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Verena Stolcke
Universitat Autonoma de Barcelona
La coustume est une seconde nature qui destruit la premiere. Mais qu'est-ce que nature,
pourquoy la coustume n'est-eiie pas naturelle?J'ai grand peur que cette nature ne suit eiie-
mesme qu'une premiere coustume, comme la coustume est une seconde nature. (Pascal).
Una buena ocasión para recapitular la historia de un concepto se ofrece cuando éste
entra en crisis (S. Tubert (eda) 2003). La crisis del concepto de género tiene mucho que
ver con la crisis actual de las teorías sociales clásicas, y en particular de las nociones de
cultura, naturaleza y sociedad. Las nociones de género y de cultura son hoy tan ubicuas
como ambiguas. Se han convertido en palabras percha, una especie de comodines que
se emplean con intenciones y signtficados de lo más diversos. E n los años setenta las
académicas feministas escogieron el término género precisamente para hacer hincapié
en que la desigualdad y la opresión de las mujeres en relación con los hombres no
dependen de las diferencias de sexo biológico propias de la especie humana. Las rela-
ciones de género son fenómenos socio-culturales que estructuran la perpetuación de la
* H e tomado prestado este irónico título de uno de los libros de la antropóloga y lingüista nicaragüense Milagros
Palma titulado La Mujer espuro tuenlo (1996), una recopilación de mitos que son una muestra clara de la forma de
perpetuarse del poder masculino a través de la transmisión de valores e imágenes que hacen de ella una creación pura-
mente arbitraria.
70 Verena Stolcke
vida humana en sociedad de modo tan fundamental y enigmico como, por ejemplo
los sistemas de parentesco. Una historia del concepto de género implica y refieja, por lo
tanto, la concepción cambiante de la cultura en relación a la naturaleza.
La energía creativa de la antropología emana de la tensión entre dos tipos de exigen-
cias: por un lado nos ocupamos de seres humanos universales y, por otro, de realidades
culturales particulares. Tradicionalmente, la antropología socio-cultural se ha basado en
la idea de que una clara linea divisoria separa al mundo de la cultura humana del resto
del mundo vivo. La biología y otras disciplinas afines explicarían aquella dimensión de
nuestra condición humana que nos asemeja a otros animales. Pero nuestra capacidad
para el aprendizaje, para comunicarnos mediante el lenguaje y de interpretar el mundo
en que vivimos dotú.ndolo de significados simbólicos nos ha permitido trascender las
limitaciones que nos impone nuestra naturaleza animal brológica para alcanzar esa
condición humana fiexible y adaptable única. La noción de cultura se desarrolló en la
pugna intelectual de las ciencias sodales contra los intentos por parte de las ciencias
naturales de atribuir Ila conducta y la variedad humanas exclusivamente a factores bioló-
gicos, es decir, naturales (Barnard y Spencer (eds) 1998: 393 ss).
El término género ha sido clave en la teoría y la política feministas desde los atios
setenta en su combate contra el sentido común sexista y androcéntrico que prevalece
en la sociedad y en la academia occidentales. Se trataba de demostrar que °°la biología
no es destino sino que las identidades socio-simbólicas que se asignan a las mujeres en
sus relaciones con los hombres en la organización de la vida en sociedad, al ser cultura-
les, son variables y, por lo tanto, aptas de ser transformadas. Los debates epistemológi-
cos que provocarà el concepto de género estaran vinculados a la oposición convencional
entre naturaleza y cultura, que las teóricas feministas acabaran por trascender3
Marcel Mauss ya había mostrado, en su artículo clisico de 1938, que la concepción
de la persona era sólo en apariencia evidente y natural. Era en realidad un artefacto de
una larga y diversa historia social. Al ser constituida por las fuerzas que ejerce la socie-
dad y estar estrecharnente vinculada con la organización social, la categoría de persona
era moral y jurí 'ca y por lo tanto variable según el contexto socio-cultural (Mauss
1938). La frontera entre lo material y lo cultural se quiebra analíticamente a partir de
Mauss y Lévi-Strauss resume la idea de que la cliversidad cultural es consubstancial con
la con 'ción humana en su célebre frase "la c tura es la naturaleza humana°°. En la
antropología prevaleceth, no obstante, otra concepción liberal de la cultura según la cual
2. Cabe destacar que en las etnografías indigenistas que relativizan el dualismo cartesiano occidental suele prestarse
escasa atención a las implicaciones que tienen distintas concepciones acerca de los seres humanos en relación al mundo
animal, por ejemplo, para las concepciones de la reproducción y las relaciones de las mujeres con los hombres. Ver al
respecto Descola y Palsson (eds) (1996).
La mtrjer espuro cuento. La cultura delgénero 71
los individuos son portadores de rasgos culturales que se imponen a eiios distinguién-
dolos unos de los otros (Frade 2002: 34-5).
Mauss se inspiró en el análisis sociológico de las representaciones y clasificaciones
sociales iniciado por Durkheim y anticipó así lo que hoy se entiende por la decons-
trucción de categonas sociales básicas tales como el individuo, las técnicas corporales,
incluso el sexo (Carrithers, S. Collins y S. Lukes (eds) 1985). Pero la "pequeña diferen-
cia" - c o m o Aiice Schwarzer ironizó la diferencia entre mujeres y hombres en los años
sesenta- y sus grandes consecuencias socio-políticas, brillaron, por su ausencia en to-
das las tradiciones antropológ~cas.~ Los antropólogos centraron sus análisis en la perso-
na, el individuo, sobre-entendidos como categorías socio-culturales universales, mientras
que las mujeres, si acaso aparecían, lo hacían no como personas sino apenas en tanto que
destinadas inevitablemente a ser esposas, hermanas, hijas intercambiadas por sus hom-
bres como es, por ejemplo, el caso en la abundante bibliografía que generó la pasión
antropológica por el estudio de los sistemas de parentesco. Serán las militantes femi-
nistas y sus denuncias de la opresión y discriminación de las mujeres y las revisiones
históricas, etnográficas y teóricas de las investigadoras feministas, quienes a lo largo de
las siguientes cuatro décadas se encargarán de demostrar que no sólo el hombre es una
invención, también lo es la mujer.
3. Una excepción es el artículo igualmente dásico de Robert Hertx (1960) Death and the niht hatuf, en que el autor
analiza las clasificaciones simbólicas duaiistas en relación con las caracteristicas del cuerpo humano y sus implicaciones
para la clasificación de hombres/esposos, mujeres/esposas y sus valores relativos.
4. Surgieron dos organizaciones de estudiantes: Sturientsfor a Demacratic .Yocieg (l;studiantes por una sociedad demo-
crática) y Student hTonuiolentCoordinating Comiftee (Comité cordinador de estudiantes no violentos) cuyas movilitaclones
masivas lograron que el gobierno de I3EUU se aveniera a negociar el fin de la guerra del Vietnarr..
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sana8nm 6sseoszaosaa~pn saanapmsa %esa& unes$ al ap raosesamSas sopepps soi opnans
sepesgsamop-am nosay osad s e a r p epasnpuo el ua opa!eqeaa ueoqeq anb sasa!nm sa7
La mver espzrro cztento. La cztltztra delgénero 73
Simone de Beauvoir fue quien en su libro clásico Elsegundo sexo (1949), introdujo la
idea feminista moderna de que "no se nace sino que se deviene mujer". De Beauvoir
nos enseñó que la opresión de la mujer no se debe a factores biológicos, psicológicos
o económicos; eiia fundió la explicación económica y "reproductiva" en una interpre-
tación psicológica de ambas. A lo largo de la historia, la mujer había sido construida
7. Un texto clave fue el artículo de Juliet Mitchell, "Women: The longest revolution" que se convirtió en un texto
hindacional del movimiento (Mmhell 1966a). Ver también el libro de Mitchell que lleva el mismo útulo, Wonen: i'helorgest
(hfitchell 1966b).
reuo/uIion. Essqs infemnism, li/erature andp~cboat~a~sis
8. Por esenciaiismo se entiende aquella docuina que niega la temporalidad al atribuir una ontolog!a primordial e
inmutable a los que son productos históricos de la acción humana.
como el "segundo sexo", "la otra" del hombre. Esa ordenación jerárqdca era enni in-
vento patriarcal para legitimar %aautoridad masculina. El hombre era la medda de
todas las cosas pues "la humanidad es masculina y el hombre define a la mujer no en
si misma sino en re1:aciípn al hombre... ÉBes el sujeto, él es lo absoluto - ebaa es la otra."
(Beauvoir 1989: ICXHH).
Ma-aret Mead, en sus investigaciones etnográficas de los afios veinte y treinta,
ew par"uPar en Sannoa y Nueva Guinea, ya había puesto en entredicho %avisión se-
xista biologista que prevalecía en las ciencias sociales en EEUU>seg6n la cual la divi-
sión sexual del trab;ajo en la famiha moderna se debia a la diferencia innata entre el
comportamiento instrumental @íabhco, producthro) de los hombres y expresivo de
las mujeres. En su estudio comparativo $ex and Tempe~amenf in Thee Primz'hve J'ociehes,
Mead introdujo ya izn 11935 Ba idea revolucionaria e: que por ser Ba especie humana
enormemente male:able, Pos papeles y las conductas sexuales varían segin los cowtex-
tos socio-culturales Wead 1935). Y en una comparaciípn de las concepciones acerca
de lo que siguificab:~ser mujer y hombre en siete sociedades d d Pacifico Sur, con las
ideas que prevalecíain en la sociedad estadouddense contemporáneo, Mead escribió
en 1949: "Cada una de estas tribus (en Nueva Guinea) tiene, como toda sociedad Ru-
mana, el elemento de %adiferencia sexual para usarlo corno tema en e11 arpmento
de la vida socid y c:ada uno de estos pueblos ha desarrollado esta dufeaencia &feren-
temente. Al compa:rar la forma en que han dramatizado lia diferencia sexual, es po-
sible ampliar nuestros conoci~ewtossobre cuales dementos son construc~ones
socides, oaiginarianhente irrelevantes respecto a los hechos biológicos de sexo-gene-
ro." (35ead 1949). Aquí aparece por primera vez el término género aunque de modo
poco claro. Los mensajes feminástas de Simone de Beauvoir y de Margaret Mead
pammn, no obstanite, desapercibidos hasta que surge el movimiento f e ~ ~ sinter- t a
nacional.
Cuando hacia fines de %ossesenta las académicas femitistens comenzaron a inves-
Mgar las raices de la condición de las mujeres como ""spwdo sexoqq,fijaron su punto
de mira en Ba antrop~ologiacomo &ente de información acerca de h s circunstancias,
experiencias y regsrc:sewtnclones femeninas en contextos sociales, poKMcos y econó-
micos &versos, busicando además evidencia sobre sistemas socio-politicos ipditaaos
(Pine 1998: 253-269:). A mediados de los anos setenta ven la Buz dos wlénmenes pione-
ros coordinados por awtropó%ogas:Towa~dan Anthropoiog Wome~~ y W o m a ~C~~, k t a ~ e
and J'ohetJ (Rosaldo y Lamphere (eds) 1974, Reiter (eda) 1975).9Estas antropólogas
10. Según William Christian, en la Universidad de Michigan, que era uno de los semilleros de la rebelión estu-
diantil en los años 1960s y donde él estudiaba en la época, las estudiantes de antropología Rayna Reiter, Jane
Schneider, Susan Harding -todas ellas alumnas de Eric Wolf-, fundaron un grupo feminista. Ellas vivían en "comu-
nas" y se convertirían mas tarde en destacadas teóricas feministas.
11. Ver también Leacock (1978).
12. En 1980 Rosaldo aún sostiene, de un modo por cierto rebuscado, que "al mismo tiempo que la evidencia sobre
variaciones de conducta sugiere que el género, menos que un producto de nuestros cuerpos es una Forma social y de
pensar, parece bastante dificil creer que las desigualdades sexuales no estén arraigadas en los dictados de un orden natu-
ral. Al menos parecería que ciertos hechos biológicos - e l papel de las mujeres en la reproducción 1: tal vez la fuerza
masculina- han funcionado de modo no necesario pero universal para formar y reproducir el domino masculino"
(Rosaldo 1980: 396).
no se percataron de que esas dicotomías no eran en absoluto universales sino una
creaci6n del &scursc~filos6ficoy po8ítico europeo moderno, y que dferencias de fun-
ción y de actividades no necesariamente significan desipddad sodd @dacCormacEty
M . Strathern (edas)1980).
A pesar de que Ia categoría géiaero jug6 un papel tan primordi2 como controvertido en
el pensamiento feminista, curiosamente carecemos a6n de una genedoda semán~co-
politiea del concepto (Tubert (eda) 2003;Abbott 2000; Code 2000).Las antropóllogas
que acabo de mencionar habimhente asum'm a La myer como sujeta de sus investi-
gaciones. Pretendíraan explicar e%escaso protagonismo y vdor de b mtyer en Ba sociedad
andizando kospapekery Las d@ren&s sexmkes desde la comparación intercdmrd tipica de
Pa antñopologia, sin conseguir desprenderse de supuestos biológicos emockwt~cos.
Las feministas sociahstas ang%osajonas,en cambio, abordaron Ba con&ci6n de las
mujeres en Ba sociedad occidental desde la critica polln'tica de Ba dominación mascdna
y de las ideoliogias sexuales que la legitiman. La causa de Ba opresión de las mujeres no
estaba en ellas misimas sino que se debia d pder ejercido por los hombres en un
entramado de rehciones políticas. Fueron estas feministas anglosajowas quienes intro-
dujeron e%concepto de gé~eroen su controverGdo sentido actual, precisamente para
desenmascarar los a%fusosy tan dfunQdos determidsmos bio-sexudes que legiuiman
la dominación masi:dna.
Conocer e%orig,ende cowceptos maliacos dave ayuda a reconocer sus consecuen-
cias epistemológicac posteriores. La palabra gé~eroes la eaaducción ~teranllde la palabra
inglesa gender. La enkmdagepsrdep en laas encidopeaas de teoda feminista o simplemente
omite su origen o atribuye a una caracteristica grmaMcd del ingles, una k n p a en la
que, en contraste con las lenguas romiWncas, las pdabws no tienen g6nero pero Uertas
pdabras se entienden como masciaBawas o femeninas. Se@ Nicholson, Ras feministas
de lengua inglesa hderon extensivo d término gendr a las conductas femeninas y mas-
cdnas tipicas con el fin de hacer hincapik en que éstas, d i p d que d gkwero sobre-
enten&do de dpnmas palabras, se deben a convenciones socides (Nicholson 1998;
Scott 1986;Abbott 2000; Owen 2000). Esta histoaaa es cuando menos incomplea.
La pdabra gemler con una comotaciów psico-socid proviene en reddad del &S-
curso médico. En los afios cincuenta comienza a cambiar la actitud entre psicólogos
y medeos estadowidenses ante Pa transexuddad y los intersexos. Christinegorgensew
se Rabia sometido i:n 8952 a una operaciQnde cambio de sexo en Dinamarca. Aunque
la profesión médica estadou~denserechazaba en la época las operaciones de cambio
La myer esparo mento. La ct/ltt/ra delgénero 77
Es decir, como Stoller recalca mas adelante, "El género es un término que tiene con-
notaciones psicológicas y culturales." (Nilett 1977: 30). Cabe notar que cuando Stoiler
distingue el sexo biológico del género social toma como dada la oposición entre natu-
raleza y cultura.
Para comprender todo el alcance teórico del concepto de género hay que retroceder,
no obstante, a los años cincuenta. John Money, especialista en el estudio de "defectos"
genitales congénitos, y sus colegas del Johns Hopkins Medical Center de Baltimore,
EEUU, heron quienes comenzaron a investigar los problemas de identidad y orienta-
ción sexuales, la transexualidad y el tratamiento de n i ñ a s hermafroditas y desarrollaron
una teoría del tratamiento psico-médico de los intersexos que da prioridad al condicio-
namiento socio-cultural de la identidad de género por encima del sexo biológico. Este
modelo parece persistir entre especialistas médicos hasta hoy (Kessler 1990). Según Mo-
ney, el bebé es neutro al nacimiento en términos psico-sexuales. El desarrollo de su
orientación psico-sexual depende del aspecto de los genitales externos que el bebé obser-
va cuando mira hacia abajo. Cualquier bebé puede ser transformado en niño o niña con
tal de que sus genitales tengan la apariencia "adecuada", independientemente de lo que
indiquen sus cromosomas, sus hormonas, sus genes. Aunque su intención fuese huma-
nitaria, un ejemplo trágico de la convicción freudiana de que el sano desarrollo psicoló-
gico de un niño o niña depende esencialmente de que posea o no un pene, fue la decisión
de Money de convertir la anatomía genital de un niño que había perdido su pene por un
error biomédico cometido durante su circuncisión, en la de una niña (Colapinto 1997).
Aunque pueda parecer a primera vista que los expertos tratasen simplemente de
adaptar la anatomía sexual de una persona a su género asignado, en el diagnóstico de los
intersexos se infiltran ideales culturales que están basados en el modelo bio-sexual dua-
lista, e incluso supuestos con respecto en especial a los genitales "normales" del varón.
En la asignación del género del recién nacido se suelen emplear dos tipos de indica-
dores, uno biológico y otro cultural, a saber, el análisis cromosómico, por un lado, y
no cualquier pene sino el tamaño "adecuado" del mismo, por el otro. En el caso de
Intersexos congénitos el objetivo psico-médico consiste en "normalizar" ]losgenitdes
'qanormale~qq medianite una intepvención qeairixgica temprana y la administración pos-
tenor de las hormoinas correspondentes. Aunque eP bebé posea el cromosoma Y, si
su pene es considerado demasiado pequeño, la tendencia es a transformarloen feme-
nino. Es decir, el gé,nero "normalqq no depende sólo de poseer o no un pene, sino de
si el pene es, además, de un tamañiio normal (IQssPer 1990;Dreger 20Q4).l3
La idea de que no existen más de dos sexos esti profundamente arraigada en la cd-
mra occidental y la profesión biomédca no duda de que la identidad Bemeina y la
mascdna son las únicas opciones "piamrales" para las intersexos. El propio término
qpinter~exo~qqrevela esta concepcitpw cda~ardduahsta en la medida en que su anatomía
genital es daposticada como ambigua relativo a la norma sexual duabstsa y heterose-
xual (Fausto-Sterhng2004; 2QQQ)a'4 Estos antecedentes bio-cdmrdes dd concepto de
género se reflejaránen los debates a que da lugar el género en las te6ricas feninistas.
13. La Intepsex Socie4 of N o d A m e r i c a (Sociedad Intersexos de América del Norte) fue fundada en los años noventa
por la histoiiadora de la medicina Chetyl Chase y un grupo de activistas para luchar conera la vergiienza, el sec~etismo
y las intervenciones quipíargicas no deseadas realizadas en personas que nacen con una anatomía genital que alguien deci-
dió que no correspondía a la norma masculina o femenina. La Conferencia Nacional de NOW de 2001 aprobó una reso-
lución a favor del derecho (deelegir de las niñas intersexo.
14. Cabe señalar que Fausto-Sterling es profesora de biologia y de esmdios de la. mujer en el deparamento de biolo-
d a cecular y bioquímica de la Brown Universiey, EEUU, es decir, que su ciítica procede de denero del campo biológico.
15. Pero la teoría en 121 práctica puede ser otra, sobretcdo cuando se ma de cuestiones de política. Ea traducción
del término inglés gendepa otras lenguas planteó algunas dificultades y dio lugar a una seiie de deslices. En alemán, por
ejemplo, el término Gescbkch6 designa indistintamente el sexo biológico y el género soUd. En castellano h mdracción
géfim es aím más polisémica, puesgéfim se refiere m í o al género humano, a una clase u orden de determinadas cosas y
al género gramatical. h parte de los inconvenientes políticos de ser un término que tiene diversos significados y ser
además poco conocido, gétrem se prestó fádmente a un uso plural: los o dos géneros. Las feministas que plurtllizan la
La mzrjer espzlro ctlento. LA czlltzlra delgénero 81
palabra género revelan una concepción dualista del género, análoga al dualismo sexual, escamoteando el carácter poli-
tico-ideológico de las relaciones entre mujeres y hombres. En ámbitos ajenos a la investigación teórica no es infrecuente,
además, el empleo de los términos género y mujer de manera intercambiable como si las desigualdades de género fuesen
un problema exclusivo de las mujeres. Otra dificultad política reside en que, al tratarse de un concepto académico, el
término género es apenas conocido por el común de las mujeres, para no mencionar a los hombres en general, de modo
que cualquier iniciativa política requiere una pedagogía previa.
16. Nótese el paralelismo que existe entre estos interrogantes y aquellos que ha suscitado el carácter cultural de las
relaciones de parentesco.
la opresd" de las mujeres @ubin 4975). Es de especial relevan& su cdíica de Lévi-
Stratass y Freud. Rukjin descubre que la &visión entre los sexos, la incomensurabdidad
entre mujeres y honabres, la dependencia entre el@s y la subordnación de las muje-
res, son fenómenos político-socides. Lo que Rubin denomina d sistema de sexo/gkwe-
PO,consiste en un conjunto de dspositivos socio-cde~ardes~ en particdar los sistemas
de parentesco Borjaéios por las reglas matrimoaindes, que transforman a las hembras y
los machos, poseedor@s en Pa infancia del potencial sexual humano en sea totdidad,
en "mujeresqqy 'qhombresvq, divi&éndolos en dos categodas socides incompletas la
una sin el otro. Cuando Levi-Stratass atribuye en L a s j m ~ ekemeatsakes
s de/prareatesco el
inicio de la cultura al tabiá del incesto que regula los intercambios matrimonides
exogánamiicos medianite "el aáifico de mujeresqqentre Uneas de descendencia, regido por
sus hombres, proscribe la homosexeaahdndd y prescribe la heterosexudidad. Como es-
cribe Rubin: "el tabú del incesto presupone un tabú previo, menos articdado, de Ba
Aornosexu~dad.Uina prohibición de rakg8dnas uniones heterosexudes se convierte en
un tabii de uniones no-Biete~osextades~ IEl género no es 6~camenateuna identificación
con un sexo; exige también que el deseo sexual sea canalizado hacia el otro sexo."
(Rubin 1995: 180). De modo andogo a como los sistemas de parentesco supuesta-
mente exigen una ébvisión heterosexual de los sexos, en Pa teoria freudana, la crisis
e&pica es Ba fase del desarrouo psicosexud de los in&viduos, en que éstos asimilan
las reglas y los tabiáa:s relaeivos a la sexudidad basados en la división de los sexos, que
a su vez constituyeri el deseo sexud heeerosexead. En ambos moddos Pa mujer acaba
relegada a una posición estructural dependiente y subordnada, objeto de intercambio
o deseo de los hombres e incompleta sin ellos (Rtabin 1995).
Una de las dennandas de%movimiento femi8írista fue la %8bertadsexud. Pero la
introducción por Wubin de la sexualidad en la agenda feminista acadimica en tanto
que una dimensión de los sistemas de sexo/género, que no puede ser reducida al sexo
biológico ni eonfin:ada por Ba norma heterosexud, permaneceri en un segundo plano
hasta la década de los noventa.
A inicios de los años ochenta se sofisiican los mdisis feministas cuando las rela-
ciones de @neto se malizan en sus contextos históricos y cdmrdes concretos. Aunque
algunas teóricas feministas procuran explicar la con&ción de las mujeres en función
de alguna actividad o caraeteristica femenina taanscdmrd @icolson y Fraser 1999),
la subor&nación uriiversd de las mujeres y la dominación de los hombres resulta cada
vez menos plausible. A medida que los sistemas de genero emergen como una dmew-
sión de sistemas de pensamiento meacho más complejos, en enfoque andíuico se despla-
za de %aconducta o las actividades de las mujeres en relación a los hombres, d ginero
entendido como sistema simbóKco que debe ser esainduado en contextos cdturdes
La mujer eespzlro czlento. La czlltnra delgénsro 83
particulares. La cuestión de y hasta qué punto el género tiene algo que ver con el sexo,
queda relegada al olvido.
En un articulo de 1973, que documenta el cambio terminológico del sexo al gé-
nero, Strathern anticipa su concepción del género como sistema simbólico. Como
Strathern escribía, "Los estudios de las diferencias de sexo, tanto los populares como
los científicos, analizan por lo general la conexión entre los estereotipos culturales
sobre varones y hembras (género) y la base psicológca de la discriminación (sexo)."
(Strathern 1979: 133). Se suele dar un proceso de retroalimentación en una espiral de
significados simbólicos. Los componentes culturales y biológicos de los estereotipos
de género pueden servir para simbolizar otras dimensiones de la sociedad como, por
ejemplo, el valor atribuido a las actividades femeninas relativas a las masculinas e incluso
la concepción local de la naturaleza relativa a la cultura (Strathern 1979; Strathern
1980). Al concebir el género como construcción simbólica o como metáfora para
tipos de acción, Strathern y otras antropólogas contemporáneas parecen conseguir
separar las representaciones simbólicas de lo femenino y lo masculino, de los cuerpos
sexuados "naturales", y de la conducta concreta de mujeres y hombres individuales.
Desde esta perspectiva, el género en tanto que sistema de clasificación simbólica de
personas sociales es un componente más del entramado general de las relaciones
sociales. Como Strathern especifica en su libro clásico The Gender of the Gift (1988):
"Yo entiendo por 'género' aquellas categorizaciones de personas, de artefactos, acon-
tecimientos, secuencias, etc. que se inspiran en imágenes sexuales sobre los modos en
que las distinciones entre características masculinas y femeninas configuran las ideas
de personas concretas sobre la naturaleza de relaciones sociales." (Strathern 1988).17
El punto de partida analítico ya no son las cosas concretas que deben o no pueden hacer
personas sexuadas concretas sino el juego de clasificaciones y distinciones simbólicas de
género. Queda así en suspenso teórico la cuestión acerca de los fundamentos -la rela-
ción entre sexo y género- y del por qué de estas construcciones simbólicas particula-
res. La insistencia en basar su interpretación en las categorías nativas ha sido criticada,
además, por omitir las estructuras de poder y eludir el modo cómo representaciones
simbólicas o ideologías pueden ocultar relaciones de desigualdad y explotación.
Un desarrollo político paralelo al análisis de género como sistema simbólico se
encargará de reintroducir las experiencias concretas de mujeres concretas en contex-
tos de poder y desigualdad, en las teorías de género. En los años setenta se organizan
las feministas negras en EEUU para denunciar la opresión racial, sexual, heterosexual
17. M. Strathern (1988) The Genhrof the G$, Berkelejc U ~ v e r s i t yof California Press, p. ix. Iixiste una afinidad entre
este enfoque simbólico y la concepción maussiana de la persona social a la que Strathern añade la categoría de género.
y de clase a que estCn sometidas todas las mujeres negras en contraste con sus compa-
fieras blancas. Desencantadas con el poco caso que habiaw hecho todos -el movi-
miento por los dere:chos civiles, el n a c i o n ~ s m onegro, Pa izquierda blanca asá como
el movimiento feminista de las mujeres blancas- de su subordinación y chscrimina-
ción específicas, las mujeres negras reconocen que necesitan "desarrollar una polln'tica
que, en distinción con las mujeres blancas, es antirracista, y, en distinciíPn con los hom-
bres negros y blancios, es anti-~exista.~''~.IEn una sociedad estrucmrada por desigual-
dades de clase y raciales, las feministas negras tuvieron que movilizarse en dos frentes:
por un lado, contra los hombres negros que %asoprimian en tanto que mujeres y, por
otro, contra el racismo de la población blanca que las explotaba y discriminaba. Ese
conficto potencial de lealtades fue una dificultad especial para su organización. M
interior de%movimiento negro las feministas fueron denostadas por introducir &vi-
siones políticas. Y aunque las feministas blancas proclamaran que "sisterhood is power-
ful" (la hermandad es poderosa) este ideal de soEdaadad feminista era una falacia,
pues ocultaba una rniopia racial y de dase. Las feministas blancas habían ignorado la
historia, Ba cultura ;y %ascondiciones de vida de las mujeres negras, habiendo hecho
poco o nada por comprender y combatir ell racismo. Seas modelos anakn'ticos habian
enfocado excluisivarnente la desigualdad de las mujeres y los efectos del seAsmo y por
lo tanto eran de escasa ineibidad para aquellas mujeres sometidas a &scriimiwaciones
raciales, de clase y :;existas. Como escabib la feninista negra BeN Hooks:
Las feministas negras introdujeron nuevos desafíos teóricos y políticos. Las de-
nuncias de las feministas negras rompieron la visión indiferenciada de la identidad y
la subordinación de las mujeres, al demostrar que en el mundo moderno mecanismos
políticos e ideológicos moldean las experiencias y las identidades de las mujeres de
modo simultáneo aunque desigual, no sólo por el hecho de ser mujeres, sino por su
condición de clase y raza. Es decir, las desigualdades de género son racializadas y las
desigualdades socio-raciales son engendradas.
El engendramiento de las desigualdades socio-raciales no es fruto de una simple
convergencia o fusión, de una especie de suma, de diferentes fuentes de opresión de
las mujeres sino de la intersección dinámica entre el género, la raza y la clase en estruc-
turas de dominación históricas. Así Harding señalaba: "en culturas estratificadas tanto
por el género como por la raza, el género siempre resulta ser también una categoría
racial y la raza una categoría de género." (Harding 1986: 18). ¿Pero cómo se da este
proceso de construcción recíproca entre género y raza y cuáles son las condiciones
socio-políticas que lo propician? El sexo biológico, que por pertenecer al ámbito de
la naturaleza había sido relegado por la teoría de género a un limbo teórico, vuelve a
ser tan pertinente como lo es la forma de racionalizar la desigualdad social a través de
una concepción histórica de la relación entre naturaleza, cultura y sociedad.
La intersección entre género, raza y clase suscitó cuestiones nuevas y complejas acerca
de la relación entre ideologías biológico-raciales que legitiman estructuras de desigual-
dad económico-políticas y la organización de la reproducción social, y el control del
sexo, de los cuerpos sexuados, de la sexualidad y las relaciones de género. En lugar de
indagar acerca de la relación entre sexo y género, habría que preguntarse sobre las
circunstancias históricas en que el dualismo sexual biológico y la sexualidad pueden
tener consecuencias socio-políticas y de género.
Resulta relevante aquí la propuesta que hacen Yanagisako y Coher a fines de los
años ochenta de disociar analíticamente el género por completo del sexo. Cualquier
análisis de género debena comenzar por cuestionar las raíces en última instancia bio-
lógicas de las categorías de género no importa cuál sea su elaboración cultural parti-
cular, en lugar
- de tomarlas como dadas como lo suelen hacer tantas feministas o en
sus definiciones del concepto o por omisión. Una vez desbrozado el camino de supues-
tos esencialistas, habría que investigar la construcción cultural de los significados de
género y el papel que juegan éstos en sistemas de desigualdad en contextos históricos
específicos (Yanagisako y Coilier 1987: 32-33). A pesar de su crítica radical de los
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