Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
PROCESO DE DESNATURALIZACIÓN
Estanislao Zuleta (s.f. Texto inédito)
Hoy haré una introducción para tratar de explicar la significación y las dificultades del
estudio que vamos a emprender. Lo que voy a exponer muy esquemáticamente es una
serie de problemas que nos vamos a encontrar a todo lo largo del estudio de los niños,
sus dificultades, a las cuales volveremos continuamente.
Me voy a referir, en primer lugar, a algunos de los prejuicios existentes sobre lo que
significa emprender un estudio como el que vamos a iniciar hoy. Ante todo, lo siguiente:
lo que se espera en nuestro medio según la formación existente, las costumbres
universitarias y de los colegios, es adquirir una serie de conocimientos que no se
poseen. Es como si los conocimientos existiesen ya en algún sitio —por ejemplo en unos
libros, o en unas academias, o en unos institutos— los poseen algunas personas y los
van a transmitir a otras. Esa es la imagen de la investigación que reina entre nosotros, y
la imagen de los estudios.
Generalmente, como dice Althusser, nos es difícil plantear bien un problema, pero no por
lo que se cree, porque lo desconozcamos en absoluto, sino porque tenemos ya, de
antemano, demasiadas soluciones, estamos invadidos de ellas, por eso ni siquiera nos
planteamos problemas.
El estudio que vamos a hacer es pues un sentido en gran parte crítico de las diferentes
ideologías que reinan sobre los niños, a través de las cuales piensan, se sienten, se
viven y se utilizan. Los niños son por una parte objeto de amor, ciertamente, pero no
existen ni han existido nunca amores neutrales, amores que no se empleen para alguna
cosa, y la manera de amar a los niños está articulada con la manera de pensar de los
adultos y de pensarse a sí mismo. Existen muchas ideologías sobre este punto que
están encarnadas en conductas y en sentimientos y no solo en ideas. No hay que
pensar que se trata solamente de ideas.
Consideremos por ejemplo las formas que podemos llamar moralistas, desde las cuales
se han abordado los problemas de la infancia. Una conducta muy frecuente es el empleo
del amor a los niños como una manera de culpabilizar a los adultos. En ese sentido los
niños se estiman según la antigua tradición “inocentes” y los adultos se estiman
correlativamente (aunque no se diga esa palabra) “culpables”, perturbadores de la
espontaneidad y de la inocencia infantil. El niño queda así colocado como un enfoque
sobre los adultos.
Sartre, hace la observación de que a los adultos les molesta mucho que los consideren
inocentes, pero les encanta haberlo sido. Nadie se siente muy elogiado cuando le dicen
“no seas inocente”, naturalmente, pero si le gusta alimentar la idea de un período de
inocencia.
En ello hay una manera de culpabilizar a alguien. Es muy importante verlo en la historia
de la filosofía; algunos filósofos han rechazado directamente la imagen de una inocencia
original, en cualquiera de sus formas, en la infancia individual o en la infancia humana;
son precisamente los filósofos que han rechazado tomar el concepto de culpa como una
medida de la conducta humana. Por ejemplo, Spinoza es un filósofo que es muy notable
en ambos sentidos. En él es muy firme la lucha contra la idea de la felicidad de Adán en
el paraíso y contra la idea de la felicidad infantil. Una felicidad puramente inventada y
proyectada —la existencia infantil— es una existencia trágica y por su puesto no menos
que la adulta. Spinoza es característico por ambas tesis: rechazar la culpa e incluso el
sentimiento de culpa, porque obedece a la idea de una conducta que fue libre, es decir,
no determinada; y que además de ser libre, fue mala. Al mismo tiempo que rechaza la
noción de culpa, como tal, rechaza la imagen de una inocencia infantil y critica muy
profundamente toda la mitología de Adán. La noción de formar a los niños como enfoque
culpabilizador es pues una noción que está implícita en las filosofías que hacen de la
sociedad una crítica moral.
mostrar que los niños en realidad, han sido conceptos, ideas y por supuesto ideas
encarnadas y prácticas.
Dostoyevski lleva las cosas al extremo, en los Hermanos Karamasov por ejemplo en la
discusión de Juan Karamasov con Aliosina, donde se produce la leyenda del gran
inquisidor; Juan Karamasov lleva las cosas hasta la teología y establece la imposibilidad
de la reconciliación en el futuro o en otra vida con algún ser creador, después de que ha
existido sobre la tierra la injusticia que se comete contra un niño. El niño está pues,
tomado como el enfoque crítico fundamental contra toda injusticia posible.
Algunos otros pensadores han llegado más lejos pero desgraciadamente sin salir del
moralismo. Es muy curioso que en la Tradición Cristiana se encuentre una figura que
rechaza la imagen de la inocencia infantil. San Agustín sencillamente la niega, pero él se
pasa al otro lado, al considerar el niño como un culpable de egoísmo y de pecado desde
la infancia más primitiva.
5
Sus descripciones son muy pertinentes y sobre todo algunas, principalmente sobre el
origen del lenguaje, que ya veremos cuando estudiemos ese tema, son
extraordinariamente finas y en cierto modo resulta ser un desafío a un fundamento de la
mentalidad Cristina. Los editores Católicos, que yo sepa —las ediciones que conozco
son Católicas— siempre que San Agustín está muy acertado, ponen una nota abajo que
dice: “Aquí se equivocó el Santo”; eso no falla nunca. La edición Nacar Colunga está
llena de notas que dicen: “Aquí se equivocó el Santo, porque probablemente sufrió
mucho durante su infancia”. Dado que lo que está diciendo San Agustín no se
compagina con la ideología moralista sobre los niños. Claro que no sugiero que San
Agustín sea un teórico de la infancia en el sentido de Freud, pero sí encontró muchos
temas reprimidos y eso todavía hoy es molesto para sus editores.
Otro pensador que se mantiene dentro de una posición relativamente moralista, pero
que también ha visto a los niños por fuera de la tradición Cristiana de la inocencia, es
Sartre.
Para resumir digamos que Sartre, como San Agustín, no llega a salir del moralismo sino
que al condenar la imagen de la inocencia, se le va la mano para el otro lado, y aunque
él no emplea formulaciones cristianas más bien tiende a la culpabilización de los niños.
En una palabra, él considera a los niños básicamente como comediantes. Esa es su
imagen de los niños; los niños son personajes para los cuales lo fundamental es la
aprobación de los adultos y siempre están fingiendo algo para ser aprobados, para ser
admirados, etc. etc. —cosa por supuesto muy unilateral. En este sentido, tiene un texto
sobre sí mismo: Las Palabras muy conocido y muy brillante, con cosas supremamente
importantes y otro texto muy anterior pero también muy importante que se llama La
Infancia de un Jefe.
San Agustín y Sartre son dos figuras curiosas, que sin abandonar el terreno moral, en su
manera de mirar el fenómeno, han abandonado un aspecto importante de la tradición
cristiana de la mitología de la infancia como inocencia, de la infancia como felicidad.
Naturalmente que las formas modernas no suelen presentarse de una manera cristiana.
El Cristianismo ya no es utilizado como principio a partir del cual se precisan los objetos
del conocimiento. Lo que ahora domina más bien es otra ideología, que podríamos
diferenciar, pero que no es incompatible sino más bien complementaria con la anterior.
Prodríamos denominarla “el naturalismo”. Sus huellas se encuentran visiblemente en
Rousseau, aun cuando su desarrollo es mucho más moderno.
6
En una palabra, digamos esto: el naturalismo considera que el desarrollo del niño es un
proceso natural de maduración, que tiene sus etapas naturales, sus momentos, por los
cuales necesariamente pasa —como toda maduración necesaria, como toda evolución
necesaria— y la culpabilización viene por otro lado: los adultos vienen a estorbar, a
perturbar, a intervenir, a torcer esas etapas espontáneas del desarrollo del niño en lugar
de respetarlas. La pedagogía sería allí respetar una maduración espontánea, no
intervenir por medio de imposiciones en la maduración.
Se puede observar que la idea no está tan lejana —aunque tegan un aspecto mucho
más moderno y pueda respaldarse en citas mucho más recientes que los Evangelios—
la idea no está tan lejana, ni mucho menos, en cuanto a las relaciones de los adultos con
los niños. La imagen sigue siendo no solamente cuplabilizante, sino que —digámoslo
desde ahora —todas esas imágenes son por una parte culpabilizantes, pero por otra
parte, principalmente culpabilizadas. Se trata de la culpa, no solamente del niño como el
enfoque para culpabilizar la vida social, sino del niño visto desde el sentimiento de culpa.
El sentimiento de culpa como mirada y como lente para la observación del niños. Eso ha
llegado a figuras muy extremadas, como las parejas de oposiciones que se usan tanto
hoy; por ejemplo esta oposición: la espontaneidad y la coacción. Algunas pedagogías
modernas, institutos pedagógicos de diversa índole, operan con esa pareja: la
espontaneidad y la coacción. Esa pareja está inmediatamente valorada: La
espontaneidad es una buena cosa, la coacción es una mala cosa. Las consecuencias
pedagógicas son evidentes: no prohiben nada, no coaccionan, no imponen, conciben
que sólo quien permita el desarrollo espontáneo del niño está haciendo pedagogía, el
que no, está perturbando un desarrollo espontáneo en sí mismo bueno y por lo tanto
malo todo lo que perturbe. Esa es una forma que presida hoy muchas formas concretas
de pedagogía.
Vamos a estudiar un poco más esa idea puesto que están tan extendida; de paso
quisiera mencionar también otra noción que está muy extendida, especialmente en
EE.UU. pero no sólo allí, es la noción de frustración, y su correlato, gratificación. En ese
caso se considera que los males que se generan en la infancia proceden de la
frustración, la frustración genera hostilidad, la hostilidad tiene su origen en la frustración
y las frustraciones genera por lo tanto toda clase de perturbaciones psíquicas; lo
aconsejable entonces e no frustrar. Eso es supremamente difícil de llevar a la práctica,
naturalmente pero es muy interesante ver como se ha convertido la culpabilización de
los padres, en una ideología sobre los niños. Eso por lo demás es siempre correlativo. Si
es tan difícil pensar a los niños es porque el pensamiento sobre los niños se deriva del
que se piense sobre uno mismo y sobre los adultos, y no de que uno conozca o no
conozca ciertos elementos de juicio. La humanidad ha tenido durante milenios ante sí
como evidencias lo que no ha visto, como decíamos, no era porque careciera de los
datos, ahí están, sino porque no combinaban con sus ideas.
Los niños son un producto de la sociedad y por lo tanto, el estudio de éstos es una
investigación que tiene que pasar a investigar la conducta de la sociedad con relación a
los niños. Volvamos un momento al tema de la oposición entre espontaneidad y
coacción. Esa oposición que hoy se ha difundido mucho y ha inspirado tan diferentes
7
tipos de pedagogía, supone que las imposiciones son una mala cosa y que la
imposición, prohibición y coacción, es siempre algo que debe ser en sí mismo
considerado como malo, precisamente porque creen que el desarrollo infantil es una
maduración espontánea, pero ya es a primera suposición es ideológica. El desarrollo
infantil es un ingreso muy dramático en una cultura existente. Por supuesto que no hay
ningún desarrollo espontáneo de ningún lenguaje, por ejemplo: el lenguaje es
evidentemente una magnífica imposición. Es una imposición de normas: las normas
lingüísticas. Las normas no son una mala cosa. Hay normas que son una pésima cosa,
que en realidad no constituyen más que una forma de dominación y de opresión. Eso
también existe, por supuesto, pero no se puede decir lo mismo que todas las normas, ni
de todas las figuras coactivas. La gramática es un conjunto de normas y de normas
coactivas, no en el sentido de que el que las use mal lo vayan a castigar o a meter a la
cárcel, sino en el sentido de que el que las use mal, no se le entiende lo que dice. Ahora,
esas no son normas de adquisición espontánea, precisamente por eso son normas.
Es una figura muy torpe sobre la vida social, la que se imagina que hay una maduración
de la naturaleza hacia la sociedad sin rupturas y sin dramas. Entre la naturaleza y la
sociedad se coloca en primer lugar, una norma que los antropólogos han descubierto
como norma de las normas y que vamos a estudiar en detalle cuando estudiemos el
Edipo, que es la prohibición del incesto. Esa, precisamente, es una norma que no tiene
nada de natural sino no sería una norma, sería una tendencia. Freud, en el Totem y
Tabú comenta a un autor inglés, quien dice que el hecho de que en todas las sociedades
se encuentre siempre, sistemáticamente, la prohibición del incesto, indica que hay en el
hombre una tendencia natural a la repugnancia por tener a los miembros de la propia
familia como objetos sexuales.
Freud dice: “Curiosa lógica, puesto que hay una tendencia natural a rechazar los
miembros de la propia familia, como objetos sexuales, entonces se prohibe”. Pero
entonces para qué se prohibe? Que tal que hubiera una norma general, correspondiente
a todas las tendencias humanas, en la que quedara prohibido a todos los pueblos, en
todos los tiempos, comer arena —una prohibición absoluta! No, si es que precisamente
no se necesita ninguna prohibición. Donde se necesita una prohibición es solamente
donde interviene un deseo. Es precisamente lo contrario! Lo que demuestra la
universalidad de la prohibición del incesto, es la universalidad del deseo del incesto.
Cuando nosotros hablamos de la universalidad del Edipo, estamos hablando de la otra
cada de la universalidad de la prohibición del incesto, y la universalidad de la prohibición
del incesto es un hecho absoluto. No hay sociedad conocida, ninguna, en la que no esté
prohibido el incesto. Los antropólogos al comienzo se asombraron. Finalmente se
preguntaron, muy tardíamente, ya en 1946, por ejemplo, en las Estructuras Elementales
del Parentesco de Levy Strauss, de dónde puede proceder un fenómeno tan curioso; es
decir, un fenómeno que sea al mismo tiempo universal y no natural. Porque las
sociedades humana son tan diferentes que en ellas casi se puede asegurar que sólo lo
que es natural es universal. Mientras que lo que es normalmente social convencional, no
es universal. Se dá en unas y en otras no, o en otras se dá una manera completamente
distinta, salvo algunas cosas que precisamente son definitorias de la sociedad; la
prohibición del incesto y el lenguaje.
8
Freud lo vió desde muy temprano y se encuentra en una carta a Fliess de 1895 la
formulación de ese tema. Lo que ocurre es que al ser prohibida a cada grupo las parejas
de su propio grupo, por ejemplo a los hombres de un clan, les quedan prohibidas las
mujeres de su clan —no solamente las de relación consaguínea directa, sino todas las
mujeres de su clan, cualquiera que sea su edad y su relación de consanguinidad— por
el mismo hecho de prohibir las mujeres de su propio clan, le son prometidas las de los
otros clanes y eso ocurre con todos los clanes; en todos los clanes, a todos los hombres
le son prohibidas las mujeres de su propio clan y a las mujeres, los hombres de su
propio clan, según se quiera, eso depende mucho de las formas de sociedad y en la
misma forma y por el mismo movimiento, les son prometidas las del otro clan. Por
ejemplo, hay sociedades matrilocales y hay sociedades patriloclaes; es decir, en las
unas el matrimonio significa el paso del hombre al clan de la mujer, y ésta es una
sociedad matrilocal. En las otras, el matrimonio significa el paso de la mujer al clan del
hombre, entonces es una sociedad patrilocal. Ambas cosas existen naturalmente y hay
sociedades en las cuales se combinan muy curiosamente. Pero siempre ocurre el mismo
fenómeno: la sociedad queda establecida como una unidad en la medida en que le es
negado, como decía Freud, a las pequeñas unidades clánicas o familiares, según se
quiera decir, la posibilidad de cerrarse sobre sí mismas y de satisfacerse a sí mismas.
En nuestra sociedad eso ha dejado de ser importante porque la sociedad está formada
como un todo, ya por la forma misma de la división del trabajo. Entonces ahora, por
supuesto, la prohibición del incesto sigue siendo importantísima, pero ya la razón de que
la sociedad se disperse en pequeñas bandas no es la razón que domina, como
probablemente fue antes.
Hay dos razones principales: existe el peligro de dispersión y para la sociedad primitiva
es vital tener una determinada magnitud, para enfrentar los problemas que se le
plantean. El peligro de dispersión queda liquidado desde el momento en que cada clan
vé en el otro todas sus perspectivas matrimoniales. Entonces es imposible ya la
9
Hay muchas leyes del parentesco; Levy Strauss las estudió en su libro Estructuras
Elementales del Parentesco, y encontró que fundamentalmente se trata de la
conservación del equilibrio demográfico, lo que significa que si un clan pierde por
patrimonio, con relación a otro clan, uno de sus miembros, entonces el otro clan debe
por matrimonio, al primero, uno de los suyos.
Pero en la sociedad patrilocal, si un clan al que llamamos A, ha perdido una mujer por
matrimonio con un clan que llamamos B, entonces hay en B una novia para un hombre
de A; y así se vuelve a recuperar lo perdido y a la inversa sucede en la sociedad
matrilocal.
Sin la prohibición no hay sociedad! Para comenzar sepamos eso. A no ser que
asumamos como Rousseau que si la prohibición es una mala cosa es porque la
sociedad es una mala cosa, por lo menos él era coherente. El consideraba la prohibición
como una mala cosa y la sociedad como una mala cosa. Está muy bien! No hay nada
que objetarle. Pero si nosotros no somos capaces de asumirlo así, entonces tampoco
tenemos derecho a formular que la prohibición y las diversas formas de coacción
constituyen una mala cosa. Hay por supuesto prohibiciones que constituyen una pésima
10
cosa. Es una cosa lamentable el que se prohiba a los campesinos sin tierra el acceso a
las tierras desocupadas del terrateniente, y a las gentes con hambre el acceso a los
alimentos! Pero eso no se puede generalizar a todo tipo de prohibición. Esa es una
figura muy frecuente hoy. Por lo demás, yo no me estoy refiriendo solamente a la historia
de la humanidad. Para comenzar, la existencia social sin prohibiciones no es pensable.
El ingreso en la sociedad está lleno de coacciones y de prohibiciones y la sociabilización
de la persona es, en gran parte, la interiorización de prohibiciones.
indicativo de que se trata del ingreso en una forma social, específicamente convencional,
es decir, no natural.
Hay una antigua discusión sobre el tema, muy vieja pero muy profunda. La entabló
Platón. Es el diálogo sobre el lenguaje que se llama El Cratilo. Plantea la siguiente
discusión: Platón se pregunta allí a través de sus dos interventores —Sócrates y
Cratilo— sobre cuál es el origen del lenguaje. Entonces pone dos posibilidades que
conducen posiblemente a lo que los griegos llamaban una aporía, es decir, de una
similitud entre el sonido y la cosa significada. Vamos a postular que en el origen del
lenguaje nos encontramos con una semejanza entre el sonido y el sentido, que hay una
serie de sonidos (y esto fue sostenido todavía hasta hace muy poco tiempo), que tienen
cierto sentido: que A significa lo grande, lo abierto, lo amplio, y se dice mamá, mar, etc.
(pero también se dice aguja!).
Y que en general, cada letra, cada fonema tiene cierto sentido, y que por lo tanto el
lenguaje es una especie de copia sonora del mundo de los sentidos y de los objetos.
Una vez estudiada esa hipótesis se piensa: “Bueno, si esto es así, entonces cómo es
posible que existen idiomas tan diferentes!”, puesto que en unos idiomas el mismo
objeto, o el mismo sentido se expresa con un sonido, y en otros idiomas con un sonido
completamente distinto— y no hay ni siquiera una relación de semejanza entre los
sonidos con que se expresan ciertos objetos en un idioma y en otro.
Es decir, el lenguaje no puede concebirse como un conjunto de objetos. Por los gestos
uno puede relativamente entenderse; es decir, manifestar lo que quiere o lo que
necesita. Como por ejemplo, puede evidentemente manifestar sus estados de ánimo —
si está alegre, o si está enfurecido. Para eso no se necesita saber el idioma del otro para
entender inmediatamente sus gestos. Pero precisamente, el lenguaje no es esto. El
lenguaje no es un conjunto de gestos. Pues gestos también puede hacer los animales y
además descifrarlos. Un perro entiende perfectamente cuando el otro perro está bravo,
porque está gruñendo, o si está contento, cuando está moviendo la cola, y entiende si se
le puede acercar o no, si el otro se va a acercar a atacar o a otra cosa. Eso no es,
propiamente hablando, lingüístico.
Las señales y los gestos no son lenguaje. Hay muchos seres que tienen sistemas de
señales complejísimos, por ejemplo las abejas, pero no tienen lenguaje. Por eso
precisamente no necesita ser aprendido. Porque es una conducta instintiva, es decir,
heredada y adaptada, y no una conducta impuesta, como el lenguaje. Precisamente
porque no es un lenguaje sino un sistema de señales.
La danza de las abejas fue tomada por un lenguaje por los primeros investigadores que
la descubrieron bastante asombrados. Cuando pusieron colmenas con vidrios y aparatos
para observación interior, hicieron un descubrimiento muy curioso; que las abejas eran
capaces de señalar dónde estaba un botín, a qué distancia y en qué relación con
dirección al sol; después de haberlo encontrado podían venir a indicar eso. Los
investigadores llegaron a conocer también ese sistema, que ellos mismos, después de
ver una abeja que llega a la colmena y presenciarla danzando un rato, podían precisar:
“Está indicando que en tal sitio, a tantos metros y en tal dirección hay un botín”, y
12
experimentar luego cómo iban todas en filita, precisamente hacia ese sitio y esa
dirección.
Se encontró que no era un lenguaje por esto: si las abejas que ya vieron esa danza
permanecen allí por alguna razón experimental —por ejemplo les cierran la salida— la
abeja que les acaba de contar eso, sigue contándoselos. La danza sigue y sigue y se
repite ante el mismo público de abejas, mientras no se destape la salida. Pero además,
si por ejemplo están muertas o no están, porque mientras tanto les han retirado, también
hace la danza. Es decir, no se trata de un menaje, como sería en un sistema lingüístico.
Se trata de un instinto despertado por la presencia del botín en un sitio. Pero no se trata
de un mensaje. Hay toda la experimentación, rápidamente se descubre que no tiene
nada que ver con el lenguaje. Precisamente por eso es un sistema de señales de la
especie, y no hay diferentes idiomas en las diferentes colmenas. Como probablemente
tendría que ocurrir si se tratara de un fenómeno convencional.
La otra posibilidad que daba Platón es que el lenguaje fuera una convención. La imagen
inicial de la convención era muy difícil de pensar también, y precisamente en el Cratilo
queda liquidada. Si no hay una afinidad entre los sonidos y los sentidos, entonces lo que
se produjo fue un movimiento convencional por medio del cual los hombres se pusieron
de acuerdo. “Bueno, vamos a llamar a esto sol, y a esto tierra, y a esto tal cosa”. Queda
la dificultad de que para ponerse de acuerdo sobre una convención tan complicada se
necesitaría ya el lenguaje. Y que sería muy difícil ponerse de acuerdo precisamente sin
el lenguaje!.
Platón creó la dificultad de pensar el origen del lenguaje. Lo que demuestra que era un
gran pensador es que al final del Cratilo las concepciones son más bien normas irónicas,
y Platón deja entender que no sabe cuál es la solución. Se necesitaban siglos para llegar
a una idea más clara del problema, pero de todas maneras la idea que domina es que se
trata de dos signos que son relativamente arbitrarios, o por lo menos arbitrarios no unos
con relación a los otros, sino cada uno con relación al objeto que designa.
Es decir, que no hay una afinidad natural de ningún tipo entre la palabra mesa y el
sonido mesa, es una cosa que tiene que ser impuesta, porque tampoco puede ser
deducida. Es decir, no puede ser deducida en el sentido que si uno conoce cualquier
palabra de un idioma, no es necesario que pueda deducir el resto. En caso de que
pueda deducirlas, las puede deducir por el sentido. Es evidente que en un texto donde
uno no conoce —como a cualquiera que haya leído algo en un idioma extranjero le ha
ocurrido— una de las palabras, es muy probable que la descubra, pero lo descubre por
el sentido del texto. Es decir, es muy probable que no tenga que ir al diccionario a
13
buscar su significado, sino que la descubre por el lugar que ocupa. Ese es otro
problema. Ahora bien, el lenguaje es una de las formas de normatividad, en un sentido
muy complejo: no solamente en el sentido de que el lenguaje es impuesto y además
arbitrariamente, sino que además el lenguaje procede de otras formas de coacción; para
que el niño adquiera el lenguaje no solamente es preciso que acepte un determinado
conjunto de arbitrariedades necesarias. Hace falta que supere ciertas formas, como por
ejemplo la agresividad oral (ya veremos eso un poco después). Es decir, si la tendencia
a morder del niño no ha logrado ser inhibida, entonces el paso a hablar no resulta, no es
posible. No solamente pues, el lenguaje es una imposición, sino que la coacción de la
agresividad oral también viene de afuera y no viene de ninguna maduración. De afuera
viene casi todo. Un experimento muy importante y objetivamente dado es el de los niños
lobos. Es muy interesante estudiar esos casos. En algunas oportunidades se han
presentado tales casos de niños criados por animales y se pueden conseguir algunas
publicaciones bastante interesantes, para saber hasta qué punto viene todo de afuera.
Parece que no es una fantasía imposible, aunque por supuesto el caso de Rómulo y
Remo si es un mito. En realidad ha habido casos de niños que han sobrevivido en
manadas de lobos, y han logrado llegar a sobrevivir durante muchos años. Pero
convertidos en lobos: aullan divinamente, corren muy bien, cazan muy bien, y a veces
llegan hasta ser jefes de la manada —pero son lobos! No hay ningún signo de
humanidad allí. La humanidad es un proceso de introducción, bastante forzosa, en un
conjunto normativo bastante convencional. Y la idea de una maduración espontánea que
se oponga a las normas es una idea que desconoce prácticamente todo sobre lo que los
niños son, lo que la humanidad misma es. Por otra parte, hay que tener en cuenta que
los niños no solamente son un efecto de la sociedad, sino que cada sociedad define sus
niños. Nosotros no podemos pensar que los Nambicuara o los Troiani son los
colombianos de los andes. No, no son lo mismo! Ni la idea que tienen de lo que es la
infancia es lo mismo ni por lo tanto sus niños son los mismos. Nosotros tampoco
podemos naturalizar eso. El movimiento principal del pensamiento para acceder a ese
objeto tan difícil que es el niño, debe ser desnaturalizar el conocimiento.
De eso se lamentaba con mucho vigor Tolstoi. El meditó mucho tiempo sobre este
problema, a raíz de sus once hijos, y sus once dolores con sus once hijos. Consideraba
que si los niños hacían las cosas realmente útiles, probablemente no sería tan necesario
prohibirles que las rompieran. Es una reflexión típica de Tolstoi. En Ana Karenina nos
cuenta sobre unos niños que hicieron un daño y la madre está indignada. La reflexión
que de inmediato se le ocurre a Tolstoi es esa, que están tan separados del hacer, y tan
entregados sólo al consumir, que en realidad no tienen por qué respetar lo hecho, lo
consideran sólo como algo dispuesto para el consumo, y que no desaparece. Sobre todo
en las clases que él estudia, pero si ellos estuvieran haciéndolo, si no existiera ese
derroche y esa división en clases, probablemente no sería necesario estarlas
prohibiendo “que no rompan esto, que no dañen aquello”. Desde muy temprano podrían
participar en el hacer, y esa es una idea que muchos pensadores han tenido.
Carlos Marx pensaba de una manera similar a Tolstoi, en este respecto. En la Crítica al
Programa de Gotha protestó por un artículo de este programa. (El programa de Gotha
era un programa socialista, o por lo menos quería serlo y creía serlo). El artículo decía:
“Queda prohibido el trabajo infantil”. Naturalmente que ellos se referían a las formas más
infames de la explotación capitalista de la época, que alquilaban por bajísimos salarios
para ciertos trabajos niños de muy pocos años. Sin embargo Marx protestó por el
artículo. El pensaba que el trabajo infantil debía ser organizado, combinado con el
estudio, pero no prohibido. Esa es una imagen social que también afecta a los adultos,
porque en la vida de los adultos también se opone el juego, la diversión, la formación, y
por otra parte la realización, la seriedad y el trabajo, el deber. El deber y el disfrute, el
juego y la seriedad, la formación y la realización, también quedan opuestos. No
solamente entre niños y adultos. Lo que pasa entre los niños y entre los adultos se
proyecta, porque ya está opuesto, dentro de la vida de los adultos.
Entonces se proyecta como una división entre niños y adultos y la sociedad construye
así un tipo de niño y ese tipo de niño está construido como el ideal de un tipo de vida
social. Si se ha interiorizado y generalizado la educación (y lo hace continuamente), la
pareja disfrute-deber llega a proyectarse sobre las edades y las etapas de la vida; se
consideran así: la etapa de la formación y del disfrute, como la infancia y la de la
realización y los deberes, como la edad adulta; esto es malo tanto para los niños como
para los adultos. Se olvidan el juego y el disfrute combinados con las realización y
olvidan toda forma de combinatoria. Los niños entran en una forma de dependencia y de
no control propio y de objetos que no se toman ellos mismos en serio durante un largo
período de la vida, lo cual puede afectar mucho su formación psicológica.
Esa es la idea que nuestra sociedad tiene de los niños y de los adultos y por lo tanto es
lo que hace realmente de ellos. No son errores dentro de una cabeza sino que son ideas
prácticas, están encarnadas; lo que nosotros tenemos que hacer por medio de la critica
para poder estudiar efectivamente la sociedad y la ideología que produce determinado
tipo de niños, es ante todo, desnaturalizarla.
Hay una transformación muy curiosa en las diferentes formas de la sociedad cuando se
ha pasado de lo que suelen llamar los sociólogos, la familia doméstica, la familia
patriarcal más o menos ampliada en la que se ejercía una especie de microdictadura
hogareña sobre los hijos y sobre la esposa, a la familia conyugal en la que la mujer
asume un puesto por lo menos similar al del hombre. En todo caso, es muy equívoco el
problema, porque no se puede decir quién domina a quién; son dos dominadores, en
formas diferentes. Se ha pasado a una posición de culpabilización mutua ante los hijos y
omisión de toda autoridad. En EE.UU. es una corriente dominante.
La diferencia es sin embargo notable; en Freud hay un efecto la descripción de una serie
de etapas, por ejemplo las de la sexualidad, las de la configuración del yo, e incluso se
puede formular hoy, las etapas de la configuración lingüística, en una orientación
freudiana, aunque él no hizo un desarrollo sobre ese punto, y etapas de la formación del
carácter sobre la cual Freud ya trabajó, y etapas de la formación de los mecanismos de
defensa, etc. etc. Pero con la diferencia de que en Freud, de una etapa a la otra no se
sale nunca por maduración, y eso hay que tenerlo muy claro. Incluso el salir o no salir no
es necesario, es posible pero no obligatorio.
De la etapa oral se sale y se pasa a la etapa anal, para tomar un ejemplo de un tema
que se va a estudiar más adelante, pero si se encuentran las circunstancias reales en
las relaciones interpersonales que permitan hacerlo, porque si no, no se sale, ni se pasa.
En este sentido no es ninguna maduración, lo que ocurre es que se ingresa en un nuevo
drama; se pasa de un drama de identificaciones primarias, de devorar y ser devorado, a
un nuevo drama: de relaciones con la pérdida de objetos, de relaciones con la
conservación, de relaciones con las normas del aseo, etc. De la misma manera que se
pasa luego cuando se ingresa en el Edipo a otro drama, pero puede no ingresarse. Se
ingresa si las relaciones con los padres son de determinada forma; si no son de esa
forma, no se ingresa. Pero eso significa que no hay en el individuo ningún motor interno,
que conduzca de una etapa a otra, ninguna fuerza de maduración propia, que lo extraño
venga a perturbar o dejar desarrollar; lo que pasa es que no hay nada que desarrollar ni
hay nada extraño. El individuo se define precisamente por el drama de las relaciones en
que vive y ese drama es el que decide si va a pasar o no a otra etapa, o si se va a
quedar, o si habiendo pasado, va a regresar; cosa que también puede darse porque no
se trata precisamente de una maduración. Y por eso se puede regresar. Se trata de la
configuración de un conjunto de conductas determinadas por un conjunto de conductas
determinadas por un conjunto de relaciones y no de una maduración.
Para entrar a un estudio serio de los niños desde una perspectiva freudiana, es
necesario romper con las ideologías dominantes entre nosotros sobre los niños y es
incompatible con este estudio con una concepción evolucionista del psiquismo. Estos
son dos puntos fundamentales.
Aquí lo primero que hay que establecer si se quiere hacer un estudio que sea coherente
y que conozca sus propias bases, sus principios teóricos, es rechazar todo lo que es
dado, cualquiera que sea la manera más inocente como se nos presente; lo más
inocente son los aportes, los aportes que se reciben y se van almacenando de un lado y
17
del otro; pero no se piensan y no se piensa nunca ese orden de incompatibilidad que
deben tener los enfoques del problema, sino como si se tratara de datos y de informes,
pues se reciben vengan de fondo vengan y se acumulan. Pero se trata
fundamentalmente de hacer un enfoque crítico de la ideología que impide pensar el
problema y no de un conjunto de informes de origen disperso.
Las Teorías del Aprendizaje de Hilgard son un caso notorio de eclecticismo, donde le
dedican un capítulo al uno y otro al otro; según Pavlov, según Piaget y según Freud y
todo parece que coexiste tranquilamente con todo; no hay ninguna mirada crítica, y éste
es el punto de vista que hoy es muy frecuente en el estudio de los niños. Especialmente
los norteamericanos, aunque no sólo ellos, lo han impulsado mucho y son los más
francos en este sentido. Ellos lo defienden abiertamente, es decir, sostienen que el
eclecticismo no es un defecto sino un método y lo dicen directamente y en todos los
campos, no solamente en el problema de los niños. Sus estudios psiquiátricos son de un
eclecticismo que deja asombrado a cualquiera. Toman de todas partes según les vaya
interesando y les parece que el que no hace esto es dogmático. Así proceden también
sus historiadores y algunos de sus sociólogos. Los historiadores norteamericanos, los
más eclécticos, consideran que cualquier tipo de determinismo, los más eclécticos,
consideran que cualquier tipo de determinismo histórico es un dogmatismo; entonces
ellos se dan el lujo de que lo asumen todo. ¿Qué es lo que determina la historia? Todo.
La determinan los grandes hombres, la economía, la biología, el clima, la religión, es una
palabra, todo. ¿Existe algún orden jerárquico entre todos esos determinantes? Ninguno;
en una época unas cosas determinan más que otras según las circunstancias.
Si uno piensa de un objeto que está determinado por un conjunto de causas dispersas
cuyas conexiones internas no son conocidas y de las que no se puede postular un orden
en grado de eficacia relativa de unas con relación a las otras, es lo mismo que si no
sabe qué determina ese objeto. Si nosotros decimos que la conducta de un individuo,
por ejemplo de un señor que hizo un robo, está determinada por razones infantiles, por
razones económicas, por razones religiosas, por razones biológicas y que todo eso junto
determina esa conducta, sin que podamos saber dentro de eso qué orden jerárquico
postulamos, pues es lo mismo que si dijéramos que no tenemos la menor idea de por
qué robó ese señor. El eclecticismo conduce en última instancia a un escepticismo, es
decir, el fondo del problema con el eclecticismo es que se llega, y probablemente es lo
que se intenta, a presentar la historia como no explicable y a la conducta como no
explicable. Si se formula una serie indefinida de causas dispersas y desorganizadas, en
realidad se rechaza en el fondo de idea y la posibilidad de explicar. Es decir, lo que
rechazan los historiadores eclécticos es la idea de una ciencia de la historia, a nombre
del antidogmatismo y de la ciencia.
Cuando uno va a explicar algo tiene que tomar una hipótesis que no pueda comenzar
por mezclar con otras. Es un problema de lógica elemental.
Si nosotros nos encontramos en una carretera por donde vamos en automóvil con un
conjunto de piedras y nos detenemos, queremos explicar por qué están esas piedras allí;
podemos hacer una primera hipótesis: hubo un derrumbe y cayeron de arriba, de la
montaña, es muy posible. Según esa hipótesis, las piedras más redondas deben estar
18
más lejos que las cuadradas. Probablemente las pesadas pueden haber dejado una
huella por donde pasaron. Es decir, hay una serie de observaciones que tienden a
corroborar o a afirmar esa hipótesis. Podemos hacer una segunda hipótesis: se pusieron
para detener un automóvil y hacer un atraco. Entonces juzgamos si hay una separación
entre las piedras que permita el paso de un automóvil, se descarta esa hipótesis.
Pero si se plantean simultáneamente las dos hipótesis, no hay nada que estudiar; ese es
el problema. El ecléctico opera con una baraja de hipótesis simultáneas; es decir, en el
fondo es un ecléptico sobre la explicabilidad misma.
Al trabajar con dos hipótesis al tiempo el ecléctico no trabaja, recibe informes y agrega
informes, pero no piensa, es decir, no busca la razón que explica lo que tiene ante sí: las
leyes que rigen el desarrollo del proceso; acumula datos e informaciones convirtiéndose
tal vez en un gran erudito.
Son los dos obstáculos difíciles de remover: 1) la ideología a través de la cual se mira a
la infancia y la valoración implícita de la que se precipita muchas veces, o mejor dicho
siempre, nuestros propios problemas; y esa es una de las cosas difíciles de remover, los
niños se han convertido en un determinado punto de vista ideológico sobre los adultos y
sobre los problemas de la vida de los adultos.
Freud “aportó” la idea de que la sexualidad tiene mucha importancia en la vida humana y
puede que él haya exagerado un poco, pero de todas maneras sin él no se habrían visto
algunos problemas y de esa manera se desmonta todo el carácter renovador y
revolucionario de una teoría que es un nuevo enfoque y no un pequeño o gran aporte,
sino un nuevo enfoque que hay que subrayar para poder ver el alcance de los problemas
y de los temas y de las tesis que se van a estudiar y para que no las neutralicemos. Lo
más interesante es que logremos esto.
Eso nos impone también la tarea de buscar una conceptualización más o menos precisa.
He mencionado hace poco como un ejemplo un tema que vamos a estudiar y es el de la
sexualidad infantil. La historia de ese problema es muy ilustrativa: la reacción inicial ante
la formación de Freud fue de escándalo y rechazo. Una idea lamentable de un señor que
probablemente él mismo es un perverso; es la reacción inicial expresada en muy
diferentes maneras en las escuelas de psiquiatría de Viena y otras partes. Pero resultó
que el psicoanálisis no podía ser rechazado o simplemente negado.
Sin embargo el carácter escandaloso que al comienzo vieron, era correcto, era bien
visto, en efecto era escandaloso, el psicoanálisis entraba en contraposición muy radical
con la cultura de su tiempo, y la idea de la sexualidad infantil es una idea escandalosa
porque es una idea nueva. Lo nuevo no es sólo que los niños también tengan sexualidad
como los adultos, la idea es nueva en un sentido más fundamental, en que redefine el
concepto de sexualidad. Ese concepto de sexualidad estaba tomado como un aspecto
del comportamiento humano en el cual el hombre tiene una relación más íntima que en
otros aspectos con el animal.
20
La analogía parecía evidente: los sistemas de reproducción y los órganos sexuales son
análogos, las conductas son análogas.
Es evidente que en los hombres el objeto del deseo sexual no está directamente dado, y
Freud procura decirlo en sus ensayos sobre las sexualidad de la manera más
escandalosa posible. Dice que es tan difícil explicar la homosexualidad como la
heterosexualidad. Es una frase verdaderamente alarmante, se creía que no se trataba
de explicar sino una. Sin embargo casi todos los lectores de los tres ensayos olvidan esa
frase, la dejan de lado, precisamente por lo que tiene de sonora y de escandalosa. Es
decir, la olvidan porque no la pueden incluir en un sistema naturalista de pensar la
sexualidad humana. Incluso la eliminan cuando han leído el texto; hay quienes han leído
el texto una vez que escuchan esa frase debidamente subrayada y se ven obligados a
detenerse en ella se vuelven a escandalizar. Habían olvidado que Freud dice eso, y con
razón porque es difícil de combinar con una idea según la cual una de las dos figuras es
natural, el heterosexualismo y la otra, es patológica, o artificial o procede de la patología
social o de la patología individual o de alguna desviación. Lo que Freud indica allí es que
ninguna de las dos es natural; el hombre no tiene un objeto dado de su sexualidad, el
hombre adquiere el objeto en los dramas de su vida, de su infancia y de su pubertad
fundamentalmente. Accede a un determinado objeto que puede ser el otro sexo, el
mismo sexo u otros, según el tipo de perversión —existen muchísimos, como la
necrofilia, la cual separa de una manera radical el sistema mismo de la sexualidad
humana del sistema de la sexualidad animal. No es que el grado de extensión de la
sexualidad humana sea mayor que la del animal, sino que el sistema mismo de
operación es diferente, porque no hay una proliferación del objeto. El objeto es
encontrado, no es dado instintivamente. Algunas personas se equivocan proyectando en
los animales los problemas humanos e interpretan mal algunas observaciones de los
animales; por ejemplo se imagina que también existen tendencias homosexuales en los
animales. En realidad sí se puede observar y muchos lo han observado en determinados
animales, conductas que “parecen” homosexuales mientras no se estudien. Porque esas
son conductas que tienen dos órdenes de explicación completamente diferentes a los de
los humanos, o son sustitutivas, como ocurre en algunos animales machos en unas
especies. Los monos y en general los simios superiores tienden a hacer mímica del acto
sexual con individuos de su propio sexo. Pero eso no significa ninguna conducta
homosexual, ese es un ritual de superioridad; tan pronto el individuo del mismo sexo
acepta, ahí mismo se termina la conducta sin ninguna realización sexual. Y por supuesto
no existe como conducta desatado por un estímulo sexual pero existe cuando consigue
una hembra en celo y la distingue por algún sistema visual, olfativo, etc.
21
Algunos han hablado de conductas homosexuales, sobre todo en los gorilas, porque no
han estudiado que son rituales para determinar la jerarquía dentro del grupo, y no
conductas efectivamente sexuales. Los estudios detenidos de esas conductas ilustran
claramente que se trata de decidir la jerarquía. También cuando entre los perros hay una
desorientación sobre la jerarquía, el uno trata de subírsele al otro, en forma similar a la
relación sexual. Si el otro no acepta hay pelea, si acepta se acabó el problema y ya está
establecida la jerarquía.
Así pues, lo que Freud introduce es una nueva concepción de la sexualidad humana que
no está tomada de la sexualidad animal, y a la cual no le está asignada una función
natural, no es teológica, no tiene por objeto la procreación y no es todo aquello que
conduzca a ese objetivo. Está montada sobre una red de significaciones y de relaciones
interhumanas que deciden finalmente de su objeto y de sus formas.
Además de las actitudes de la sociedad ante el fenómeno son variadas: entre los
europeos del siglo XIX y comienzos del siglo XX, el descubrimiento de la sexualidad
infantil es un escándalo. En cambio, los Nambicuaras no sólo conocen que existe esa
tendencia sino que la impulsan, y cuando los niños comienzan a hacer juegos sexuales,
comienzan a hacerles bromas, a indicarles qué deben hacer y si no lo pueden hacer, se
burlan de ellos. Es una conducta diferente. Para ellos no habría sido ningún escándalo la
lectura de un texto en el que se hablara de la sexualidad infantil pues ellos viven
haciendo bromas sobre eso.
Una gran revolución teórica anuncia siempre una revolución práctica. Freud también lo
anuncia pero sus condiciones son muy lejanas y naturalmente no es suficiente para esto
y sobre este punto no nos hagamos ilusiones, una determinada forma pedagógica. Se
trata de una transformación mucho más fundamental de las relaciones entre los adultos
y los niños, sus papeles y sus funciones en la sociedad, en la sociedad en que se
encuentre. Esa revolución está en marcha y está tomando diferentes caminos;
consideremos por ejemplo, la negación de la autoridad como un síntoma de una crisis de
algo que estaba largamente establecido, de una crisis de algo que era varias veces
milenario, no como una solución de un error sino como el síntoma de una crisis. No se
puede considerar como una solución de este tipo: “lo que había era autoritarismo de los
mayores y se descubrió que eso era un error lamentable y se encontró la solución”. Pero
no es una solución —es el síntoma de una crisis inmensa que está en marcha, dentro de
la cual hay que aprender a situarse y tratar de ver en qué momento vamos de esa crisis.
22
En una palabra, la familia misma está en crisis y ese es un punto que no se puede dejar
de lado en un estudio de los niños. La familia misma fue una cosa que nuestra sociedad
ha dejado de ser y se ha convertido en otras cosas. En una época la familia fue una
unidad de producción, la familia campesina, la patriarcal, la artesanal. Fue una unidad de
reproducción ideológica; lo fundamental de la ideología era transmitido por la familia: la
conducta, los valores, las ideas y hasta los sabores por identificación o por imitación que
es distinto, por transmisión oral, por enseñanza familiar, y por diversos sistemas se
transmitía lo fundamental de la ideología. Desde que el capitalismo se desarrolla, la
familia deja de ser una unidad de producción, es decir, la producción ya no se hace en el
seno de la familia, y por combinación de los miembros de esa familia. En el capitalismo
el señor trabaja en una empresa, la señora en un almacén… Y la reproducción
ideológica no se hace fundamentalmente en el seno de la familia, se hace en gran parte,
fuera, según las tendencias de la sociedad: en la escuela, la radio, la televisión, la barra
de la esquina. Se va imponiendo una formación ideológica fuera de la familia; la familia
también trata de imponer la suya y las crisis no son pocas.
La familia deja de ser una unidad de producción económica, una unidad de reproducción
ideológica y se convierte en una unidad de consumo, y en una unidad de consumo no
solamente, sino de miles de relaciones y de problemas que hay que estudiar a la luz de
ese desarrollo histórico y de esa crisis, pero que está fundamentalmente en crisis.
Lo mismo que está en crisis la idea misma de la infancia. Nosotros tomamos ya como
síntomas y no solamente como error, error que no había sido posible en el siglo XIX, los
sistemas educativos con supresión absoluta de las formas de autoridad; es un error si se
toma como una solución del problema, pero como conducta es un síntoma de una crisis.
Esa crisis hay que estudiarla. Como el niño es producto social también es una figura
cambiable y está en crisis, o puede entrar en crisis; no es figura estable dada por la
naturaleza permanente, y que puede ser estudiada fuera de la historia. Mientras más
conocemos diferentes sociedad, más claramente nos damos cuenta del carácter social
de la formación infantil. Lo veremos con más detalles al estudiar los Niños Lobo.