimas décadas, especialmente durante los
años noventa.

Por su parte, la economía dominicana depende grandemente de la transferencia masiva de fondos


de Estados Unidos, Puerto Rico, Europa y otros países latinoamericanos y caribeños. Según el BID,
República Dominicana recibió $2,682 millones en remesas en el 2005.

Esa cantidad sitúa a República Dominicana en el sexto lugar en las Américas, después de México,
Brasil, Colombia, Guatemala y El Salvador. Según tales cálculos, los dominicanos envían más de
cinco veces más "migradólares" que los boricuas a su país de origen. En promedio, los
puertorriqueños remesan sólo $118 al mes, comparados con $148 para los dominicanos.

En el 2004, el BID estimó que los dominicanos residentes en Puerto Rico enviaron alrededor de
$240 millones a sus parientes en República Dominicana. Esta práctica económica ha generado una
creciente demanda de servicios especializados en el envío de valores, incluyendo dinero, paquetes
y regalos. Un emprendedor fotógrafo dominicano ha establecido 40 remesadoras en Puerto Rico.
Decenas de negocios dominicanos compiten por el mercado de remesas en la Isla, la mayoría de
ellos localizados cerca de los principales asentamientos dominicanos en Santurce y Río Piedras.
Aun grandes corporaciones financieras han incursionado en la vasta industria de transferencias de
dinero.

En estos momentos estamos realizando un estudio de campo sobre las remesas en la Isla,
auspiciado por el Centro para la Nueva Economía y la Fundación Ford. Nuestra hipótesis de trabajo
es que muchas familias pobres combinan los "migradólares" con otras fuentes de ingresos, como
los salarios, los subsidios gubernamentales y el chiripeo. Hasta ahora, la evidencia sugiere que el
grueso de las remesas ayuda a cubrir las necesidades básicas de los hogares de escasos recursos,
tales como alimentación, ropa, medicinas y alquiler. Más aún, parte de esos fondos puede invertirse
en actividades económicas como establecer negocios, construir viviendas y adquirir propiedades. Al
igual que en otros países, el gobierno estatal debería facilitar el envío y recibo de "migradólares"
para mejorar las condiciones de vida de la población puertorriqueña y dominicana. © 2005
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Catedrático de la UPR

Del próximo 15 al 18 de marzo, la Asociación de Estudios Latinoamericanos (LASA, por sus siglas
en inglés) celebrará su XXVI Congreso en el hotel Caribe Hilton de San Juan. Más de 6,000
académicos de Estados Unidos, América Latina y otros lugares participarán en unas 930 sesiones
de trabajo. El lema central de la reunión será "Descentralizar los estudios latinoamericanos",
incluyendo cómo abordar la región desde distintas partes del mundo. Por la localización del
congreso este año, uno de los temas recurrentes de discusión será el lugar de Puerto Rico dentro
del conjunto latinoamericano y caribeño.
Desde antes de bajarse del avión, los miembros de LASA notarán diferencias importantes entre la
Isla y otros países de la región. Probablemente, algunos pasajeros aplaudirán al tocar tierra
borincana. Si vienen de Estados Unidos, los viajeros no pasarán por los controles de inmigración y
aduana. Si llegan del extranjero, sus pasaportes y equipaje serán inspeccionados por las
autoridades federales. Al salir del aeropuerto, los taxistas podrán comunicarse en inglés, pero
preferirán hablar español. Camino al hotel, los latinoamericanistas leerán múltiples letreros
comerciales en inglés. Enseguida identificarán numerosas cadenas americanas de comida ligera.
Prenderán la televisión y verán programas americanos por cable o satélite. Y siempre pagarán con
dólares americanos.

Si logran escaparse de los enclaves turísticos, los visitantes reconocerán que efectivamente están
en un país latinoamericano. El idioma, la comida, la música, el baile, el deporte, la religión y la
política se practican aquí de formas afines a otras culturas caribeñas y latinoamericanas,
entremezcladas con la americana. Si le preguntan a la gente si se siente parte de la nación
americana o puertorriqueña, recibirán la última como respuesta mayoritaria: tener un pasaporte
americano no contradice reclamar una identidad boricua.

Descentralizar los estudios latinoamericanos implica repensar la posición marginal de algunos


países y regiones, como Puerto Rico y el Caribe, dentro del hemisferio occidental. La Isla se pierde
en demasiados debates públicos y académicos al no ser estado de la unión americana, ni república
soberana. Por ejemplo, Puerto Rico frecuentemente está ausente de las estadísticas americanas e
internacionales. Sin embargo, culturalmente, pertenecemos predominantemente al ámbito antillano
y latinoamericano.

Puerto Rico fue una de las dos últimas colonias hispánicas del Nuevo Mundo (junto con Cuba). Aún
se cultivan costumbres españolas que desaparecieron de otras partes de la región, como la Fiesta
de Reyes. Asimismo, subsisten prácticas tradicionales de origen africano que nos emparientan con
otros pueblos caribeños y Brasil, tales como los ritmos de la plena, la salsa y el reggaetón. Más de
un siglo de coloniaje americano ha transformado la cultura boricua, pero algunos
latinoamericanistas se sorprenderán de que la Isla no se haya "asimilado" completamente al modo
de vida continental. Por otra parte, Estados Unidos tiene una fuerte presencia económica, política,
militar e ideológica en muchos territorios de la cuenca caribeña y del mundo. Incluso en eso, Puerto
Rico es un país típicamente latinoamericano, aunque aquí es más visible el cruce constante de
fronteras culturales.

Concluido el congreso, muchos miembros de LASA atravesarán por otros pequeños ritos de pasaje,
como radiografiar sus maletas con las máquinas del Departamento de Agricultura federal o
contestar las preguntas de los funcionarios de inmigración. Tales detalles les confirmarán que
Puerto Rico no es un territorio incorporado de Estados Unidos, sino un paisito muy peculiar,
hispanoamericano y afrocaribeño. © 2005 NoticiasFinancieras - © 2005 GDA - El Nuevo Dia - All
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Catedrático de la UPR

En países hispanohablantes y predominantemente católicos, antiguamente se acostumbraba


nombrar a los bebés según el día del santo en que nacieran. Por eso resultaba imprescindible un
almanaque con "santoral al dorso" (como se llamaban algunos jíbaros). Desgraciadamente, muchos
cristianos debían cargar la cruz de Agapito, Atanasio, Domitila, Eduviges, Eulogio, Eustaquia,
Gertrudis y Hermenegildo.

Otra costumbre común era bautizar a los niños en honor de sus padres y abuelos. En mi familia,
Rafael, Andrés, Ambrosio, María y Caridad se repiten por generaciones. A veces, para diferenciar a
parientes con el mismo nombre y apellido, hay que utilizar el segundo nombre, el apellido materno o
el consabido "Júnior". Para algunas personas, llamarse igual que un antepasado podría determinar
su carácter y fortuna, como si el nombre facilitara la trasmigración de almas gemelas.

En la década de 1980, la profesora de la UPR Joan Fayer documentó un aumento notable de las
denominaciones inglesas en Puerto Rico. Según su encuesta, el 34% de los niños y el 23% de las
niñas tenían nombres en inglés, como Raymond, Richard, Robert, William, Arlene, Elizabeth y
Jennifer. Para esa época, muchas personas con nombres hispánicos, especialmente varones,
adoptaban apodos anglicados, como Charlie, Eddie, Frankie, Joe, Johnny y Tony. El cambio de
nomenclatura podía atribuirse a la creciente influencia y prestigio del inglés.

Según un informe del Departamento de Salud del 2002, los nombres más populares para varones
en Puerto Rico eran Luis, José, Ángel, Carlos y Kevin. Les seguían en importancia Gabriel, Juan,
Christian, Bryan y Jean. Para las nenas, Paola, Alondra, Gabriela, Génesis y Andrea eran los
preferidos. Luego venían Adriana, Natalia, Valeria, Kiara y Karla. María, Carmen y Rosa ya no
figuraban entre los primeros diez nombres femeninos.
La tendencia más reciente ha sido crear nombres compuestos, invertidos o inventados. En mis
listas de estudiantes, una de cada seis tienen nombres originales como Abbynet, Adianés, Anelsie,
Angelishka, Bethdiannne, Coralee, Cristabel, Daizuleika, Dhilma, Elizvette, Idalisabel, Kaovy,
Keimari, Kenya, Lemsy, Leynalá, Lismary, Lu-Mariann, Luesdy, Mirla, Nahelis, Nairam, Naiyara,
Nanchy, Nashma, Nivek, Reisamari, Shairilyn, Silmaris, Suanette, Sulai, Vicmayra, Wilitza,
Wilmarie, Wilnelia, Yahaira, Yaraitza, Yarelis, Yarimar, Yashira, Yoyzka y Zaimaris. Entre los
varones, recuerdo nombres exóticos como Abinel, Amabex, Ariel, Atabex, Darwin, Heber, Hilemm,
Istar, Jasad, Kabir, Mozart, Nilmar, Seil, Yaureibo y Yilmar. Evidentemente, las niñas son víctimas
más comunes del ingenio paterno que los niños.

En los pasados cincuenta años, las tradiciones hispánicas y católicas han perdido terreno frente a la
modernización, urbanización e industrialización del País. La exposición constante a la lengua
inglesa y los medios de comunicación estadounidenses también ha contribuido a transformar las
prácticas de nombramiento. Además, ciertos nombres se han puesto de moda, como Gabriela,
Camila, Tanairi o Shakira, debido al éxito de una película, telenovela o cantante.

Pero, ¿por qué acuñar nombres noveleros para los hijos? Aparentemente, muchos padres quieren
distinguirlos con un apelativo único desde que nacen. Ya ni los nombres de procedencia hispánica
ni anglicana satisfacen el impulso creativo de numerosos progenitores jóvenes. Por mi parte,
frecuentemente he pensado que convendría llamarse Pérez o Rivera más que tener un raro apellido
de origen irlandés como el mío. Quizás nuestros antepasados querían ahorrarnos trabajo al
llamarnos Pedro, Jorge, Ana o Isabel. Compadezco a los pobres niños que siempre tendrán que
deletrear sus extraños nombres boricuas porque nadie puede escribirlos ni pronunciarlos.

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Catedrático de la UPR

Enfermarse es un lujo que pocos podemos pagar pero todos debemos sufrir en algún momento. Al
malestar físico se añade la agonía de esperar que te atienda un doctor. ¿Por qué en un país con
casi un médico por cada 500 habitantes será tan difícil ver a uno de ellos? Luego están las largas
filas para comprar medicinas en la farmacia. Pero, quizás lo peor de enfermarse es sentir la falta de
compasión de algunos miembros del personal de salud, que no parecen dedicarse a su profesión
por vocación sino por afán de lucro o necesidad económica.

Al igual que al cantautor Juan Luis Guerra, recientemente me subió la bilirrubina, me puse amarillo y
me diagnosticaron hepatitis A. Aunque yo tenía una orden de hospitalización de mi médico de
familia, el internista con quien él había hablado decidió dejarme "overnight" en un hospital privado
en San Juan. Según supe después, esa palabrita significaba que no me admitirían al hospital ni me
dejarían regresar a casa esa noche. Como no había cama disponible, tendría que esperar que
dieran de alta a algún paciente. Aparentemente, esta práctica es común en los hospitales del país.

Tuve que pasar casi 12 horas sentado en una incómoda silla, amarrado a un suero, con mareos y
náuseas terribles, en una sala de emergencias infernal. Más tarde apareció una camilla que
colocaron en un pasillo hasta que me movieron junto a dos pacientes con pulmonía. Cuando se
tapó el inodoro del apestoso baño, un empleado de "servicios ambientales" lo clausuró. Al frente
mío había un zafacón lleno de desperdicios orgánicos que nadie recogía. Esa noche fue una de las
peores de mi vida, sin poder dormir por los gritos de un anciano con Alzheimer. A la mañana
siguiente prendieron unas luces brillantes y pusieron música de salsa y merengue, como para
torturar a los pobres pacientes. Tras más de 24 de horas de llegar al hospital, me subieron a un
cuarto semiprivado. Me pareció una mansión comparada con la antihigiénica, hacinada y ruidosa
sala de emergencias. Entonces me trataron dignamente, aunque me sacaron sangre como si fueran
vampiros.

Según estadísticas oficiales, en Puerto Rico hay sólo 3.3 camas de hospital por cada 100
habitantes, menos que en muchos países más pobres, como Libia, Congo o Papúa Nueva Guinea.
Sin embargo, tenemos una proporción relativamente elevada (casi 40%) de asegurados en los
planes de salud y una tasa bastante alta (8.8%) de utilización por los asegurados. Quizás por eso
los hospitales públicos y privados no dan abasto para tantos pacientes. Evidentemente, existe un
marcado desfase entre la demanda y oferta de servicios de salud en Puerto Rico.

Pero lo que no puede medirse tan fácilmente es la calidad del cuidado médico, que depende
grandemente de factores humanos. Durante mi convalecencia, me topé con doctores y enfermeras
a quienes parecía importarle menos aliviar el dolor ajeno que llenar sus dichosos formularios. Por
suerte, me asistieron mi esposa Diana y mi familia; un viejo amigo, el radiólogo Julio Rojo; un
competente gastroenterólogo, Humberto Muñoz; una atenta enfermera de apellido García y un
extraordinario compañero de cuarto, don Pedro Mercado quien me contagió con su espíritu de lucha
y superación. Junto con los sueros, antibióticos y dietas, su optimismo y solidaridad me ayudaron a
bajar la bilirrubina.
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Desde principios del siglo XX, especialmente desde los años sesenta, un creciente número de
emigrantes puertorriqueños ha regresado a la Isla. Según el censo poblacional, la cantidad de
residentes de la Isla, nacidos en Estados Unidos, aumentó de 52,116 personas en 1960 a 245,589
en el año 2000. La gran mayoría de estos inmigrantes es de origen boricua y se les conoce
popularmente como "niuyorricans", aunque no hayan nacido en Nueva York.

Durante la década de 1970, el regreso masivo de puertorriqueños comenzó a alarmar a la opinión


pública y al gobierno local. En esa época, se les achacaron a los "niuyorricans" numerosos
problemas sociales en la Isla, como el desempleo, la criminalidad y la adicción a drogas. En 1974,
el entonces gobernador Rafael Hernández Colón convocó a un seminario sobre migración y política
pública en La Fortaleza. Allí, el entonces secretario de Instrucción Pública, Ramón Cruz, identificó
como un reto pedagógico el enseñar español a los hijos de los migrantes de retorno.

A principios de los setenta, las escuelas Papa Juan XXIII en Bayamón y Padre Rufo en Santurce
establecieron los primeros proyectos de educación bilingüe para estudiantes inmigrantes.
Posteriormente, otros municipios impactados por la migración de retorno, particularmente en el área
metropolitana de San Juan, crearon programas bilingües. Durante el año 1978-79, el 10.7% de los
estudiantes matriculados en las escuelas públicas del país había recibido instrucción en Estados
Unidos. Actualmente, casi el 20% de toda la población de la Isla ha vivido anteriormente en el
continente norteamericano.

Desgraciadamente, el problema no es sólo pedagógico. En 1978, un informe de la Junta de


Planificación aseguró que los puertorriqueños que regresan de Estados Unidos supuestamente
"traen consigo una serie de patrones de vida, valores morales y actitudes hacia la autoridad
completamente distintos" de los nuestros. De ahí que los migrantes de retorno y sus descendientes
frecuentemente sean estigmatizados como asimilados, gringos, pitiyanquis o "los de afuera".

En un estudio reciente, la antropóloga Gina Pérez encontró que la frase "los de afuera" se asocia
comúnmente con la delincuencia, el narcotráfico, la promiscuidad y el desdén por el trabajo, la
familia y la comunidad. En particular, las muchachas criadas "afuera" son estereotipadas como
locas, fiesteras, enamoradas, atrevidas y provocadoras del deterioro moral del pueblo de San
Sebastián, donde Pérez realizó gran parte de su interesante investigación. No en balde, muchos
"niuyorricans" se sienten discriminados y rechazados por sus compatriotas, especialmente cuando
no hablan bien español, el idioma dominante en la Isla.

En el 2004, el Departamento de Educación estimó conservadoramente que la lengua vernácula de


más de 14,000 estudiantes de las escuelas públicas, no era el español. Sin embargo, los programas
de educación bilingüe no atienden a la inmensa mayoría de los inmigrantes puertorriqueños
procedentes de Estados Unidos. Hace falta más maestros y escuelas bilingües, así como mejores
recursos educativos para fortalecer el dominio del inglés y el aprendizaje del español entre los hijos
de los migrantes de retorno. Algunos especialistas incluso han propuesto desarrollar nuevos
currículos bilingües y biculturales para estos estudiantes. También habría que incorporar más
materiales sobre la diáspora boricua en las escuelas, desde los grados elementales hasta los
superiores. Por último, convendría ensanchar la definición tradicional de la identidad nacional para
incluir a "los de afuera", que suelen sentirse tan boricuas como los de aquí.

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Abstract
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Casi la mitad (46%) se habia graduado de la universidad y habia continuado estudios
posgraduados. Mas de la mitad (52%) tenia ingresos familiares anuales de $80,000 o mas. La
mayoria eran profesionales (29%) como medicos y abogados, o ejecutivos y administradores (28%),
incluyendo contables y propietarios de negocios. La inmensa mayoria (84%) hablaba ingles y
espanol en el hogar y viajaba a Puerto Rico por lo menos una vez al ano (87%).

Aunque el crecimiento demografico y la distribucion geografica de los boricuas en la Florida estan


bien documentados, se conoce poco acerca de su trasfondo socioeconomico. Informes periodisticos
sugieren por lo menos dos grandes oleadas migratorias durante los anos noventa. Por un lado,
miles de puertorriquenos se mudaron a la Florida desde el noreste y medio oeste.

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Primera de dos partes
Para muchos, Miami es sinónimo de la Pequeña Habana, el barrio cubano del centro de la ciudad
alrededor de la calle Ocho, famoso por su festival musical, por su café fuerte y porque allí vivió el
niño balsero Elián González.

Sin embargo, el censo del 2000 encontró que la mayoría de los residentes de la Pequeña Habana
ya no son cubanos, sino nicaragüenses, colombianos y otros hispanos.

En la Florida, los puertorriqueños se han convertido en el segundo grupo hispano más numeroso
después de los cubanos. Entre 1990 y 2000, el número de boricuas en este estado casi se duplicó,
de 247,010 a 482,027 personas. Actualmente, más puertorriqueños viven en la Florida que en
Nueva Jersey e, incluso, que en el municipio de San Juan.

Las estadísticas censales muestran tres patrones básicos de asentamiento de los boricuas en la
Florida. El grueso de éstos (alrededor de 163,000) se concentra en el centro del estado,
especialmente en los condados de Orange y Osceola. En algunos sectores de Osceola, como
Kissimmee, los puertorriqueños representan hasta el 44% de todos los residentes.

El segundo enclave boricua se encuentra en el sur de la Florida, en los condados de Miami-Dade y


Broward, donde viven unos 135,000 puertorriqueños.

Sin embargo, Miami no ha desarrollado un "Pequeño San Juan". Incluso en el área de Wynwood,
antiguamente conocida como "el barrio puertorriqueño", apenas el 18% de los residentes es de
origen boricua, según el censo del 2000.

Una tercera concentración geográfica ha surgido en la costa oeste de la Florida, cerca de la ciudad
de Tampa. En el condado de Hillsborough, que incluye a Tampa, viven unos 53,000 boricuas. Allí, al
igual que en Orlando, los puertorriqueños constituyen la mayoría de los hispanos.

Aunque el crecimiento demográfico y la distribución geográfica de los boricuas en la Florida están


bien documentados, se conoce poco acerca de su trasfondo socioeconómico. Informes periodísticos
sugieren por lo menos dos grandes oleadas migratorias durante los años noventa. Por un lado,
miles de puertorriqueños se mudaron a la Florida desde el noreste y medio oeste.

Según los informes periodísticos, este grupo es predominantemente de clase baja, con un promedio
de escolaridad secundaria, muchos de ellos nacidos y criados en los Estados Unidos, mayormente
anglohablantes. Por otro lado están los que inmigraron directamente de la Isla, muchos de ellos
profesionales de clase media, con un título universitario, frecuentemente bilingües en español e
inglés. El encuentro entre estos dos grupos, los llamados nuyoricans y los isleños, es una de las
claves para la organización de la comunidad boricua en la Florida.

Una encuesta reciente de los miembros de la Asociación de Profesionales Puertorriqueños del Sur
de la Florida (PROFESA) arroja luz sobre las características de la segunda oleada migratoria.
Aunque dos terceras partes de los encuestados habían nacido en la Isla, llevaban un promedio de
17 años viviendo en los Estados Unidos, ocho de ellos en el sur de la Florida.

Casi la mitad (46%) se había graduado de la universidad y había continuado estudios


posgraduados. Más de la mitad (52%) tenía ingresos familiares anuales de $80,000 o más. La
mayoría eran profesionales (29%) como médicos y abogados, o ejecutivos y administradores (28%),
incluyendo contables y propietarios de negocios. La inmensa mayoría (84%) hablaba inglés y
español en el hogar y viajaba a Puerto Rico por lo menos una vez al año (87%).

El autor es presidente de profesa.com y profesor catedrático de Antropología en la Universidad de


Puerto Rico, Río Piedras.

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Catedrático de la UPR

Aprincipios de septiembre, el gobernador de California, Arnold Schwarzenegger, comentó


casualmente que los cubanos y puertorriqueños compartían un temperamento "caliente"por su
mezcla de "sangre" latina y negra. Este incidente, aparentemente inocente, recuerda que los
puertorriqueños "y otros hispanos" no suelen considerarse blancos en Estados Unidos. Dicha
clasificación racial tiene múltiples consecuencias prácticas para los inmigrantes latinoamericanos en
ese país.

El pasado fin de semana, se celebró la Séptima Conferencia de la Asociación de Estudios


Puertorriqueños (PRSA) en Ithaca, Nueva York, bajo el lema de "Hablar de lo que no puede
hablarse: La raza y sus intersecciones en la experiencia puertorriqueña". Los participantes
representaban a tres generaciones de estudiosos, especialmente de las humanidades y las ciencias
sociales, en Estados Unidos y Puerto Rico. El evento se dedicó al crítico literario Isabelo Zenón
Cruz, autor del polémico libro "Narciso describe su trasero (El negro en la cultura puertorriqueña)",
editado en 1974. Este contundente volumen denunció la "constante y sistemática marginación" de
los negros como ciudadanos de segunda clase en la poesía, el folclor y otras áreas de la cultura
nacional.

Tradicionalmente, un tema recurrente de la opinión pública en Puerto Rico ha sido la supuesta


ausencia del racismo. En los años cuarenta, el conocido escritor Tomás Blanco articuló la postura
oficial de que el prejuicio en la Isla era "más bien de carácter social que racial". Según Blanco, el
prejuicio racial era primordialmente una importación estadounidense. Incluso llegó a caracterizar al
racismo boricua como "un inocente juego de niños". La premisa generalizada sobre la escasez de
prejuicio y discriminación convirtió a la raza en un tema tabú. Como señalaron los sociólogos José
Colombán Rosario y Justina Carrión en 1951, "la discusión del problema del negro se ha mantenido
en húmeda y antihigiénica obscuridad".

En el encuentro de Ithaca, la gran mayoría de los participantes cuestionó el mito de la democracia


racial en Puerto Rico. Ana Irma Rivera Lassén y Francisco Scarano ofrecieron conmovedores
testimonios de su deuda intelectual con Zenón Cruz. Raquel Z. Rivera y Deborah Paicini Hernández
examinaron las tensiones entre puertorriqueños, afroamericanos y dominicanos en el "hip hop" y el
reggaetón. Zaire Dinzey Flores y Carlos Vargas Ramos escudriñaron las estadísticas censales que
retratan a la gran mayoría de los boricuas en la Isla como blancos. En una intervención magistral,
Roberto Márquez mencionó la dificultad de abordar temas afrocaribeños desde la academia
estadounidense.

Jossianna Arroyo, Yolanda Martínez San Miguel e Ivette Romero Cesáreo estudiaron la
representación de la negritud en escritores clave como Arturo Schomburg, Piri Thomas y Ana Lydia
Vega. Carmen Haydée Rivera y Maritza Stanchich demostraron que la literatura de la emigración
puertorriqueña frecuentemente contradice los discursos raciales dominantes. Marixsa Alicea, Nilda
Flores González, Maura Toro Morn y Ralph Cintrón documentaron la impresionante capacidad
organizativa de la comunidad puertorriqueña en Chicago. Ana Yolanda Ramos Zayas planteó el
problema del romance interracial entre boricuas, brasileños y afroamericanos en Newark. Yeidy
Rivero y Minerza González Vélez analizaron las imágenes de boricuas y latinos en la televisión
pública y comercial.

La conferencia de PRSA confirma que los estudios puertorriqueños contemporáneos han subvertido
el tabú de la raza. No obstante, la persistente brecha socioeconómica entre blancos, negros y
mulatos constituye un problema difícil de resolver. Un primer paso para combatir el racismo,
dondequiera que surja, es hacerlo visible para confrontarlo directamente. Aún no está claro cómo
traducir el conocimiento académico en acciones concretas para mejorar las condiciones de vida de
la ciudadanía. También queda pendiente cómo responder a expresiones cotidianas, como las del
gobernador de California, que refuerzan la subordinación racial de los puertorriqueños y latinos en
Estados Unidos. ¿O será que el señor Schwarzenegger aún no se ha enterado de que el
temperamento no se hereda mediante la "sangre"? © NoticiasFinancieras - © GDA - El Nuevo Dia -
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Cuando estaba en séptimo grado, me pusieron en un salón de clases "continental". Ese término no
se refería a un tipo de desayuno ni a una línea aérea, sino a los hijos de gerentes americanos,
usualmente de paso por la Isla, y algunos que habíamos salido bien en el examen de entrada en
inglés. No me gustaba estar en el grupo de "los gringos" y "los jinchos" porque teníamos fama de
estofones y casi siempre perdíamos los torneos de pelota y baloncesto. Además, todas las clases
se dictaban en inglés, menos la de español. Recuerdo cuán difícil se me hacía estudiar
matemáticas y ciencias, porque constantemente tenía que traducir los conceptos básicos del inglés
al español.

Ahora que tengo dos hijos en edad escolar y me gano la vida como profesor universitario, me
pregunto por esa manía de enseñar en un idioma extranjero para la gran mayoría de los
puertorriqueños. En particular, ¿por qué tantos maestros prefieren asignar libros de texto en inglés,
habiendo fuentes de referencia, actualizadas y equivalentes, en español? Esta dudosa práctica
pedagógica es muy común desde los niveles escolares elementales hasta los universitarios. Sé que
en ciertas materias científicas y técnicas, como la física o la contabilidad, las mejores obras
generalmente se editan en la lengua de Shakespeare. También reconozco que las revistas
especializadas, las ponencias en conferencias profesionales y otros medios de difusión utilizan
mayormente el inglés. No obstante, frecuentemente pueden identificarse materiales educativos
pertinentes, incluyendo las traducciones, para cubrir los mismos temas de manera satisfactoria.
¿Por qué, pues, descansar en la lengua inglesa como modo exclusivo de trasmitir conocimientos?
¿O es que sólo se puede pensar, escribir e investigar en inglés?

En las ciencias sociales abundan los recursos impresos, audiovisuales y electrónicos en la lengua
vernácula de los puertorriqueños. Existen numerosos libros, artículos, capítulos, documentales y
páginas de la red en español para la mayoría de los cursos introductorios y muchos avanzados en
antropología, sociología, psicología e historia, por sólo mencionar algunas disciplinas. Pero las
lecturas en inglés suelen predominar e incluso monopolizar nuestros cursos (y aquí me incluyo
también), aun cuando muchos de los textos podrían encontrarse fácilmente en español. Esta
costumbre produce la extraña situación de que las conferencias, discusiones, informes, exámenes y
asignaciones de nuestras clases normalmente se dan en español, mientras nuestras fuentes
primarias de información están redactadas en inglés.

La experiencia confirma que la táctica guerrillera de "sumergir" a los pupilos en un idioma que no
conocen bien puede "ahogarlos" intelectualmente. Muchos desarrollan alergia a ciertas asignaturas,
como el cálculo o la química, en parte porque no captan cabalmente los términos, procedimientos y
resultados explicados en inglés. Añádase la resistencia popular a hablar "el difícil" por razones
históricas y políticas, y quedará claro que la magnitud del problema rebasa el ámbito estrictamente
pedagógico. Quizás aquí resida una de las claves para entender por qué la gran mayoría de los
estudiantes puertorriqueños -incluso los universitarios- no domina el inglés ni el español, según las
últimas pruebas de aprovechamiento académico. Irónicamente, el principal resultado de los
esfuerzos fallidos por imponer la enseñanza del inglés en las escuelas públicas y privadas del país
ha sido producir miles de "analfabetos bilingües". Habrá que buscar estrategias más efectivas para
promover el aprendizaje de ambos idiomas sin atragantarles una dieta "continental" a nuestros
alumnos.

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Por Jorge Duany

Jorge Duany se desempeña actualmente como Catedrático Eminente de la Familia Bacardi en la


Universidad de Florida en Gainesville. Su trabajo más reciente (con Félix V. Matos-Rodríguez) es
'Puerto Ricans in Orlando and Central Florida' (2006).

La perspectiva transnacional ayuda a dar cuenta de las múltiples experiencias de los boricuas en
Estados Unidos, así como de los migrantes de retorno en Puerto Rico. En especial, Aranda devela
"los pensamientos, sentimientos y negociaciones emocionales requeridos para reconciliarse con los
patrones de vida transnacional". Critica el énfasis exagerado de los estudios transnacionales sobre
las actividades económicas y los desplazamientos regulares a través de las fronteras, a expensas
de las dimensiones subjetivas del transnacionalismo y el trabajo frecuentemente invisible del
género, el parentesco y las emociones. Propone que tanto los que se mudan al exterior como los
que se quedan detrás deben considerarse transnacionales, porque ambos participan de lazos de
parentesco y patrones de solidaridad dispersos geográficamente. Más aún, la migración
transnacional frecuentemente subvierte los discursos patriarcales, las posiciones de clase y las
prácticas raciales de las sociedades emisoras, así como d e las receptoras. Como elabora un
capítulo, el "etnorracismo" prevaleciente en Estados Unidos ha convertido a todos los
puertorriqueños en una minoría intermedia entre blancos y negros, aunque las personas de piel
oscura, "acento extranjero" en inglés y poca educación son más propensas a ser consideradas
negras que la mayoría de sus informantes de clase media.

Libro sofisticado teóricamente y sustentado empíricamente, 'Emotional Bridges to Puerto Rico'


representa una contribución sustantiva al análisis de la Isla como un caso especial pero no único de
transnacionalismo. Como insiste la autora, la distinción básica entre los migrantes boricuas y los de
otros países, como México, República Dominicana o Cuba, es la condición legal de los primeros
como ciudadanos coloniales. Esta condición facilita el movimiento de ida y vuelta entre la Isla y el
continente, pero no resuelve las luchas emocionales que conlleva trasladar el sentido de "hogar".
Aranda cumple con su meta primaria de interpretar las tensiones subjetivas producidas por el
transnacionalismo, un asunto poco investigado anteriormente.

Uno de los temas recurrentes del libro es que la diáspora contemporánea incluye un espectro
variado de la población boricua. Durante las últimas dos décadas, cada vez más profesionales con
títulos universitarios se han mudado a Estados Unidos. Como resultado, los formuladores de política
pública han expresado su preocupación sobre la "fuga de cerebros" de la Isla. Otros han celebrado
la creciente diversidad socioeconómica de los puertorriqueños en el exterior. Sea como fuere, el
trabajo de Aranda es uno de pocos estudios de campo sobre los migrantes de clase media de la
Isla, y ciertamente el que más simpatiza con ellos (en parte porque la autora forma parte de dicho
movimiento). En este sentido, el libro se desvía de investigaciones previas, centradas casi
exclusivamente en las comunidades puertorriqueñas pobres en Estados Unidos.

En conclusión, 'Emotional Bridges to Puerto Rico' es un gran logro académico. Sobre todo, elabora
un argumento poderoso para visualizar la migración no sólo como una redistribución geográfica de
la población, sino como una profunda transformación de las experiencias vividas por las personas.
Una de las destrezas más destacadas de la autora es analizar cómo la clase, el género y la raza -
tres palabras clave en la teoría social contemporánea- se entrecruzan en las narrativas personales
de la relocalización y el asentamiento. Para regresar al principio, el libro se acerca a la circulación
de personas entre la Isla y el continente como parte de los flujos transnacionales de capital y mano
de obra que ha habido desde la Segunda Guerra Mundial. Cualquier lector interesado en los
estudios puertorriqueños y latinos apreciará este texto bien redactado, documentado y
verdaderamente conmovedor. © NoticiasFinancieras - © GDA - El Nuevo Dia - All rights reserved

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Abstract
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[Jorge Duany] reconoce no obstante que las nuevas propuestas planteadas por Bacó-Bagué en
Orlando, resultarían atractivas para empresarios extranjeros, o como el mismo describe "para
empresarios puertorriqueños con conexiones emocionales con la isla, que se sienten más
confortables que personas que no tienen conexión directa, y que ofrecen así una cierta
permanencia (de sus inversiones)". Puerto Rico tendría que apostar más fichas, para atraer a
profesionales como Wanda Tirado, una tecnóloga médica que prefirió aprovechar la oportunidad
que dio el gobierno para que los empleados públicos con más de 17 años en el trabajo se jubilasen,
y sin pensarlo dos veces dejó su trabajo, vendió sus cosas y despegó junto a su esposo Davis y su
hija de 12 años en busca de nuevos sueños en Orlando.

"Todo iba muy cuesta arriba. Con dos pensiones que no alcanzan para mucho, la renta carísima, la
electricidad por las nubes y hasta el colegio carísimo para mis niñas (dejó a la mayor en casa de
sus abuelos en Puerto Rico) la decisión de dejarlo todo y venir se nos hizo fácil", relata esta madre,
de 43 años, quien aunque reconoce que "aquí las cosas no son como se pintan y en realidad es
muy difícil salir hacia adelante", prefiere pasar trabajos aquí, que crujías e inseguridades allá.

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Con una tasa de desempleo del 14%, una deuda de unos $70,000 millones de dólares y pobres
condiciones laborales, especialmente para profesionales como médicos, maestros y policías, la
recuperación económica y el regreso a la isla, parecen utopía, y haría falta más que incentivos para
volver al terruño, aseguran expertos a La Prensa.

"En principio es una buena iniciativa, porque por primera vez se hace un proyecto de ley para atraer
al puertorriqueño de regreso a la isla", subrayó el doctor Jorge Duany, director del Instituto Cubano
de Investigación y profesor de antropología en la Escuela Internacional y de Asuntos Públicos de la
Universidad Internacional de la Florida, y quien por sobre todo, es un experto en temas
puertorriqueños, refiriéndose al nuevo proyecto de ley de incentivos tributarios.
De acuerdo con Duany, la fuga de cerebros que en los últimos 10 años viene experimentado Puerto
Rico no se detendría solamente con impuestos bajos. También habría que mejorar las condiciones
de trabajo de muchos profesionales, como médicos, maestros e incluso de policías, que han
abandonado la isla en busca no sólo de mejores salarios, pero también porque en Estados Unidos
cuentan con mejores condiciones que permiten el desarrollo de las habilidades, como es el caso de
los científicos e ingenieros que trabajan en tecnología y proyectos de la NASA, por ejemplo.

Aún con el intento gubernamental por sanear la economía, Puerto Rico, cuya deuda pública fue
calificada en febrero pasado como 'bono basura', por la cualitativa Standard and Poor, "no va a salir
de la crisis", asegura Duany, coincidiendo así con expertos en análisis económicos que pronostican
para este estado libre asociado un futuro poco halagüeño.

Duany reconoce no obstante que las nuevas propuestas planteadas por Bacó-Bagué en Orlando,
resultarían atractivas para empresarios extranjeros, o como el mismo describe "para empresarios
puertorriqueños con conexiones emocionales con la isla, que se sienten más confortables que
personas que no tienen conexión directa, y que ofrecen así una cierta permanencia (de sus
inversiones)". Puerto Rico tendría que apostar más fichas, para atraer a profesionales como Wanda
Tirado, una tecnóloga médica que prefirió aprovechar la oportunidad que dio el gobierno para que
los empleados públicos con más de 17 años en el trabajo se jubilasen, y sin pensarlo dos veces
dejó su trabajo, vendió sus cosas y despegó junto a su esposo Davis y su hija de 12 años en busca
de nuevos sueños en Orlando.

"Todo iba muy cuesta arriba. Con dos pensiones que no alcanzan para mucho, la renta carísima, la
electricidad por las nubes y hasta el colegio carísimo para mis niñas (dejó a la mayor en casa de
sus abuelos en Puerto Rico) la decisión de dejarlo todo y venir se nos hizo fácil", relata esta madre,
de 43 años, quien aunque reconoce que "aquí las cosas no son como se pintan y en realidad es
muy difícil salir hacia adelante", prefiere pasar trabajos aquí, que crujías e inseguridades allá.

"Muchas veces nos pasó por la cabeza regresarnos... hemos pasado tanto trabajo... pero a la
verdad es que aquí podemos caminar sin temor por las calles, hay seguridad y nuestra hija está
aprendiendo en la escuela pública y todo eso es mejor aquí que allá", aseveró la tecnóloga médica
boricua.

Coincidiendo así con Félix González, de 46 años, y quien vive en la habitación de un hotel junto a
su esposa, tres hijos y su mascota Lily, las palabras del funcionario puertorriqueño describen un
mundo irreal, paralelo al que conocen en la isla. "Nunca llevaría mis hijos a vivir en Puerto Rico.
Sería como darse tres pasos hacia atrás, dijo este padre de familia.
"Llegamos aquí en busca de ese sueño americano pero nos ha costado, nos cuesta, hay que
luchar, sobre todo porque no somos bilingües", asegura Tirado, sin negar que en algún momento
cruzó por su mente la idea de regresar a la isla, y darse una oportunidad de ser seducida de nuevo
por el encanto de Borinquen y su ofertas tributarias. "Hará más que incentivos", finalizó.

Crédito: (Wendy Thompson)

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Abstract
"Nosotros lo llamamos la 'puertorriquenizacion' de la Florida Central", dijo el director del
Departamento de Sociologia y Antropologia de la Universidad de Puerto Rico, Jorge Duany, uno de
los autores del estudio de los patrones migratorios entre boricuas. El analisis, que fue financiado en
parte por el Gobierno del Condado de Orange, refleja y analiza informacion de la Oficina del Censo.

Duany dice que la migracion puertorriquena a la Florida Central ha sido gradual, ya que comenzo en
la decada de los anos 70 y su crecimiento poblacional fue mas explosivo en la decada de los anos
90. Durante este tiempo, otros grupos latinos, como los mexicanos, han crecido junto a la
comunidad puertorriquena y han creado una de las mas diversas agrupaciones de latinos en
Florida.

Tradicionalmente, los puertorriquenos en Nueva York conocen el condado del Bronx como "El
condado de la salsa", pero Orange y Osceola en Florida le han robado el titulo, ya que estos
condados estan rapidamente convirtiendose en el destino preferido de los puertorriquenos.

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Headnote
Cristina Elias y Walter Pacheco contribuyeron con esta informacion. Puede comunicarse con Victor
Manuel Ramos a traves de vramos@orlandosentinel.com o 407-420-6186.

Quitense del medio Nueva York, Philadelphia y Chicago -- los puertorriquenos que salen de la isla
prefieren Orlando como su destino en Estados Unidos.

Se espera que en general la comunidad latina, la cual ha contribuido mas de $11 mil milliones a la
economia de la Florida Central, seguira creciendo, no solo en poblacion, sino en poder aquisitivo.
Todo esto, incluyendo un nuevo estudio que refleja una perspectiva optimista respecto al futuro,
revela un mensaje claro: los latinos llegaron para quedarse.

Estas son las ideas que surgieron a raiz de tres estudios demograficos presentados por primera vez
en el Hispanic Summit en Orlando.

El evento, auspiciado por la Camara de Comercio de Orlando, incluyo tres dias de foros economicos
y la participacion de unos 52 grupos comunitarios, no solo en busca de como mejor consolidar el
peso de la comunidad latina dentro del mercado, sino aprender mas en torno a la poblacion latina y
las tendencias culturales.

"Nosotros lo llamamos la 'puertorriquenizacion' de la Florida Central", dijo el director del


Departamento de Sociologia y Antropologia de la Universidad de Puerto Rico, Jorge Duany, uno de
los autores del estudio de los patrones migratorios entre boricuas. El analisis, que fue financiado en
parte por el Gobierno del Condado de Orange, refleja y analiza informacion de la Oficina del Censo.

Duany dice que la migracion puertorriquena a la Florida Central ha sido gradual, ya que comenzo en
la decada de los anos 70 y su crecimiento poblacional fue mas explosivo en la decada de los anos
90. Durante este tiempo, otros grupos latinos, como los mexicanos, han crecido junto a la
comunidad puertorriquena y han creado una de las mas diversas agrupaciones de latinos en
Florida.

"Ningun grupo de latinos sera capaz de dominar la region tal como lo hicieron los cubanos en
Miami", dijo Duany.

En general, el estudio indica que en los anos 90 Florida reemplazo a Nueva Jersey como el
segundo estado con mayor concentracion puertorriquena, despues de Nueva York.

Mientras la poblacion puertorriquena sigue disminuyendo en Nueva York, mas de 206,000


puertorriquenos se han establecido en el area metropolitana de Orlando, la cual incluye los
condados de Orange, Osceola, Seminole, Volusia y Polk.

Tradicionalmente, los puertorriquenos en Nueva York conocen el condado del Bronx como "El
condado de la salsa", pero Orange y Osceola en Florida le han robado el titulo, ya que estos
condados estan rapidamente convirtiendose en el destino preferido de los puertorriquenos.

Otros destinos son Miami, Ft. Lauderdale y Tampa.


En la Florida Central, la comunidad de mayor poblacion puertorriquena es Meadow Woods, cerca
de la frontera de Orange y Osceola.

"Este aumento es interesante porque los puertorriquenos son el primer grupo en llegar a la Florida
Central en grandes cantidades, suficientes para desafiar a la cultura homogenea", dijo Felix Matos-
Rodriguez, director del Centro de Estudios Puertorriquenos de Hunter College en Nueva York.

Credit: ViCtor Manuel Ramos, Sentinel Staff Writer

Illustration
BOX: SUMMARY The Hispanic community, which has contributed more than $11 billionto Central
Florida's economy, is expected to grow.

PHOTO: Un artesano de Puerto Rico durante una feria realizada enOrlando. FOTO POR
GERARDO MORA DE NOTICIAS EFE

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Abstract
Sera un momento historico para ambos grupos. El aumento de puertorriquenos viviendo en lugares
como la Florida Central, entre otros, generara nuevos debates en torno a si los puertorriquenos en
los 50 estados deberian tener una mayor voz en como se gobierna la isla. "Este cambio trae
consigo nuevas y complejas cuestiones", dijo Jorge Duany, profesor de antropologia en la
Universidad de Puerto Rico y un lider de investigaciones en la isla. "Sera interesante ver si el cierre
de la brecha [demografica] unira a ambos grupos o los dividira".

"Algunas personas en la isla se refieren a los puertorriquenos de afuera como 'americanitos' ", dijo
Hans de Salas del Valle, de la Universidad de Miami. "En Puerto Rico hay una resistencia a la
asimilacion [cultural]", dijo.

"Mira a tu alrededor", dijo [Daly Morales], senalando a los estudiantes que caminaban hacia sus
clases en la Universidad de Puerto Rico. "Muchos de ellos encontraran trabajo en ciudades como
Chicago o Nueva York. Quizas algunos regresaran, quizas no".
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Column: PUERTO RICO

Headnote
Ray Quintanilla es reportero en la oficina de San Juan. Puede comunicarse con Quintanilla
en rquintanilla@orlandosentinel.com o al 787-729-9071.

SAN JUAN La meta para 2004 de Daly Morales esta escrita en su calendario: "Empacar esposo y el
bebe" y dejar la isla para vivir en la Florida Central o Nueva York.

"Tengo que ir donde hay dinero", dijo Morales.

No hay empresa en Puerto Rico que le pague a Morales lo que puede ganar en Orlando o Nueva
York, explico la estudiante de la Universidad de Puerto Rico que obtendra un bachillerato en
electronica este ano.

Asi que en los proximos meses, Morales y su familia se uniran a los miles que se han ido de Puerto
Rico rumbo a uno de los 50 estados.

Este verano, ese exodo se convertira en un hito, puesto que por primera vez el numero de
puertorriquenos fuera de Puerto Rico sobrepasara el numero en la isla.

Sera un momento historico para ambos grupos. El aumento de puertorriquenos viviendo en lugares
como la Florida Central, entre otros, generara nuevos debates en torno a si los puertorriquenos en
los 50 estados deberian tener una mayor voz en como se gobierna la isla. "Este cambio trae
consigo nuevas y complejas cuestiones", dijo Jorge Duany, profesor de antropologia en la
Universidad de Puerto Rico y un lider de investigaciones en la isla. "Sera interesante ver si el cierre
de la brecha [demografica] unira a ambos grupos o los dividira".

El Censo 2000 establecio la poblacion islena en 3.6 millones, o solo 200,000 mas que el numero de
puertorriquenos en los estados. Esa diferencia se eliminara en unos cuantos meses, a favor de los
boricuas en EE. UU.

continental.

El numero de emigrantes puertorriquenos ha sido mayor en los ultimos anos que en cualquier otra
epoca en los pasados 50 anos, de acuerdo con datos demograficos.
Solo en los ultimos 10 anos el 8 por ciento de la poblacion islena se ha mudado al continente por
razones economicas.

Muchos de estos son profesionales -- medicos, maestros, enfermeras e ingenieros. Segun Duany,
un 40 por ciento de los medicos graduados de escuelas de medicina en la isla se fueron de Puerto
Rico. Y hay vigorosos esfuerzos por parte de algunas companias para reclutar profesionales para
llenar plazas alla.

La emigracion de profesionales ha ocurrido durante decadas, segun economistas. Un reciente


reporte hecho para la Camara de Comercio de Puerto Rico dice que la economia de la isla no
produce suficientes puestos con salarios altos como para retener los profesionales que se graduan
de las universidades, segun Jose Joaquin Villamil, autor del reporte y ex presidente de la Camara.

El 75 por ciento de los trabajadores en la isla ganan menos de $25,000 anuales, dijo.

"Los trabajos no estan en la isla", dijo Villamil.

El desplazamiento de la poblacion de la isla debe ser un momento de reflexion, dijo Felix Matos
Rodriguez, director del Centro de Estudios Puertorriquenos adscrito a Hunter College, en Nueva
York.

"Deberemos usar este momento para debatir los temas mas importantes para los puertorriquenos,
ya sea el tema del voto en la isla o las diferencias culturales que pueden existir", dijo Matos
Rodriguez.

Hay unas signifcantes diferencias culturales entre los puertorriquenos de aqui y alla, incluso
diferencias de idioma (muchos descendientes puertorriquenos no hablan espanol o no lo hablan
bien), costumbres (muchos puertorriquenos en el continente se han asimilado a la cultura
estadounidense) e identidad (algunos islenos no consideran la poblacion puertorriquena continental
enteramente boricuas).

"Algunas personas en la isla se refieren a los puertorriquenos de afuera como 'americanitos' ", dijo
Hans de Salas del Valle, de la Universidad de Miami. "En Puerto Rico hay una resistencia a la
asimilacion [cultural]", dijo.

Un tema que podria ser afectado es si los puertorriquenos emigrantes podran votar en torno al
futuro politico de Puerto Rico, escogiendo entre las opciones del estado libre asociado existente,
estadidad o independencia.
"Uno de los temas mas candentes es si se le dara una voz [y voto] en el estatus politico de la isla a
los puertorriquenos de los estados", afirmo Salas del Valle. Hasta la fecha, estos han sido excluidos
de ese importante debate.

La transicion a la vida fuera de la isla no ha sido un problema para Rene Albors, quien se fue de
Puerto Rico en los anos '80. En aquel entonces, trabajaba como un subgerente de una tienda Kmart
fuera de San Juan.

"Me fui porque no iba a conseguir un buen trabajo", dijo Albors, de 45 anos de edad quien es dueno
de una compania de traducciones, en Winter Park. "Pues me vine a Florida donde habia mas
oportunidades".

El mismo reto enfrenta a Morales, de 21 anos quien es atraida por las oportunidades de trabajo y
una mejor calidad de vida fuera de Puerto Rico.

"Mira a tu alrededor", dijo Morales, senalando a los estudiantes que caminaban hacia sus clases en
la Universidad de Puerto Rico. "Muchos de ellos encontraran trabajo en ciudades como Chicago o
Nueva York. Quizas algunos regresaran, quizas no".

Sin embargo, Morales dice que quiere mantener un fuerte enlace con su isla natal.

"No importa lo que piensan muchos puertorriquenos en la isla", dijo. "Somos todos puertorriquenos".

Credit: Ray Quintanilla, Orlando Sentinel

Illustration
BOX: SUMMARY Puerto Ricans will mark a historic milestone this year, when thepopulation of
Puerto Ricans in the 50 states surpasses that of theisland.

PHOTO: La estudiante universitaria Daly Morales se mudara a Floridao Nueva York tan pronto se
gradue. FOTO POR RICARDO FIGUEROA ESPECIAL PARA EL ORLANDO SENTINE MAP:
(locator map)

EL SENTINEL CHART:ESTADOS CON MAYOR POBLACION PUERTORRIQUENA Estado


Poblacion 1. New York 1.05 million 2. Florida 482,027 3. Nueva Jersy 366,788 4. Pennsylvania
228,557 5. Massachusetts 199,207 6. Connecticut 194,443 7. Illinois 157,851 8. California 140,570
9. Ohio 66,269 EL SENTINEL

 
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MARGARET MEAD

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