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Hora Santa

con el mensaje del papa Francisco


Mater Ecclesiae: «Ahí tienes a tu hijo… Ahí tienes a tu madre.
Y desde aquella hora, el discípulo la recibió en su casa»  (Jn 19,26-27)

+ En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo… Amén.

Exposición del Santísimo


Canto: Ya no eres Pan y Vino
Ya no eres pan y vino Dueño y rey del universo
Ahora que eres cuerpo y sangre ¿Cómo puede ser posible que busques
Vives en mi mi amor?
De rodillas yo caigo al contemplar tu Tu tan grande y yo pequeño y te fijas en
bondad mi
¿Cómo no te voy a adorar? ¿Cómo no te voy a adorar?
Mientras te pierdes en mis labios De rodillas yo te pido
Tu gracia va inundando todo mi corazón Que el día cuando tú me llames, sea
(Mi corazón) como hoy
(Sea como hoy)
Por esa paz que me llena de alegría mi
ser Para mirarte a los ojos y poderte decir
¿Cómo no te voy a adorar? Que: ¿cómo no te voy adorar?
Señor Jesús (Señor) Señor Jesús (Señor)
Mi salvador (Jesús) Mi salvador (Jesús)
Amor eterno, amor divino Amor eterno, amor divino
Ya no falta nada Ya no falta nada, lo tengo todo, te tengo
Lo tengo todo te tengo a Ti... a tí
Ya no falta nada Ya no falta nada, lo tengo todo...
Lo tengo todo te tengo a Ti... Te tengo a tí...

Guía: Queridos hermanos y hermanas: La Iglesia debe servir siempre a los enfermos
y a los que cuidan de ellos con renovado vigor, en fidelidad al mandato del Señor
(cf. Lc 9,2-6; Mt 10,1-8; Mc 6,7-13), siguiendo el ejemplo muy elocuente de su Funda-
dor y Maestro.
El tema de esta Hora Santa por los Enfermos se inspira en las palabras que Jesús,
desde la cruz, dirige a su madre María y a Juan: «Ahí tienes a tu hijo… Ahí tienes a
tu madre. Y desde aquella hora, el discípulo la recibió en su casa» (Jn 19,26-27).
Lector 1 : Estas palabras del Señor iluminan profundamente el misterio de la Cruz.
Esta no representa una tragedia sin esperanza, sino que es el lugar donde Jesús mues-
tra su gloria y deja sus últimas voluntades de amor, que se convierten en las reglas
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constitutivas de la comunidad cristiana y de la vida de todo discípulo. En primer lu-


gar, las palabras de Jesús son el origen de la vocación materna de María hacia la hu-
manidad entera. Ella será la madre de los discípulos de su Hijo y cuidará de ellos y de
su camino. Y sabemos que el cuidado materno de un hijo o de una hija incluye todos
los aspectos de su educación, tanto los materiales como los espirituales. El dolor in-
descriptible de la cruz traspasa el alma de María (cf. Lc 2,35), pero no la paraliza. Al
contrario, como Madre del Señor comienza para ella un nuevo camino de entrega. En
la cruz, Jesús se preocupa por la Iglesia y por la humanidad entera, y María está lla-
mada a compartir esa misma preocupación. Los Hechos de los Apóstoles, al describir
la gran efusión del Espíritu Santo en Pentecostés, nos muestran que María comenzó
su misión en la primera comunidad de la Iglesia. Una tarea que no se acaba nunca.

Guía : Los dolores de la madre de Jesús.


Una madre está con seguridad donde su hijo sufre. María transitó con Jesús
paso a paso los buenos y los malos momentos; éste no podría ser la excepción. También
fue llevando su propia cruz, rezándola en las mañanas serenas y en las tardes soleadas.
María aceptó antes de que Jesús la propusiera, pero María sabe que el sabor amargo es
infinitamente la dulzura de contemplar eternamente a Dios.

Todas: Señor, haznos instrumentos de tu misericordia.


bendice nuestra mente para que no seamos
indiferentes ni insensibles, sino solícitos a las
necesidades de nuestros hermanos enfermos.

Señor, bendice nuestros ojos para que reconozcamos


en los que sufren tu rostro y presencia amorosa.
Señor, bendice nuestros oídos para que escuchemos
las voces de quien suplica ayuda y calor humano.

Señor, bendice nuestras manos para que no


permanezcan cerradas ni frías,
sino que trasmitan calor y cercanía
a quienes necesitan una presencia amiga.

Señor, bendice a nuestros labios


para que expresen la compresión y la gentileza
que nacen de un corazón que ama y descubre en
los enfermos las llagas de Cristo, signo de nuestra
redención, del perdón y de la esperanza en la resurrección. Amén.

Guía: El discípulo Juan, el discípulo amado, representa a la Iglesia, pueblo mesiáni-


co. Él debe reconocer a María como su propia madre. Y al reconocerla, está llamado a
acogerla, a contemplar en ella el modelo del discipulado y también la vocación mater-
na que Jesús le ha confiado, con las inquietudes y los planes que conlleva: la Madre
que ama y genera a hijos capaces de amar según el mandato de Jesús. Por lo tanto, la
vocación materna de María, la vocación de cuidar a sus hijos, se transmite a Juan y a
toda la Iglesia. Toda la comunidad de los discípulos está involucrada en la vocación
materna de María.
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Canto: “Dolorosa de pie junto a la cruz”


Dolorosa de pie junto a la cruz,
Tú conoces nuestras penas, la burda comedia de huecas promesas,
penas de un pueblo que sufre, la farsa de muertos que deben vivir.
Tú conoces nuestras penas,  
penas de un pueblo que sufre. Dolor en los hombros sin tregua oprimidos,
cansancio de brazos en lucha sin fin,
cerebros lavados a base de slogans,
Dolor de los cuerpos que sufren enfermos,
el rictus amargo del pobre infeliz.
el hambre de gentes que no tienen pan,
 
silencio de aquellos que callan por miedo,
El llanto de aquellos que suman fracasos,
la pena del triste que están en soledad.
la cruz del soldado que mata el amor,
El drama del hombre que fue marginado,
pobreza de muchos sin libro en las manos,
tragedia de niños que ignoran reír,
derechos del hombre truncados en flor.
PALABRA DE DIOS
Proclamador: Juan 19, 23-27 (Momento de silencio y podemos hacer una reflexión par-
ticipada)

23 
Después que los soldados crucificaron a Jesús, recogieron su ropa y la repar-
tieron en cuatro partes, una para cada soldado. Tomaron también la túnica,
pero como era sin costura, tejida de arriba abajo de una sola pieza, 24 los sol-
dados se dijeron unos a otros:

—No la rompamos, sino echémosla a suertes, a ver a quién le toca.

Así se cumplió la Escritura que dice: «Se repartieron entre sí mi ropa, y echa-
ron a suertes mi túnica.» Esto fue lo que hicieron los soldados.

25 
Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, y la hermana de su madre, María,
esposa de Cleofás, y María Magdalena. 26 Cuando Jesús vio a su madre, y junto
a ella al discípulo a quien él quería mucho, dijo a su madre:

—Mujer, ahí tienes a tu hijo.

27 
Luego le dijo al discípulo:

—Ahí tienes a tu madre.

Desde entonces, ese discípulo la recibió en su casa.


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Guía: Juan, como discípulo que lo compartió todo con Jesús, sabe que el Maestro
quiere conducir a todos los hombres al encuentro con el Padre. Nos enseña cómo Jesús
encontró a muchas personas enfermas en el espíritu, porque estaban llenas de orgullo
(cf. Jn 8,31-39) y enfermas en el cuerpo (cf. Jn 5,6). A todas les dio misericordia y per-
dón, y a los enfermos también curación física, un signo de la vida abundante del
Reino, donde se enjuga cada lágrima. Al igual que María, los discípulos están llama-
dos a cuidar unos de otros, pero no exclusivamente. Saben que el corazón de Jesús es-
tá abierto a todos, sin excepción. Hay que proclamar el Evangelio del Reino a todos, y
la caridad de los cristianos se ha de dirigir a todos los necesitados, simplemente por-
que son personas, hijos de Dios.

Canto: Venimos a Adorar


El Rey del universo Se viene a hacer presente
Y Señor de la creación En medio de nosotros
Se viene a hacer presente
En medio de nosotros El Santo Sacramento
Jesús Eucaristía
El Santo Sacramento Rodeado de sus ángeles
Jesús Eucaristía Ya está presente aquí
Rodeado de sus ángeles
Ya está presente aquí Nos ponemos de rodillas
Y el corazón alzamos
Nos ponemos de rodillas Nos llenamos de alegría
Y el corazón alzamos Y venimos a adorar
Nos llenamos de alegría
Y venimos a adorar Nos ponemos de rodillas
Y el corazón alzamos
Nos ponemos de rodillas Nos llenamos de alegría
Y el corazón alzamos Y venimos a adorar
Nos llenamos de alegría
Y venimos a adorar A Cristo, Cristo, Cristo
Gracias por estar aquí
A Cristo, Cristo, Cristo Qué alegría
Gracias por estar aquí El poder estar contigo
Qué alegría
El poder estar contigo Cristo, Cristo
Gracias por estar aquí
El Rey del universo Qué alegría
Y Señor de la creación El poder estar contigo

Lector 2: Esta vocación materna de la Iglesia hacia los necesitados y los enfermos se


ha concretado, en su historia bimilenaria, en una rica serie de iniciativas en favor de
los enfermos. Esta historia de dedicación no se debe olvidar. Continúa hoy en todo el
mundo. En los países donde existen sistemas sanitarios públicos y adecuados, el traba-
jo de las congregaciones católicas, de las diócesis y de sus hospitales, además de pro-
porcionar una atención médica de calidad, trata de poner a la persona humana en el
centro del proceso terapéutico y de realizar la investigación científica en el respeto de
la vida y de los valores morales cristianos. En los países donde los sistemas sanitarios
son inadecuados o inexistentes, la Iglesia trabaja para ofrecer a la gente la mejor
atención sanitaria posible, para eliminar la mortalidad infantil y erradicar algunas
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enfermedades generalizadas. En todas partes trata de cuidar, incluso cuando no pue-


de sanar. La imagen de la Iglesia como un «hospital de campaña», que acoge a todos
los heridos por la vida, es una realidad muy concreta, porque en algunas partes del
mundo, sólo los hospitales de los misioneros y las diócesis brindan la atención necesa-
ria a la población.
Guía: El camino a la cruz tiene dolores de quien lo transita y de quien siente compa-
sión y misericordia por el que está sufriendo. Las mujeres muestran los rasgos de huma-
nidad compasiva, pero los llantos gritan la impotencia contenida. Llevar la Cruz que
uno asume al seguir al Maestro significa saber consolar a los que encontramos en nues-
tro camino.

LETRA 'CANCIÓN DEL ENFERMO'


CANCIÓN DEL ENFERMO

I ESTROFA
Esta canción dedicada esta para alguien muy especial,
Que aunque las fuerzas no encuentre ya en el fondo quiere luchar
Esta canción dedicada esta para tantos que sufren en un hospital,
y muchos q quieren seguir y avanzar a pesar de su enfermedad;
Y como el honor y la fragilidad es algo que cuesta aceptar,
la esperanza se empieza a nublar y sentimos tan cerca el final;
En la angustia y en la soledad hay un Dios en el cielo que puede ayudar
como a tantos el viene a curar y por tu fe Dios te sanara.

CORO
No tengas miedo ni te canses ya puedes vencer la enfermedad
aunque el dolor te llegue a la vida… Dios no te olvida
No tengas miedo ni te canses ya puedes vencer la enfermedad
aunque el dolor te llegue a la vida…Dios no te olvida

II ESTROFA
Allí se espera una enfermedad solo llega así nada más,
de nada sirve tanto renegar pues los gritos nada cambiaran;
Recuerda bien que Cristo sufrió y por sus llagas y heridas no se lamentó,
Pídele a él también el valor y haz de todo dolor;
ORACIÓN

CORO
No tengas miedo ni te canses ya puedes vencer la enfermedad
6

aunque el dolor te llegue a la vida… Dios no te olvida


No tengas miedo ni te canses ya puedes vencer la enfermedad
aunque el dolor te llegue a la vida…Recuerda bien que….Dios No te OLVIDA

Guía: Oremos juntas por todos los enfermos del mundo entero, por aquellos que cono-
cemos y por nuestras enfermedades corporales y espirituales:
Señor, Tú conoces mi vida y sabes de mis dolores.
Vivo la misma experiencia de abandono que tú viviste en el camino de la cruz.
Por eso te pido me ayudes a comprender tus sufrimientos
y con ellos el amor que Tú nos tienen.
Haz que aprenda a unir mis dolores a los tuyos para que tengan
un valor redentor por mis hermanos.
Te ruego por todos los que sufren el dolor de la enfermedad, por los pobres,
los abandonados, por los que no tienen cariño ni comprensión y están solos.
Señor, haz que las dolencias que me aquejan, me purifiquen,
me hagan más humano, me transformen y me acerquen más a ti. Así sea.

Lector 3: La memoria de la larga historia de servicio a los enfermos es motivo de ale-


gría para la comunidad cristiana y especialmente para aquellos que realizan ese servi-
cio en la actualidad. Sin embargo, hace falta mirar al pasado sobre todo para dejarse
enriquecer por el mismo. De él debemos aprender: la generosidad hasta el sacrificio
total de muchos fundadores de institutos al servicio de los enfermos; la creatividad,
impulsada por la caridad, de muchas iniciativas emprendidas a lo largo de los siglos;
el compromiso en la investigación científica, para proporcionar a los enfermos una
atención innovadora y fiable. Este legado del pasado ayuda a proyectar bien el futuro.
Por ejemplo, ayuda a preservar los hospitales católicos del riesgo del «empresarialis-
mo», que en todo el mundo intenta que la atención médica caiga en el ámbito del mer-
cado y termine descartando a los pobres. La inteligencia organizacional y la caridad
requieren más bien que se respete a la persona enferma en su dignidad y se la ponga
siempre en el centro del proceso de la curación. Estas deben ser las orientaciones tam-
bién de los cristianos que trabajan en las estructuras públicas y que, por su servicio,
están llamados a dar un buen testimonio del Evangelio.

Oración de los fieles (Lectores)


* Pedimos a María por aquellas familias que parece pierden la esperanza, por la
gravedad de las enfermedades para que por la fuerza del amor se mantengan unidos
y nunca falte la palabra de aliento y abrazo de amor entre todos ellos. Padrenuestro,
Ave María y Gloria.
* Pidamos a María por todas aquellas personas que cargan con las cruces de los
otros: fármacos, médicos y enfermeras generosos, madres y hermanos, gente buena
que siente compasión por el dolor de los demás, para que no falte para ellos también
la mano amiga y la sonrisa sincera y de nuestra comunidad la solidaridad. Padre-
nuestro, Ave María y Gloria.
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* Pidamos a María por tantos hermanos y hermanas nuestros que son crucificados
por el hambre, la soledad, el frío, el rechazo, el abandono. Para que no olvidemos
todos, que al final de nuestras vidas solo seremos juzgados en el amor. Padrenues-
tro, Ave María y Gloria.
* Pidamos a María por tantas madres y familiares que ven morir en su cruz sus se-
res queridos sin poder hacer nada, porque no tienen dinero suficiente para atender-
los. Para que nosotros despertemos de la apatía y nos preocupemos por atender y
dignificar la condición de todos ellos. Padrenuestro, Ave María y Gloria.
* Pidamos a nuestra madre, por todos los que favorecen Hospitales, Asilos, Casas
de Rehabilitación, y otros espacios de beneficencia, para sientan en su corazón y en
su alma que son la caricia materna que cura y consuela el dolor de cada uno de los
enfermos como un hijo suyo. Padrenuestro, Ave María y Gloria.
Lector 4: Jesús entregó a la Iglesia su poder de curar: «A los que crean, les acompa-
ñarán estos signos: […] impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos»
(Mc 16,17-18). En los Hechos de los Apóstoles, leemos la descripción de las curaciones
realizadas por Pedro (cf. Hch 3,4-8) y Pablo (cf. Hch 14,8-11). La tarea de la Iglesia,
que sabe que debe mirar a los enfermos con la misma mirada llena de ternura y com-
pasión que su Señor, responde a este don de Jesús. La pastoral de la salud sigue sien-
do, y siempre será, una misión necesaria y esencial que hay que vivir con renovado
ímpetu tanto en las comunidades parroquiales como en los centros de atención más
excelentes. No podemos olvidar la ternura y la perseverancia con las que muchas fa-
milias acompañan a sus hijos, padres y familiares, enfermos crónicos o discapacitados
graves. La atención brindada en la familia es un testimonio extraordinario de amor
por la persona humana que hay que respaldar con un reconocimiento adecuado y con
unas políticas apropiadas. Por lo tanto, médicos y enfermeros, sacerdotes, consagra-
dos y voluntarios, familiares y todos aquellos que se comprometen en el cuidado de
los enfermos, participan en esta misión eclesial. Se trata de una responsabilidad com-
partida que enriquece el valor del servicio diario de cada uno.
Canto: Entraré
Entraré, entraré, entraré a su presencia
En libertad por su amor, el Espíritu me lleva
Al trono de la gracia para adorar cara a cara
Sí, al Dios vivo adorar, libre soy, libre soy para entrar

Entraré, entraré, entraré a su presencia


En libertad por su amor, el Espíritu me lleva
Al trono de la gracia para adorar cara a cara
Sí, al Dios vivo adorar, libre soy, libre soy para entrar

Entraré, entraré a su presencia


En libertad por su amor, el Espíritu me lleva
Al trono de la gracia para adorar cara a cara
Sí, al Dios vivo adorar, libre soy, libre soy para entrar

Letanía a María de los Dolores


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Guía: Estas pequeñas expresiones de fe son como una síntesis y a la vez como un eco
de lo orado y reflexionado. Decimos después de cada formulación: “Ruega por noso-
tros”.
Santa María de los Dolores.
Santa María, Madre de los enfermos.
Santa María, Madre de los afligidos y desesperanzados.
Santa María, Madre de las madres sufrientes frente al dolor de sus hijos.
Santa María, Madre de los extraviados y perdidos.
Santa María, Madre de los abandonados y olvidados.
Santa María, Madre de las familias destruidas por no atender sus padres y abuelos.
Santa María, Madre de los hombres y mujeres crucificados en el hambre y en la miseria.
Santa María, Madre de Jesús, el compasivo con los enfermos, ancianos y olvidados.

Lector 5: A María, Madre de la ternura, queremos confiarle todos los enfermos en


el cuerpo y en el espíritu, para que los sostenga en la esperanza. Le pedimos también
que nos ayude a acoger a nuestros hermanos enfermos. La Iglesia sabe que necesita
una gracia especial para estar a la altura de su servicio evangélico de atención a los
enfermos. Por lo tanto, la oración a la Madre del Señor nos ve unidos en una súplica
insistente, para que cada miembro de la Iglesia viva con amor la vocación al servicio
de la vida y de la salud. La Virgen María interceda por todos los Enfermos del mun-
do, ayude a las personas enfermas a vivir su sufrimiento en comunión con el Señor Je-
sús y apoye a quienes cuidan de ellas.

Canto: MARIA, MADRE DEL DOLOR


Guía. Consagremos a la Virgen María nuestros enfermos, nuestras familias y a cada
uno de nosotros…
Oh señora mía, oh Madre mía, nos ofrecemos enteramente a ti
y en prueba de nuestro filial afecto te consagramos este día y para siempre;
nuestros ojos, nuestra lengua, nuestro corazón.
En una palabra, todo nuestro ser, ya que somos tuyos Madre de bondad.
Guárdanos y defiéndenos como hijos tuyos.

Dulce madre no te alejes, tu vista de nosotros no apartes y solos nunca nos dejes,
tú que nos proteges tanto como verdadera Madre, haz que nos bendiga
el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Amén.

Jaculatorias
Bendito sea Dios.
Bendito sea su santo nombre.
Bendito sea Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre.
Bendito sea el nombre de Jesús.
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Bendito sea su sacratísimo corazón.


Bendita sea su preciosísima Sangre.
Bendito sea Jesús en el Santísimo Sacramento del altar.
Bendito sea Jesús en el Espíritu Santo consolador.
Bendita sea la excelsa Madre de Dios, María Santísima.
Bendita sea su Santa e Inmaculada Concepción.
Bendita su gloriosa Asunción.
Bendito sea el nombre de María, virgen y madre.
Bendito sea san José, su castísimo esposo.
Bendito sea Dios en sus ángeles y en sus santos.

Canto Final: Un amado tengo yo

Un amado tengo yo, tan fino y enamorado,


que porque le amara yo se quedó Sacramentado.

Si me preguntan a mí, cómo se llama mi amado?,


yo responderé diciendo, que es Jesús Sacramentado.

Si mi corazón tuviera alas para haber volado,


en el Sagrario estuviera, con Jesús Sacramentado.

Es mi amado flor hermosa, es clavel muy perfumado,


es lirio, azucena y rosa, mi Jesús Sacramentado.

 Si me preguntan a mi: ¿Por qué vivo tan confiado?


Porque pienso noche y día en Jesús Sacramentado.

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