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Universidad Central de Ecuador

Facultad de Ciencias Agrícolas


Carrera de Turismo
Turismo Alternativo II
Grupo Nº 05

Tema:

PARTICIPACIÓN COMUNITARIA Y DIVERSIFICACIÓN ECONÓMICA:


HACIA ESTRATEGIAS RESILIENTES EN EL TURISMO DE BASE LOCAL

(Esteban Ruiz-Ballesteros y Alberto del Campo Tejedor)

Integrantes:

Betancourt Cristian

Damacela Alisson

Ortiz Jimmy

Quishpe Lenin

Simbaña Silvia

Vallejos Jossue

Curso:

3 “B”

07/02/2022

Quito – Ecuador
Resiliencia y turismo de base local

Este artículo de los autores Ruiz Ballesteros y del Campo analiza el proyecto de TBL (Turismo

de Base Local) en Floreana, la más pequeña de las islas habitadas de las Galápagos, con 173

km2 y 147 habitantes presentando la importancia de la resiliencia en el mismo. Resiliencia alude

a la capacidad para «seguir siendo a pesar del cambio»; con ella se puede superar perspectivas

más estáticas vinculadas al concepto de sostenibilidad (conservación, tradición…); viene

condicionada por tres factores: la diversidad de actividades productivas y cómo estas se

articulan, la capacidad de aprendizaje de los humanos para desarrollar, los niveles de

participación colectiva de la comunidad humana que conforma el socioecosistema y su apego al

lugar. El turismo convencional tiene muchas veces un impacto en la población local y

transforma las actividades económicas, los paisajes, incluso las relaciones cotidianas y el estilo

de vida de la población autóctona, amenazando su sostenibilidad y deteriorando su resiliencia.

El TBL, pretende instaurar un modelo de actividad turística que impida o limite algunos de esos

impactos negativos. Analizarlo desde la perspectiva de la resiliencia permite dilucidar en qué

sentido su implantación mejora la capacidad de esas localidades para «seguir siendo a pesar del

cambio», una forma mucho más dinámica de considerar su sostenibilidad. El turismo ejerce una

fuerte presión en el archipiélago de las Galápagos. A pesar de las limitaciones del gobierno

ecuatoriano en la afluencia turística, el número de visitantes anuales (270.000) es nueve veces

superior al de sus habitantes (30.000). La mayoría de visitantes vienen atraídos por las especies

animales y vegetales de un santuario declarado en 1978 Patrimonio de la Humanidad. Sin

embargo, algunas de las islas del archipiélago han estado al margen de los flujos turísticos,

siendo el caso de Floreana, colonizada de forma definitiva hace menos de un siglo y

escasamente visitada, hasta el siglo xxi. En las últimas décadas esta isla ha sido expuesta a un

inusual flujo turístico, y a un fuerte intervencionismo estatal, circunstancias en las que la

población local ha sido observadora pasiva. El objetivo de estudio específico está centrado en el

análisis en dos factores precisos, que nos ayuden a comprender el efecto del CBT sobre la
resiliencia. 1. La participación de la población local en la gestión del negocio turístico, lo que

impide que la población esté a expensas de intereses externos y puramente comerciales 2. La

complementariedad de la actividad turística con otras actividades económicas, de tal manera que

no desaparezcan formas de producción tradicionales, ni se imposibiliten otras formas

alternativas de subsistencia más allá del turismo. El modelo de TBL incentiva la diversificación

económica, alejándose del monocultivo turístico, que muchas veces deja a la población local en

manos de los vaivenes de la demanda turística internacional o, simplemente, de contingencias

que hunden la actividad turística, como la pandemia de la covid-19.

Floreana: de los pioneros colonos al espíritu comunitarista

Floreana un hallazgo de fray Tomás de Berlanga, obispo de Panamá, quien se extravió en su

viaje a Perú llegando al archipiélago 1535. Dadas las condiciones agrestes de la isla, la

consideró inhabitable. Es en la toma de posesión de Galápagos para Ecuador por el general. José

Villamil en 1832, surgen iniciativas de colonización, en paralelo al interés que las Galápagos

despierta entre naturalistas y geógrafos, como Darwin. Los intentos fracasan: ni una primera

colonia formada por soldados, ni la obstinación del comerciante español José Valdizán para

explotar en 1869 la orchilla, obtienen los resultados esperados. Tampoco lo logra un grupo de

noruegos, que sucumbe en 1926 en su idea de crear una factoría de pescado, cuyos destartalados

restos aún son visibles en la isla. Estos primeros habitantes transforman Floreana, introduciendo,

voluntaria o involuntariamente, nuevas especies (ratas, pero también burros, vacas o cabras), la

pequeña isla es descrita por los aventureros y científicos que la visitan como un lugar prístino y

alejado (fin del mundo). Así llega el alemán Heinz Wittmer en 1932, instalándose exitosamente

en la isla, siendo aún hoy una familia de peso en Floreana y en el conjunto del archipiélago. El

modelo de estos primeros colonos es el de la familia-pionera, quienes se imponen a las

dificultades de un contexto aislado, con escasa agua y fenómenos atmosféricos extremos, como

el del Niño. La tenacidad individualista se articulaba con el esfuerzo solidario en el núcleo

familiar, aquí primaba más la competencia entre familias que la cooperación. La escasa
población y la heterogeneidad de los primeros colonos hizo difícil el surgimiento de lo que en

Ecuador llaman una «comunidad», es decir, un conglomerado habitacional local, con alto grado

de autonomía política, vínculos de convivencia entre sus habitantes, basados en la reciprocidad.

Esto empezó a cambiar con la llegada varias familias lojanas en los 70 de, estos colonos trajeron

conocimientos de agricultura, una praxis de organización colectiva y un sistema de ayuda y

solidaridad mutua. Su llegada coincide con el progresivo abandono de la «parte alta» de la isla,

más húmeda y donde se ubica la fuente principal de agua potable. Las posibilidades de pesca y

de intercambios comerciales en la costa fueron determinantes para que algunas familias fueran

instalándose en la parte baja, «la playa», como la denominan los floreanos, en torno al núcleo

urbano, Puerto Velasco Ibarra. Ello no hubiera sido posible sin la que es recordada como la

primera gesta colectiva en la isla. Uniendo esfuerzos y superando las diferencias, un puñado de

familias logró entubar el agua desde la fuente principal en la parte alta para llevar el líquido

imprescindible a la población costera, situada 7 kilómetros más abajo. Dada la escasez de agua,

se organizaron con restricciones en el consumo, ocasionando un control comunitario y la

concepción de que solo solidariamente podían tener éxito en la antropización de esa difícil

tierra. El contexto de reciprocidad y comunitarismo alentó los préstamos de tierras y donaciones.

Sin embargo las desigualdades prevalecen, existe una notable brecha entre las dos familias más

poderosas, antiguas y con mayores propiedades agroganaderas, y el resto de floreanos.

Actualmente parecen haber aprendido que la sostenibilidad de la colonización en Floreana

depende, en medida de unir fuerzas y equilibrio entre lo comunitario, lo familiar y lo individual;

aprendizaje consolidado en las dos últimas décadas, a medida que la isla ha perdido su carácter

autárquico y hay nuevas oportunidades, pero también nuevos peligros. El espíritu aventurero,

individualista y utopista de los primeros colonos no es suficiente para afrontar el diálogo con el

estado y el mercado. Hace falta la fuerza del grupo, pues no son pocas las dificultades para

llegar a consensos en un contexto marcado por una población tan reciente como heterogénea.

Comunidad y estado: regulación ambiental


Comunidad y mercado: el turismo

Diversificación económica

El debate del decrecimiento: gobernanza y gestión turística

Conclusiones

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