Está en la página 1de 2

Honduras

Los aborígenes tenían entre sus costumbres la realización de rituales, danzas y


varias representaciones para las que se instruía a los involucrados, como actores de
teatro.
Los colonizadores utilizaron la herencia teatral europea para impartir sus dogmas
católicos a los nativos americanos. Es decir, enseñaron un teatro hagiográfico a los
aborígenes. La primera obra teatral propiamente estructurada en Honduras se
realizó en el año 1750, en la ciudad de Comayagua, al aire libre, en la que se
representó El Diablo Cojuelo, del dramaturgo español, Luis Vélez de Guevara. 
El teatrista del siglo XVIII, padre José Trinidad Reyes, escribió varias piezas
denominadas Pastorelas, que aprovecharían la fidelidad religiosa del pueblo de
Honduras, sentando, además, las bases de lo que sería el teatro en tiempos
modernos.
Durante la década de los 50’s se ubica el teatro como profesión en Honduras,
teniendo sus principales exponentes en la capital Tegucigalpa, también con otros
exponentes del oficio actoral en otras provincias hondureñas, como San Pedro Sula
o Departamento de Colón. Estas dos últimas permanecían como comunidades
teatrales poco reconocidas y más bien opacadas por la proveniente del territorio
capitalino, pero cuya labor fue promulgada gracias al grupo Teatro La
Fragua, quienes llegaron a realizar giras por varias ciudades de los Estados Unidos,
Cuba o México.
En la década correspondiente a 1960, Latinoamérica pasaba por un clima político y
social agitado. Estos conflictos y transiciones que sufría Latinoamérica por esos
años se vieron reflejados en el teatro de Honduras en la década de los 70’s y,
posteriormente, durante los 80’s, cuando arribaron al país centroamericano mentes
creadoras que regresaban de cursar estudios de dramaturgia en Colombia, como
fue el caso de Rafael Murillo Selva y Tito Estrada. Ellos, junto a otros jóvenes
teatristas, marcaron el inicio de una nueva era en el entablado hondureño, que
buscaba su identificación y reconocimiento cultural plasmado en artes escénicas.
Autores como el mencionado Rafael Murillo le inyectan a la vida escénica
hondureña una dosis fortísima de identificación y amor propio profesado hacia la
cultura de su país. Con obras como “Louvavagu” o “El lado lejano”, el dramaturgo
busca sacar del letargo cultural en que se hallaba inmersa la Honduras de los años
80. Durante esta década esta obra es presentada por toda la nación, haciendo
enorme la influencia de Murillo Selva como uno de los precursores del teatro en esta
nación centroamericana.
El primer teatro nacional del país, diseñado por el ingeniero francés M. Bourgueois,
está ubicado en la ciudad de Tegucigalpa, capital de la nación, es el Teatro Manuel
Bonilla, su construcción fue producto de la iniciativa de numerosos intelectuales que,
en consenso, realizaron una petición al entonces presidente del país, Manuel
Bonilla, para construir un teatro en honor al escritor español Manuel de Cervantes,
debido a que se cumplía el tricentenario de su obra Don Quijote de la mancha.

También podría gustarte