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INTERNACIONAL Y COMERCIO
EXTERIOR
El libre comercio aboga por que los agentes tengan la mayor libertad
económica, de manera que puedan comerciar tanto dentro como fuera del
país sin obstáculos. En el ámbito interior, esta libertad económica engloba
varias libertades: libertad de precios, de horarios, de contratación, etc. Por
otro lado, en el ámbito exterior constituye el librecambismo, es decir, la
oposición al proteccionismo.
Para que el libre comercio sea efectivo, debe existir un sistema que
asegure el cumplimiento de los acuerdos entre privados y defienda los
derechos básicos de consumidores y empresas. De esta forma, el Estado
tiene un rol de garante del sistema jurídico y de negociador con otros
países que compartan sus principios y deseo de comerciar.
En esta situación, se espera que las empresas sean libres de entrar o salir
del mercado y que los precios de los productos se definan por la
interacción de la oferta y demanda. El Estado por su parte, tendrá un rol
subsidiario actuando en situaciones en las que el mercado falla (la
competencia no es posible o se ve limitada). Así, el gobierno debe
funcionar como garante de los derechos de propiedad, de los derechos de
los consumidores y del cumplimiento de los contratos o acuerdos legales.
Para que el libre comercio externo se facilite, los países suelen firmar
tratados de libre comercio que generalmente implican una progresiva
reducción de los aranceles y de cualquier otra barrera artificial al comercio
(como por ejemplo cuotas de importación, barreras burocráticas, etc).
Los defensores del libre comercio aseguran que este permite que los
consumidores puedan disfrutar de una mayor variedad de productos y
servicios a un precio más accesible debido a la presión de la competencia.
Asimismo, el libre comercio permitiría que los países aprovechen mejor sus
ventajas comparativas (recursos, conocimientos, ubicación, etc.).
No obstante lo anterior, también existen críticos que aseguran que se
destruye a las empresas locales que no pueden competir con los precios de
países extranjeros con bajos costos de mano de obra. Así, por ejemplo, se
suele criticar la competencia que imponen los textiles provenientes de
China, cuyo costo de elaboración es mucho más bajo que en países más
desarrollados debido a que estos últimos pagan salarios más altos y tienen
mayores obligaciones para con sus trabajadores (protección contra
accidentes, seguros, vacaciones, etc.).
Los defensores del libre comercio argumentan que este mejora la calidad
de vida de todos. Se basan principalmente en que permite la aparición de
economías de escala y la especialización creciente de cada agente, lo que
incrementa la eficiencia y la productividad.