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Pontificia Universidad Católica de Valparaíso

Facultad de Filosofía y Educación


Fundamentos Conceptuales de la Clínica Infanto Juvenil, 2019

Nombre: Isidora De la Barra Eltit

Prueba online: Esta prueba contempla dos partes. En la primera se plantea un


trabajo de conceptos y en la segunda un trabajo de análisis integrativo del programa
del curso por medio de una película.
Parte 1: A partir de la lectura de los textos de y sobre Lacan (señalados en el
programa: Tendlarz y textos de Lacan), extraiga 3 conceptos que le parezcan
relevantes y trabájelos de la siguiente manera: -Señale un texto en particular para
cada concepto y citar partes de éstos en que aparezca referidos por el/la autor/a (APA
6), junto al señalamiento de qué entiende usted por aquellos (3 puntos).

La problemática del deseo relacionado a la necesidad y la demanda cobra sentido al


referirnos a la concepción freudiana de las primeras experiencias de satisfacción (Dor,
p.159). Por consiguiente, la conceptualización y caracterización de estos tres términos que
aparecen a continuación se encontrarán acotadas en su mayoría al marco de aquellas
primeras experiencias en el niño. En la construcción de las 3 acepciones, me basaré en el
texto de Silvia Tendlarz “¿De qué sufren los niños?” (2007) y el manual de Joël Dor
“Introducción a la lectura de Lacan: el inconsciente estructurado como lenguaje” (2009).

Necesidad: A partir de un par de lecturas, he logrado suponer que la necesidad corresponde


a la vivencia de displacer que es provocada por un estímulo asociado a la insatisfacción de
las exigencias biológicas/orgánicas para la subsistencia. Ejemplo de ello es el hambre, la
sed, querer orinar o defecar. Más específicamente, es el dolor de guata que viene junto al
hambre, esa sensación sin un símbolo de por medio que lo represente, solo la sensación
pura del dolor de guata. Con similitud, Dor (2009), define necesidad como una función
biológica ordenada o el imperativo orgánico, que se traduce en estados de tensión del
cuerpo, cuyos estereotipos físicos constituyen la respuesta del cuerpo a la privación.

Si se analiza, por ejemplo, la satisfacción alimentaria, puede concluirse respecto de la


necesidad, que “el proceso pulsional se manifiesta inicialmente en el niño por la aparición
de un displacer provocado por el estado de tensión inherente a la fuente de excitación de la
pulsión” (Dor, 2009, p.159). Esto se traduce en que el niño se encuentra en una de
necesidad que exige ser satisfecha, proceso que se despliega en un registro orgánico. Si nos
ponemos en el lugar del primer grito del recién nacido, podemos apreciar que el bebé se
manifiesta a través del grito ante la emergencia de la necesidad totalmente orgánica, sin
embargo, este grito no simboliza nada, pues el bebé aún no ha ingresado en el mundo de lo
simbólico (Dor, 2009). Por consiguiente, puede decirse que es un grito que proviene de lo

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real del organismo. Tendlarz (2007) dirá que “Este grito toca algo de lo real puesto que no
está apresado por lo simbólico” (p.37).

Por otro lado, “A partir del llanto del bebé por una necesidad desconocida para el
observador, y dado su desvalimiento inicial que le impide realizar el movimiento que
elimine esa vivencia de displacer, interviene una acción específica exterior de un “otro
primordial” que permite que se constituya la primera “vivencia de satisfacción” y posibilita
que desaparezca esa necesidad indeterminada” (Tendlarz, 2007, p. 35). Esta cita de
Tendlarz permite identificar que en el llanto del bebé hay una necesidad desconocida para
el observador a la que se le otorga un significado desde afuera y que, dada la incapacidad
del niño por satisfacer por sí mismo esas exigencias orgánicas, se vuelve indispensable y a
la vez justifica la presencia de otro que permita la satisfacción de la necesidad, dando pie a
que se produzca la primera vivencia de satisfacción (Dor, 2009).

En consecuencia, es posible aceptar que el objeto que se le propone al niño para la


satisfacción le es propuesto sin que él lo busque y sin que tenga una representación psíquica
en él. Por lo que, el proceso pulsional que tiene lugar en esta primera experiencia de
satisfacción corresponde a una necesidad pura, pues la pulsión se ve satisfecha sin
mediación psíquica (expresada desde lo simbólico) (Dor, 2009).

Ahora, es cierto que, ante el primer grito del recién nacido, la madre bajo el supuesto de
que el niño pide algo, le otorga una significación al grito y le responde con significantes.
Sin embargo, en la realidad el ser viviente que nace grita por acto reflejo. Este es un grito
que viene del organismo y que no está pidiendo algo, el pedido lo vive el otro (en este caso
Otro Primordial) desde afuera. De esta manera, la madre interpreta el grito del niño como
un mensaje de petición y le otorga algo para calmarlo (Jáuregui, 2019). Ejemplo: Ser
viviente hambriento, grita, la madre le otorga su pecho o una mamadera. En esta primera
experiencia de satisfacción no hay ninguna intencionalidad por parte del niño para
movilizar el estado de su cuerpo en manifestaciones que tendrían valor de mensaje
destinado al otro (Dor, 2009). No hay que olvidar que la necesidad travesada por el
lenguaje ya no es necesidad, sino demanda, como dice Tendlarz (2007): “el reino del
instinto, de la necesidad, queda perdido para el hablante puesto que la necesidad se
metaforiza en demanda” (p.36).

Por lo tanto, puede afirmarse que la necesidad se caracteriza por un estado de insatisfacción
que es displacentero y que este se encuentra relacionado a las exigencias biológicas. Por lo
demás, es un estado que no tiene un representante a nivel simbólico todavía y que, por
tanto, es mitigado sin mediación psíquica (significantes). La necesidad, será aquello que
nos una al reino animal, por no encontrarse intervenida por el lenguaje y tener un origen
netamente natural.

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Demanda: Corresponde a la “significación de la necesidad… que proviene del Otro en la
medida en que de él depende que la demanda sea colmada” (Tendlarz, 2007, p. 36).

La experiencia primera de satisfacción deja una huella mnémica (recuerdo) en el aparato


psíquico, dado que la satisfacción como tal se va a encontrar en adelante directamente
ligada a la imagen/percepción del objeto que le brindó esa satisfacción. Esta primera huella
mnémica es lo que constituye, para el niño, la representación del proceso pulsional (Dor,
2009). Luego, cuando reaparece el estado de tensión pulsional la huella mnésica dejada por
el proceso de satisfacción y la imagen/percepción del objeto, es reactivada.
Después de la primera experiencia de satisfacción, la reactivación de la manifestación ya no
puede aparecer como una necesidad pura, sino que se transforma obligatoriamente, en una
necesidad ligada a una representación mnémica de satisfacción. De manera que en el
transcurso de la próxima experiencia de satisfacción esta representación que ha sido
reactivada por la excitación será identificada por el niño (Dor, 2009). Se sabe por ejemplo
que, la madre le da la leche, el bebé se satisface y queda el registro de satisfacción. La
próxima vez que el niño sienta hambre y se precise de la leche, como ya hay un registro de
satisfacción, el bebé demandará el pecho de su madre o la mamadera con un nuevo grito
(llanto), por ser aquello que le dio satisfacción por primera vez y que ya conoce (Jáuregui,
2019). Este grito ya no será el mismo y poco a poco se irá especializando, una mamá con
un bebé de dos o tres meses ya es capaz de distinguir el tipo de llanto, pues el llanto va
adquiriendo un sentido de demanda, de pedido para la madre (Jáuregui, 2019).
No obstante, la satisfacción de la necesidad biológica no viene sola, sino con un sentido:
Por un lado, para el niño la mamadera (S1 sin sentido) se unirá a lo que transmite la mamá
al ofrecérsela al bebé (S2 con sentido: los gestos, los tonos de voz, la forma de decir la
palabra). Mientras que, para el Otro (mamá), el S2 de la respuesta le otorgará
retroactivamente el valor de un significante al grito con índice 1, volviéndose el significante
que representa al sujeto “supuesto-pedir””, ya que la mamá a interpretado el grito del niño
(s1) a la petición de algo para comer (s2), por ejemplo (Tendlarz, 2007). Esto quiere decir
que, para ambas partes, hay un registro psíquico de la necesidad biológica (tomar la leche
para alimentarse – llora porque tiene hambre) sino que va unido con lo que le transmitió la
madre al darle esa leche, que está asociado a la interpretación que la madre a hecho de su
expresión. “La demanda como tal es una articulación de la cadena significante” (Tendlarz,
2007, p. 37).
Por otro lado, las manifestaciones corporales que tenga el niño toman inmediatamente el
valor de signos para ese Otro, que puede contestar o no a la necesidad, ya que es él quien
aprecia y decide comprender que el niño está en estado de necesidad. Es decir que, aquellas
expresiones del niño sólo tienen sentido en la medida en que el otro se lo atribuye y si
toman inmediatamente un sentido para el otro, es porque se ha ubicado al niño, desde un
comienzo, en un universo de comunicación en donde la intervención del otro constituye una

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respuesta a algo que previamente se ha considerado como una demanda (Dor, 2009;
Tendlarz, 2007). De esta manera, a través de su intervención, el otro remite inmediatamente
al niño a un universo semántico y a un universo de discurso que es el suyo. El Otro
introduce en el grito la dimensión de la significación, puesto que es el Otro quién debe
suponer del lado del grito un sujeto, para suponer que ese grito es el signo de un sujeto que
pide. Tendlarz (2007) refiere que “Cuando la necesidad atraviesa el código a través del
sentido otorgado por la madre, se transforma en demanda” (p. 37).
A su vez, la demanda (el llanto del niño para la segunda vez que este presenta una
necesidad), tiene dos valores: 1) articulación significante y 2) demanda de la presencia-
ausencia del otro primordial (madre) – denominada como demanda de amor, la cual, busca
los signos de presencia del Otro todopoderoso en forma incondicional. El niño quiere ser el
único objeto de deseo del Otro que satisface sus necesidades.
Puedo concluir entonces en base a lo que he comprendido de las lecturas realizadas que la
demanda corresponde a la identificación que el niño hace de su necesidad y la significación
que el Otro le otorga a aquella necesidad. Es fundamental que el lenguaje intervenga a la
necesidad entonces, para que las manifestaciones del niño sea llamada demanda. Tendlarz
(2007) por su lado, aclara que “Por el hecho de hablar, el hombre se vuelve un ser de
demanda”. Un ejemplo de demanda sería cuando estas con Otras personas, te duele la guata
del hambre, haces una mueca mientras te tocas la guata o dices “tengo hambre” y el que te
acompaña sabe perfecto a qué te refieres y te contesta con un “¿vayamos a comer algo?”.
La demanda a mi parecer se construye entonces a partir del hecho de que como seres
humanos compartimos códigos lingüísticos que son comunes a todos y significamos a
través de nuestra experiencia lo que nos sucede a lo largo de la vida.
Deseo: Es la diferencia siempre existente entre la satisfacción obtenida y la satisfacción
anhelada (Tendlarz, 2007).
Un elemento esencial en la primera experiencia de satisfacción es la aparición de cierta
percepción (el alimento, por ejemplo), cuya imagen quedará asociada a la huella que queda
en la memoria de la excitación de la pulsión (Dor, 2009). En cuanto aparezca la necesidad
y, gracias a la relación establecida, se desencadenará un impulso psíquico que cargará
nuevamente la imagen mnémica de esa percepción en la memoria y volverá a provocar la
misma percepción, reconstruyendo la situación de la primera satisfacción (Dor, 2009).
“A partir entonces de la emergencia de un estímulo, el niño espera la reaparición de ese
objeto primario de satisfacción que permitía apaciguarlo. Pero entre la satisfacción obtenida
y la anhelada existe siempre una diferencia que se denomina “deseo”” (Tendlarz, 2007, p.
35). Por ejemplo, la primera vez que un recién nacido mama (que es lo que se anhela) no
podrá ser colmada con una segunda mamada, porque la vivencia nunca será igual a la de la
primera experiencia.

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Dada a aquella diferencia, el deseo jamás se podrá completar o satisfacer, pues el deseo se
encarna en el anhelo de un “re-encuentro” con la satisfacción originaria en donde el niño
recibió satisfacción bajo la forma de goce sin haberlo pedido ni esperado, y esta no estuvo
mediada por la demanda. Sin embargo, a partir de la segunda experiencia de satisfacción, la
mediación de la demanda confronta al niño con el orden de la pérdida (Dor, 2009). Se dice
que algo falló en la diferencia que se establece entre lo que se le da al niño inmediatamente,
sin mediación psíquica y aquello que se le da mediatamente, como si debiera ser pedido. El
surgimiento del deseo depende entonces de la búsqueda del “re-encuentro” con la primera
experiencia de goce (Dor, 2009).
Esta falla se debe a que, a partir de la segunda experiencia de satisfacción, el niño es
sometido y se ve obligado a formular una demanda para hacer escuchar su deseo, para
intentar significarlo. A través de las demandas el deseo se estructura como deseo de un
objeto imposible, faltante (objeto perdido u objeto a), debido a que la mediación de la
nominación introduce una inadecuación entre lo que se desea fundamentalmente y lo que la
demanda deja escuchar (Dor, 2009). Esta inadecuación es la que da la pauta de la
imposibilidad del “re-encuentro” del primer goce con el Otro, con lo que ese Otro que hizo
gozar al niño permanece inaccesible y perdido como tal, pues esa primera vivencia que
quisiéramos repetir nunca será igual (Dor, 2009).
Lacan nombrará a este Otro perdido como “la Cosa” (Das Ding), el cual instaura un vacío y
desencadena la repetición (el bebé repetirá siempre lo mismo, buscando colmarse con el
Otro a la espera del “re-encuentro” con la primera experiencia de goce que el Otro le
proporcionó). Se dice que el objeto de deseo está perdido por estructura, en otras palabras,
que el objeto está perdido desde siempre, ya que no existe una verdadera satisfacción del
deseo en la realidad, el deseo no tiene objeto en la realidad, pues la única realidad en la
dimensión del deseo es la realidad psíquica. Por consiguiente, la dimensión del deseo
aparece como intrínsecamente ligada a una falta que no puede ser satisfecha por ningún
objeto real (Dor, 2009; Tendlarz, 2007).
Dado que nunca más nada nos colmará totalmente, es que somos sujetos deseantes, base
primordial para seguir viviendo. “Ante el displacer el aparato psíquico pone en marcha el
deseo” (Tendlarz, 2007, p. 36).
A partir de lo anterior, soy capaz de decir que he comprendido deseo como la expectativa
de que una experiencia satisfactoria que se ha dado por primera vez vuelva a repetirse
idénticamente de la misma manera, sin embargo, esta expectativa jamás podrá ser
cumplida, pues es imposible que un evento vuelva a darse exactamente de la misma
manera, sobre todo porque la significación no puede ser colmada desde lo simbólico por no
ser lo suficientemente adecuado. Es como intentar traspasar de un jarro a otro la cantidad
exacta de agua que estaba en el primero de los envases, en este intercambio siempre
quedará una que otra gota en el recipiente o un porcentaje se habrá evaporado, haciendo
imposible el traspaso total de líquido.
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Parte 2: Apoyándose en la película “Boyhood”, elija una situación, conflicto o
personaje y por medio de éste realice un análisis-reflexión de carácter breve que
ponga a trabajar un concepto en particular que a usted le haya interesado de la
propuesta del programa del curso (es decir, de Freud o Lacan) que evidencie lo que
comprendió por tal y cómo se plasma en el elemento seleccionado de la película. Debe
contemplar la descripción de la secuencia en palabras; los minutos desde donde ver la
escena elegida y su finalidad, a propósito del concepto escogido (3 puntos).

De acuerdo con Freud (1905, p. 176): A la par del florecimiento de la vida sexual del niño
(3 -5 años) se inicia en él la actividad relacionada a la pulsión de saber o investigar, dentro
de los componentes pulsionales no puede decirse que se subordine exclusivamente a la
sexualidad. En los primeros segundos de la película (1:10 – 2:42) podemos ver que Mason
(protagonista) de 6 años, yace tirado en el suelo fuera de su escuela mirando al cielo
mientras su mamá se encuentra hablando con su profesora dentro del establecimiento.
Cuando la mamá lo sale a buscar para irse a casa, este le cuenta que ha descubierto de
dónde vienen las avispas y que si lanzas agua de la manera correcta al aire esta se convierte
en una. Aquella resolución deja entrever el interés y la curiosidad de Mason sobre el origen
de la vida, temática ligada a lo sexual. A continuación, su mamá en vez de corregirle su
respuesta (que es poco realista) le contesta con un “Hey, eso es genial” preservando la
curiosidad y la imaginación creativa del niño, incentivándolo a seguir elucubrando teorías,
lo que puede explicar por qué en momentos posteriores de su infancia este mantiene una
disposición de investigación frente a la realidad en la que se encuentra inmerso.
Luego, cuando ya se han subido al auto, la madre le comenta a Mason que su profesora ha
dicho durante la reunión que este se pasa todo el día mirando por la ventana (nuevamente se
puede apreciar lo absorto que se encuentra el niño en sus pensamientos e ideas) y que le ha
roto su sacapuntas intentando afilar unas piedras. Ante lo cual, Mason le contesta que no lo
ha hecho a propósito, pensó que si el sacapunta afilaba lápices también podría afilar piedras
y, que lo intentó porque quería hacer flechas para su colección. El hecho de que Mason
haya intentado meter piedras en un sacapuntas a partir de un pensamiento hipotético
deductivo fallido, reafirma que la pulsión de saber no se encuentra limitada a temas ligados
a la sexualidad, ni tampoco a lo teórico, con el sacapuntas roto nos queda claro que la
pulsión de saber también es puesta en práctica al momento de indagar.

A propósito de, Freud (1905) explica que la pulsión de saber “trabaja con la energía de la
pulsión de ver” (p. 177). Esta relación entre saber y mirar es posible apreciarla en Mason
cuando se muestra interesado en conocer la anatomía femenina. Con menos de 10 minutos
de película (6:40 – 7:03) vemos que Mason se encuentra revisando un catálogo de ropa
interior femenina con su amigo, quien ha encontrado la revista tirada en la calle. Ambos se
muestran muy entusiasmados y sorprendidos con los pechos de las mujeres en la revista,
apuntan riéndose nerviosamente a varias de ellas que aparecen en las fotografías y dicen

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“¡mira esos!”. A pesar de que podían haber ignorado la revista que se encontraba en el
suelo, la prohibición y lo tabú de la sexualidad los invita a mirar de todas maneras las
fotografías. La risa nerviosa nos indica que a nivel social Mason ya ha vivido el
amedrentamiento de su investigación sexual, lo que a nivel moral se traduce en esa risa
nerviosa que corresponde a estar haciendo algo aún sabiendo que se sabe algo malo (Freud,
1908).

A pesar de lo anterior, Mason mantiene todavía la pulsión de saber e incluso podría


pensarse que la energía de la pulsión de mirar sigue relacionada a ella, pues al terminar el
colegio, decide dedicarse a la fotografía; disciplina que intenta comprender la realidad a
través del arte de congelar momentos y sentimientos en una imagen por medio de un lente,
siendo la vista el sentido fundamental para el desempeño de la profesión. Volviendo al
punto anterior, veremos que Mason no pierde las ganas de saber, mientras sus intereses
íntimos se mantienen en secreto (Freud, 1908). (43:37 – 45:42) La cámara muestra a Mason
de 9 años, al regresar a su casa después de pasar el fin de semana con su papá, éste se
encuentra en su pieza junto a su hermanastro y su amigo mirando mujeres desnudas por
internet escondidos, no obstante, la diversión se les termina cuando su hermanastra entra a
la pieza y les pide que bajen porque irán a cortarse el pelo, en ese momento cierran el
notebook muy apurados por miedo a que los pillen y salen de la habitación.
Lo más interesante de esta última escena es que luego de ella, no volveremos a ver
manifestarse nunca más aquella pulsión de saber con la misma frecuencia y libertad. Puedo
colegir que esto se debe principalmente a la pérdida de confianza hacia personas que habían
gozado de plena confianza para el niño, como sus padres, a quienes Mason solía
preguntarles de todo (Freud, 1905). Sin embargo, no me refiero a la desconfianza que se
establece al inventarse una teoría sexual que hizo dudar o por dar respuestas evasivas, sino
que creo que la perdida de confianza proviene de la caída que sufre la figura del padre en
Mason. Cuando su padrastro se vuelve un alcohólico y es muy abusivo con él (le corta el
pelo porque según él parece niñita, lo obliga a hacer trabajos pesados en la casa y no lo deja
salir a jugar hasta que los termine, le lanza un vaso de vidrio durante un almuerzo) y su
mamá no hace mucho por modificar la situación a la brevedad, se produce la
desacreditación de la figura parental, que hasta entonces consistía en seres adultos perfectos
e ideales que tienen como función entregar protección y cuidados; ahora se ha mostrado
violenta y por consiguiente, contradictoria/engañosa, por lo que ya no se puede confiar en
ella para lo esencial. De esta manera la película demarca el apagón de la pulsión de
investigar.

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Bibliografía

Dor, Joel. (2009). Introducción a la Lectura de Lacan: El inconsciente estructurado como


lenguaje en psicoanálisis, Gedisa Editorial.

Jáuregui, M. [Maggie Jauregui]. (2019, noviembre 14). 2 Constitución del sujeto [Archivo
de video]. Recuperado de https://www.youtube.com/watch?v=feo0hi8z-4Y

Freud, S. (1905). La sexualidad infantil. En S. Freud, Sigmund Freud


Obras Completas, Fragmento de análisis de un caso de histeria (Dora), Tres ensayos de
teoría sexual y otras obras, Vol VII (pp. 157 – 188). Buenos Aires, Argentina: Amorrortu
Editores, 1992.

Freud, S. (1906 -1908). El esclarecimiento sexual del niño (Carta abierta al doctor M.
Fürst) (1907). En S. Freud, Sigmund Freud Obras completas, El delirio y los sueños de
“Gradiva de Jensen”, y otras obras, Vol IX (pp. 111 – 121). Buenos Aires, Argentina:
Amorrortu Editores, 1979.

Tendlarz, S. (2007). La constitución del sujeto. En S. Tendlarz, ¿De qué sufren los niños?
La psicosis en la infancia (pp. 35-64). Buenos Aires, Argentina: Lugar Editorial.

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