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Fases del conflicto

Al momento de hablar de fases de un conflicto, los autores varían según el enfoque que se
utiliza, o mejor dicho, según el criterio que se utilice para realizar el análisis. Es importante
tener en cuenta que se determinan estas fases en un conflicto idealizado (en el que todo se
diera previsiblemente) pero en la realidad suele suceder que las fases pueden variar, puede
alterarse su cronología o puede que no todas las fases se cumplan.

Fases del con icto

Video conceptual

Referencias
LECCIÓN 1 de 3

Fases del conflicto

Dinámica del conflicto

Recomiendo la lectura del siguiente artículo periodístico, que nos muestra los distintos momentos que puede tener un
conflicto y que iremos analizando en esta lectura.

El “paso a paso” del paro de transporte en Córdoba _ La Voz.pdf


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Todo conflicto tiene una determinada dinámica, generalmente con la misma lógica cronológica (aunque algunas
veces alguna fase no es percibida y se manifiesta el conflicto en otra).

Una clasificación en fases del conflicto muy común, y aceptada mayoritariamente por la doctrina, es la siguiente:

1 fase temprana;

2 fase de escalada;

fase de crisis;
3
4 fase de desescalada;

5 fase de diálogo.

Esta clasificación de fases surge originalmente del análisis de los conflictos sociales, esto es, una especie en
particular dentro del ámbito más amplio que es el conflicto. Y la situación planteada en el artículo periodístico cuya
lectura se propuso refleja justamente un conflicto de esta naturaleza: social, público y complejo.

De todos modos, esta dinámica es perfectamente aplicable a todo tipo de conflicto.

Previo a analizar cada paso, reitero, esas fases mencionadas resultan de una clasificación en un modelo idealizado, es
decir que el desarrollo del conflicto no es lineal, ya que el mismo, según las acciones de las partes, tendrá avances y
retrocesos, incluso puede llegar a no cumplir con todas las etapas o fases mencionadas.

1 Fase temprana

Es el momento ideal para pensar en la resolución del conflicto ya que todavía no ha estallado. Si bien se ha
manifestado la incompatibilidad de objetivo (que es característica del conflicto, como vimos en la conceptualización)
todavía estamos en un momento de muy poco enfrentamiento, casi nulo, ya que en esta fase cada parte está
planteando su posición. Si en esta instancia se pudiera canalizar algún mecanismo de resolución de conflicto,
generando el diálogo respetuoso, la escucha activa, y evitar que se profundice el desgaste de la relación social,
seguramente las posibilidades de éxito en la resolución positiva del mismo sean muy altas.

Esta fase temprana la podemos ver en el conflicto del transporte las semanas previas al paro en las que se realizaron
algunos planteos sobre el estado de las unidades y otros aspectos laborales.

2 La escalada
Esta nueva fase se manifiesta cuando el conflicto se empezó a vislumbrar y no pudo ser encauzado correctamente
para su resolución por el motivo que fuere, lo que ha llevado a que cada parte comience a ejecutar acciones que van a
ser caracterizadas según su grado de intensidad (aspecto sobre el cual nos explayaremos más adelante) y, a mayor
grado de intensidad, más fuerte será la escalada del conflicto. Se caracteriza fundamentalmente porque la relación
entre las partes se va desgastando, y cada una va tomando una decisión y actuando como consecuencia de una acción
de la otra, como réplica al actuar de la otra parte. Si bien es un momento más crítico que el anterior, aún las
posibilidades de encaminar el problema a una resolución pacífica es importante.

Volviendo al conflicto detallado en el artículo periodístico, esta fase podemos situarla en el día viernes, “cuando
choferes lanzaron asambleas sorpresivas en punta de línea aduciendo problemas en las unidades” (La Voz, 2017,
https://bit.ly/2CwJQM3).

3 La crisis

Si se avanza en la escalada sin resolución del conflicto, llegaremos a la etapa o fase más compleja y dura, ya que la
crisis se caracteriza y diferencia de las demás por ser la fase de mayor violencia en el conflicto. Aquí el diálogo está
absolutamente cortado, y los actos o conductas de las partes pretenden plantear el conflicto en términos de poder. La
línea divisoria entre la fase de escalada o escalonamiento y esta es muy delgada, solo el grado de violencia en las
acciones marca la diferencia, ya que en la fase anterior predomina la amenaza de violencia y en esta se concreta.

Finalmente el lunes los choferes sorprendieron a los usuarios con un paro.

…en medio de la protesta, los choferes se concentraron frente a la sede de UTA y luego
marcharon al Ministerio de Trabajo. Hubo agresiones a periodistas.

…En las primeras horas del martes se decretó la ilegalidad del paro.
…las empresas enviaron telegramas a los colectiveros que no se presentaron a trabajar

…Las puntas de línea en distintos barrios amanecieron este miércoles con piquetes que
impidieron en un primer momento que los colectivos salgan a las calles (La Voz, 2017,
https://bit.ly/2CwJQM3).

Todas estas son acciones que reflejan la fase de crisis en el conflicto del transporte urbano de pasajeros citado.

4 La desescalada o “desescalamiento”

Generalmente, aunque no necesariamente, luego de la etapa de crisis viene un “desescalamiento”. En esta


oportunidad cesa la violencia. Aquí pueden ocurrir dos cosas: una, que las partes cesen en las actitudes violentas y el
conflicto entre en una etapa de estancamiento, o bien que las partes realicen acciones concretas, de menor grado de
intensidad, que produzcan la desescalada del conflicto. Lo que sí resulta claro es que es imposible sostener la
violencia en forma permanente en un conflicto, con lo que el estancamiento o desescalada se producen
inevitablemente, aunque esta tampoco es permanente, es decir, o pasamos a una fase de diálogo y de resolución de
conflicto o el mismo vuelve a resurgir y es probable que se vuelva a llegar a la fase de crisis.

Podemos ver este momento en el paro de transporte que he tomado de referencia en la siguiente nota:

Transporte_ los delegados perdieron respaldo y levantaron el paro_


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5 Fase de diálogo

El momento en que las partes entran en un proceso de negociación, en forma asistida por un tercero o no, es el
momento de diálogo; es el momento de encauzar el conflicto para su resolución. Sería prudente que en la mayoría de
los conflictos, esta fase se produjera en la fase temprana para evitar las confrontaciones violentas, y de esa manera,
lograr lo que se conoce como prevención de conflictos, aunque no es lo más común.

Esta fase comenzó después de nueve días de paro, en el conflicto del transporte:

En la tarde de ayer los colectiveros resolvieron levantar la medida de fuerza, condición que exigió
el municipio y los empresarios del transporte para iniciar una mesa de diálogo sobre sus reclamos
y para evitar que haya más despidos, teniendo en cuenta que se enviaron alrededor de 100
telegramas de despidos por no acatar la conciliación obligatoria ni la declaración de ilegalidad del
paro (Nuevos Papeles, 2017, https://cutt.ly/eeTQJIU).

El profesor Entelman (2005), cuando analiza el conflicto, además de describir las fases que hemos desarrollado hasta
aquí –que él denomina fase dinámica– también nos habla de la necesidad de considerar otra, que denomina fase
estática. Esta se caracteriza por ser el análisis del conflicto en un momento determinado, a partir de una foto del
mismo, ya que de lo contrario sería contradictorio hablar de estática en el conflicto, que es un fenómeno que se
caracteriza por ser esencialmente dinámico.

En esta fase estática se analizan los siguientes elementos:

los actores, de los que debemos analizar su conciencia del conflicto, sus objetivos y su poder;
los terceros.

La primera observación que se debe efectuar aquí, y de la cual algo se ha mencionado en los primeros puntos de la
unidad, está vinculada a que siempre el actor de un conflicto es el ser humano, la persona, aun cuando el involucrado
en el mismo sea un Estado, o una empresa. Esto es así porque el conflicto como “relación social” se caracteriza por
acciones de las partes, sí o sí requiere de personas que las lleven adelante, por lo que como primera definición
siempre el actor de un conflicto es una persona. Para poder trabajar ese conflicto y encauzarse hacia la resolución, es
esencial identificarlo correctamente.

Surge así una primera clasificación de actores individuales y actores colectivos. Cuando el actor es individual, no se
presentan mayores complicaciones para su individualización y análisis de comportamiento.

Los problemas surgen cuando el actor es colectivo o plural. Entelman expone que “el mejor conocimiento del
proceso de toma de decisiones de cada uno de ellos, la mejor percepción y comprensión de sus conductas e
intenciones y la mejor construcción de los escenarios de futuro posibles” (2005, p. 78) es el objeto principal que se
debe tener en cuenta al momento de analizar las características de estos actores.

Dentro del análisis, el distinguido profesor, desarrolló dos aspectos que considera importantes en estos actores: la
identidad y la fragmentación (Entelman, 2005).

Cuando los actores –o al menos uno de ellos– son colectivos, existen relaciones sociales variadas dentro de los
mismos, y allí se encuentran objetivos incompatibles. Estas relaciones se caracterizan por una mayor o menor
intensidad, lo que de alguna manera afecta al actor colectivo en cuestión, ya que esos componentes tratan, en mayor
o menor medida, de influenciar en la decisión que se tome en las relaciones sociales con otros actores. Pero además,
toda esta situación torna compleja la identificación correcta por parte del adversario.

Cuando esas diferencias o incompatibilidades son mayores, no solo dificultan la identificación del actor, sino que
además pueden acarrear una fragmentación del actor, debilitándolo en el momento de intentar resolver el conflicto.
Es más, si el adversario tiene la posibilidad de advertir estas situaciones, generalmente va a profundizar esas
diferencias para dividir al actor y sacar ventajas de ello. Imagínese en los conflictos entre Estados, o entre un Estado
y un gremio determinado, si de repente los actores representantes del Estado advierten o detectan situaciones de
fragmentación o confrontación interna en el gremio, ese aspecto será central para la resolución del conflicto, ya que
sobre ese punto se trabajará o se pensarán las propuestas que el Estado le ofrezca al gremio. Y si estas fueran buenas
para algunos, aunque no lo sean para todos, profundizarán una división dentro de ese actor colectivo al momento de
tener que tomar la decisión de aceptar o no la misma, que puede llevar a una fragmentación; lo que permitirá a la
contraparte sacar una importante ventaja en la resolución de dicho conflicto.

Siguiendo con el autor (Entelman, 2005) a su vez, dentro de los actores colectivos se encuentra otra clasificación, que
debe ser tenida en cuenta al momento de analizar las partes de un conflicto para pensar en su resolución, a
saber: actores colectivos organizados y actores colectivos desorganizados. Cuando al adversario se lo puede ubicar
dentro de la primera categoría, no resulta tan compleja su identificación y su tratamiento, ya que generalmente tiene
establecidos mecanismos de toma de decisiones, y cada una de las partes dentro de ese actor cumple un rol en dicho
proceso y sus representantes son los responsables de ejecutar las decisiones que se adoptaron.

Pero cuando ese actor colectivo es producto de una casualidad o de una circunstancia determinada que lleva a que
diferentes individuos coincidan como parte de un conflicto mayor, y no cuentan con una organización para ello,
resultará muy difícil su tratamiento como actor del conflicto. Y allí juega un papel muy importante el rol del
liderazgo y la necesidad de saber identificar a quien tiene, o representa, ese liderazgo dentro del grupo. Esto permitirá
tomarlo como un interlocutor válido para llevar adelante un proceso de resolución de dicho conflicto. Es muy
importante tener en cuenta estos factores, ya que en muchos casos los intentos de resolución fracasan porque no
realizar una correcta identificación de los actores lleva a tomar decisiones o desarrollar estrategias y tácticas
equivocadas, y consecuentemente fracasar en la resolución de dicho conflicto, lo que conlleva, a su vez, a la
profundización del mismo.

Una discusión entre los distintos autores que han trabajado acerca del conflicto y sus actores tiene que ver con la
existencia de conflictos bipolares o con multiplicidad de actores. En este sentido existen opiniones divididas al
respecto, ya que por un lado se encuentran aquellos que defienden la postura de que los conflictos son siempre
bipolares, es decir, de dos actores por bando (dentro de esta postura podríamos enrolar al profesor Entelman) y por
otro lado, nos encontramos con aquellos autores que sostienen que los conflictos pueden ser tanto bipolares como
con una multiplicidad de actores integrantes del mismo.

Aquellos que sostienen la primera postura, manifiestan que cuando un conflicto tiene múltiples actores con objetivos
incompatibles, se perfilan inicial o progresivamente en dos bandos dentro de los cuales se agrupan todos los
miembros de la relación. Aun cuando entre los integrantes de uno de los bandos tengan diferencias u objetivos
incompatibles en otros aspectos de la relación, muy probablemente estos queden a un lado hasta tanto se resuelva
este punto que en definitiva los encuentra unidos frente a un adversario.
Relee los artículos periodísticos sugeridos y une las siguientes sentencias, analizando el
conflicto en su fase estática:

Choferes del transporte público


urbano de la Ciudad de Actores colectivos desorganizados
Córdoba

Usuarios del transporte público


urbano de la Ciudad de Terceros interesados
Córdoba

Municipalidad de Córdoba Actor estatal

Delegados de UTA en Córdoba Actor colectivo organizado

Autoridades nacionales de
Terceros interesados
UTA

Gobernador de la Provincia de
Tercero interesado
Córdoba

Medios de comunicación Terceros


Empresas del transporte
público urbano de la Ciudad de Actores colectivos organizados
Córdoba

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La conciencia del conflicto por parte de sus actores

En este aspecto se pretende analizar e identificar, siempre con la finalidad de adoptar una decisión y encontrar
estrategias para poder intentar resolver el conflicto, si los actores tienen conciencia de que son parte de un conflicto
determinado, y cuáles son sus percepciones del mismo.

“Conciencia” debe ser entendido, a decir de Entelman, como “el producto de un acto intelectual en el que un
actor admite encontrarse con respecto a otro actor en una relación en que ambos tienen, o creen tener,
objetivos incompatibles” (2005, p. 89).

Y es importante distinguirla, según Entelman (2005), de lo que se denomina percepción, ya que esta es el contenido
con que acceden a nuestro intelecto los datos externos de la realidad, relativos a fenómenos como conductas,
actitudes, pretensiones, intensiones, etcétera, pero no son producto de un acto intelectual o racional.

Muchos de los autores que tratan este tema se han preguntado si es necesario que, para que el conflicto exista, las
partes tengan conciencia del mismo, o si por el contrario, el conflicto existe independientemente de lo que las partes
crean.

Algunos consideran que la conciencia que las partes tengan del conflicto es un elemento esencial del mismo, y en
consecuencia, el conflicto no existe sin la conciencia de las partes. Dentro de esta postura se ubican pensadores como
Max Weber. Por otro lado, autores como Marx, ven el conflicto como un fenómeno objetivo que existe aunque las
partes no tengan conciencia del mismo.

Desde un punto vista más práctico, autores como Louis Kriesberg (1975) han presentado el tema de una manera más
sencilla y útil para el punto que nos interesa en este análisis y que tiene que ver con la identificación del problema
para su resolución. Ese autor ha tomado dos grandes grupos de situaciones: conflictivas y no conflictivas. Por otro
lado, toma la creencia que los actores puedan tener del conflicto, destacando que solo existen dos posibilidades:

1 ambos creen que una relación no es conflictiva;

2 uno de ellos cree que la relación es conflictiva y el otro que no.

A partir de estas concepciones, Kriesberg desarrolló el siguiente cuadro:

Tabla 1

Una de las Ninguna de las


Ambas partes
Situación partes cree que partes cree que
creen que existe
objetiva existe conflicto y existe un
un conflicto
la otra no conflicto

Conflictiva 1 2 3

No conflictiva 4 5 6

Fuente: Kriesberg, 1975.

Desde un aspecto práctico, este cuadro de situaciones es muy útil para definir la estrategia que se deberá llevar
adelante para tratar el conflicto y buscar su resolución, sin la dificultad de caer en la discusión acerca de su existencia
o no, a partir de la conciencia que las partes tengan del mismo.

De este modo, en la situación 1, donde ambas partes tienen objetivos incompatibles y son conscientes de esto, no será
necesario desarrollar trabajos de concientización sobre ninguno y se podrá avanzar en identificar el problema y
seleccionar el método más apropiado para su tratamiento y resolución.

En las situaciones 2 y 3, en las que existe una situación conflictiva y una parte (o ambas) no tienen conciencia de esta
situación, el operador deberá, en primer lugar, trabajar fuertemente en la concientización de aquel o aquellos actores
que no crean en la incompatibilidad de objetivos en la relación, para que luego se pueda entrar a trabajar y resolver el
conflicto en cuestión. La primera regla fundamental para resolver un conflicto es asumir que se tiene un conflicto,
caso contrario es imposible abordarlo, por ello, en situaciones como las descriptas en este párrafo es esencial trabajar
en la concientización de las partes.

Cuando ambas partes crean tener una relación conflictiva, y desde la realidad no se vea el conflicto (tal es el caso de
la situación 4) el operador tendrá que trabajar sobre los actores, a fin de que ellos se convenzan de que los objetivos
en la relación no son incompatibles y que existe una percepción equivocada de los hechos que los lleva a pensar y
creer en dicha incompatibilidad. No es una situación sencilla, porque deberá existir un cambio de percepción por
parte de los actores; aquí el rol que cumplan los terceros es fundamental.

La situación 5 es similar a la descripta en los puntos 2 y 3, pero se deberá trabajar en los términos trazados en el
punto anterior, ya que habrá que colaborar con la parte que percibe una incompatibilidad cuando en realidad no
existe, por lo que es necesario que asuma el error de percepción de los hechos que lo llevan a percibir un conflicto
que no existe.

Y por último la 6, que es la situación más sencilla, ya que no genera ningún inconveniente, debido a que no existe
una relación conflictiva y tampoco se percibe por los actores ninguna incompatibilidad de objetivos en la relación.

En definitiva, este análisis producido por el profesor Kriesberg (1975), nos permite analizar la conciencia de los
actores, tengan una situación conflictiva o no, y con ello determinar cuál es la estrategia que se debe seguir para
poder encauzar el conflicto hacia su correcto tratamiento y posible resolución.

A su vez, al igual que en el apartado anterior, si el enfoque que se hace sobre la conciencia que los actores tienen del
conflicto no es correcto, el fracaso en el intento de resolución está asegurado, y la profundización del conflicto será la
consecuencia directa de ese error.

El poder en los conflictos

Los conflictos están asociados a situaciones en las que surge un problema de poder en distinto
grado, entendiendo el concepto de poder no en su aspecto más clásico asociado con la geopolítica,
sino como la potencialidad que tiene una o ambas partes para hacer algo en un sentido que pueda
favorecerle, en ese momento o en un futuro, para conseguir objetivos específicos o para superar
las resistencias de la otra parte. Incluso se producen conflictos que tienen entre sus objetivos, y a
veces como objetivo único, el de conseguir poder o aumentar el que ya se tiene, y de esta forma
disponer de mayor potencialidad para utilizarlo, en ese mismo conflicto o en otros futuros, con lo
que puede convertirse en objetivo esencial.

Algunos autores llegan más lejos y expresan que el concepto de poder es indispensable para
analizar los procesos sociales, incluyendo los conflictos, y cuantifican el poder mediante una
función multiplicativa P=k·R·D·E basada en las variables recursos (R), grado de movilización de
dichos recursos (D) y eficiencia en la movilización de los mismos (E) (Blalock, 1989),
entendiendo los recursos en un sentido amplio como medio de los que puede hacerse uso en un
conflicto. Otras definiciones más clásicas se enfocan al poder como influencia. Así, el poder ha
sido definido de forma relacional por Bertrand Russell (Russell, 1938) como “la producción de
efectos intencionales”, lo que lo convierte en una propiedad que puede pertenecer a cualquier
persona o grupo. Otra forma de definir el poder es de tipo dominante “la capacidad de un
individuo o grupo de individuos para modificar la conducta de otros individuos o grupos en la
forma que desee quién lo ejerce” (Tawney, 1937). Más recientemente, desde las Ciencias Sociales
se considera que el poder juega un papel importante en los conflictos, y se define como “El poder
puede conceptualizarse como una interacción mutua entre las características de una persona y las
características de una situación, en la que la persona tiene acceso a recursos de gran valor y los
usa para alcanzar objetivos de tipo personal, relacional o del entorno, a menudo utilizando varias
estrategias de influencia”. Esto implica que el poder se entiende en términos de relación, y el
poder mismo se distingue de las fuentes de poder, de la utilización del poder y de las estrategias
para desplegar el poder (Boulding, 1993; Aggarwal y Allan, 1995; Coleman, 2000).
El ejercicio del poder puede llevarse a cabo utilizando distintas alternativas y en distinto grado,
pero siempre es necesario emplear recursos que disminuirán e incluso se agotarán, y que pueden
ser necesarios para conseguir otros objetivos. Las situaciones en las que se emplearán los recursos
que se poseen y en qué grado dependen de los objetivos que se intentan conseguir, de las
creencias de las partes, del apoyo que se pueda obtener de otras personas o instituciones, de la
consideración que tengan las partes en el contexto, etc. Por otra parte, los recursos de cada parte
deben evaluarse no como elementos aislados con propiedades estáticas e independientes del
contexto, sino que hay que tener en cuenta los objetivos de la parte contraria puesto que un
conflicto no es un proceso de toma de decisiones de forma individual sino que hay que tener en
cuenta la interacción entre las partes, y que cada acción realizada por una de ellas modifica, actúa,
influye, etc. en las acciones de la otra. Es decir, es necesario realizar la evaluación de los recursos
considerando que éstos son elementos dinámicos y que pueden cambiar, ya sea por las acciones
propias o por las de la otra parte. Hay que tener en cuenta que cada conflicto tiene intereses muy
competitivos y en distinto grado, que varían en el transcurso del mismo, y que están determinados
por la naturaleza del proceso del conflicto y de si los posibles desenlaces del mismo son
constructivos o destructivos, en mayor o menor medida, para alguna de las partes (Deutsch, 1991)
(Esquivel Guerrero, Jiménez Bautista y Esquivel-Sánchez, 2009, https://bit.ly/2ZTwQbU).

Si analizamos este tema del poder en el conflicto del transporte urbano de la ciudad de Córdoba, ¿en qué basaron su
poder cada una de las partes?

Los choferes, en su capacidad de paralizar fuertemente el movimiento de la ciudad; las empresas realizando los
despidos; y la Provincia a través de la presentación de la ley regulatoria de los servicios públicos.
LECCIÓN 2 de 3

Video conceptual
LECCIÓN 3 de 3

Referencias

Entelman, R. (2005). Teoría de conflictos. Barcelona, España: Gedisa.

Esquivel Guerrero, J. Jiménez Bautista, F. y Esquivel-Sánchez, J. (17 de abril de 2009). La Relación entre
Conflictos y Poder. Revista de Paz y Conflictos. Granada, España: Universidad de Granada. Recuperado de
https://revistaseug.ugr.es/index.php/revpaz/article/view/428/471

Kriesberg, L. (1975). Sociología de los conflictos sociales. Madrid, España: Editorial Trillas.

La Voz del Interior. (7 de junio de 2017). El “paso a paso” del paro de transporte en Córdoba. La Voz del Interior.
Recuperado de https://www.lavoz.com.ar/politica/el-paso-paso-del-paro-de-transporte-en-cordoba

Nuevos Papeles. (14 de junio de 2017). Después de nueve días de paro, vuelve el servicio de colectivos a Córdoba.
Nuevos Papeles. Recuperado de https://nuevospapeles.com/nota/4061-despues-de-nueve-dias-de-paro-vuelve-el-
servicio-de-colectivos-a-cordoba

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